Revista Vitral No. 55 * año X* mayo-junio 2003


ESPECIAL

 

FÉLIX VARELA:
EJEMPLO DE SÍNTESIS
ENTRE LA FE CRISTIANA Y LA CULTURA CUBANA

P. JUAN CARLOS CARBALLO

P. Félix Varela

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Excelentísimo Mons. José Siro González Bacallao.
Obispo de Pinar del Río.
Estimados hermanos en el sacerdocio y estimadas hermanas religiosas:

En la historia de los pueblos, existen personas que encarnan coherentemente las mejores virtudes de esos pueblos, y en la historia de la nación cubana, el padre Félix Varela es un ejemplo de ello. Por eso el Papa Juan Pablo II cuando su visita a Cuba dijo en el Aula Magna de la Universidad de la Habana en Enero de 1998: “En Varela podemos encontrar la mejor síntesis entre la fe cristiana y la cultura cubana”. De él también dijo Emilio Roig “Varela fue el primer cubano intelectual que pone su talento y su pluma al servicio de la causa liberadora de su País”.
El Evangelio fue el centro de su vida y esto lo llevó a darse cuenta de que “el hombre está obligado a procurar su perfección y la de la sociedad en que habita” (Cartas a Elpidio. Tomo II pág 28). Fue un sacerdote ejemplar y coherente; en el que no se descubren quiebras o contradicciones entre la fe, la condición humana y el patriotismo razonable. Suscitaba admiración y respeto. Con él se sentían igualmente bien las personas de un gran nivel intelectual o de alta categoría social y los hombres y mujeres más sencillos que conoció en los distintos lugares donde vivió.
Toda su vida fue desgastarse en educar en el sentido pleno de la palabra. Educar en cuanto a lo que este arte conlleva de instrucción; y educar en cuanto a lo que este arte conlleva de transmisión de valores en el hombre, que le permitiera participar como actor, no como espectador, en el escenario político de la Isla, cuya sociedad proyectaba como democrática.
Como maestro el Padre Varela realizó un apostolado de extraordinaria importancia, bajo su sabia dirección fueron educados numerosos jóvenes cubanos que aprendieron a amar a Dios y a defender la verdad, la justicia y la libertad. Entre ellos tenemos a José de la Luz y Caballero, Domingo del Monte y José Antonio Saco.
El Padre Félix Varela conoció, respetó y admiró a personas que profesaban religiones no católicas y a personas que no profesaban ninguna religión, y siempre expuso y propuso su pensamiento con humildad y respeto pero, al mismo tiempo, con claridad y firmeza, sin complejos y mucho menos, simulaciones en su conducta o en la exposición de su pensamiento. De esta actitud nos enseña lo importante que es para todo hombre de bien, la transparencia y autenticidad en su pensar y en su quehacer, y nos enseña la importancia del diálogo, que supone una capacidad de escucha, de tomar en cuenta el pensamiento del otro.
Las convicciones católicas de Varela, siempre fueron acompañadas de su capacidad de comprensión y tolerancia, recomendando ponerse siempre en el lugar de los otros y hacer el esfuerzo por sentir y pensar como ellos.
En las Cartas a Elpidio, Tomo I, pág 178 dice: “Los verdaderos eclesiásticos nunca son insensibles a las necesidades de la patria, y pueden y a veces deben romper los cálices y vender su oro para socorrer a los pobres, también pueden y deben romperlos para socorrer a la patria que es la madre común, cuya ruina produciría millones de pobres”. Varela nunca creyó que sus ideas políticas estaban en contradicción con su oficio de sacerdote.
En 1821, por amor a la Patria, y obediencia a su Obispo, entra en el campo de la política al aceptar la postulación como Diputado a Cortes por la ciudad de La Habana. Nadie mejor que él para representar los intereses de Cuba en el Parlamento de la Monarquía Española.
Sus intervenciones en los debates del Parlamento fueron siempre prudentes y conciliadoras, dando muestras de serenidad de juicio e integridad de carácter. Presentó a la consideración de las Cortes tres proyectos de ley, que son un testimonio elocuente de su amor a la libertad y de su visión como estadista:
