En lo más cordial de la
cultura cubana están las fiestas de Nochebuena, Navidad y Año
Nuevo.
Allí se asentaron estas celebraciones hace siglos. Allí
creció en nuestras familias la hermosa tradición de poner
el nacimiento junto al árbol de Navidad, repleto
de luces y adornos. Allí se hizo tradición la cena familiar
en la Nochebuena cada 24 de Diciembre, con lo que hubiera para poner
sobre la mesa, pero cultivando la necesaria reunión familiar
y los recuerdos para los ausentes. Allí se hizo costumbre los
días feriados y las felicitaciones navideñas, los villancicos
por la radio, la televisión y los templos.
Allí, en lo más tierno del corazón de la cultura,
se enraizó el Día de Reyes, cada 6 de Enero, para que
los niños cubanos, según la tradición iberoamericana
y no anglosajona, estuvieran pendientes la noche del día 5 de
la llegada de los tres Reyes magos: Melchor, Gaspar y Baltasar, con
camellos y regalos; unos más elaborados, otros simples yuntas
con carretas hechas a mano con un palo de guayaba por las manos callosas
de nuestros abuelos. Pero algo de alegría y de fantasía
nacía cada año en el corazón de los niños
y en la paternidad y la ternura de los adultos.
Llegó un día amargo en que estas tradiciones fueron abruptamente
suspendidas en el ámbito público, cercenada la tradición,
cortado el árbol de su raíz, cambiada de fecha la ternura,
para estar más cerca de un asalto. ¿Cómo podría
lograrse el injerto en tronco extraño?
Todo pasa. Pasó el tiempo y, mientras dormían en el santuario
de la conciencia y en la intimidad de los corazones la fiesta abolida
y los significados desvaídos, comenzaron a regresar, primero
los signos, casi vaciados de contenido: venían ahora de la mano
de una moneda que no era la nuestra, y si bien antes los signos y regalos
dependían de la posición económica de los padres
de la familia, era con su trabajo que se conseguía el dinero
con el que se compraría lo que se pudiera, o nada; ahora llegaron
primero, los árboles de Navidad con un signo monetario más
cercano a Santa Claus que a los Reyes de Oriente.
Pulularon los árboles de Navidad en casas donde las familias
podían enviar divisas y en los establecimientos públicos
hasta que llegó la segunda orientación de no ponerlos
en esos lugares oficiales: pero esta prohibición no llegó
a las tiendas y comercios, ni a las casas, claro está, y comenzó
a revivir el símbolo sin saber muy bien cómo y por qué,
pero algo cambiaba en el ambiente de los días de Diciembre...
y hasta de Noviembre y Febrero, porque se había perdido la fecha
en que se ponía el arbolito, entre el 8 y el 17 de Diciembre
y los días en que se retiraba el árbol después
de la fiesta de los Reyes el 6 de Enero. Árboles de Navidad sin
las figuras del Nacimiento. Jesús, José, María,
los pastores, las ovejas, la vaca y el mulo, los ángeles, faltaban
a la cita con la cultura y la nostalgia, pero algo cambiaba en el rostro
de la gente: el regreso a las raíces es fuente de alegría
profunda.
Luego, fue anunciada la visita del Papa a Cuba para Enero de 1998, y
con ella regresó el Día Feriado para el 25 de Diciembre,
única fecha religiosa que se celebra en Cuba con un feriado oficial.
Gracias a Dios esto fue un gesto y un hecho muy popular y positivo del
Gobierno cubano. Habían cambiado las condiciones y los conceptos
de los años 70, había cambiado el mundo, las ideologías
y la concepción de la vida. Cuba entraba, por una puerta natural,
al encuentro con sus propias y mejores tradiciones y fuentes culturales.
De regreso a casa, más allá del sentido estrictamente
religioso, la Navidad como un feriado es otra señal de que todo
llega y nada que está en la raíz de los pueblos puede
ser borrado en cuestión de décadas.
