IV Taller de Trabajadores Católicos de la salud
27 al 28 de abril del 2002. Cátedra de Ética del Centro
de Formación y Promoción del Laico Beato A. Janssen,
Diócesis de Holguín.
A casi veinte años del descubrimiento
del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), agente causal del Síndrome
de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) y a pesar del rápido proceso
de descripción de los primeros casos, aislamiento del agente
causal, como nunca antes en la historia de la medicina, así como
de los innegables progresos en el ámbito terapéutico,
hacen que en el norte del mundo el VIH sea tratado cada vez más
como una enfermedad crónica 1 que si bien aun no es curable,
sí puede ser hasta cierto punto controlable la prevención
continua, siendo la piedra angular para su control.
Desde los mismos inicios de la expansión mundial de esta enfermedad,
resultó evidente que la educación y la información
son, si bien no las únicas, las principales estrategias de prevención
con que se dispone. Las estadísticas confirman que la abrumadora
mayoría de los casos de transmisión del VIH implican actitudes
que están íntimamente relacionadas con el comportamiento
y las relaciones humanas: cambios frecuentes de pareja sexual, infidelidad,
prostitución, drogadicción entre otras. Es por ello que,
el objetivo primario de todo programa de prevención para que
sea realmente eficaz, debe ser el de modificar esas actitudes que hacen
al individuo susceptible de contraer el virus. Por otro lado la experiencia
de los últimos años ha demostrado que la información
por sí sola no es eficaz para motivar o sostener a lo largo del
tiempo la modificación del comportamiento.2
Este tipo de prevención toma más importancia, si tenemos
en cuenta que a pesar de que se descubriese en un plazo breve una inmunización
eficaz para evitar la enfermedad, millones de personas en todo el mundo
no podrían acceder a ella, pues carecerían de los más
elementales recursos económicos para su adquisición. La
patente de tal vacuna, como es fácil suponer, será rigurosamente
custodiada por alguna de las poderosas compañías y laboratorios
farmacéuticos que han invertido cuantiosas sumas en su desarrollo.
Y aun cuando se les ofreciera gratuitamente a los países pobres,
cosa que resulta sumamente improbable luego de la aún reciente
querella judicial de varias de estas transnacionales contra algunos
gobiernos que decidieron fabricar y distribuir medicamentos genéricos
baratos para sus enfermos de SIDA, evadiendo el pago de las excesivas
patentes. Los precarios o casi inexistentes sistemas sanitarios de numerosos
países de África subsahariana, Asia o Latinoamérica,
carecerían del personal y la organización mínima
imprescindible para detectar e inmunizar a toda la población
en riesgo.
De más está señalar pues, la apremiante necesidad
de diseñar e implementar estrategias de prevención eficaces
u coherentes, que logren detener e incluso hacer retroceder el vertiginoso
ritmo de propagación de la pandemia por VIH/SIDA:
Prevención
en salud; marco conceptual
Por prevención, entendemos el conjunto de acciones encaminadas
a evitar la aparición o el progreso de un daño a la salud.
En los últimos tiempos dentro del concepto prevención,
se ha visto la necesidad de establecer una distinción en cuatro
niveles: Prevención primordial: Este es el nivel más recientemente
reconocido, su objetivo es evitar el surgimiento o la consolidación
de patrones económicos, sociales y culturales relacionados con
el incremento del riesgo de aparición de una enfermedad. Implica
la formación y educación de los individuos, incluso desde
las primeras etapas de la vida para que estos adopten hábitos,
conductas, estilos de vida y de consumo saludables, para lo cual es
preciso la intervención coordinada de todos los sectores de la
sociedad (educativo, sanitario, económico, legislativo, cultural,
informativo, etc.)
En el caso de la prevención del VIH/SIDA en este nivel, a grandes
rasgos se incluyen las acciones dirigidas a toda la población
que:
.Promuevan conductas y formas de asumir una sexualidad madura y responsable,
contrarrestando los nocivos patrones de conducta sexual imperantes en
nuestras sociedades.
