La corrupción es un fenómeno
universal. Puede aparecer y afianzarse en cualquier lugar del mundo
y en cualquier ser humano. Es consecuencia del mal uso que cada persona
da a su libertad. Es consecuencia de la fragilidad humana y de la descomposición
social.
Entendemos por corrupción aquella actitud ante la vida y las
relaciones sociales en la que se ha deteriorado la misma condición
humana de las personas corruptas. Es la pérdida parcial o total
de la eticidad, es la perversión de los criterios sobre la verdad,
la honradez, la justicia, la bondad. Es el vicio por la trampa, la inclinación
al soborno, el desprecio de la dignidad propia y de la dignidad y el
respeto que debemos a los demás. Quien es corrupto no sólo
se envilece como persona sino que contamina y ayuda a descomponer todo
el tejido social y las relaciones interpersonales.
La corrupción es un fenómeno de desintegración
del sistema social y una señal de que algo fundamental, y no
sólo circunstancial, está fallando en esa sociedad.
Es necesario especificar que existe una corrupción de orden económico,
es la que se refiere a todos los manejos sucios, a todos los sobornos,
trasiegos y perversiones de compra y venta de cosas materiales, de servicios,
de beneficios y prevendas. Está el dinero por medio, mal habido
y mal usado para podrir los normales mecanismos del mercado, de las
finanzas, hasta de la economía familiar. Está la adquisición
y acumulación del dinero, fruto de manejos sucios, y lo que se
conoce como lavado de dinero que son las operaciones, también
corruptas, en las que se intenta pasar ese dinero sucio por una compraventa
legal, con el fin de borrar o lavar su origen malsano.
Existe además, y en ocasiones muy relacionada con la anterior,
la corrupción política que consiste en la descomposición
de los verdaderos fines y los mejores métodos de la actividad
del poder. Por ejemplo, en lugar de usar el puesto dirigente para servir
a la sociedad y a los ciudadanos, se utiliza para presionar, dominar,
coaccionar o reprimir a la sociedad y a los ciudadanos. Otro ejemplo,
en este caso de corrupción cívica, es, cuando en lugar
de buscar el bien común de todos los miembros de la nación,
los políticos sólo buscan el bien de su grupo o partido
y todo lo demás lo segregan al margen de la vida y de la ley.
Un ejemplo de corrupción electoral, es, cuando en lugar de utilizar
los mecanismos de la participación democrática como canal
para que cualquier ciudadano con méritos, virtudes y capacidades
pueda acceder y ascender a puestos de dirección; manipulan esos
mecanismos para que sólo tengan acceso aquellos que responden
a intereses partidarios y no a intereses de toda la comunidad. Otro
ejemplo de corrupción política, en este caso administrativa,
es, cuando los que son constituidos en autoridad, usan su puesto como
un mercado de influencias, practican el nepotismo cuando se dan
puestos, privilegios y oportunidades a familiares-, usan el amiguismo
o el partidismo para cubrir puestos de dirección administrativa,
técnica o política.
Existen también los tipos de corrupción de las costumbres,
del pensamiento, de las artes y la literatura, o lo que se llama corrupción
ética y cultural. Se trata de una grave forma de desintegración
moral que tiene mucho que ver con la identidad y las máscaras,
con la libertad de expresión y de creación y las mordazas
de todo tipo. Son los casos en los que se pervierten las costumbres
y se promueve la simulación por razones políticas o de
puro mantenimiento del poder o la posición. Es cuando se determinan,
sacralizan y absolutizan unos rasgos históricos y culturales
que sirven a los intereses de parte de la nación y se callan
o manipulan otros, llamando bueno a lo malo, legitimando lo corrupto
con un se usa o rompe esquemas o violando
el tabú, u otras frases que pudren la conciencia hasta
ya no saber qué es lo que es y qué no es más que
manipulación.
Cuba no está libre de estas deformaciones graves. Estamos viviendo
en medio de una campaña estruendosa y visible contra algunos
de estos tipos de corrupción. Otros tipos de corrupción
aún esperan su turno. Pero hay que decirlo, también, durante
muchos años se mantuvo soterrado el fenómeno que, ingenuamente,
o por conveniencias políticas, se achacaba sólo a las
sociedades capitalistas. No se reconoció a tiempo. No se valoró
con la profundidad y la transparencia que merecía desde las primeras
manifestaciones, aún las más leves. Hoy estamos sufriendo
todos, esta política de retardar y velar un fenómeno que
puede aparecer en cualquier sistema y en cualquier país.
