Revista Vitral No. 53 * año IX* enero-febrero 2003


NARRATIVA

 

GRILLED SHRIMP PASTA

JOSÉ PRATS SARIOL

 

 

Las antiguas injusticias se iban reparando, las nuevas injusticias comenzaban a perpetrarse.
El libro de la risa y el olvido, Milán Kundera.

La entrada al Hops Restaurant-Bar-Brewery deslumbra su letrero de Welcome como la catarata de autos que se desplaza por la avenida de Pembroke Pine. Las luces apenas confunden a los clientes que se acercan durante la noche de viernes y van a recoger la tarjeta electrónica que les avisará la llegada de su turno. La portera regala una sonrisa impresa, de logotipo entre sus pómulos de pecas como confetis. Enseguida se la da al trío cuando lo ve aproximarse a la puerta, antes de repetirle el disco:
—We are here to please you. We want to attend to your every need, make your pace our pace, your style our style, and any special request an opportunity to please you.
David mira a su suegro con la incertidumbre de si el inglés del viajero cubano está apto para metabolizar el mensaje. Pero enseguida tiene la impresión de que ha comprendido la idea de la anfitriona, aunque algunas palabras se le quedaran colgadas del oído. Marta sonríe, sabe que su padre aparenta un inglés de Oxford, más exacto que el Webster’s Dictionary.
La pareja ignora que Fernando está en los entrantes a otra comida, en cómo arribar al tema que sabe inevitable, que rechinará en la sobremesa como un paquete de municiones que se desparramase sobre los platos y las sobras, los cubiertos y los vasos.
—¿Pasamos al bar? —pregunta Fernando.
—Deja que David vaya a ver. ¿Puedes ir al bar, bobito, please?
—Los yernos pueden ser... Está aprobando todos los exámenes. Te lo juro.
—¿En serio, papi? Si no te conociera...
Fernando sonríe por primera vez desde que se bajaron del Explorer de la Ford que la pareja compró días antes de que él arribara. Sabe que su hija pende como una araña de sus reacciones, que las sigue entre el aprobado o el suspenso. Comprende que no tiene una gota de derecho a desgarrar el cuadro. Pero la mira sin prosperidad, como cuando tenía tres o cuatro años, después del divorcio, cuando la cargaba de regreso al Sevillano, en una 13 donde no siempre le cedían el asiento. La toma por el antebrazo antes de responderle:
—Parece que David tiene a favor la madre irlandesa, el padre hijo de alemanes.. En Irlanda también predomina el catolicismo.
—Pero sin Yemayá.
—De seguro que tienen otra diosa de las aguas... A lo mejor la de ellos se llama Bloom, ¿quién sabe? ¿Y los alemanes con Odín y sus tribus?
—Por allí vuelve David.
—Quizás consiguió banquetas en el bar.
—¿Le has hablado mucho de Cuba?
—Claro, pero lo importante es que su español no sea de señorrita...
—Y que tu inglés no suene a mambo.
—El acento nunca se me va a quitar, además de que soy trigueña, además de que no me da la gana.
—Mis nietos no tendrán el enredo: perfecto inglés.
—Serán bilingües: ¿Quién mejor que tú para que aprendan el cubano?.
—Ilusiones, Marta. Chapurrearán el español, lo usarán en Nochebuena y en los cumpleaños. Reliquia familiar, tal vez cuando crezcan lo necesiten en su trabajo.
—Ahí viene David.
—Please. Asientos. Ir.
—Okey, let’s go.
Fernando piensa que la abigarrada decoración, entre taberna del Oeste y pullman neoyorquino, forma una curiosa síntesis del confort yanqui. Observa que el diseño distribuye los espacios con eficaz racionalidad. Es simultáneamente ceñido y holgado, familiar y protocolar. Nadie interfiere, ni en los pasillos que van hacia la cocina. Allí, tras los cristales, el corazón del Hops parece una máquina de Chaplin donde cocineros, pinches y camareros funcionan como tuercas. Todo tiene la misma calidad estándar de la cerveza que elaboran o parecen elaborar al fondo, detrás de una vidriera que deja ver los bidones de bronce y el juego de serpentines.
Sólo hallan dos banquetas, Marta ocupa la de la esquina y David insiste en que Fernando ocupe la otra. El barman de nariz ganchuda y timbre de soprano les pregunta enseguida qué van a tomar. David sugiere probar la cerveza Lightning Bold Gold o la más fuerte: Hammerhead Red. Se deciden por la última, de color ambarino. Ordenan también una ración de Ultimate Nacho para picar. Pronto llega el pedido:
