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enero-febrero. año VII. No. 41. 2001

ÍNDICE

REFLEXIONES

  

 

¿QUÉ SIGNIFICA

VIVIR LA CRUZ Y LA LUZ

PARA LOS RELIGIOSOS CUBANOS?


HOMILÍA PRONUNCIADA POR MONS. JOSÉ SIRO GONZÁLEZ BACALLAO

EN LA ASAMBLEA DE LA CONFEDERACIÓN CUBANA DE RELIGIOSOS (CONCUR)

LA HABANA, 8 DE NOVIEMBRE DEL 2000

 

     

 

 

Queridos hermanos Obispos
Queridas religiosas y religiosos

"El Señor es mi luz y mi salvación
¿a qué he de temer?"
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré; habitar en la casa del Señor,
por los días de mi vida.


1.-Con esta plegaria de confianza y alegría podemos expresar, con palabras milenarias, cuáles son los sentimientos y las certezas que nos animan en ésta hora que la Providencia ha elegido para esta Celebración Eucarística con la que se clausura la Asamblea abierta 2000 de la CONCUR y se inaugura el Concilio de la Vida Religiosa en Cuba como parte del mismo evento que la CLAR ha convocado para toda América Latina y el Caribe.


Aún más providencial me parece ser que, precisamente, en esta hora de gracia para la vida consagrada en Cuba y en el continente, podamos celebrar este encuentro de fraternidad y transparencia entre la Asamblea de la CONCUR y la Asamblea de todos los Obispos cubanos.
Comienzo por decirles que la palabra concilio, usada como es natural en esta ocasión con un sentido análogo, me gusta y me hace pensar en aquella otra extraordinaria Asamblea Eclesial que fue entonces, en sentido estricto, el Concilio Vaticano II. En verdad, es en el mismo espíritu y con el mismo talante del Concilio que debe comenzar este proceso de reflexión, contemplación y compromiso que les llevará, y por qué no, nos interpelará también al resto de la Iglesia en Cuba, hacia un tiempo del Espíritu para hacer un discernimiento, una opción y un camino de visitación, vale decir, de servicio; que se encuentre precisamente con el camino de incertidumbre, esperanza y pobrezas en que vive nuestro pueblo, sentido y destinatario de nuestro servicio.


2.-Que ustedes hayan invitado a sus Obispos, a los pastores de este pueblo, para compartir esta Eucaristía, es signo y proyecto del carácter eclesial, de comunión y participación, que debe caracterizar estos eventos del Espíritu. Los Obispos venimos a compartir, no a impartir, venimos a celebrar, no a escrutar, pudiéramos incluso participar en la corrección fraterna de la única comunidad de los seguidores de Cristo, de la que todos formamos parte con diversos ministerios, pero sobre todo deseamos escuchar, sentirnos interpelados, fijar los ojos en sus vidas, en sus sufrimientos compartidos con el resto del pueblo, sus proyectos y alegrías, pero sobre todo, en su "fidelidad creativa"


Queremos aprender de ustedes, porque aunque los Obispos compartimos las tristezas y angustias, las alegrías y esperanzas de nuestro pueblo, del que somos y nos sentimos parte inseparable, en la familia de los seguidores de Cristo, algunos miembros hacen de antena en la primera línea del servicio y de rastreo de necesidades y de resonancia de los anhelos espirituales y materiales del hombre y de la mujer de nuestro tiempo. Ese servicio nos complementa como cristianos y como Obispos y no sólo complementa nuestro ministerio y nuestra misión.


3.-En la Iglesia que vamos edificando en Cuba, como en el resto del mundo, los religiosos y religiosas, si están verdaderamente metidos en el cotidiano trabajar y sufrir del pueblo, prestan un servicio insustituible de comunicación profética y sensibilización fraterna para el resto de la comunidad cristiana. Que la fidelidad sea creativa, a mi manera de ver, pudiera significar que el consagrado logre integrar el "tiempo" de la obediencia liberadora al "tiempo" de la castidad fecunda y a estos, agregue una disponibilidad en la pobreza, libremente asumida, que siempre enriquece a cuantos la viven y la comparten. Eso precisamente es "seguir actuando la salvación escrupulosamente" como quiere y advierte San Pablo en su carta a los Filipenses.

