El cambio, en todos
los aspectos de la vida, es una necesidad inevitable. Nada puede permanecer
igual e inalterable para siempre. Ya lo hemos oído y pensado
muchas veces: todo pasa.
Cambia la vida personal y cambia la vida de la familia. Cambia la vida
social y cambia la situación económica y política.
Cambia la vida cultural de un pueblo y la manera de relacionarse entre
sus ciudadanos y con los demás países. El cambio puede
ser más lento o más rápido. Puede ser gradual o
radical. Puede ser pensado y participado o puede ser improvisado e impuesto.
El cambio puede ser gozoso o doloroso, pacífico o violento. Todo
depende de quiénes y cómo hagan los cambios.
Intentar detener la historia y momificar la sociedad es, además
de una ingenuidad, un peligroso juego con la vida personal y social.
Todos somos responsables de que esto no tenga espacio en nuestra sociedad,
ni en ninguna otra.
Quien quiere hacer el bien a una persona no se lo hace impidiendo el
cambio y el progreso en su vida. Quien desea buscar el bienestar de
su familia no lo puede encontrar obstruyendo el desarrollo de cada uno
de sus miembros. No se cuida a los hijos clausurándoles el futuro
y bloqueando sus iniciativas. Quien quiere el bien de su pueblo no lo
logra cerrando las puertas al cambio inevitable y pacífico. No
se cuida la soberanía de un pueblo reprimiendo sus libertades.
No se logra protegerlo del terrorismo o de la anexión que nadie
quiere, bloqueando los caminos de sus propios hijos porque piensen distinto.
El destino de los pueblos puede decidirse entre estas alternativas:
- Quienes quieren y facilitan los cambios necesarios y quienes no quieren
que casi nada cambie.
- Quienes ante lo ineludible de cambiar, quieren hacerlo por las vías
pacíficas y quienes les cierran el paso a esas vías.
- Quienes quieren que el juego se decida entre los de la casa, y quienes
siguen intentando distraer la atención colocando el conflicto
fuera de casa.
Lo primero de todo es contestarnos profunda y sinceramente, estas tres
preguntas:
- ¿Creo que el cambio en todos los aspectos de la vida, incluidos
la economía, la sociedad y la política, es inevitable
y condición para el progreso?
- ¿Estoy entre los que quieren que esos cambios se hagan por
la vía pacífica, gradual y ordenada o soy de los que les
cierro la puerta a esas “iniciativas que pueden configurar una
nueva sociedad”?
- ¿Estoy entre los que quieren que esos cambios y las crisis
normales de crecimiento, inherentes a toda sociedad, se decidan, internamente,
entre los cubanos aunque pensemos diferente; o soy de los que sigo sosteniendo
que nuestro problema es externo, y es sólo y primordialmente,
la confrontación con los Estados Unidos y con otros países
y continentes?
Esta reflexión nos puede ubicar a cada uno de los cubanos en
el sitio en que estamos con relación al destino de nuestra Patria.
Hay mucha desorientación y son muchas las manipulaciones informativas
de todos los lados. En tiempos de crisis es muy necesario tener las
tres o cuatro ideas más fundamentales bien claras y dispuestas
a iluminar nuestras opiniones, decisiones y compromisos.
La crisis no viene de afuera
Desde hace mucho tiempo, especialmente a partir de 1998, todo el año
pasado y al inicio del año 2003, un clima de apertura creciente
y acercamiento a Cuba, a todos los cubanos, se abría paso en
el mundo. Pongamos varios ejemplos que pudieran ilustrar esta apreciación:
- Las Naciones Unidas votan contra el embargo y cualquier medida económica
o comercial coercitiva venida desde afuera. Otro año más,
por la casi unanimidad de sus miembros en la Asamblea General, con la
excepción de Estados Unidos, Israel y otro país, queda
demostrada la voluntad del mundo entero de evitar las medidas de fuerza
y la confrontación.
