Génesis
José Luis Lorenzo,
pintor, instalacionista y grabador pinareño, representa al arquitecto
de la herradura ante su realidad, donde el artista declara abierto el
camino con una especie de karma, fundamentado en la poiesis de una mitología
propia, pero híbrida de la pasada, sobre la cual emplaza el discernimiento
que da carácter histórico a la creación, así
como la percepción del artista ante la realidad basada en la
manipulación del mito al límite de las situaciones humanas.
Pone sobre el campo de operaciones arquetipos a reacción, histriones
que en sus fallas de origen asumen la propuesta zoomórfica contraria
a la indocilidad o desobediencia pues son, en fin, esclavos del proceso
creativo, confinados a una realidad temporal, recreada a partir de la
fantasía, pero inserta en un sistema categorial atípico
dentro del mosaico artístico contemporáneo cubano donde
Lorenzo, a partir de su paradigma, desarrolla una estructura que se
articula y especifica en condiciones novedosas, una obra incompleta
pero prometedora.
Estas imágenes como objetos de apreciación, adquieren
un carácter trágico y dramático donde se enmarcan
lo feo, lo bajo, lo monstruoso y la degradación en todos los
planos, tanto del color como de la actuación de los personajes.
Ellos son parte de su acción artística y muestran elementos
enfáticos de agonía y violencia, mezclados al lado oscuro
de un resplandor que nos invade visual y somáticamente; in situ
invita a reconocerse,a cuestionar la personalidad en la paradoja del
que percibe la obra y ver en qué lugar de la pradera se encuentra,
a qué especie pertenece la máscara que cada uno lleva
en el rostro cotidiano de una lucha incansable por la verdad o la no
verdad, con el fin de definir el yo indefinible, de asumir el yo teórico
y práctico del carácter humano que invita a ser coherente,
desde una visión personalista en contraposición con lo
superfluo, no con la realidad. Cada imagen demuestra el espíritu
interior de nuestros pecados capitales frente al contexto de nuestras
necesidades fundamentales, apología del estado de crisis de identidad,
de valor y de conciencia ontólogica, praxis del hombre donde
el artista nos demuestra que la toma de la conciencia es estéticamente
similar a la toma de La Bastilla, una lucha interna en el universo de
razonamiento que no sólo recae en la voluntad sino en salir al
encuentro de uno mismo para sentir la existencia del alma. Estas obras
evocan el recuerdo de incunables como la Cosmographía Universalis
del alemán Sebastián Munster, de 1550, en el que describía
seres de ultramar con rostros de cíclope, bicéfalos, cinócefalos,
hipocéfalos, según relataban los viajeros. También
remiten atención sobre el libro del naturalista Conrado Gesner
(1516-1565), en el que refiere la existencia de monjes marinos con cuerpo
de pez y cabeza humana, el demonio de mar con cabeza de perro y tarros
de cabra, sentido de una credibilidad exagerada ante la penosa enfermedad
que lo arrastró a la locura.
Pero la piedra angular de la obra pictórica no se relaciona directamente
con ninguno de éstos, sino fundamentalmente con el estudio del
teatro antiguo, específicamente del tehatrón griego donde
los autores utilizaban máscaras que no sólo identificaban
al personaje y estilizaban la fisonomía de una mueca fija, de
llanto en la tragedia, de risa en la alegría. Es aquí
donde ocurre la simbiosis entre ambas manifestaciones como artes que
se complementan imbricadas de forma sui géneris en los cultos
originales de la tragodia o canto del cabrón (macho cabrío),
rito ceremonial que ocurría en el ditirambo de Dionisio o Baco,
el más joven de los Dioses de la mitología griega, quien
era acompañado por sátiros caprinos según la tradición
de los pueblos dorios, o por silenos equinos según los asentamientos
jónicos, aunque según narra la historia prevaleciendo
las compañías de las cabras, así como la representación
de Príapo, deidad fálica hijo de Baco que asume el culto
a la maternidad, el amor de madre a los hijos en las regiones del Asia
Menor. Es vital señalar que la cultura griega dio a sus Dioses
una concepción antropomorfa, antípoda que los mortales
debían temer, venerar, o hasta donde fuera posible, aplacar.
