Posiblemente, con la
muerte de Polo, estamos asistiendo al nacimiento de un mito. Un nuevo
Benny quizá, aunque el pinareño no tuvo la dicha de una
discografía tan amplia. Todavía no tenemos claro la conjunción
de elementos para parir una estrella. En una Cuba musical hasta el delirio
y casi descreída surge un meteoro del anonimato, de esa lucha
diaria de los miles de músicos que andan por ahí, entre
guitarras y rones, por las esquinas turísticas o las nocturnidades.
Es descubierto -como parece ser la oportunidad en estos casos- por un
empresario extranjero, y se nos desvela intacto aún, luego de
ser el tercer cubano -con los clásicos Silvio y Pablo- en retornar
con un disco de platino, por las miles de copias de su Guajiro Natural
vendidas en Colombia, donde es -continúa siendo- idolatrado.
Su imagen siguió en lo esencial la de un campesino vueltabajero,
de nobleza telúrica, el rostro curtido y agrietado como un surco,
las manos rugosas, que parecían atrancar el micrófono
como si fuera una guataca o un cuje de tabaco, y todo él torpe
en el baile; su imagen era creíble. Porque un mito tiene que
ser, por sobre todo, quien dice ser. Sólo un guajiro natural
natural puede armar esta cuarteta de una poesía tan poderosa
como elemental: «vengo de la yunta de buey que tira del carretón/
traigo el olor a carbón y el aroma del batey». O puede
concluir una canción con ese ¡alabasísantísimo!
Un tipo con una voz providencial; su timbre, singular, era de una ternura
contagiosa. Cantaba con una desnudez total los temas sencillos y vitales
del amor, el desamor y los desengaños, con los ritmos de la cubanía
y las ilusiones de siempre y de todos. Uno piensa en Polo como en un
familiar, y no por aquella época febril en que sus canciones
estaban a todas horas y en todas partes, no, sino por apropiarse de
ese otro espacio, inefable y ubicuo, de la identidad, de la identificación.
Somos Polo de alguna manera; de alguna manera compartimos su vida dura,
su suerte merecida y su gloria efímera sobre esta tierra. Con
su trágica muerte algo de nosotros ha muerto, aunque no precisemos
qué. De tal manera que cuando nos percatamos de que no estará
ya más aquí, cuando decimos ño, el Polo se murió,
unos globitos desgarran las entrañas y por el ombligo, una frialdad
que sube. Polo Montañez, y ya sabemos que ese no era su nombre,
ni siquiera su verdadero mote, pero así se nos presentó,
era un artista típico, cabal. Recuerdo ahora aquel verso de Wichy
Noguera donde, si para variar mi mente no me engaña, le aconsejaba
a su hijo que no se metiera a poeta «porque el arte mata».
El Polo, como el Benny, puede muy bien representar esto. El artista
se entrega, no al arte, sino a sí mismo, al descubrimiento de
sí, a sus cimas y abismos. Por eso las mitologías tienen
su gesta. Esa entrega ciertamente mata, pero, siendo entrega plena,
de una manera misteriosa revive a su dador.
/Ernesto Ortiz Hernández
ESTABA
BIEN COMO ERAS Y
ESTABAN MAL LOS QUE SE REÍAN DE TU ORIGEN
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Es un mecanismo bastante misterioso el que rige el amor de los demás
hacia una persona equis. Ese conjuro, esa urticaria de todos a favor
de alguien tiende a ser, al unísono, un fenómeno más
orgánico cuanto menos insistan en organizarlo.
Digamos que es un mecanismo aventurero, con miles de resortes, aventureros
también, y ocultos detrás de una imagen que varía
según la moda, la época, el tipo de soledad que tengamos
o este ave problema de ser, sin complejos, nosotros mismos, lo bendito
del fenómeno es que tiene sus matices.
Así un día alguien a quien llamabas familiarmente paisano,
compatriota, muda la moda, burla la época, la soledad, los complejos.
Entonces lo miras triunfar y piensas, así se hace caramba, y
esa noche y las otras duermes tranquilo; te consuela ese alguien nacido
del lado de los de acá, prueba viva de que cruzar la línea
es posible, de que puedes ser jodidamente universal y guajiro y noble
y anticuado y poeta. O sea, que estaba bien como eras y estaban mal
los que se reían de tu origen.
Luego, si viene un golpe de muerte –como dijo el Ministro- y la
gente que pudo hacer de un atajo un destino también se muere,
mientras la noticia resbala en la lengua del pueblo, te pones a pensar
que el mundo no puede acabarse todavía si la pérdida de
un hombre duele tanto. Y aunque el audaz descubrimiento no salva, ni
devuelve nada, sí te deja el bastardito corazón haciendo
pum, pum, pum, en medio de la multitud llorosa.
/Gleyvis Coro Montanet
DEL ÁRBOL DE
LA CANCIÓN
HA CAÍDO EL MEJOR FRUTO
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Pinar se encuentra de luto
de la piel al corazón
del árbol de la canción
ha caído el mejor fruto
Héctor Montesinos*
Pinar del Río está consternado.
Hacía años que un artista no se robaba así su corazón,
llegando a convertirse en un símbolo de la provincia. Polo entró
en los pinareños por la puerta que da paso a cualquier corazón
cubano, la de los sentimientos. La manera en que se hizo famoso, su
carácter autodidacta, su estilo de “guajiro natural”
que no cambió a pesar de la fama y las giras, la letra sencilla
pero profunda de sus canciones, y su ritmo que combinaba muy bien la
alegría y la tristeza, la esperanza y el agobio, dieron fruto
en la tierra fértil de los cubanos, ávidos de una música
a tono con sus sueños y su manera de vivir. De formación
autodidacta, Polo era símbolo del que se abrió paso en
medio de múltiples dificultades, porque “era bueno”,
buen músico y buena persona, tal vez por eso sintonizó
tanto con la esperanza de muchísima gente en Cuba, Colombia y
otros países de América. Hubo gente que lloró como
si hubiese muerto un familiar, otros le dieron una misa, como a cualquiera
de los suyos, y la inmensa mayoría se lamentaba de tan sensible
pérdida.
De Polo quedan las canciones y la lección de que no hay que cambiar
de aspecto, de bandera o de música para triunfar en las artes
y en la vida, no hay que ser un esclavo del “mercado” de
los gustos o de las estrategias comerciales o ideológicas. Basta
con luchar por conseguir un buen empeño, asumiendo todo riesgo,
basta con ser “natural”, guajiro o de la ciudad, guarachero,
profesional o barrendero, basta ofrecer al mundo con valentía,
la autenticidad de la propia persona. ¡Ve tranquilo, Polo Montañez,
al encuentro con el Absoluto, el que te regaló la voz y la inspiración
que tan bien supiste explotar! ¡Gracias Polo, por ser buen fruto
del árbol de la canción!
*Héctor Montesinos: poeta y repentista cubano. La estrofa corresponde
a una controversia ofrecida en honor a Polo Montañez en San Diego
de los Baños.
/Sergio Lázaro Cabarrouy