En primer lugar
quisiera agradecer a monseñor José Siro González
y a Dagoberto Valdés por el gran honor que me hacen de poder
estar aquí celebrando el décimo aniversario de una publicación
como Vitral, tan importante para Pinar del Río, y, más
allá, para la cultura cubana. Me siento muy honrado, y a la vez
un poco sobrecogido, de dirigirme a ustedes nada menos que en la Catedral
de Pinar del Río. Un amigo pinareño me decía hoy
por la mañana: chico, voy a ir al acto esta noche, aunque
no me conviene ir allí, tú sabes, pero voy a hacerlo solamente
para ver al diablo en la Catedral. En cierto modo, me siento aquí
como se sentiría el diablo: con una mezcla de placer y sobrecogimiento
por estar en este lugar, y en una ocasión tan importante para
la Iglesia Católica en Cuba.
Dagoberto me había preguntado si iba a hacer algo por escrito
y le respondí que prefería hablar como en una conversación;
una conversación rizomática, para usar la noción
de Deleuze y Guattari, los filósofos franceses. Aquella se refiere
a ciertas plantas de raíces no sistemáticas.
Sabemos que por lo regular las plantas tienen una raíz a manera
de un eje central que profundiza en la tierra, desde el cual se abren
las raíces menores, en forma estructurada. Las plantas llamadas
de rizoma, por el contrario, desarrollan sus raíces hacia distintos
lados y se expanden por la tierra de un modo en apariencia arbitrario:
sale una mata aquí, otra acá, y otras allá. Es,
por ejemplo, el caso del boniato. Entonces, hablando en cubano, diríamos
que mi intervención va a ser una charla un poco a lo boniato.
Es decir, de pronto saldrán cosas por aquí y por allá
y, quizás, usando el término de Deleuze y Guattari consiga
protegerme de ser acusado de incoherente.
Del asombro, a mucho
más allá de una agenda de la Iglesia de Pinar del Río,
hacia una dimensión patriótica
Dicen que el primer signo de que uno envejece es cuando uno pierde
la capacidad de asombro. Precisamente, una característica de
la niñez es sorprenderse ante todo. Los niños descubren
el mundo, el mundo es nuevo para ellos y cada cosa los sorprende enormemente
porque es un conocimiento, una experiencia nueva. Las personas de cierta
edad, en cambio, ya hemos pasado por todo. Nos endurecemos y nos aburrimos
porque hemos perdido esa capacidad de sorpresa. Digo esto porque mi
primer contacto con la revista Vitral fue un contacto de asombro. La
memoria que guardo de aquel encuentro con la revista fue mi sorpresa
ante la publicación, y les voy a explicar por qué. Vi
el primer ejemplar de la revista no estoy seguro si fue el número
uno o el dos, pero la revista acababa de surgir, a través
de Humberto Bomnín, quien lo hizo llegar a mi esposa, Erena Hernández.
Ella me lo dio a leer una vez aquí en Pinar del Río, en
casa de mi suegra. Recuerdo perfectamente que era una tarde y ella me
la dio diciendo: mira esta revista que ha salido aquí por
la Iglesia de Pinar. Debo confesar, dentro de la transparencia
que Dagoberto nos pedía en su intervención, que mi primera
reacción fue pensar: caramba, debe ser una revista aburrida,
metida en temas internos de la Iglesia, quizás teológicos;
¡debe ser un ´clavo` esta revista!