Los Dioses fueron caracterizados por personalidades de extremos a extremos,
con signos de imperfección humana: brillantes, caprichosos, crueles,
excluyentes, egoístas, bajos, temerosos – sin excluir la
voluntad de un Dios supremo entre Dioses y mortales.- En una situación
así el hombre adquiere una sensibilidad frágil, débil,
nunca dueño de su fin o destino. Surge la incertidumbre del problema
supremo, el misterio. La confusión entre los espacios convergente
y divergente, entre el mito y la realidad; caldo de cultivo donde el
artista sustenta la tesis de Estronia (Isla) como respuesta ambigua
pero sugerente ante realidades actuales, la impresión de una
realidad no lejos de nuestras raíces y de nuestro acontecer.
Son los secretos relativos a una aspiración suprema del hombre
en el acto de supervivencia ante el estado de crisis mundana como metástasis,
ante una aspiración no concedida a todos los hombres sino sólo
a los iniciados, partícipes de aquellos misterios del grupo humano
y totalmente relacionados con la pirámide social y la existencia
de grupos élite aún dentro de cada grupo conformado dentro
del mundo, rangos peyorativos que ridiculizan, crucifican o exaltan
la imagen que intenta darse de aparente tolerancia, amor, mesura, por
parte de los prójimos.
Catarsis
El hombre lobo del hombre
Plauto
La actividad artística implica la profundización en la
correlación existente entre el contenido y la forma.
En Lorenzo, la forma no escapa a la textura desarrollada en etapas que
presumen una estrategia determinada del concepto, la irradiación
de un sólido bloque preparado para el impacto y dando pábulo
a las diferentes lecturas de la obra. Hay una etapa iniciática
donde la punta de lanza es el lanzamiento de dípticos y trípticos
como las series Caín y Abel o Adán y Eva, donde el autor
recurre a la utilización de colores muy concretos como el amarillo,
el siena y el negro que dan énfasis al dramatismo de la imagen
con la intención de enriquecer los conflictos a partir del contraste
que revisten los cuerpos desnudos en cada secuencia, estilizados a lo
grotesco, cronometrados a su vez con la acción o gesto que realizan,
así como las máscaras de tendencia animal: cabeza de carnero,
de perro, de caballo, de cabrón, que narran con suma teatralidad
el episodio en cada obra. Manipula tanto las narraciones religiosas
como las mitológicas, donde los arquetipos se cruzan rozando
el humor negro, asumiendo el rol a partir de la acción y reacción
que desencadenan como histriones en el teatro del artista, asumiendo
complexiones y proyecciones que indican lo instintivo, lo exacerbado,
para sobrevivir en el medio donde se desarrollan y llevarnos a reconocer
el proceso de deshominización a que ha estado sujeta la sociedad
desde los inicios de la humanidad ante las falsas identidades, así
como la concreción de crisis particular que no es ajena a la
verdad espiritual del hombre. La intolerancia como fiebre senil o discapacidad
de ser y de ver al prójimo con una mirada fotosensible de la
persona. Es la certeza de haber llegado a Estronia, la isla de Lorenzo
no sé si anterior o posterior a su existencia. Es a partir de
la duda geográfica que se aprende a alimentar la sospecha ante
una hipocresía de conjunto, social, universal o infinita, pero
que al final se manifiesta en todos los ambientes de la insularidad.
