Revista Vitral No. 53 * año IX* enero-febrero 2003


ECOS

 

DEMOCRACIA: FORMACIÓN CÍVICA Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA

CONFERENCIA PRONUNCIADA EN LA SESIÓN ABIERTA
DEL DÉCIMO ENCUENTRO ANUAL DE ANIMADORES DEL CFCR


RICARDO ARIAS CALDERÓN

Ricardo Arias Calderón

 

 

Introdución

Declaración de Guadalajara

Declaración de Madrid

Declaración de Viña del Mar

Declaración de Isla Margarita

Declaración de Oporto

La Cumbres de la Habana, de Panamá, de Lima y de Bávaro

Resultado de las doce Cumbres

La visión de Martí

Conclusión

Referencias

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Querido Monseñor José Siro González Bacallao, Obispo de Pinar del Río, Ilustrísimo Monseñor Nicolás Thevenin, Secretario de la Nunciatura Apostólica.

Introducción

Sean mis primeras palabras para agradecer antes que nada a Monseñor José Siro González Bacallao, cuyo liderazgo pastoral ha resultado providencial para su diócesis y para Cuba, a su Equipo Diocesano y en particular al Director del Centro de Formación Cívica y Religiosa y de la mejor revista cubana independiente, Vitral, Sr. Dagoberto Valdés Hernández, por su invitación a dictar la primera conferencia del Encuentro Anual de Animadores, en el que se celebra el Décimo Aniversario del mencionado Centro. El prestigio nacional e internacional de la obra del Centro hace que la invitación sea un reto que honra. Se los agradezco de todo corazón. Sólo me preocupa estar a la altura de la responsabilidad que dicho honor conlleva.
El tema planteado sobre la formación cívica y la participación ciudadana en democracia suscita inmediatamente una pregunta subyacente: ¿qué entendemos por democracia? La respuesta a esta pregunta es la clave del tema. En efecto, si consideramos la democracia según el modelo llamado “popular” que prevaleció especialmente en los países de Europa del Este y actualmente ha quedado restringido a unos pocos países, la formación cívica se concibe sobre la base de una sola ideología política, tendiendo entonces a confundirse con la formación política partidista. Es, por lo tanto, equivalente a un proceso de adoctrinamiento. Además, en este caso la participacion ciudadana se concibe bajo un liderazgo único, confundiéndose así con una actividad de apoyo a las decisiones del liderazgo y de correa de transmisión de las instancias superiores de poder hacia la población. Equivale por ello a la llamada movilización de masas.
Si, por lo contrario, consideramos a la democracia según el modelo pluralista que ha prevalecido originalmente en el mundo occidental y desde alli se ha extendido cada vez más a través del mundo, la formación cívica se diferencia de la formación política partidista y permite evaluar esta última, gracias a un diálogo entre alternativas ideológicas. Constituye así un proceso de formación. En este caso la participación ciudadana responde a múltiples fuentes de iniciativa, guardando un carácter critico, lo cual no quiere decir necesariamente negativo, sino que resulta del propio discernimiento y del libre albedrío de los ciudadanos y, por lo tanto, no los obliga a circunscribirse a las perspectivas del poder establecido.
Regresemos por lo tanto a la pregunta clave:
.¿Que entendemos por democracia?
Etimológicamente el término significa en griego “poder del pueblo” y designa una forma de ese gobierno o una particular organización de ese poder público que toda sociedad necesita para que la pluralidad de sus miembros, con su inevitable y enriquecedora diversidad de situaciones humanas, condiciones socio-económicas, enfoques espirituales y talantes morales, pueda tomar una decisión unificada de acción en favor de lo que concibe como su bien común. Sólo por extensión podemos hablar también de la democracia como una forma de vida y entonces debemos tomar conciencia, de que en este segundo sentido ha de aplicarse analógica y no unívocamente.
Si la aplicáramos unívocamente, caeríamos en el absurdo. Hablaríamos, por ejemplo, de democracia económica, suponiendo que las decisiones de inversión, producción, distribución y consumo, se podrían concebir sobre la base del modelo político de una elección. O si habláramos de democracia cultural, imaginaríamos que las decisiones intelectuales o académicas de investigación, descubrimiento, formulación y docencia se podrían concebir a la manera política. O también si habláramos de democracia religiosa, pretenderíamos que las decisiones de fe, de moral, y de ordenación religiosas se podrían concebir a imagen y semejanza de las decisiones políticas . Ya no estaríamos lidiando con democracia, sino con “democratismo”, que consiste en la extensión unívoca indebida de la democracia tal que se da en política a otras dimensiones de la vida humana. Ello no impide, sin embargo, que la democracia política reclame una convergencia entre el espíritu de sus normas y el espíritu, no la letra, de las normas propias de las otras variadas dimensiones de la vida humana.
Por otra parte, cuando hablamos de democracia no podemos sensatamente entender cualquiera forma de “poder del pueblo”. Para el mundo iberoamericano, que abarca a los países hispanohablantes y lusohablantes de Europa y toda América Latina, incluyendo a Cuba, pero no a los países anglohablantes y francohablantes, el sentido de democracia en nuestro tiempo lo dejan claro las Cumbres de jefes de Estado y de Gobiernos de Iberoamérica, bajo la firma de todas sus máximas autoridades sin excepción alguna . El Presidente Fidel Castro ha asistido a diez de doce Cumbres, excusándose de la Cumbre XI de Lima del 2001 y de la Cumbre XII de Bávaro (República Dominicana) del 2002.