Ahora, el significado debe acompañar al signo. Que se sepa y
se diga y se enseñe a los niños y jóvenes lo que
simboliza el árbol de luz y los nacimientos que comienzan a llegar,
por las mismas tiendas y, por fortuna, también han salido de
las manos de los artesanos y órdenes religiosas.
Que entre por la puerta ancha de la celebración familiar y pública
la cena de Nochebuena y la Misa del Gallo en la media noche del 24 de
Diciembre. Que vuelvan a tener carta de ciudadanía plena, los
villancicos y las felicitaciones escritas y orales; al encontrar a los
amigos y conocidos, que se oiga claro y alto: ¡Feliz Navidad y
próspero Año Nuevo!
Que se graben y escuchen de nuevo los villancicos más tradicionales
y los regalos de Reyes y las reuniones de familia y la fantasía
de los niños. Que junto al regalo, pobre o rico, grande o pequeño,
venga la explicación y el significado:¿Por qué
es el Día de Reyes? ¿Quiénes fueron aquéllos
personajes reales y actuales?¿A quién fueron a regalar
aquella primera Navidad?
Pero no basta que vuelvan a reconciliarse los signos y las fiestas con
su significado histórico: el nacimiento de Jesucristo. Esto es
ya bastante en un país donde los libros de quinto grado decían
que Cristo era una leyenda. Todo pasa.
Pero no basta el regreso a las raíces y a la ternura. Que venga
de su mano, ¿y qué mano mejor? la vivencia profunda del
significado de estas Fiestas en Cuba hoy.
Navidad es la celebración del nacimiento de Cristo hace más
de dos mil años, pero es también la celebración
del nacimiento de un mundo nuevo, de una nueva era, de una nueva forma
de vivir y convivir entre todos los seres humanos. Eso es lo que debemos
celebrar viviendo conscientemente lo que los símbolos y tradiciones
nos recuerdan.
Navidad es la fiesta de la convivencia pacífica entre todos los
hombres de buena voluntad. Esa fue la esencia del anuncio aquella primera
Nochebuena. Noche buena por eso: Les doy una Buena Noticia que
será una gran alegría para todo el pueblo-dice el
Evangelio de San Lucas en su capítulo segundo. Noche buena porque
el deseo y la plegaria que ha trascendido los siglos es precisamente:Gloria
a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor
Fiesta de símbolos y cultura, fiesta de significados religiosos
para los cristianos, fiesta en la que se convoca a todos los hombres
y mujeres de buena voluntad a convivir en paz.
Cuba avanza y debe avanzar hacia esa plenitud de la fiesta de Navidad.
Que al árbol navideño le acompañe la luz de la
verdad, que nació en Belén. Que al nacimiento de Cristo,
le acompañe lo que es y anuncia: el nacimiento de una nueva civilización
del amor y la paz.
Celebremos esta Navidad en Cuba, abierta a todos los cubanos. Los que
viven aquí y los que viven en la diáspora. Que Cuba celebre
la Navidad abriendo espacio en la mesa nacional de Nochebuena para que
tengan su plato y su alegría todos los cubanos que compartimos
esta Isla: que pensar distinto no nos separe de esa mesa del hogar cubano.
Que el tener más o el poder más no nos coloque por encima
de los demás comensales. Que tener proyectos futuros diferentes
no nos haga hermanos separados de la gran familia cubana.
Si cada cubano siente en estas fiestas de Pascua y Año Nuevo,
que es considerado como un hermano y no como un adversario; si cada
cubano de aquí pone en su mesa un cubierto para el que no tiene
sus mismas ideas políticas o sus mismas creencias religiosas
o no tiene su misma condición económica o no tenga su
misma posición social, entonces Cuba será la Mesa Nacional
y el Hogar pleno de todos los cubanos. Entonces podremos decir que estamos
celebrando auténticamente la Cena de la Nochebuena con la que
esperamos el Nacimiento del Sol que nace de lo Alto, para iluminar
a los que viven en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por
los caminos de la paz(Cántico de Zacarías)
Entonces podremos decir con todos y para alegría de todo el pueblo:
¡Feliz Navidad!
Pinar del Río, 27 de noviembre de 2002