Pero entonces comencé a mirar la publicación, y, según
avanzaba en ella, mi asombro crecía de modo extraordinario. Lejos
de encontrarme con la para mí aburrida revista que
había imaginado, muy metida en un mundo interno religioso, o
incluso de prédica religiosa, encontraba una publicación
que me parecía absolutamente necesaria para mi país. Estaba
mirando la revista que cumplía una misión de la cual carecía
la prensa cubana. Era una publicación con un perfil amplísimo,
que discutía todo tipo de temas: económicos, sociales,
históricos, políticos, culturales, artísticos,
arquitectónicos, más tarde deportivos, y también
religiosos, no sólo dentro del campo específico de la
Iglesia Católica, sino en un sentido general. Todo esto me asombró
profundamente y me produjo entusiasmo. Vitral iba mucho más allá
de una agenda de la Iglesia de Pinar del Río, y se abría
hacia una dimensión patriótica, por encima de intereses
específicos. La revista se constituía en un espacio abierto
donde se discutían los problemas que interesaban a todos los
cubanos. Me impactó la generosidad de un programa editorial que
se abría a todos y contribuía a llenar un espacio del
que carecíamos.
Algunos perfiles de
la Revista Vitral
Tengo anotados algunos conceptos que me parece caracterizan a Vitral,
y quisiera presentarlos. Amplitud: en la revista se examinan desde temas
del debate contemporáneo sobre la bioética, por ejemplo,
un tema muy actual a escala global, un tema difícil, un tema
polémico, que se ha venido discutiendo en la revista. A la vez,
se dedicaron reportajes y se publicaron materiales sobre la muerte de
Celia Cruz, esa importantísima figura de la cultura cubana. El
perfil de la revista es de una amplitud necesaria. Otro concepto sería
su diversidad, y éste se relaciona con el anterior. Dagoberto
hablaba de lo difícil que es la diversidad. La diversidad siempre
cuesta trabajo porque tenemos una tendencia natural a no aceptar al
otro, a no aceptar lo diferente, cuando la variedad es precisamente
un signo de la naturaleza y del mundo. Vitral tiene una marcada proyección
de favorecer en su perfil el registro y la discusión de la multiplicidad
de las cosas. Otra cuestión que he traído anotada es la
reflexión. No estamos para nada ante una revista de panfleto,
una revista de propaganda. Vitral es una revista reflexiva. Los temas
en ella ventilados, aún cuando se aborden por algunos autores
desde posturas de opinión muy fuertes, siempre se encauzan a
través del análisis. Análisis con los que podemos
estar o no de acuerdo, pero que son siempre ideas estructuradas, abiertas
a la discusión, no lanzadas a manera de manifiestos. El otro
término que tengo acotado lo considero de suma importancia, y
da una tónica muy útil a Vitral: la moderación.
Estamos muy carentes de moderación porque hemos vivido una historia
muy convulsa. Cuba ha experimentado un proceso revolucionario que es
parte fundamental e intensa de nuestra historia. Estos procesos de cambios
violentos no se caracterizan por posturas moderadas. Pero el tiempo
pasa, como decía un poeta, y en estos momentos pienso que es
imprescindible la moderación: sin ella no vamos a poder encaminar
una solución de los problemas que nos rodean. La revista es un
paradigma en este sentido: todo su trabajo se encuentra bajo el signo
de la moderación, y esto me parece extraordinariamente valioso.
Otro concepto que anoté es el de apertura. Creo que la revista
es un espacio de apertura, aun, digámoslo con entera franqueza,
dentro de la propia Iglesia Católica de Cuba. Un espacio de apertura
es un espacio que hace y logra cosas. Es también un espacio de
ruptura, y como decía Leo Brouwer, la tradición
se rompe, pero cuesta trabajo. Imagino, quizás especulando,
que aún en el marco mismo de la Iglesia Católica a algunos
esto no debe caerles tan bien. Las puertas abiertas son difíciles,
tenemos tendencia a encerrarnos, pero hay que abrir y abrirse uno mismo
El último concepto que anoté es uno que a mí, como
viejo periodista, me interesa mucho: la agilidad. Vitral es una revista
periodística aunque contenga artículos reflexivos profundos;
es una revista que sigue la actualidad. Uno toma Vitral, y ahí
está lo último, ahí están los temas candentes,
ahí están las cuestiones que nos interesan, sea un acontecimiento
cultural que acaba de suceder, sea un tema social o de reflexión
que ha aparecido. La revista ha podido mantener esa gran agilidad a
través de los años.