Declaración de Guadalajara

En la Declaración de la Cumbre I de Guadalajara en 1991, bajo la Presidencia de Carlos Salinas de Gortari, se identificaron las bases de la comunidad iberoamericana en los siguientes términos:
“3 ... Nuestra comunidad se asienta en la democracia, el respeto a los derechos humanos y en las libertades fundamentales. En este marco, se reafirman los principios de soberanía y no-intervención y se reconoce el derecho de cada pueblo a construir libremente en la paz, estabilidad y justicia, su sistema político y sus instituciones.”
Sobresale la importancia de que los valores de la democracia, los derechos humanos y las libertades fundamentales sean mencionados primero y que los principios de soberanía y de no-intervención, y además que el derecho de cada pueblo a construir libremente su sistema político, se reafirmen “en este marco”, es decir dentro del marco de dichos valores. Ello nos trae a la memoria la afirmación de Oswaldo Payá Sardiñas en su elocuente discurso, que constituye un emocionante testimonio de vida espiritual, al recibir este año del Parlamento Europeo el Premio Sájarov 2002 a la Libertad de Conciencia: “El Padre Félix Varela nos enseñó que la independencia y la soberanía nacional son inseparables del ejercicio de los derechos fundamentales.” 1
En efecto, en sus Observaciones sobre La Constitución Política de la Monarquía Española, obra publicada en 1821, el Padre Varela rechaza la tesis de que la soberanía reside en los Reyes que la habrían recibido de Dios, advirtiendo que “jamás se diga que un Dios justo y piadoso ha querido privar a los hombres de los derechos que él mismo les dio por naturaleza, y que erigiendo un tirano, los ha hecho esclavos”.2 Para él la soberanía reside en la nación. Se deriva de la igualdad de derechos y libertad de todos los hombres por su naturaleza, a una parte de la cual renuncian voluntariamente para poder constituir la autoridad que ha de darle la dirección necesaria a la sociedad y ha de conservar a los ciudadanos “en sus mutuos derechos”. 3 Pero esta soberanía y esta autoridad son limitadas “pues el hombre tiene derechos imprescriptibles de que no puede privarlo la nación sin ser tan inicua como el tirano más horrible. ”4
No sería aventurado decir que sobre este punto Iberoamérica como conjunto es discípula del Padre Varela.

Declaración de Madrid

En la Declaración de la Cumbre II de Madrid en 1992, los jefes de Estado y Gobierno iberoamericanos, bajo la Presidencia de Felipe González, fueron más precisos acerca de lo que entienden por democracia. Al reafirmar su compromiso con “la democracia representativa” y reiterar los principios antes expuestos, afirman:
“ 2.- …Nuestro propósito es una sociedad libre, abierta y pluralista, con pleno ejercicio de las libertades individuales, sin perseguidos ni excluidos y dirigida a la consecución del progreso y de la justicia social.
3.- El diálogo y la negociación entre todos los poderes y la colaboración de todos los sectores sociales, sin injerencias externas, son la mejor forma de fortalecer los sistemas democráticos y evitar involuciones que conducen al autoritarismo.”
Desde esta perspectiva, expresamos “nuestro rechazo a cualquier forma o intento de alterar el orden institucional de la democracia en los países iberoamericanos.”
Este texto subraya la democracia representativa y el pluralismo como características de una sociedad libre y abierta, en la que se respeten plenamente los derechos individuales, de manera que se evite toda persecución y que se trabaje por un progreso con justicia social. Por lo demás, se expresa una preocupación por posibles “involuciones que conducen al autoritarismo” y por la necesidad de defender las instituciones democráticas de “soluciones de fuerza”.

