Querido Monseñor
José Siro González Bacallao, Obispo de Pinar del Río,
Ilustrísimo Monseñor Nicolás Thevenin, Secretario
de la Nunciatura Apostólica.
Introducción
Sean mis primeras palabras para agradecer antes que
nada a Monseñor José Siro González Bacallao,
cuyo liderazgo pastoral ha resultado providencial para su diócesis
y para Cuba, a su Equipo Diocesano y en particular al Director del
Centro de Formación Cívica y Religiosa y de la mejor
revista cubana independiente, Vitral, Sr. Dagoberto Valdés
Hernández, por su invitación a dictar la primera conferencia
del Encuentro Anual de Animadores, en el que se celebra el Décimo
Aniversario del mencionado Centro. El prestigio nacional e internacional
de la obra del Centro hace que la invitación sea un reto que
honra. Se los agradezco de todo corazón. Sólo me preocupa
estar a la altura de la responsabilidad que dicho honor conlleva.
El tema planteado sobre la formación cívica y la participación
ciudadana en democracia suscita inmediatamente una pregunta subyacente:
¿qué entendemos por democracia? La respuesta a esta
pregunta es la clave del tema. En efecto, si consideramos la democracia
según el modelo llamado popular que prevaleció
especialmente en los países de Europa del Este y actualmente
ha quedado restringido a unos pocos países, la formación
cívica se concibe sobre la base de una sola ideología
política, tendiendo entonces a confundirse con la formación
política partidista. Es, por lo tanto, equivalente a un proceso
de adoctrinamiento. Además, en este caso la participacion ciudadana
se concibe bajo un liderazgo único, confundiéndose así
con una actividad de apoyo a las decisiones del liderazgo y de correa
de transmisión de las instancias superiores de poder hacia
la población. Equivale por ello a la llamada movilización
de masas.
Si, por lo contrario, consideramos a la democracia según el
modelo pluralista que ha prevalecido originalmente en el mundo occidental
y desde alli se ha extendido cada vez más a través del
mundo, la formación cívica se diferencia de la formación
política partidista y permite evaluar esta última, gracias
a un diálogo entre alternativas ideológicas. Constituye
así un proceso de formación. En este caso la participación
ciudadana responde a múltiples fuentes de iniciativa, guardando
un carácter critico, lo cual no quiere decir necesariamente
negativo, sino que resulta del propio discernimiento y del libre albedrío
de los ciudadanos y, por lo tanto, no los obliga a circunscribirse
a las perspectivas del poder establecido.
Regresemos por lo tanto a la pregunta clave:
.¿Que entendemos por democracia?
Etimológicamente el término significa en griego poder
del pueblo y designa una forma de ese gobierno o una particular
organización de ese poder público que toda sociedad
necesita para que la pluralidad de sus miembros, con su inevitable
y enriquecedora diversidad de situaciones humanas, condiciones socio-económicas,
enfoques espirituales y talantes morales, pueda tomar una decisión
unificada de acción en favor de lo que concibe como su bien
común. Sólo por extensión podemos hablar también
de la democracia como una forma de vida y entonces debemos tomar conciencia,
de que en este segundo sentido ha de aplicarse analógica y
no unívocamente.
Si la aplicáramos unívocamente, caeríamos en
el absurdo. Hablaríamos, por ejemplo, de democracia económica,
suponiendo que las decisiones de inversión, producción,
distribución y consumo, se podrían concebir sobre la
base del modelo político de una elección. O si habláramos
de democracia cultural, imaginaríamos que las decisiones intelectuales
o académicas de investigación, descubrimiento, formulación
y docencia se podrían concebir a la manera política.
O también si habláramos de democracia religiosa, pretenderíamos
que las decisiones de fe, de moral, y de ordenación religiosas
se podrían concebir a imagen y semejanza de las decisiones
políticas . Ya no estaríamos lidiando con democracia,
sino con democratismo, que consiste en la extensión
unívoca indebida de la democracia tal que se da en política
a otras dimensiones de la vida humana. Ello no impide, sin embargo,
que la democracia política reclame una convergencia entre el
espíritu de sus normas y el espíritu, no la letra, de
las normas propias de las otras variadas dimensiones de la vida humana.