—¡Salud!
—Por la llegada de mi papá.
—Porque ustedes sean felices.
—Fernando, ¿gustar?
—Deliciosa, debe de ser la tradición de los emigrantes alemanes. En Cuba también se fabricaba una cerveza así, oscura, pero me parece que tenía más alcohol, era más densa. ¡Peligrosa! No sé si ahora la hayan vuelto a sacar...
—En dólares, ¿no?
Fernando en lugar de contestarle a Marta prefiere mirar para el techo, encogerse de hombros. Responder es complicarse, derivar la conversación hacia los virus que apagarían la velada. Prueba la tortilla mexicana, sumergida en la salsa de chiles picosos, se da otro trago largo:
—La fabrican muy bien, con el amargor preciso. Tuviste una idea fenomenal, David, el lugar es acogedor y el servicio de una rapidez increíble para una cubano de Cuba.
—¿Haber cubanos no Cuba?
—Perdón, los más de un millón que han salido no se extrañan de que el servicio sea eficiente...
—¿Todos somos cubanos, no papi?
—Claro, chica, lo que no significa que estemos de acuerdo, porque entre otras razones sería muy aburrido.
—Sí, pero allá hay gentes que no consideran cubanos a los que abandonamos el país.
—Los trogloditas... Pero extremistas también hay aquí, y en Miami ni se diga. Tal vez los cubanos debamos acostumbrarnos, pero de verdad, a convivir con personas que no piensan igual que uno, a lo diferente, sean insiliados o exiliados...
—Yo estar acuerdo con tu papá. United States of America ser país exilio. Todas partes venir.
—David no entiende bien, ¿por qué mejor no hablamos de ustedes, de sus proyectos?
—¡Ay, papi, ahorita no vamos a poder conversar de nada! Bueno... Pensamos acercarnos al laboratorio. Rentar o vender nuestro apartamento del condominio y dar el down para una casa en Boca Ratón.
—Ganar una hora diaria, you know? Time....
—Y salud y menos riesgo en las autopistas y posibilidad de emplear esa hora en nadar, no sé, leer... ¿Han hecho alguna gestión?
—Hablamos con un dealer, quedó en avisarnos la semana que viene. Hay un nuevo reparto en Boca Ratón que nos encantó, aunque el precio del down es muy alto.
—Dar escoger more than treinta model vivienda.
—Como en Cuba, ¿verdad, papi?
—Deja que se descubra más petróleo, no sé, diamantes... Aunque el turismo va bien, las empresas mixtas...
—Deja que se acabe el monopolio estatal ...
—¿Tú crees?
—Habrá menos burocracia, comenzarán las inversiones de los de aquí, aumentarán las remesas familiares.
—Vivienda familiar, new. ¡Mucho contento!
El timbre del turno electrónico les avisa que pueden pasar a la zona del restaurante. David va a averiguar cuál es la mesa. Regresa al minuto, comen algo del Ultimate Nacho. Les toca en el lateral izquierdo. Fernando se toma el resto de su cerveza. Piensa que el artefacto Hops marcha con la precisión de un cronómetro suizo. Hasta el murmullo de las conversaciones, el fondo rock y los pedidos parecen parte del performance.
David en cuanto se acomodan reparte el menú. El trío lanza la vista hacia las mesas donde están comiendo, trata de identificar los platos contra los nombres, imaginarse el sabor por el aspecto. Fernando sabe que no puede agriar ni la cena ni el orgullo que su hija siente al invitarlo, titubea la decisión, la arrincona...
Pronto supone que la mulata camarera es dominicana, que debe llevar unos cuantos años en la emigración porque su inglés, al menos el de atender a la clientela, no es el común spanglish de Miami, de la sagüecera cubana entreverada con centroamericanos y caribeños. Sonríe, pero el trío se da cuenta enseguida que así se lo enseñaron, se lo exigen de campana a campana, hasta el último consumidor de la noche. Marta se decide por un Chicken Caesar Salad y David por un Jamaican Top Sirloin. Fernando lee las características del Grilled Shrimp Pasta: Large gulf shrimp, seasoned and grilled, then tossed with fresh linguine in a white wine garlic cream sauce. Topped with fresh grated Parmesan cheese. Served with toasted garlic bread. Y sin pensarlo más pide uno. Los tres ordenan la misma cerveza Lightning Bold Gold, más suave, ideal para la comida, y de aperitivo un Hops Stickers.