Existe una interrelación entre una obra y otra, así como
en cada serie las temáticas son verdaderas polémicas de
contrapunteo ante la identidad del individuo en su contexto, tanto en
el antecedente como en el precedente histórico. En obras específicas
como: El Supremo bautiza, Ser santos porque yo soy santo, se enmarca
la existencia de un post status quo que a su vez responde a categorías
de superior e inferior, marginado y marginador, sustentando la causa
por una intención dialéctica de redención, de igualitarismo,
de solidaridad, de lo que puede faltar.... En estas obras sobresale
la representación equina, especie de anverso físico del
centauro, extremo que valida la nueva imagen moderna del mamífero
más importante del arte, el otro yo, vanidoso, egoísta,
de facultad omnímoda que sólo lleva a la soledad del deseo
de poder. Equus Caballus, Caballo Astrón, o Caballo Menor, símbolo
de fuerza, eje de tracción, de perfección, apreciado de
la tremens hipofagia. La típica estampa del Dios que rige entre
las constelaciones del Delfín y Pegaso, limitando con Acuario
quien detenta el poder desde la subhistoria con rasgos del bajo mundo,
vestido semejante al Mesías, antípoda ridiculizando a
quien bautiza, a quien predica el extremo derecho de palabras, pero
no de los hechos, se asemeja al anticristo como posible dueño
de la metahistoria y a las órdenes directas de Lorenzo Es la
expresión de la antipoética porque rompe con aquello que
pueda semejarse a su estilo y poética creando nuevos estados
de creación o fases progresivas que van a recrear la armonía
del gran discurso del naufragio. Es el proceso de la Metamorfosis, de
la oruga que hiberna en el capullo- intermediario de la mariposa hacia
la tierra prometida, a Estronia, o posiblemente de Estronia a...- terminando
en una conversión satisfactoria donde quien único no sufre
transmutación es el niño, símbolo de la inocencia,
la ingenuidad movida sin experiencia ni noción de las cosas,
la burla metódica de lo que ayer fuiste con lo que hoy eres,
la facilidad de cambiar, trastocar la identidad en el nuevo espacio
geográfico, la hipocresía necesaria de la carencia de
principios o instinto de conservación de una conciencia viciada
en el mutante convertido en mariposa.
Nuevos personajes van a formar parte de la compañía artística
del pintor y se adjudican la propiedad de nuevos Dioses, como en el
díptico Neptuno y en el tríptico El nuevo Ícaro
que confrontan otras piezas donde la factura se realiza con materiales
emergentes como depósito de la sed artística, por ejemplo,
el saco de yute como sustituto del lienzo. Así quedaron plasmadas
obras ya no tan teatrales ni en serie sino con una nueva dimensión
y no tan cuestionables como las primeras, buscando el salto a un nuevo
estado creacional, utilizando de catapulta el cambio, ya sea al grabado
o a la instalación, manifestaciones que posibilitan la profundización
del concepto y del conocimiento y dan mayor proporción a proyectos
con un ideal de revelaciones más complejas.. Lorenzo asume el
reto de rehacerse a sí mismo en la incursión, combatir
en cualquier terreno del arte plástico sin importar la circunstancia.
Ninguna obra salió tibia ni recalentada, ejemplos de esas obras
son: Holocausto de una oveja negra, Crucifixión de mamá
langosta, Las féminas y el culto priapal, entre otras.
Las escenas son estéticamente más informales, menos directas,
un poco más abstractas en el énfasis de la culpa, de la
matanza. La funcionalidad es más lenta- sin carecer de impulsos-,
el escenario más lúgubre y deprimente, los colores transmiten
el hedor característico de los animales. Continúa la reversión
del mito al sacrificio y la trasgresión de almas que confluyen
en el cobertizo del templo del hombre hecho de una morfología
de personaje exacta, tomado de cada anécdota de la historia a
partir de la bipartición de poderes entre existencia e inexistencia.
Por eso el mito puede ser o no, alusivo a la realidad, al sentido ontológico
que va a las raíces más profundas de la dignidad del hombre,
que eleva al propio hombre por encima y más allá de sus
facultades en el sentido más escatológico de amor a sus
congéneres, bien común para la salvación tan necesaria
de la raza humana; el mito es aquel que deja plasmado en su misión
la cosmogonía teogónica del naufragio, en la memoria de
aquellos Dioses con rasgos mortales y el desenmascaramiento de las miserias
humanas a partir de las máscaras, esas que veo por ahí.
