Revista Vitral No. 52 * año VIII * noviembre-diciembre 2002


RELIGIÓN

 

CREO EN TI Y EN LA UTILIDAD DE LA VIRTUD

JOSÉ MANUEL FERNÁNDEZ-VEGA

EL PAPA JUAN PABLO II EN LA MISA A LOS JÓVENES EN CAMAGÜEY MIENTRAS SU VISITA A CUBA.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Luego los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar los enfermos diciéndoles: “No tomen nada para el camino, ni bastón ni morral, ni pan ni dinero, ni lleven cada uno dos vestidos. Quédense en la casa donde se alojan hasta que se vayan”... Lucas 9, 2-4
En agosto del 2002, 23 jóvenes católicos cubanos elegidos supuestamente por su compromiso, optan por quedarse en Canadá y E.U.A., aprovechando su participación en la Jornada Mundial de Jóvenes que celebraban con su Santidad Juan Pablo II.
Algunos en Cuba reaccionan con aparente sorpresa; condenándolos, expresando tristeza, justificándolos o metiendo la cabeza en la tierra como el avestruz. Otros más osados han intentado tratar el tema con serenidad, reflexionando los distintos ángulos, buscando las causas de este comportamiento que merece ser analizado con humildad, amplitud, rectitud y caridad; echarle tierra para que se pudra debajo, sería esconder una realidad que nos ha golpeado como iglesia durante décadas y crear o aceptar pasivamente las condiciones que originan el desgaste por el éxodo masivo de fieles, tanto de laicos como pastores y religiosos.
He leído en publicaciones católicas acercamientos al tema muy valiosos como los hechos en Vitral hace algún tiempo donde se nos hacía ver como la emigración masiva más que solución podría resultar un problema para la estabilidad y crecimiento de nuestra nación, Iglesia, familia e incluso para la identidad y felicidad personal a largo plazo. He leído igualmente a propósito de estos últimos acontecimientos otros acercamientos como los de “Palabra Nueva” (“Pecado Social”) donde se hace énfasis en el proceder oportunista de aprovechar un viaje eclesial y se tratan las causas sociales de esta simulación. Otros como los del boletín diocesano de Camagüey, donde se profundiza en la falta de confianza entre sacerdotes y jóvenes y donde con honestidad se reconocen las manipulaciones e instrumentalizaciones que muchas veces se hacen del laico al no crear lazos verdaderos de amistad y de respeto mutuo. Se hace alusión en este artículo al ejemplo de un joven médico que al serle propuesto este viaje se acercó a su Obispo y le manifestó que nombrara a otra persona pues él tenía intenciones de emigrar; fue un gesto de sinceridad y de grandeza y algunos dirían de heroicidad, conociendo las injustas limitaciones que tienen las personas de este sector para emigrar. No sabemos cual fue la respuesta de su Obispo y si viajó o no. He escuchado otra historia no sé si real o falsa en la que un joven en una situación parecida se acercó a su Obispo con igual sinceridad y éste le expresó que la propuesta se mantenía y que lo demás era su decisión personal conciencia recta y ante Dios; grandeza Episcopal, ante la franqueza del joven, cada persona es una historia y la solidaridad se expresa de muchas maneras, aun a veces arriesgando costos materiales, prestigios personales y cálculos humanos, la persona antes que la institución primera lección de un pastor que le hace confiable y creíble, este joven sea cual fuera su decisión, razones que sólo Dios puede juzgar, llevará siempre consigo la talla superior y el gesto noble de este Obispo.
¿Por qué no procedieron de igual forma el resto de los jóvenes que pensaban quedarse?, es una pregunta que debemos hacernos independientemente de si moralmente estaban obligados o no a hacerlo y ojalá no la pasemos por alto, la respondamos mirando la paja en el ojo ajeno, o con la superficialidad de pensar que tomaron esta decisión a última hora por embullo y presiones de personas ajenas al evento. También es opinión de algunos de los que regresaron que la presión ya desde antes de partir para que nadie tomara esta decisión era fuerte y la tensión y dilemas de conciencia eran patentes en las relaciones entre los jóvenes, que incluso se les llegó a recoger los pasaportes aparentemente para que no se les “perdieran”, y que algunas personas se comportaron como verdaderos celadores y no como pastores y