Por otra parte, cuando hablamos de democracia no podemos sensatamente
entender cualquiera forma de poder del pueblo. Para el
mundo iberoamericano, que abarca a los países hispanohablantes
y lusohablantes de Europa y toda América Latina, incluyendo
a Cuba, pero no a los países anglohablantes y francohablantes,
el sentido de democracia en nuestro tiempo lo dejan claro las Cumbres
de jefes de Estado y de Gobiernos de Iberoamérica, bajo la
firma de todas sus máximas autoridades sin excepción
alguna . El Presidente Fidel Castro ha asistido a diez de doce Cumbres,
excusándose de la Cumbre XI de Lima del 2001 y de la Cumbre
XII de Bávaro (República Dominicana) del 2002.
Declaración
de Guadalajara
En la Declaración de la Cumbre I de Guadalajara
en 1991, bajo la Presidencia de Carlos Salinas de Gortari, se identificaron
las bases de la comunidad iberoamericana en los siguientes términos:
3 ... Nuestra comunidad se asienta en la democracia, el respeto
a los derechos humanos y en las libertades fundamentales. En este
marco, se reafirman los principios de soberanía y no-intervención
y se reconoce el derecho de cada pueblo a construir libremente en
la paz, estabilidad y justicia, su sistema político y sus instituciones.
Sobresale la importancia de que los valores de la democracia, los
derechos humanos y las libertades fundamentales sean mencionados primero
y que los principios de soberanía y de no-intervención,
y además que el derecho de cada pueblo a construir libremente
su sistema político, se reafirmen en este marco,
es decir dentro del marco de dichos valores. Ello nos trae a la memoria
la afirmación de Oswaldo Payá Sardiñas en su
elocuente discurso, que constituye un emocionante testimonio de vida
espiritual, al recibir este año del Parlamento Europeo el Premio
Sájarov 2002 a la Libertad de Conciencia: El Padre Félix
Varela nos enseñó que la independencia y la soberanía
nacional son inseparables del ejercicio de los derechos fundamentales.
1
En efecto, en sus Observaciones sobre La Constitución Política
de la Monarquía Española, obra publicada en 1821, el
Padre Varela rechaza la tesis de que la soberanía reside en
los Reyes que la habrían recibido de Dios, advirtiendo que
jamás se diga que un Dios justo y piadoso ha querido
privar a los hombres de los derechos que él mismo les dio por
naturaleza, y que erigiendo un tirano, los ha hecho esclavos.2
Para él la soberanía reside en la nación. Se
deriva de la igualdad de derechos y libertad de todos los hombres
por su naturaleza, a una parte de la cual renuncian voluntariamente
para poder constituir la autoridad que ha de darle la dirección
necesaria a la sociedad y ha de conservar a los ciudadanos en
sus mutuos derechos. 3 Pero esta soberanía y esta autoridad
son limitadas pues el hombre tiene derechos imprescriptibles
de que no puede privarlo la nación sin ser tan inicua como
el tirano más horrible. 4
No sería aventurado decir que sobre este punto Iberoamérica
como conjunto es discípula del Padre Varela.
Declaración
de Madrid
En la Declaración de la Cumbre II de Madrid en
1992, los jefes de Estado y Gobierno iberoamericanos, bajo la Presidencia
de Felipe González, fueron más precisos acerca de lo
que entienden por democracia. Al reafirmar su compromiso con la
democracia representativa y reiterar los principios antes expuestos,
afirman:
2.-
Nuestro propósito es una sociedad libre, abierta
y pluralista, con pleno ejercicio de las libertades individuales,
sin perseguidos ni excluidos y dirigida a la consecución del
progreso y de la justicia social.
3.- El diálogo y la negociación entre todos los poderes
y la colaboración de todos los sectores sociales, sin injerencias
externas, son la mejor forma de fortalecer los sistemas democráticos
y evitar involuciones que conducen al autoritarismo.
Desde esta perspectiva, expresamos nuestro rechazo a cualquier
forma o intento de alterar el orden institucional de la democracia
en los países iberoamericanos.
Este texto subraya la democracia representativa y el pluralismo como
características de una sociedad libre y abierta, en la que
se respeten plenamente los derechos individuales, de manera que se
evite toda persecución y que se trabaje por un progreso con
justicia social. Por lo demás, se expresa una preocupación
por posibles involuciones que conducen al autoritarismo
y por la necesidad de defender las instituciones democráticas
de soluciones de fuerza.
