Revista Vitral No. 56 * año X * julio-agosto 2003


LECTURAS

 

LA RELACIÓN ENTRE LA IGLESIA Y LA MASONERÍA EN CUBA MÁS ALLÁ DE LAS DIFERENCIAS DOCTRINALES
PRESENTACIÓN DEL LIBRO «LAS IDEAS MASÓNICAS Y LA FE CATÓLICA»

DR. JOSÉ MANUEL COLLERA

Belisario Carlos Pi (a la izquierda) el Doctor Collera, durante las palabras de presentación y Mons. José Siro, Obispo de Pinar del Río.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


El escritor francés Guy de Maupassant tiene un cuento, un tanto antimasónico, por cierto, titulado: “Mio Tío Sosthene”. En él narra el visceral y continuo rechazo entre un francmasón y el cura jesuita de su pequeño pueblo. Aprovechando una indigestión que sufre Sosthene –que así se llamaba el masón – un sobrino suyo logra, mediante un piadoso engaño, que el sacerdote vilipendiado vaya a suministrar los últimos auxilios espirituales a Sosthene. Pero para sorpresa del sobrino, quien lo había pensado todo como una broma, pasaron las horas sin que el sacerdote abandonase la habitación. ¿Qué habría sucedido?, se preguntaba preocupado el muchacho. ¿Se habría muerto su tío por el susto? O acaso, ¿habría matado al de la sotana? Sólo a las seis de la tarde del día siguiente salió el jesuita de la casa, con aire pacífico y satisfecho. Y cuando entró en el dormitorio del tío encontró que, en una de las colgaduras de la cama, estaba clavada con un alfiler una pequeña imagen piadosa (o como diríamos los menos entendidos: pequeña estampa). Por cierto, —y esto lo agrego sólo como anécdota curiosa de este cuento— tío Sosthene dejó sus bienes a la Iglesia, antaño blanco de sus apasionados ataques. Y el travieso sobrino quedó desheredado.
Salvo esto último, algo semejante puede lograr Belisario Carlos Pi Lago con su ensayo “Las Ideas Masónicas y la Fe Católica”, aunque a diferencia de lo de Maupassant, sin ánimo humorístico y sí con mucho de pensamiento ecuménico y de indagación espiritual de una y otra institución. Cierto que, los masones cubanos estamos muy lejos del tío Sosthene respecto a criterios sobre la Religión Católica, o sobre cualquier otra forma de entender la trascendencia. Tal realidad, expresada a través de cotidianas vivencias de masones y católicos cubanos, es un marco propicio y agradable para la realización exitosa del ejercicio amoroso e intelectual que nos ha convocado y logrado reunir esta noche, en un sitio ideal para amar y pensar.
Hay un elemento, sin embargo, que conspira en contra del éxito total de esta importante e histórica velada: En mi ya extenso recorrido por el camino de las comparaciones públicas, es la primera vez (honor muy señalado que evalúo y agradezco muy especialmente), que se me confía la delicada responsabilidad de presentar un libro. Y así le llamo aún tratándose de un ensayo publicado en forma de folleto, porque el concepto de Libro es más abarcador de lo que técnicamente pueda expresar el conjunto de exigencias editoriales y de rigor publicitario, muy bien conocidos, por cierto, en un país como el nuestro, donde existe un intenso movimiento editorial, y muy particularmente en una ciudad en la que mucho ha contribuido a este excitante quehacer, un centro tan importante de cultura, de fe, y de formación comunitaria, como lo es el Centro de Formación Cívica y Religiosa.
Sin conocer mucho, o conociendo casi nada, sobre estilos, maneras, formalidades, de una presentación de esta naturaleza, procuraré colocarles a las puertas de una obra que, antes de entrar en consideraciones específicas, la califico de original, amena, y útil, capaz de aportar a la literatura por la riqueza y dominio del lenguaje muy bien utilizado, y a la vez de aportar a la vida, por el propósito ecuménico que no es simple proyecto, sino el resultado de un análisis histórico científicamente concebido y realizado.
“Las Ideas Masónicas y la Fe católica”, como bien indica el subtítulo de la obra, contiene consideraciones sobre tan polémico tema, desde el prisma del contexto cubano.
Su autor, Belisario Carlos Pi Lago, es un intelectual pinareño que ha incursionado exitosamente en los géneros de narrativa y poesía. Ha sido laureado en importantes certámenes. Vinculado a la Masonería por muy cercanos lazos familiares en su pueblo natal, La Palma; y también a la Iglesia, habiendo impartido clases de lenguas extranjeras en la parroquia de dicha localidad. Su vida laboral tiene como “sustratum” a jóvenes y adolescentes, pues se desempeña como Profesor en un Centro Educacional de la Enseñanza Secundaria, lo que le obliga a un conocimiento superior de la naturaleza humana, y sin dudas, el conocimiento de la metodología y rigor pedagógicos, han influido en la realización de la obra escrita que nos ofrece.