Declaración de Viña del Mar

En las subsiguientes Declaraciones III, IV y V, de Panamá, Cartagena y Bariloche (Argentina), se reafirmaron las anteriores concepciones en el segundo o tercer párrafo de cada una. La Declaración VI de Viña del Mar en 1996, bajo la Presidencia de Eduardo Frei Ruíz-Tagle al tratar expresamente de la gobernabilidad democrática, nos proporciona la concepción más explícita de lo que significa la democracia para los iberoamericanos hoy en día.
Comienzan los jefes de Estado y Gobierno precisando que la democracia va de par con “el pluralismo político”. Continúan destacando las demandas de más participación para realizar los cambios de diversa índole a escala global que actualmente se requieren, de manera que se puedan consolidar nuestras democracias [se entiende representativas], “ haciéndolas más eficientes, participativas y trasnparentes.”
Con respecto a los componentes de la democracia, especifican:
“…en Iberoamérica existe la convicción de que la independencia de poderes, su mutuo control, la adecuada representación y participación de mayorías y minorías, las libertades de expresión, asociación y reunión, el pleno acceso a la información, las elecciones libres, periódicas y transparentes de los gobernantes, constituyen elementos esenciales de la democracia....”
Consideramos de especial importancia el reconocimiento del papel respectivo de la mayoría y de la minoría como un indicio de la no aceptación del sistema de partido único. La gobernabilidad democrática, concluyen, requiere “una representación y participación efectiva de la población”, dando pie a opiniones e iniciativas, frutos del pluralismo político, al mismo tiempo que a “transformaciones sociales, económicas y culturales” que disminuyan las desigualdades y la exclusión social. Para ello al Estado le compete “una importante e intransferible función.”.
También enumeran los retos que enfrentan nuestras democracias:
“Asimismo, nuestras democracias deben hacer frente a los retos que suponen la superación de la pobreza, el mejoramiento de la seguridad pública y de la administración de la justicia, así como el combate contra la corrupción, el terrorismo, las drogas ilícitas y sus problemas conexos, el lavado de dinero y otras formas de delincuencia organizada internacional”.
Con una amplitud y con un realismo nunca antes alcanzado por Declaraciones de las supremas autoridades de todos nuestros países, se inventariaron las condiciones políticas actuales de la gobernabilidad democrática en Iberoamérica, de las que retengo sólo algunos elementos:
1 “... Ello implica reconocer la contribución de las mayorías y de las minorías al perfeccionamiento de nuestros modelos democráticos.”
2. “ ... una política basada en la cooperación..., en el respeto a “ los derechos al debate público.”
3. “... La noción de que ningún ciudadano puede verse afectado en sus derechos fundamentales en nombre de una visión dogmática acerca de la sociedad, del Estado o de la economía...”
4. Instituciones como los Defensores del Pueblo y los Procuradores de Derechos Humanos para “una defensa más eficaz de los derechos humanos y de las garantías fundamentales,»
5. Dada la raíz ética de la actividad política, “fortaleceremos, desde la más temprana escolaridad, los programas de formación ciudadana y de educación para la democracia y la participación.”
6. Por la responsabilidad de estas agrupaciones y partidos [políticos] en la mediación, en la representatividad nacional y en la selección de los liderazgos, “es necesario que las agrupaciones y los partidos refuercen la definición de sus programas, modernicen sus organizaciones, establezcan modalidades transparentes de financiamiento ...”
7. ”...una más moderna institucionalidad de sus organismos [electorales], que [permita] la realización de procesos transparentes con pleno respeto a los requisitos esenciales del derecho electoral. Por otra parte, ..una representación más democrática de la población y una mayor relación entre los electores y los elegidos.”
8. “...la celebración periódica de elecciones libres y competitivas, así como mediante el recurso frecuente, en algunos países, a referéndum y consultas directas a la población”, junto con el “mejoramiento de su cometido, [las autoridades] deben dar cuenta pública y periódica de su gestión. .”
Pareciera innecesario, aunque no lo es, señalar que un proceso de “elección” implica por definición misma, poder escoger entre alternativas de candidatos y propuestas programáticas diferentes, pues una elección en la cual no se escoja no es una elección “competitiva” y niega el pluralismo fundamental que la hace necesaria.
9.”... la probidad, la responsabilidad y la transparencia se afirman. ...estimular estos comportamientos y prevenir la corrupción” .
10 “...numerosas reformas en las diferentes instituciones políticas y en la administración y descentralización del Estado,... se sustentan en el consenso existente acerca de la supremacía y del fortalecimiento del poder civil como elemento base de la democracia.”
Estas reformas abarcan los tres Poderes del Estado: “las estructuras de apoyo al titular del Poder Ejecutivo en diversos campos. Con respecto a los Parlamentos se hace necesario reevaluar sus funciones, así como su capacidad de intercomunicación con los ciudadanos; ... numerosos cambios en la administración de justicia tendientes a ampliar la cobertura y la facilidad de acceso, a actualizar y agilizar sus procedimientos, a proteger los derechos de sectores vulnerables de la sociedad y renovar la valoración de su papel social y económico.
También la reforma de la Administración Publica, promoviendo su actualización tecnológica, redefiniendo las fronteras entre lo público y lo privado, estableciendo marcos regulatorios transparentes, mejorando su calidad y eficiencia, y contribuyendo a la descentralización “ para consolidar una democracia participativa.”