Toda sociedad tiene problemas, el mundo está cargado de problemas,
las sociedades todas están llenas de problemas, y una manera
de poder enfrentar los problemas es precisamente la discusión
crítica de esos problemas. Esto es bastante obvio, y. sin embargo,
se vuelve difícil entre nosotros. Valoro mucho la manera franca
como Vitral ha podido ventilar los problemas de la sociedad cubana.
Me atrevo a decir que Vitral es una revista política, pero no
una revista política en el sentido de la dinámica del
poder, sino en el sentido de polis, en el sentido de, como
dice la Instrucción Teológico-Pastoral de los Obispos
de Cuba, política retomando el concepto griego de
polis, como la esfera pública donde se articulan
los intereses de todos los ciudadanos como conjunto social, el espacio
para el desarrollo de la libertad entre los seres humanos en orden al
logro del bien común. En este sentido me parece que Vitral
es una revista muy necesariamente política y debe continuar siéndolo.
Un corpus reflexivo
que ha seguido el pulso de la situación de Cuba
Quiero destacar los editoriales, que en diez años han constituido
un corpus reflexivo que ha seguido el pulso de la situación en
Cuba. Ahora bien, lo importante no es tanto ese corpus, sino la manera
como los editoriales han ido respondiendo a los problemas de nuestro
país, problemas de todo tipo que han sido discutidos en el momento
en que pasaban las cosas. Cuestiones que era necesario plantear y que
a menudo no se debatían han ido apareciendo en caliente en los
editoriales. Son textos reflexivos, moderados, sin voluntarismos. Podemos
discrepar con lo expresado en ellos, pero lo importante es que presentan
y discuten nuestros problemas en forma responsable, y esto me parece
absolutamente necesario.
Quiero felicitar a Dagoberto por este esfuerzo, así como al equipo
todo de la revista. Una publicación no es el local donde se hace,
no es el papel en que se imprime, mejor, peor, con más imágenes,
con menos imágenes, con mayor o menor calidad; no es ni siquiera
el plan y el contenido editorial. Una revista es las personas que la
crean, una revista es una obra colectiva. Cambia el equipo que hace
una publicación y ésta, aunque mantenga su misión,
su filosofía, su contenido editorial, cambia también,
dramáticamente a veces. Ha sido este equipo de la revista, con
sus numerosos colaboradores, el que ha permitido resultados tan altos.
Un espacio que ha
animado la vida cultural de Pinar del Río
Ahora bien, hablamos de Vitral, y hemos estado hablando de una revista.
Pero, más allá de ella, Vitral es un espacio de vida cultural.
Vitral ha significado un movimiento editorial con publicaciones de muy
diverso tipo. Vitral ha significado la organización de premios
literarios, de exposiciones, de conferencias, de actividades de variada
índole. Vitral ha revitalizado la cultura en Pinar del Río.
Incluso, como respuesta a la creación de este espacio tan dinámico,
tan vivo, otras instancias de la sociedad pinareña han producido
sus espacios y organizado sus actividades en respuesta a Vitral. Esta
competencia sana y conveniente ha traído como consecuencia que
la vida cultural pinareña se haya reanimado. Quizás Pinar
del Río es la ciudad que posee más revistas en proporción
al número de sus habitantes; habría que sacar esa cuenta,
a ver si es así. De cualquier modo, resulta indiscutible que
Vitral ha detonado, con su ejemplo y su actividad, otras respuestas
que han enriquecido la actividad local. Hablando de la agilidad periodística
de Vitral, me impresionó mucho el volumen acerca de Polo Montañés
ese personaje tan querido de la cultura pinareña, cubana
y latinoamericana, publicado después de su trágica
muerte. Es un ejemplo más de una labor editorial muy enfocada,
muy encaminada, con un gran sentido de actualidad.
