I. Un proceso de
empoderamiento, eticidad e inculturación
Una nueva visión sobre
la misión de los diferentes agentes educativos se va abriendo
paso en la contemporaneidad.
No se trata de algunas técnicas innovadoras que renuevan los
sistemas educativos y los actualizan. No se trata de complementar, o
redimensionar a escala social, el proceso docente educativo que hemos
recibido de nuestros padres y demás educadores. Mucho menos se
trata de una coordinación entre los factores que
intervienen en el acto de enseñanza-aprendizaje. Incluso, estas
actualizaciones, que en nuestro país están siendo revaloradas,
siguen siendo cambios cosméticos si los comparamos con ese estado
de gestación que se debate en el mundo de hoy y que, por cierto,
no acaba de dar a luz. Incluso parece que lo mismo avanza que retrocede,
tanto en la enseñanza estatal, como en la pública-comunitaria,
ya sea en la enseñanza laica o en la religiosa.
A mi manera de ver, lo que se va gestando es una verdadera revolución
educativa, en el sentido de la creación de un proyecto nuevo
desde sus raíces, concepciones, estilo, objetivos generales,
métodos, medios, protagonistas y destinatarios. Debo aclarar
que no me estoy refiriendo a una revolución cultural
como la que hemos conocido y sufrido, en la que se ha intentado barrer
con la cultura de los pueblos, se le intenta imponer una cultura ajena
o foránea, se ha despreciado y desprestigiado lo mejor del acervo
pedagógico y se ha intentado, incluso, partir de cero. Esto además
de ser un genocidio cultural, es un absurdo histórico. Nada en
este mundo parte de cero, nada es totalmente nuevo, nada debe ser impuesto
desde arriba y desde fuera de la persona y de sus culturas.
Se trata más bien de gestar lo nuevo desde otra perspectiva,
más profunda, más humanista, más trascendente,
más autónoma y autogestionada, más solidaria, más
integral, de modo que al concebir esa otra perspectiva se asume e integra
todo lo que la tradición educativa y las culturas tienen en sí
de este talante, pero al mismo tiempo se accede, por la vía del
proceso, a una realidad formadora de un carácter cualitativamente
superior y de una profundidad y horizontalidad más integradoras
hacia la coherencia de la persona y la cohesión de la sociedad.
Deseo destacar que he dicho, por la vía del proceso, no del suceso,
ni del retroceso, ni del receso de la tradición pedagógica,
ni del violento acceso a una utopía totalizadora, mesiánica
y arrasadora de la cultura de los pueblos. No se trata de un reformismo
timorato, ni de una desarticulación de la memoria histórica.
Se trata de:
-un proceso de cambios hacia delante en la dignificación y empoderamiento(enpowerment)
del ser humano hasta que, él mismo, pueda descubrir y cultivar
su total dignidad y su carácter trascendente;
-un proceso de cambios hacia la profundidad ética de la persona
y de las dinámicas sociales en las que la persona vive, de modo
que pueda asumir un proyecto de vida y cooperar en un proyecto social
en que la dignidad, los derechos y el carácter trascendente de
la persona humana sean respetados y promovidos;
-y un proceso de cambios hacia arriba, en los objetivos y metas de la
inculturación de las personas, de los grupos sociales y de los
mismos procesos pedagógicos, de modo que las diferentes culturas
no se vean absorbidas y desmanteladas por los procesos de globalización
o de genocidio cultural, sino que esas culturas puedan trascenderse,
abrirse, al intercambio con las demás, a su propia purificación
y fecundación plenificante para el desarrollo, como toda realidad
viva.
De este modo, la nueva visión educativa tendría tres dimensiones
íntimamente relacionadas y complementarias, aplicables a todos
los objetivos y métodos del proceso pedagógico:
-el enpowerment .............. Dignificación, autoestima y protagonismo
autónomo.
-la eticidad ...................... Proyecto de vida:de la moral formulada
a la moral vivida.
-la inculturación............. Transmisión, respeto, purificación
y fecundación-desarrollo de las culturas.(La propia y las demás)
Señalo que la dimensión trascendente no es una cuarta
dimensión añadida que pudiera darse o no, sino una meta
intrínseca a cada una de estas tres dimensiones del proceso en
las que se integran esas otras dimensiones de la persona humana, a saber:
el enpowerment trabaja más, aunque no exclusivamente, sobre los
sentimientos: yo siento que puedo. En la eticidad se trabaja
más, aunque no exclusivamente, en la voluntad: yo quiero
hacerlo. En la inculturación se trabaja más en el
plano del cultivo de la inteligencia y las costumbres: yo puedo
y quiero hacerlo y me preparo para hacerlo con los demás y en
un contexto cultural que debo aprender y asumir. Estas dimensiones,
y su trascendencia, garantizan una coherencia mayor en la persona y
una lógica de desarrollo pleno en el proceso. La trascendencia
hacia los demás y hacia Dios debe partir de estas realidades
humanas, abriéndolas, purificándolas, fecundándolas
y plenificándolas.