Declaración
de Viña del Mar
En las subsiguientes Declaraciones III, IV y V, de Panamá,
Cartagena y Bariloche (Argentina), se reafirmaron las anteriores concepciones
en el segundo o tercer párrafo de cada una. La Declaración
VI de Viña del Mar en 1996, bajo la Presidencia de Eduardo
Frei Ruíz-Tagle al tratar expresamente de la gobernabilidad
democrática, nos proporciona la concepción más
explícita de lo que significa la democracia para los iberoamericanos
hoy en día.
Comienzan los jefes de Estado y Gobierno precisando que la democracia
va de par con el pluralismo político. Continúan
destacando las demandas de más participación para realizar
los cambios de diversa índole a escala global que actualmente
se requieren, de manera que se puedan consolidar nuestras democracias
[se entiende representativas], haciéndolas más
eficientes, participativas y trasnparentes.
Con respecto a los componentes de la democracia, especifican:
en Iberoamérica existe la convicción de
que la independencia de poderes, su mutuo control, la adecuada representación
y participación de mayorías y minorías, las libertades
de expresión, asociación y reunión, el pleno
acceso a la información, las elecciones libres, periódicas
y transparentes de los gobernantes, constituyen elementos esenciales
de la democracia....
Consideramos de especial importancia el reconocimiento del papel respectivo
de la mayoría y de la minoría como un indicio de la
no aceptación del sistema de partido único. La gobernabilidad
democrática, concluyen, requiere una representación
y participación efectiva de la población, dando
pie a opiniones e iniciativas, frutos del pluralismo político,
al mismo tiempo que a transformaciones sociales, económicas
y culturales que disminuyan las desigualdades y la exclusión
social. Para ello al Estado le compete una importante e intransferible
función..
También enumeran los retos que enfrentan nuestras democracias:
Asimismo, nuestras democracias deben hacer frente a los retos
que suponen la superación de la pobreza, el mejoramiento de
la seguridad pública y de la administración de la justicia,
así como el combate contra la corrupción, el terrorismo,
las drogas ilícitas y sus problemas conexos, el lavado de dinero
y otras formas de delincuencia organizada internacional.
Con una amplitud y con un realismo nunca antes alcanzado por Declaraciones
de las supremas autoridades de todos nuestros países, se inventariaron
las condiciones políticas actuales de la gobernabilidad democrática
en Iberoamérica, de las que retengo sólo algunos elementos:
1 ... Ello implica reconocer la contribución de las mayorías
y de las minorías al perfeccionamiento de nuestros modelos
democráticos.
2. ... una política basada en la cooperación...,
en el respeto a los derechos al debate público.
3. ... La noción de que ningún ciudadano puede
verse afectado en sus derechos fundamentales en nombre de una visión
dogmática acerca de la sociedad, del Estado o de la economía...
4. Instituciones como los Defensores del Pueblo y los Procuradores
de Derechos Humanos para una defensa más eficaz de los
derechos humanos y de las garantías fundamentales,»
5. Dada la raíz ética de la actividad política,
fortaleceremos, desde la más temprana escolaridad, los
programas de formación ciudadana y de educación para
la democracia y la participación.
6. Por la responsabilidad de estas agrupaciones y partidos [políticos]
en la mediación, en la representatividad nacional y en la selección
de los liderazgos, es necesario que las agrupaciones y los partidos
refuercen la definición de sus programas, modernicen sus organizaciones,
establezcan modalidades transparentes de financiamiento ...
7. ...una más moderna institucionalidad de sus organismos
[electorales], que [permita] la realización de procesos transparentes
con pleno respeto a los requisitos esenciales del derecho electoral.
Por otra parte, ..una representación más democrática
de la población y una mayor relación entre los electores
y los elegidos.
8. ...la celebración periódica de elecciones libres
y competitivas, así como mediante el recurso frecuente, en
algunos países, a referéndum y consultas directas a
la población, junto con el mejoramiento de su cometido,
[las autoridades] deben dar cuenta pública y periódica
de su gestión. .
Pareciera innecesario, aunque no lo es, señalar que un proceso
de elección implica por definición misma,
poder escoger entre alternativas de candidatos y propuestas programáticas
diferentes, pues una elección en la cual no se escoja no es
una elección competitiva y niega el pluralismo
fundamental que la hace necesaria.
9.... la probidad, la responsabilidad y la transparencia se
afirman. ...estimular estos comportamientos y prevenir la corrupción
.
10 ...numerosas reformas en las diferentes instituciones políticas
y en la administración y descentralización del Estado,...
se sustentan en el consenso existente acerca de la supremacía
y del fortalecimiento del poder civil como elemento base de la democracia.
