INTERVENCIÓN
DEL CARDENAL ROGER ETCHEGARAY EN LA APERTURA DEL CONGRESO SOBRE DERECHOS
HUMANOS
Queridos amigos:
El nuevo Presidente
del Consejo Pontificio Justicia y Paz me hace un gran favor al no cambiar
el programa inicialmente previsto para este Congreso: me transmite la
dulce ilusión de llevar aún la batuta, justo el tiempo
de los primeros compases, de una apertura que se transforma para mí
en el canto de un cisne. En realidad, yo nunca dejaré de hacer
uso de mi voz, mientras tenga aliento, para ayudar a cualquier hombre
en su derecho divino de ser simplemente un hombre.
Se han organizado muchos acontecimientos para celebrar con bombo y platillo
el 50 aniversario de la Declaración Universal de los derechos
humanos. Sin embargo, la situación inestable del mundo de hoy
hace que nos interroguemos sobre la idea que tiene el hombre mismo de
sus derechos. ¡Cuánta elasticidad hay en su definición
y cuántas excusas hacen que se tomen en consideración!
¡Cuánto regateo hay entre países que, para proteger
mejor sus intereses, se hacen concesiones utilizando los derechos humanos
como moneda corriente! Frente a unos derechos debilitados en sus características
de universalidad e indivisibilidad, hay quienes incluso dudan de que
puedan ser la base ética fundadora y reguladora de un orden mundial.
Con todo, la Carta de las Naciones Unidas, con el pasar de los años
y de las instituciones que han nacido de ella, ha contribuido mucho
no sólo a mantener despierta la conciencia del hombre, sino también
a suscitar una conciencia de la humanidad. Hablar, aunque sea tartamudeando,
de crímenes contra la humanidad significa que los hombres de
nuestros tiempos se sientan cada vez más como miembros de una
humanidad que no es algo puramente abstracto sino algo muy vivo y en
ese algo cada ser humano está llamado a escribir una historia
común.
En este marco de luces y de sombras, ¿qué papel tiene
la Iglesia? Este Congreso intentará hacer un balance con un doble
sentimiento: de seguridad y de modestia. La "pastoral de los derechos
humanos" es una iniciativa propia de la Iglesia. La palabra "pastoral",
y este lenguaje, puede parecer algo anticuado, pero lleva en sí
el frescor del Evangelio, la osadía del pastor que va donde quiera
y que llama a cada oveja por su nombre. La [MS1]Iglesia se acerca al
hombre enajenado, al hombre herido en su dignidad. Buen pastor y buen
Samaritano a la vez.
Hay que reconocerlo, en el siglo pasado, en algunos casos la Iglesia
ha silenciado los "derechos humanos"; no siempre ha sabido
hacer la selección necesaria en el momento en el que estos derechos
eran proclamados con sentidos liberales o anti-religiosos. Se ha hablado
de incorporación de la Iglesia a los derechos humanos; pero sería
más justo hablar de repatriación de los derechos humanos
al seno de la Iglesia, porque el Evangelio es su matriz original.
LA
IGLESIA DEBE SER EXIGENTE EN SU DEFENSA E LUSTRACIÓN DE
LOS DERECHOS HUMANOS
|
Cuanto más
se dirigen las miradas hacia la Iglesia, más la Iglesia debe
ser exigente en su defensa e ilustración de los derechos humanos,
exigente con los demás, exigente con ella misma. Los hombres
saben cada vez más que tienen unos derechos y estos derechos
se multiplican de una generación a otra. ¿Pero qué
verdad los citará? ¿Qué amor los hará compatibles?
El alcance de una Carta no es más que declarador, no es constitutivo
de derechos. Ante todo es la comunidad internacional la que debe buscar
los valores alrededor de los cuales se pueden reunir los hombres; y
se esfuerza en ello laboriosamente y con paciencia. También es
una tarea de la Iglesia en la medida que ella no hace de los derechos
humanos una verdad exclusivamente confesional y acepta cada vez más
sentarse a la mesa común de los hombres y de los pueblos.
La Iglesia desearía simplemente manifestar de qué forma
la dinámica de la fe puede transfigurar y reforzar las solicitudes
nacionales a favor de los derechos humanos. Situar al hombre como fundamento
de sus derechos sería una tautología si éste no
está anclado a un horizonte de trascendencia que lo hace inapropiable
por parte de los poderes, sean los que sean. Pero este bello discurso
sólo lo pueden entender los creyentes. Las intuiciones de Juan
XXIII a Juan Pablo II para que todos los hombres las escucharan no creo
que hayan sido suficientemente ahondadas y explotadas. No se trata de
tener un doble lenguaje sino de dar a cualquier palabra de la Iglesia
una profundidad doble, de Dios y del hombre.
Hay un sector en el que la Iglesia emplea todos los recursos de su experiencia
de educadora (Mater et Magistra), es en el humilde aprendizaje de la
puesta en práctica cotidiana de los derechos humanos. Hacer que
las cosas sean cotidianas pero no insignificantes, la Iglesia puede
hacerlo sólo a través de la educación al sentido
de la responsabilidad y por lo tanto al sentido simétrico del
deber sin el cual todo derecho se queda hemipléjico. La conciencia
del deber iza el derecho a su más alto nivel de exigencia. Un
derecho del hombre es un derecho a corresponder a toda la amplitud de
su deber de hombre hoy, sin esperar a mañana, al año 2000,
a no sé qué "nueva era". El verdadero valor
hacia el porvenir es el de dar todo al presente; esta es la actitud
del justo, según Camus, mientras que el porvenir es el único
tipo de propiedad que los amos conceden a los esclavos.
Finalmente, educar sobre derechos humanos, es para la Iglesia hacer
una verificación de su forma de vivir el Evangelio. ¿Quién
de nosotros no se siente interpelado fraternalmente el uno por el otro,
para que nuestra Iglesia esté cada vez más en plena plaza
pública, esta parábola en actos que permita a todos reconocer
en ella el respeto más puro y más estimulante de la dignidad
de cada hombre?
La lucha por los derechos del hombre es como una guerra de desgaste.
Podemos aguantar sólo si luchamos juntos. La misma solidaridad
que piden los militantes para con los oprimidos y los excluidos, hay
que tenerla con los defensores mismos de los derechos humanos. Tenemos
que defender a los defensores porque a veces la gente no entiende su
lucha, y a menudo en muchos países es peligrosa: les pueden meter
en la cárcel, torturar, matar, arriesgar sus vidas de muchas
formas, hasta las más sorprendentes, las más trágicas,
me estoy acordando del obispo John Joseph de Pakistán y del obispo
Juan Gerardi de Guatemala, los conocía a los dos.
Luchar en favor de los derechos humanos significa a menudo enfrentarse
al muro del pecado, a las estructuras sociales del pecado. Pero la lucha
no sería completa si no se acompañara también de
miradas de esperanza. Cualquier denuncia debe estar acompañada
por una anunciación: no se puede denunciar el mal sin anunciar
el bien que está cerca o que ya existe. Es más importante
compartir las semillas de eternidad que los restos de muerte. Se espera
de la Iglesia que sea profeta más que centinela, que anuncie
al Dios que viene, al Dios que no deja de estar presente entre los hombres
y que los oprimidos ni esperarían si no estuvieran seguros de
que ya está entre ellos.