Trascender es pasar el umbral, la puerta, el límite que nos reduce.
Trascender es apertura, salida y liberación. Es apertura-salida-liberación
del yo-egoísta. Es apertura-salida-liberación del tú-colectivista.
Es apertura-salida-liberación del nosotros-inmanentista. Para
las culturas de inspiración judeo-cristianas esto significa el
proceso: creación-opresión del mal-éxodo-encarnación-redención-ascensión-plenificación
en el Espíritu, Señor y Dador de Vida.
En una escuela pedagógica o en un proyecto educativo de inspiración
cristiana no debe existir fractura ni contradicción entre estas
dos formas de denominar un mismo proceso.
Como podemos ver, aquí las palabras y conceptos más usados
por nosotros, como: aprendizaje, docencia, conocimientos, enseñanza,
que en los encuentros, jornadas científicas, seminarios metodológicos,
etc. de la Cuba de hoy, ocupan un lugar preeminente y abarcador, aquí
no desaparecen, como es lógico, pero son abarcados, integrados
y redimensionados por realidades y visiones, objetivos y metas mucho
más trascendentes, en el sentido de ir más allá,
más arriba y más a la profundidad en el proyecto
educativo.
Es en este contexto, con esta visión, y para este proyecto, que
desearía compartir con ustedes mis reflexiones y experiencias
sobre las relaciones y mutuas implicaciones que tienen la familia, la
escuela, la Iglesia, el resto de la sociedad civil y el Estado, en la
educación.
Lo vengo a hacer como padre de familia, como catequista, como animador
de un Centro de Formación Cívica y Religiosa, y sólo
en este sentido como educador, pues todavía, desde la mentalidad
más generalizada entre nosotros, aún me quedaría
pedirles disculpas por estar aquí y no ser profesor.
Que las disculpas, o los prejuicios que pudieran estar detrás
de ella no nos desvíen de lo que he querido presentar en esta
introducción que pudiéramos llamar: Hacia una nueva
visión educativa: empoderamiento, eticidad e inculturación.
Todo lo que pretendo compartir con ustedes a continuación pudiera
perderse en los detalles de las relaciones entre familia,
escuela, iglesia, el resto de la sociedad civil y el estado. Es necesario
buscar esas nuevas relaciones, pero caeríamos, casi sin darnos
cuenta, como ha ocurrido con bastante frecuencia hasta ahora, caeríamos
digo, en el ramaje de la interrelación sin ir al tronco y a la
raíz de esa nueva visión que lo debe informar, transformar
y redimensionar todo en el proceso educativo.
Hasta las palabras y los conceptos necesitarán una nueva visión.
Ya saben ustedes, mejor que yo, que la semántica no es una ciencia
vacía que sólo se ocupa de las palabras, y sabemos también
que todo lenguaje, oral o gestual, simbólico o directo, no sólo
sirve para expresar una cultura, o un proceso, sino que además,
ayuda a definirlo, perfilarlo, a purificarlo e incluso a desarrollarlo.
Luego debemos dar una gran importancia a las palabras y a los conceptos
en todos los ambientes pero, sobre todo, en este de los educadores.
Todo es importante en un nuevo proyecto educativo. Pero el lenguaje
puede ser una rémora o un facilitador del proceso. No es lo mismo
decir que estamos para enseñar y ellos para aprender
que decir, que estamos para compartir una herencia cultural
en la que todos nosotros creceremos como personas y como
comunidad.
No es lo mismo decir que estamos para mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje,
que decir que estamos buscando un nuevo proyecto educativo para Cuba.
No es lo mismo hablar de la dinámica instrucción-educación,
o conocimientos-valores que hablar de empoderamiento, eticidad e inculturación
autónomos y trascendentes.
Luego, una señal de que vamos acercándonos al cambio de
mentalidad que debe acompañar al cambio de proyecto educativo
es cuando nos sorprendamos con un cambio de lenguaje y de conceptos
que señalen que algo ha cambiado en nuestro interior. Mientras
sigamos traduciendo, desde el nuevo lenguaje para el viejo,
o mejor, ir cambiando el lenguaje más desarrollado por el más
restrictivo, entonces esta será una señal de que hemos
pasado por las escuelas pedagógicas pero ellas no han hecho el
cambio en nuestras concepciones.