Declaración de Isla Margarita

La Declaración VII de Isla Margarita (Venezuela) en 1997, bajo la Presidencia de Rafael Caldera, concentró sobre la democracia desde el punto de vista de sus valores éticos. De ello resulta el compromiso de promover la revalorización de la política, tanto estimulando la participación política y social y “ fortaleciendo, desde la más temprana edad escolar los programas de formación ciudadana y de educación para la democracia y la participación, propiciando la capacitación de dirigentes políticos, a fin de que se mantenga y crezca un interés generalizado por el perfeccionamiento del régimen democrático, y de los órganos y estructuras que lo conforman”.
Como era de esperar, la democracia según el modelo del pluralismo político impulsa, por una parte, “la formación ciudadana”, que capacita para la participación en la sociedad civil, y por la otra “la educación para la democracia”, es decir la formación política según las dinámicas contrapuestas de la mayoría y de la minoría, que capacita para la participación en el gobierno o en la oposición.
Pero la democracia no sólo califica la forma de la política, sino también la forma misma de la vida, “por la tolerancia, la capacidad de valorar y aceptar el pluralismo; el derecho a la libre expresión y al debate público; el respeto, la promoción y la protección de los derechos humanos, la aplicación de las reglas de la convivencia civilizada establecidas por la ley; la validez del diálogo en la solución de los conflictos; la transparencia y la responsabilidad de la gestión pública”, que han de promoverse gracias a la formación cívica e incentivando para la participación activa en la consecución de tales valores y principios.
Los jefes de Estado y de Gobierno reiteran:
“el compromiso de nuestra comunidad con la ética y los valores ...que hacen posible la promoción, el respeto y la garantía de los derechos humanos, razón de ser y contenido de dicha forma de gobierno [la democracia], estableciendo así el vínculo más esencial entre democracia y derechos humanos. Reconocen la necesidad de una cooperación internacional, no-confrontacional, para que los países alcancen el pleno respeto a tales derechos, que a su juicio son “universales, indivisibles e interdependientes”.
Estos valores se plasman como derechos, deberes y garantías en nuestras leyes, constituciones y tratados internacionales, de alcance universal o regional, que son obligantes para las personas, las organizaciones y los mismos Estados, los cuales quedan sujetos a un cumplimiento cada vez más pleno de los derechos humanos, civiles, culturales, económicos, políticos y sociales, incluyendo el derecho al desarrollo y eventualmente el derecho a la paz. En ello han de prestarse especial atención a los sectores más vulnerables, particularmente a los indígenas, sectores que reclaman justicia social en el plano nacional, tal que se exige también en las relaciones entre los pueblos.

Declaración de Oporto

La Declaración de Oporto (Portugal), correspondiente a la Cumbre VIII del año de 1998, concentra la atención sobre la globalización y la integración regional. En su artículo 2 repite la fórmula sobre la democracia como principio básico de la comunidad iberoamericana tal que se expresó en el artículo 3 de la Declaración de Guadalajara y el artículo 2 de la Declaración de Madrid. Pero deja pasar la oportunidad de considerar los retos que le plantean a la democracia pluralista los cambios socioeconómicos y culturales de la globalización y los procesos de integración regional, tales por ejemplo el debilitamiento del Estado nacional, contexto normal de la democracia, y la necesidad de democratizar las instancias internacionales decisivas, etc.