- El proyecto de ley para el gobierno de las provincias de ultramar.
- La memoria sobre la independencia de las Repúblicas sudamericanas.
- El proyecto de ley para la abolición de la esclavitud en Cuba.
Además, Varela junto a otros diputados firmaron una resolución donde se declaraba, la incapacidad del Rey de España, Fernando VII, para gobernar a la Isla. Cómo consecuencia de esto y para salvar su vida tuvo que tomar el duro camino del exilio. Para el resto de su vida viviría la angustia del destierro, añorando la libertad de su Patria.
En 1825 se encuentra prestando sus servicios de sacerdote en la parroquia de San Pedro, en Nueva York, comenzando una nueva etapa de su vida, una etapa de intenso apostolado parroquial y de grandes sacrificios personales; una etapa de constante crecimiento espiritual, convirtiéndose en un incansable misionero, defensor de la fe católica y protector de los pobres.
En Cuba el Padre Varela se había destacado como educador, filósofo y elocuente orador sagrado. En las cortes de España se había distinguido como parlamentario ilustrado, amante de la libertad. En Nueva York ganaría fama por su celo apostólico, su fervor religioso y su inmensa caridad cristiana, que practicó más allá de los límites razonables.
La caridad cristiana del Padre Varela para con los pobres era legendaria: fundó una guardería infantil junto a la Iglesia de la Trasfiguración para cuidar de los niños y niñas de viudas y viudos, organizó una cooperativa para confeccionar ropa para los pobres donde trabajaban jóvenes inmigrantes que estaban expuestas a la prostitución, durante la epidemia del cólera que atacó la ciudad de Nueva York en 1832, el Padre Félix Varela fue uno de los sacerdotes que, con riesgo de su vida, dio atención espiritual a las víctimas de la fatal enfermedad.
En cuanto al servicio de la Iglesia al mundo también fue claro el Padre Varela: “El bien de los pueblos ha sido siempre el objeto de la Iglesia, no sólo en lo espiritual sino también en lo temporal en cuanto dice relación a la paz y mutua caridad, en una palabra, a la vida eterna que es la única felicidad” (Cartas a Elpidio. Tomo I, pág 175).
Más adelante en esa misma obra nos dice “Difundida la impiedad en el cuerpo social destruye todos los vínculos del aprecio... El honor viene a ser un nombre vano, el patriotismo una máscara política, la virtud una quimera y la confianza una necesidad” (Cartas a Elpidio. Tomo I, pág 28)
“Extinguidos o aminorados los sentimientos religiosos y no hallado consuelo alguno sobre la tierra, se entregan los ánimos a una lamentable indolencia, o a una desesperación espantosa” (Cartas a Elpidio. Tomo I, pág 28).
El Padre Varela es una gloria de Cuba y de la Iglesia cubana, pero su figura se proyecta más allá del ámbito de Cuba y de la Iglesia cubana. Su vida y su pensamiento tienen gran interés humano y religioso para el hombre de hoy. En él encontramos perfecta armonía entre la religión y la ciencia, la libertad y el orden, la tradición y el progreso. Varela no es sólo un personaje importante de la historia cubana, sino que su vida tiene un mensaje de gran valor para el hombre contemporáneo, que busca angustiadamente la verdad, la justicia y la libertad.
Hoy, a 150 años de su muerte, en la patria de Varela, en nuestra patria, hay hombres y mujeres incapaces de decisiones porque no han sido educados en la libertad, estos hombres y mujeres serán siempre hombres-masa, pues su actuar no proviene de decisiones personales, sino del miedo, de ocultos temores y de las decisiones de otros.
Esto es consecuencia, a mi modo de ver, de una educación en Cuba, desde el punto de vista integral y humanista muy pobre. Un joven graduado de la enseñanza universitaria en ciencia o de estudios técnicos apenas tiene conocimientos elementales de Historia Universal, Filosofía, Literatura Universal, y de cuestiones cívicas y jurídicas, apenas conoce la actual constitución cubana.