Pi Lago, sin ser Masón, demuestra un conocimiento sobre temas esenciales de la Institución, incluyendo la leyenda del sublime Grado de Maestro Masón, es decir, la llamada leyenda de Irma Abiff; leyenda en el sentido esotérico de prácticas masónicas, pero más que ello es una realidad histórica conocida.
El libro publicado por Ediciones Vitral, es de fácil y amena lectura, por estar “escrito en un lenguaje claro, conciso y sin eufemismos innecesarios”, tal como expresa textualmente en el prólogo el Dr. Roberto Luis Martínez. Mas, el contenido del mismo resulta complejo, por el tema que trata, que es de una aguda y muy abarcadora connotación histórica, que tiene por base una antiquísima confrontación que incursiona en terrenos que van más allá de lo doctrinal o religioso, que rebasa las fronteras de los propios y respectivos límites institucionales, y alcanza la vida misma de las sociedades, las naciones, las épocas, el poder político, la vida social, los sistemas educacionales, la vida cultural y hasta los modelos económicos, por tratarse de la confrontación de fuerzas determinadas de la Historia de la Humanidad: una, la Iglesia, como institución en sí misma; la otra, la Masonería, por la acción de sus miembros, presentes en casi todos los acontecimientos significativos de la ciencia, la política, el arte, las armas, la cultura.
La obra tiene un señalado perfil histórico, pero no es su objetivo incursionar en la historia de la Iglesia y la de la Masonería, sino sólo para demostrar la similitud de fines de ambas, presentes desde sus raíces respectivas.
Si nos preguntamos: ¿qué quiere decir el autor en su obra? Yo respondería:
1.Entre la Iglesia Católica y La Masonería ha habido una antiquísima polémica.
2.Graves errores cometidos son producto individual de los hombres, teniendo como base la intolerancia recíproca.
3.Masones y Católicos tenemos mucho en común.
4.Católicos y Masones adoran al mismo Dios.
5.Debemos saldar nuestras diferencias esenciales.
6.Los hombres del presente necesitan la unión entre la Escuadra y el Compás y el Crucifijo.
Formulo, quizás sólo para mí, otra pregunta: ¿Puedo abstraerme de mi condición de Masón, para analizar crítica e imparcialmente el contenido de la obra? Lo procuro.
Respecto a las contradicciones entre la Iglesia y la Masonería, es bueno y curioso aclarar, que no ha sido la Católica la única religión que en algún momento ha combatido a la Masonería. Incluso ahora –cuando hace décadas que el Papa Juan XXIII pronunció lo que en el prólogo del libro se le llama Oración de perdón – existen denominaciones cristianas, algunas en nuestro propio país y otras que no tienen arraigo en Cuba, que continúan considerando a la Institución de la Escuadra y el Compás como una tentación diabólica. Pero destaca la confrontación católico-masónica, porque el espacio europeo e iberoamericano ha sido compartido, por el mayor desarrollo de la Masonería en su período de organización moderna, y la Iglesia Católica como religión oficial y vinculada a los poderes terrenales de esos Estados. En ese escenario nacieron y se desarrollaron estos enfrentamientos, que llegaron a ser significativamente apasionados a partir del siglo XIX.
No olvidemos que en nuestro contexto nacional estas contradicciones llegaron con todo el acento trágico y apasionado de las vivencias del liberalismo y la Masonería en la España del siglo XIX, y la sangrienta guerra civil de los años 30 del siglo XX. En Cuba el conflicto se particularizó estando en medio el sentido de la nacionalidad. Recordemos que el monarca español había recibido la potestad de nombrar a la más alta figura de la Iglesia en la Isla, y esto, en mucho, aseguraba la fidelidad de la alta jerarquía eclesiástica a la política de la monarquía. De ahí las contradicciones desde fines del siglo XVIII entre el clero secular y el regular, integrado mayormente por criollos. Es muy significativo que cuando fue nombrado en el Obispado un hombre como Juan José Díaz de Espada y Fernández-el querido Obispo de Espada- de tan significativos aportes al desarrollo de la cultura cubana; hombre de ideas ilustradas y avanzadas, una de las acusaciones que le hacen es la de ser Masón.
