Revista Vitral No. 55 * año X* mayo-junio 2003


EDUCACIÓN CÍVICA

 

LA CORRUPCIÓN

DAGOBERTO VALDÉS HERNÁNDEZ

 

“La Iglesia está llamada a dar su testimonio de Cristo, asumiendo posiciones
valientes y proféticas ante la corrupción del poder político o económico.”
Juan Pablo II en Santiago de Cuba, 24 de Enero de 1998

 

La corrupción es un fenómeno universal. Puede aparecer y afianzarse en cualquier lugar del mundo y en cualquier ser humano. Es consecuencia del mal uso que cada persona da a su libertad. Es consecuencia de la fragilidad humana y de la descomposición social.
Entendemos por corrupción aquella actitud ante la vida y las relaciones sociales en la que se ha deteriorado la misma condición humana de las personas corruptas. Es la pérdida parcial o total de la eticidad, es la perversión de los criterios sobre la verdad, la honradez, la justicia, la bondad. Es el vicio por la trampa, la inclinación al soborno, el desprecio de la dignidad propia y de la dignidad y el respeto que debemos a los demás. Quien es corrupto no sólo se envilece como persona sino que contamina y ayuda a descomponer todo el tejido social y las relaciones interpersonales.
La corrupción es un fenómeno de desintegración del sistema social y una señal de que algo fundamental, y no sólo circunstancial, está fallando en esa sociedad.
Es necesario especificar que existe una corrupción de orden económico, es la que se refiere a todos los manejos sucios, a todos los sobornos, trasiegos y perversiones de compra y venta de cosas materiales, de servicios, de beneficios y prevendas. Está el dinero por medio, mal habido y mal usado para podrir los normales mecanismos del mercado, de las finanzas, hasta de la economía familiar. Está la adquisición y acumulación del dinero, fruto de manejos sucios, y lo que se conoce como “lavado de dinero” que son las operaciones, también corruptas, en las que se intenta pasar ese dinero sucio por una compraventa legal, con el fin de borrar o lavar su origen malsano.
Existe además, y en ocasiones muy relacionada con la anterior, la corrupción política que consiste en la descomposición de los verdaderos fines y los mejores métodos de la actividad del poder. Por ejemplo, en lugar de usar el puesto dirigente para servir a la sociedad y a los ciudadanos, se utiliza para presionar, dominar, coaccionar o reprimir a la sociedad y a los ciudadanos. Otro ejemplo, en este caso de corrupción cívica, es, cuando en lugar de buscar el bien común de todos los miembros de la nación, los políticos sólo buscan el bien de su grupo o partido y todo lo demás lo segregan al margen de la vida y de la ley. Un ejemplo de corrupción electoral, es, cuando en lugar de utilizar los mecanismos de la participación democrática como canal para que cualquier ciudadano con méritos, virtudes y capacidades pueda acceder y ascender a puestos de dirección; manipulan esos mecanismos para que sólo tengan acceso aquellos que responden a intereses partidarios y no a intereses de toda la comunidad. Otro ejemplo de corrupción política, en este caso administrativa, es, cuando los que son constituidos en autoridad, usan su puesto como un mercado de influencias, practican el nepotismo –cuando se dan puestos, privilegios y oportunidades a familiares-, usan el amiguismo o el partidismo para cubrir puestos de dirección administrativa, técnica o política.
Existen también los tipos de corrupción de las costumbres, del pensamiento, de las artes y la literatura, o lo que se llama corrupción ética y cultural. Se trata de una grave forma de desintegración moral que tiene mucho que ver con la identidad y las máscaras, con la libertad de expresión y de creación y las mordazas de todo tipo. Son los casos en los que se pervierten las costumbres y se promueve la simulación por razones políticas o de puro mantenimiento del poder o la posición. Es cuando se determinan, sacralizan y absolutizan unos rasgos históricos y culturales que sirven a los intereses de parte de la nación y se callan o manipulan otros, llamando bueno a lo malo, legitimando lo corrupto con un “se usa” o “rompe esquemas” o “violando el tabú”, u otras frases que pudren la conciencia hasta ya no saber qué es lo que es y qué no es más que manipulación.
Cuba no está libre de estas deformaciones graves. Estamos viviendo en medio de una campaña estruendosa y visible contra algunos de estos tipos de corrupción. Otros tipos de corrupción aún esperan su turno. Pero hay que decirlo, también, durante muchos años se mantuvo soterrado el fenómeno que, ingenuamente, o por conveniencias políticas, se achacaba sólo a las sociedades capitalistas. No se reconoció a tiempo. No se valoró con la profundidad y la transparencia que merecía desde las primeras manifestaciones, aún las más leves. Hoy estamos sufriendo todos, esta política de retardar y velar un fenómeno que puede aparecer en cualquier sistema y en cualquier país.
