Revista Vitral No. 56 * año X * julio-agosto 2003


EDUCACIÓN CÍVICA

 

¿INDEPENDENCIA O ATRINCHERAMIENTO?

DAGOBERTO VALDÉS HERNÁNDEZ

 

 

“La independencia de los Estados
no se puede concebir si no es en la interdependencia”
Juan Pablo II.
(Discurso al Cuerpo Diplomático ante la Santa Sede. Enero de 2003)

Desde hace mucho tiempo hemos oído hablar en Cuba y en otros países de que hay que salvaguardar la independencia nacional, la soberanía, la integridad territorial. Conceptos todos utilizados, en ocasiones, sin una búsqueda de lo que queremos expresar concretamente al enarbolar estas palabras.
Creo que existe un consenso en el que la inmensa mayoría de los cubanos queremos que Cuba siga existiendo como nación independiente, de que es necesario salvaguardar la cultura y la identidad que nos distinguen como pueblo, de que deben ser consideradas como inviolables nuestra soberanía como Estado y nuestra integridad territorial. No tengo duda alguna en estos principios. Son y deben ser respetados por las demás naciones de la tierra y por nosotros mismos.
Es a este último aspecto al que desearía referirme en esta reflexión.
En efecto, la independencia y la soberanía, la identidad y la cultura son, en primer lugar, responsabilidad, tarea y encargo de todos y cada uno de los cubanos. Los que vivimos aquí y los que viven en cualquier lugar del mundo pero sienten, piensan, como cubanos, y aman a Cuba como a su Patria.
Al decir de todos los cubanos, me refiero a que cada uno de los ciudadanos de este país, como los de cualquier otro, tenemos el derecho y el deber de reflexionar en estos principios y convertirlos en gestión cotidiana, en sentido de pertenencia, en objetivo de nuestros trabajos más sencillos.
Y he aquí que me surge una primera pregunta: ¿Tenemos los cubanos que vivimos aquí una idea clara y precisa, concreta y cotidiana, de lo que significa independencia?
Otra pregunta viene rápidamente a continuación de ésta: ¿Qué significa en el mundo de hoy, salvaguardar la independencia de una nación?
Entran enseguida otros cuestionamientos: ¿Qué diferencia hay entre dependencia, independencia e interdependencia? ¿Es lo mismo independencia que atrincheramiento? ¿Qué es lo que queremos, independencia o aislamiento? ¿Cuál es nuestra capacidad de integración en el mundo real que nos rodea y no en el que desearíamos que existiera? ¿Cuál debe ser el equilibrio deseado entre integración regional, mundialización y salvaguarda de la soberanía y las culturas que deben ser respetadas y promovidas?
Como podemos darnos cuenta, estas son cuestiones que requieren un debate público, profundo, sereno, largo, sin prejuicios y sin condicionamientos excluyentes.
Solamente deseo expresar aquí mi opinión al respecto, como ciudadano de este País al que quiero ver libre, soberano, manteniendo su propia identidad, y al mismo tiempo integrado en su región y abierto al mundo. Distinto en su cultura, pero no aislado, sino mezclado con otras culturas, que ha sido el secreto de la riqueza de su propio génesis como nación.
Así quiero ver a Cuba. Y trabajar con libertad y solidaridad para que así se presente ante el mundo en el que le ha tocado vivir. Que no es un mundo fácil, ni es todavía el mundo ideal al que queremos llegar, ni es un mundo que siempre respete las identidades y culturas, sino que, con frecuencia, las absorbe, las somete, las disuelve en procesos de globalización en su sentido negativo que no deseamos porque fomenta y trata de imponer una cultura hegemónica, de pensamiento monolítico, de exclusión de la diversidad, de confusión de identidades, de relativismo ético, de modelos únicos. Porque hay globalización internacional y hay también globalización en el interior de algunas naciones. Lo que no queramos para el mundo no lo instauremos dentro de nuestras naciones.
Ese mundo no lo queremos, pero el otro, el mejor, no ha llegado aún, está en proceso, es una tarea inacabada y lo será siempre, según creo. De modo que es necesario, sin perder esta perspectiva utópica – en el buen sentido de proyecto perfectible que nos convoca y nos empuja hacia adelante- sin perder ese horizonte, digo, es necesario integrarse y trabajar mancomunadamente en este mundo real de hoy y con este mundo en el tramo del proceso que nos ha tocado vivir. Esperar a que llegue el mundo mejor, para unir nuestro hombro al mundo real, es alienación. Es aislamiento ingenuo o testarudo. Es la “fuga mundi” o el atrincheramiento fundamentalista.