Fatum
Odio el vulgo profano
Horacio
Esta obra es un indicador de la incidencia que aún sigue teniendo
el arte de los años 80 desde el punto colimador de la crítica
social, ahora desde una versión totalmente distinta con el toque
de la nueva generación. Se hace interesante observar de forma
analítica las instalaciones mortuorias de Lorenzo a la hora de
concebir un proyecto conceptualista: especie de Ready-made, manufacturado
generador, más allá de los retruécanos visuales
y del lenguaje de los objetos en función simbólica del
surrealismo a partir de la ruptura y reimplantamiento de un nuevo estado
del arte. Lorenzo, al igual que Pavlov, no se detuvo ante la imaginación
de cómo se pierde la trampa sobre el espectador, para lograr
ante y desde el campo visual, el arte del suceso, si se quiere performático,
logrando respuestas de shock en la persona, logrando los equinoccios
visuales de respuesta. La instalación es una especie de paquete
concentrado, estudiado como producto. Es evidente la complicidad del
expectante visual ante la novedad y lo no dogmático de las estructuras,
ante la propuesta de una nueva estética en la forma de decir,
pero nunca lejos de la mitología estroniana. Cada pieza describe
detalles de actos consumados o en proceso de consumación dentro
del concepto de isla, detalles cruciales, aberrados, algo más
que la locura en su concepto más puro; el castigo de Dios- visto
en la teogonía griega- de ver a tus Dioses o aspiraciones convertidas
en mierda. El elemento doloroso, la mendicidad del pensamiento humano,
la tristeza que emite la personalidad de las obras con la sublimación
del deshecho- estiércol, yagua, sacos de yute, herraduras, troncos
de palmas-, aspiraciones de hilvanar la riqueza frente al desarrollo
de nuevas utopías, con un nivel de implicitación simbólica
que logra poner su verdad sobre aquello inaccesible y azuza la neurosis
después de la catástrofe. Parece no existir alegría
frente a un círculo histórico que siempre empieza o termina
en el panteón de las heces de la actitud humana, que poco a poco
mella a modo de metástasis, el significado de la vida. Todo se
encuentra sobre el límite de la materia, negando la circunvalación
del alma en la vida eterna y el destino del hombre; por esto nos interpela.
Entre las instalaciones más destacadas se encuentra El Pensador.
Reforma El Pensador de Rodin en hipocéfalo vestido con ropa hecha
con sacos de yute y sentado sobre una base de estiércol, la ley
de la negación de la negación como parte de la dialéctica,
la comparación del hombre antes de y del hombre después
de, contraposición del ser ideal y el ser material, unidad entre
la razón y el irracionalismo en correspondencia con los problemas
más acuciantes de la humanidad. Se pone en tela de juicio el
sentimiento de inferioridad o superioridad, según el concepto
de cada cual a la hora de asumir la vida como reto frente a la involución
del pensamiento, resultado de gravamen social en el momento de formar
individuales, resultado de la estructura socio-psicológica enfermiza
de memoria, verdades y mentiras, consecuencias del subdesarrollo de
la conciencia social, donde el primer afectado es el hombre. Posteriormente
Lorenzo nos muestra la obra Identidad Viva, que representa un velorio
con el ataúd- hecho de madera de palma- en el centro. Dentro,
la cabeza de un carnero revestida con fragmentos de espejos manipula
a aquellos que tomaban la gloria del vino para acompañar el velorio,
sentados alrededor de la caja de madera, cerca de la corona que presidía
con sumo pésame los sentimientos del autor y su familia: el reflejo
de una realidad que toca de cerca la vida y las tradiciones funerarias
en una ocasión no improvisada. Lorenzo asume como Dante el paso
del infierno al paraíso de un ciudadano del mundo para buscar
un séptimo elemento, pieza que nos coloca ante una mujer embarazada
con cabeza de perro, antorcha en mano y a punto de disparar un cañón,
tocando el punto límite entre el principio y fin del universo,
el ciclo de la vida y de la muerte, el poder de destruir. Pero solo
es histrión que vuelve a hacer entrada en la palestra, mostrando
una reacción diabólica, creando un Sinon como colición
del discernimiento inminente en la antorcha encendida y el gesto de
la impronta de un nacimiento de la vida.