. Eliminen las condiciones socioeconómicas, familiares e individuales
(biológicas, psicológicas, espirituales) que propician
la pobreza, la ignorancia, la drogadicción, la prostitución
y la marginalidad entre otros.
Prevención primaria: En este nivel el objetivo es eliminar o
evitar la aparición de la enfermedad mediante el control de los
factores causales o de riesgo. Implica dos estrategias complementarias:
la dirigida a la reducción del riesgo medio de aparición
de la enfermedad en grandes grupos con grados variables de exposición
al riesgo y la enfocada más bien hacia individuos cuyo riesgo
es sensiblemente superior por pertenecer a grupos con conductas de riesgo.
Este nivel de prevención en lo que respecta al VIH/SIDA está
dirigido a:
Estrategia poblacional:
.Toda la población, independientemente del grado de riesgo relativo
o potencial a los que están expuestos de forma individual o grupal.
Como parte de esta estrategia se encuentra la promoción de una
sexualidad responsable y el uso del preservativo, así como el
pesquizaje de toda la sangre y los hemoderivados.
Estrategia de grupos de riesgo:
.Individuos que debido a sus conductas, se encuentran en peligro inminente
de contraer el VIH: drogadictos, prostitutas, personas con cambio frecuente
de pareja. Lo cual se aborda con la información, la educación
y medidas como la distribución de jeringuillas estériles
y condones entre individuos de riesgo,
. Personas que por determinadas circunstancias se encuentran en riesgo
potencial: personal sanitario, pacientes que requieren transfusiones
frecuentes, entre otros, mediante la educación y la aplicación
de las normas de bioseguridad.
Prevención secundaria: Mediante el diagnóstico y el tratamiento
precoz, persigue detener o retardar el progreso de la enfermedad en
el individuo, así como evitar su contagio en el caso de las patologías
infecciosas. Este nivel de prevención es sumamente importante
en el VIH/SIDA y el resto de las ITS, pues consigue interrumpir la cadena
de transmisión e iniciar precozmente los cuidados de la persona
afectada.
Prevención terciaria: Tiene como propósito retrasar el
progreso o la aparición de las complicaciones de una enfermedad
ya establecida, en su etapa clínica, así como minimizar
los sufrimientos y favorecer la adaptación de los pacientes y
sus allegados a enfermedades incurables o de curso crónico, mejorando
en lo posible su calidad de vida.
Usualmente cuando se habla e incluso cuando se hace prevención,
no se distinguen debidamente sus niveles e incluso con frecuencia se
ignora la existencia e importancia de los dos últimos, lo cual
va en detrimento de los resultados finales.
Premisas básicas
para el diseño y ejecución de
estrategias de prevención:
A continuación describiremos algunas de las que a nuestro juicio,
constituyen las premisas básicas para el desarrollo de las estrategias
de prevención:
I- Respeto a la dignidad y los derechos de las personas.
Esto es un elemento fundamental a tener en cuenta, quizás el
más importante,. Ningún ser humano, independientemente
de sus antecedentes, condición social, orientación sexual,
o su estado de salud, podrá ser violentado en su dignidad y por
ende discriminado, humillado, o privado arbitrariamente de sus derechos.
No es justificable ni moralmente aceptable que persiguiendo un fin bueno,
como lo sería el control o eliminación de una enfermedad,
se adoptasen acciones vejatorias contra un individuo o un grupo de individuos.
la experiencia dolorosa de la humanidad demuestra que cada vez
que la dignidad de todos y de cada uno ha sido negada, toda la humanidad
ha sido invadida por la angustia y el dolor.3
Las estrategias de prevención deberán además estar
diseñadas de tal forma que estimulen a las personas a sumarse
como protagonistas, es decir, como sujetos activos y responsables, nunca
comoobjetos o destinatarios pasivos de nuestras
acciones.
II.- Planteamiento dinámico y positivo
Estudios psicológicos y sociológicos contemporáneos,
indican que la respuesta a determinados mensajes, mejora ostensiblemente
si estos se encuentran redactados en una clave positiva de tal forma
que la persona se identifique, lo haga suyo, lo acoja y asuma profundamente,
integrándolo paulatinamente a su esfera racional, emotiva y volitiva.
