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enero-febrero. año VII. No. 41. 2001

ÍNDICE

ECUMENISMO

Y MISIONES

  

 

A PROPÓSITO DEL

ECUMENISMO

por Mons. Alfredo V. Petit

 

     

 

El Año Santo 2000 está para concluir. Durante todo este tiempo de gracia se ha hecho patente el vivo deseo del Santo Padre Juan Pablo II de que, el 2000 aniversario del nacimiento de Cristo, estuviera señalado por un progreso notable en el camino de la unidad de los cristianos.
Hagamos un poco de historia reciente.
Recordemos, ante todo, que el Concilio Vaticano II entre sus documentos tiene un decreto que recoge la doctrina de los Padres Conciliares sobre el ecumenismo y que se llama Unitatis Redintegratio
Treinta años después de la clausura del Vaticano II, el año 1995 fue particularmente interesante en este camino de la unidad. En efecto, el 2 de mayo el Papa Juan Pablo II escribe la Carta Apostólica Orientale Lumen, sobre la riqueza espiritual de los cristianos de oriente y el día 30 de ese mismo mes ve la luz la Encíclica Ut unum sint, que es la única en toda la Historia de la Iglesia que se ocupa del problema ecuménico. Y si queremos seguir acumulando hechos significativos, podríamos añadir el fallecimiento del teólogo dominico francés Yves Congar, nombrado Cardenal de la Iglesia por S.S. Juan Pablo II en el consistorio de noviembre de 1994. Su muerte ocurrió el 22 de junio de 1995. Este ilustre hijo de Santo Domingo de Guzmán fue pionero de la obra ecuménica desde la década de los años treinta.
A estas alturas podemos preguntarnos: ¿Qué es el ecumenismo? Respondemos a esta pregunta, diciendo que es el esfuerzo realizado desde la Iglesia católica y coincidiendo con los esfuerzos de otras confesiones cristianas por restablecer la unidad querida por Cristo para sus discípulos y expresada en el Sermón de la Última Cena (Jn. 14-17).
"Promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos es uno de los principales propósitos del Concilio Vaticano II. Porque una sola es la Iglesia fundada por Cristo Señor; muchas son, sin embargo, las Comuniones cristianas que a sí mismas se presentan ante los hombres como la verdadera herencia de Jesucristo; todos se confiesan discípulos del Señor, pero sienten de modo distinto y siguen caminos diferentes, como si Cristo estuviera dividido (Cfr. 1 Cor. 1,13). Esta división contradice abiertamente a la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y daña a la causa santísima de la predicación del Evangelio a todos los hombres.
Pero el Señor de los siglos, que sabia y prudentemente continúa el propósito de su gracia sobre nosotros pecadores, ha empezado a infundir con mayor abundancia en los cristianos desunidos entre sí el arrepentimiento y el deseo de la unión. Muchos hombres han sido movidos por esta gracia y también entre nuestros hermanos separados ha surgido un movimiento cada día más amplio, por la gracia del Espíritu Santo, para restablecer la unidad de todos los cristianos. Participan en este movimiento de la unidad, llamado Ecuménico, los que invocan al Dios Trino y confiesan a Jesús Señor y Salvador; y no sólo cada uno individualmente, sino también congregados en asambleas, en las que oyeron el Evangelio y a las que cada uno llama Iglesia suya y de Dios. Sin embargo, casi todos, aunque de manera distinta, aspiran a una Iglesia de Dios única y visible, que sea verdaderamente universal y enviada a todo el mundo, a fin de que el mundo se convierta al Evangelio y de esta manera se salve para gloria de Dios." (Con. Vat. II Decr. U.R #1).
Debemos aclarar que "ecumenismo" es un término elaborado muy específicamente en el ámbito cristiano y en pleno siglo XX. No debe confundirse, por tanto, con el diálogo interreligioso sostenido con las otras religiones monoteístas como el judaísmo y el islamismo. Para este diálogo existe el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. Para el diálogo con los hermanos cristianos existe el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, presidido por el Cardenal Edward Cassidy. Precisamente el pasado 5 de agosto tuvo lugar en la Basílica de San Juan de Letrán de Roma, una vigilia de oración preparatoria a la fiesta de la Transfiguración del Señor, a la que se invitó a todos los cristianos de diversas confesiones, por iniciativa del patriarca de Constantinopla Bartolomé I. Esta celebración no hacía otra cosa que continuar en el espíritu ecuménico que ha marcado desde sus inicios este Año Santo 2000 que está para concluir.
En efecto, recordemos que la Puerta Santa de la Basílica de San Pablo extra muros en Roma, no se abrió como de costumbre junto con las Puertas santas de las otras tres Basílicas Mayores (San Pedro, San Juan de Letrán y Santa María La Mayor), sino que su apertura tuvo lugar el 18 de enero, cuando comienza la Semana de Oración por La Unidad de los Cristianos y con la participación de cristianos de otraas denominaciones. Para ser más exactos, al comienzo de la ceremonia se encontraban de rodillas frente a la Puerta Santa, S.S. Juan Pablo II, Su Eminencia Athanasios, Metropolita de Heliópolis y Theira del Patriarcado Ecuménico y Su Gracia George Carey, Arzobispo de Canterbury, Presidente de la Comunión Anglicana.
