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Padre Raúl
invitado para animar la III Escuela de Animadores. Detrás,
detalle de «El milagro inconcluso del pan y los peces»,
obra de Pedro Pablo Oliva. |
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Cristina
Muñoz animando el taller. «Huellas del empoderamiento». |
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El que puede, puede,
como decía mi abuelo, «poder pa’ chivar a los infelices”.
Así sentenciaba Juan Quinquín, el de Pueblo Mocho, personaje
que se hizo popular en unas aventuras de televisión hace algún
tiempo, basadas en la novela de Samuel Feijoo, gran cuentero y criollísimo
crítico de nuestra realidad, quien, sin dudas, tenía del
poder la imagen tergiversada que daban algunos políticos y adinerados
de su tiempo, y que hoy tiene gran vigencia. En efecto, quien sólo
ha experimentado el poder como fuerza omnipotente, omnipresente y casi
incuestionable, venida de afuera y de arriba, ante la que el ciudadano
queda como la pieza casi imperceptible de una gran maquinaria, difícilmente
pueda pensar distinto a Juan Quinquín. Sin embargo la visión
cristiana del poder, proveniente del testimonio de Jesucristo, es diametralmente
opuesta. El poder es capacidad que brota del ejercicio de la libertad
y la responsabilidad, y que tiene como fin único el servicio.
Servicio a los demás y a sí mismo, esfuerzo de socialización
y humanización. Cada persona debe ejercer su propia cuota de
poder, es decir, desarrollar sus capacidades, ser más y hacer
comunidad, para servir a la sociedad.
Con este espíritu Cristina Muñoz y el P. Raúl Lugo
animaron la Tercera Edición de la Escuela de Animadores del CFCR,
que trató específicamente del Empowerment (Empoderamiento
en una traducción literal no aceptada aún por la Academia
de la Lengua), el nombre que se les da a los procesos de promoción
de la persona y las organizaciones sociales, que incluye la participación
plena, y el desarrollo de las capacidades de los protagonistas, buscando
mayores cuotas de desarrollo personal y social. Se trata de desarrollar
la capacidad de tomar las riendas de la propia vida y de las propias
decisiones, descubriendo las propias potencialidades y ejercitando la
toma de decisiones frente a otras personas. El empoderamiento es una
manera de entender la transformación social “desde abajo”,
con los instrumentos de la paz y la participación, potenciando
y dando sentido a las estructuras democráticas. Es una manera
de obtener y ejercer el poder, sin quitárselo a los demás,
sino más bien respetándolo, cultivando relaciones de articulación
entre personas y grupos sociales que conviven en pluralismo, superando
los modelos antagonistas y piramidales de las relaciones sociales.
El encuentro comenzó a las 5 de la tarde del viernes con la bienvenida
a los participantes que venían de varias parroquias de la Diócesis.
A las 8:30 de la noche comenzó la acostumbrada sesión
abierta con la conferencia “La soberanía desde abajo: ser
más y crear comunidad para servir a la sociedad”, dictada
por el P. Raúl Lugo, en la que desarrolló tres elementos
siempre presentes en la tradición bíblica y eclesial:
la necesidad de “ser más” en el sentido de responder
a la enorme vocación que conlleva la dignidad humana y cristiana;
la necesidad de crear comunidad como esfuerzo conjunto de humanización
y sello de nuestro peculiar testimonio cristiano; y la necesidad de
hacernos servidores de los demás, entendiendo que la vocación
cristiana está abocada a la transformación del mundo.
Tras la conferencia, varios participantes hicieron preguntas muy interesantes
al ponente, cuyas respuestas enriquecieron sus aportes.
Tras la oración de la mañana, el sábado comenzó
con las palabras de bienvenida del Sr. Obispo, a lo que siguió
la presentación de los objetivos y el horario del encuentro.
Luego el P. Raúl desarrollo el taller “El empoderamiento
y sus significados” en el que abordó las diferentes visiones
y estilos de ejercicio del poder: desde “el poder sobre”
que mide su eficacia por la capacidad de hacer actuar a los demás
en contra de su voluntad, hasta el “poder para”, que mide
su eficacia por la capacidad de conseguir que cada cual haga aquello
de lo que es capaz, según la propuesta de Jesucristo: “el
que quiera poder, que se haga servidor de los demás.” Luego
de la exposición siguió un trabajo en equipos y un intercambio
muy rico entre los participantes y el animador. En la segunda parte
de la mañana, continuó el taller con la temática
del empoderamiento como proceso educativo, aplicación muy apropiada
para un Centro que se dedica precisamente a desarrollar procesos educativos
de promoción personal y de la sociedad civil. Un proceso educativo
que pretenda empoderar debe entenderse como un acompañamiento
de personas que son protagonistas de una experiencia, en la que el líder
también se capacita (empodera), a partir del aporte de todos.
