Conversaba con un amigo y compañero
de luchas: el aducía que el sembrador de sueños, si aspira
a ser realista, no debe confiar en que su semilla dará los frutos
deseados.
No es así. El sembrador de sueños está convencido
de que su semilla dará frutos. Su convicción es inquebrantable
y lo sustenta en los períodos difíciles de la sequía
infértil que provoca la incomprensión y la intolerancia.
Su fe lo mantiene en sus esfuerzos de irrigación aún bajo
la lógica ardiente de los realistas y los incrédulos.
Su determinación no es ilusoria, como si el sembrador de sueños
cerrara sus ojos a las decepciones de la realidad o creyese ingenuamente
que todas sus semillas resistirán el embate de la adversidad.
Le basta el convencimiento de que muchas germinarán y darán
su fruto. Le basta con saber que su tesón y devoción,
a veces hasta el grado del sacrificio, son los factores indispensables
para lograrlo.
El Taller de Reflexión celebrado este sábado 22 para estudiar
los elementos necesarios para una futura transición democrática
en Cuba, así como muchas otras actividades que se realizan dentro
y fuera de nuestra Isla con objetivos semejantes, están repletos
de sembradores de sueños. Los pesimistas aducen que son muy pocos
en el contexto de toda la nación cubana. No importa. Estos sembradores
esparcen su semilla y saben que germinará.
Muchos serán los que aprecien con gusto esos frutos en nuestro
futuro como nación. Otros se quejarán de que esos no son
los frutos que deseaban. Pues bien, tendremos que nutrirnos de la cosecha
de esos devotos y sacrificados sembradores o esperar que otros sembradores
esparzan semillas nuevas.
Un pueblo entero no está ni puede estar compuesto de sembradores.
Hay también cosechadores y consumidores. A cada uno toca apreciar
y agradecer el papel que desempeñan los otros. Lo que tenemos
que tener muy presente es que si deseamos paladear el fruto de nuestra
preferencia sólo podremos estar seguros de la cosecha si nos
convertimos también en sembradores.