Quien habla y entiende traduciendo al idioma primitivo,
es decir, más restrictivo, es porque no piensa todavía
en el idioma nuevo. Si cuando hablemos de ahora en lo adelante de proceso
de empoderamiento e inculturación, seguimos pensando que esto
quiere decir, proceso de enseñanza-aprendizaje, no es que esté
mal, ni que nos hemos quedado encueros sino que seguimos
usando la talla anterior, aún cuando ya nos damos
cuenta de que hemos crecido.
Con estos presupuestos me gustaría ahora que revisáramos
nuestros propios conceptos de familia, escuela, iglesia, sociedad civil
y Estado. Y además revisáramos, a la luz de esta visión,
nuestros conceptos de educación, proyecto educativo, escuela
pedagógica, proyectos pedagógicos, proceso docente-educativo
ó de enseñanza-aprendizaje, enseñanza de valores-contenidos
científicos, métodos didácticos-dinámicas
de participación. En esta ocasión les propongo hacer sólo
la primera parte sobre los protagonistas y dejar para una próxima
la revisión de los procesos.
II. CONCEPTOS
Para encontrar un tipo de relaciones entre la familia, la escuela,
la Iglesia, el resto de la sociedad civil y el Estado, en un mundo donde
la diversidad y las diferentes concepciones sobre estas realidades sobreabundan,
considero que es necesario que nos pongamos, antes, de acuerdo sobre
el concepto de lo que estamos hablando. Sabiendo que, evidentemente,
existen otros conceptos muy diferentes a estos, e incluso contradictorios,
sobre las mismas realidades.
En otras palabras, que este esfuerzo de conceptualización, lo
que el poeta del Génesis primero, y Eliseo Diego, nuestro poeta,
más cercanamente después, han llamado: nombrar las
cosas. Este esfuerzo, digo, está ya informado, iluminado
si se quiere, íntimamente relacionado y condicionado, por una
visión global de la persona humana, de la sociedad y de la vida.
De modo que, como habíamos adelantado, para construir un nuevo
tipo de relaciones es necesario primero encontrar una visión,
nueva quizá para algunos de nosotros, de aquellos elementos que
se quieren relacionar entre sí.
Proponemos, por tanto, este esfuerzo de conceptualización:
La Familia
Entendemos aquí por familia, la comunidad de personas, padres
e hijos y demás parientes interactuantes, una comunidad de vida
y de amor, que tiene como finalidad el desarrollo integral de cada uno
de sus miembros como sujeto-persona y no como mero sujeto-función
o parte contratante;es la encargada de escoger la escuela pedagógica,
el proyecto ético y la inspiración religiosa para sus
hijos; y contribuir así al desarrollo del resto de la sociedad
como célula primera y vital, como escuela del más
rico humanismo y en el caso de los que tienen fe como Iglesia
doméstica y primera educadora en la fe. La familia goza
de derecho propio y primordial con relación a la escuela, a la
Iglesia, a la sociedad civil y al Estado.
La Escuela
Entendemos la escuela, como una comunidad educativa pluralista constituida
por padres, alumnos y maestros con el fin de contribuir con la familia
en la formación de sus hijos como personas libres y responsables;
la escuela, así concebida, tiene como objetivo organizar y sistematizar
el proceso de empoderamiento-eticidad-inculturación, o dicho
de otra manera, el proceso de personalización-socialización,
según las opciones escogidas por la familia. La escuela debe
aportar los instrumentos necesarios para el discernimiento ético,
el despertar de la conciencia crítica, el desarrollo de las capacidades
creativas, el cultivo de las actitudes de relaciones interpersonales
y el entrenamiento para promover una participación social responsable
y democrática. La escuela goza de derecho delegado y secundario
con relación a la familia, pero no con relación a la Iglesia,
ni el resto de la sociedad civil, ni con relación al Estado.
La Sociedad Civil
Entendemos aquí la sociedad civil, como el conjunto, la red
o el tejido de organizaciones, grupos informales, instituciones cívicas,
asociaciones culturales, deportivas, sociales, que se convocan, organizan
y financian con autonomía e independencia del Estado y que constituyen
para la persona del ciudadano un entramado plural y abierto de espacios
de libre expresión, participación, y aporte al resto de
la sociedad. La sociedad civil, al mismo tiempo, dota a los ciudadanos
individuales de un respaldo-apoyo organizativo y de la necesaria defensa
frente a los excesos y abusos del Estado, del mercado, o de otras organizaciones
de la sociedad civil. La sociedad civil es la expresión pluralista
de la nación que se organiza democráticamente y que brinda
a sus ciudadanos la posibilidad de formar sus propias comunidades autogestionadas
y corresponsables con todo el cuerpo social. Las organizaciones de la
sociedad civil gozan de derecho propio, delegado por sus propios miembros,
primario con relación al Estado y a la Iglesia que también
forma parte de la sociedad civil, pero secundario con relación
a la familia y a la escuela.
