El bien de una nación debe ser fomentado
y procurado por los propios ciudadanos
a través de medios pacíficos y graduales.
Juan Pablo II
(en Santiago de Cuba, 24 de Enero de 1998)
Ya sé que podemos estar
o no estar de acuerdo. Pero los invito a mirar en perspectiva y no sólo
a lo inmediato. Algunos con los que he conversado sobre este tema, dudan
de que estemos avanzando hacia la madurez ciudadana.
Argumentan que todavía hay mucho miedo para expresar lo que se
siente y se cree; argumentan que aún la inmensa mayoría
de las personas desconocen sus derechos y sus deberes políticos,
sociales, económicos; también dicen que muchos cubanos
no sólo desconocen sus derechos porque nunca se los han enseñado,
sino porque no saben que esos derechos son innatos, es decir,
que nacen con cada persona, que nadie los concede.
Otros pueden decir que los cubanos no sabemos bien que el Estado, ni
ninguna otra institución o grupo social, puede desconocer los
derechos, ni siquiera otorgarlos, porque los derechos humanos, por ser
eso, humanos, son patrimonio y cualidad de cada persona
que nace a este mundo con ellos y nada ni nadie puede arrebatárselos
ni concedérselos, lo más que puede hacer un Estado de
Derecho es reconocer, respetar y hacer respetar con un marco legal adecuado
esos derechos y deberes que, como reconocemos los creyentes, Dios ha
puesto en el alma de cada hombre y mujer.
En una mirada, quizá a corta distancia, pudiéramos caer
en el pesimismo de decir: Un pueblo merece lo que tiene, no hemos aprendido
a vivir respetando a los que piensan diferente, a los que creen distinto,
a los que actúan diverso. Otros dicen que hay exceso de protagonismos
individualistas que aún no están maduros para formar consensos
por miedo a perder la propia identidad.
Aún más: otros cubanos, pudiéramos decir que las
mayorías, siguen siendo masificadas, manipuladas en sus sentimientos
y en su información, algunos pudieran argumentar, incluso, que
eso de madurez nunca ha cuadrado para los cubanos. Que tendemos
a ser superficiales e inmaduros, que tendemos a cierta dependencia casi
infantil a lo que nos van a dar, a lo que nos toca,
a lo que está permitido, es decir, a lo que nos den permiso.
¿No se nos parece esta actitud a la de los niños y adolescentes
que aún no han arribado a su debida autonomía, a los grados
de independencia que caracterizan a un adulto que se busca lo
suyo, lo que aspira, lo que sueña?
Todas estas apreciaciones, tienen una gran parte de verdad. Pudiéramos
encontrar todavía muchas más razones para demostrar
que aún los cubanos no hemos arribado a la madurez cívica
y política que sería deseable o que, simplemente, tienen
otros países con mayor tradición, información y
ejercicio concreto del protagonismo ciudadano.
Porque, en mi opinión, de esto se trata: de un ejercicio pacífico
y gradual de la propia ciudadanía.
Cada ciudadano es soberano
Tener madurez cívica y política es, en primer lugar,
tomar conciencia de que en las democracias cada ciudadano tiene una
cuota de soberanía.
Soberanía es la capacidad de ser parte de la nación que
formamos.
Soberanía es la facultad de participar en las decisiones que
se tomen para mejorar la nación que nos pertenece a todos.
Soberanía es la posibilidad, reconocida o no, de transformar
la realidad en que vivimos llevando, entre todos, las riendas de su
destino.
En un país libre y democrático cada ciudadano nace soberano.
Es decir, dueño de su vida, de sus sentimientos, de sus pensamientos,
de sus acciones, de las que es responsable ante sus conciudadanos. Y
debe responder por cada una de ellas. Pero para poder responder
tiene que tener la libertad de actuar sin presiones, sin miedo, sin
imposiciones.
Cuando sintamos que nos puede perjudicar expresar lo que pensamos es
que estamos siendo súbditos, no soberanos, de nuestros pensamientos.