- Más de cien intelectuales cubanos han podido participar antes
de septiembre del 2001 en los Encuentros anuales del Latin American
Studies Association (LASA), para reflexionar junto con homólogos
de la región sobre los problemas comunes.
- El ex presidente Carter hizo una visita a Cuba que abría nuevas
perspectivas para alcanzar un clima de mayor transparencia y tolerancia.
- Desde el año pasado la Comisión de Derechos Humanos
en Ginebra cambió la redacción de su Resolución
sobre Cuba de un tono y contenido condenatorio, a un tono de diálogo
y cooperación con el Gobierno cubano para trabajar conjuntamente
por los Derechos Humanos en Cuba. Las votaciones de este año
reflejan ese propósito no confrontativo.
- La Unión Europea había recomenzado hace varios meses,
su diálogo político con Cuba.
- Cuba había vuelto a presentar su solicitud al Convenio de Cotonú,
apoyada por países de Africa, Caribe y Pacífico, contando
con algunas naciones europeas.
- La Unión Europea acababa de abrir una Delegación de
la Comisión Europea en La Habana como señal del interés
de esa comunidad por abrirse a Cuba.
- Parecía que, durante la gira del Presidente cubano por Asia,
varios países, incluido Japón, expresaban su voluntad
de proseguir o reanudar a más alto nivel el intercambio con Cuba.
- Era creciente y constante la opinión pública internacional
de que era por la vía del diálogo político, la
negociación y la apertura que se debían establecer y consolidar
las relaciones con Cuba.
- En el Congreso de los Estados Unidos crecía y se fortalecía
la certeza de que la política de aislacionismo y embargo comercial
contra el Gobierno cubano ha fracasado y que un cambio favorable a esa
apertura era signo de los nuevos tiempos.
- Este espíritu se concretó en varias medidas para la
flexibilización de ese embargo concernientes a medicinas, alimentos,
viajes y remesas.
-Más concretamente se celebró en La Habana la primera
Feria Agropecuaria con decenas de agricultores y empresarios norteamericanos,
primera de su tipo desde hacía más de cuarenta años.
-Cuba pudo efectuar las primeras compras de alimentos y medicinas a
los Estados Unidos y pagar directamente y al contado por esas compras.
-Crecía en la Diáspora cubana en cualquier parte del mundo,
incluido el Sur de la Florida, un cambio visible en la apreciación
de la situación de Cuba, en el reconocimiento de sus protagonistas
principales y de la exclusión de los métodos violentos
para alcanzar cualquier cambio positivo en la Isla y en su exilio y
emigración.
-Se organizaba, de forma inminente ya, otro Encuentro de la “Nación
y Emigración” en La Habana que fue pospuesto precisamente
por los últimos sucesos en Cuba.
Otros gestos y ejemplos de cercanía y voluntad de diálogo
político podrían mencionarse.
Si se intentara descifrar si en esta última etapa antes del 18
de marzo había signos de hostilidad generalizados, inminentes,
violentos, por parte del Congreso de los Estados Unidos, de su opinión
pública, de la Unión Europea, o de cualquier otra región
del mundo sería difícil encontrarlos. Todo lo contrario,
se podría apreciar una clara y decidida intención de diálogo
con el Gobierno y la sociedad civil cubana y una persistente voluntad
política, económica y comercial de acercamiento, apertura
y cooperación, que no disimulaba ni obviaba, por otra parte,
su deseo de que hubiera cambios hacia una mayor democratización
en Cuba.
Varios discursos del Gobierno de Estados Unidos, algunas voces ya minoritarias
del exilio y declaraciones de algunos diplomáticos norteamericanos,
no sólo eran excepciones en este concierto creciente de voces
y acciones no confrontativas, sino que aparecían evidentemente
aisladas en el contexto internacional.
Luego, ¿había ese peligro inminente, violento y agresivo
venido desde afuera de Cuba por el que se ha pretendido justificar las
largas condenas y las penas de muerte?
El carácter excepcional de estas medidas ha sido relacionado
con una amenaza externa inminente y violenta.