Por otra parte, la Masonería en Cuba, tenía entre sus miembros, mayoritariamente, a liberales, independentistas y autonomistas, que en diferentes grados trabajaban por el desarrollo de la nacionalidad cubana y una descentralización o independencia del gobierno de la Isla. El problema fundamental de Cuba en el siglo XIX estuvo en la Nación, y la manera de abordar esta problemática sobre la nacionalidad acercaba o alejaba a los hombres, más que las doctrinas particulares de sus Instituciones.
De igual manera, recordamos el inicio del luminoso siglo XIX cubano, cuando los esfuerzos reformadores del Obispo Espada toman forma en el seminario Colegio de San Carlos y San Ambrosio, y allí, bajo la guía brillante de Félix Varela, se educa para la vida a lo más importante de la futura intelectualidad cubana. Quien sustituye al Padre Varela en la cátedra de Constitución –que el mismo Varela le llamó “Cátedra de Libertad”—fue el Masón más distinguido de este período: Manuel Nicolás Escobedo.
Hay una diferencia muy notable que debemos destacar, en lo que respecta a lo que el autor denomina “intolerancia recíproca”. A la Masonería le está vedado actuar como lo que, utilizando una frase muy manida, sería un Poder central; porque no existe ese Poder, tal como la Iglesia tiene y es. No existe una estructura o poder internacional de la Masonería. Las Grandes Logias se atienen, para gozar de reconocimiento de sus iguales, de los llamados Antiguos Límites, que son linderos de obligatorio cumplimiento para dar la categoría de Masonería Regular; (por cierto, uno de esos Antiguos Límites Esenciales, es la creencia en un Ser Supremo). De modo que la Masonería no actúa como Masonería, sino sus miembros, educados en sus principios y postulados, desempeñan papeles en la vida social, laboral, intelectual. Como librepensadores, están en libertad de pensar y actuar conforme a sus opiniones y creencias, sin que les esté permitido llevar a la Logia temas de religión o de política en sentido partidista o sectario.
Hay un tema que considero sería muy bien traído a tenor de la aparición de esta obra que estamos presentando, y que es el siguiente: ¿Están excomulgados los Masones actualmente?
Es difícil hallar un tema –explica Federico R: Aznar Gil en su ensayo “La pertenencia de los católicos a las agrupaciones masónicas según la legislación canónica actual”, escrito en 1995-sobre el que las autoridades de la Iglesia Católica se haya pronunciado tan reiteradamente como en el de la Masonería. “Desde 1738 a 1980 se conservan no menos de 370 documentos sobre la Masonería, a los que hay que añadir las abundantes intervenciones de los Dicasterios de la Curia Romana y, a partir sobre todo del Concilio Vaticano II, las no menos numerosas declaraciones de las Conferencias Episcopales”. Todo ello está indicando que nos encontramos ante una cuestión vivamente debatida, fuertemente sentida y cuya discusión no se puede considerar cerrada, dando aún mayor interés, por ello, al libro de Pi Lago.
A partir de la celebración del Concilio Vaticano II, un incipiente diálogo entre Masones y Católicos hizo que la situación comenzara a cambiar y se cuestionó por algunos Episcopados (de Francia, Países escandinavos, Inglaterra, Brasil y Estados Unidos, fundamentalmente) que pudiera entenderse a la Masonería como un solo bloque, sin tener en cuenta la escisión entre Masonería regular, ortodoxa y tradicional, religiosa y apolítica; y la segunda: la irregular, irreligiosa, política, heterodoxa.
Como es sabido, el canon 2335 del código de Derecho Canónico, prohibía severamente a los Católicos “la pertenencia a la Masonería, o a otras asociaciones del mismo género que tramen contra la Iglesia o los legítimos poderes civiles, so pena de excomunión latae sententiae reservada a la sede Apostólica.” El canon 2336 conminaba penas aún más severas a los clérigos y religiosos que osaran inscribirse en la Masonería. Sin embargo, no eran pocos los que consideraban poco afortunada la formulación del canon, que empleando la expresión “secta masónica” no tenía en cuenta la diversidad ritual, filosófica, nacional y obedencial de la Masonería. En cuanto al contenido del canon, se objetaba que era necesario una mayor distinción entre los motivos religiosos (lucha contra la Iglesia) y políticos (subversión contra el Estado). Así, se llegó al actual canon 1374 del nuevo código, en el que, desapareciera la mención explícita de la Masonería, queda la referencia a “quien preste su adhesión a una asociación que actúa contra la Iglesia”, que habrá de ser castigado con justa pena.
