Los
padres somos los primeros educadores de nuestros hijos. A
nosotros nos corresponde elegir el tipo de educación en la queremos
formarlos. "La familia, la escuela y la Iglesia deben formar una
comunidad educativa donde los hijos de Cuba puedan "crecer en humanidad",
nos decía el Papa Juan Pablo II en su visita a Cuba en 1998.
Aprender a evaluar cada escuela pedagógica, es decir, discernir
cual de los estilos educativos se acerca más a nuestros requerimientos
humanos, éticos y religiosos, forma parte de la formación
cívica que capacita a las personas para elegir el perfil formativo
que desean recibir ellas mismas y ofrecer a sus hijos.
La Iglesia católica presenta un modelo pedagógico cuyas
notas de identidad distinguen la diversidad de sus propuestas educativas
para las nuevas generaciones (Cfr. "La Escuela Católica
en el umbral del Tercer Milenio" de la Congregación para
la Educación Católica de la Santa Sede). Estas notas son,
a saber:
Humanismo:
Todo el proceso
educativo tienen como sujeto y fin a la persona humana. "La persona
ocupa el centro del proyecto educativo de la escuela católica...y
la hace idónea para formar personalidades fuertes"(Declaración
"La escuela católica en el umbral del Tercer Milenio",
no.9). El personalismo cristiano configura y orienta todos los esfuerzos
pedagógicos hacia "una escuela para la persona y de las
personas"(ibidem). Este carácter antropológico permite
evitar la fragmentación de una formación científico-técnica
que tiende a una especialización en detrimento del carácter
integral de una educación que dote a los educandos de una visión
global, coherente y sistemática de la vida y del hombre mismo.
La dispersión de las diversas ramas del saber encuentran una
síntesis vital y articulada en un proyecto de humanismo de inspiración
cristiana que tiene como fin el crecimiento de todo el hombre y de todos
los hombres.
¿Son las personas de los alumnos y los profesores la primera
prioridad en nuestras escuelas o lo son las orientaciones ideológicas,
las tareas docentes, las movilizaciones productivas, y otras dimensiones
que lo absorben todo?
Trascendencia:
Es decir,
todo el esfuerzo pedagógico debe "tras-pasar" los materialismos,
los reduccionismos propios de visiones antropológicas cuyos horizontes
terminan en la pura y dura existencia rastrera. Abrir esos horizontes,
es ayudar a salir del propio egoísmo para acceder a la primera
trascendencia de las relaciones interpersonales; es también ayudar
a relacionarse con el resto del mundo y con la sociedad lo que nos abre
a una segunda y más amplia trascendencia. Quedarse en este segundo
estadío pondría cotos al espíritu humano que, por
naturaleza, tiende a una siempre mayor apertura, a un continuo "ir
más allá", espíritu que no puede ser asfixiado
en visiones inmanentistas o concepciones materialistas. La tercera trascendencia
es la capacidad que tenemos, y que debemos desarrollar, de abrirnos
a la relación con el Absoluto, con el totalmente Otro que llamamos
Dios.
Un educador no impone esta visión sino que ayuda a que los educandos
abran sus propios caminos hacia trascendencias cada vez mayores y más
plenas. La síntesis entre fe y cultura, entre razón y
fe, son elementos claves de esta nota de la escuela católica.
La dimensión comunitaria, eclesial, de los que optan por abrirse
a esa síntesis vital y a esos grados mayores de trascendencia
no es un elemento accesorio o yuxtapuesto al proceso educativo cristiano
sino una vivencia imprescindible, enriquecedora y plenificadora que
convoca a comunicar la propia experiencia a los demás.
¿Hay en nuestras escuelas un clima favorable a la apertura a
la Trascendencia, a las creencias y vivencias religiosas que nos hacen
más humanos?