Estas reformas abarcan los tres Poderes del Estado: las estructuras
de apoyo al titular del Poder Ejecutivo en diversos campos. Con respecto
a los Parlamentos se hace necesario reevaluar sus funciones, así
como su capacidad de intercomunicación con los ciudadanos;
... numerosos cambios en la administración de justicia tendientes
a ampliar la cobertura y la facilidad de acceso, a actualizar y agilizar
sus procedimientos, a proteger los derechos de sectores vulnerables
de la sociedad y renovar la valoración de su papel social y
económico.
También la reforma de la Administración Publica, promoviendo
su actualización tecnológica, redefiniendo las fronteras
entre lo público y lo privado, estableciendo marcos regulatorios
transparentes, mejorando su calidad y eficiencia, y contribuyendo
a la descentralización para consolidar una democracia
participativa.
Declaración
de Isla Margarita
La Declaración VII de Isla Margarita (Venezuela)
en 1997, bajo la Presidencia de Rafael Caldera, concentró sobre
la democracia desde el punto de vista de sus valores éticos.
De ello resulta el compromiso de promover la revalorización
de la política, tanto estimulando la participación política
y social y fortaleciendo, desde la más temprana edad
escolar los programas de formación ciudadana y de educación
para la democracia y la participación, propiciando la capacitación
de dirigentes políticos, a fin de que se mantenga y crezca
un interés generalizado por el perfeccionamiento del régimen
democrático, y de los órganos y estructuras que lo conforman.
Como era de esperar, la democracia según el modelo del pluralismo
político impulsa, por una parte, la formación
ciudadana, que capacita para la participación en la sociedad
civil, y por la otra la educación para la democracia,
es decir la formación política según las dinámicas
contrapuestas de la mayoría y de la minoría, que capacita
para la participación en el gobierno o en la oposición.
Pero la democracia no sólo califica la forma de la política,
sino también la forma misma de la vida, por la tolerancia,
la capacidad de valorar y aceptar el pluralismo; el derecho a la libre
expresión y al debate público; el respeto, la promoción
y la protección de los derechos humanos, la aplicación
de las reglas de la convivencia civilizada establecidas por la ley;
la validez del diálogo en la solución de los conflictos;
la transparencia y la responsabilidad de la gestión pública,
que han de promoverse gracias a la formación cívica
e incentivando para la participación activa en la consecución
de tales valores y principios.
Los jefes de Estado y de Gobierno reiteran:
el compromiso de nuestra comunidad con la ética y los
valores ...que hacen posible la promoción, el respeto y la
garantía de los derechos humanos, razón de ser y contenido
de dicha forma de gobierno [la democracia], estableciendo así
el vínculo más esencial entre democracia y derechos
humanos. Reconocen la necesidad de una cooperación internacional,
no-confrontacional, para que los países alcancen el pleno respeto
a tales derechos, que a su juicio son universales, indivisibles
e interdependientes.
Estos valores se plasman como derechos, deberes y garantías
en nuestras leyes, constituciones y tratados internacionales, de alcance
universal o regional, que son obligantes para las personas, las organizaciones
y los mismos Estados, los cuales quedan sujetos a un cumplimiento
cada vez más pleno de los derechos humanos, civiles, culturales,
económicos, políticos y sociales, incluyendo el derecho
al desarrollo y eventualmente el derecho a la paz. En ello han de
prestarse especial atención a los sectores más vulnerables,
particularmente a los indígenas, sectores que reclaman justicia
social en el plano nacional, tal que se exige también en las
relaciones entre los pueblos.
Declaración
de Oporto
La Declaración de Oporto (Portugal), correspondiente
a la Cumbre VIII del año de 1998, concentra la atención
sobre la globalización y la integración regional. En
su artículo 2 repite la fórmula sobre la democracia
como principio básico de la comunidad iberoamericana tal que
se expresó en el artículo 3 de la Declaración
de Guadalajara y el artículo 2 de la Declaración de
Madrid. Pero deja pasar la oportunidad de considerar los retos que
le plantean a la democracia pluralista los cambios socioeconómicos
y culturales de la globalización y los procesos de integración
regional, tales por ejemplo el debilitamiento del Estado nacional,
contexto normal de la democracia, y la necesidad de democratizar las
instancias internacionales decisivas, etc.