Conocemos sin duda "El derecho de ser un hombre", esta maravillosa
antología de unos mil fragmentos que hablan del hombre de todos
los tiempos y de todas las culturas. En ese libro, publicado por la
UNESCO, René Maleu, su director de entonces, subraya su prólogo
con estas palabras: "Por muy grandes que hayan sido los esfuerzos
realizados, los progresos llevados a cabo, y heroicos los numerosos
sacrificios, el precio del hombre libre no ha sido pagado aún
por el hombre, y ni siquiera se le ha dado su valor justo. En este mismo
instante, millones de seres humanos, nuestros semejantes, oprimidos
o sublevados, nos esperan a ti y a mí".
A ti y a mí.
A vosotros y a mí.

EL
TRABAJO DE LA IGLESIA CATÓLICA SOBRE DERECHOS HUMANOS (RESULTADO
DE UNA ENCUESTA DEL PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ)
MONS. GIAMPAOLO
CREPALDI
Proemio
El Consejo Pontificio Justicia y Paz ha considerado oportuno realizar
una encuesta, a través de un cuestionario enviado a las 118 Conferencias
Episcopales nacionales, sobre las actividades pastorales de las Iglesias
locales sobre el tema de los derechos humanos. Se han recibido 47 respuestas
que han consentido al Dicasterio la puesta al día del nivel de
conocimiento y la identificación de problemas y de nuevos aspectos
de la pastoral de los derechos humanos.
Al recoger y al recopilar los datos recibidos, no hemos querido realizar
solamente una clasificación cuantitativa, sino que hemos querido
ahondar su sentido y su valor a través de una primera interpretación
realizada sobre la base de las exigencias y de los urgencias que caracterizan
la actual pastoral de los derechos humanos. La utilización de
este criterio metodológico de evaluación ha permitido
concentrar la atención sobre algunos datos de síntesis
que podrían ser útiles en otras reflexiones y actualizaciones.
Síntesis
de las respuestas
MODALIDADES
EMPLEADAS PARA TRATAR EL TEMA DE LOS DERECHOS HUMANOS EN LA PASTORAL
|
1) De la primera
pregunta del cuestionario, sobre las modalidades empleadas para tratar
el tema de los derechos humanos en la pastoral, se pueden sacar dos
datos muy importantes:
- en primer lugar,
está presente en casi todas las respuestas de las Conferencias
Episcopales la conciencia de que el compromiso eclesial a nivel de derechos
humanos no es ni accesorio ni secundario, sino que es esencial y caracteriza
la misión de la Iglesia. Se trata de un dato de gran interés
teológico y pastoral y merece la pena considerarlo como la meta
de un camino largo y no siempre tranquilo que es, al mismo tiempo, un
punto de partida;
- en segundo
lugar, de la encuesta se deduce que el compromiso de la Iglesia en la
promoción de los derechos humanos se realiza concretamente, de
hecho y ante todo, con un gran esfuerzo de educación y de formación.
La educación y la formación sobre derechos humanos son
actividades sentidas como las más conformes con la misión
pastoral de la Iglesia; haciendo referencia a los derechos humanos,
también se puede proponer la visión cristiana del hombre
y de la mujer, de su dignidad trascendente y de sus inalienables derechos
y deberes. El hecho de que se subraye el compromiso educativo y formativo
no excluye otras expresiones concretas de la actividad pastoral sobre
derechos humanos: muchas respuestas, en efecto, se refieren también
al deber profético de denunciar los casos en los que los derechos
han sido pisoteados o amenazados, a compartir de una forma concreta
con las personas en situaciones de opresión, hasta la asistencia
jurídica a las víctimas de violaciones de los derechos
humanos.
Junto a estos
dos datos, hay otro que es muy interesante puesto que nos permite ver
el carácter peculiar del compromiso de la Iglesia a nivel de
derechos humanos. De la encuesta resulta claramente que, en general,
el interés pastoral de las iglesias por los derechos humanos
se preocupa sobre todo por la promoción de los derechos sociales
y económicos más que por los derechos civiles y políticos.
Es la opción preferente por los pobres la que orienta este interés.
No se encuentra en las respuestas ninguna referencia a los derechos
culturales y a aquellos derechos que han sido catalogados, hoy en día,
como de tercera y cuarta generación. Se trata de un dato bastante
complejo sobre el que, según mi parecer, habría que hacer
un atento discernimiento, teniendo presente que éste caracteriza
todas las respuestas más allá de la procedencia geográfica
o cultural.
- Si nos detenemos
un poco en buscar diferencias entre las diversas áreas geográficas,
se puede deducir que en los países ex-comunistas y, en general,
en los países ricos de Europa. Se subraya más la defensa
del derecho a la vida en contra del aborto, la eutanasia y las manipulaciones
biogenéticas, junto con la defensa de los derechos vinculados
a la familia; en los países de América central, de Asia
y de África; en cambio, se subraya casi de forma exclusiva la
promoción de los derechos sociales y económicos.
ESTRUCTURAS
DE LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES SOBRE DERECHOS HUMANOS
|
2) La segunda
pregunta del cuestionario se refería a las estructuras de las
Conferencias Episcopales o a los organismos vinculados a éstas,
con el mandato de tratar los temas que se refieren a los derechos humanos.
a) Del conjunto
de las respuestas se deduce que:
- Casi todas
las Conferencias en su organización, poseen un Departamento o
una Comisión encargada de tratar los temas de derechos humanos.
Son, en su mayoría, organismos que, vinculados con las diferentes
Conferencias Episcopales, tienen niveles de autonomía muy diferentes
y un mandato amplio que cubre, en general, todo el "ministerio
diaconal" de la Iglesia. En América Latina, en efecto, pero
también en algunas Conferencias Episcopales de Europa, el tema
de los derechos humanos es tratado generalmente por la organización
de la pastoral social. Parece que el tema es más detallado cuando
se encargan de él las Comisiones "Justicia y Paz" que,
por su historia y tradición, siempre han considerado los derechos
humanos como algo de su interés y compromiso más específico.
- Poquísimas Conferencias Episcopales tienen organismos que tratan
exclusivamente el tema de la pastoral de los derechos humanos. Sobre
este dato merece la pena detenerse un poco, preguntándonos si
esta falta de estructuras específicas más que como una
expresión de una fragilidad organizativa se debería interpretar
en términos diferentes: en efecto, la pastoral de los derechos
humanos además de ser un sector también es una modalidad
de pastoral que concierne toda la actividad pastoral de la Iglesia y
que, por lo tanto, debe estar supuesta y presente en los diferentes
niveles e interesar transversalmente todos los organismos pastorales.
Se trata evidentemente de una interpretación que necesita más
ahondamiento no tanto sobre los aspectos organizativos de la praxis
pastoral de las Iglesias, sino sobre los aspectos de naturaleza eclesial
y sobre el sentido mismo de la actividad pastoral.
b) Si consideramos
los objetivos que estos organismos persiguen en sus acciones, de las
respuestas recibidas deducimos los siguientes objetivos:
- un trabajo de análisis, interpretación y observación
de las situaciones en las que los derechos humanos se ven comprometidos;
- el cumplimiento, sobre todo en actividades de formación y educación,
de su mandato;
- un protagonismo activo que se realiza concretamente en acciones de
defensa y también de denuncia.
Es evidente que también en el caso de los objetivos se presenta
todo con matizaciones y mezclas muy diferentes, y por ese motivo es
prácticamente imposible sacar un modelo organizativo único
o ideal al que hacer referencia.
Quisiera terminar esta parte con otra anotación que considero
bastante interesante. En general, los organismos que se encargan de
la pastoral de los derechos humanos circunscriben su marco de actividad
a sus propios países, aunque hay que señalar que algunos,
sobre todo en los países ricos, dirigen su atención pastoral
que demuestra su fecunda proyección "internacional",
es decir que está más orientada hacia iniciativas de defensa
y de promoción de los derechos fuera del propio país.