La Iglesia
Entendemos aquí la Iglesia, como la comunidad de personas creyentes
que se organizan para la convivencia fraterna de la fe, la comunión
de la esperanza y la participación de la caridad. Sabemos que
para los que creemos la Iglesia tiene un origen divino, está
fundada y convocada por Jesucristo, es una realidad a la vez humana
y sobrenatural, tiene una vocación trascendente pero, mientras
peregrina, debe construir aquí el Reino de Dios y su justicia.
En nuestro caso, la Iglesia católica se entiende a sí
misma, en el Concilio Vaticano II, como pueblo de Dios.
Ya que Dios quiere salvar a los hombres no aisladamente sino como
pueblo (L.G. no.9). La condición de este pueblo es
la dignidad y la libertad de los hijos de Dios...tiene por ley el nuevo
mandato de amar...y tiene, en último lugar, como fin, dilatar
más y más el reino de Dios, incoado por el mismo Dios
en la tierra.(L.G.no.9). La Iglesia, o el Pueblo de Dios,
introduciendo este reino, no disminuye el bien temporal de ningún
pueblo, antes , al contrario, fomenta y asume, y al asumirlas, las purifica,
fortalece y eleva todas las capacidades y riquezas y costumbres de los
pueblos en lo que tienen de bueno.(L.G. no. 13).
Desde el punto de vista sociológico, la Iglesia, las iglesias,
son consideradas como una organización-institución dentro
del tejido autónomo de la sociedad civil, al no pertenecer ni
al ámbito individual, ni al del Estado. Esto no niega que los
creyentes la consideremos, también y sobre todo, como realidad
de origen divino y con destino escatológico, pero desde la teología
cristiana, católica, esa realidad responde a la vocación
de su Divino Fundador que es la Cabeza de este Cuerpo y quiso encarnarse
y poner su tienda entre nosotros. Por eso la Iglesia no puede dejar
de estar inmersa en las realidades temporales.
La Iglesia, las iglesias, pues, como parte de la sociedad civil y respetando
la autonomía de las realidades temporales(G.S. no.36)
al mismo tiempo que salvaguarda su propia autonomía y se siente
libre de toda atadura para servir a su Señor, respeta y se acoge
a la justicia y el derecho. En este sentido, las iglesias gozan de derecho
divino, propio y primordial para sus fieles en materia de fe y moral;
goza también de derecho propio y primordial, delegado por sus
miembros cuando tiene personalidad jurídica propia con relación
al Estado y a las organizaciones de la sociedad civil. La Iglesia debe,
sin embargo, respetar el derecho propio y primordial de la persona,
de la familia y de la escuela, con relación a la profesión
o no, de una fe religiosa y con relación al derecho a escoger
el tipo de educación y de escuela para sus hijos y alumnos.
El Estado
Entendemos aquí al Estado, como las estructuras organizativas,
administrativas y legales que la nación, entendida como la comunidad
de personas que tienen una historia y un proyecto común, se da
a sí misma para confeccionar su constitución y sus leyes
(Poder Legislativo), para administrar sus bienes y procurar el desarrollo
del país (Poder Ejecutivo), para aplicar las leyes y administrar
justicia (poder Judicial), de modo que el poder, que reside y emana
exclusiva y totalmente del pueblo-nación sea compartido por diversas
instituciones que se controlen entre sí, y entre todas promuevan
los espacios plurales y democráticos en los que se fomente el
máximo de participación posible de los ciudadanos y de
las organizaciones intermedias en las que este se organice en la sociedad
civil con el supremo fin de respetar los Derechos Humanos y buscar el
Bien Común de la Nación. El estado goza de derecho delegado
y secundario con relación al pueblo-nación, por tanto
con relación a la familia, la escuela, la Iglesia y el resto
de la sociedad civil.
III. Dinámicas
de relación
Una vez que he intentado delinear una propuesta de conceptos con el
fin de situarnos en esta visión de un nuevo proyecto educativo,
conviene destacar las dinámicas relacionales que podrían
favorecerse y facilitarse entre ellos.
