Respuesta al Caso 8
La atención
médica oscila, en general, entre dos polos bien definidos en
relación con la participación de los pacientes en las
decisiones de conducta: uno, el clásico, donde el paciente es
un ser más o menos inerte sobre el que se ejecutan acciones para
diagnóstico o tratamiento que, en el mejor de los casos, apenas
se le informan sin aclarar por qué se decidieron éstas
y no otras; este modelo, llamado Hipocrático, ha
sido el utilizado en la práctica medica por siglos y, para muchos
es ideal ya que piensan que el que estudió medicina es
el médico y no el paciente; el otro es aquel en el que
el médico le informa al paciente qué enfermedad cree que
padezca, cuáles son las posibles conductas a seguir, las ventajas
y desventajas de cada una y termina diciéndole : escoja,
aunque le sugiero
. , este modelo llamado contractual
recuerda la compra de un objeto, donde el vendedor explica las posibles
opciones y deja que el cliente escoja.
El modelo Hipocrático se basa en uno de los principios básicos
de la Bioética: la Beneficencia, que consiste en que el médico
siempre actúa en beneficio del paciente y que el paciente, al
ignorar lo elemental de las ciencias médicas debe dejarse guiar
por el que sabe, así como un ciego se deja guiar por el que ve.
El modelo Contractual se basa en otro principio de la Bioética,
el principio de Autonomía, según el cual el paciente es
una persona con capacidad de discernir y sólo necesita que el
que dispone de los conocimientos médicos necesarios actúe
como informante, pero que le deje a él el derecho
a decidir. Ambos modelos pecan del mismo defecto, la absolutización
de un criterio. El Hipocrático deja en manos del que tiene los
conocimientos la posibilidad de decidir, pero le niega a una persona
el derecho que todos tenemos a, dentro de determinados marcos que la
sociedad establece, participar directamente en toda decisión
que afecte nuestra vida y nuestro futuro; ¡cuántas veces
lo que alguien considera bueno no es visto de igual forma por otros!
La posibilidad de decidir sobre sí mismo debe estar en manos
de aquel a quien afecta la decisión, pero para ello esta persona
debe disponer de toda la información necesaria en la materia
sobre la que debe decidir. El modelo Contractual da la posibilidad de
decidir, pero libera al médico de su papel de guía con
el paciente y permite que la responsabilidad de la decisión recaiga
completamente sobre alguien que, además de no tener tal vez los
conocimientos suficientes, se ve afectado por sentimientos personales
que pueden influir en la decisión final: primero muerto
que sin piernas, ha dicho alguien a quien afortunadamente no se
le hizo caso y que se adapta después muy bien a la situación
nueva que se le ha creado. Frente a ambos modelos extremos se levanta
el llamado Consentimiento Informado, modelo que procura
un equilibrio entre los anteriores y se basa en informar al paciente
de forma lo más completa posible, dejarlo decidir, pero guiarlo
por el difícil trayecto que le espera, de forma tal que la decisión
tomada sea la mejor y se tome de conjunto, no por el médico ni
por el paciente, sino por un binomio armónico, donde la información
y ayuda del médico le permita al paciente participar activamente
en la toma de decisiones. La aplicación de este modelo requiere
del médico un alto grado de integridad moral ya que la manipulación
de la información puede llevar a que el paciente decida de forma
inadecuada y crea que lo hace de forma libre, por tanto podemos afirmar
que la libertad de decisión no se basa sólo en que el
paciente diga que quiere que se haga, sino que esto esté precedido
por una información completa, detallada y no manipulada, dejando
al paciente el derecho a buscar otras fuentes de información
si lo considera aconsejable. En ocasiones no es aconsejable dar toda
la información al paciente y surge entonces la figura del sustituto
válido, cuyo comentario dejo para el próximo caso.
En el caso concreto que nos ocupa la actitud del profesor fue de información
brutal, no ética, enfrentó bruscamente al
paciente a una posibilidad real para la cual no estaba previamente preparado
y logró lo que algunos llaman terapia de choque con
Enrique, el cual ante la posibilidad de quedar desamparado (que era
real, no hipotética), decidió someterse al médico
en todo lo que este decidiera, al contrario del otro paciente que quiso
hacer uso de sus derechos y se vio ultrajado y abandonado.