Creo que en Cuba, vivir esa fidelidad creativa, supone obedecer a la dinámica de la encarnación, sin escapismos ni medias tintas, en las entrañas de nuestro pueblo, y cuando digo pueblo me refiero a las personas concretas, los sectores más excluidos, me refiero también a los que no saben ni que son pobres, que es la mayor pobreza. Me refiero a los que son discriminados, manipulados y difamados por causa de la justicia y también a aquellos que confunden el bien con el mal y la seguridad con el paternalismo. Me refiero a aquellos que viven sin poner sus pies en la tierra y aquellos otros que no bajan de su nube alienante y cómoda. Tanto al interior de nuestras familias y de nuestra sociedad, como al interior de nuestra propia Iglesia, las invitaciones a vivir en una encarnación "pasada por agua", pudiera ser una de las tentaciones más características de esta hora. Aporten las religiosas y religiosos este servicio de inculturación del Evangelio, primicia y condición para todo compromiso cristiano.


4.-Ustedes saben bien, que esta dinámica de encarnación tiene como signo distintivo y como mayor timbre de gloria la vivencia de la Cruz de Cristo. La proclamación del Evangelio de hoy, en el que el mismo Jesús nos enseña lo que cuesta seguirlo con fidelidad y fecundidad, es todo un programa de vida para nosotros. El Santo Padre, cuyo magisterio en Cuba debemos reflexionar en cada evento como éste, decía a los jóvenes: "la felicidad se alcanza desde el sacrificio". Hoy me permito recordar esta certeza que solo puede nacer de la fe comprometida y adulta.


Si un religioso pasa por la encarnación y el servicio sin sentir cerca la Cruz, debe preguntarse si su vida consagrada ha perdido el significado y el anuncio profético que le son inseparables. En "una vida religiosa que por su fidelidad al Evangelio sea más significativa para la Iglesia y el mundo de hoy", como dice la convocatoria para el Concilio "por el camino de Emaús", no podremos sentir "que arde nuestro corazón" al partir el pan, si seguimos caminando como si fuéramos los únicos en Jerusalén que no nos hubiéramos enterado de lo que le pasó a Jesús en el Calvario.


Otra limitación en este camino de santidad es la que viene cuando sentimos de cerca la Cruz y nos arde el corazón mientras Jesús nos explica las Escrituras, y solo lo reconocemos "al partir el pan" sacramental, pero no tenemos ojos para verlo al partir y compartir el amargo pan cotidiano de nuestro pueblo, o la vida sencilla y alegre de los que, como hostias vivas, ven fraccionada su valiosa existencia por la injusticia y la opresión y no conocen el camino de Emaús.


5.-Tengo la certeza de que el camino de liberación de los cubanos, del que nos hablaba el Santo Padre en la Homilía de la Plaza José Martí, pasa por el entronque del testimonio pascual de las religiosas y los religiosos que viven y sirven en Cuba, como por el de todos los laicos y laicas que han echado aquí su suerte con los pobres de la tierra. Miremos a América Latina y el Caribe, o si desean al África olvidada, y hagámonos una pregunta con sinceridad y transparencia: ¿qué significa la Cruz que viven los consagrados y consagradas en medio de esos pueblos? La respuesta casi coincide con esa larga, interminable lista de los mártires de este siglo que el Santo Padre ha honrado nada menos que en el Coliseo romano durante este Año Santo Jubilar.


Y ahora, con la misma honestidad y docilidad al Espíritu, podríamos preguntarnos: ¿Qué significa la Cruz para las religiosas y religiosos que viven en Cuba hoy? ¿Cuál es nuestro mayor temor? ¿De qué nos cuidamos más? ¿Cuáles son las estrategias de nuestras respectivas comunidades religiosas? ¿Qué priorizamos de verdad, nuestra propia seguridad, el número de consagrados de nuestra familia, el futuro de la congregación viviendo "para sí mismos"? ¿Estaríamos dispuestos a perder algo o toda la seguridad por comprometernos de verdad con el que sufre la injusticia y vive en la pobreza de ni siquiera saber que es víctima de ella?