Pero no debemos quedarnos en esta queja amarga del tiempo perdido y de las dilataciones voluntarias. Esa no es la causa, ni el origen del actual grado de corrupción en que se encuentra la sociedad cubana. En nuestro criterio, la causa es más profunda, es de otro orden, es mucho más esencial.
Con esta reflexión sobre las causas profundas de la corrupción en Cuba, quisiéramos animar a todos a pensar en serio este problema para llegar a su raíz y desde allí ponerle remedio y prevención.
Consideramos que la raíz de la corrupción económica y administrativa está en la falta de un proyecto económico viable que permita un espacio para que las personas, las instituciones, las empresas y el propio estado tengan lícitos y transparentes todos y cada uno de los canales, de las oportunidades, de los mecanismos de suministro, producción, intercambio, servicios, inversiones y comercio, operaciones estas que son inherentes a toda actividad económica y productiva y que son insoslayables en cualquier sociedad.
En efecto, hay corrupciones y corrupciones. Todas indeseables. Hay corruptos porque quieren enriquecerse, vivir del cuento, explotar a otros y no tienen escrúpulos para manipular los vicios e inclinaciones de los demás y hay corruptos que se ven impelidos a caer en ello por pura y dura necesidad, lo que tampoco justifica la corrupción. Pero el tratamiento, la solución y los remedios tienen que ser diferentes. Hay principios inviolables para la satisfacción del ser humano y su desarrollo integral. Toda persona necesita alimentarse, por ejemplo, y necesita alimentar a su familia. Si no encuentra canales accesibles y legales para conseguir esos alimentos, lo estamos obligando a usar los canales ilegales. Lo estamos obligando a corromperse, porque la alimentación de él y su familia es algo absolutamente necesario. La raíz de este tipo de corrupción es la injusticia de los mecanismos económicos de nuestra sociedad.
Todos conocemos esa fuente inagotable de ilegalidad y de corrupción. El Gobierno también debe saberlo. Por ejemplo, existen licencias y patentes para algunos trabajos por cuenta propia como hacer pizzas, arreglar zapatos, manejar taxis o hacer batidos, pero todo el mundo sabe que no existen almacenes mayoristas que vendan a precios accesibles para los cuentapropistas. No existen los mecanismos de suministros legales, ni las facilidades de compras mayoristas, ni la forma accesible de importarlos por parte de particulares, ni la forma de adquirir razonablemente las materias primas en lugares transparentes y lícitos que no sean las tiendas por divisas minoristas y con precios que todo el mundo sabe inalcanzables para sostener uno de estos negocios particulares que, además, deben soportar altísimos impuestos, multas astronómicas y continuas restricciones de lugar, personal de trabajo, etc.
¡Que cierren!, es la respuesta de algunos funcionarios. Bien, y ... ¿de qué viven?. Es de todos sabido que se permitieron las licencias y patentes de trabajo por cuenta propia debido a que el Estado no podía dar trabajo a todo el que lo requería. Luego quienes cierran las puertas a esas oportunidades legales, ya de por sí restringidas, están abriendo las puertas al mercado negro, a los negocios ilícitos, a la corrupción creciente, porque la gente tiene que vivir de algo. Y existe mercado negro porque hay necesidad de todo y porque hay desviación de todos los recursos. Esta es una de las causas profundas de la corrupción que está en manos del Gobierno solucionar. No se soluciona sólo con más control, con más custodios, con más cercas y alambradas, con más luces y multas, con más operativos y decomisos. Esas medidas no curan la raíz de este problema. La cura es legalizar lo que sea honrado y lo que sea eficaz para que la gente viva y luche por progresar honestamente.
Nadie quiere incurrir en ilegalidades que es el primer paso de la corrupción. Pero no vemos más que medidas coercitivas para castigar a los culpables. Eso es necesario pero no es lo esencial. Lo esencial es transformar las causas de la corrupción. Legalizar lo que se pueda como cuando se legalizó la tenencia de divisas. Estimular la iniciativa personal, familiar y empresarial de todos los cubanos con acceso a suministros legales y a mercados abiertos, para que se produzcan más bienes y servicios, única forma honesta de erradicar las pobrezas que son también causa de la corrupción. Por ejemplo, mientras no haya carne de res y pescado en las carnicerías y pescaderías habrá gente que mate reses y robe pescado porque habrá gente que las compre porque no las puede adquirir de otro modo. No lo queremos, no lo aprobamos, pero no hemos podido solucionar de raíz ese problema.