Estos, además, logran mayor efectividad si dinamizan y estimulan
a la acción.
III.- Participación activa de las personas con VIH/SIDA
Esta participación, aun cuando es cuestionada por algunos, ha
demostrado a lo largo de los últimos años su valor como
poderoso agente de sensibilización. Cualquier situación
por bien que se nos presente en el plano teórico o conceptual,
se nos antoja al común de las personas abstracta, difusa o lejana,
hasta que literalmente chocamos con ella en la persona concreta
de otro ser humano, que la vive, la sufre y la asume como su realidad,
que entonces pasa a ser de cierta forma también mi realidad,
nuestra realidad.
Al mismo tiempo, la intervención y el compromiso activo en las
acciones de prevención de la persona viviendo con VIH, constituyen
un elemento de suma importancia para su propia sensibilización
y motivación al cambio de actitudes, al tiempo que lo hace cada
vez más responsable por la salud y la vida de los demás
y por otro lado mejora su autoestima, tan amenazada en el transcurso
de una enfermedad como esta.
IV.- Mensajes claros y veraces.
Los mensajes deben ser transparentes, de fácil asimilación,
y confeccionados en un código comprensible por los destinatarios.
La información debe ajustarse estrictamente a la verdad so pena
de perder credibilidad o eficacia todo el programa de prevención.
Tal es el caso de la promoción del condón como sexo
seguro, es decir libre de riesgos, lo cual no se ajusta plenamente
a la verdad. En varios estudios durante la última década,
se ha detectado una variable tasa de fallos, en dependencia del país,
las edades estudiadas, el tipo de condón utilizado, entre otros
factores. Si tenemos en cuenta que lo que se juega con cada fallo es
la vida de uno, incluso de varios seres humanos, la situación
no resulta tan sencilla. Este tipo de mensajes hace que en las personas
se genere una falsa sensación de seguridad y que lejos de abandonar
las prácticas sexuales riesgosas, las incremente, aumentando
a su vez estadísticamente la posibilidad de resultar contagiado
o de contagiar.
V-Que tenga en cuenta las características de los destinatarios
Esto es: sus edades, niveles culturales, necesidades, motivaciones,
aspiraciones, creencias y grados de exposición al riesgo, entre
otros diversos factores.
VI-Enfoque integral.
Si partimos del hecho de que el VIH/SIDA no es sólo un problema
de índole sanitaria por lo que no compete solamente a unos pocos,
como podrían ser el personal sanitario por un lado y por el otro
las personas con conductas de riesgo, los portadores y enfermos, sino
que es una problemática que por sus profundas connotaciones alcanza
a la sociedad en su conjunto, necesita pues en su enfrentamiento, de
estrategias integradoras en todos estos campos: a los programas de educación
sobre el VIH/SIDA dirigidos a adolescentes, jóvenes y adultos,
deberán incluirse e integrarse cursos sobre sexualidad y relaciones
humanas, vida familiar y desarrollo social.
A las acciones estrictamente sanitarias como son las que se realizan
con las personas con comportamientos de riesgo, la búsqueda continua
de medicamentos y vacunas, así como la oferta de servicios de
salud adecuados; se deben sumar iniciativas en otros terrenos como el
educativo socioeconómico entre los que se encuentren la eliminación
de las causas de la pobreza, la falta de equidad, la injusticia y la
marginalidad. El cultural: la falta de acceso a la educación
y la cultura, además del psicológico y el espiritual,
entre otros.
VII.-Educación ética
Resulta vital para la prevención del VIH/SIDA y el resto de las
ITS, la educación ética de las personas. Educación
ética significa formar a partir de los valores, donde no hay
valores no hay verdadera educación, puede haber instrucción,
entrenamiento, pero nunca educación. Es preciso tener presente
que la adquisición de los valores no procede de su conocimiento
racional o su memorización, sino que estos se transmiten y son
asumidos por los individuos en procesos vivenciales, por decirlo de
otra forma, los valores se contagian si son vividos y testimoniados.