Cuando nos sorprendamos a nosotros mismos reprimiendo nuestros sentimientos
ó cuando, en un acto público o en un centro de trabajo
o en una simple conversación, nos demos cuenta de que nos están
manipulando los sentimientos, provocando las lágrimas o reprimiendo
la sonrisa, entonces es que estamos siendo súbditos no soberanos
de nuestros propios sentimientos, que es el colmo del vasallaje de la
conciencia.
Cuando nos encontremos con personas y grupos, iglesias o logias, partidos
políticos o simples grupos musicales que no pueden hacer lo que
han decidido a favor de legítimos propósitos pacíficos,
ya fueran religiosos, políticos o culturales, porque una autoridad
de cualquier nivel, llamó por teléfono para decir
que eso les perjudica, o envió un mensaje con uno de ellos
mismos, amigo de alguno de ellos, en el que se filtró
que eso no le conviene, entonces estamos consintiendo en
ser súbditos y no soberanos de nuestros actos, siendo éstos,
actos pacíficos y beneficiosos para la nación.
La cumbre del vasallaje de la conciencia es hasta la prohibición
de reflexionar y darnos cuenta de esta situación. En todas las
naciones del mundo, pero en unas más que en otras, los ciudadanos
debemos pasar de ser y actuar como súbditos a la capacidad de
ser y actuar como soberanos, que es decir, como ciudadanos.
Tener iniciativas cívicas
es señal de madurez
La iniciativa ciudadana es una de la principales señales de
la madurez política.
Otra cosa es que esas iniciativas progresen y lleguen a término.
Otra cosa es que sean aceptadas por todos, lo que es casi imposible,
pues negaría la diversidad propia de las personas y del mundo.
Otra cosa es que estemos o no de acuerdo con alguna de ellas. Pero el
sólo hecho de que haya iniciativas pacíficas y constructivas
de los ciudadanos, y no sólo del Estado o de un partido, es ya
un paso grande hacia la madurez cívica.
Pues bien, todos los cubanos debemos caminar hacia esa madurez, que
es responsabilidad ante la situación que se vive o se sufre,
creatividad para proponer soluciones pacíficas a esas situaciones
y participación activa en el debate público que es el
espacio donde se acuerdan y definen los pasos para llegar entre el mayor
número de ciudadanos hacia las soluciones que se consideren mejor.
Considero que el segundo paso para avanzar en ese sendero hacia la madurez
cívica y política es, simplemente, tomar conciencia de
que caminamos. De que algo pasa, de que nada es estático y menos
en la sociedad. Lo primero es darnos cuenta de que algo se mueve.
Algo se mueve en Cuba
Esta es mi visión y mi convicción: Algo se mueve en Cuba.
Cada vez más, vemos que el inmovilismo es patrimonio de las estructuras
de poder y que las iniciativas de todo tipo es lo que caracteriza a
una incipiente sociedad civil o a simples ciudadanos que optan por permanecer
aquí y por ir haciendo espacios para la participación,
sean músicos, pintores, trabajadores por cuenta propia, vendedores
ambulantes, amas de casa, enfermos del SIDA, grupos de iglesia, asociaciones
de profesionales, nacientes sindicatos obreros, modestos bibliotecarios
que abren sus propias, y a veces reducidas, casas a un servicio social.
Debemos alzar la vista de lo inmediato, de la sobrevivencia cotidiana,
pasar de lo que nos falta por caminar, alzar la vista y por un momento
volverla hacia atrás para reconocer lo que hemos caminado. La
primera trampa del inmovilismo es ocultar lo que se mueve. Para desanimar
al que ha logrado moverse. Franco, el dictador español decía:
el que se mueva no sale en la foto. Es decir, desaparece,
no existe, no cuenta.
Debemos alzar la vista. Esta es mi visión y la comparto con el
ánimo de aportar una opinión que levante no sólo
la mirada sino también y sobre todo que ayude a levantar la autoestima
de los ciudadanos que han tomado en serio su protagonismo (que quiere
decir primeros en la agonía), es decir, que ayude
a los que han optado por la entrega y el sacrificio, los que han escogido
servir a los demás dejando mucho de ellos y mucho de su familia
y su seguridad, por la nación que somos todos los cubanos.
También sé que estos son una minoría. Pero nunca
las masas, las grandes masas, han ido delante en procesos como estos.