Se trata evidentemente de casos muy limitados, pero interesantes por
las sugerencias y las provocaciones que pueden brindar.
DOCUMENTOS
DE LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES SOBRE DERECHOS HUMANOS
|
3) La tercera
pregunta pedía informaciones sobre los documentos de la Conferencia
Episcopal que se refieren al tema de los derechos humanos.
Es evidente que muchas respuestas se conformaron con citar una lista
de títulos, algunos muy sugestivos, pero que resultan imposible
de clasificar de una forma significativa.
De las respuestas proporcionadas se deduce, de todos modos, el dato,
más bien impresionante, de que ninguna Conferencia Episcopal
ha dejado de lado el deber de publicar uno o varios documentos, aunque
por otra parte no hay en las respuestas una evaluación sobre
el impacto y las consecuencias de estas publicaciones en la opinión
pública.
Este dato no sintetiza de todos modos la complejidad de las respuestas
si las consideramos bajo el criterio de evaluación de la importancia
magisterial de las intervenciones:
- Resulta, en
efecto, que prácticamente no existen documentos de las Conferencias
Episcopales en sí, es decir que no hay documentos que sean expresión
de un auténtico, específico y orgánico magisterio
sobre derechos humanos. El tema de los derechos humanos es tratado en
los documentos mismos que encaran cuestiones generales que se refieren
generalmente al análisis pastoral de la situación global
del país o bien en comunicados e informes de las actividades
de las Conferencias, marcados por el carácter ocasional, donde
el juicio sobre la situación socio-económica ofrece la
oportunidad para que haya tomas de posición puntuales también
sobre los problemas que atañen a los derechos humanos. Casi todos
los documentos específicos sobre derechos humanos son de organismos
especializados de las Conferencias Episcopales, como las Comisiones
de Justicia y Paz y de Pastoral social, expresándose con notas
o tomas de posición.
Hay que señalar que todos los documentos son "de" pastoral
de los derechos humanos y que, en cambio, faltan indicaciones de documentos
"sobre" pastoral de los derechos humanos. Falta pues una reflexión
orgánica sobre supuestos eclesiásticos y sobre la ubicación
en el interior de toda la praxis pastoral de la Iglesia, de la pastoral
de los derechos humanos.
- Por último,
hay que señalar que en las respuestas hay algunas referencias
interesantes, aunque demasiado breves para poder hacer una evaluación,
sobre el magisterio de algunos Obispos citado probablemente para indicar
una especie de indolencia magisterial de la Conferencia Episcopal.
PRESENCIA
DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LOS CATECISMOS NACIONALES
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4) La cuarta
pregunta pedía respuestas sobre la presencia de los derechos
del hombre en los catecismos nacionales.
La pregunta es pertinente porque, sobre todo tras la publicación
del Catecismo de la Iglesia Católica, el "Catecismo"
se ha convertido en uno de los principales instrumentos para realizar
una nueva evangelización puesto que la Iglesia es cada vez más
consciente de que se trata de un tema histórico de su misión.
Esto es lo que
aparece en las contestaciones:
- Todavía
hay pocas Conferencias Episcopales que tengan catecismos nacionales.
Solamente las Iglesias locales de Europa y algunas de Africa y América
Latina se han equipado en este sentido
- En los catecismos existentes las referencias a los derechos humanas
son escasas y, casi siempre, se trata de referencias indirectas, que
se encuentran generalmente en las secciones de antropología.
Este dato, más bien defraudador, plantea dos cuestiones que merece
la pena tratar incluso en un futuro por la importancia que tienen en
el ámbito global de la misión evangelizadora de la Iglesia
de nuestros tiempos.
- La primera cuestión se refiere a la relación existente
entre la misión evangelizadora y el deber pastoral de promoción
de los derechos humanos, que aunque hayan conseguido mucha consistencia
a nivel teórico, también gracias a las contribuciones
del magisterio de los últimos Pontífices, no se pueden
considerar como algo asimilado a nivel de praxis pastoral, puesto que
sigue habiendo dudas y perplejidades.
- La segunda cuestión se refiere a la necesidad de "acumular"
experiencias concretas de catecismo de los derechos humanos que no se
limiten a una referencia demasiado general sobre antropología
teológica. Sobre este tema habrá pues que seguir ahondando
para buscar formas e instrumentos que sean nuevos, eficaces y útiles.
PRESENCIA
DE LOS TEMAS DE DERECHOS HUMANOS EN LOS PROGRAMAS DE RELIGIÓN
DE LAS ESCUELAS CATÓLICAS
|
5) La quinta
pregunta del cuestionario se refería a la presencia de los temas
de derechos humanos en los programas de religión de las escuelas
católicas.
Sobre este tema, el dato proporcionado por las respuestas es más
bien consolador: en casi todas se afirma que el tema de los derechos
humanos está presente en los programas de religión de
las escuelas católicas y en otras escuelas donde están
previstos estos programas. Existe, evidentemente, una situación
muy diversificada por lo que se refiere al peso dado a los contenidos,
a las formas y a la ubicación de los temas.
También este dato requiere mucha atención porque trata
dos cuestiones muy importantes:
- la primera se refiere a la configuración más exacta
de la que podemos llamar la importancia cultural de los derechos humanos
en el ámbito del curriculum formativo proporcionado por las escuelas
católicas.;
- la segunda, en cambio, trata de las formas y de las modalidades concretas
capaces de proporcionar un perfil y una configuración precisos
a las propuestas de formación cultural sobre derechos humanos.
La cuestión de la que se trata aquí se refiere a la exigencia
de puntualizar mejor, esa necesaria "mediación cultural"
orientada en un sentido cristiano, (en este caso concreto para los alumnos
de los colegios católicos) entre las interpelaciones exigentes
del mensaje antropológico cristiano y los supuestos antropológicos
del universo cultural que caracteriza el mundo de hoy. En este contexto
se sitúa también, el problema del diálogo y de
la confrontación sobre los derechos humanos de la cultura cristiana
con otros universos culturales.
ORGANIZACIONES
CATÓLICAS QUE SE OCUPAN DE LA DEFENSA Y DE LA PROMOCIÓN
DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE
|
6) La sexta pregunta
del cuestionario se refería a las organizaciones católicas
que se ocupan de la defensa y de la promoción de los derechos
del hombre.
Desgraciadamente más de una cuarta parte de las respuestas citan
organismos ya mencionados en la pregunta de la estructura de la pastoral
de los derechos humanos; por lo general se citan pues de nuevo las comisiones
de Justicia y Paz y las de Pastoral Social.
De las respuestas recibidas, se pueden sin embargo subrayar, algunos
datos que parecen ser muy importantes e interesantes:
- El primer dato es el de la falta de homogeneidad en la presencia de
estas organizaciones en los diferentes contextos continentales; en Africa
son prácticamente inexistentes, en Asia, las pocas existentes
se interesan de algunos problemas específicos; en Europa, en
Oceanía y en América son muy numerosas (sólo en
Brasil hay más de 250 organismos).
- El segundo dato que aparece, aunque requiere más averiguaciones,
es el que se refiere a la tendencia que podemos llamar "de especialización"
por parte de estas organizaciones que generalmente se encargan de un
número bastante reducido, particular y específicos de
derechos humanos. Merece la pena recordar, además, que no se
cita ningún tipo de coordinación que existe, sin embargo,
en organizaciones con vocación universal como Pax Christi, Paz
Romana.