La
Cumbres de la Habana, de Panamá, de Lima y de Bávaro
La Cumbre IX de 1999 se celebró en La Habana,
bajo la Presidencia de Fidel Castro Ruz. Prosiguió con la atención
a la globalización iniciada en la Cumbre previa de Oporto,
pero la consideró bajo el aspecto de la actual situación
financiera internacional en una economía globalizada, sus implicaciones
sobre el crecimiento y el desarrollo de Iberoamérica, y las
medidas para identificar y poner en práctica estrategias que
fortalezcan el sistema financiero internacional, para que responda
real y efectivamente al funcionamiento estable de la economía
mundial incluyendo especialmente las necesidades de los países
en desarrollo.
Si algunos círculos esperaban que dicha Declaración,
porque se firmaba en La Habana bajo la presidencia del Presidente
de Cuba, contendría alguna consideración que favoreciera
la democracia popular de inspiración marxista-leninista,
que aún persiste en importante medida en el Estado cubano5
, debió sentirse defraudado. En efecto, al inicio de la Declaración,
en la fórmula ya consagrada, se repitió el firme
compromiso de cada uno de los gobiernos de fortalecer y hacer efectivo
el funcionamiento de las instituciones democráticas, el pluralismo
político, el Estado de Derecho y el respeto de los derechos
humanos y libertades fundamentales, incluido el derecho al desarrollo.
Y en el párrafo siguiente se reiteró la segunda parte
de la fórmula, reafirmando los principios de soberanía,
de la no intervención, de la autodeterminación de los
pueblos, de la solución pacífica de controversias y
del no uso o amenaza del uso de la fuerza y el derecho de cada pueblo
de construir libremente, en paz, estabilidad y justicia su sistema
político. Sólo añade este colofón:
Reafirmamos igualmente nuestra voluntad de contribuir a alcanzar
un sistema justo y participativo de relaciones internacionales, de
acuerdo con los principios de convivencia internacional consagrados
en la Carta de las Naciones Unidas, con la Declaración Universal
de los Derechos Humanos y otros instrumentos internacionales.
Lo que caracteriza la Declaración de La Habana no es una concepción
de la democracia alejada del modelo pluralista occidental. Aún
cuando reconoce las oportunidades que este proceso [la globalización]
ofrece para alcanzar el desarrollo y bienestar de nuestros pueblos,
el énfasis lo pone en los grandes desafíos que dicho
proceso plantea para avanzar en la reducción de las desigualdades
económicas y sociales. Por ello, retomando el tema de
la justicia social que se trató en la Declaración de
Margarita, la de La Habana considera que la actuación
de nuestros Gobiernos tiene como objetivo básico la búsqueda
de la justicia social, la elevación de los niveles de bienestar
de las sociedades, el fortalecimiento de políticas de apoyo
y de redes de seguridad social con el fin de proteger a los sectores
más pobres y vulnerables y la ampliación de la cooperación
internacional en condiciones de equidad como vía para apoyar
a los países y regiones menos desarrollados de Iberoamérica.
La justicia social predomina en esta Declaración, pero no se
acompaña de un modelo de democracia popular.
La Declaración de Panamá, formulada en el año
2000, bajo la Presidencia de Mireya Moscoso, concentró su atención
en la niñez y la adolescencia, y por ello con respecto a la
democracia sólo reiteró los compromisos axiológicos
que se han repetido con ligeras variantes en cada una de las Cumbres,
pero no añadió nada nuevo.
A diferencia de las Declaraciones previas, la Declaración XI
de Lima, bajo la Presidencia de Alejandro Toledo, y XII de Bávaro
(República Dominicana), bajo la Presidencia de Hipólito
Mejía no se concentran tanto en un tema específico cada
una, sino más bien ambas abarcan consideraciones sobre múltiples
temas sectoriales y hasta puntuales. Sin embargo las dos Declaraciones
contienen la reafirmación de la democracia, por una lado, y
de la no-intervención, por el otro, en términos cónsonos
con los de las fórmulas anteriores.
En la Declaración de Lima, bajo la Presidencia de Fernando
Toledo sin duda en la medida del resurgimiento relativo de tendencias
militaristas que representan un peligro para las democracias, se advierte:
3. Constatamos al inicio de un nuevo siglo el predominio y la
consolidación de la democracia en Iberoamérica. En consecuencia,
reafirmamos nuestro compromiso con su fortalecimiento, el de sus instituciones,
el respeto al Estado de Derecho, el pluralismo político, el
respeto de todos los derechos humanos y libertades fundamentales,
así como la subordinación de las fuerzas armadas al
poder civil legítimamente constituido, en el marco constitucional
de nuestros Estados.