Estos procesos son lentos y sus frutos se ven sólo a largo plazo,
pero los primeros signos de su eficacia deben verse inmediatamente,
si realmente van por buen camino.
La jornada de la tarde del sábado se dedicó al Taller:
“¿Cómo se puede animar un encuentro semanal de un
Ciclo del Centro de Formación Cívica?” animado por
Karina Gálvez, Virgilio Toledo y Rafael Capote. Aquí se
expuso lo esencial de la experiencia de 10 años de preparación
de encuentros en los que se pretende crear auténticos espacios
de diálogo pluralista y tolerante, que sirvan de entrenamiento
para la práctica democrática y de fuente de conocimiento
sobre la persona y la sociedad. El intercambio fue muy rico, tocándose
la mayoría de los problemas prácticos, y de las situaciones
que pueden presentarse, así como el espíritu que debe
animar estos encuentros. Tan rico fue el intercambio que participantes
y animadores cambiaron la dinámica para potenciar el mismo, aunque
luego en la evaluación, el incumplimiento del horario fue señalado
como negativo.
La noche fue recreativa, animada por Servando Blanco y su guitarra,
seguido por un intercambio de juegos y chistes en el que participaron
todos.
En la mañana del domingo, se desarrolló primeramente el
taller: «Huellas del empoderamiento», animado por Cristina,
en el que se propuso un “diccionario” de capacidades y actitudes
(articulación social, diálogo y concertación de
trabajo con otras instancias y referentes ajenos, equidad participativa,
etc.) que permiten ir midiendo los pasos en el camino del empoderamiento,
que luego se complementó con una reflexión de grupos que
evaluó el camino del Centro Cívico a la luz de estos criterios,
y permitió vislumbrar algunas perspectivas futuras.
En la segunda parte de la mañana comenzó el intercambio
de experiencias que fue interrumpido por la misa y el almuerzo al mediodía,
y se extendió después hasta las 4 de la tarde. El intercambio
comenzó con la presentación del disco compacto: “Aprenda
Computación usted solo”, el cuarto producido por Vitral
multimedia, que constituye la primera versión interactiva de
los cursos que el Grupo de Computación del Centro animan en su
aula desde hace 5 años. Siguió la presentación
del curso “Educación en Valores” elaborado por la
Madre Ana María García, Escolapia, y la comunidad de Guanajay,
que luego fue aceptado por los animadores para conformar del Ciclo 25
del Centro, que complementa al ciclo de Ética ya existente, y
que vine como anillo al dedo para la formación de jóvenes
y adolescentes, en especial de las pequeñas comunidades del campo,
sobre todo por su estilo pedagógico muy didáctico y sencillo,
que utiliza dibujos y dinámicas muy afines a los destinatarios
más necesitados de esta educación.
Un momento muy especial, al terminar la eucaristía, al mediodía,
fue el encuentro con el P. José Conrado Rodríguez Alegre,
ilustre sacerdote santiaguero, que se encontraba de visita en Pinar
del Río. Al pedírsele unas palabras para los participantes,
el Padre, hombre de profundo compromiso en cuestiones sociales, recordó
lo crucial de esta hora en la historia de nuestra Patria, en la que
los laicos tenemos la grave tarea de ser animadores de los diferentes
ambientes.
El resto del intercambio consistió en una evaluación de
lo que ha sucedió en los últimos meses en cuanto al trabajo
del Centro en las parroquias y grupos. Fue un intercambio muy crítico
y al mismo tiempo fraterno, en el que se hizo relucir la verdad y aparecieron
múltiples alternativas para seguir adelante.
Luego de la evaluación del encuentro, igualmente crítica
y constructiva, los participantes y nuestros ilustres invitados se marcharon.
Quiera Dios que la jornada haya servido a todos para realizar uno de
los retos que tiene delante la Iglesia junto con el resto de la sociedad
civil cubana, que consiste en contribuir a que cada ciudadano y los
diferentes grupos de la sociedad reconozcan y ejerzan la soberanía
que les es propia, articulándola con la del resto de la sociedad,
para conducir a Cuba por el camino de la paz y el progreso, en esta
hora crítica de transición.
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