Oyen en la mesa contigua a una pareja de medios tiempos que discute a todo volumen —en melódico castellano guantanamero— el exceso de gastos que las tarjetas de crédito les han recordado con la calidad de un seco gaznatón o de la base norteamericana en la bahía de su pueblo. Ven un poco más allá, en la de al doblar, que un grupo de jóvenes ríe y pide otra ronda de Hammerhead Red. Ahora es música country la que se expande por el restaurante, la que mitiga las mordidas del hambre cuando la dominicana ya viene de regreso con las jarras espumeantes y la ración de los seis rollitos asiáticos:
—Hops Stickers ser chupar fingers.
—¿Cuál será la cocina yanqui?
—Hamburger y Hot-Dog, ¿no?Y los frijoles colorados con salsa medio dulzona... ¿El Hot-Cake con sirope de Maple? ¿Bacon, sandwich, grilled chicken, ham and egg?
—Yes, señor. Comer nuestro. Sabriosa, sabriosa.
—En realidad no tienen nada propio. Dicen que en el planeta sólo hay tres cocinas: la china, la mexicana y la francesa... Las demás son variaciones, y la de aquí más que ninguna, aunque tiene una rara capacidad para tergiversar las recetas con Catchup y mostaza, queso sintético derretido y guarnición de papas fritas hasta para unas papas rellenas.
—¡Ay, papi, eres tremendo!
—Por favor, no mal interpretes, hay platos deliciosos. La combinación de Coca Cola con hamburger es perfecta.
—¡Rica! Lunch preferida. I like trabajo every días Mc Donald’s. But Marta lunch llevar yoghourt and vegetables.
—El bobo este no respeta mi dieta. Ya le he dicho que los Mc Donald’s son para un fin de semana, un domingo... Imagínate, me pondría como una vaca lechera. Grasa por donde quiera, manteca y manteca. ¡No, mi amorcito, de eso nada! A nadie le conviene, sube el colesterol, acumula tejido adiposo. Después es más difícil bajar. Aquí se pasan la vida inventando planes dietéticos, pero es porque no se aguantan la boca. ¿Te has fijado en la cantidad de gordos que hay?
—Pero la mayoría son los de origen latino y los negros, parece que han pasado más hambre.
—Hambre. Llegar pronto Grilled Shrimp Pasta. Okey?
—Papi, aquí nadie pasa hambre, eso es por allá abajo.
—Sí, pero los emigrantes tienen menos cultura de frutas, y también, por cierto, menos dinero. También hay un hambre psicológica que se trae en la maleta, y hábitos... Como los gallegos que llegaban a Cuba, contentos de una garbanzada en pleno agosto, abarrotada de chorizos, morcillas, lacón...
—¿Y ahora la dan por la libreta de racionamiento?
—Ahora llega el pedido, ¡mira a la dominicana como se acerca con la bandeja!
—¡Dios mío! Sabriosa.
—Sabroso, David, s-a-b-r-o-s-o. Papi, no te de pena corregirlo, así mejora.
—Es que... Bueno, no estamos en un aula, la conversación se volvería de plomo.
La camarera coloca los platos sin que la sonrisa deje de brillarle en la boca, pregunta si todo está bien y se retira con la misma agilidad. Marta mira y huele su Chicken Caesar Salad, David su Jamaican Top Sirloin, Fernando su Grilled Shrimp Pasta. El trío intercambia la complicidad, revisa el instrumental quirúrgico y se lanza a la batalla con una decisión de huestes mongolas.
Comienzan los elogios del pollo, del bistec y de los espaguetis con camarones. Fernando exalta la textura de la salsa blanca, pero no se pregunta cómo lograr en la casa algo siquiera parecido, sus dudas se van al tema que lo viene obsesionando desde que se le dio el viaje: “¿Por qué los latigazos inmovilistas?” Saborea e identifica el queso Parmesano y el vino blanco de la salsa fabulosa, reflexiona: “La polarización favorece los carriles”. Se pregunta: “¿Cómo evitar los bandos, la existencia de insiliados y exiliados, la indefensión fatalista?”