Búsqueda
de la Verdad:
El educador, los educandos, sus familias, la entera comunidad educativa,
deben ser incansables buscadores de la Verdad. Nada puede poner cortapisas
a esta ansia de "saber" que desemboca, si es auténtica,
en sabiduría para "saborear" la riqueza de la propia
naturaleza humana, de el entorno y de todo el cosmos, ordenado por el
amor y enderezado hacia la prevalencia de la vida plena. En esta búsqueda
nadie, ni nada, ni el Estado, ni otras estructuras sociales, pueden
detener al espíritu humano. Sólo una cautela ética,
que evita que la búsqueda de la verdad se revierta contra la
misma persona que la busca y contra los demás, es la única
frontera admisible para los que buscan la verdad sobre el hombre; sobre
el mundo que le ha sido entregado; y sobre el Creador de todo lo que
existe.
"El esfuerzo por conjugar razón y fe, si llega a ser el
alma de cada una de las disciplinas, las unifica, articula y coordina,
haciendo emerger en el interior del saber escolar la visión cristiana
del mundo y de la vida, de la cultura y de la historia. En el proyecto
educativo de la escuela católica no existe, por tanto, separación
entre momentos de aprendizaje y momentos de educación, entre
momentos del concepto y momentos de la sabiduría. Cada disciplina
presenta no solo un saber por adquirir, sino también valores
para asimilar y verdades por descubrir. Todo esto exige un ambiente
caracterizado por la búsqueda de la verdad, en el que los educadores,
competentes, convencidos y coherentes, maestros de saber y de vida,
sean imágenes, imperfectas desde luego, pero no desvaídas
del único Maestro. En esta perspectiva, en el proyecto educativo
cristiano todas las disciplinas contribuyen con su saber específico
y propio, a la formación de personalidades maduras." (ibidem,
no. 14)
La libertad de conciencia, la libertad de cátedra y la libertad
de investigación no están reñidas con este proyecto
de inspiración cristiana sino que, precisamente, estas deben
ser notas características de su carácter católico,
es decir, universal. Libertad e identidad no son excluyentes en esta
escuela pedagógica. Por eso, no necesariamente debe tener un
carácter confesional y mucho menos exclusivo o excluyente. La
pedagogía de inspiración cristiana es invitación
sin lesionar la libertad de los demás y propuesta sin perder
la propia identidad.
¿En nuestro proceso educativo se fomenta la libre búsqueda
de la verdad y para ello se garantizan la libertad de conciencia, de
cátedra y de investigación?
Competencia
profesional y pedagógica: Esta
cuarta nota trata sobre el dominio de las materias y los métodos
que son propios de cada disciplina científica o humanística
que, como ya sabemos, gozan de una autonomía y dinámicas
propias.
Sin competencia profesional, la escuela católica no sólo
caería por su propio peso, sino que traicionaría los otros
tres puntos anteriores. Para servir a la persona humana, para contribuir
a su crecimiento integral es necesario tener dominio de las disciplinas
que coadyuvan a ello. Para abrirse a la trascendencia es necesario dominar
las ciencias teológicas y evitar caminos que lleven a una trascendencia
evasiva o tremendista.
Para ser buscadores incansables y auténticos de la verdad es
necesario conocer y dominar el depósito de la verdad revelada,
la experiencia acumulada por el saber humano y los métodos apropiados
para distinguir e investigar cada una de ellas desde su propia identidad
y autonomía. La competencia profesional no es un adorno aconsejable
de la escuela católica sino un deber ineludible que compromete
su propio ser y descuidarla es un pecado de omisión que lesiona
la credibilidad propia y la de la institución educativa.
¿Cómo está la competencia profesional y pedagógica
en nuestros formadores?
Educación
liberadora y abierta a todos.
Como podemos
apreciar estas cuatro notas características de la educación
de inspiración cristiana tienen una profunda vinculación
entre sí mismas. Algunos de estos elementos forman incluso pares
dialécticos: Humanismo y trascendencia, son dos dimensiones que
se interpelan y complementan entre sí. Como también lo
son la búsqueda de la verdad y la competencia técnica,
profesional y pedagógica.