Mirando la historia del mundo y la de nuestro pequeño país,
podremos arribar a la convicción de que todos los cambios pacíficos
como los del Padre Félix Varela, el Seminario San Carlos y la
Sociedad económica de Amigos del País fueron protagonizados
por minorías conscientes y movilizadoras de conciencia. ¿Qué
significaban en la lógica del poder español aquel puñado
de criollos que no llegaban a un centenar y que acunaron la cultura
y la nacionalidad cubana con la fuerza de lo pequeño? ¿Qué
por ciento en el Censo del Gobierno español representaba
aquel grupúsculo, luminoso y fundador, de Caballero,
Espada, Luz, Poey, Del Monte, Mendive, tan pocos y tan diversos, en
medio de La Habana a cuya mayoría sólo le importaban
las cajas de azúcar y los sacos de café- como dijo
el mismo Varela?
Luego, las guerras de independencia fueron guiadas y protagonizadas
por las minorías de Céspedes y Agramonte en la guerra
del 68: con sólo 12 hombres para luchar por la libertad.
Y las minorías de Martí, Gómez y Maceo, protagonistas
del mayor trabajo cívico-militar del siglo XIX, que no pudieron
entrar en Santiago pero pudieron entrar en la historia por creer que
era posible. Y hacer posible mañana lo que parecía imposible
hoy, paso a paso.
Y luego en la República, las minorías del 20, las minorías
promotoras de la Constitución del 40, las minorías del
Directorio, del 13 de Marzo, del 26 de Julio. Eran continuadoras de
lo que Medardo Vitier ha llamado minorías guiadoras
refiriéndose a nuestro siglo 19: Los cubanos preocupados
se pasaron el siglo en hacer la historia, hubo aquí
tensión que iba irradiando de las minorías a la conciencia
general... Nuestros guiadores interrumpían el monótono
disfrute y hacían señales en la noche.(Las ideas
y la filosofía en Cuba. Ciencias sociales1970. pag. 299 y 306)
Otra de las trampas del inmovilismo es hacernos creer que hay que esperar
a que las masas, los pueblos enteros se lancen a la calle, hagan la
historia, y que las minorías son incapaces e insignificantes,
nadie las conoce, nadie las reconoce, y si lo hacen, no
son tratados como ciudadanos, en igualdad de condiciones, que piensan
diverso, sino como enemigos y marginados de la sociedad y de la vida.
Una mirada, atenta y desprejuiciada, a las dos últimas décadas
en nuestro País, nos permitirá tomar conciencia de cómo
Cuba avanza hacia la madurez cívica:
-Al principio de los años 70 quedaba, luego del desmantelamiento
de la sociedad civil, sobreviviendo, un resto de esa sociedad
que no se sometió completamente a la uniformidad del totalitarismo
y cuyo rostro visible fue la Iglesia, las iglesias, algunos intelectuales
y otros ciudadanos casi de forma individual.
-En el año 1976, comienzan a organizarse pocas decenas de cubanos,
por su cuenta, fuera del ámbito religioso, para formar asociaciones
mínimas en defensa de los Derechos Humanos. Estas eran entonces
pocas y dispersas.
-Al principio de los 90 se dan a conocer más esas comisiones
o grupos de Derechos Humanos y comienzan a organizarse otros, que ya
asumían una estructura mínima y un incipiente programa
como partidos políticos o movimientos opositores.
-A mediados de los 90 comienza a hacerse más visible la diferencia
entre disidentes y opositores, es decir, entre personas que disienten
y piensan y actúan distinto desde la sociedad civil sin aspiraciones
al poder y ciudadanos que se organizan en partidos o movimientos con
el fin de acceder al poder de forma pacífica para, desde allí,
cambiar algo de la organización del país en un marco de
legalidad.
-Al comenzar la segunda parte de los 90, justamente en febrero del 96,
se crea la primera concertación entre grupos de derechos humanos
y movimientos y partidos, verdadero signo de madurez cívica.
Primer intento de salir de la dispersión y buscar los consensos.
Se llamó Concilio Cubano.