Marta y David le sonríen con la recompensa de ver que los espaguetis van desapareciendo, pero Fernando, sin que su cara refleje el ciclón, sigue con la idea fija, razona: “Cada carril rueda contra el tiempo. El diálogo es ajeno a las vías férreas. Tienen un pensamiento paralelo. Para lelos, alelado”... Y ahora su sonrisa no tiene que ser fingida, pero puntualiza, mientras saborea lentamente uno de los camarones más grandes: “Los dos carriles tienen un tren que los hermana: una locomotora que necesita la crisis, ir de estación fanática en estación fanática, nunca llegar a la terminal, al presente”. Se da un largo trago de la Lightning Bold Gold mientras le arde una pregunta: “ ¿Se puede dirigir un país como si fuera una escuela primaria del siglo XVI?”
Toma de la canasta un pancito de ajo, prosigue: “Las creencias de uno y otro carril son bacterias afectivas, resentimientos. Adoran un espectro, tan siniestro como el supuesto fin de las discriminaciones. Las mayorías, siempre conservadoras y temerosas, confundidas por las dos élites voluntaristas, permiten la culminación de las desgracias que el país padece desde los capitanes generales españoles hasta los interventores y embajadores norteamericanos, desde los dictadores de la república mutilada hasta el trágico juego de hoy. El fracaso es tan formidable como esta salsa”.
Mastica, saborea, se aclara la garganta como si estuviera dando una conferencia: “Los dos enemigos no rebasan el pensamiento desiderativo, la intencionalidad subjetiva de Madame Bovary. De uno y otro lado hay una teleología llena de aforismos ahistóricos, sentencias inefables, culebrones sentimentaloides y consignas populistas”. Se limpia la boca con la servilleta porque el camarón que acababa de enganchar con el tenedor era tan grande que se le salía la cola por los bordes cuando lo llevó a los labios.
—¡Son de talla SL! —les comenta satisfecho, como si ellos los hubieran pescado.
—¡Ah, bueno! —exclama Marta. ¿No me vas a regalar uno?
—Claro, para que los dos bioquímicos lo analicen en su laboratorio de Boca Ratón.
Pero Fernando vuelve al punto, se añade bajo la toga académica, como si el Hops Restaurant-Bar-Brewery fuese un simposio: “A veces hasta los menos apasionados, por un curioso mecanismo psicológico de autojustificación que les pasa inadvertido, tienden a distorsionar hechos históricos o fenómenos tan evidentes como la transnacionalización de las inversiones, la globalización electrónica, el auge del eclecticismo crítico en el pensamiento actual...El error es plausible: la meta los hipoteca, los enceguece. Están estupefactos, nadan en la estupidez y así no puede pensarse”.
Apenas se da cuenta, bocado tras bocado, que entre más Grilled Shrimp Pasta come, más académico se vuelve su análisis. No puede evitar otra parrafada: “Dos abstracciones me vician la opinión. La más importante es de orden ético. Supongo una honradez que está muy lejos de existir, sobre todo en algunos de los grupúsculos que manejan las locomotoras. Las máscaras, sea por cobardía o por oportunismo, se suceden como en la tragedia griega. La soberbia de creerse dueño de la verdad, y la consecuente represión de brujos y brujas, es tan desvergonzada como si nos fuéramos sin pagar del restaurante o humilláramos a la dominicana... Cometo también una insolencia: no puede compararse un carril que tiene el poder con otro que lo ha perdido... La amenaza de un baño de sangre, el peligro neocolonial o la ferocidad de estar recibiendo ahora mismo las bondades y gracias del comunismo a la soviética combinadas con las del capitalismo periférico, no son camarones. Tampoco las vicisitudes de los sin casa y de los con casa cayéndose, los inventos mágicos para comer, las pesadillas del transporte intransportable, la sensación de no tener acceso a las decisiones verdaderamente importantes para el país”...
Y se dice: “Un tercer carril es previsible cuando desaparezcan, quiera Dios que pacíficamente, los fanáticos de hoy. Será una tecnocracia enceguecida ante la electrónica y la globalización, ante un nuevo sentido del progreso que esconderá la trivialización de la cultura y de la educación, la depredación ecológica, el funcionalismo descerebrado. Va a tener una cabeza menos visible, por ello será más peligrosa. Insistirá en convertir al hombre en masa, vaciar la vida de opciones, crear necesidades falsas, impedir el pensamiento crítico que se oponga a la resignación computarizada. Ello también impele a liquidar los carriles arterioscleróticos. Mientras más nos demoremos, más indefensos estaremos ante el tercer carril”.
