Revista Vitral No. 55 * año X* mayo-junio 2003


NUESTRA HISTORIA

 

DEL PUERTO PESQUERO LA COLOMA A LA PLAYA LAS CANAS

WILFREDO DENIE VALDÉS

Con el esfuerzo y recursos de los trabajadores y pequeños comerciantes, se construyeron las viviendas de la playa Las Canas.

 

 

 

 

 

Detrás, el primero a la izquierda Pedro Téllez Valdés, muerto en el Asalto al Palacio Presidencial, al centro, Pastor Faraco y a la derecha José Luis Chepe, hermano de Pepe Chepe.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Uno de los muelles de la playa. Al fondo un yate de paseo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Vista del poblado de Las Canas. Al fondo de los seis muelles con que contaba la playa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El puerto pesquero de La Coloma se convirtió en el principal proveedor de langostas (vivas en jaulas), pargos, chernas, bonito y otras variedades que fluían hacia los mercados de la ciudad. Allí se ofertaban a precios populares,
junto con otros productos del mar: bacalao, arencón, sardinas de todo tipo, anchoas, bonitos, calamares... importados de países con los que Cuba mantenía relaciones comerciales.

El documento más antiguo que conocemos acerca de los terrenos donde actualmente se encuentra el poblado de La Coloma lo encontramos en la escritura del 15 de Septiembre de 1743, cuando con la asistencia del escribano Cristóbal Vianes de Sala esta propiedad inmueble es adjudicada a Rafael de Cárdenas. Con fecha siete de Octubre de 1820, la hacienda San Lorenzo, como se le denominaba, pasa a Rafael Fernández del Cueto. En 1855 estos predios son adjudicados por compraventa a Domingo Díaz Bustamante, años después, o sea, en 1864, son trasladados a Martín Pedroso Pedroso y Francisca Pedroso Herrera.
Tranquilino Sandalio de Noda, en su visita en enero de 1839, a lo que es hoy el poblado de La coloma, manifiesta que: “es un puerto estrecho, pequeño y bajo, pero muy cómodo y apacible. Le forma un arroyo de su mismo nombre que nace en la laguna de Campantarrás (sic.); recibe por la izquierda el arroyo de Cinco Pesos y los derramaderos de Mar Vieja y por la derecha el caudaloso Flamenco. Después de atravesar como cinco leguas de sabanas, todos de pinares, donde no hay un solo bosque, después de formar grandísimos charcos que allí llaman tablazos y son casi circulares pailas o pozos. Se vuelve al sudoeste y al salir se ancha su boca formando un río de media legua de largo, orillada de mangles y pinos, aunque por varias partes es la tierra tan firme que las carretas llegan a la misma orilla del mar”.
En la década del 40 del antepasado siglo, el caserío marítimo de La Coloma, situado en el antiguo cantón de Las Palizadas, Partido de Pinar del Río, con su asiento en la desembocadura del río y surgidero del mismo nombre, se componía de dos almacenes de depósitos de frutas que servían también de tienda mixta y panadería, seis humildes casas de tablas, teja y guano. Su vecindario era de unos 31 individuos blancos, un asiático, cinco negros emancipados y ocho esclavos, la mayor parte de ellos empleados en el servicio de almacenes.
Fue a partir de 1841 cuando comienza a experimentar algunos logros, al ampliarse sus vías a través del transporte marítimo. Al empezar este tipo de transportación, la empresa de Vapores de Bustamante y Cajigal se encargó de regular el tráfico entre los puertos del sur de Vueltabajo y el surgidero de Batabanó. Este movimiento de pasajeros y de carga, que tuvo como punto culminante los embarcaderos de La Coloma y Colón, se fue ampliando durante los veinte años siguientes.
El embarcadero de La Coloma era el centro del ejército español de ocupación en esta parte occidental para el recibimiento y traslado de armas y avituallamiento, lugar por donde salían también los cargamentos del mejor tabaco del mundo.
En 1860, la empresa de Fomento y Navegación del Sur, propietaria de los vapores Cristóbal Colón y General Concha, destinó estas embarcaciones a hacer escala, además de en La Coloma, en Danayaniguas o Hernán Cortés, Punta de Cartas y Bailén con el mismo propósito de la recogida de pasajeros y de carga.
En ese período, dada la importancia que adquiría el puerto de La Coloma se situó en ese lugar un Subdelegado de marina y un Alcalde de mar que dependían de la Ayudantía marítima de la Jurisdicción pinareña. La comunicación terrestre se realizaba por un camino que conducía a dicho lugar por carruajes que trasladaban pasajeros y mercancías.
Las riquezas naturales de La Coloma como sitio de pesca, a partir de la primera década del pasado siglo, se convertiría en centro de explotación de comerciantes, principalmente en la captura de langosta, pescado y otras especies. Los vecinos que utilizaban parte del puerto como playa, fueron desplazándose, lo que dio lugar a que esos pobladores buscaran otros parajes para su esparcimiento y recreación veraniega.
Alrededor de 1934, Manuel Pereira, comerciante de La Coloma, junto a otros vecinos de ese poblado se dirigieron al estero conocido por Las Canas y allí se instalaron provisionalmente en casas improvisadas. El nombre de Las Canas se debe a la profusión de palmitos que bordean las costas y sabanas de ese lugar. La travesía la realizaban por mar en pequeñas embarcaciones por lo cercano que esta playa se encontraba de La Coloma. El tal Pereira construyó un bar en el lugar donde posteriormente se encontraba el conocido Camello Bar.