amigos reteniendo documentos personales y exigiendo pagos improcedentes por ellos, en honor a la verdad esto tampoco es usual en las delegaciones de católicos, puede quizás serlo de delegaciones artísticas y deportivas oficiales, pero en modo alguno eclesiales, esa no puede ser nuestra respuesta, pregúntesele a los jóvenes que volvieron si esto les ayudó a sentirse tratados como personas, preguntémonos si esos jóvenes confían ahora más o menos en sus animadores y si en una nueva oportunidad nos confiarían sus intenciones; no sea que nos engañemos con falsos triunfalismos (“ la mayoría regresó” ) y la decepción y desconfianza haya aumentado en muchos de los que volvieron o nunca llegaron a ir.
Intentemos tocar fondo con coraje ¿qué está pasando con parte de la credibilidad de que gozaba nuestra Iglesia hasta hace poco?, ¿por qué tanta apatía de laicos que lo entregaron todo por ella en otras épocas mucho más duras, incluso hasta renunciando libre y calladamente a su derecho de emigrar y hoy llegarían hasta sus pastores para hacerlo?, ¿qué estamos ofreciendo o proyectando consciente o inconscientemente?
La confianza exige respeto mutuo como ya vimos independientemente de títulos, funciones o cualquier otro ropaje humano y cuidado, los paternalismos no son muestras de respeto mutuo sino de una relación no adulta ( en algunos casos son autoritarismos y desconfianzas disfrazadas) aunque pensemos lo contrario, exige igualmente sinceridad recíproca sabiendo que nadie puede pedir fidelidad absoluta que sólo a Dios se debe; pero sobre todo nadie pone su confianza en quien no cree, en quien no es su amigo y más en estos tiempos, en quien no le demuestra con su vida lo que predica, el testimonio es condición infranqueable para la credibilidad del mensajero, del testigo, el Reino se anuncia con la vida, entregándola incluso por las ovejas.
Preguntémonos cuantas de ellas creen de verdad que se está dispuesto, no digamos a dar la vida por ellos, digamos sólo a renunciar o a compartir posibilidades, seguridades e incluso derechos exclusivos en solidaridad con su situación, he aquí otras palabra para la credibilidad: Solidaridad, que implica no callar ante la injusticia, no pasar de largo por miedos, por conveniencias o por no perder el bien que disfruto y a veces tampoco comparto.
Si no hay credibilidad no llegará el mensaje aún cuando anunciemos al mismo Cristo o al menos seremos en vez de sacramentos, obstáculos y escándalo, y la apatía y el desdén serán la expresión velada de que junto a nosotros no vale la pena echarse la vida y será el exilio o el inxilio el vano intento de vivir una fe que no florece sin comunión de vidas y si a veces reunimos multitudes utilizando mecanismos de masas (imágenes, relaciones públicas, propaganda, etc.) y nos sentimos satisfechos: no nos engañemos; desaparecerán a la primera ventolera, construimos sobre arena y provocamos más desencanto e indiferencia. El pueblo está harto de palabras... “Muéstrame tu fe sin obras que yo por mis obras te mostraré mi fe”...
¿Qué puede afectar la credibilidad en nosotros y a la larga en la Iglesia y la Verdad que anunciamos?, ¿serán acaso las campañas de ateos, poderosos, protestantes, marxistas, masones o cualquier otro que se considere nuestro enemigo real o ficticio?, pues no, a todo eso hemos sobrevivido por la gracia de Dios y hemos salido fortalecidos, lo único que puede afectar esa credibilidad es nuestra propia mediocridad e incoherencia, nuestra fe de fosforera de mil y una seguridades humanas.
Si buscamos primero las añadiduras o damos la impresión de esto y nos vestimos, calzamos, aseamos, cocinamos, alimentamos, alojamos, estudiamos, trabajamos, trasladamos, comunicamos, informamos, divertimos, viajamos y hasta nos curamos las enfermedades y protegemos nuestra familia de una forma distinta y exclusiva a la suerte que corre el pueblo, nuestra credibilidad será puesta en duda y nuestra apreciación y respuesta a la realidad de las personas será miope y decepcionante.
Si las personas que se acercan a la iglesia, sobre todo los jóvenes lo hacen buscando en vez de al Cristo desnudo, las cuotas de seguridades reales o aparentes que proyectamos y que les niega la sociedad, entonces nuestra credibilidad será puesta en duda y estaremos amamantando cuervos aunque sean los que más nos pelen los dientes.