A este acto inaugural podemos añadir el celebrado en el coliseo de Roma el pasado 7 de mayo, y que consistió en la conmemoración de todos los mártires cristianos del siglo XX.
Han sido numerosos los esfuerzos de una y otra parte que se han llevado a cabo para procurar la tan deseada unión de los cristianos.
Si nos remontamos al año 1740 aproximadamente, nos encontramos en Escocia con un movimiento pentecostal con relaciones en Norte América cuyo mensaje revitalizador incluye oraciones por y con todas las Iglesias. En 1820, el Rev. James Haldane Setewart publica "Sugerencias para la Unión General de los cristianos para la efusión del Espíritu". En 1840, el Rev. Ignacio Spencer, un converso al Catolicismo Romano, una "Unión de Oración para la Unidad". En 1867, la Primera Conferencia de Lambeth de los Obispos Anglicanos enfatiza la oración por la unidad en el Preámbulo de sus Resoluciones. En 1894, el Papa León XIII promueve la práctica de un Octavario de Oración por la Unidad en el contexto de Pentecostés. En 1908, el Rev. Paul Wattson inicia la costumbre anual del Octavario de Oración por la Unidad de los cristianos del 18 al 25 de enero. En 1926, el movimiento Fe y Orden de las Iglesias evangélicas publica unas "Sugerencias para una Octava de Oración por la Unidad Cristiana". En 1935 el sacerdote católico Paul Couturier de Francia, aboga por la Semana Universal de Oración por la Unidad Cristiana, sobre la base de oración por "la unidad que Cristo quiere, por los medios que Él quiere". En 1958, Unidad Cristiano de Lyon, Francia y la Comisión Fe y Orden del Consejo Mundial de iglesias, comienzan la preparación en común del material para la Semana de Oración por la Unidad. En 1964, el decreto sobre ecumenismo Unitatis Redintegratio del Concilio Vaticano II destaca que la oración es el alma del Movimiento Ecuménico y promueve la práctica de la Semana de oración. Desde 1966 el entonces llamado secretariado y hoy Pontificio Consejo para la Unidad de los cristianos y la Comisión Fe y Orden del Consejo Mundial de iglesias comienzan a preparar, de común acuerdo, el material para la Semana de la Unidad.
A pesar de las conversaciones, reuniones y acuerdos, como el muy recientemente firmado entre la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Luterana Reformada en Augsburg, Alemania, el 31 de octubre de 1999 (Declaración Conjunta sobre la Justificación). Sin embargo, queda un camino por recorrer, que a veces se allana y a veces se hace más arduo.
Así, en el terreno doctrinal quedan por clarificar varios puntos señalados oportunamente por el Papa en la encíclica Ut unum sint (#79):
1.- Relaciones entre la Sagrada Escritura, suprema autoridad en materia de fe y la Tradición por la cual recibimos a través del tiempo e interpretamos la Palabra de Dios.
2.- Eucaristía, Sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo, ofrenda de alabanza al Padre, memorial sacrificial y presencia real de Cristo, efusión santificadora del Espíritu Santo.
3.- El Orden, como sacramento, bajo el triple ministerio del Episcopado, Presbiterado y Diaconado. Para el Episcopado y el Presbiterado, sacerdocio ministerial de Cristo Cabeza, cualitativamente distinto del sacerdocio real que los fieles cristianos todos recibimos en el bautismo.
4.- El Magisterio de La Iglesia, confiado al Papa y a los Obispos en comunión con él, entendido como responsabilidad y autoridad en nombre de Cristo para la enseñanza y salvaguarda de la fe.
5.- La Virgen María, Madre de Dios e Imagen de la Iglesia. Madre de todos los cristianos que intercede por todos ante su Hijo.
¿Cómo avanzar hacia la unidad? Con sinceridad, transparencia y honestidad, sin falsos compromisos románticos ni rivalidades estériles y sobre todo con una gran fidelidad a Jesucristo y al Evangelio y sin compromisos temporales que empañen el fin del mismo Evangelio: la Buena Noticia de Salvación para todos los hombres. Cristo el Hijo de Dios hecho hombre, muerto en la cruz y resucitado. A quien proclamamos vivo y glorioso aquí y ahora, sin mezclarlo con opciones económicas, sociales o políticas que, lamentablemente, algunos confunden con el Reino de Dios, el cual no existe plenamente en la tierra y del cual la verdadera Iglesia de Cristo es signo, pero tampoco se confunde con él. Sólo así podremos trabajar fructíferamente por la tan necesaria y deseada unidad de los cristianos, tanto en nuestra Patria, como en el mundo entero.
Quiera Dios que esto se convierta en una fecunda y verdadera realidad en el Tercer Milenio que estamos por comenzar. Que así sea.

Dic. - 2000

 


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