Deseo citar textualmente un párrafo de la homilía del
Santo Padre en Santa Clara que me parece, toda ella, un auténtico
programa para los educadores y las familias. Este párrafo resume,
de cierta forma, el rol específico de cada protagonista educativo
y la relación entre sí:
Los padres al haber dado la vida a sus hijos, tienen la gravísima
obligación de educar a la prole, y por consiguiente, deben ser
reconocidos como los primeros y principales educadores de sus hijos
. Esta tarea de la educación es tan importante que, cuando falta,
difícilmente puede suplirse. Se trata de un deber y un derecho
insustituible e inalienable. Es verdad que en el ámbito de la
educación a la autoridad pública le competen derechos
y deberes, ya que tiene que servir al bien común; sin embargo,
esto no le da derecho a sustituir a los padres. Por tanto, los padres
sin esperar que otros les reemplacen en lo que es su responsabilidad,
deben poder escoger para sus hijos el estilo pedagógico, los
contenidos éticos y cívicos, y la inspiración religiosa
en los que desean formarlos íntegramente. No esperen que todo
les venga dado. Asuman su misión educativa, buscando y creando
los espacios y medios adecuados en la sociedad civil. (no.6)
De la misma concepción que hemos propuesto para cada protagonista
de esta relación y con la iluminación del magisterio de
Juan Pablo II en Cuba, se puede deducir lo que viene a ser el primer
presupuesto y la primera dinámica de relación:
1. La primacía de la persona humana
La dinámica de toda relación humana viene dado por el
lugar que se le atribuya y se le respete a la persona:
-Esta relación puede ser paternalista por lo tanto sitúa
al alumno en un plano inferior. Se puede establecer una
relación de coacción y miedo, con métodos represivos
y criterios impositivos. La propia familia, los maestros, el Estado
o la Iglesia, ocupan el lugar de un padre autoritario y se presentan
no como un acompañante en la búsqueda de la verdad, de
la bondad y de la belleza, sino como aquel que posee la única
verdad, el único proyecto ético para ser bueno y los únicos
criterios estéticos para contemplar la belleza.
-Puede ser una relación utilitaria en la que el alumno
es considerado como una pieza que debe pulirse para ser útil
a la sociedad, a un proyecto político, o a la dinámica
del mercado y la competencia. El Estado, un partido, una empresa, la
familia, o la Iglesia se convierten en un empleador que exige un tipo
de idoneidad. Sirves si eres útil a los propósitos
de cada uno de ellos, sin respetar tu libertad.
-Puede ser una relación manipuladora en la que se aparente que
la persona participa, se aparente que sus padres, el educador, el catequista,
lo quieren promover como persona libre, en que se quiere contribuir
a su liberación personal, pero que, en realidad, no se desarrolla
su conciencia crítica, la participación es en un marco
restrictivo de apoyo a lo permitido y las dinámicas
de participación están manipuladas y contribuyen a la
simulación y la doble moral. Se le teme a que la persona haga
su propio camino a través del bosque enmarañado de la
pluralidad, no se intenta acompañarla sino ahorrarle
el riesgo del bosque o desentrañarle, a nuestro modo, la maraña
de la pluralidad que como con frecuencia decimos, los puede confundir.
Se simplifica y se oculta la diversidad. La persona se capacita para
ver, entender, pensar, en realidades
simples y únicas. Es un empobrecimiento desgarrador.
-Puede ser una relación alienante y neutralista en que se intente
separar a la persona del mundo que lo rodea, o ponerlo supuestamente
por encima de esa realidad al estar mejor preparado intelectualmente,
adormeciendo su conciencia crítica, su capacidad de discernimiento
y su responsabilidad personal para con la sociedad. La familia, la escuela,
la Iglesia, el mismo Estado liberal, prefiere que se capacite a las
personas para sus propios intereses y para permanecer en la cerca,
es decir, en un neutralismo sin compromisos familiares, ni eclesiales,
ni cívicos.
-La relación debe ser personalista, es decir, que todo el proceso
educativo esté encaminado a la formación respetuosa, liberadora
y solidaria de la persona. Acompañando su propio proceso de crecimiento
humano. Ese acompañamiento debe significar: despertar y estimular
su conciencia crítica; facilitarle los instrumentos para el discernimiento
y las opciones; compartir el depósito, el acervo cultural para
que la experiencia y la sabiduría de las anteriores generaciones
le sirvan para su propia orientación ética y cívica.
Ni la escuela, ni la Iglesia, ni el Estado, ni la propia familia puede
violentar el derecho primordial e inalienable de la persona humana.
Esta es la dirección y el sentido de la relación personalista
que proponemos para un nuevo proyecto educativo.
2. El derecho prioritario de la familia: la
familia, primer círculo de relaciones.