La Cumbres de la Habana, de Panamá, de Lima y de Bávaro

La Cumbre IX de 1999 se celebró en La Habana, bajo la Presidencia de Fidel Castro Ruz. Prosiguió con la atención a la globalización iniciada en la Cumbre previa de Oporto, pero la consideró bajo el aspecto de “la actual situación financiera internacional en una economía globalizada, sus implicaciones sobre el crecimiento y el desarrollo de Iberoamérica, y las medidas para identificar y poner en práctica estrategias que fortalezcan el sistema financiero internacional, para que responda real y efectivamente al funcionamiento estable de la economía mundial incluyendo especialmente las necesidades de los países en desarrollo.”
Si algunos círculos esperaban que dicha Declaración, porque se firmaba en La Habana bajo la presidencia del Presidente de Cuba, contendría alguna consideración que favoreciera la democracia “popular” de inspiración marxista-leninista, que aún persiste en importante medida en el Estado cubano5 , debió sentirse defraudado. En efecto, al inicio de la Declaración, en la fórmula ya consagrada, se repitió “el firme compromiso de cada uno de los gobiernos de fortalecer y hacer efectivo el funcionamiento de las instituciones democráticas, el pluralismo político, el Estado de Derecho y el respeto de los derechos humanos y libertades fundamentales, incluido el derecho al desarrollo”. Y en el párrafo siguiente se reiteró la segunda parte de la fórmula, reafirmando los principios de soberanía, de la no intervención, de la autodeterminación de los pueblos, de la solución pacífica de controversias y del no uso o amenaza del uso de la fuerza y el derecho de cada pueblo de construir libremente, en paz, estabilidad y justicia su sistema político. Sólo añade este colofón:
“Reafirmamos igualmente nuestra voluntad de contribuir a alcanzar un sistema justo y participativo de relaciones internacionales, de acuerdo con los principios de convivencia internacional consagrados en la Carta de las Naciones Unidas, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y otros instrumentos internacionales.
Lo que caracteriza la Declaración de La Habana no es una concepción de la democracia alejada del modelo pluralista occidental. Aún cuando reconoce “las oportunidades que este proceso [la globalización] ofrece para alcanzar el desarrollo y bienestar de nuestros pueblos”, el énfasis lo pone en los grandes desafíos que dicho proceso plantea “para avanzar en la reducción de las desigualdades económicas y sociales”. Por ello, retomando el tema de la justicia social que se trató en la Declaración de Margarita, la de La Habana considera que “la actuación de nuestros Gobiernos tiene como objetivo básico la búsqueda de la justicia social, la elevación de los niveles de bienestar de las sociedades, el fortalecimiento de políticas de apoyo y de redes de seguridad social con el fin de proteger a los sectores más pobres y vulnerables y la ampliación de la cooperación internacional en condiciones de equidad como vía para apoyar a los países y regiones menos desarrollados de Iberoamérica.” La justicia social predomina en esta Declaración, pero no se acompaña de un modelo de democracia popular.
La Declaración de Panamá, formulada en el año 2000, bajo la Presidencia de Mireya Moscoso, concentró su atención en la niñez y la adolescencia, y por ello con respecto a la democracia sólo reiteró los compromisos axiológicos que se han repetido con ligeras variantes en cada una de las Cumbres, pero no añadió nada nuevo.
A diferencia de las Declaraciones previas, la Declaración XI de Lima, bajo la Presidencia de Alejandro Toledo, y XII de Bávaro (República Dominicana), bajo la Presidencia de Hipólito Mejía no se concentran tanto en un tema específico cada una, sino más bien ambas abarcan consideraciones sobre múltiples temas sectoriales y hasta puntuales. Sin embargo las dos Declaraciones contienen la reafirmación de la democracia, por una lado, y de la no-intervención, por el otro, en términos cónsonos con los de las fórmulas anteriores.
En la Declaración de Lima, bajo la Presidencia de Fernando Toledo sin duda en la medida del resurgimiento relativo de tendencias militaristas que representan un peligro para las democracias, se advierte:
“3. Constatamos al inicio de un nuevo siglo el predominio y la consolidación de la democracia en Iberoamérica. En consecuencia, reafirmamos nuestro compromiso con su fortalecimiento, el de sus instituciones, el respeto al Estado de Derecho, el pluralismo político, el respeto de todos los derechos humanos y libertades fundamentales, así como la subordinación de las fuerzas armadas al poder civil legítimamente constituido, en el marco constitucional de nuestros Estados.”
Además, se destaca la iniciativa del nuevo Presidente de Perú “para promover la disminución de los gastos de defensa y canalizar mayores recursos en la lucha contra la pobreza”. Y se añaden consideraciones sobre asuntos militares o afines con una misma perspectiva crítica.
En la medida en que la corrupción ha sido la otra gran fuente de la inestabilidad de varias democracias iberoamericanas, expresan:
“4. La estabilidad y transparencia de la democracia, tanto en sus aspectos constitutivos como en su funcionamiento, constituyen un imperativo.”
Por otra parte, consideran que el respeto a los principios democráticos es el punto de referencia de la vinculación iberoamericana y la base para la cooperación política entre nuestros países. Si buscamos perfeccionar nuestras democracias, dicen, es para garantizar la plena vigencia de los derechos humanos, de acuerdo con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los demás acuerdos internacionales y regionales. Las Cumbres Iberoamericanas se atienen a las normas de las Naciones Unidas en materia de derechos humanos. Tácitamente aceptan las normas de las Naciones Unidas con respecto al comportamiento de sus respectivos países en materia de los derechos humanos.
Vale la pena destacar, además, la importancia que se le reconoce a la dimensión cultural. Es necesario apoyar acciones que “consoliden una cultura democrática y el Estado de Derecho e igualmente que aseguren la transparencia y eficacia en la acción gubernamental ”. Junto con ello, se reconoce el derecho de cada pueblo a su identidad cultural.