¿Qué hacer en medio de esta tensión entre soberanía e integración? ¿Qué hacer en medio de este mundo en el que nos integramos o perecemos en la trinchera? ¿Cómo salvaguardar nuestras culturas y al mismo tiempo las ponemos en interacción saludable y mestiza con todas las demás y no sólo con algunas o con las más dominantes?
Creo que lo primero es distinguir, como decían los antiguos, analizar, (que significa separar para su estudio), aclararnos bien qué es lo que queremos y qué entendemos cuando hablamos de estos temas. Luego de aclarar los conceptos vendrán las acciones, los proyectos, las interacciones, la articulación que es el nuevo nombre de la solidaridad y que es la contrapartida de la rigidez monolítica. Luego, la vida nos irá diciendo cómo salvaguardar los principios y cómo iluminar la parte de verdad que cada cual tiene y que debemos complementar entre todos en un clima de pluralismo y solidaridad.
Intentemos fomentar un poco más el debate sobre estos temas expresando sencillamente una opinión sobre los diferentes conceptos:
Independencia: Libertad, autonomía, especialmente la de un Estado que no depende de otro. Independizar, es hacer libre a una persona, a una corporación, a un territorio, a una nación, que es un conjunto de personas que tienen un proyecto común como comunidad. Entereza, firmeza de carácter. Dinámica de relación adulta.
Dependencia: Hecho de depender de una persona o cosa. Estar condicionada una cosa por otra. Estar subordinada una cosa a otra de la que forma parte. Estar una persona bajo el dominio o autoridad de otra, necesitar del auxilio o protección de ésta. Actitud de sumisión a otro. Relación inmadura, condicionada a lo que dice, hace y deshace el otro. Adicción a una dinámica de acción- reacción.
Interdependencia: Solidaridad. Interacción. Mutua relación de intercambio. Integración de mutuo beneficio. Dependencia recíprocamente beneficiosa. Equilibrio entre respeto y ayuda, entre autonomía y pertenencia. Dinámica de relación que combina la solidaridad y la subsidiaridad. Espíritu de comunidad que se protege abriéndose a las demás comunidades.
Como podemos distinguir, lo negativo y no deseable es la dependencia. La independencia es libertad y firmeza de carácter, pero lo que representa un paso superior, un estado de mayor madurez personal y social son las relaciones de interdependencia. Libertad sin solidaridad es individualismo en las personas. Independencia sin interdependencia es atrincheramiento, es nacionalismo exacerbado, es autoaislamiento.
Es por ello que el Papa Juan Pablo II ha dicho a los Embajadores del mundo ante la Santa Sede que “la independencia de los Estados no se puede concebir si no es en la interdependencia.” Este concepto no niega el de independencia sino que lo amplía, lo ensancha, le da plenitud a la libertad y a los derechos de unos, con la indispensable y necesaria relación con la libertad y los derechos de los demás. Es, en resumen, la dinámica entre libertad y responsabilidad, es la articulación entre libertad y solidaridad. Entre “ser yo” y “ser con los otros” para construir un “nosotros” solidario.
Sobre esta base, es que podemos responder a la primera pregunta que, no obstante, quedará abierta, sobre la idea que tenemos los cubanos de lo que significa en la vida diaria, ser independiente. Según este concepto significa ser libre, tener entereza, tener firmeza de carácter y no dejarse someter por otros, o por el Estado. Significa no ser sumisos, no establecer una relación condicionada por lo que dice, hace o impone el otro. No vivir de ayudas, auxilios o protección de otros. ¿Vivimos los cubanos así? Recordemos que sin personas independientes no se puede salvaguardar la independencia de una nación. Sin personas libres no hay libertad. Sin demócratas no hay democracia. Sin personas adultas no hay comunidad verdadera sino guardería infantil o dominio paternalista.
