Revista Vitral No. 53 * año IX* enero-febrero 2003


BIOÉTICA

 

A DEBATE

DILEMAS DE LA PRÁCTICA MÉDICA

RESPUESTA AL CASO 8
PROPUESTA DEL CASO 10


DR. MANUEL M. PADOVANI CANTÓN

 

 

 

Respuesta al Caso 8

La atención médica oscila, en general, entre dos polos bien definidos en relación con la participación de los pacientes en las decisiones de conducta: uno, el clásico, donde el paciente es un ser más o menos inerte sobre el que se ejecutan acciones para diagnóstico o tratamiento que, en el mejor de los casos, apenas se le informan sin aclarar por qué se decidieron éstas y no otras; este modelo, llamado “Hipocrático”, ha sido el utilizado en la práctica medica por siglos y, para muchos es ideal ya que piensan que “el que estudió medicina es el médico y no el paciente”; el otro es aquel en el que el médico le informa al paciente qué enfermedad cree que padezca, cuáles son las posibles conductas a seguir, las ventajas y desventajas de cada una y termina diciéndole : “escoja, aunque le sugiero….” , este modelo llamado “contractual” recuerda la compra de un objeto, donde el vendedor explica las posibles opciones y deja que el cliente escoja.
El modelo Hipocrático se basa en uno de los principios básicos de la Bioética: la Beneficencia, que consiste en que el médico siempre actúa en beneficio del paciente y que el paciente, al ignorar lo elemental de las ciencias médicas debe dejarse guiar por el que sabe, así como un ciego se deja guiar por el que ve. El modelo Contractual se basa en otro principio de la Bioética, el principio de Autonomía, según el cual el paciente es una persona con capacidad de discernir y sólo necesita que el que dispone de los conocimientos médicos necesarios actúe como “informante”, pero que le deje a él el derecho a decidir. Ambos modelos pecan del mismo defecto, la absolutización de un criterio. El Hipocrático deja en manos del que tiene los conocimientos la posibilidad de decidir, pero le niega a una persona el derecho que todos tenemos a, dentro de determinados marcos que la sociedad establece, participar directamente en toda decisión que afecte nuestra vida y nuestro futuro; ¡cuántas veces lo que alguien considera bueno no es visto de igual forma por otros! La posibilidad de decidir sobre sí mismo debe estar en manos de aquel a quien afecta la decisión, pero para ello esta persona debe disponer de toda la información necesaria en la materia sobre la que debe decidir. El modelo Contractual da la posibilidad de decidir, pero libera al médico de su papel de guía con el paciente y permite que la responsabilidad de la decisión recaiga completamente sobre alguien que, además de no tener tal vez los conocimientos suficientes, se ve afectado por sentimientos personales que pueden influir en la decisión final: “primero muerto que sin piernas”, ha dicho alguien a quien afortunadamente no se le hizo caso y que se adapta después muy bien a la situación nueva que se le ha creado. Frente a ambos modelos extremos se levanta el llamado “Consentimiento Informado”, modelo que procura un equilibrio entre los anteriores y se basa en informar al paciente de forma lo más completa posible, dejarlo decidir, pero guiarlo por el difícil trayecto que le espera, de forma tal que la decisión tomada sea la mejor y se tome de conjunto, no por el médico ni por el paciente, sino por un binomio armónico, donde la información y ayuda del médico le permita al paciente participar activamente en la toma de decisiones. La aplicación de este modelo requiere del médico un alto grado de integridad moral ya que la manipulación de la información puede llevar a que el paciente decida de forma inadecuada y crea que lo hace de forma libre, por tanto podemos afirmar que la libertad de decisión no se basa sólo en que el paciente diga que quiere que se haga, sino que esto esté precedido por una información completa, detallada y no manipulada, dejando al paciente el derecho a buscar otras fuentes de información si lo considera aconsejable. En ocasiones no es aconsejable dar toda la información al paciente y surge entonces la figura del “sustituto válido”, cuyo comentario dejo para el próximo caso.
En el caso concreto que nos ocupa la actitud del profesor fue de información “brutal”, no ética, enfrentó bruscamente al paciente a una posibilidad real para la cual no estaba previamente preparado y logró lo que algunos llaman “terapia de choque” con Enrique, el cual ante la posibilidad de quedar desamparado (que era real, no hipotética), decidió someterse al médico en todo lo que este decidiera, al contrario del otro paciente que quiso hacer uso de sus derechos y se vio ultrajado y abandonado.
La beneficencia a la fuerza no beneficia a nadie, señor profesor.