Si exigimos mayores compromisos pastorales y generosidad a quienes parten de condiciones materiales inferiores a las nuestras, entonces nuestra credibilidad será puesta en duda y estaremos poniendo cargas que no somos capaces de rozar con el borde de nuestras filacterias y habrá hermanos disgustados.
Si como laicos “comprometidos” eludimos el compromiso social y político y nos refugiamos en actividades intraeclesiales para no afectar paradójicamente un viaje al exterior a estudiar Doctrina Social de la Iglesia o cualquier otro evento, por miedo a no recibir el permiso del ministro o la tarjeta blanca.
Si nuestras comisiones pastorales, secretarías, ejecutivos, directivos, institutos y comunidades no manejan con transparencia y participación temas tan delicados como los viajes y la economía, etc. y los envuelven en sincretismos y tabúes o se convierten en funcionarios vitalicios entonces muchos pensarán que son coartadas y trampolines y nuestra credibilidad será puesta en duda.
Si los servicios eclesiales a unos les son remunerados y a otros no y si esta remuneración no siempre es justa, ya sea por defecto o por exceso y usamos un criterio para cobrar y otro para pagar o favorecemos apellidos y amistades, la credibilidad será puesta en duda.
Si en nuestras comunidades las personas con familiares en el exterior son mayoritarias, funcionalmente decisivas y no conscientes de que las remesas los ‘pueden llevar a estilos de vida separados del pueblo y convierten a estas en espacios socializadores de apoyo a la emigración (búsqueda de patrocinadores católicos en E.U.A.. correo, planillas, fiestas de despedidas, etc.) y no hablamos de estos temas con madurez y sólo nos interesa asegurarnos personalmente una amistad del lado de allá entonces parodiando a un buen amigo que no nos sorprendan las sorpresas.
Si cuando viajamos al exterior a cursos y reuniones unos se alojan en unas condiciones y otros en otras y al terminar unos tienen que regresar y otros van a visitar familiares y amigos haciendo uso de derechos exclusivos, entonces nuestra credibilidad será puesta en duda.
Si tememos más a que nos maten, nos encierren o despojen el cuerpo, a que nos maten y corrompan el espíritu, entonces nuestra credibilidad será puesta en duda.
Si nuestros eventos, ordenaciones, votos, seminarios y comedores no son reflejos de la austeridad con que vive nuestro pueblo o hay en ellos un doble estándar, uno para los allegados y otro para el “público” y nuestros encuentros parecen reuniones del cuerpo diplomático por las hileras de autos modernos, nuestra credibilidad será puesta en duda.
Si viajamos todos los años al exterior incluso más de una vez y al regresar nuestra solidaridad no va más allá de una tranquilizadora compasión (¡ojalá ustedes hubieran estado allí o lo hubieran visto por televisión, luego les enseño las fotos!) entonces nuestra credibilidad será puesta en duda y el pueblo a escondidas nos llamará Marco Polo y pensará que somos poderosos.
Si nos limitamos a dar desde arriba, lo que nos llega, nos sobra o no afecta nuestra seguridad, si nuestros salarios y logísticas (locales, equipamientos, transportes, viáticos, etc) son más costosos que la ayuda que realmente lega al pobre, nuestra credibilidad será puesta en duda.
Si en cuestiones que no son verdades de fe no aceptamos críticas y diferencias y nos valemos de nuestra autoridad y de diversos modos para imponer nuestra opinión y acallar o anular a los contrarios, entonces nuestra credibilidad será puesta en duda.
Si los agentes de pastoral extranjeros no son conscientes del atractivo que representan para oportunistas de toda clase y no desalientan estos comportamientos y al contrario estimulan favoritismos consciente o inconscientemente o embarcan a sus fieles en proyectos que no durarán más allá de su permanencia en Cuba entonces nuestra credibilidad será puesta en duda y crecerá la apatía y el descreimiento.
Si no iluminamos desde la fe a tiempo, con valentía y persistencia nuestro acontecer social y nos callamos ante la injusticia por la razón que fuere, miedo o negligencia y permitimos que las ovejas que decimos pastorear se desbarranquen por precipicios, caigan en trampas y caminos torcidos o sean manipuladas y devorados por lobos nuestra credibilidad y aptitud será puesta en duda y nuestro pecado de omisión será mayor en la medida que nuestra autoridad sea mayor y hayamos sido escogidos para guiar y cuidar no sólo verdades sino también de nuestros hermanos.