La beneficencia a la fuerza no beneficia a nadie, señor profesor.
Propuesta del Caso 10
A un local de espera
llega una elegante joven acompañada de una señora algo
mayor.
-¿Quién es la última? preguntó.
.
-¿Última?- repitió.
Las mujeres del salón se miraron entre ellas.
-¿Última para qué? preguntó una mujer
de un vestido verde.
-Para
.(y bajando la voz)
una interrupción.
-No mija, para eso no hay última. ¿Te anotaste a
la entrada?
-Sí
.
-Entonces no tienes más nada que hacer, siéntate y espera,
que ya te llamarán.
Se sentó en un asiento vacío y le señaló
a la señora otro algo alejado, pero disponible.
A su lado se encontraba una mujer de un vestido verde, que le preguntó:
-¿Primera vez?.
-¿Qué cosa?.
-¿Qué si es la primera vez que te haces una interrupción?,
pero la pregunta sobra, es la primera vez, ¿No es verdad?
-Sí, ¿Se me nota?
-A una legua hija, estás nerviosa y vienes con tu mamá.
-¿Se ha hecho otras?
-¿Yo?, alabao, llevo cuatro y esta es la quinta, no ves
que ya cumplí treintaidos años, tengo un hijo, mi marido
es joven y los tiempos están difíciles, eso de llenarse
de hijos era cuando las abuelas que no salían de la casa: parir
y criar, pero hoy en día, ¡No!, el que quiera una retahíla
de hijos que los para él.
-Dices muy bien-intervino la vecina del otro asiento-Yo parí
tres, tengo cuarenta y ¿tú crees que con los otros ya
criados voy a soltar éste al mundo?, yo que soy ama de casa y
mi marido gana poco, si lo tengo es para pasar trabajo todo el mundo,
no va.
-Yo quisiera tenerlo.
-¿Qué edad tienes?
-Veinticuatro.
-Niña, ¿por qué quieres tenerlo?, disfruta la vida,
que eres joven.
-Eso me dicen mis amigas, mi marido no está muy convencido, pero
todos nos dicen lo mismo, que estamos empezando, que nadie sabe qué
trae el día de mañana, que somos jóvenes y tenemos
tiempo de tener otro y tanto me dieron que me convencieron, pero yo
quisiera tenerlo y le tengo miedo a sacármelo.
-A eso no le tengas miedo, que es muy fácil, te encaramas en
la mesa, abres las piernas y duele menos que sacarse una muela.
-Una vez me sacaron una muela y casi no me dolió, pero ahora
lo veo distinto.
-No es distinto, si lo que sacan casi ni parece gente.
-Pero
.¿Tiene formita?
-Claro, qué esperabas, ya tiene forma, pero no completa, además,
tu no te das cuenta porque no lo ves y si lo haces nada más es
sangre, yo sé bien la forma que tienen porque un amigo me llevó
a un museo de ciencias médicas y allí los tienen de todos
los tamaños y formas.
-¿A las diez semanas ya tienen forma?.
-Sí, pero no como nosotros: tienen brazos, piernas, ojitos, pero
no se ven bien, parecen de mentira.
-Y ¿se darán cuenta de las cosas?, ¿de que los
están matando?
-¡No, hija!, ¡no!, ¿Qué se van a dar cuenta?,
si son como muñequitos.
-¡Pues mira, que sí se dan cuenta!- Intervino la otra mujer.
-¿Y tú como lo sabes?- demandó algo agresiva la
del vestido verde.
-Porque vi un documental que pasaron la gente de la Iglesia y hay que
ver como se retorcía el feto cuando lo iban a coger, el documental
se llamaba
.., deja ver si me acuerdo
. El grito
.el
grito
-¡El grito silencioso!, -Explicó una nueva
interlocutora, yo lo vi., como trataba de huir, pero igual lo agarraron
y ¡había que verle la cara que ponía!, fíjate,
que todavía me acuerdo y me erizo toda, fíjate como tengo
el pellejo.
-Niña, te están llamando- Se acercó la madre de
la joven, que se había callado mientras las demás conversaban-
Te están llamando, ya te toca.
-No mamá, ¡yo no mato a mi hijo! ¡Qué equivocada
estaba! Me voy para la casa.