La segunda dinámica de relación entre la familia, la escuela,
la Iglesia, el resto de la sociedad civil y el Estado se establece por
el reconocimiento, el respeto y la promoción de la familia como
primer sujeto-protagonista del proceso educativo. La relación
debe tener presente:
-Primero que todo, que la familia asuma su responsabilidad y no haga
dejación de ella por ninguna razón.
-Que el Estado respete, en la práctica cotidiana, y en las leyes,
decretos ministeriales, reglamentos escolares, ubicación de las
escuelas, formación de maestros y dirigentes de educación,
el derecho primordial de la familia frente a la escuela, la Iglesia,
el Estado.
-Que la escuela, la Iglesia y el resto de la sociedad civil organicen
sus propios espacios y actividades, así como los espacios comunes,
medios y métodos, de modo que favorezcan el protagonismo prioritario
de la familia, es decir, su participación activa y sistemática
en la educación. Actualmente la escuela, los espacios de formación
de la Iglesia, están organizados, en la práctica, para
lo contrario.
3. El carácter subsidiario de la escuela,
la Iglesia, la sociedad civil y el Estado.
Otras de las dinámicas fundamentales de relación entre
los agentes educativos es la subsidiaridad.
Este principio, que debe formar parte de toda la dinámica social
y no sólo de las relaciones entre la familia, la escuela, la
Iglesia y el Estado, tiene una importancia decisiva en dichas relaciones.
Se entiende por subsidiaridad aquel principio por el cual toda instancia
igual o superior debe hacer sólo y todo lo que no pueda hacer
una instancia igual o inferior por sí misma.
Entonces, teniendo en cuenta que el proyecto educativo que proponemos
desea respetar este orden de prioridades: persona, familia, escuela,
Iglesia, sociedad civil, Estado, las relaciones de subsidiaridad consistirían
en:
-Que el Estado no debe asumir ningún papel, función o
servicio que pudieran hacer por sí mismos la persona, la familia,
la escuela, la Iglesia y la sociedad civil.
-Que las organizaciones de la sociedad civil no debe asumir ningún
papel o servicio educativo que la iglesia, la escuela, la familia y
la propia persona no puedan asumir por sí mismos.
-Que la escuela y la iglesia no deben asumir ningún papel, función
o servicio educativo que la familia no pueda asumir por si misma.
-Que la propia familia no debe asumir ningún rol que la persona
no sea capaz de asumir por sí misma.
4. El carácter complementario y solidario
de la familia, la escuela, la Iglesia, la sociedad civil y el Estado.
No obstante, pudiera parecer, y de hecho, puede ser que ese carácter
subsidiario, que por un lado salvaguarda la libertad, la posibilidad
de iniciativa y la autogestión de las distintas instancias, por
otro lado, pudiera generar un individualismo en la persona y un sectarismo
o cerrazón en los organismos de la sociedad civil. Incluso, pudiera
generar también una especie de indiferencia de ellos y del estado
frente al desarrollo de los demás miembros del cuerpo social.
Es por ello que a la dinámica de la subsidiaridad debemos agregar
inseparablemente el principio de solidaridad complementaria.
Este carácter de las relaciones favorecerá que cada uno
de los agentes educativos, al mismo tiempo que dejan hacer lo que pueden
hacer por sí mismos los demás, no lo abandonan a su suerte,
no se cierran en sí mismos, ni se tornan indiferentes sino que
se abren a la cooperación y la colaboración entre ellos;
se interesan sistemáticamente por evaluar esa cooperación;
y expresan concretamente ese interés comunitario con iniciativas
de solidaridad que apoyen y complementen los servicios educativos propios
de cada protagonista educativo.
En otras palabras, entre la persona y la familia deben complementarse
mutuamente los esfuerzos por una formación más plena e
integral. Entre la familia y la escuela deben establecerse espacios
reales, viables, evaluables de cooperación y complementariedad
para ayudar al crecimiento y desarrollo pleno de la persona.
Entre la escuela, la Iglesia y el resto de las organizaciones de la
sociedad civil deben establecerse canales estables y practicables de
solidaridad y cooperación en el proyecto educativo y el desarrollo
de toda la sociedad.
En fin, entre la familia, la escuela, la Iglesia, el resto de la sociedad
civil y el Estado debe crearse un marco legal e institucional que cree
un clima favorable a la cooperación respetuosa y pluralista,
que dote a la persona y a su familia de los mecanismos judiciales de
protección de sus derechos y de facilitación de sus deberes
con relación a la educación.