La escuela de inspiración cristiana, aún la escuela católica
confesional, tienen como característica fundamental, inherente
a su nombre mismo, el de ser una "escuela para todos", abierta
a todos, sin distinción. Abierta a sus destinatarios con los
que desea formar una comunidad educativa. Abierta a todas las esferas
del conocimiento y la investigación humanos. Abierta a otras
escuelas pedagógicas con las que establece un diálogo
enriquecedor. Abierta a todo lo que promueva la vida y le confiera una
mayor calidad, sólo cerrada a lo que lesione la vida o disminuya
su plenitud.
Educandos, padres, docentes, personal no decente, la comunidad civil
y la comunidad cristiana, deben intentar formar una verdadera comunidad
educativa en la que cada uno de los protagonistas de este proceso de
formación integral, no solo desempeñe el rol que le corresponde
y aporte su contribución específica, sino que todos y
cada uno de ellos pueda recibir su propio enriquecimiento personal y
comunitario, de modo que, puedan crecer en su propio proceso de personalización
-socialización.
Este tipo de educación liberadora y participativa, contribuye
al despertar de la conciencia crítica y al discernimiento de
opciones fundamentales que permiten "empoderarse" de los instrumentos
y saberes, valores y habilidades necesarios para ser sujetos libres
y responsables de su propia historia personal y social.
En Cuba, durante
muchos años, se pretendió presentar y aplicar una sola
y excluyente escuela pedagógica, un solo tipo de educación,
cuyo humanismo excluía la apertura a la trascendencia y la libre
y responsable búsqueda de la verdad, lo que lesionó, en
ocasiones, la competencia profesional y pedagógica y contribuyó
a procesos de despersonalización a consecuencias de paternalismos
y promocionismos.
He aquí, de manera sintética y casi esquemática
un paralelo entre los objetivos generales de esa escuela pedagógica
y los de la que acabamos de presentar, que por supuesto, tampoco es
única, ni exclusiva, ni debe ser excluyente:
- La educación estatal tiene como objetivo general desarrollar
hábitos, habilidades, capacidades y valores en los educandos,
que contribuyan a la formación de una personalidad multifacética
e integral, a la luz de una concepción del mundo Marxista-Leninista
que se traduzca en actitudes de servicio a las exigencias de la sociedad
socialista.
- La comunidad educativa, formada por educandos, padres, educadores
y comunidad; tiene como fin facilitar un proceso de educación
liberadora, que debe contribuir a despertar la conciencia crítica
de todos sus miembros, elevar su autoestima y su autogestión
y equilibrar sus procesos de personalización-socialización-trascendencia,
de modo que puedan discernir su propia vocación, escoger por
si mismos, de manera adulta y responsable, sus opciones y actitudes
fundamentales y desarrollar en coherencia con ellas sus hábitos,
habilidades y capacidades.
Escoger el tipo
de educación que deseamos para nosotros y nuestros hijos, para
Cuba y sus nuevas generaciones, es una prerrogativa inalienable, un
derecho inviolable, de cada persona, no podemos decidir por usted, amigo
lector. Dar un poco de información al respecto pudiera ser una
forma de contribuir a que cada uno de nosotros podamos hacer una elección
más responsable. Esta es sólo una propuesta que desea
respetar su libertad y una invitación que no intenta disimular
la inspiración cristiana que la anima.
Los padres y las familias en primer lugar. Los educadores y los educandos,
las escuelas y las iglesias, la sociedad civil y el Estado, todos, somos
responsables de seguir esta reflexión y elegir para nuestros
hijos, lo que significa elegir para Cuba de hoy y de mañana,
aquellos rasgos pedagógicos y acciones educativas que nos ayuden
a crecer en humanidad con mayor plenitud.