Educar en los valores no significa pues, enseñar un conjunto
de fríos contenidos, no se trata tampoco de dar grandes listados
de valores y sus principios teóricos, error en el
que no pocas veces incurrimos. La educación en los valores
consiste en ir despertando y alimentando la sensibilidad, el sentido
ético, esto es, la capacidad de la persona para captar y hacer
suyos los valores, educándola para el discernimiento, ante las
disímiles circunstancias y situaciones que deberá encarar
a lo largo de su vida.4
De más está decir pues, la crucial importancia que juega
la familia, pues es en este ámbito donde se vivencian de forma
privilegiada los valores. No obstante la escuela, y el resto de las
instancias de la sociedad, donde se incluye a la Iglesia, deberán
en lo posible asumir funciones educativas y no sólo informativas
de manera que sean también lugares de educación en los
valores. Esto exige una profunda sinergia entre la familia y el resto
de dichas instancias para formar una verdadera comunidad educativa.
Valores básicos que se deberán promover en los programas
de prevención:
. Dignidad
.Castidad
.Fidelidad
.Autocontrol
.Autoestima
.Honestidad
.Respeto
.Compromiso
.Justicia
.Equidad
.Tolerancia
.Solidaridad
Cuando alguno de los anteriores siete criterios o premisas básicas
de la prevención, no son tomados en su justa medida, o no se
llevan a la práctica de forma coherente, los programas de prevención
incurren en costosos errores que en último término disminuyen
su eficacia.
Principales dificultades
de los programas de prevención
A. En la confección del mensaje:
1- Enfoque negativo:
Los mensajes negativos y apocalípticos: ¡El SIDA
mata!, El SIDA es el fin de la humanidad!, la terrible
enfermedad... o como se titula un conocido material de vídeo
SIDA: callejón sin salida entre muchos otros que
inundan los medios de comunicación social, solo inducen temor
o pánico y generan nocivos bloqueos emocionales y mecanismos
psicológicos de defensa en los que el individuo se refugia en
No, eso no me puede ocurrir a mí o ¿Por
qué habría de ocurrirme algo tan terrible precisamente
a mí?, ¡Es mejor no pensar en eso! u otras por el
estilo.
2- Contenidos sólo informativos:
Es cuando el mensaje es sólo técnico, con un frío
enfoque higiénico-sanitario que no motiva, no moviliza interiormente
a la persona a reflexionar profundamente sobre su vida y sus actitudes
y actos. El individuo aprende de memoria los peligros a
los que se expone con su conducta pero eso por si solo no garantiza
su modificación, al igual que un fumador puede llegar a conocer
con lujo de detalles los numerosos riesgos que le acarrea su nocivo
hábito, sin que por ello sea más capaz para abandonarlo.
3.- Enfoque parcial:
Ocurre cuando la prevención no tiene en cuenta los aspectos culturales,
sociales, familiares, económicos, y espirituales entre muchos
otros, que pueden estar en la génesis de la propagación
de la enfermedad, centrándose únicamente en el campo estrictamente
sanitario.
Un claro ejemplo de este enfoque parcial lo constituye la prevención
basada en un único elemento como lo es la promoción del
uso del condón, dejando de lado importantes acciones para eliminar
las prácticas y conductas sexuales de riesgo. Quienes defienden
esta postura alegan que si bien es cierto, tal y como postulan autorizadas
voces en todo el mundo, que sólo el cambio de actitudes y conductas
es sostenible y verdaderamente eficaz para prevenir el VIH/SIDA y otras
ITS, eso sólo se puede lograr a largo plazo y que es preciso
pues, proteger y evitar el contagio de ese joven o de aquella adolescente
que mañana, pasado mañana o la próxima semana,
o sea, a muy corto plazo estarán en una situación de riesgo
y podrán quedar contagiados. Lo que de aquí se desprende
es que si todo el tiempo permanecemos implementando soluciones a corto
plazo para paliar la situación, y no comenzamos de
una vez a implementar acciones que a un largo plazo modifiquen las actitudes
y ataquen las verdaderas raíces del mal, ¡siempre estaremos
trabajando a corto plazo! Y nunca lograremos la necesaria efectividad.