Hoy en Cuba existen muchos profesionales incapaces de leer un buen libro de otra materia que no se relacione con su oficio, que no saben discernir una buena obra de teatro de una mala obra de teatro, que no conocen las condiciones sociopolíticas que desencadenaron en importantes acontecimientos mundiales, incapaces de situar un personaje en su contexto histórico, y lo que es más triste, llegan a desconocer por lo menos una gran parte de la historia de Cuba y de su cultura en las distintas manifestaciones artísticas.
Lamentablemente, también hoy en Cuba existen muchos maestros a todos los niveles, y en algunos casos hasta improvisados llamados emergentes, poco capacitados en la materia que enseñan y cuyos métodos de aprendizaje no despiertan interés alguno en los alumnos y mucho menos colaboran al desarrollo del entendimiento.
A los padres, maestros, y a los que dirigen la educación hoy en Cuba, con su ejemplo Varela les dice: eduquen para que sus alumnos lleguen a ser genuinamente humanos, formados en sólidos principios éticos despojados de todo pragmatismo burdo y de toda ideología excluyente, enseñen a sus alumnos a pensar bien y con pensamientos propios y bien estructurados que los hagan hombres y mujeres responsables con su vida y con su entorno, para que se conozcan , se proyecten y se comprometan.
Hoy también en Cuba, muchos consideran imposible construir una nueva sociedad, muchos que se sienten incómodos en la sociedad cubana actual, desearían otro tipo de organización sociopolítica y económica para la misma, pero se quedan ahí en el lamento o en la simulación. Esto los lleva a una apatía social o a marcharse del país.
A estos les diría Varela, lo que exhortaba desde el periódico «El Habanero»:
“lo que más debe desearse en la Isla de Cuba es que los hombres de provecho... tomen parte en todos los negocios públicos con el desinterés de un hombre honrado, pero con toda energía y la firmeza de un patriota”.
“... no abandonen el campo para que se enseñoreen de él cuatro especuladores y alguna chusma de hombres degenerados... el crimen no es osado mientras la virtud se muestra débil”.
Otros hoy en nuestro país, han optado por una oposición al sistema sociopolítico actual, en algunos casos proponiendo alternativas posibles.
Para éstos y para todos los cubanos Varela nos dice, y nos invita a realizar algo positivo en el seno de su pueblo en la línea de la vocación de cada cual y siempre en actitud dialogal, que no ignore a “los otros”. Hoy Varela nos diría aporten todo lo bueno posible, para ser realidad la nostalgia de un futuro mejor “con todos y para el bien de todos”.
Todos en nuestras vidas hemos conocido personas que nos estimulan a ser mejores, sin embargo, pocas veces encontramos a alguien que reúna las cualidades del Padre Varela para quien nada es más útil que la búsqueda de la verdad y la práctica de la virtud, que conlleva el distanciamiento de toda forma de fanatismo o mitificación y el distanciamiento de todo espiritualismo desencarnado, sin incidencia en la vida concreta de los hombres y de los pueblos.
En Varela se hacen plenitud las palabras de Martí en su libro “La Edad de Oro”: “ Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Ésos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarle a los hombres su decoro”. El Padre Varela fue uno de estos hombres con decoro.
A los 150 años de la muerte de Varela, no servirá de mucho recordar si no celebramos desde dentro, si no asumimos como persona y como pueblo sus virtudes, bastante necesarias hoy en nuestra deteriorada y cansada sociedad cubana. No basta desempolvar la memoria, es necesario hacerla vida. Sólo así se debe honrar porque solo así seremos honrados.

Muchas gracias.

 


 

Revista Vitral No. 55 * año X* mayo-junio de 2003
P. Juan Carlos Carballo Pérez
Pinar del Río (1962)
Párroco de Nuestra Señora de los Remedios.