- Por lo que se refiere a los promotores, de las escasas y fragmentarias
informaciones recibidas podemos decir que son muy variados: en algunos
casos la iniciativa la tienen las diócesis o las congregaciones
religiosas, en otros casos se trata de organismos ecuménicos
o civiles, estos últimos a menudo son de inspiración cristiana.
Para concluir, se puede afirmar que el ámbito de las organizaciones
católicas encargadas de defender y promover los derechos humanos
bajo una perspectiva de inspiración cristiana, sigue siendo un
ámbito que necesita más reflexión y más
iniciativas por parte de las Iglesias. Aunque de las contestaciones
no se puedan sacar informaciones detalladas es de por sí evidente
que estas organizaciones están animadas sobre todo por el laicado
que es cada vez más, un sujeto protagonista de pastoral de los
derechos humanos.
COLABORACIÓN
ENTRE LOS OBISPOS Y LOS INSTITUTOS RELIGIOSOS EN EL SECTOR DE
LOS DERECHOS HUMANOS
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7) La séptima
pregunta del cuestionario se refería a la colaboración
entre los Obispos y los institutos religiosos en el sector de los derechos
humanos.
Las respuestas
recibidas proporcionan muy pocos datos.
- En general, cuando existe una colaboración, nunca es de tipo
orgánico y estructural. América Latina es una excepción
puesto que la red que sostiene los canales de la colaboración
parece ser muy densa. Se trata por lo general de colaboraciones en el
sector de la enseñanza.
- En algunos casos se indica la existencia de Comisiones "Justicia
y Paz" promovidas por Congregaciones religiosas, pero sobre la
base de los datos recibidos resulta imposible conocer la consistencia,
la actividad y la influencia de éstas.
Más allá de la cuestión específica de la
colaboración entre los Obispos y los institutos religiosos, existe
una cuestión de fondo que se refiere a la presencia global de
la vida consagrada en la pastoral de los derechos humanos, esta cuestión
apareció durante el difícil trabajo postconciliar: definir
mejor los perfiles teológicos y eclesiásticos fundamentales
de los diferentes institutos religiosos bajo la perspectiva de unos
compromisos pastorales renovados, vinculados generalmente al testimonio
necesario para la promoción de los hombres y de las mujeres de
nuestros tiempos.
PROGRAMAS AUDIOVISUALES Y A LAS PUBLICACIONES SOBRE DERECHOS HUMANOS |
8) La octava
pregunta del cuestionario se refería a los programas audiovisuales
y a las publicaciones en el sector de los derechos humanos.
También
en este sector, la situación no es homogénea y evidentemente
está condicionada por la mayor o menor disponibilidad de recursos
humanos y económicos, o bien por el apoyo que representa el tener
una tradición sólida y arraigada en la utilización
de medios de comunicación.
- A nivel general, el dato que aparece es el de una conciencia general
y difundida de la importancia de estos medios en las actividades de
pastoral de los derechos humanos.
- Las Iglesias de Africa, exceptuando a Zimbabwe, publican solamente
unos "folletos " informativos. América, tanto a nivel
audiovisual como a nivel de publicaciones, es más bien dinámica
y emprendedora, con algunas experiencias muy interesantes como por ejemplo
las versiones populares de los documentos del magisterio. Si por una
parte las Iglesias asiáticas indican que utilizan mucho las cintas
de video, por otra parte las Iglesias de Europa, excepto las del Este,
demuestran que son las que mejor están equipadas a nivel de iniciativas
editoriales y audiovisuales, con unas instalaciones informativas que
logran llegar a muchas personas.
La cuestión que levanta esta pregunta presenta uno de los retos
más cruciales y decisivos para la praxis pastoral de la Iglesia
de nuestros tiempos: el que nace del actual mundo de la comunicación,
de sus dinámicas vinculadas a los procesos de globalización,
de sus orientaciones de valor, etc... Frente a este reto, incluso las
Iglesias mejor equipadas parecen tener dificultades.
DIÁLOGO ECUMÉNICO E INTER RELIGIOSO EN EL SECTOR DE
LOS DERECHOS HUMANOS |
9) La novena
pregunta se refería al diálogo ecuménico e inter
religioso en el sector de los derechos humanos.
- El dato que
aparece claramente de las respuestas es que la práctica del diálogo,
que tiene lugar en la mayoría de los casos de colaboración,
está muy difundida y es fecunda, sobre todo en los lugares donde
la situación cristiana y religiosa es muy diversificada. Sobre
la base de las respuestas recibidas se puede afirmar que los derechos
humanos son hoy en día un ámbito fecundo y en desarrollo
a nivel del intercambio y del acuerdo ecuménico e inter-religioso.
- Es evidente que el nivel de intensidad varía de un país
al otro y de un continente a otro. Bien desarrollado en Europa occidental,
en Oceanía y en América del Norte, bajo, esporádico
y escaso en América Latina. En algunos casos se han redactado
documentos comunes.
De las respuestas, globalmente, aparece de todos modos la confirmación
de una intuición que siempre ha acompañado la praxis de
la pastoral de los derechos humanos: la de cultivar, con generosidad
y disponibilidad, la dimensión ecuménica e inter-religiosa,
con cada vez más conciencia de que las grandes religiones están
llamadas a ser sujetos activos y protagonistas en la defensa y promoción
de los derechos humanos. Recordamos el acontecimiento de Asís
86 con la fuerte señal lanzada por las religiones a todo el mundo,
decididas a tener un papel público importante en la promoción
y defensa de la paz. Lo mismo podría ocurrir con los derechos
humanos.
SUGERENCIAS
E INDICACIONES PARA EL TRABAJO DEL PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA
Y PAZ
|
10)
Por último, el cuestionario presentado a las Conferencias Episcopales
pedía sugerencias e indicaciones para el trabajo del Pontificio
Consejo.
Las respuestas reticentes y escasas, cuando se trató de las otras
preguntas, en este caso, en cambio, son muchas y muy variadas.
Nos conformaremos con indicar las que hemos considerado como más
interesantes y que de una forma razonable podrían formar parte
de los programas del Dicasterio:
- son muchos los que piden orientaciones sobre la formación de
los cristianos en el sector de los derechos humanos, subrayando de esta
forma que la formación es un elemento que caracteriza el compromiso
formativo en la práctica pastoral de la Iglesia; algunos solicitan
una intervención del Dicasterio para aclarar mejor el perfil
de la pastoral de los derechos humanos;
- otros proponen la promoción de encuentros que sirvan de oportunidad,
de intercambio y de cotejo de experiencias, entre cristianos comprometidos
en la defensa y promoción de los derechos humanos;
- otros más proponen que se utilice el próximo Jubileo
del año 2000 para hacer progresar la pastoral de los derechos
humanos.
Conclusión
Quisiera cerrar
el análisis de las respuestas del cuestionario con algunas reflexiones-propuestas
que he pensado mientras redactaba estas páginas de síntesis.
- Ante todo es necesario dar a la pastoral de los derechos humanos una
legitimidad plena y un nuevo impulso; aunque no hay duda de que se ha
desarrollado en la conciencia de la iglesia, carece todavía de
un perfil sólido y definitivo, Sobre este tema, una mayor consideración
y acogida del magisterio pontificio sobre derechos humanos, sobre todo
el de Juan Pablo II, podría ser muy útil.
- En segundo lugar es necesario "volver a equilibrar" la atención
pastoral que la Iglesia presta a los derechos humanos, más orientada
hacia los derechos sociales y económicos y menos hacia los derechos
civiles y políticos. Además parece casi inexistente la
atención hacia los tipos de derechos humanos que hoy día
llamamos de tercera o cuarta generación.