A juicio de numerosos entendidos, el fracaso de los enfoques de este
tipo es notorio. Baste considerar que el número de casos de personas
infectadas en varias provincias de nuestro país durante los últimos
años se ha incrementado de forma alarmante a expensa de personas
que se han autoinoculado el VIH por medio de inyecciones o manteniendo
conscientemente relaciones sexuales con personas infectadas. Ante esta
dolorosa situación debemos cuestionarnos seriamente si nuestras
campañas de prevención han tenido suficientemente en cuenta
a otros elementos de fondo que propician este fenómeno.
B.En la implementación de las acciones de prevención:
1.- Políticas coercitivas:
Exámenes forzados a determinados grupos o individuos así
como reclusión y aislamiento obligatorios sin distinción.
2.- Acciones irrespetuosas:
Violación de la confidencialidad de los individuos, a su intimidad
o autonomía, así como irrespeto a derechos básicos
como el trabajo, la educación, la recreación, etc.
Las experiencias de varias regiones del mundo donde se han implantado
estrategias de prevención, con algunas de estas dos últimas
dificultades, han demostrado una dudosa eficacia, pues tienen una serie
de inconvenientes entre los que se cuentan el que:
/Son extremadamente caras y por ende, difíciles de sostener a
largo plazo.
/Resultan relativamente poco eficaces para detener la propagación
de una enfermedad que puede permanecer asintomática e indetectable
pero transmisible durante un largo período de tiempo.
/Generan una falsa seguridad en el resto de la población, pues
el común de las personas tiende a asumir que todos los enfermos
o portadores ya están detectados y aislados y que por ende la
corrección de las conductas personales de riesgo resulta innecesaria.
/Las personas que piensan pueden estar contagiadas, se ocultan y no
buscan ayuda por temor a su reclusión, al público conocimiento
de su situación, a la discriminación o marginación.
A modo de conclusión:
No quisiera terminar, sin hacer antes referencia a la necesidad de implementar
como parte central de las estrategias de prevención, una educación
para el amor y la sexualidad desde los valores. La educación
sexual, en efecto, al tener como meta la madurez de la personalidad,
no puede ser concebida simplemente como una iniciación a la higiene
y los aspectos fisiológicos de la sexualidad.
Uno de los elementos esenciales que deben tener en cuenta las estrategias
de prevención es propiciar una educación sexual con un
enfoque personalista que facilite a los individuos de nuestro tiempo,
descubrir y asumir los profundos significados antropológicos
de su sexualidad y esta forma les permita integrar de manera armónica
la sexualidad en su horizonte de sentido existencial.
Nunca una educación de la sexualidad estará completa,
ni será del todo proveedora de significados válidos, ni
por lo tanto eficaz para transformar o sostener a lo largo del tiempo
el cambio del comportamiento sexual, si no se acompaña de una
educación para el amor que tenga como marco referencial los valores
humanos. Esto es lo que se ha denominado Educación afectivo
sexual en los valores.
De esta forma, mediante un proceso en el que el individuo va asumiendo
valores básicos como el compromiso, la voluntad, la apertura
y la entrega a otro, la autoestima, el pudor, la fidelidad, el respeto,
y la libertad como realización de la verdad en la responsabilidad,
entre tantos otros, la persona hallará profundas motivaciones
que le impulsen a asumir de forma consciente los profundos significados
de su sexualidad encontrando su verdadero sentido, lo cual contribuirá
a su realización y plenificación humana. De seguro una
sexualidad integrada de esta manera, no dejará margen alguno
para la entrada del VIH.
Notas:
1.- S.E. Mons. Fouad T. El Hage. Arzobispo maronita de Trípoli,
presidente de Cáritas Internationalis en: Sida y Cáritas
Internationalis, Dolentium Hominum n. 44, 2000.
2.- P. Robert J. Vitillo, MSW, delegado de Cáritas Internationalis
New York Washington y Sor Maura ODnouhue en:
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