Pero no debemos quedarnos en esta queja amarga del tiempo perdido y
de las dilataciones voluntarias. Esa no es la causa, ni el origen del
actual grado de corrupción en que se encuentra la sociedad cubana.
En nuestro criterio, la causa es más profunda, es de otro orden,
es mucho más esencial.
Con esta reflexión sobre las causas profundas de la corrupción
en Cuba, quisiéramos animar a todos a pensar en serio este problema
para llegar a su raíz y desde allí ponerle remedio y prevención.
Consideramos que la raíz de la corrupción económica
y administrativa está en la falta de un proyecto económico
viable que permita un espacio para que las personas, las instituciones,
las empresas y el propio estado tengan lícitos y transparentes
todos y cada uno de los canales, de las oportunidades, de los mecanismos
de suministro, producción, intercambio, servicios, inversiones
y comercio, operaciones estas que son inherentes a toda actividad económica
y productiva y que son insoslayables en cualquier sociedad.
En efecto, hay corrupciones y corrupciones. Todas indeseables. Hay corruptos
porque quieren enriquecerse, vivir del cuento, explotar a otros y no
tienen escrúpulos para manipular los vicios e inclinaciones de
los demás y hay corruptos que se ven impelidos a caer en ello
por pura y dura necesidad, lo que tampoco justifica la corrupción.
Pero el tratamiento, la solución y los remedios tienen que ser
diferentes. Hay principios inviolables para la satisfacción del
ser humano y su desarrollo integral. Toda persona necesita alimentarse,
por ejemplo, y necesita alimentar a su familia. Si no encuentra canales
accesibles y legales para conseguir esos alimentos, lo estamos obligando
a usar los canales ilegales. Lo estamos obligando a corromperse, porque
la alimentación de él y su familia es algo absolutamente
necesario. La raíz de este tipo de corrupción es la injusticia
de los mecanismos económicos de nuestra sociedad.
Todos conocemos esa fuente inagotable de ilegalidad y de corrupción.
El Gobierno también debe saberlo. Por ejemplo, existen licencias
y patentes para algunos trabajos por cuenta propia como hacer pizzas,
arreglar zapatos, manejar taxis o hacer batidos, pero todo el mundo
sabe que no existen almacenes mayoristas que vendan a precios accesibles
para los cuentapropistas. No existen los mecanismos de suministros legales,
ni las facilidades de compras mayoristas, ni la forma accesible de importarlos
por parte de particulares, ni la forma de adquirir razonablemente las
materias primas en lugares transparentes y lícitos que no sean
las tiendas por divisas minoristas y con precios que todo el mundo sabe
inalcanzables para sostener uno de estos negocios particulares que,
además, deben soportar altísimos impuestos, multas astronómicas
y continuas restricciones de lugar, personal de trabajo, etc.
¡Que cierren!, es la respuesta de algunos funcionarios. Bien,
y ... ¿de qué viven?. Es de todos sabido que se permitieron
las licencias y patentes de trabajo por cuenta propia debido a que el
Estado no podía dar trabajo a todo el que lo requería.
Luego quienes cierran las puertas a esas oportunidades legales, ya de
por sí restringidas, están abriendo las puertas al mercado
negro, a los negocios ilícitos, a la corrupción creciente,
porque la gente tiene que vivir de algo. Y existe mercado negro porque
hay necesidad de todo y porque hay desviación de todos los recursos.
Esta es una de las causas profundas de la corrupción que está
en manos del Gobierno solucionar. No se soluciona sólo con más
control, con más custodios, con más cercas y alambradas,
con más luces y multas, con más operativos y decomisos.
Esas medidas no curan la raíz de este problema. La cura es legalizar
lo que sea honrado y lo que sea eficaz para que la gente viva y luche
por progresar honestamente.
Nadie quiere incurrir en ilegalidades que es el primer paso de la corrupción.