De cómo lo
local puede conectarse a los circuitos globales
Otra cuestión que llama la atención es que toda esta
obra única en Cuba se haya realizado en Pinar del Río.
Con perdón de los pinareños, ustedes saben que Pinar era
conocida como La Cenicienta, es una ciudad fuera del eje Habana-Santiago,
y hay todos esos chistes por ahí acerca de los pinareños
En fin, se ha estereotipado de una manera inadecuada a Pinar del Río
como una pequeña ciudad local, sin una larga tradición
de vida y de instituciones urbanas, donde lo rural tiene mucho peso.
Y resulta entonces que es aquí donde se ha producido esta revista
y todo este movimiento que va mucho más allá de Pinar
del Río, y que han tenido hasta un impacto internacional. Es
un ejemplo que nos permite reflexionar acerca de lo local y lo global.
A veces lo local es lo que está condenado a ser local simplemente
por estar desconectado de los circuitos que construyen lo internacional.
Puede haber movimientos, puede haber pensadores, puede haber producciones
culturales que tengan un interés global, pero son condenadas
a ser locales por carencia de conexiones.
Precisamente, uno de mis últimos trabajos es la co-edición
con Jean Fisher de un libro de ensayos teóricos sobre temas de
arte y cultura contemporánea que agrupa a 22 autores de 18 países.
El objetivo del volumen es agrupar ideas de autores del mundo entero
que, en su mayoría, viven, trabajan y publican en sus países.
Los discursos de esos pensadores, sus proyecciones, son francamente
globales. Están debatiendo los temas del momento con profundidad
y desde sus propias perspectivas, es decir, desde una pluralidad de
puntos de vista. No obstante, se encuentran condenados a ser locales
debido a su desconexión de los grandes circuitos de difusión
de las ideas. Estos autores son de países como África
del Sur, Australia, China, Grecia, India, Portugal, Rusia, Singapur,
Uruguay
Tratamos así de dar un paso adelante, de dar visibilidad
a estos autores y a estas ideas usando MIT Press, una editorial de vasta
distribución internacional. Es un intento de contribuir a hacer
más verdaderamente globales los discursos sobre temas globales.
En este sentido, es un gran tanto para Vitral que, habiendo sido producida
en una pequeña ciudad de un pequeño país bastante
desconectado, haya logrado una proyección potencial mayor gracias
a su perfil, aunque su escasa distribución le impida alcanzarla.
Lo ha hecho estando muy metida en Pinar del Río, muy metida en
Cuba, pero a la vez desde una perspectiva abarcadora, tocando temas
de todo tipo. Así, en ella podemos encontrar un estudio histórico-arquitectónico
de una iglesia en Pinar del Río, y podemos encontrar un tema
cultural global.
Ahora que me han servido un vaso de agua quisiera hacer una disgresión.