Y en cuanto a situaciones sociales que tienen que ver con esa independencia: ¿Tenemos los cubanos un sentido de pertenencia a nuestro pueblo o nos consideramos una pieza de la gran maquinaria del Estado? ¿De dónde vienen las ayudas que recibimos en las remesas familiares? ¿A quiénes respondemos continuamente reaccionando ante todas y cada una de sus expresiones, aun las menos importantes? ¿Quiénes determinan la mayoría de nuestras reflexiones? ¿Sobre qué países son la mayoría de nuestras noticias? ¿De dónde han sido y son las dos películas del sábado generalmente llenas de violencia y superficialidades? ¿Cuál es la moneda con la que hay que pagar en la inmensa mayoría de las tiendas donde hay algo de lo que no encontramos en las de dinero cubano? ¿De qué comunidad de países es la otra moneda que circula en Varadero? ¿Para dónde se quieren ir muchos cubanos? ¿A quiénes se les exige que otorguen más visas a los cubanos que a muchos países de América Latina?
Creo que debe llegar el momento en el que cambiemos nuestra política exterior. Cambiar no significa ser ingenuos ante los designios hegemónicos de los centros de poder. No es ignorar su “modo de vida” invasivo y dominador. Es no tener esa dinámica de acción-reacción que parece una adicción mutua. Es no centrar nuestra actitud en la confrontación sino en la relación entre iguales en dignidad y derechos. Miremos ejemplos como Brasil. Lo contrario es desgastante y desvía la atención de los cubanos hacia lo que verdaderamente es nuestro principal desafío y tarea: hacer de Cuba un país desarrollado, próspero, solidario, justo, pacífico y fraterno. Y esto no se puede lograr, en este mundo en el que vivimos, atrincherándonos, como si estuviéramos en permanente estado de peligro. Esto no es sano, no construye, no educa a los ciudadanos en la convivencia pacífica, no centra la vida en el trabajo y en las relaciones humanas y fraternas de la nación. Este objetivo de que Cuba crezca, mejore, progrese en justicia, en igualdad, en solidaridad no se logra peleándonos con éstos y con los otros. No se logra con el autoaislamiento, con la confrontación, con un lenguaje duro e insultante que se propone más, atacar a las personas que a sus ideas.
En el mundo de hoy, salvaguardar la independencia nacional debe significar hacerse fuerte en la relación, no en el combate. Ya hemos visto que los combates y las guerras son un fracaso donde todos son perdedores. Salvaguardar la independencia es crecer en la solidaridad, no en el aislamiento. Salvaguardar la independencia es aprender a ser uno mismo en medio de las continuas interrelaciones entre personas, países y gobiernos. Defender la independencia es ser capaces de maniobrar, no de chocar, ser capaces de articularse, no de ponerse rígidos, es ser capaces de conceder sin dejar de ser uno mismo. Es aprender a respetar las diferencias y a vivir en la diversidad. Es integrarse a este mundo para poder transformarlo desde dentro. Ningún hombre y ningún sistema ha logrado cambiar algo colocándose al margen o lejos de los problemas. No es en la trinchera desde donde se cambia el mundo, es desde el surco abierto, desde la palestra pública, desde la participación en foros, convenios, tratados y organismos internacionales.
Quien se aísla, pierde. Quien se deja aislar, pierde. Quien entra en la dinámica de la confrontación o se deja arrastrar por ella, pierde. Un país que se atrinchera, pierde. Pierde todo y no sólo su independencia, porque en el mundo de hoy independencia sin interdependencia es callejón sin salida. Un país que se atrinchera pierde su razón de ser que es construir una nación más libre y solidaria con el mundo que le rodea, con los problemas y los defectos que sean. Nadie se salva solo.
Cuba tiene un alma cristiana, es decir, una cultura con vocación universal. Que la condición de Isla no nos condicione, sino que nos apremie a buscar apertura al mundo y relaciones fraternales y mutuamente beneficiosas con todo el mundo.
Por este camino iremos hacia adelante y hacia arriba, para bien de todos los cubanos, iremos hacia la integración regional; iremos hacia la participación en un mundo cada vez más interdependiente.
¿Hacia dónde conduce el camino del atrincheramiento, del aislamiento y la confrontación?
El que viva lo verá.

 

Revista Vitral No. 56 * año X * julio-agosto 2003
Dagoberto Valdés
(Pinar del Río, 1955)
Ing. Agrónomo. Director del Centro de Formación Cívica y Religiosa y Presidente de la Comisión Católica para la Cultura en Pinar del Río. Miembro del Pontificio Consejo Justicia y Paz, del Vaticano. Trabaja en el almacén «El Yagüín», de Siete Matas, como ingeniero de yaguas.
Ilustra:
Ginle Cubillas
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