¿Estaríamos dispuestos a asegurar el futuro de nuestra congregación no tanto "viviendo para ella" sino entregando la vida "por la redención de nuestro pueblo"?

En el fondo, subyace una pregunta más seria y profunda: ¿Qué creemos que asegura el futuro, vocaciones sin compromiso en un mundo interno casi artificial o vocaciones que nacen o se proponen a los jóvenes cubanos como riesgo, audacia apostólica y camino pascual de liberación y entrega?

De las respuestas que demos a estas interpelaciones depende, en buena medida, el futuro de la vida consagrada en Cuba, en toda América y en el mundo, "como signo profético y escatológico para la Iglesia y para el mundo de hoy" como dice una de las justificaciones de la convocatoria al proceso que viviremos en este Concilio de la Vida Religiosa. (2,7)

No basta con "saber", con gustar la sabiduría; es necesario sentir "con los mismos sentimientos que tuvo Cristo"; es necesario compadecer con su misma misericordia; es necesario redimir con su misma Cruz, es necesario anunciar proféticamente con su misma vida hecha "vida nuestra". De modo que de la sabiduría nace la comunión y de ella el compromiso y la entrega que son, en sí mismos, un grito profético que ofrece la voz y el testimonio a cuantos no tienen voz ni vida plena y verdadera. El profetismo es inherente a la vida religiosa como a toda vida cristiana.

6.-Ustedes irreprochables y límpidos, hijos de Dios sin tacha, brillan como lumbrares del mundo, mostrando una razón para vivir, señalando una ruta pascual de libertad y solidaridad, como signo de lo nuevo que está naciendo.

En efecto, toda ruta pascual de libertad y solidaridad es signo de lo "nuevo" que está naciendo. Como dijimos los Obispos en nuestro Mensaje Jubilar "todo tránsito comienza con algo que está muriendo y termina con algo que está naciendo. En el tránsito se tiene la impresión de vivir entre dos espacios y entre dos tiempos, entre un pasado que trata de sobrevivir y un futuro que comienza a afirmarse, pero que todavía no está aquí.

Es como un movimiento de éxodo... en las etapas de la transición se vive como "peregrino", sin evidencias o con certezas difíciles... se tiene que pasar por un umbral, por una puerta que se abre hacia un mundo nuevo. Este es el significado de la Puerta Santa....caminar hacia delante, sin un mapa, sin un camino ya trazado de antemano, en búsqueda de uno nuevo posible" (no.4-7)
Ustedes, religiosas y religiosos son y deben ser también "puertas santas" que inviten a muchos cubanos a pasar el umbral del miedo para entrar en el camino de la liberación integral. Ustedes son y pueden ser, puerta abierta para lo nuevo que va naciendo: ¿Tenemos ojos para ver lo nuevo? ¿Tenemos coraje para acompañarlo? ¿Tenemos fortaleza para promoverlo?.

7.-Que esta Eucaristía que celebramos en comunión eclesial y participación fraterna sea alimento para este camino hacia lo nuevo que nace en Cuba. Que sea el pan de los fuertes para que podamos tender la mano al que sufre y el hombro al que lucha por la justicia y la paz.

Que este camino conciliar de refundación y esperanza no los saque del mundo, ni los ensimisme en ustedes mismos, sino que sea como Betania, como Emaús, como el Cenáculo, del que, con María y los apóstoles, salgamos a anunciarles a los hombres y mujeres de Cuba que lo nuevo posible ya está aquí entre nosotros y es también nuestra responsabilidad, compartida con todos los cubanos porque la Iglesia debe "estimular las iniciativas que puedan configurar una nueva sociedad". (Mensaje del Papa a los Obispos cubanos en el primer aniversario de su visita)

Hace unos días fallecía un anciano Sacerdote, con 64 años de amor y entrega a Dios y a los hombres de este pueblo y cuando conducíamos su cadáver al campo santo, alguien de entre la multitud exclamó: " Ese hombre no está muerto, ese hombre está vivo". Profunda teología pascual.

No tengamos miedo, pues sabemos que la última palabra será de la Vida.

 

Habana 8 de noviembre 2000

 


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