Incluso si nuestro cuerpo está aquí pero nuestra mente, nuestro corazón y conversaciones están la mayor parte del tiempo donde se vive mejor y nuestro lamento es un llanto infecundo; nuestra credibilidad será puesta en duda.
Si aún teniendo pocos medios nos aferramos a ellos y los utilizamos con autoritarismos, exclusividad y particularismos y no los ponemos al servicio de los más necesitados aún a riesgo de dañarlos y perderlos ponemos la escenografía por encima del mensaje y volvemos o seguimos a la trampa y el trauma de los colegios de antes del 61, ¿de dónde nos viene la salvación?, ¿dónde se debe adorar a Dios en la catedral o en el santuario, en Bayamo o en Manzanillo, en Ciego o en Morón, en Cienfuegos o en Santa Clara, en Cuba o en Miami?. ¡En Espíritu y Verdad!.
¡Ah cuando se alojaban en nuestras casas y comían de nuestras cantinas todo era distinto!. ¿Acaso será esta frase el resultado o la contraparte de lo que Jesús nos mandó en Lucas 9, 2-4 y que hemos ido perdiendo cuando olvidamos que vivíamos de la providencia de Dios expresada a través de las manos generosas del pueblo, ¿ o queremos ser arrogantes y no depender de los que estamos llamados a servir para no tener que rendirles cuentas?, nunca faltó el plato de comida y sobre todo la cercanía, otra palabra clave para la credibilidad, ¿visitamos, hacemos de las recepciones y horarios murallas burocráticas?, pues hay que hacer más que eso hay que poner los pies en el barrio. Confianza total en la providencia y no en seguridades humanas eso es lo que necesita el pueblo para creer en los testigos, como vive la gente en medio de su necesidad, de milagros y solidaridades cotidianas.
Para expulsar los malos espíritus (miedos, dobleces, avaricias), sanar las dolencias del mundo, de nuestra Cuba (intolerancias, individualismos y fanatismos), anunciar la liberación debemos ir desprovistos de toda seguridad propia, con el estilo del que no tenía ni donde reclinar la cabeza y no prometió más que lo suficiente y no acumuló nada para el mañana que no fuera realmente necesario y aún a veces siéndolo. No se trata de no utilizar los instrumentos oportunos y eficaces para enfrentar las necesidades más urgentes de sanación. Él también usó embarcaciones, montó sobre cabalgadura (un burro que ni siquiera era de Él, no se compró un pura sangre), empleó panes y peces que salieron de lo poco que tenía el pueblo como nuestras cantinas, compartió el vino sobre todo de la vida y la habitación de los pobres de su época. Sus instrumentos y medios (incluso sus milagros) no bloqueaban su mensaje, lo confirmaban, no nos dejaban mirando el dedo y el anillo, no exigían una explicación previa y aún así los hubo confundidos que se fueron por otro camino encerrados en sus ambiciones y seguridades. Las imágenes, procesiones, templos, etc., son sólo medios ¿suficientes, apropiados, eficaces para encontrarnos con Dios, anunciar el Reino y denunciar los antivalores?, los resultados, la experiencia y la vida nos lo están diciendo si tenemos oídos para escuchar y ojos para ver sin prejuicios lo que Dios y el pueblo nos dice de diversas maneras incluso con la apatía.
No queremos volver al pasado ni congelarnos buscando atrás glorias y pecados, allí no están nuestras metas. Que una Iglesia Nueva en su ardor, en su estilo, en sus métodos y medios sea el preludio y el signo de esa tierra nueva y esos cielos nuevos que deseamos para Cuba: Jesús el hijo de Dios y el carpintero, el mismo ayer, hoy y siempre.


 

 

Revista Vitral No. 52 * año VIII * noviembre-diciembre 2002
José Manuel Fernández-Vega Barreto.
(Bayamo, Granma. 20 de agosto de 1967)
Graduado de Ingeniería Mecánica en 1990, en el ISPJAM, Stgo. de Cuba. Laboró como especialista en diseño mecánico en la Fábrica de Máquinas de Riego de Bayamo. .Actualmente es trabajador por cuenta propia, en reparación de enseres menores y profesor de Historia de la Iglesia en el Instituto Mons. Enrique Pérez Serantes, de la Arquidiócesis de Stgo. de Cuba.