5. El carácter mutuamente crítico
y liberador de estos protagonistas
Otra de las dinámicas relacionales, es el carácter mutuamente
crítico de las instancias entre sí y con el resto de la
sociedad. En efecto, cada uno de los agentes educativos debe desarrollar
con relación al resto de las partes corresponsables una conciencia
crítica, es decir, el ejercicio de los criterios evaluativos
que periódicamente valoran el funcionamiento y el servicio de
los demás.
En este sentido la familia debe ejercer un control crítico sobre
la escuela y ésta debe, a su vez, exigir sin suplantar impositivamente,
que la familia cumpla su rol. La Iglesia y el resto de la sociedad civil
deben ejercer una misión crítico-profética sobre
el rol educativo de la familia y la escuela, y al mismo tiempo proponer
una pedagogía liberadora, participativa y solidaria.
En ocasiones, como en la nuestra, la familia, la escuela y la Iglesia,
con la sociedad civil de la que forma parte, deben unirse en el empeño
de criticar el papel totalizador y autoritario del Estado en la educación
y proponer un modelo pluralista y democrático de educación
en el que la persona y la familia tengan el marco legal y operativo
que favorezca su derecho prioritario en la formación integral
de las nuevas generaciones.
El Estado, en una sociedad pluralista, cuida porque la educación
llegue a todos y porque los proyectos educativos de las escuelas alternativas
públicas o estatales, laicas o religiosas, tengan el nivel de
calidad y la orientación encaminada al bien común, evitando
la promoción de actitudes segregantes como el racismo, el fanatismo,
el sectarismo, etc.
6. La formación de una verdadera comunidad
educativa al servicio de la persona
Las anteriores dinámicas de relación deben encontrar
su integración y plena dimensión cuando los diversos protagonistas
implicados en la educación se decidan a formar una verdadera
comunidad educativa.
Una vez más, y sin cansarnos de recordar aquella propuesta y
de intentar ponerla en práctica, dejamos a su reflexión
y examen de conciencia aquellas palabras del Papa Juan Pablo II en Santa
Clara, el 22 de Enero de 1998:
La familia, la escuela y la Iglesia deben formar una comunidad
educativa donde los hijos de Cuba puedan crecer en humanidad. No tengan
miedo de abrir las familias y las escuelas a los valores del Evangelio
de Jesucristo, que nunca son un peligro para ningún proyecto
social.
Al terminar su homilía, el Papa dijo: Quiero repetir las palabras...
y de todo el texto repleto de propuestas fundamentales, reiteró
el párrafo de la comunidad educativa. No estoy seguro de que
los cubanos hayamos valorado en su justa dimensión esta propuesta.
Es necesario implementarla hasta donde podamos. Es necesario buscar
vías para su aplicación en las actuales circunstancias.
Esto, bien podría ser un apasionante proyecto de trabajo para
esta escuela de educadores.
Esa comunidad educativa, desde la inspiración cristiana, soñamos
que debe tener un carácter personalista, una pedagogía
liberadora, unos contenidos éticos y cívicos basados en
los valores de la libertad, la solidaridad y la participación
democrática. Esta comunidad educativa debe, además, estar
abierta y en sistemática relación con las demás
organizaciones e instituciones de la sociedad civil y del Estado. Su
fin es que los cubanos crezcan en humanidad mediante un proyecto educativo
integrador de todos los protagonistas y a la vez respetuoso del rol
de cada uno.
Esta comunidad educativa debe ser el principal agente de realización
de un nuevo proyecto educativo para Cuba. No hay comunidad sin proyecto.
Al mismo tiempo, un proyecto educativo, por muy bien diseñado
que esté, queda en letra y reflexión muertas cuando no
encuentra quienes lo lleven a la práctica. Según el pensamiento
pedagógico contemporáneo este protagonismo no puede ser
asumido solamente y de forma excluyente por ninguno de los agentes ya
mencionados.
La historia nos recuerda que cuando la familia asumía ella sola,
y de modo sectario, la educación de sus hijos, faltó en
ellos la dimensión social y la conciencia solidaria que ha costado
siglos formar. La historia nos enseña que cuando la Iglesia,
sola, asumió un proyecto educativo sin formar ese tipo de comunidad
abierta y plural, y sustituyó el papel de la familia, la escuela
y el resto de la sociedad civil, sus proyectos educativos no siempre
dieron los frutos esperados. La historia nos enseña también
que, cuando esta labor formadora es asumida de forma totalitaria y excluyente
por parte del Estado, el hombre nuevo que se esperaba como fruto de
esa formación integral resulta un verdadero fracaso
antropológico.
IV. Proceso para
la formación de un nuevo proyecto educativo para Cuba
Al finalizar esta reflexión me gustaría proponerles cómo
concebiría el proceso que va desde esta nueva visión educativa
hasta las obras y servicios concretos, animados por cada comunidad educativa.