Pero no vemos más que medidas coercitivas para castigar a los
culpables. Eso es necesario pero no es lo esencial. Lo esencial es transformar
las causas de la corrupción. Legalizar lo que se pueda como cuando
se legalizó la tenencia de divisas. Estimular la iniciativa personal,
familiar y empresarial de todos los cubanos con acceso a suministros
legales y a mercados abiertos, para que se produzcan más bienes
y servicios, única forma honesta de erradicar las pobrezas que
son también causa de la corrupción. Por ejemplo, mientras
no haya carne de res y pescado en las carnicerías y pescaderías
habrá gente que mate reses y robe pescado porque habrá
gente que las compre porque no las puede adquirir de otro modo. No lo
queremos, no lo aprobamos, pero no hemos podido solucionar de raíz
ese problema.
No obstante, el problema de la corrupción no se resolverá
solamente con medidas económicas y administrativas. Estas, ya
de por sí, reducirán considerablemente la magnitud del
fenómeno y sólo quedarán aquellos depravados que
existen en toda sociedad, pero un gran número de ciudadanos honestos
que se ven compulsados a resolver al margen de una ley aún
inexistente, volverán a la legalidad.
Existe todavía una causa más profunda que mencionamos
ya cuando reflexionamos sobre la corrupción cultural. Esa causa
es ética, humana, educacional. La raíz más profunda
de la corrupción es el deterioro moral de mucha gente. Es cuando
se pierden o se confunden los principios o paradigmas porque se identificaron
con la burguesía, con la religión, con las costumbres
de un modelo tradicional de familia y se persiguieron o descalificaron
junto con esas realidades, sin distinguir efecto y causa, sin deslindar
proyecto ético y deformaciones históricas. Se perdió
güiro, calabaza y miel.
Hay un daño antropológico que se manifiesta, entre otras
expresiones, en diferentes grados de doblez, de simulación, de
vida en la mentira. Esta es una de las causas profundas de la corrupción.
No se trata de mentir o de ocultar la verdad, estamos hablando de vivir
en un clima, en un ambiente de mentira: vivir en la falsedad por fuera
y poco a poco acostumbrarse a ella y llegar hasta el extremo de vivir
en la mentira también por dentro, con nosotros mismos, cuando
nadie nos controla, cuando nadie nos ve.
Además, algo está fallando en la base de la familia y
de la educación. Signo de esto es que exista tan alta población
carcelaria, y que haya tantos jóvenes y adolescentes deambulando
por las calles. Algo está fallando en la base de esa educación.
Algo está fallando y no sólo es en los métodos
y programas. Se refiere sobre todo a los paradigmas éticos y
antropológicos. Sin familias unidas, sin los niños, adolescentes
y jóvenes en su casa y no todo el tiempo en la beca o en la calle.
Sin calor familiar y cercanía de los padres a sus centros de
trabajo y sin la presencia de los dos padres en la casa y sin que la
educación comience y termine en el seno de un hogar sereno, unido,
sin exilios, ni becas forzadas, ni trabajos distantes, ni necesidad
de escapar para vivir. Sin esto no se erradica la corrupción.
Esas son algunas de sus causas profundas.
Diagnosticar claramente las causas éticas y antropológicas
de la corrupción, causas últimas de la desintegración
cívica, de la indisciplina social, de las mafias futuras, de
sus embriones actuales, es ya una forma de sanar la herida por dentro.
Además de diagnosticar es necesario buscar y aceptar los tratamientos
que curan la enfermedad y no sólo sus síntomas. Hay que
buscar, sobre todo, la colaboración de los ciudadanos pero no
con métodos inicuos como la delación, el rumor, los anónimos,
la insidia, la doblez. La colaboración ciudadana frente a la
corrupción se logra cuando las personas tienen los espacios y
las obras, pueden tener las iniciativas y los proyectos, que contribuyan
a crear un clima de estabilidad, de progreso material, de crecimiento
moral y/o paz espiritual que ahora no tenemos, y que se necesita, para
que crezca la virtud, desaparezcan las causas de las necesidades, se
desvanezcan los miedos, se viva en la verdad y se construya una Patria
más sosegada y más fraterna, porque no hay patria
sin virtud, ni virtud con impiedad.
Más vale precaver que tener que lamentar. La corrupción
es un problema de raíz ética y de tratamientos humanistas,
cívicos y políticos. No tengamos miedo de cortar por lo
sano y cambiar lo que haya que cambiar. No cortar la vida de los hombres
y las iniciativas económicas y sociales, sino desmembrar las
causas y las estructuras que provocan el mal.
En una palabra: ir a la raíz y curarla.