Fernando detiene la vista en la cestica del pan, se comenta: “Debajo de las tres aberraciones está Cuba. Pero ni el primer carril tiene vocación tanática, ni el segundo coraje, ni el tercero maduración. La ratonera no es perfecta, muchos comienzan a titubear: los jóvenes y los cristianos, y en especial los negros, las mujeres, los homosexuales, la gente de provincia”. Bebe otro trago, agrega: “Casi nadie quiere convertirse en estatua de sal o que le sigan con la cantaleta de que una revolución puede ser permanente. Hasta los carceleros están presos”...
Decide cambiar para preguntas, pero también se le enredan en el tenedor mientras trata de apresar los espaguetis: “¿Seremos capaces de liberar los frenos? ¿Podremos pensar sin líneas férreas? ¿Qué nos impide comprar esponjas? ¿Cómo eliminar la desgana? ¿No hemos tenido desde finales del siglo XVIII quienes han sabido rasguñar la piedra, soñar con la unión entre emancipación y bienestar? ¿No es cierto que el planeta es distinto, que los problemas del 2000 son otros, que las utopías terminaron en el mar?
David interrumpe de pronto las enredadas cavilaciones de su suegro. Se percibe cuánto esfuerzo ha pasado para hilvanar la frase:
—I’m sorry, you parecer otra parte.
—El es así, se va de onda a cada rato... ¿Verdad, papi?
—Estoy disfrutando tanto esta salsa con los espaguetis, los camarones, que les parezco ido, pero nada de eso, aquí mismo... Ustedes dos dan la misma impresión con su pollo y su bistec. ¡Disfruten! ¡Sabroso!
—¡Sabroooso!
—Ahora sí lo dijiste bien. Okey.
Cada uno vuelve a su plato y Fernando, casi sin quererlo, completa la idea que David le dejara trunca. Piensa que podrá escribir un artículo, se le van las vanidades de conferencista, pincha otro camarón, continúa: “¿Acaso la emigración es anexionista, apátrida? ¿Todos los de aquí ven con lástima a los de adentro, los menosprecian, los ayudan contra la pobreza para alimentar su autoestima? ¿Rencores, prepotencias, venganzas? ¿Cómo cerrar las grietas? ¿Goliat y David, el traspatio del Imperio? ¿Cómo resolver la paradoja de que nunca antes Cuba dependió tanto de los Estados Unidos?”
Fernando enchumba un pedacito del pan de ajo en la salsa que ha quedado en una esquina del plato, añade otras evidencias, se atropella entre monstruos: “Tememos los modelos neoliberales de desarrollo, los proyectos de cambios drásticos que conducirían a brutales desigualdades, la proliferación de corrupciones y capitales golondrinas, de politiqueros a la rusa y negociantes a la polaca. ¿Y las consecuencias que traería la transición, el proceso de reformas? ¿Y el inmovilismo de militares y funcionarios, de papagayos y ratas?”
Fernando se rasca el muslo, rasca la evidencia de que la mayoría de la población cubana de hoy apenas conoció o nació después del litigio. Se dice: “Lo conocen de oídas o leídas: nada más. Responden a otros valores, aspiran a una sociedad diferente. Contra la salud de tres nuevas generaciones poco podrán hacer los vejestorios. No hay objetos museables en política, mucho menos en economía. La desmemoria siempre ha sido contundente.”
Le alegra pensar que la mayoría de los cubanos nació después de 1959. Reflexiona: “No tienen por qué sufrir errores de sus padres, mucho menos de sus abuelos. Entre más se espere será peor. El apoliticismo es un signo de sobresaturación, también de conformismo. El espejismo de la emigración como paraíso y la obsesión por un consumismo vacío de espiritualidad nos atañe a todos, con independencia de donde estemos, de nuestras ideas. Tan sencillo. Tan alarmante.¿Sí o No?”
Al fin concluye: “Favorecer el debate es exigir honradez. Sueño evitar los ‘no vale la pena’, los ‘mañana será otro día’; los desalientos de ‘la culpa ajena’ y de la autolástima que archivan los egoísmos. Insilio y exilio, nuestra mayor aberración, merece un final feliz, de telenovela brasileña... ¡Ah! ¿Un final feliz?”