En fin, sería oportuno que hubiera una colaboración mayor
y real entre las Iglesias. De la lectura de las respuestas se deduce
una contradicción paradógica que hay que encarar: donde
hay menos necesidad de defensa y promoción de los derechos humanos,
las Iglesias disponen para su acción pastoral de muchos recursos
humanos y económicos, mientras que en muchos países en
vías de desarrollo, donde las necesidades son enormes, las Iglesias,
a pesar de sus testimonios ejemplares de compromiso generoso, carecen
a menudo de lo mínimo indispensable para realizar una adecuada
acción pastoral de los derechos humanos.

LOS
DERECHOS HUMANOS EN LA ENSEÑANZA DE JUAN PABLO II. FUNDAMENTOS
Y PRINCIPIOS
Dr GIORGIO
FILIBECK
1.
El problema del fundamento |
"Al igual
que la moda crea el gusto,
también crea justicia"
(Pascal, Pensamientos, n. 309)
Las palabras
de Pascal no son tranquilizadoras: se denota el tono seguo de quien
pone todo en tela de juicio, casi burlándose de los valores preestablecidos
y sometiendo los convencionalismos más arraigados a su crítica
mordaz. Si pensamos que escribía hace más de tres siglos,
nos quedamos desconcertados por la impronta contemporánea de
sus afirmaciones y a la vez fascinados por el espesor y el tenor de
sus intuiciones. Con la frase citada, Pascal parece señalar un
dato que es para nosotros "post-moderno" bastante familiar:
si faltan bases antropológicas sólidas, cualquier deriva
es posible e incluso la justicia, uno de los conceptos más "fuertes"
tradicionalmente, se derrumba convirtiéndose en una noción
"débil", tan débil que sigue el estro caprichoso
de un fenómeno efímero por antonomasia como es la moda.
El mordaz juicio de Pascal se podría aplicar hoy a la noción
de derechos humanos, que representan cada vez más en la conciencia
moderna una encarnación de la justicia misma, hasta convertirse
casi en un sinónimo.
Un ilustre jurista italiano, Norberto Bobbio, hace algunos años
(1987) afirmó que la segunda mitad de este siglo podía
llamarse "la edad de los derechos": pero, cuáles derechos?
En efecto, en los últimos años se han difundido interpretaciones
y proclamaciones que parecen invertir el sentido y el alcance de un
concepto que se ha convertido en un faro luminoso en el trabajoso camino
de la familia humana hacia una cada vez más consciente reivindicación
de su dignidad.
Basta pensar en el derecho a la vida, negado de hecho por una legislación
permisiva en materia de aborto, de manipulación genética,
de eutanasia. Basta pensar en la interdicción de la discriminación
basada en el sexo, que va transformándose en justificación
de un pretendido derecho a la orientación sexual. Basta pensar
en la libertad de expresión, presentada por algunos como un dogma
que no contempla alguna limitación, con la cual caería
la democracia. Basta pensar a la libertad religiosa, concebida como
un derecho que toca únicamente a la esfera privada, amputándole
de esta manera su necesaria dimensión social. Basta pensar en
los derechos de la familia, desconocidos y descuidados hasta impugnar
la misma noción de la familia fundada sobre el matrimonio.
De frente a una semejante "Babel de derechos", según
la pertinente imagen de Mary Ann Glendon, las palabras escritas por
Georges Bernanos en 1948 conservan todavía toda su dramática
actualidad: "En el momento en el cual hablo, la peor desgracia
del mundo es que nunca había sido tan difícil distinguir
entre los constructores y los destructores, porque nunca antes de ahora
la barbarie ha dispuesto de medios tan poderosos para abusar de las
desilusiones y de las esperanzas de una humanidad ensangrentada, la
cual duda de sí misma y de su propio futuro".
En este contexto, hay que reconocer en el magisterio de Juan Pablo II
una importante contribución no sólo para la defensa y
promoción de los derechos humanos, sino también y sobre
todo para su fundamento seguro en la perspectiva cristiana. Un anclaje
que adquiere un significado particular frente a la pérdida progresiva
de los puntos de referencia cardinales capaces de orientar la doctrina
y la práctica de los derechos humanos en el mundo contemporáneo.
El Papa es heraldo de los derechos humanos porque es anunciador del
Evangelio, una característica que frecuentemente no es comprendida
bien por parte de la opinión pública.
2.
El misterio de la Redención |
En
su primera encíclica, Redemptor hominis (4 de marzo de 1979),
Juan Pablo II ofrece la clave de su enseñanza sobre derechos
humanos, que se puede resumir esencialmente con dos palabras: Cristo
Redentor. Es Cristo quien revela "plenamente el hombre al mismo
hombre" y esta es "la dimensión humana del misterio
de la Redención": en esta dimensión "el hombre
vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de su
humanidad" (RH 10).
El Papa escribe que si el hombre consigue entrar en Cristo, entonces
se entenderá completamente a sí mismo, hasta estar lleno
de "profunda admiración " al constatar el valor que
tiene frente a Dios, y al darse cuenta que representa el motivo de la
encarnación del Hijo de Dios: "Ese profundo estupor respecto
al valor y la dignidad del hombre se llama Evangelio". Es ese estupor
que "justifica la misión de la Iglesia en el mundo"
y es la Redención que, mediante el sacrificio de la Cruz, "ha
vuelto a dar definitivamente al hombre la dignidad" (RH 10).
Si "en Cristo y por Cristo, el hombre ha conseguido plena conciencia
de su dignidad", de ahí que todos los cristianos, a pesar
de la divisiones que siguen existiendo entre ellos, pueden y deben manifestar
su unidad "en la lucha con perseverancia incansable a favor de
la dignidad que cada hombre ha alcanzado y puede alcanzar continuamente
en Cristo" (RH 11).
Frente a las dificultades, a las desilusiones y a las incertidumbres
que han aparecido en el diálogo ecuménico, tras veinte
años es benéfico volver a leer estas palabras del Papa,
que ponen de manifiesto su apertura ecuménica y su compromiso,
subrayado en muchas ocasiones durante su pontificado, para una mayor
colaboración entre todas las Iglesias cristianas, sobre todo
a favor de la dignidad humana, como signo creíble de la misión
confiada por Dios a todos y a cada uno de los cristianos.
Esta misión conlleva la obligación de anunciar la verdad
recibida de Dios con una actitud de profundo respeto por el destinatario
de este anuncio y por su libertad. Así, "la misma dignidad
de la persona humana se hace contenido de aquel anuncio" y puesto
que "no en todo aquello que los diversos sistemas y también
los hombres en particular, ven y propagan como libertad está
la verdadera libertad del hombre, tanto más la Iglesia, en virtud
de su misión divina, se hace custodia de esta libertad que es
condición y base de la verdadera dignidad de la persona humana"
(RH 12).
Estas palabras, escritas diez años antes de los hechos que, en
1989, transformaron profundamente los rasgos de la geografía
política y de la vida institucional de una amplia zona de Europa,
adquieren una dimensión profética porque esta sorprendente
transformación tuvo lugar precisamente como una reacción
imprevista, pero en el fondo previsible, contra un sistema totalitario
que durante varios decenios había sofocado las aspiraciones de
libertad y de verdad de pueblos enteros, de las que hacía una
propaganda deformada y repugnante.