No obstante, el problema de la corrupción no se resolverá solamente con medidas económicas y administrativas. Estas, ya de por sí, reducirán considerablemente la magnitud del fenómeno y sólo quedarán aquellos depravados que existen en toda sociedad, pero un gran número de ciudadanos honestos que se ven compulsados a “resolver” al margen de una ley aún inexistente, volverán a la legalidad.
Existe todavía una causa más profunda que mencionamos ya cuando reflexionamos sobre la corrupción cultural. Esa causa es ética, humana, educacional. La raíz más profunda de la corrupción es el deterioro moral de mucha gente. Es cuando se pierden o se confunden los principios o paradigmas porque se identificaron con la burguesía, con la religión, con las costumbres de un modelo tradicional de familia y se persiguieron o descalificaron junto con esas realidades, sin distinguir efecto y causa, sin deslindar proyecto ético y deformaciones históricas. Se perdió güiro, calabaza y miel.
Hay un daño antropológico que se manifiesta, entre otras expresiones, en diferentes grados de doblez, de simulación, de vida en la mentira. Esta es una de las causas profundas de la corrupción. No se trata de mentir o de ocultar la verdad, estamos hablando de vivir en un clima, en un ambiente de mentira: vivir en la falsedad por fuera y poco a poco acostumbrarse a ella y llegar hasta el extremo de vivir en la mentira también por dentro, con nosotros mismos, cuando nadie nos controla, cuando nadie nos ve.
Además, algo está fallando en la base de la familia y de la educación. Signo de esto es que exista tan alta población carcelaria, y que haya tantos jóvenes y adolescentes deambulando por las calles. Algo está fallando en la base de esa educación. Algo está fallando y no sólo es en los métodos y programas. Se refiere sobre todo a los paradigmas éticos y antropológicos. Sin familias unidas, sin los niños, adolescentes y jóvenes en su casa y no todo el tiempo en la beca o en la calle. Sin calor familiar y cercanía de los padres a sus centros de trabajo y sin la presencia de los dos padres en la casa y sin que la educación comience y termine en el seno de un hogar sereno, unido, sin exilios, ni becas forzadas, ni trabajos distantes, ni necesidad de escapar para vivir. Sin esto no se erradica la corrupción. Esas son algunas de sus causas profundas.
Diagnosticar claramente las causas éticas y antropológicas de la corrupción, causas últimas de la desintegración cívica, de la indisciplina social, de las mafias futuras, de sus embriones actuales, es ya una forma de sanar la herida por dentro.
Además de diagnosticar es necesario buscar y aceptar los tratamientos que curan la enfermedad y no sólo sus síntomas. Hay que buscar, sobre todo, la colaboración de los ciudadanos pero no con métodos inicuos como la delación, el rumor, los anónimos, la insidia, la doblez. La colaboración ciudadana frente a la corrupción se logra cuando las personas tienen los espacios y las obras, pueden tener las iniciativas y los proyectos, que contribuyan a crear un clima de estabilidad, de progreso material, de crecimiento moral y/o paz espiritual que ahora no tenemos, y que se necesita, para que crezca la virtud, desaparezcan las causas de las necesidades, se desvanezcan los miedos, se viva en la verdad y se construya una Patria más sosegada y más fraterna, porque “no hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad.”
Más vale precaver que tener que lamentar. La corrupción es un problema de raíz ética y de tratamientos humanistas, cívicos y políticos. No tengamos miedo de cortar por lo sano y cambiar lo que haya que cambiar. No cortar la vida de los hombres y las iniciativas económicas y sociales, sino desmembrar las causas y las estructuras que provocan el mal.
En una palabra: ir a la raíz y curarla.


 

Revista Vitral No. 55 * año X* mayo-junio de 2003
Dagoberto Valdés
(Pinar del Río, 1955)
Ing. Agrónomo. Director del Centro de Formación Cívica y Religiosa. Presidente de la Comisión Católica para la Cultura en Pinar del Río. Miembro del Pontificio Consejo Justicia y Paz, del Vaticano. Trabaja en el almacén «El Yagüín», de Siete Matas, como ingeniero de yaguas.