Sacude la cabeza como si tuviera ocupada ambas manos y una mosca le estuviese revoloteando alrededor de la nariz. Piensa que todo lo que ha razonado está bajo los efectos de los espaguetis con camarones, que si sus ideas fueran acompañadas de una fritura de harina con sal de seguro que no serían iguales... Cuando levanta la vista hacia su hija la ve dándole a probar una masita de pollo a David. El proyecto de artículo que ha elucubrado torpemente mientras comía el Grilled Shrimp Pasta comienza a esfumarse. Marta se da cuenta de que la está mirando y le invita a probar un pedacito de su Chicken Caesar Salad. Fernando acepta achinando los ojos y acaba de borrar las dispersas reflexiones. Toma un trago de cerveza para apreciar el nuevo sabor sin mezclas con el queso Parmesano. Cuando abre la boca ya no queda ni un resto de carriles.
—¡Qué bien!
—¿De verdad que te gustó?
—Muy agradable, le dan deseos a uno de venir al Hops todos los días, para ir probando cada uno de los platos.
—Y ahora vamos a pedir unos postres para rellenar y cerrar arriba. Hay uno...
—Desserts. I want The Brownie. It is a rich gooey chocolate brownie loaded with mixed nuts and lots of Hops tasty treats. Topped with real chocolate syrup and homemade whipped cream.
—Yo quiero lo mismo que David, pero también tienes la Apple Walnut Crunch, el Homemade Key Lime Pie o un Milk Shake...
—El pastel de limón debe estar rico, pero bueno, no será la única vez que vengamos, ¿no? Así que pide tres Brownie. ¡Ahí viene la dominicana!
—Three Brownies, please.
Mientras la camarera va en busca de los postres, Fernando, sin proponérselo, vuelve a la caricatura que acaba de dibujar. Chasquea la lengua en señal de molestia porque comprende que su análisis está lleno de huecos y precipicios, de argumentos que aún desconoce... Pero le alegran dos certezas: que sean los jóvenes los únicos capaces de solucionar los dilemas y que las reflexiones le hayan acabado de convencer de la decisión que dentro de unos minutos, tras el Brownie, va a comunicarle a su hija.
—¿Otra vez lejos, papi?
—¡Qué va, esperando ese chocolate!
—Verás.
—Probaré.
—No probar, tragggar. ¿Nuts?
—Nueces.
—Venir camarero.
—Camarera, David, es una mujer, hembra, femenina.
—Gracias Marta, pronto mejor mi español tu inglés.
Una balada rock que interpreta Tina Turner acompaña la ceremonia de los postres. El trío saborea con entusiasmo, pega las lenguas al paladar para degustar con mayor intensidad. Y ahora sí que Fernando se dispone a rechinar el tema sobre la mesa del Hops. Termina de comer, mira primero a David, después a su hija, dice:
—Marta, perdóname, quizás no sea el sitio adecuado, pero es bueno que lo sepas desde ahora: Voy a regresar. No es un deber, también es gusto, deseos... Odio la aberración que nos ha convertido en insiliados y exiliados, este absurdo sin pies ni cabeza, sin que nada pueda justificarlo. No sé si es lo más fácil o lo más difícil, no me interesa juzgar nada. Pero sé que mi sitio está allá, en tu casa. Lo siento, regreso a Cuba.
Cuando salen está lloviznando, a lo lejos la autopista de Pembroke Pine exhibe menos autos que cuando llegaron. El Hops Restaurant-Bar-Brewery va quedando atrás mientras avanzan hacia el Explorer verde oscuro de la Ford. Marta piensa cómo sacar a su padre del error. David en mejorar su español. Fernando nada, camina sin pensar en nada. La lluvia comienza a arreciar de momento, corren un poco, riéndose, llenos. El lumínico sigue destellando su invitación a entrar, los clarea contra el auto.

En La Habana y 2000

 

 

Revista Vitral No. 53 * año IX* enero-febrero 2003
José Prats Sariol
(La Habana, 1946)
Ha publicado: «Erótica» (cuentos) 1987, que es el último libro suyo publicado en Cuba, y «Mariel» (novela, una de las cinco finalistas en el Concurso Internacional Rómulo Gallegos) 1997. También varios libros: ensayo, crítica literaria y arte. Este año aparecerá en España su novela «Las penas de la joven Lila».