En realidad, consideramos que hasta ese momento, el mundo en su generalidad,
estaba enfrascado en una lucha pacífica y pacificadora por evitar
la guerra en Irak y luego, ante el hecho consumado del ataque militar,
siempre condenable, el mundo estaba aunando nuevos esfuerzos por impedir
y disminuir los efectos devastadores de la guerra. Fue en ese contexto
en el que ocurrieron estas medidas.
Donde crecía, a ojos vistas, la tensión interna era en
Cuba, desde inicios del presente año, a consecuencia de una serie
continuada de operativos que comenzaron por presuntos delitos relacionados
con las drogas. Continuaron esos operativos contra otros negocios considerados
aquí ilegales y siguieron sin pausa y contemporáneamente
con el arresto, enjuiciamiento y condenas de disidentes y opositores.
Esta tensión llegó a su clímax con los sucesivos
secuestros violentos y condenables de aviones y embarcaciones. Esto
fue un proceso, visto todo ello ahora en perspectiva, de creciente clima
de violencia y represión.
Todo estado tiene la responsabilidad de mantener el orden dentro del
respeto a los derechos de los ciudadanos “incluso de los derechos
de aquellos que delinquen”- como dice el Comunicado de la Comisión
Episcopal de Justicia y Paz de la Iglesia católica en Cuba y
“no han de confundirse los métodos utilizados con los que
delinquen y el modo de tratar con quienes disienten políticamente.
En este último caso ha de ponerse en práctica el
debate público de ideas y el diálogo nacional.”(Comunicado
de Justicia y Paz, no. 4)
Nunca más la fuerza,
ni la violencia, ni la muerte
Aún cuando la situación interna de los países
y el contexto internacional sean muy críticos, los que tienen
alguna responsabilidad en el gobierno de las naciones y todos los ciudadanos
independientemente de sus ideas políticas o filosóficas,
no debemos dejarnos llevar por la crispación, por el espíritu
de confrontación, ni por la tentación del uso de la violencia
y de la fuerza.
Así lo dice una Declaración del Consejo de Laicos de Pinar
del Río: “Buscar siempre el diálogo como vía
de solución a los conflictos y desterrar la violencia como actitud
y como modo de vida. La cerrazón, el endurecimiento, y el ataque
a las personas, desde cualquiera de las partes, nunca son métodos
válidos para salir de las crisis.”
Este ha sido siempre el pensar de la Iglesia en Cuba desde los lejanos
días de la Crisis de Octubre, desde el ENEC en 1986, desde el
Mensaje “El Amor todo lo espera” (cuyo décimo aniversario
celebramos este año y cuya vigencia es patente). Ese ha sido
el pensamiento y el obrar de la Iglesia desde la inolvidable visita
del Papa en 1998, hasta las páginas actualísimas de la
Carta “No hay Patria sin Virtud” del Cardenal Jaime Ortega.
Ninguna situación excepcional o de emergencia puede conducir
a la violencia y a la muerte institucionalizadas. Esos métodos
no han dado resultado nunca, ni resolvieron el problema antes y mucho
menos lo resolverán ahora, cuando la conciencia de los pueblos
y el desarrollo de las relaciones internacionales condenan, reprueban
y descalifican tales recursos a la fuerza.
El Papa Pablo VI, de feliz memoria, repetía constantemente que
la violencia sólo engendra violencia y la fuerza no es la solución
de ningún problema. Todos sabemos que la Iglesia Católica,
especialmente Su Santidad Juan Pablo II, se ha unido al concierto de
más de cien naciones que han desterrado de sus legislaciones
la pena de muerte. Nadie puede disponer de la vida de nadie. Nadie en
ninguna circunstancia, ni en momentos de emergencia y excepcionalidad.
Sencillamente porque la vida humana es sagrada y pertenece a Dios.
Cuando se soluciona una crisis con la fuerza, se reprime, no se encauza.
