Revista Vitral No. 52 * año VIII * noviembre-diciembre 2002


EDITORIAL

 

NAVIDAD: CELEBRAR ENTRE TODOS LA CONVIVENCIA PACÍFICA

 

 

En lo más cordial de la cultura cubana están las fiestas de Nochebuena, Navidad y Año Nuevo.
Allí se asentaron estas celebraciones hace siglos. Allí creció en nuestras familias la hermosa tradición de poner el “nacimiento” junto al árbol de Navidad, repleto de luces y adornos. Allí se hizo tradición la cena familiar en la Nochebuena cada 24 de Diciembre, con lo que hubiera para poner sobre la mesa, pero cultivando la necesaria reunión familiar y los recuerdos para los ausentes. Allí se hizo costumbre los días feriados y las felicitaciones navideñas, los villancicos por la radio, la televisión y los templos.
Allí, en lo más tierno del corazón de la cultura, se enraizó el Día de Reyes, cada 6 de Enero, para que los niños cubanos, según la tradición iberoamericana y no anglosajona, estuvieran pendientes la noche del día 5 de la llegada de los tres Reyes magos: Melchor, Gaspar y Baltasar, con camellos y regalos; unos más elaborados, otros simples yuntas con carretas hechas a mano con un palo de guayaba por las manos callosas de nuestros abuelos. Pero algo de alegría y de fantasía nacía cada año en el corazón de los niños y en la paternidad y la ternura de los adultos.
Llegó un día amargo en que estas tradiciones fueron abruptamente suspendidas en el ámbito público, cercenada la tradición, cortado el árbol de su raíz, cambiada de fecha la ternura, para estar más cerca de un asalto. ¿Cómo podría lograrse el injerto en tronco extraño?
Todo pasa. Pasó el tiempo y, mientras dormían en el santuario de la conciencia y en la intimidad de los corazones la fiesta abolida y los significados desvaídos, comenzaron a regresar, primero los signos, casi vaciados de contenido: venían ahora de la mano de una moneda que no era la nuestra, y si bien antes los signos y regalos dependían de la posición económica de los padres de la familia, era con su trabajo que se conseguía el dinero con el que se compraría lo que se pudiera, o nada; ahora llegaron primero, los árboles de Navidad con un signo monetario más cercano a Santa Claus que a los Reyes de Oriente.
Pulularon los árboles de Navidad en casas donde las familias podían enviar divisas y en los establecimientos públicos hasta que llegó la segunda orientación de no ponerlos en esos lugares oficiales: pero esta prohibición no llegó a las tiendas y comercios, ni a las casas, claro está, y comenzó a revivir el símbolo sin saber muy bien cómo y por qué, pero algo cambiaba en el ambiente de los días de Diciembre... y hasta de Noviembre y Febrero, porque se había perdido la fecha en que se ponía el arbolito, entre el 8 y el 17 de Diciembre y los días en que se retiraba el árbol después de la fiesta de los Reyes el 6 de Enero. Árboles de Navidad sin las figuras del Nacimiento. Jesús, José, María, los pastores, las ovejas, la vaca y el mulo, los ángeles, faltaban a la cita con la cultura y la nostalgia, pero algo cambiaba en el rostro de la gente: el regreso a las raíces es fuente de alegría profunda.
Luego, fue anunciada la visita del Papa a Cuba para Enero de 1998, y con ella regresó el Día Feriado para el 25 de Diciembre, única fecha religiosa que se celebra en Cuba con un feriado oficial. Gracias a Dios esto fue un gesto y un hecho muy popular y positivo del Gobierno cubano. Habían cambiado las condiciones y los conceptos de los años 70, había cambiado el mundo, las ideologías y la concepción de la vida. Cuba entraba, por una puerta natural, al encuentro con sus propias y mejores tradiciones y fuentes culturales. De regreso a casa, más allá del sentido estrictamente religioso, la Navidad como un feriado es otra señal de que todo llega y nada que está en la raíz de los pueblos puede ser borrado en cuestión de décadas.