Citando la afirmación del Concilio Vaticano II, el Papa recuerda
que "Cristo se ha unido a cada hombre", un hombre "en
el que permanece intacta la imagen y semejanza con Dios mismo"
(RH 13) y pone de manifiesto que el hombre "es la primera y fundamental
vía de la Iglesia": de esta ecuación deriva la necesidad
de la Iglesia de "ser conscientes, además, de todo lo que
parece estar en contra del esfuerzo para que "la vida humana sea
cada vez más humana", para que todo lo que compone esta
vida responda a la verdadera dignidad del hombre"(RH 14).
Juan Pablo II es consciente de los riesgos que amenazan la civilización
contemporánea, en la que el hombre "parece estar amenazado
por lo que produce", y por eso "vive cada vez más en
el miedo", temiendo por los frutos de sus imaginación y
de su capacidad "puedan ser dirigidos de manera radical contra
él mismo" hasta convertirse en "medios e instrumentos
de una autodesturcción inimaginable" (RH 15). De ahí
la necesidad de que al desarrollo de la técnica que domina nuestra
época corresponda "un desarrollo proporcional de la moral
y de la ética", para que el hombre sea "de veras mejor,
es decir, más maduro espiritualmente, más consciente de
la dignidad de su humanidad" (RH 15). Frente a la situación
del mundo actual, la Iglesia considera que se debe cuestionar sobre
la dirección que toma el progreso y si éste está
realmente al servicio del hombre y de su dignidad: "encuentra el
principio de esta solicitud en Jesucristo, como atestiguan los Evangelios"
(RH 15).
El examen de
la situación en la que se encuentra el hombre en el mundo contemporáneo
hace que el Papa haga un diagnóstico severo pero lúcido:
se trata de una situación que "parece distante tanto en
las exigencias objetivas del orden moral, como de las exigencias de
la justicia o, aún más, del amor social" (RH 16).
En el momento en el que se publicó la encíclica, Juan
Pablo II se daba perfectamente cuenta de que su juicio podía
parecer áspero y que su denuncia corría el riesgo de ser
mal interpretada o incluso manipulada por una de las "partes"
que se enfrentaban en el contexto geopolítico existente. Él,
sin embargo, recuerda que la Iglesia "no disponiendo de otras armas,
sino de las del espíritu, de la palabra y del amor, no puede
renunciar a anunciar "la palabra... a tiempo y a destiempo""
(RH 16). La motivación de la intervención de la Iglesia
en el ámbito social es el amor.
En su segunda encíclica, Dives in misericordia (30 de noviembre
de 1989), el Papa pone de manifiesto el vínculo existente entre
la justicia y el amor, un amor atestiguado, además, por la famosa
parábola del "hijo pródigo". Al ver la vuelta
a casa del hijo, "el padre es consciente de que se ha salvado un
bien fundamental: el bien de la humanidad de su hijo... La fidelidad
del padre a sí mismo está totalmente centrada en la humanidad
del hijo perdido, en su dignidad... se puede decir por tanto que el
amor hacia el hijo, el amor que brota de la esencia misma de la paternidad,
obliga en cierto sentido al padre a tener solicitud por la dignidad
del hijo... la relación de misericordia se funda en la común
experiencia de aquel bien que es el hombre, sobre la común experiencia
de la dignidad que le es propia" (DM 6).
El mal cometido por el hijo está superado, puesto que él
ha sido capaz de tomar realmente conciencia de éste y se ha puesto
en el camino de la conversión.
A este camino de salvación, Cristo nos llama a todos y, como
señal de esta invitación irrevocable, ofrece su vida para
la redención de la humanidad: "Justamente esta redención
es la revelación última y definitiva de la santidad de
Dios, que es la plenitud absoluta de la perfección: plenitud
de la justicia y del amor, ya que la justicia se funda sobre el amor,
mana de él y tiende hacia él"(DM 7).
En el sacrificio de la Cruz, la misericordia divina revela plenamente
y se eleva la dignidad humana al máximo, puesto que el hombre
"experimentando la misericordia, es también en cierto sentido
el que "manifiesta contemporáneamente la misericordia""
(DM 9). Para Juan Pablo II, la síntesis de toda la Buena Nueva
se puede encontrar en las palabras de Jesús "Bienaventurados
los misericordiosos", porque ellos alcanzarán misericordia"
(Mt 5, 7): estas palabras reflejan el misterio profundo de Dios:"la
inescrutable unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
en la que el amor, conteniendo la justicia, abre el camino a la misericordia,
que a su vez revela la perfección de la justicia" DM 8).
La perspectiva del amor es el horizonte en el que se sitúa la
acción del cristiano a favor de los derechos humanos.
Indicando una serie de actitudes que prefiguran la acción del
cristiano por los derechos humanos, Jesús mismo lo dice claramente:
"cuanto hicisteis a uno de estos..., a mí me lo hicisteis"
(Mt 25, 40). Es en esta perspectiva que "la Iglesia comparte con
los hombres de nuestro tiempo este profundo y ardiente deseo de una
vida justa bajo todos los aspectos" , aún con la convicción
de que "la justicia por sí sola no es suficiente y que,
más aún, puede conducir a la negación y al aniquilamiento
de sí misma, si no se le permite a esa forma más profunda
que es el amor plasmar la vida humana en sus diversas dimensiones"
(DM 12).
El Papa ha identificado en el concepto teológico de "pro-existencia"
el amor de Cristo Redentor, que ha ofrecido su vida y ha pedido a sus
discípulos que estén preparados a hacer el mismo don total,
afirmando: "Si nosotros volvemos a descubrir el significado auténtico
del amor "pro-existente", entonces los derechos humanos pueden
y deben formar parte de éste, en nombre, se puede decir, del
sacrificio pascual de Cristo mismo" (Discurso a la Comisión
Teológica Internacional, 5 de diciembre de 1983).
Juan Pablo II volverá a tratar el tema del "amor social"
en la encíclica Sollicitudo rei socialis (30 de diciembre de
1987), a través de la noción de solidaridad, definida
como una "virtud cristiana":"a la luz de la fe, la solidaridad
tiende a superarse a sí misma, al revestir de las dimensiones
específicamente cristianas de gratitud total, perdón y
reconciliación. Entonces el prójimo no es solamente un
ser humano, con sus derechos y su igualdad fundamental frente a todos,
sino que se convierte en la imagen viva de Dios Padre, rescatada por
la sangre de Jesucristo y puesta bajo la acción permanente del
Espíritu Santo" (SRS 40).
Además, en el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1998,
el Papa escribe: "... es importante considerar también la
promoción de los derechos humanos: siendo esta el fruto del amor
por la persona, puesto que "el amor sobrepasa todo lo que la justicia
puede realizar" (Constitución pastoral Gaudium et spes,
78)" (n. 2).
4.
"La verdad os hará libres"(Jn 8, 32). |
En la visión
de Juan Pablo II, una relación intrínseca vincula la verdad
a la libertad. Sobre esta relación insiste sobre todo la encíclica
Centesimus annus, publicada en el centenario de la Rerum novarum 1 de
mayo de 1991), dirigida -al igual que la Redempor hominis- no sólo
a los miembros de la comunidad eclesiástica, sino también
"a todos los hombres de buena voluntad", para demostrar que
los temas tratados por el documento tienen un papel importante también
fuera de la Iglesia. Además la encíclica reflexiona de
una forma particular sobre la génesis, sobre el sentido y sobre
las consecuencias de los acontecimientos de 1989. Siguiendo la línea
marcada por León XIII, el vínculo entre la verdad y la
libertad es considerado por Juan Pablo II como "constitutivo"
(CA 4); el hecho de no respetarlo representa "el error fundamental
del socialismo", un error "de carácter antropológico",
puesto que afecta a la persona humana en su esencia y destruye su dignidad
(CA 13). Para el Papa, la causa de este error es el ateísmo:
"La negación de Dios priva de su fundamento a la persona
y, consiguientemente, la induce a organizar el orden social prescindiendo
de la dignidad y responsabilidad de la persona" (ibid,). De esta
postura deriva "una concepción de la libertad humana que
la aparta de la obediencia de la verdad y, por tanto, también
del deber de respetar los derechos de los demás hombres (CA 17).
