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Con
el esfuerzo y recursos de los trabajadores y pequeños comerciantes,
se construyeron las viviendas de la playa Las Canas.
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Detrás,
el primero a la izquierda Pedro Téllez Valdés, muerto
en el Asalto al Palacio Presidencial, al centro, Pastor Faraco
y a la derecha José Luis Chepe, hermano de Pepe Chepe.
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Uno de los
muelles de la playa. Al fondo un yate de paseo.
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Vista del
poblado de Las Canas. Al fondo de los seis muelles con que contaba
la playa.
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El puerto pesquero de La Coloma se
convirtió en el principal proveedor de langostas (vivas en jaulas),
pargos, chernas, bonito y otras variedades que fluían hacia los
mercados de la ciudad. Allí se ofertaban a precios populares,
junto con otros productos del mar: bacalao, arencón, sardinas
de todo tipo, anchoas, bonitos, calamares... importados de países
con los que Cuba mantenía relaciones comerciales.
El documento más
antiguo que conocemos acerca de los terrenos donde actualmente se encuentra
el poblado de La Coloma lo encontramos en la escritura del 15 de Septiembre
de 1743, cuando con la asistencia del escribano Cristóbal Vianes
de Sala esta propiedad inmueble es adjudicada a Rafael de Cárdenas.
Con fecha siete de Octubre de 1820, la hacienda San Lorenzo, como se
le denominaba, pasa a Rafael Fernández del Cueto. En 1855 estos
predios son adjudicados por compraventa a Domingo Díaz Bustamante,
años después, o sea, en 1864, son trasladados a Martín
Pedroso Pedroso y Francisca Pedroso Herrera.
Tranquilino Sandalio de Noda, en su visita en enero de 1839, a lo que
es hoy el poblado de La coloma, manifiesta que: es un puerto estrecho,
pequeño y bajo, pero muy cómodo y apacible. Le forma un
arroyo de su mismo nombre que nace en la laguna de Campantarrás
(sic.); recibe por la izquierda el arroyo de Cinco Pesos y los derramaderos
de Mar Vieja y por la derecha el caudaloso Flamenco. Después
de atravesar como cinco leguas de sabanas, todos de pinares, donde no
hay un solo bosque, después de formar grandísimos charcos
que allí llaman tablazos y son casi circulares pailas o pozos.
Se vuelve al sudoeste y al salir se ancha su boca formando un río
de media legua de largo, orillada de mangles y pinos, aunque por varias
partes es la tierra tan firme que las carretas llegan a la misma orilla
del mar.
En la década del 40 del antepasado siglo, el caserío marítimo
de La Coloma, situado en el antiguo cantón de Las Palizadas,
Partido de Pinar del Río, con su asiento en la desembocadura
del río y surgidero del mismo nombre, se componía de dos
almacenes de depósitos de frutas que servían también
de tienda mixta y panadería, seis humildes casas de tablas, teja
y guano. Su vecindario era de unos 31 individuos blancos, un asiático,
cinco negros emancipados y ocho esclavos, la mayor parte de ellos empleados
en el servicio de almacenes.
Fue a partir de 1841 cuando comienza a experimentar algunos logros,
al ampliarse sus vías a través del transporte marítimo.
Al empezar este tipo de transportación, la empresa de Vapores
de Bustamante y Cajigal se encargó de regular el tráfico
entre los puertos del sur de Vueltabajo y el surgidero de Batabanó.
Este movimiento de pasajeros y de carga, que tuvo como punto culminante
los embarcaderos de La Coloma y Colón, se fue ampliando durante
los veinte años siguientes.
El embarcadero de La Coloma era el centro del ejército español
de ocupación en esta parte occidental para el recibimiento y
traslado de armas y avituallamiento, lugar por donde salían también
los cargamentos del mejor tabaco del mundo.
En 1860, la empresa de Fomento y Navegación del Sur, propietaria
de los vapores Cristóbal Colón y General Concha, destinó
estas embarcaciones a hacer escala, además de en La Coloma, en
Danayaniguas o Hernán Cortés, Punta de Cartas y Bailén
con el mismo propósito de la recogida de pasajeros y de carga.
En ese período, dada la importancia que adquiría el puerto
de La Coloma se situó en ese lugar un Subdelegado de marina y
un Alcalde de mar que dependían de la Ayudantía marítima
de la Jurisdicción pinareña. La comunicación terrestre
se realizaba por un camino que conducía a dicho lugar por carruajes
que trasladaban pasajeros y mercancías.
Las riquezas naturales de La Coloma como sitio de pesca, a partir de
la primera década del pasado siglo, se convertiría en
centro de explotación de comerciantes, principalmente en la captura
de langosta, pescado y otras especies. Los vecinos que utilizaban parte
del puerto como playa, fueron desplazándose, lo que dio lugar
a que esos pobladores buscaran otros parajes para su esparcimiento y
recreación veraniega.
Alrededor de 1934, Manuel Pereira, comerciante de La Coloma, junto a
otros vecinos de ese poblado se dirigieron al estero conocido por Las
Canas y allí se instalaron provisionalmente en casas improvisadas.