De izquierda a derecha: Mons. José Siro Gonzálea, Ricardo Arias y
Dagoberto Valdés, durante la Conferencia.

 

Resultado de las doce Cumbres

Al término de doce Cumbres, los jefes de Estado y de Gobierno de los países hispanohablantes y lusohablantes de Europa y América Latina han dado inicio a la Comunidad Iberoamericana en el escenario internacional. Posiblemente su más grande servicio haya sido el hacer explícito lo que los iberoamericanos entendemos por democracia, sus requerimientos fundamentales, su necesidad de formación y de participación tanto cívicas como políticas, y sus principales desafíos actuales. Además las Cumbres han logrado el establecimiento de una práctica de diálogo y cooperación en la identificación, la consolidación y el perfeccionamiento de la democracia pluralista en la que se dice creer y la que se dice querer consolidar y perfeccionar.
Pero, sin duda, los Jefes de Estado y de Gobierno se han sentido insatisfechos con los logros en comparación con los desafíos. Y deben estar conscientes de las diversas crisis que se han venido dando en nuestras democracias, como también de la falta de credibilidad relativa de sus propias Declaraciones habida cuenta de las realidades que continúan viviendo nuestros pueblos. Por eso en la Cumbre XII de Bávaro (República Dominicana) decidieron encomendarle al Presidente del Brasil, Fernando Henrique Cardoso, una vez terminado su mandato el 1 de enero de este año, que encabece un equipo de trabajo el cual ha de presentar a la Cumbre del 2003 en Bolivia las medidas de un proceso hacia una mayor cohesión interna de la Comunidad Iberoamericana y hacia su mayor presencia como conjunto en el ámbito internacional. Implícitamente ello conlleva el reconocimiento una carencia de efectividad colectiva de las democracias iberoamericanas y un deseo de superarla.
Esta concepción de la democracia pluralista que las Cumbres Iberoamericanas manifiestan responde en última instancia, como lo expresa la Declaración XII a:
“nuestra convicción de que la identidad iberoamericana está fundada en una concepción humanista, integral y liberadora del hombre y de la sociedad como artífices de su destino, que no puede disociarse de su carácter multiracial, pluriétnico, multicultural y multilingüístico. Es por ello que asumimos el compromiso de preservar y difundir la identidad y la cultura de nuestros pueblos como uno de los ejes básicos de nuestra cooperación y de nuestras democracias. Reconocemos, por ello, la inmensa contribución de los pueblos indígenas y de origen africano al desarrollo y la diversidad que caracteriza a nuestras sociedades por lo que reiteramos nuestro compromiso con el pleno disfrute de sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, así como la obligación de los Estados de respetar el ejercicio de sus derechos colectivos libres de cualquier forma de discriminación.”