Podría resumirlo, esquemáticamente, de esta forma:
1. Asumir una nueva visión educativa...
2. Convertir esa visión en proyecto educativo...
3. Formar una comunidad educativa que acompañe y anime el proceso...
4. Traducir el proyecto educativo a una escuela pedagógica
que aplique técnicamente los grandes objetivos del proyecto y
busque métodos, medios, etc.
5. Fundar o refundar centros de formación, escuelas y otras alternativas
educativas según ese proyecto y con los métodos, medios
y estilo de esa escuela pedagógica...
6. Evaluar sistemáticamente este proceso por parte de la comunidad
educativa...
7. Abrir e interrelacionar la comunidad y sus obras con otras visiones
educativas, proyectos y escuelas pedagógicas para la crítica
y el enriquecimiento mutuo.
No creo que haya que esperar otras condiciones para comenzar en este
trabajo. Los 4 primeros pasos del proceso son posibles y realizables
sin esperar más. El 5to. paso ya está ocurriendo a todo
lo largo de la Isla, a su forma, al aire de cada cual como es lógico
y deseable, pero quizá sin la suficiente visión actualizada
y futura, y sin proyectos coherentes con esa visión. Prácticamente,
cada Diócesis tiene algún centro de formación,
un instituto, algún aula, y otras iniciativas educativas. Con
esto podemos y debemos comenzar a trabajar ya. Sin intentar imponer
nada, pero convocando a todos. Respetando las peculiaridades de cada
Iglesia y de cada proyecto, como es deseable en una sociedad pluralista.
Buscando consensos e intercambios, no consolidados ni uniformes. Con
los espacios diversos que se han alcanzado podemos comenzar creyendo
en la fuerza de lo pequeño.
El problema y el desafío es: ¿Con qué visión
educativa lo estamos haciendo? ¿Con o sin proyectos educativos
que concreten esa visión? ¿Lo hacemos con estilos y métodos
pedagógicos atrasados, o novedosos? ¿No querremos volver
a empezar como lo dejamos, o nos lo quitaron, en 1960, como ha ocurrido
con las procesiones y otras obras eclesiales?
Cada diócesis, cada comunidad religiosa con carisma educativo,
cada centro de formación existente, cada obra educativa, podría
comenzar por reflexionar sobre una opción para el cambio hacia
delante, por buscar puntos de consensos, por encontrar vías para
la actualización de su visión educativa primero y elaboración
o reformulación de sus proyectos educativos, después.
De este modo, podríamos ayudar a la creación de una nueva
escuela cubana que tome de sus raíces, todavía sin desarrollar
plenamente, aquella herencia de Varela, Luz, Mendive y Martí,
y avance hacia esa nueva visión educativa que procura integrar
lo mejor de la pedagogía liberadora y participativa de la contemporaneidad.
Cada uno de nosotros puede servir de animador y facilitador de este
proceso. Cada uno de nosotros, padres, maestros, profesores, catequistas,
directores de centros de formación de la Iglesia, religiosas
y religiosos dedicados al carisma de la educación, puede presentar
en su ambiente estas propuestas sugestivas y convocantes. Se trata de
presentar sin imponer.
Se trata de una amplia reflexión sin exclusiones ni prejuicios.
Se trata de pasar de la reflexión a la ejecución. Se trata
de pasar de la vieja concepción pedagógica a la nueva
visión educativa y de ella a los nuevos proyectos de formación
integral. Respetando los carismas y ritmos de cada uno. Respetando y
coordinando los acentos, matices y perfiles educativos de cada centro
y de cada instituto. Lo importante es asumir la visión general,
diseñar un proyecto tan abarcador y pluralista de modo que quepan
las actuales obras educativas que han costado tanto esfuerzo, sacrificio
y riesgo.
Comenzar aquí mismo, este proceso en cada uno de nosotros, cambiar
algo hoy en nuestra conciencia y modificar algo en nuestras concepciones
pedagógicas es ya dar una señal en la noche;
es comenzar a ser fermento en la masa educativa de Cuba,
ahora masiva y masificante; es encender una pequeña luz
inmediatamente antes del amanecer; es sembrar una minúscula semilla
en que, estoy seguro, vendrán a anidar las aves del cielo
cuando sea un robusto árbol educativo, a la sombra del cual las
más variadas y plurales iniciativas pedagógicas podrán
crecer, con coherencia, al servicio del crecimiento humano y espiritual
de la Nación.
(Conferencia dictada en la Escuela
de Verano para Educadores)
Ciudad de La Habana, 4 de agosto de 2002.