Además, se destaca la iniciativa del nuevo Presidente de Perú
para promover la disminución de los gastos de defensa
y canalizar mayores recursos en la lucha contra la pobreza.
Y se añaden consideraciones sobre asuntos militares o afines
con una misma perspectiva crítica.
En la medida en que la corrupción ha sido la otra gran fuente
de la inestabilidad de varias democracias iberoamericanas, expresan:
4. La estabilidad y transparencia de la democracia, tanto en
sus aspectos constitutivos como en su funcionamiento, constituyen
un imperativo.
Por otra parte, consideran que el respeto a los principios democráticos
es el punto de referencia de la vinculación iberoamericana
y la base para la cooperación política entre nuestros
países. Si buscamos perfeccionar nuestras democracias, dicen,
es para garantizar la plena vigencia de los derechos humanos, de acuerdo
con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los demás
acuerdos internacionales y regionales. Las Cumbres Iberoamericanas
se atienen a las normas de las Naciones Unidas en materia de derechos
humanos. Tácitamente aceptan las normas de las Naciones Unidas
con respecto al comportamiento de sus respectivos países en
materia de los derechos humanos.
Vale la pena destacar, además, la importancia que se le reconoce
a la dimensión cultural. Es necesario apoyar acciones que consoliden
una cultura democrática y el Estado de Derecho e igualmente
que aseguren la transparencia y eficacia en la acción gubernamental
. Junto con ello, se reconoce el derecho de cada pueblo a su
identidad cultural.
|
De izquierda
a derecha: Mons. José Siro Gonzálea, Ricardo Arias
y
Dagoberto Valdés, durante la Conferencia.
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Resultado
de las doce Cumbres
Al término de doce Cumbres, los jefes de Estado
y de Gobierno de los países hispanohablantes y lusohablantes
de Europa y América Latina han dado inicio a la Comunidad Iberoamericana
en el escenario internacional. Posiblemente su más grande servicio
haya sido el hacer explícito lo que los iberoamericanos entendemos
por democracia, sus requerimientos fundamentales, su necesidad de
formación y de participación tanto cívicas como
políticas, y sus principales desafíos actuales. Además
las Cumbres han logrado el establecimiento de una práctica
de diálogo y cooperación en la identificación,
la consolidación y el perfeccionamiento de la democracia pluralista
en la que se dice creer y la que se dice querer consolidar y perfeccionar.
Pero, sin duda, los Jefes de Estado y de Gobierno se han sentido insatisfechos
con los logros en comparación con los desafíos. Y deben
estar conscientes de las diversas crisis que se han venido dando en
nuestras democracias, como también de la falta de credibilidad
relativa de sus propias Declaraciones habida cuenta de las realidades
que continúan viviendo nuestros pueblos. Por eso en la Cumbre
XII de Bávaro (República Dominicana) decidieron encomendarle
al Presidente del Brasil, Fernando Henrique Cardoso, una vez terminado
su mandato el 1 de enero de este año, que encabece un equipo
de trabajo el cual ha de presentar a la Cumbre del 2003 en Bolivia
las medidas de un proceso hacia una mayor cohesión interna
de la Comunidad Iberoamericana y hacia su mayor presencia como conjunto
en el ámbito internacional. Implícitamente ello conlleva
el reconocimiento una carencia de efectividad colectiva de las democracias
iberoamericanas y un deseo de superarla.
Esta concepción de la democracia pluralista que las Cumbres
Iberoamericanas manifiestan responde en última instancia, como
lo expresa la Declaración XII a:
nuestra convicción de que la identidad iberoamericana
está fundada en una concepción humanista, integral y
liberadora del hombre y de la sociedad como artífices de su
destino, que no puede disociarse de su carácter multiracial,
pluriétnico, multicultural y multilingüístico.
Es por ello que asumimos el compromiso de preservar y difundir la
identidad y la cultura de nuestros pueblos como uno de los ejes básicos
de nuestra cooperación y de nuestras democracias. Reconocemos,
por ello, la inmensa contribución de los pueblos indígenas
y de origen africano al desarrollo y la diversidad que caracteriza
a nuestras sociedades por lo que reiteramos nuestro compromiso con
el pleno disfrute de sus derechos civiles, políticos, económicos,
sociales y culturales, así como la obligación de los
Estados de respetar el ejercicio de sus derechos colectivos libres
de cualquier forma de discriminación.