Desatender el "derecho-deber de buscar a Dios, de conocerlo y de
vivir según este conocimiento" e ignorar "los derechos
de la conciencia humamna, vinculada solamente a la verdad tanto natural
como revelada" significa abrir el camino a sistemas totalitarios,
a sociedades sin una jerarquía de valores, a fuerzas fundamentalistas
que discriminan incluso a los ciudadanos de un mismo Estado: "Ningún
progreso auténtico es posible sin el respeto del derecho natural
y original de conocer la verdad y de vivir según ésta"
(CA 29).
La encíclica afirma que el fenómeno del totalitarismo
moderno nace "de la negación de la verdad en sentido objetivo";
de esta forma, en efecto, "triunfa la fuerza del poder y cada uno
tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer
su propio interés o la propia opinión, sin respetar los
derechos de los demás" (CA 44). Y también: "La
raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la
negación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen
visible de Dios invisible, y precisamente por esto, sujeto natural de
derechos que nadie puede violar"(ibid).
Juan Pablo II desea aclarar, probablemente considerando algunas críticas
que aparecen periódicamente sobre todo en el mundo occidental,
que "al no ser ideológica, la fe cristiana no pretende encuadrar
en un rígido esquema la cambiante realidad socio-política
y reconoce que la vida del hombre se desarrolla en la historia en condiciones
diversas y no perfectas" (CA 46): la Iglesia por lo tanto "al
ratificar contantemente la trascendente dignidad de la persona, utiliza
como método propio el respeto de la libertad. La libertad no
obstante es valorizada en pleno solamente por la aceptación de
la verdad, la libertad pierde su consistencia y el hombre queda expuesto
a la violencia de las pasiones y a condicionamientos patentes o encubiertos"
(ibid). Por lo tanto el cristiano no puede renunciar al hecho de presentar"su"
verdad de una forma respetuosa pero firme, estando atento a descubrir
"la parte de verdad que encuentra en la experiencia de la vida
y en la cultura de las personas y de las naciones" (ibid).
La reflexión antropológica de la encíclica vincula
acertadamente el plano de la búsqueda natural con el de la gracia
sobrenatural en la visión cristiana, el edificio de los derechos
del hombre se apoya en pilares capaces de resistir cualquier sacudida
telúrica.
En el capítulo
V de la encíclica Centesimus annus, sobre el tema del Estado
y de la cultura, se cita el siguiente paso de la Rerum novarum: Por
mucho que cambien y se desarrollen las formas de gobierno... siempre
habrá tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial...".
Juan Pablo II comenta sobre este tema que "... constituía
entonces una novedad en las enseñanzas de la Iglesia" (CA
44). Desde que se hizo este reconocimiento, aunque sea de forma indirecta,
de la teoría de la división de los poderes, han pasado
cien años en los que las enseñanzas de la Iglesia sobre
la organización y el funcionamiento del Estado se han desarrollado
y ahondado hasta expresarse en la encíclica CA de la siguiente
forma: "Es preferible que un poder esté equilibrado por
otros poderes y otras esferas de competencia que lo mantengan en su
justo límite. Es éste el principio del "Estado de
Derecho", en el cual es soberana la ley y no la voluntad arbitraria
de los hombres" (ibid).
También este tipo de referencia es una "novedad" en
el lenguaje del Magisterio; formulada de una forma concisa pero sustancial,
muestra la preocupación por una organización del Estado
que esté al servicio de la "libertad de todos" y está
en sintonía con la evolución que el Estado ha experimentado
en el mundo occidental, cuya organización actual es juzgada funcional
con respecto a las tareas que debe desempeñar.
Es evidente que el Papa sabe perfectamente que este proceso no ha sido
siempre lineal y que, al contrario, ha sufrido traumas de larga duración
y con consecuencias trágicas. Por lo tanto, tras haber manifestado
su aprobación del "Estado de derecho", se apresura
a renovar la advertencia en contra de los sistemas totalitarios, identificando
el rasgo que los distingue a todos en la "negación de la
verdad" (ibid),
Para Juan Pablo II, el Estado totalitario, sea cual sea su orientación
ideológica, es la negación del "Estado de derecho".
Además. el totalitarismo ejerce sus efectos aniquiladores sobre
todos los sujetos sociales, que sean individuales o colectivos, puesto
que tiende "a absorber en sí mismo la nación, la
sociedad, la familia, las comunidades religiosas y las mismas personas"
(CA 45).
La encíclica se hace eco de la dolorosa persecución sufrida
por la Iglesia en los contextos totalitarios y realiza un análisis
lúcido: "El Estado, o bien el partido, que cree poder realizar
en la historia el bien absoluto y se erige por encima de todos los valores,
no puede tolerar que se sostenga un criterio objetivo del bien y del
mal, por encima de la voluntad de los gobernantes, y que, en determinadas
circunstancias, puede servir para juzgar su comportamiento. Esto explica
por qué el totalitarismo trata de destruir la Iglesia o, al menos,
someterla, convirtiéndola en instrumento del propio aparto ideológico"(ibid).
Juan Pablo II desea reafirmar que la Iglesia, al defender la propia
libertad, incluye en esta defensa a todos los sujetos sociales, desde
la persona hasta la nación, pasando por la familia, "realidades
todas que gozan de un propio ámbito de autonomía y soberanía"
(ibid).
6.
Una democracia de los valores |
La encíclica
Centesimus annus mira con esperanzas los resultados de los cambios que
han conllevado en varios lugares del mundo y de manera particular en
Europa oriental, "nuevas formas de democracia" (CA 22). El
Papa afirma que, "después de la caída del totalitarismo
comunista y de otros muchos regímenes totalitarios y de "seguridad
nacional", asistimos hoy al predominio, no sin contrastes, del
ideal democrático junto con una viva atención y preocupación
por los derechos humanos", insistiendo sobre la necesidad de que
"los pueblos que están reformando sus ordenamientos den
a la democracia un auténtico y sólido fundamento mediante
el reconocimiento explícito de estos derechos" (CA 47).
La encíclica ofrece una lista significativa de derechos definidos
"entre los principales" : " el derecho a la vida, del
que forma parte integrante el derecho del hijo a crecer bajo el corazón
de la madre después de haber sido concebido, el derecho a vivir
en una familia unida y en un ambiente moral favorable al desarrollo
de la propia personalidad; el derecho a madurar la propia inteligencia
y la propia libertad a través de la búsqueda y el conocimiento
de la verdad; el derecho a participar en el trabajo para valorar los
bienes de la tierra y recabar del mismo el sustento propio y de los
seres queridos, a acoger y educar a los hijos, haciendo uso responsable
de la propia sexualidad. Fuente y síntesis de estos derechos
es, en cierto sentido, la libertad religiosa, entendida como derecho
a vivir en la verdad de la propia fe y en conformidad con la dignidad
trascendente de la propia persona" (ibid).
