A la campiña cubana le falta
un ruiseñor...sí, le falta desde que tú te fuiste
de ella, de las palmas, del río, de la loma, del camino...y es
triste reconocerlo, pero la realidad se impone.
La muerte a destiempo te llevó cuando libabas, acompañado
del colibrí la miel de las flores más limpias, las de
más brillante color, las del aroma natural sin adulteraciones,
como tu voz de cascada, despeñándose libremente piedras
abajo, arrastrando toda la autoctonía de tu zona maravillosa
en tu garganta de arpegios inimitables, de verde y verde, de azul y
azul, donde los seres humanos por estar de lleno en contacto amoroso
con la naturaleza son como ella, como tú: naturales, amables,
simpáticos, inspirados, nobles, sin trasfondos, fieles...
casi aves raras de nuestro tiempo duro. Guajiro natural,
guajiro de pura cepa...aún no sabías de géneros
musicales, pero sí de la perfección de lo divino, de lo
no tocado, de lo virgen...bautizado por Dios con su magnificencia única...
vas a lo ignoto dejando tras de
ti una estela de gracia y cadencia, de amor y autenticidad que por serlo
tanto, sin importar el poco tiempo de tu trino, llenaste una época
de cubanía, de lozanos ritmos que a todos mueven y contagian...de
tal forma fue tu límpida irrupción en lo artísticamente
cubano que de ahora en adelante habrá que señalar dos
épocas: antes y después de ti, Polo. Inevitablemente lo
ganaste a golpe de guitarra, recogiendo montones de estrellas con tus
manos nudosas y dispersándolas por todo tu archipiélago
y por todo el continente que te hizo suyo, también más
allá de estas fronteras tropicales, y hoy, estoy seguro de que
sigues en el cielo llenándolo de tonos dulces, melancólicos
y arrobadores, porque tu ruiseñor se fue con Dios a cantarle
en su trono de Gloria. No adiós, Polo... a los que viven en el
corazón de un pueblo por derecho propio no se les despide...son
imperecederos.
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Polo y su
grupo en contacto con la naturaleza de su zona.
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