El pluralismo se encuentra así a la raíz
de nuestra identidad iberoamericana y por ende de nuestras democracias.
Tal es el mensaje esencial de todos los jefes de Estado y de Gobierno
de todos los países de Iberoamérica desde la primera
Cumbre en 1991.
La
visión de Martí
Este mensaje esencial, de que el pluralismo se encuentra
a la raíz de nuestra identidad y como consecuencia la democracia
que nos corresponde es la pluralista, se compagina cabalmente con
el pensamiento y la acción de Martí.
Precisamente porque reconocía este pluralismo insoslayable,
Martí insiste en que la independencia de la Patria por la que
vive y muere es fruto del acuerdo de todos sus variados y hasta contrapuestos
componentes, como lo representó metafóricamente en el
Discurso de Hardman Hall del 17 de febrero de 1892:
Yo siento en mi corazón, decía en
junta solemne un comerciante que de los frutos de su comercio le pone
escuelas a la patria, y en las batallas de la vida conserva el fuego
de la adolescencia heroica, yo siento que en este programa que
firmamos está la independencia de mi país. Y el
pobre y el rico, y el cubano de padres africanos y el cubano de padres
europeos, y el militar y diputado de la guerra y el periodista incansable
de la emigración, y el que no cree bien las sociedades como
están y cree que de otro modo estarían mejor, como a
honra pedían poner la firma al programa de unión de
los cubanos, de los cubanos de afuera y de adentro, de los cubanos
de ayer y de mañana, de los cubanos que yerran o maltratan
de buena fe y los que sufren injustamente de sus errores: y proclamo
que no asistí jamás, en una vida ya larga de labores
difíciles, a reunión de hombres reales y de propio pensar,
de hombres probados y de voluntad poco llevadiza, que moviera mi alma
a la reverencia y ternura a que la movió aquella junta de cubanos.
Y puesto que la Patria se independiza con el concurso de la pluralidad
de sus hijos,
la patria es de todos, dicha de todos y dolor da todos, y cielo
para todos, y no feudo ni capellanía de nadie. Dicha
convicción nace de una pasión que Martí confiesa,
cuando afirma: Yo amo con pasión la dignidad humana,
es decir la de cada hombre y cada mujer. Y por ser el amor a la dignidad
humana lo que sostiene su visión de una patria de todos, todos
han de ser libres en su patria, pues el cubano es capaz del
amor, que hace perdurable la libertad.
Esta visión martiana de la patria cuadraría con una
democracia como expresión política tal que la conciben
las Declaraciones de las Cumbres Iberoamericanas. Dicha democracia:
-1- eligiría sus autoridades en elecciones periódicas,
competitivas y transparentes;
-2- sería representativa y al mismo tiempo participativa, vía
referendos y diversos tipos de consultas, y estaría dotada
de mecanismos electorales confiables y respetuosos del derecho electoral;
-3- abarcaría la dinámica de la mayoría y de
la minoría, en otras palabras del oficialismo y de la oposición;
-4- estaría abierta a la cooperación y no sólo
a la confrontación, gracias al diálogo y la negociación,
entre todos los sectores sociales y políticos, y evitaría
soluciones de fuerza;
-5- respetaría las libertades fundamentales, tanto individuales
como sociales, y los derechos humanos, tales la libertad de expresión,
asociación y reunión, junto con el pleno acceso a la
información;
-6- no tendría perseguidos ni excluidos por dogmatismo político
o social;
-7- contaría con Órganos del Estado independientes que
se controlen mutuamente y con una institución ocupada específicamente
de la defensa de los derechos humanos, manteniendo la subordinación
de los militares a la autoridad civil;
-8- contaría también con partidos políticos modernos
en su programa, su organización y su financiamiento;
-9- haría valer normas de probidad y transparencia que contrarresten
la corrupción;
-10- se esforzaría porque se logre el progreso de la sociedad
con justicia social;
-11- proporcionaría a los ciudadanos desde temprano, programas
de formación cívica y política y oportunidades
de participación ciudadana;
-12- constituiría no sólo una forma de gobierno, sino
además una forma de vida y una cultura en base a valores tales
como la libertad, paz, la tolerancia, la participación social
o ciudadana y la justicia social.
La patria que soñó Martí, me atrevo a decir,
reclama ser gobernada por una democracia pluralista.