Se trata en realidad de una serie de derechos estrechamente vinculados
con el fundamento antropológico descrito anteriormente. Estos
mismos se encuentran, "in nuce" en la Declaración Universal
de los Derechos del Hombre, pero aquí están formulados
de una forma diferente, como si estuvieran enriquecidos por la luz de
la "dignidad trascendente" de la persona humana.
Para Juan Pablo II, "una auténtica democracia es posible
solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción
de la persona humana" (CA 46). Si el Estado de derecho es el tronco,
el concepto de persona es la savia que nutre el árbol de la democracia.
La tesis que aparece continuamente hoy día, según la cual
"el agnosticismo y el relativismo escéptico son la filosofía
y la actitud fundamental correspondientes a las formas políticas
democráticas" hay que rechazarla porque "si no existe
una verdad última, la cual guía y orienta la acción
política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden
ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia
sin principios se convierte con facilidad en un totalitarismo visible
o encubierto, como lo demuestra la historia" (ibid).
La visión del Papa es realista: "También en los países
donde están vigentes formas de gobierno democrático no
siempre son respetados totalmente estos derechos" (CA 47). Su diagnóstico
es muy preciso: estos países viven una crisis debida al hecho
que las aspiraciones de la población no se consideran "según
criterios de justicia y moralidad, sino más bien de acuerdo con
la fuerza electoral o financiera de los grupos que la sostienen",
de ahí nace una disminución "de la participación
política y del espíritu cívico" y una "creciente
incapacidad para encuadrar los intereses particulares en una visión
coherente del bien común" (ibid). La noción del bien
común es fundamental porque: "en efecto, no es la simple
suma de intereses particulares sino que implica su valoración
y armonización, hecha según una equilibrada jerarquía
de valores y, en última instancia, según una exacta comprensión
de la dignidad y de los derechos de la persona" (ibid).
7.
La acción de la Iglesia |
Los límites
de este informe no permiten tratar otros principios fundamentales de
las enseñanzas de Juan Pablo II sobre derechos humanos, como
el significado radical de la libertad religiosa (cr. Encíclica
Redemptor hominis, 17), el papel de la cultura en la defensa de la soberanía
del hombre y de la nación (cf. Discurso en la UNESCO, 2 de junio
de 1989), la concepción del trabajo como un bien que expresa
la dignidad humana /cf. Encíclica Laborem exercens, 14 de septiembre
de 1981), la identificación de la familia como sujeto de derechos
(cf. Exhortación Apostólica Familiaris consortio, 22 de
noviembre de 1981), el valor sagrado de la vida humana desde el primer
momento hasta el final natural (cf. Encíclica Evangelium vitae,
25 de marzo de 1995).
Este amplio y rico patrimonio doctrinal inspira la acción de
la Iglesia en el sector de los derechos humanos. En lugar de apropiarse
de un concepto que le era ajeno, según las críticas de
algunos ambientes laicistas, la Iglesia ha sabido ir más allá
de los aspectos contingentes y polémicos sobre la elaboración
histórica de los derechos humanos -marcada por la experiencia
de la Revolución francesa- y ha sabido reconocer en la dignidad
humana su base correcta, releyendo con una mirada nueva los principios
antiguos y siempre vivos en la tradición.
Se necesita decirlo claramente, de manera que los católicos lo
entiendan bien, sin alimentar complejos de inferioridad o, peor aún,
de culpa, los cuales no tienen razón de ser: los derechos humanos
pertenecen también a la "genealogía" de nuestra
familia, porque sus raíces judaico-cristiana son incontestables.
Un grande mérito de Juan XXIII y después, sobre sus huellas,
del Concilio Vaticano II, ha sido el resaltar las implicaciones de la
noción de dignidad humana y de saber reconocer, gracias a tal
trámite, no solo la legitimidad del compromiso por los derechos
humanos, sino también la necesidad de su plena inserción
en la acción pastoral
La enseñanza social de la Iglesia queda, en el mundo de hoy,
como una garantía sólida de los auténticos derechos
humanos, ya que es capaz de ofrecer una visión armónica
en la cual los derechos están equilibrados por los deberes, los
derechos civiles y políticos están reconciliados con los
económicos y sociales, su universalidad es reforzada por la exigencia
de una oportuna inculturación.
Tal acercamiento pone los derechos humanos al amparo de inquietantes
diversas, provocadas por lecturas que deforman los derechos humanos
según la ley de una geometría variable que dilata o restringe
su ejercicio, siguiendo en apariencia las corrientes de la opinión
pública, pero en sustancia según los deseos del poder.
Desde luego que no quiero proponer una especie de triunfalismo católico,
porque somos bien conscientes que todas consecuencias derivadas de la
dignidad de cada persona humana, aún de aquella "que yerra
(para retomar el lenguaje de la encíclica Pacem in terris) habían
debido ser percibidas antes y más lúcidamente.
Además, sabemos que el camino de los cristianos en la historia
no está ausente de errores y desviaciones. El mismo Papa lo ha
querido recordar de modo claro y fuerte: "Así es justo que,
mientras el segundo Milenio del cristianismo llega a su fin, la Iglesia
asuma con una conciencia más viva el pecado de sus hijos recordando
todas las circunstancias en las que, a lo largo de la historia, se han
alejado del espíritu de Cristo y de su Evangelio, ofreciendo
al mundo, en vez del testimonio de una vida inspirada en los valores
de la fe, el espectáculo de modos de pensar y actuar que eran
verdaderas formas de antitestimonio y de escándalo" (Tertio
millennio adveniente, 33). Y todavía: "Otro capítulo
doloroso sobre el que los hijos de la Iglesia deben volver con ánimo
abierto al arrepentimiento está constituido por la aquiescencia
manifestada, especialmente en algunos siglos, con métodos de
intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad... Pero
la consideración de las circunstancias atenuantes no dispensa
a la Iglesia del deber de lamentar profundamente las debilidades de
tantos hijos suyos, que han desfigurado su rostro, impidiéndole
reflejar plenamente la imagen de su Señor crucificado, testigo
insuperable de amor paciente y de humilde mansedumbre" TMA 35),
Juan Pablo II ha puesto de relieve de una forma particular el fundamento
cristológico de los derechos humanos, que ya apareció
en el Concilio Vaticano II, completando así la argumentación
teológica clásica que concibe la dignidad humana como
algo que nace de la creación del hombre "a imagen de Dios"
)cf. Gn 1, 26). Apoyada por estas enseñanzas, la Iglesia se ha
encaminado hacia el Tercer Milenio acompañando con un compromiso
pastoral cada vez mayor, la lucha por la dignidad humana, por la justicia
y por la paz, percibido como un "elemento esencial de su misión"
(RH 15) y como "un aspecto sobresaliente de la preparación
y de la celebración del Jubileo" (YMA 51).
* * *
¿Derechos del hombre? ¿U
hombre sin derechos?
El panorama
de los derechos humanos no es un paisaje idílico, no es la relajante
visión de un prado mullido. Es un teatro de sufrimientos, es
un terreno de conflictos sobre el cual muchos cristianos han derramado
su sangre desde los albores de la Iglesia, mucho antes de que en el
mundo se empezara a hablar de derechos humanos. Su testimonio sigue
ofreciéndose todavía hoy: son mártires de la dignidad
humana, sí, por ser testigos del Evangelio de Cristo.
(Esta ponencia constituye la Relación Introductoria
del Congreso Mundial sobre la pastoral de los Derechos Humanos celebrado
en Roma del 1 al 4 de julio de 1998 convocado por el Pontificio Consejo
Justicia y Paz del que el Dr. Filibeck es miembro y especialista en
Derechos Humanos)
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