Y todo lo reprimido vuelve a salir, desgraciadamente, con más
virulencia. La sabiduría política consiste en encauzar,
no en bloquear. La cordura política consiste en conducir, no
en frenar. El arte de la política consiste en solucionar las
causas de las crisis y no en deshacerse de algunos de sus protagonistas.
El mundo de hoy sabe que cada guerra, ganada o perdida, es un rotundo
fracaso de la humanidad. El mundo de hoy sabe que cada encarcelado y
condenado a la pena capital es un fracaso de la sociedad en la que no
se ha conseguido educar y encauzar las aspiraciones, legítimas
o no, de sus ciudadanos. El mundo de hoy, gracias a Dios, sabe que toda
medida de fuerza es un fracaso de la voluntad de convivencia pacífica
y de tolerancia política.
No cerrar la puerta
al diálogo y a la paz en Cuba
No obstante todo lo ocurrido en Cuba en estos últimos meses,
nadie debe desfallecer en la búsqueda del diálogo, nadie
debe dejarse tentar por las salidas expeditas, pero lamentables, de
la violencia y de la fuerza. Deben primar siempre la cordura, la serenidad
y el debate de ideas.
Quien cierra el paso al cambio en paz, abre la puerta a la violencia.
Y nadie quiere la violencia ni la fuerza, ni la muerte. No la queremos
ni en períodos normales ni en crisis excepcionales. Un país
que ha trabajado tanto por la educación, la cultura, la seguridad
social, la formación integral de sus ciudadanos no debe dejarse
tentar ni ahora ni en lo adelante, por los recursos de las doctrinas
de la “seguridad nacional” que todos, incluido el propio
Gobierno Cubano, hemos condenado. Ni la excepcionalidad de los ataques
a las Torres Gemelas justifica la violación de los derechos de
los norteamericanos, ni justifica el uso de la fuerza, de la guerra
y de la muerte por parte de su gobierno contra su sociedad o contra
otros países. Ni las crisis internas o externas de Cuba o de
cualquier otro país, por muy graves que sean, o fueren en el
futuro, pueden conducir al uso precipitado y desproporcionado de medidas
de fuerza justificadas por peligros reales o esperados.
La fuerza política se demuestra por la capacidad de maniobra
de un gobierno, por su capacidad de encauzar las fuerzas internas de
su propia sociedad. Cuando un estado tiene que recurrir a medidas excepcionales
es porque siente amenazada su estabilidad. Un estado seguro no se desestabiliza
fácilmente. Cuba sabe que es respetada y dignamente considerada
por todos los pueblos de la tierra, incluido el pueblo norteamericano.
Cuba sabe que nadie aceptaría como éticamente válida
una intervención militar o una agresión violenta contra
nuestro país. Cuba sabe que el mundo se mantiene cuerdo y despierto
ante cada manifestación de violencia venga de donde venga. Cuba
sabe que el mundo entero quiere que sus diferencias internas sean solucionadas
por la vía del diálogo nacional y del debate de ideas.
Cuba sabe que nadie quiere que otra nación, ni grupo de naciones
vengan a estorbar en sus problemas internos.
Pero los cubanos también sabemos que quienes cierran la puerta
al diálogo, a la tolerancia, a la solución pacífica
de las crisis, quienes se dejan tentar, aunque sea por un momento, por
las incitaciones de la represión y de la fuerza, no solamente
ponen en manos de los enemigos de nuestra soberanía y nuestra
dignidad los motivos para entrar en la dinámica de la confrontación
que a nadie más que a los violentos sirve, sino que, al mismo
tiempo, al cerrar la puerta al cambio gradual y pacífico, se
abre, aún cuando no se quiera, el camino pendiente y resbaladizo
de la violencia.
Y eso no puede ser. No puede ser, si queremos ser fieles a lo más
sagrado de las tradiciones de la historia, la cultura y la religión
del pueblo cubano.
Y lo más sagrado de esas tradiciones es “el culto de los
cubanos a la dignidad plena del hombre”.
Lo más sagrado es la vida y la paz.
Pinar del Río, 30 de Abril de 2003.