Conclusión
A las Declaraciones de las Cumbres, a pesar de comprometer
políticamente a nuestros países sobre temas de enorme
gravedad, incluso con una orientación válida, no se
les ha prestado la debida atención. Pero no podemos rechazarlas
bajo el pretexto de que implicarían una alienante heteronomía,
cuando en realidad nos las hemos dado a nosotros mismos en un ejercicio
reiterado de autonomía comunitaria.
Dichas normas nos sirven, en consecuencia, para juzgarnos conjunta
y mutuamente en una especie a la vez de auto-corrección
y de corrección fraterna colectiva transnacional.
Rechazar las opiniones que emitan acerca de nuestra propia realidad
nacional sobre la base de estas Declaraciones, gobiernos, grupos o
personalidades de otros países de la comunidad iberoamericana,
que también son firmantes de las mismas Declaraciones, es restarle
autoridad y sinceridad al compromiso de nuestro país contraído
por nuestra más alta autoridad. Sólo podrían
hacerlo quienes rechazaran previamente la legitimidad de una autoridad
firmante.
El resultado de esta auto-corrección acompañada
de corrección fraterna no revela ningún
ejemplo de perfecta democracia. Todos tenemos por delante una ardua
tarea de democratización. Pero pueden darse casos donde hacen
falta componentes esenciales de la democracia pluralista y hay que
comenzar por introducirlos, casos donde estos existen pero en estado
muy rudimentario y frágil y hay que consolidarlos y casos donde
existen los componentes en condición evolucionada y consistente,
pero están todavía muy necesitados de perfeccionamiento.
He aquí el objetivo prioritario de la formación cívica
y del activismo ciudadano: hacer que exista, se consolide y se perfeccione
una democracia pluralista en toda Iberoamérica.
Sobre todo en los primeros casos, se plantean difíciles problemas,
puesto que las organizaciones nacionales cívicas y políticas
no existen en número suficiente ni funcionan con el margen
de iniciativa suficiente. Cualquier aporte de organizaciones de inspiración
religiosa a título de una posible suplencia debe ser particularmente
cuidadoso de no politizar a la Iglesia, vinculándola indebidamente
a opciones políticas concretas que los laicos han de tomar
bajo su propia responsabilidad e iniciativa. De todos modos la Iglesia
contribuye a esta labor de los laicos, sin dictarles específicos
cursos de acción, a través de su magisterio en materia
de su Doctrina Social y al instarlos a cumplir con su vocación
de laicos tal que hizo Su Santidad Juan Pablo II durante su viaje
a Cuba, cuando en el mensaje escrito que entregó a los jóvenes
cubanos les dijo:
Les quiero hablar de compromiso. El compromiso es la respuesta
valiente de quienes no quieren malgastar su vida sino que desean ser
protagonistas de la historia personal y social. Los invito a asumir
un compromiso concreto, aunque sea humilde y sencillo, pero que emprendido
con perseverancia, se convierta en una gran prueba de amor y en el
camino seguro para la propia santificación. Asuman un compromiso
responsable en el seno de sus familias, en la vida de sus comunidades,
en el entramado de la sociedad civil y también, a su tiempo,
en las estructuras de decisión de la nación
Pero ningún aporte de la Iglesia cubana por prudente que sea,
puede suplir el protagonismo primordial de los cubanos comunes y corrientes,
sobre todos de los que viven en la Isla, en formarse cívicamente
y en participar como ciudadanos por todos los medios legítimos
a su alcance, para darle a su patria la democracia pluralista que
se ha comprometido a darse a sí misma como nación iberoamericana,
con todos y para el bien de todos como enseñó
Martí.
Muchas Gracias
Referencias
1 .Discurso de aceptación del Premio Sájarov a
la libertad de espíritu, pronunciado por Oswaldo Payá
Sardiñas, el 17 de diciembre de 2002, en Estraburgo.
2 Citado por Juan P. Estevez de Félix Varela y Morales. Análisis
de sus ideas políticas, Ediciones Univesal Miami, Florida,
1992, p.41
3 .Ibid., p. 40.
4 . Ibid., p.42.
5 .Basta citar el artículo 5 de la Constitución de Cuba:
.- El Partido Comunista de Cuba, martiano y marxista- leninista,
vanguardia organizada de la nación cubana, es la fuerza dirigente
superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos
comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo
y el avance hacia la sociedad comunista.