En el año 2000, Lorenzo realiza la exposición Cronotopio
Insular. La obra de mayor interacción se tituló Tomemos
la Gloria, pieza enraizada en el ritual orgiástico de Baco según
la tradición del pueblo griego, Dios de la vid y del vino. Precisamente
es un barril de vino sobre un tronco de palma; la parte inferior yace
cubierta de estiércol buscando la interacción, ya que
el espectador intentaba servirse el vino pero se ensuciaba los pies.
Se muestra así el verdadero precio de una gloria a corto plazo,
una gloria de estructura didáctica que puede estremecernos, porque
si somos capaces de sacrificarnos por un poco de vino, qué no
podremos hacer ante los retos de la vida, para alcanzar de forma coherente
las aspiraciones personales o comunitarias. La gloria parte de la voluntad
propia como una actitud ante lo que se quiere vivir, pero es interesante
destacar cómo algunos espectadores mandaban a otros a alcanzarles
el vino o sea, la manipulación o la entrega a los demás
para que beban de la gloria. Esto se repite una y otra vez en la historia
del mundo, no meramente en el sentido del arte sino en la vida cotidiana,
más cerca de la injusticia que de la entrega que debe hacer apología
de la verdad sobre las relaciones interpersonales humanas.
El tres de Mayo del 2002, justo con el nuevo siglo, en la exposición
realizada en el antiguo convento de Santa Clara de Asís, Lorenzo
da un giro en el acto creacional, sobre todo en el momento de imbricar
tramas y subtramas en una misma historia con una tendencia estética
al Metal- Art y al concepto de máterica. Para realizar el sacrificio
en espacios reducidos, logra definir el título: Herra-dura: el
desecho en función del arte que demuestra la no infalibilidad
de los problemas de todo tipo y género. Con planchas o rejones
manufacturados con herraduras, es esta la primera y gran pieza de la
que derivan las otras cuatro. Desde la entrada a la galería el
piso estaba cubierto de herraduras, especie de talismán de suerte
o protección donde tropezaron ignorantes exploradores frente
al lago de sus propias mentes, seducidos por la curiosidad e impregnados
por el suceso. Así encontraron la pieza Apología de la
abundancia, la majestuosidad herrumbrosa de un cuerno que en su interior
proyectaba la imagen virtual que insinuaba una fuerte crítica
a la carencia de alimentos por más de una década de período
especial.
Alimentos virtuales que no satisfacen; la alusión a la crisis
económica y, después, al ambiente hostil entre el ahogo,
el desespero y la incidencia de la iluminación, propiciando la
huida. No obstante, casi todos llegaron ante el Tótem llamado
Metáfora del confort: taburete monumental con habilitación
orinal y estiércol con tripa de palma en la parte inferior- donde
solo faltaba un personaje implícito en la imaginación
más íntima-, lugar apartado a la hora de evacuar las necesidades
fisiológicas, trono confortable y eterno para confundir al espectador
entre tramas y sub-tramas. Y mientras Teseo buscaba al pensador, ya
la herradura había sido consumada en el recuerdo de una cámara
mortuoria escondida en algún lugar de casi inaccesible enrejado.
La osamenta de un cuerpo humano con cabeza de toro y cubierta de arena,
demostraba el carácter desértico de la carencia de los
efectos del que quiere sobrevivir.
Así como muere el minotauro en el sacrificio, muere el mito en
la taurofagia penalizada por la realidad. Un laberinto con madejas de
lecturas y categorías asumido por el artista, quien detenta,
cual artífice de su destino estronio el fatum donde la trama
vuelve a renacer sobre la cuadratura del círculo, donde se enfrenta
la metástasis del ser entre mortales y dioses en la memoria del
naufragio.
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De la Exposición
Herra-dura. Pieza «Parábola Temporal» |