Como Pedro Luis Ferrer no pudo venir a participar en este acto, estoy
doblemente agradecido a ustedes por haber llenado la Catedral. Ustedes
sabían perfectamente que soy totalmente incapaz de cantar la
vaca Pijirigua ni nada de eso
Por supuesto, ustedes no están
aquí por mí, sino para celebrar el cumpleaños de
Vitral, pero de todos modos han tenido que aguantar mis palabras. Pensando
en Pedro Luis y en el vaso de agua me vino de pronto a la mente algo
que me pasó hace tiempo y me permitió ver claramente cual
es la diferencia entre un artista como él y un simple crítico
como yo. Hace muchos años di una conferencia ilustrada en la
Universidad Nacional de Venezuela, en Caracas, acerca del llamado nuevo
arte cubano. En ella participaba también Carlos Varela, otro
destacado compositor y cantante cubano, cuya música tenía
mucho que ver con el arte que hacían aquellos jóvenes
en Cuba a fines de los años 80 y principios de los 90. Fuimos
los dos allá con motivo de una exposición que co-organicé
con Graciela Pantin en Caracas y en Bogotá, titulada Los hijos
de Guillermo Tell en alusión a aquella famosa canción
de Varela. Como parte de las actividades preparamos aquella charla conjunta,
donde yo hablaba un poco, ponía diapositivas con las obras de
los artistas, y entonces Carlos Varela cantaba una canción que
se relacionaba con lo que se acababa de ver, y así íbamos
turnándonos. Yo estaba sentado hacia el frente del aula y él
hacia el centro. Ambos teníamos vasos como éste, y yo
notaba que Carlos tomaba mucha agua. Sólo al final descubrí
que mientras a mí me habían puesto agua, ¡a él
le habían servido ron carta blanca! Obviamente, como él
era cantante necesitaba el ron para poder hacer su creación,
pero como yo era crítico, me bastaba el agua para aclararme la
garganta. En ese momento me resultó absolutamente clara cuál
era la diferencia entre el artista y el crítico. Por eso agradezco
mucho que ustedes hayan soportado al tipo del vaso de agua, cuando no
han podido disfrutar del tipo del vaso de ron.
Ejemplo de animación
de la sociedad civil
El Centro Cívico Religioso y la revista Vitral son ejemplos
de animación de la sociedad civil. Estas instituciones han conseguido
productivizar, de modo necesario y muy positivo, la existencia de una
excepcional estructura que posee la Iglesia Católica en Cuba,
un país de débil sociedad civil. Acabo de estar en un
simposio internacional en Santiago de Chile, y uno de los colegas que
participaba era Sarat Maharat, el teórico y profesor británico
de origen indo-sudafricano. En su conferencia él habló
de distintos temas al respecto de la nueva dinámica global, y
presentaba el ejemplo de la calle donde él vive en Londres, de
la que incluso mostró algunas dispositivas. En esa calle como
en tantas otrasencontramos una casa de vivienda y, al lado, una
tienda de una familia italiana donde venden todo tipo de pastas y de
aceites de oliva; más acá hay un restaurante vietnamita,
allí, en este otro lugar, otro griego; un poco más allá
hay otra tienda que exhibe todo tipo de cosas new age; enfrente,
una librería de temas gay y lésbicos, y un poco más
allá otra casa donde vive gente, y así hasta el infinito.
Este ejemplo daba una imagen muy gráfica y fresca de la rica
y polémica coexistencia de pluralidades característica
de un medio con una sociedad civil tan activa como Londres, esa ciudad
fascinante que es como un universo en miniatura, una urbe con una escala
muy humana donde está prácticamente metido el mundo. La
presentación de Sarat me recordaba la necesidad y la riqueza
de la sociedad civil, de cuyas posibilidades ustedes han dado aquí
un ejemplo con su trabajo.
Bueno, quiero terminar y noto que quizás he sido tan elogioso
que van a pensar que soy muy amigo del Obispo y de Dagoberto... No obstante,
hay críticas que podría hacer, y voy a expresar una. Me
parece que hubo una época en la revista donde ocurrió
cierta baja en las características de perspectiva social que
he elogiado, cuando Vitral se tornó más aséptica
y a la vez se concentró más en el campo religioso y los
problemas que atañen a la Iglesia Católica. Nunca se limitó
a esto, pero digamos que se metió más en ese terreno.
No digo que esto sea malo, pero no es Vitral. Por suerte, ha vuelto
a recuperarse el perfil de esta revista asombrosa, el que me produjo
aquel impacto inicial. Había dicho antes que la Iglesia Católica,
como otras instancias de la sociedad cubana, no siempre han usado sus
posibilidades. Los diez años de Vitral establecen un ejemplo
que debe animar a que estas potencialidades sean empleadas con mayor
amplitud y utilidad social. Así, quiero terminar diciendo que
ojalá se desarrollen más y más una revista, y una
Iglesia, en el espíritu de Félix Varela.
Muchas gracias