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Portada de
un ensayo biográfico sobre José Martí, escrita
por Francisco Valdés en 1942.
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Pinar del Río, provincia
tabacalera y forestal tiene en su haber un grupo de pedagogos ilustres.
Entre ellos debemos destacar a Francisco Valdés Ramos que ocupa
un lugar de honor por derecho propio cuyo nombre se asocia de inmediato
con El Maestro.
Nacido en Guanajay, de familia pobre, el 13 de julio de 1842, sin facilidades
ni medios posibles para la educación, corrió esta en sus
primeros años a cargo de su madre, la Sra. Ascensión Ramos,
completada en las modestas escuelas de la colonia, pero pronto asoma
la vocación y se revela la voluntad de aquel carácter
todavía en formación, pero ya por senderos que no abandonaría
en toda su existencia.
El Cabildo de Guanajay ofrece una beca para estudiar medicina, sólo
se presentan dos de los más destacados, el señor Valdés
y otro, los cuales quedaron empatados en la prueba, entonces lo sacaron
a la suerte y el señor Valdés no lo ocupó, es entonces
que el Cabildo Municipal por resolución de 3 de agosto de 1860
acuerda pensionar al joven Francisco Valdés Ramos para que curse
estudios pedagógicos en la Escuela Nacional de Guanabacoa, de
cuyo centro sale dos años después ganando el título
ambicionado con notas de sobresaliente. En el propio año es nombrado
maestro de la Escuela Municipal de Artemisa. Comienza entonces la formación
de su verdadera personalidad como maestro y educador, pero Valdés
Ramos no se ha conformado con los conocimientos adquiridos en los dos
años de estudio y aspira a algo más que maestro rutinario
y no desmaya en sus actividades investigadoras.
No es bastante a sus ansias intelectuales de los 20 años ni a
su noble ambición, alcanzar un elevado puesto en el concierto
de los pedagogos nativos de la época.
Pone al servicio de su sacerdocio voluntad y fe, ensaya sus propios
métodos y se consagra a sus alumnos, se enamora cada día
más de su alta misión y va con la experiencia y con la
práctica haciendo rectificaciones que aconsejaban la buena función
pedagógica.
El resultado es pronto palpable por las familias que en Artemisa le
confiaban la enseñanza y educación de sus hijos.
Los exámenes públicos que ofrece al final de cada curso
son pruebas de su devoción por la escuela y de sus excepcionales
condiciones para moldear las inteligencias juveniles.
En 1869 queda vacante la dirección de la escuela de Guanajay
y es nombrado para la misma, el Cabildo lo hace por ser el de mejores
méritos en la escuela de Artemisa donde trabajó, contaba
27 años.
Ya era maestro de su pueblo aquel joven de inagotable voluntad que nueve
años antes había llamado a las puertas de los Escolapios
sin otro caudal que su fe en su propio destino; ya era responsable de
la preparación de la juventud y los niños de su Guanajay
amado el modesto muchacho de ambición generosa, que sentía
arder en su sangre el fuego del estímulo para elevarse por sobre
el montón que formaban la mayoría de sus paisanos y dejaba
en los anales de Guanajay un nombre que llenaría el ciclo de
la cultura, ya era conocido como el señor Valdés.
Los prestigios y el nombre del Colegio San José de Calasanz y
las facultades extraordinarias de su director saltan pronto las fronteras
de la Villa.
En los más apartados lugares de la provincia de Pinar del Río
y La Habana se hacen eco del Colegio por la eficacia en la educación
de los niños que al mismo se confían y los internos aumentan
cada día por el prestigio que ya tiene cimentado.
La labor del señor Valdés es de admiración, no
sólo en la escuela sino fuera de ella, en el hogar, en las reuniones
públicas, donde quiera que asomaba su figura siempre llevaba
implícita la disciplina y el orden.
No habrá momento en que no se considerara obligado a orientar
la conducta de sus alumnos y hasta la de sus propios amigos, porque
era en él una actividad innata que cada cosa y cada hecho se
desenvolviera en ambientes de respeto.
Su Colegio tenía ambas ramas: enseñanza primaria y secundaria,
aún tenía tiempo de escribir varias obras de consulta,
entre ellas: El sistema métrico decimal, la cartilla cronológica
entre otros folletos, tenía el abecedario mayúsculo y
su uso y el manuscrito, uno de reglas ortográficas, otro de Matemáticas,
de Contabilidad, uno de la provincia de Pinar del Río con sus
entrantes y salientes, ríos y montañas, otro con la división
política de Pinar del Río, con los partidos judiciales
señalando donde debía inscribirse a los hijos para que
aparecieran con sus dos apellidos.
Fue el primer Superintendente Provincial de Educación en Pinar
del Río nombrado por su méritos. Con vasta cultura hizo
muchas mejoras en educación.
Propuso la coeducación en Pinar del Río, pues sólo
recibían enseñanza los varones, esta idea prendió
raíces y el secretario de Instrucción Pública y
Bellas Artes, que era el nombre que se le daba antes al Ministro de
Educación, acogió con beneplácito la idea, lo felicitó
y la implantó en toda la Isla. El señor Valdés
no tenía máquina pero en su caballo recorría todas
las escuelas de la provincia y si en su escuela había dado pruebas
de ser un organizador de actividad extraordinaria, en este nuevo cargo
desenvolvió sus mejores capacidades. No quedó rincón
vueltabajero que Valdés Ramos no visitara, no hubo maestro de
aquellos que improvisó la Intervención que no recibiera
sus consejos y orientaciones. Su vista dedicada a sorprender y a abarcarlo
todo, hacía que en sus visitas a las escuelas se fijara al mismo
tiempo en el trabajo y adelanto de los alumnos como en el aseo personal
tanto de los maestros como de los alumnos, en la limpieza del local,
en la actividad del conserje, en el estado del material, etc. Y para
cada infracción y para cada descuido tenía siempre un
consejo atinado y una reflexión cariñosa.
Cuando llegaba en su caballo a las cinco de la tarde, después
de tomar el baño, alfabetizaba a los comerciantes, les enseñaba
el Sistema Métrico Decimal y las pesas y medidas; estas clases
las daba de 6 a 8 p.m. y después de comer de 8.30 a 10.00 p.m.
las impartía a otros que venían de los pueblos vecinos
de San Juan y Martínez, San Luis, Guane, Consolación del
Sur, etc., él pidió al jefe de los ferrocarriles que pusiera
un tren para Guane a las 10.00 p.m. para llevar a estos comerciantes
a sus hogares.
Ya en su vejez y en una silla de ruedas continuaba dando clases, es
considerado el primer autodidacta de aquella época y falleció
en 1919.
Así como él tenemos muchos hombres y mujeres que dieron
valor y y realce a la enseñanza y Pinar del Río no debe
olvidar a los que han servido con amor a esta provincia.
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