-A finales de los 90 aparece más claro la diferencia entre la
reconstrucción de la sociedad civil con periodistas, bibliotecarios,
trabajadores por cuenta propia, cooperativas agrícolas, centros
de estudios, grupos de profesionales...etc. y la definición más
ideológica de los movimientos y partidos que ya van afiliándose
a las grandes corrientes mundiales: demócratas cristianos, socialdemócratas,
liberales, socialistas, van perfilando su pertenencia y siendo reconocidos
por sus correligionarios en el mundo.
-Con el fin del siglo había ya llegado el otro intento de búsqueda
de consensos, ahora entre más grupos y con partes más
definidas ideológicamente. Otro signo de madurez política
y el mayor ejercicio cívico de las últimas cuatro décadas.
Lo hicieron los cubanos, hablaron de él Carter y la Unión
Europea. En uso de un derecho que da la actual Constitución,
reunieron 11, 020 firmas de ciudadanos que dieron su carnet de identidad
y usaron su propia soberanía. Se llama Proyecto Varela.
-Actualmente, se van perfilando otras iniciativas cívicas sobre
derechos humanos, Asamblea para la Promoción de la Sociedad Civil,
Mesa de Reflexión Moderada y otras concertaciones, diversas entre
sí, pero no enemigas. El paso de una única concertación
a varias concertaciones es una señal de pluralismo y diversidad
sólo propia de la madurez democrática. No es que hayamos
llegado, pero algo se mueve por ese camino. Buscar, ahora, consensos
entre concertaciones diversas sin querer borrar, ni disimular las diferencias
pudiera ser un escalón mayor, un paso más de madurez,
el reto y el desafío de la sociedad civil cubana de hoy.
Para un observador desprejuiciado, estas señales en la
noche, es decir, el camino de estas minorías, no sólo
pudiera ser un punto de referencia sobre lo que está pasando
en Cuba, sino un signo de esperanza de cara al futuro de esta hermosa
y emprendedora nación del Caribe.
Digamos en una frase el camino del 76 a los 2000: de pocas personas,
dispersas y sin reconocimiento internacional, a muchas minorías
organizadas en varias concertaciones y con creciente y cualificado reconocimiento
de personalidades, naciones y grupos de países como la Unión
Europea.
Para mí, esto es un motivo de aliento y un desafío a la
responsabilidad. Pues hay que reconocer también que el Estado
cubano no ha ido al extremo con estos movimientos que vienen del propio
seno de nuestra sociedad. No han faltado contracciones y dolores de
parto, presiones y prisiones, en este camino de gestación de
una nueva época para Cuba.
A mi manera de ver, el Estado lo ha mirado como un dato de la realidad.
Como un resultado de las coyunturas históricas. Claro que no
ha permanecido impasible. No ha sido concesión. Lo ha tomado
como el signo de nuevos tiempos que requieren nuevas estrategias políticas
e ideológicas. Creo que es el origen y la causa de lo que se
ha llamado batalla de ideas, porque está claro que
ninguna de esas personas, disidentes u opositores, ninguno de los grupos
o partidos, ha optado por la vía violenta. Todos la han rechazado
explícita y categóricamente. Por tanto, es por la vía
del debate de ideas y proyectos que va caminándose en Cuba. Este
es otro signo de madurez cívica y política. Aún
más, la gran mayoría de estos grupos y concertaciones
han optado por una vía legal y constitucional.
Quiera Dios que no se aborte este parto, no exento de dolores y temores,
no falto de anemias y amenazas de adentro y de afuera. Parto de civilidad
y democracia. Parto del que se destierre para siempre la violencia.
Parto en el que salgan bien la nueva criatura y ambos progenitores,
el estado y la oposición, con la participación y el acompañamiento
efectivo de sus parientes de la sociedad civil.
Que avancen estos procesos pacíficos y graduales para que la
familia cubana crezca, para que se reconcilien en un marco de mayor
justicia y de libertad los hijos de una misma tierra. Para que podamos
integrarnos en la comunidad de las naciones que han vivido procesos
como este y esperan, con atención y paciencia, por la llegada
o el regreso de Cuba tan bien considerada y tan querida por todos.
Para que no faltemos a la cita. Para que todo esto pueda llegar a feliz
término en la gradualidad y la paz que todos ansiamos:
Alcemos la vista, observemos nuestra realidad con amplitud de mira,
porque algo se mueve en Cuba.