El pluralismo se encuentra así a la raíz de nuestra identidad iberoamericana y por ende de nuestras democracias. Tal es el mensaje esencial de todos los jefes de Estado y de Gobierno de todos los países de Iberoamérica desde la primera Cumbre en 1991.

La visión de Martí

Este mensaje esencial, de que el pluralismo se encuentra a la raíz de nuestra identidad y como consecuencia la democracia que nos corresponde es la pluralista, se compagina cabalmente con el pensamiento y la acción de Martí.
Precisamente porque reconocía este pluralismo insoslayable, Martí insiste en que la independencia de la Patria por la que vive y muere es fruto del acuerdo de todos sus variados y hasta contrapuestos componentes, como lo representó metafóricamente en el Discurso de Hardman Hall del 17 de febrero de 1892:
“ ‘Yo siento en mi corazón’, decía en junta solemne un comerciante que de los frutos de su comercio le pone escuelas a la patria, y en las batallas de la vida conserva el fuego de la adolescencia heroica, ‘yo siento que en este programa que firmamos está la independencia de mi país’. Y el pobre y el rico, y el cubano de padres africanos y el cubano de padres europeos, y el militar y diputado de la guerra y el periodista incansable de la emigración, y el que no cree bien las sociedades como están y cree que de otro modo estarían mejor, como a honra pedían poner la firma al programa de unión de los cubanos, de los cubanos de afuera y de adentro, de los cubanos de ayer y de mañana, de los cubanos que yerran o maltratan de buena fe y los que sufren injustamente de sus errores: y proclamo que no asistí jamás, en una vida ya larga de labores difíciles, a reunión de hombres reales y de propio pensar, de hombres probados y de voluntad poco llevadiza, que moviera mi alma a la reverencia y ternura a que la movió aquella junta de cubanos. ”
Y puesto que la Patria se independiza con el concurso de la pluralidad de sus hijos,
“la patria es de todos, dicha de todos y dolor da todos, y cielo para todos, y no feudo ni capellanía de nadie”. Dicha convicción nace de una pasión que Martí confiesa, cuando afirma: “Yo amo con pasión la dignidad humana”, es decir la de cada hombre y cada mujer. Y por ser el amor a la dignidad humana lo que sostiene su visión de una patria de todos, todos han de ser libres en su patria, pues “el cubano es capaz del amor, que hace perdurable la libertad”.
Esta visión martiana de la patria cuadraría con una democracia como expresión política tal que la conciben las Declaraciones de las Cumbres Iberoamericanas. Dicha democracia:
-1- eligiría sus autoridades en elecciones periódicas, competitivas y transparentes;
-2- sería representativa y al mismo tiempo participativa, vía referendos y diversos tipos de consultas, y estaría dotada de mecanismos electorales confiables y respetuosos del derecho electoral;
-3- abarcaría la dinámica de la mayoría y de la minoría, en otras palabras del oficialismo y de la oposición;
-4- estaría abierta a la cooperación y no sólo a la confrontación, gracias al diálogo y la negociación, entre todos los sectores sociales y políticos, y evitaría soluciones de fuerza;
-5- respetaría las libertades fundamentales, tanto individuales como sociales, y los derechos humanos, tales la libertad de expresión, asociación y reunión, junto con el pleno acceso a la información;
-6- no tendría perseguidos ni excluidos por dogmatismo político o social;
-7- contaría con Órganos del Estado independientes que se controlen mutuamente y con una institución ocupada específicamente de la defensa de los derechos humanos, manteniendo la subordinación de los militares a la autoridad civil;
-8- contaría también con partidos políticos modernos en su programa, su organización y su financiamiento;
-9- haría valer normas de probidad y transparencia que contrarresten la corrupción;
-10- se esforzaría porque se logre el progreso de la sociedad con justicia social;
-11- proporcionaría a los ciudadanos desde temprano, programas de formación cívica y política y oportunidades de participación ciudadana;
-12- constituiría no sólo una forma de gobierno, sino además una forma de vida y una cultura en base a valores tales como la libertad, paz, la tolerancia, la participación social o ciudadana y la justicia social.
La patria que soñó Martí, me atrevo a decir, reclama ser gobernada por una democracia pluralista.

