Si del amor bien supe ver a tiempo
el riesgo de intentar la maravilla;
el peligro no agota mi consuelo
de triunfar en la búsqueda algún día.
Si del amor he visto lo más hondo
nacer en el amigo y la familia
la belleza no agota mi añoranza
de poder intentarlo todavía.
Si del amor perduran los misterios
que la palabra intuye poseída
por dioses y demonios enlazados;
si del amor hallé la poesía...
Siga el amor con todos los detalles
que dibujan las olas en la orilla;
la mínima ilusión de los mensajes
cuajados en la arena humedecida.
Siga el amor borrando los desiertos
al mapa cotidiano de la esquina
donde el polvo presagia desalientos,
ausencias, deserciones y mentiras.
Siga el amor marcando el derrotero
sobre mi antigua luna compartida;
poniendo estrellas en la nueva noche
donde encuentro razones y alegrías.
Siga el amor ampliando el horizonte
aunque lleguen las horas reprimidas
que amando y sólo amando crece el hombre
hacia donde el amor lo necesita.
22 de junio 2002
día de cumpleaños de mi hija Diana Gabriela.
Es el día, es el día,
el nuevo día.
Tengo la voz y el ansia para hacerlo
como la lluvia leve sobre el suelo
y la insistencia audaz de las hormigas.
Puedo sentir lo mío soberano
en la constelación de mi alegría
por haber engendrado la semilla
que germina en el tiento de mis labios.
Vencedor para siempre me consagro
a las hendijas que el amor define
en cada corazón que late libre
como el sol en el útero del árbol.
Toco la noche y logro que amanezca
porque sé de lo efímero y lo eterno
en cada cosa palpo su reverso
como ley invariable de la tierra.
Rompe la ola
con la furia instintiva
del viento indetenible,
como una marioneta sofocada
que ignora la razón,
la causa última de astros
y los ojos atónitos del hombre
que desiste del mar.
No logro adivinarle,
al estribillo insólito del agua
dibujado en la arena,
su secreto letal;
a pesar de las tablas
que regresan del náufrago
y el muro derribado.
Todo parece claudicar
-y el mar no se gobierna-
pero yo insisto en la pregunta
como el niño entusiasta
que añora los misterios.
No puedo renunciar
a vencer la evidencia de las cosas;
por eso el viento no me engaña
silbando en mi ventana
una versión de moda;
ni confío en el sol cuando amanece.
Todo es un acto involuntario
Que sólo Dios inicia.
5 dic. 2000
¡Qué compasivo el
susto
que de súbito ha puesto en mi esperanza
la vida en este punto
donde se encuentra mi alma
como el eco difuso
en medio de las aguas.
¿será que se detuvo
en el aire que copa, cotidiana,
como cruzando el muro
de ayer y de mañana,
la inmensidad del mundo
para que yo renazca?
Inhalaré hasta el nudo
que sujeta -dios salva-
la ternura en su fruto
como un niño que abraza,
si ella me da un murmullo
o si tan sólo exclama.
Han tendido lo juro-,
en la crucial distancia,
un puente a mi diluvio,
las horas como en luto,
intrépidas y mágicas
que hacia el pasado absurdo
echan una mirada
y me encuentran difunto
en una caminata
sin sentido ni rumbo.
Las horas destinadas
del sentimiento al surco,
como semilla de ala,
abonando el futuro
del corazón que aguarda.
22 de marzo de 2000
Distancia
Aquel lucero brilla en mi garganta
por obra y gracia de la fantasía:
el astro que le da su lejanía
al invisible bardo que le canta.
Tengo la suerte de la transparencia
ahora que me aferro al infinito
dejando atrás el ámbito marchito
del mundo que gravita en la experiencia.
Quiero encontrar mi alma en cada aroma
porque el perfume en sí no es lo que intento;
si Natura inventó la voz del viento,
si Dios puso a volar una paloma:
que no duplique el verso la escritura
de dios Natura sobre el pensamiento;
que nazca del poeta el nuevo invento
del espíritu humano en su ternura.
Bien lejos del colérico segundo
vaya el poema que le doy al día;
que no se frustre mi melancolía
versificando atisbos de este mundo.
Quiero ser otro hombre cuando muera
A la hora de morir quiero ser otro.
Quisiera que en el lomo de mi potro
cuando me vaya esté la primavera.
El hombre que viví tuvo flaquezas,
ignorancias, mentiras y temores;
quisiera cuando muera tener flores
llevadas por amigos y franquezas.
No me conformo con lavar la herida
ni justificaré mi mala suerte;
quisiera que al instante de mi muerte
un humano mejor haya en mi vida.