El nombre de Las Canas se debe a la profusión de palmitos que
bordean las costas y sabanas de ese lugar. La travesía la realizaban
por mar en pequeñas embarcaciones por lo cercano que esta playa
se encontraba de La Coloma. El tal Pereira construyó un bar en
el lugar donde posteriormente se encontraba el conocido Camello Bar.
Ya en 1935, algunos pinareños comenzaron a afluir a dicho lugar,
utilizando caminos y vericuetos a partir del kilómetro 15 de
la carretera a La Coloma. Cuentan que los viajeros tenían que
atravesar en aquel entonces distintos vegueríos, cercados por
los propietarios de esas tierras.
En 1936 comenzaron a construirse las primeras casas de madera y guano,
trayendo consigo un rápido crecimiento de propietarios y visitantes
a ese lugar. Ese mismo año la Asociación de Propietarios
de la Playa Las Canas, integrada en su mayoría por comerciantes
y algunos pequeños industriales, además de familias humildes
que adquirieron solares, le dio el carácter de playa popular.
Los terrenos donde actualmente se encuentra la playa Las Canas formaban
parte de la hacienda Pedroso, conocida como San Pedro de Las Llanadas.
Por gestión de la directiva del mencionado Comité, el
dueño de la hacienda, Clodulfo Pedroso, donó una faja
de terreno de dos kilómetros de largo y 200 metros de fondo a
esta institución. A partir de entonces, el Comité Pro-
Playa Las Canas, por una concesión del Departamento de la Marina
de Guerra fue autorizado para vender solares y poder continuar poblando
el lugar. En el periódico Heraldo Pinareño del 23 de Septiembre
de 1937 aparece una relación de pinareños, hasta un total
de 35, que adquirieron solares en los lugares que ofrecían buenas
condiciones para los bañistas.
El primer camino que conduciría a Las Canas fue construido de
guano prieto, transportado en patanas desde los cayos. Para lograr una
mayor consistencia del camino, el guano prieto se situaba de punta en
los lugares más cenagosos que servían de puente. El agua
se depositaba en aljibes en tiempos de lluvia y posteriormente se traía
del lugar conocido como El Flamenco, a pocos kilómetros de Las
Canas.
En 1938 el Comité Pro-Construcción de la playa Las Canas
gestionó con el Ayuntamiento de Pinar del Río la realización
de la carretera, para lo que entregó 500 pesos según información
aparecida en el periódico Heraldo Pinareño de fecha cuatro
de enero de 1938. Seguidamente los materiales y equipos del Gobierno
Municipal fueron enviados para la obra en cuestión. Por otra
parte se hacían gestiones para dotar a la playa Las Canas de
un acueducto y otras mejoras.
El 20 de Mayo de 1939 quedó inaugurada la playa Las Canas con
grandes festejos organizados por la Asociación de Propietarios
dela misma. Ese mismo año se inaugura la Casa Social de la Colonia
Española para los socios de esa institución.
En 1946 se construyó la carretera actual con fondos provenientes
de la Renta de la Lotería Nacional. Esta carretera se extendió
hasta la misma playa. Las Canas llegó a convertirse en el lugar
de esparcimiento orgullo de los pinareños allí acudían
cientos de personas a disfrutar de la única playa con la que
contaban Pinar del Río y otros lugares aledaños a la ciudad.
Decenas de comercios, restaurantes, bares, etc., brindaban un esmerado
servicio a los bañistas, principalmente productos del mar; entre
ellos los más deliciosos: langostas, camarones, pargos, chernas,
bonitos y otras variedades a precios populares al alcance de todos los
bolsillos. La playa Las Canas constituía el lugar más
concurrido de los pinareños. Era escenario de grandes festejos,
entre los que podemos mencionar las fiestas carnavalescas, verbenas,
tómbolas, maratones de corridas de lanchas con trofeos a los
vencedores, así como paseos en barcos de velas y botes. Era la
atracción de todos sus visitantes, que se sentían orgullosos
de contar con una playa acogedora y familiar a 23 kilómetros
de la ciudad.
Los comercios de la ciudad pinareña cerraban sus puertas un día
a la semana. Estos establecimientos se distribuían el llamado
Horario de Verano. Los martes, principalmente en las calles comerciales
más concurridas cerraban los números pares y los jueves
los números nones. Cada media hora salía una guagua para
llevar a los bañistas.
La playa Las Canas recibía un mantenimiento diario con solo cuatro
trabajadores pagados por el Patronato. La arena era trasladada en camiones
desde los predios de los Pedrosos, ubicados en el kilómetro 13
de la carretera a La Coloma. Contaba con cuatro muelles: el de Canosa,
el de Tellería, el de Montes y el de Macoro. Todos eran públicos.
En 1951, la playa Las Canas fue dotada de luz eléctrica con una
planta equipada con motores Diesel, propiedad de Armando Aguilar. Este
servicio se extendió durante las 24 horas al poblado de La Coloma.
Esta planta pasó después a la firma Hernández y
Hermanos hasta el año 1959.
Es lamentable que nuestra ciudad que cuenta actualmente con un promedio
de 160 000 habitantes, después de más de cuarenta años
transcurridos no cuente con esta necesaria recreación que constituyó
en aquellos memorables tiempos un orgullo de todos los pinareños.
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Vista de la
playa Las Canas, cuando se inauguró
el día 20 de mayo de 1939.
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