Conclusión

A las Declaraciones de las Cumbres, a pesar de comprometer políticamente a nuestros países sobre temas de enorme gravedad, incluso con una orientación válida, no se les ha prestado la debida atención. Pero no podemos rechazarlas bajo el pretexto de que implicarían una alienante heteronomía, cuando en realidad nos las hemos dado a nosotros mismos en un ejercicio reiterado de autonomía comunitaria.
Dichas normas nos sirven, en consecuencia, para juzgarnos conjunta y mutuamente en una especie a la vez de “auto-corrección” y de “corrección fraterna” colectiva transnacional. Rechazar las opiniones que emitan acerca de nuestra propia realidad nacional sobre la base de estas Declaraciones, gobiernos, grupos o personalidades de otros países de la comunidad iberoamericana, que también son firmantes de las mismas Declaraciones, es restarle autoridad y sinceridad al compromiso de nuestro país contraído por nuestra más alta autoridad. Sólo podrían hacerlo quienes rechazaran previamente la legitimidad de una autoridad firmante.
El resultado de esta “auto-corrección” acompañada de “corrección fraterna” no revela ningún ejemplo de perfecta democracia. Todos tenemos por delante una ardua tarea de democratización. Pero pueden darse casos donde hacen falta componentes esenciales de la democracia pluralista y hay que comenzar por introducirlos, casos donde estos existen pero en estado muy rudimentario y frágil y hay que consolidarlos y casos donde existen los componentes en condición evolucionada y consistente, pero están todavía muy necesitados de perfeccionamiento. He aquí el objetivo prioritario de la formación cívica y del activismo ciudadano: hacer que exista, se consolide y se perfeccione una democracia pluralista en toda Iberoamérica.
Sobre todo en los primeros casos, se plantean difíciles problemas, puesto que las organizaciones nacionales cívicas y políticas no existen en número suficiente ni funcionan con el margen de iniciativa suficiente. Cualquier aporte de organizaciones de inspiración religiosa a título de una posible suplencia debe ser particularmente cuidadoso de no politizar a la Iglesia, vinculándola indebidamente a opciones políticas concretas que los laicos han de tomar bajo su propia responsabilidad e iniciativa. De todos modos la Iglesia contribuye a esta labor de los laicos, sin dictarles específicos cursos de acción, a través de su magisterio en materia de su Doctrina Social y al instarlos a cumplir con su vocación de laicos tal que hizo Su Santidad Juan Pablo II durante su viaje a Cuba, cuando en el mensaje escrito que entregó a los jóvenes cubanos les dijo:
“Les quiero hablar de compromiso. El compromiso es la respuesta valiente de quienes no quieren malgastar su vida sino que desean ser protagonistas de la historia personal y social. Los invito a asumir un compromiso concreto, aunque sea humilde y sencillo, pero que emprendido con perseverancia, se convierta en una gran prueba de amor y en el camino seguro para la propia santificación. Asuman un compromiso responsable en el seno de sus familias, en la vida de sus comunidades, en el entramado de la sociedad civil y también, a su tiempo, en las estructuras de decisión de la nación”
Pero ningún aporte de la Iglesia cubana por prudente que sea, puede suplir el protagonismo primordial de los cubanos comunes y corrientes, sobre todos de los que viven en la Isla, en formarse cívicamente y en participar como ciudadanos por todos los medios legítimos a su alcance, para darle a su patria la democracia pluralista que se ha comprometido a darse a sí misma como nación iberoamericana, “con todos y para el bien de todos” como enseñó Martí.
Muchas Gracias

Referencias
1 .”Discurso de aceptación del Premio Sájarov a la libertad de espíritu”, pronunciado por Oswaldo Payá Sardiñas, el 17 de diciembre de 2002, en Estraburgo.
2 Citado por Juan P. Estevez de Félix Varela y Morales. Análisis de sus ideas políticas, Ediciones Univesal Miami, Florida, 1992, p.41
3 .Ibid., p. 40.
4 . Ibid., p.42.
5 .Basta citar el artículo 5 de la Constitución de Cuba: “.- El Partido Comunista de Cuba, martiano y marxista- leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista”.

 

   

 

Revista Vitral No. 53 * año IX* enero-febrero 2003
Ricardo Arias Calderón
Ex – Primer Vicepresidente de Panamá y Ex – Presidente de la Internacional Demócrata Cristiana.