Ahora, el significado debe acompañar al signo. Que se sepa y se diga y se enseñe a los niños y jóvenes lo que simboliza el árbol de luz y los nacimientos que comienzan a llegar, por las mismas tiendas y, por fortuna, también han salido de las manos de los artesanos y órdenes religiosas.
Que entre por la puerta ancha de la celebración familiar y pública la cena de Nochebuena y la Misa del Gallo en la media noche del 24 de Diciembre. Que vuelvan a tener carta de ciudadanía plena, los villancicos y las felicitaciones escritas y orales; al encontrar a los amigos y conocidos, que se oiga claro y alto: ¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo!
Que se graben y escuchen de nuevo los villancicos más tradicionales y los regalos de Reyes y las reuniones de familia y la fantasía de los niños. Que junto al regalo, pobre o rico, grande o pequeño, venga la explicación y el significado:¿Por qué es el Día de Reyes? ¿Quiénes fueron aquéllos personajes reales y actuales?¿A quién fueron a regalar aquella primera Navidad?
Pero no basta que vuelvan a reconciliarse los signos y las fiestas con su significado histórico: el nacimiento de Jesucristo. Esto es ya bastante en un país donde los libros de quinto grado decían que Cristo era una leyenda. Todo pasa.
Pero no basta el regreso a las raíces y a la ternura. Que venga de su mano, ¿y qué mano mejor? la vivencia profunda del significado de estas Fiestas en Cuba hoy.
Navidad es la celebración del nacimiento de Cristo hace más de dos mil años, pero es también la celebración del nacimiento de un mundo nuevo, de una nueva era, de una nueva forma de vivir y convivir entre todos los seres humanos. Eso es lo que debemos celebrar viviendo conscientemente lo que los símbolos y tradiciones nos recuerdan.
Navidad es la fiesta de la convivencia pacífica entre todos los hombres de buena voluntad. Esa fue la esencia del anuncio aquella primera Nochebuena. Noche buena por eso: “Les doy una Buena Noticia que será una gran alegría para todo el pueblo”-dice el Evangelio de San Lucas en su capítulo segundo. Noche buena porque el deseo y la plegaria que ha trascendido los siglos es precisamente:”Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”
Fiesta de símbolos y cultura, fiesta de significados religiosos para los cristianos, fiesta en la que se convoca a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a convivir en paz.
Cuba avanza y debe avanzar hacia esa plenitud de la fiesta de Navidad. Que al árbol navideño le acompañe la luz de la verdad, que nació en Belén. Que al nacimiento de Cristo, le acompañe lo que es y anuncia: el nacimiento de una nueva civilización del amor y la paz.
Celebremos esta Navidad en Cuba, abierta a todos los cubanos. Los que viven aquí y los que viven en la diáspora. Que Cuba celebre la Navidad abriendo espacio en la mesa nacional de Nochebuena para que tengan su plato y su alegría todos los cubanos que compartimos esta Isla: que pensar distinto no nos separe de esa mesa del hogar cubano. Que el tener más o el poder más no nos coloque por encima de los demás comensales. Que tener proyectos futuros diferentes no nos haga hermanos separados de la gran familia cubana.
Si cada cubano siente en estas fiestas de Pascua y Año Nuevo, que es considerado como un hermano y no como un adversario; si cada cubano de aquí pone en su mesa un cubierto para el que no tiene sus mismas ideas políticas o sus mismas creencias religiosas o no tiene su misma condición económica o no tenga su misma posición social, entonces Cuba será la Mesa Nacional y el Hogar pleno de todos los cubanos. Entonces podremos decir que estamos celebrando auténticamente la Cena de la Nochebuena con la que esperamos el Nacimiento “del Sol que nace de lo Alto, para iluminar a los que viven en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por los caminos de la paz”(Cántico de Zacarías)
Entonces podremos decir con todos y para alegría de todo el pueblo:

¡Feliz Navidad!

Pinar del Río, 27 de noviembre de 2002

 

Revista Vitral No. 52 * año VIII * noviembre-diciembre 2002