Revista Vitral No. 53 * año IX* enero-febrero 2003


LECTURAS

 

EMPEZAR POR LOS PEQUEÑOS ESPACIOS

PEDRO LUIS FERRER

 

 

Son numerosas las personas que suelen subestimar la importancia de los espacios pequeños, y tienden a igualar el tamaño material del sitio con su importancia cultural. Mas por suerte, también conozco a una infinidad de promotores culturales que han consagrado su trabajo a los espacios pequeños, propiciando eventos sencillos y bien dotados de creatividad y originalidad que incentivan tanto en el artista como en el público el ejercicio de una espiritualidad sin límites. La sociedad no es una multitud homogénea que sacia su espíritu de una manera uniforme o idéntica. Es por ello que en el mundo entero los pueblos procuran contrarrestar el esquema “hombre masa” que se divierte y satisface dentro de una concepción rígida y manida impuesta mediante los medios de difusión a extensos conglomerados, esquema que, en realidad, solamente atiende las demandas y necesidades espirituales de una parte de la sociedad. Jamás podremos realizar el proyecto de una sociedad verdaderamente democrática, si no nos consagramos al ejercicio de la diversidad espiritual que nos une y nos diferencia; que nos acerca y nos aleja; porque una sociedad es más democrática sobre todo cuando respeta y permite que se exprese el espíritu de las diversas minorías que conforman esa multitud que solemos llamar pueblo o masa o sociedad...
Por todo ello aprecio la gestión del Centro “Pablo de la Torriente” a favor de la diversidad, al establecer el espacio “A guitarra limpia” para que nuestra música cubana siga contando en su arsenal histórico con los trovadores que entonan lo que gusta a una parte importante de nuestro pueblo, labor que se suma a otros esfuerzos que en este sentido realiza el país a favor de nuestra riqueza cultural, como son, el mantenimiento y desarrollo de la Orquesta Sinfónica, el Ballet Nacional, el Festival Internacional de Guitarra, etc., etc. Está claro que sería un grave error que desaparecieran los espacios para la música bailable, para la fiesta necesaria e imprescindible de nuestro pueblo, pues ello, además de ir en contra de la diversidad que nos ocupa, equivaldría al daño que supone que un trovador o un concertista no tenga donde presentarse.
En múltiples ocasiones he escuchado: -“Hay que empezar por los pequeños espacios”. Digamos que se trata de gente que concibe el pequeño espacio como una táctica para llegarle al “grande”, cuando en realidad se trata de algo que es un fin en sí mismo. Yo diría que hay que empezar y terminar en los pequeños lugares donde el arte puede diversificarse y proyectarse a plenitud para el publico que lo necesita – “para gustos se han hecho colores”- reza el viejo refrán. Y el público debe tener la posibilidad de escoger lo que necesita para satisfacer su necesidad espiritual. Es sabido que el arte no sea respuesta a quien no le hace preguntas, y que la necesidad de arte en la sociedad constituye una paleta infinita de rangos y matices. Entiendo que es provechoso evitar que el público se halle en el lugar equivocado y sea sometido a esencias que no son las que su espiritualidad demanda, hecho este, que, desde luego, también daña al artista. Y no es que deje de incentivarse al hombre a ampliar su rango de apropiación estética participando de actividades que en principio le puedan resultar extrañas o lejanas; no, pero suele ocurrir que el público que acude equivocadamente a un espacio tiende a desatender lo que ahí ocurre e impide que los verdaderamente interesados puedan disfrutar a plenitud. Pienso que los pequeños espacios hacen posible que este tipo de público casual se integre y crezca en una apropiación más disciplinada e íntima.
La denominada “masificación de la cultura” a veces suele entenderse como “masificación del hombre”. Por tal motivo me parece más apropiado usar el término de socialización. Y la cultura se socializa cada vez más en la medida en que es capaz de atender la necesidad de cada individuo con sus diferencias y especificidades; en la medida en que somos capaces de ver también la importancia de un evento para pocas personas. La socialización de la cultura no admite que se deje de organizar un proyecto “porque no tiene público”-como suele decirse. Por eso es que los pequeños espacios demandan una austeridad y sencillez para no malgastar los presupuestos en cosas superfluas o innecesarias; pero- sobre todo- para no renunciar a la diversidad estética del ser social.
Por último quiero recordar que la radio y la TV suelen transmitir programas de “música internacional” donde- ¿quién lo duda?- también están presentes obras de una incuestionable factura. Sin embargo tal insistencia en el término “internacional” nos crea una enorme confusión pues la mayor parte de las veces de lo que se trata es de “música de moda”, de una música que aunque en realidad está concebida para una parte de la sociedad – dicen que para la mayoría-suele divulgarse en nombre del gusto estético de nuestra sociedad toda. Este hecho constituye un ejemplo palpable de que algunos interpretan el concepto de “masificación de la cultura” no como diversificación sino como la homogenización estética de la sociedad. A decir verdad, no puede hablarse de “música internacional” cuando no existe ni un solo programa de música china o hindú, o japonesa o turca. Con un leve esfuercito podemos imaginar la respuesta: “no hay público, no hay audiencia para esa música extraña y fuera de moda”. En realidad se refieren a que se trata de pequeñas minorías que no hay que tener en cuenta. Tengo la más absoluta convicción de que , más temprano que tarde, nuestro Estado hará rectificar semejante error en aras de la felicidad de nuestro pueblo diverso y hermoso.

 

 

Revista Vitral No. 53 * año IX* enero-febrero 2003
Pedro Luis Ferrer
Cantautor y Poeta cubano.