Propuesta del Caso 10

A un local de espera llega una elegante joven acompañada de una señora algo mayor.
-¿Quién es la última? –preguntó.
……………………….
-¿Última?- repitió.
Las mujeres del salón se miraron entre ellas.
-¿Última para qué? –preguntó una mujer de un vestido verde.
-Para….(y bajando la voz)…una interrupción.
-No m’ija, para eso no hay última. ¿Te anotaste a la entrada?
-Sí….
-Entonces no tienes más nada que hacer, siéntate y espera, que ya te llamarán.
Se sentó en un asiento vacío y le señaló a la señora otro algo alejado, pero disponible.
A su lado se encontraba una mujer de un vestido verde, que le preguntó:
-¿Primera vez?.
-¿Qué cosa?.
-¿Qué si es la primera vez que te haces una interrupción?, pero la pregunta sobra, es la primera vez, ¿No es verdad?
-Sí, ¿Se me nota?
-A una legua hija, estás nerviosa y vienes con tu mamá.
-¿Se ha hecho otras?
-¿Yo?, alaba’o, llevo cuatro y esta es la quinta, no ves que ya cumplí treintaidos años, tengo un hijo, mi marido es joven y los tiempos están difíciles, eso de llenarse de hijos era cuando las abuelas que no salían de la casa: parir y criar, pero hoy en día, ¡No!, el que quiera una retahíla de hijos que los para él.
-Dices muy bien-intervino la vecina del otro asiento-Yo parí tres, tengo cuarenta y ¿tú crees que con los otros ya criados voy a soltar éste al mundo?, yo que soy ama de casa y mi marido gana poco, si lo tengo es para pasar trabajo todo el mundo, no va.
-Yo quisiera tenerlo.
-¿Qué edad tienes?
-Veinticuatro.
-Niña, ¿por qué quieres tenerlo?, disfruta la vida, que eres joven.
-Eso me dicen mis amigas, mi marido no está muy convencido, pero todos nos dicen lo mismo, que estamos empezando, que nadie sabe qué trae el día de mañana, que somos jóvenes y tenemos tiempo de tener otro y tanto me dieron que me convencieron, pero yo quisiera tenerlo y le tengo miedo a sacármelo.
-A eso no le tengas miedo, que es muy fácil, te encaramas en la mesa, abres las piernas y duele menos que sacarse una muela.
-Una vez me sacaron una muela y casi no me dolió, pero ahora lo veo distinto.
-No es distinto, si lo que sacan casi ni parece gente.
-Pero….¿Tiene formita?
-Claro, qué esperabas, ya tiene forma, pero no completa, además, tu no te das cuenta porque no lo ves y si lo haces nada más es sangre, yo sé bien la forma que tienen porque un amigo me llevó a un museo de ciencias médicas y allí los tienen de todos los tamaños y formas.
-¿A las diez semanas ya tienen forma?.
-Sí, pero no como nosotros: tienen brazos, piernas, ojitos, pero no se ven bien, parecen de mentira.
-Y ¿se darán cuenta de las cosas?, ¿de que los están matando?
-¡No, hija!, ¡no!, ¿Qué se van a dar cuenta?, si son como muñequitos.
-¡Pues mira, que sí se dan cuenta!- Intervino la otra mujer.
-¿Y tú como lo sabes?- demandó algo agresiva la del vestido verde.
-Porque vi un documental que pasaron la gente de la Iglesia y hay que ver como se retorcía el feto cuando lo iban a coger, el documental se llamaba….., deja ver si me acuerdo…. El grito….el grito……
-¡”El grito silencioso”!, -Explicó una nueva interlocutora, yo lo vi., como trataba de huir, pero igual lo agarraron y ¡había que verle la cara que ponía!, fíjate, que todavía me acuerdo y me erizo toda, fíjate como tengo el pellejo.
-Niña, te están llamando- Se acercó la madre de la joven, que se había callado mientras las demás conversaban- Te están llamando, ya te toca.
-No mamá, ¡yo no mato a mi hijo! ¡Qué equivocada estaba! Me voy para la casa.

 

 

Revista Vitral No. 53 * año IX* enero-febrero 2003
Antonio M. Padovani Cantón
(Pinar del Río, 1949)
Especialista de Segundo Grado en Medicina Interna. Graduado de la Facultad de Ciencias Médicas
de Pinar del Río.