Al igual que sucedió con el código anterior, y con más razón si cabe, dada la ausencia de toda referencia a la masonería y a la pena de excomunión, muchos consideran suprimida la excomunión para los Masones.
Para prevenir esta interpretación, la Congregación para la Doctrina de la Fe promulgó el 26 de Noviembre de 1983 una declaración en la que dejaba fuera de duda que “los fieles que pertenecen a las asociaciones masónicas están en estado de pecado”, y no pueden, por tanto, acercarse a la comunión eucarística. La razón es que la Iglesia ha considerado siempre los principios de aquella como inconciliables con la doctrina de la Iglesia. La verdadera razón de la prohibición no está tanto en razones de hostilidad, que en muchos casos no existe, sino en la incompatibilidad entre la Masonería y la Iglesia, en cuanto a la visión masónica del mundo frente al Evangelio.
¿Cuáles se han invocado, como principios incompatibles con el Cristianismo?
-Considerar a la Masonería como una gnosis, que se considera a sí misma como un estadio de conocimiento superior a cualquier religión revelada. El relativismo, es decir, el hecho de que cada uno posea su propia verdad forma parte de las convicciones fundamentales de los Masones. Esta doctrina es incompatible con la fe en la palabra revelada como anuncio de salvación para todos los hombres.
-La iniciación masónica es incompatible con la estructura sacramental de la Iglesia, en la que la verdadera Iniciación se realiza en los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, que hacen del cristiano miembro del Cuerpo de Cristo visible en la Historia: la Iglesia. Y, finalmente, la obligación del secreto masónico, no puede estar nunca por encima de la conciencia y de las exigencias de la fe.
Citaré a los Obispos alemanes: “La Masonería no ha cambiado en su esencia. La pertenencia a la misma cuestiona los fundamentos de la existencia cristiana. Las principales razones alegadas para ello fueron las siguientes: la cosmología o visión del mundo de los Masones no es unitaria, sino relativa, subjetiva, y no se puede armonizar con la fe cristiana; el concepto de verdad es, asimismo, relativista, negando la posibilidad de un conocimiento objetivo de la verdad, lo que no es compatible con el concepto católico; también el concepto de Religión es relativista y no coincide con la convicción fundamental del Cristianismo; el concepto de Dios, simbolizado a través del Gran Arquitecto del Universo es de tipo deístico y no hay ningún conocimiento objetivo de Dios en el sentido del concepto personal del Dios del teísmo, y está transido de relativismo, lo cual mina los fundamentos de la concepción del Dios de los católicos”.
Ahora, el libro de Belisario Carlos Pi nos da una visión desde el contexto cubano. Y desde esta órbita también, debemos analizar nuestra realidad, y decimos que hay cuestiones de hecho y de derecho, e independientemente de la realidad jurídica, digamos, de excomunión de los Masones por parte de la Iglesia Católica, la realidad de hecho es otra en Cuba. ¿Es ello consecuencia de un cambio de la Masonería o de la Iglesia, ya no en el aspecto doctrinal o filosófico, quizás inaceptable porque desnaturalizaría su esencia vital, sino más probablemente de una modificación en su pragmática a la luz de una más racional interpretación y sentido de tolerancia respecto a los postulados y principios de una u otra? Pienso que no, que esta relación de la Iglesia y la Masonería en Cuba, va más allá de las diferencias doctrinales, filosóficas y pragmáticas, es consecuencia de una realidad cubana de naturaleza no religiosa y no masónica, aunque con inevitable influencia sobre la masonería y la religión, porque católicos y masones en Cuba son parte de dicha realidad.
Al inicio preguntamos: ¿Qué ha querido decir el autor del Libro?
Ahora preguntamos: ¿Qué quiere decir el autor del Libro? Quiere, según entiendo, que Masones y Católicos se encuentren. En la contraportada del libro, se hace referencia a la cooperación entre las diferentes instituciones de la sociedad civil, y cómo en el contexto cubano, ambas instituciones se han encontrado en no pocas obras de servicio a la Nación. Un síntoma inequívoco en la búsqueda, por parte de la Iglesia, de ese encuentro, es haber seleccionado para esta presentación, a un humilde Masón...
Excomulgado.

Pinar del Río,
Mayo 28-2003.

 

 

 

Revista Vitral No. 56 * año X * julio-agosto 2003
José Manuel Collera
Pinar del Río, 1944
Doctor en medicina. Pasado Gran Maestro de la Gran Logia de Cuba. Actual Gran Secretario de la Gran Logia de Cuba.