Ya en 1935, algunos pinareños comenzaron a afluir a dicho lugar, utilizando caminos y vericuetos a partir del kilómetro 15 de la carretera a La Coloma. Cuentan que los viajeros tenían que atravesar en aquel entonces distintos vegueríos, cercados por los propietarios de esas tierras.
En 1936 comenzaron a construirse las primeras casas de madera y guano, trayendo consigo un rápido crecimiento de propietarios y visitantes a ese lugar. Ese mismo año la Asociación de Propietarios de la Playa Las Canas, integrada en su mayoría por comerciantes y algunos pequeños industriales, además de familias humildes que adquirieron solares, le dio el carácter de playa popular.
Los terrenos donde actualmente se encuentra la playa Las Canas formaban parte de la hacienda Pedroso, conocida como “San Pedro de Las Llanadas”. Por gestión de la directiva del mencionado Comité, el dueño de la hacienda, Clodulfo Pedroso, donó una faja de terreno de dos kilómetros de largo y 200 metros de fondo a esta institución. A partir de entonces, el Comité Pro- Playa Las Canas, por una concesión del Departamento de la Marina de Guerra fue autorizado para vender solares y poder continuar poblando el lugar. En el periódico Heraldo Pinareño del 23 de Septiembre de 1937 aparece una relación de pinareños, hasta un total de 35, que adquirieron solares en los lugares que ofrecían buenas condiciones para los bañistas.
El primer camino que conduciría a Las Canas fue construido de guano prieto, transportado en patanas desde los cayos. Para lograr una mayor consistencia del camino, el guano prieto se situaba de punta en los lugares más cenagosos que servían de puente. El agua se depositaba en aljibes en tiempos de lluvia y posteriormente se traía del lugar conocido como El Flamenco, a pocos kilómetros de Las Canas.
En 1938 el Comité Pro-Construcción de la playa Las Canas gestionó con el Ayuntamiento de Pinar del Río la realización de la carretera, para lo que entregó 500 pesos según información aparecida en el periódico Heraldo Pinareño de fecha cuatro de enero de 1938. Seguidamente los materiales y equipos del Gobierno Municipal fueron enviados para la obra en cuestión. Por otra parte se hacían gestiones para dotar a la playa Las Canas de un acueducto y otras mejoras.
El 20 de Mayo de 1939 quedó inaugurada la playa Las Canas con grandes festejos organizados por la Asociación de Propietarios dela misma. Ese mismo año se inaugura la Casa Social de la Colonia Española para los socios de esa institución.
En 1946 se construyó la carretera actual con fondos provenientes de la Renta de la Lotería Nacional. Esta carretera se extendió hasta la misma playa. Las Canas llegó a convertirse en el lugar de esparcimiento orgullo de los pinareños allí acudían cientos de personas a disfrutar de la única playa con la que contaban Pinar del Río y otros lugares aledaños a la ciudad.
Decenas de comercios, restaurantes, bares, etc., brindaban un esmerado servicio a los bañistas, principalmente productos del mar; entre ellos los más deliciosos: langostas, camarones, pargos, chernas, bonitos y otras variedades a precios populares al alcance de todos los bolsillos. La playa Las Canas constituía el lugar más concurrido de los pinareños. Era escenario de grandes festejos, entre los que podemos mencionar las fiestas carnavalescas, verbenas, tómbolas, maratones de corridas de lanchas con trofeos a los vencedores, así como paseos en barcos de velas y botes. Era la atracción de todos sus visitantes, que se sentían orgullosos de contar con una playa acogedora y familiar a 23 kilómetros de la ciudad.
Los comercios de la ciudad pinareña cerraban sus puertas un día a la semana. Estos establecimientos se distribuían el llamado Horario de Verano. Los martes, principalmente en las calles comerciales más concurridas cerraban los números pares y los jueves los números nones. Cada media hora salía una guagua para llevar a los bañistas.
La playa Las Canas recibía un mantenimiento diario con solo cuatro trabajadores pagados por el Patronato. La arena era trasladada en camiones desde los predios de los Pedrosos, ubicados en el kilómetro 13 de la carretera a La Coloma. Contaba con cuatro muelles: el de Canosa, el de Tellería, el de Montes y el de Macoro. Todos eran públicos.
En 1951, la playa Las Canas fue dotada de luz eléctrica con una planta equipada con motores Diesel, propiedad de Armando Aguilar. Este servicio se extendió durante las 24 horas al poblado de La Coloma. Esta planta pasó después a la firma Hernández y Hermanos hasta el año 1959.
Es lamentable que nuestra ciudad que cuenta actualmente con un promedio de 160 000 habitantes, después de más de cuarenta años transcurridos no cuente con esta necesaria recreación que constituyó en aquellos memorables tiempos un orgullo de todos los pinareños.

Vista de la playa Las Canas, cuando se inauguró
el día 20 de mayo de 1939.



 

Revista Vitral No. 55 * año X* mayo-junio de 2003
Wilfredo Denie Valdés
(San Luis. Pinar del Río)
Licenciado en Historia. Fue Historiador de la ciudad de Pinar del Río durante muchos años.