Los
católicos cubanos, convocados por nuestros obispos,
nos estamos preparando para la puesta en práctica del Plan
Global de Pastoral para el trienio que comienza en el año 2001.
Pensaba en esto cuando preparaba la homilía para un domingo
del mes de octubre en el cual se proclamó el texto evangélico
que copio a continuación y que se encuentra en Marcos 10,46-52:
Llegaron a Jericó. Y al salir Jesús de allí,
acompañado de sus discípulos y de una gran multitud,
el hijo de Timeo (Bartimeo), un limosnero ciego estaba sentado a
orilla del camino. Cuando supo que era Jesús de Nazaret se
puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión
de mí!" Varias personas trataron de hacerlo callar.
Pero él gritaba mucho más: "¡Hijo de David,
ten compasión de mí!".
Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Llamaron
al ciego, diciéndole: "¡Levántate, hombre,
te está llamando!". Y él, arrojando su manto,
de un salto se puso de pie y llegó hasta Jesús.
Jesús le preguntó: "¿Qué quieres
que te haga?". El ciego respondió: "Maestro, que
yo vea". Entonces Jesús le dijo: "Puedes irte;
tu fe te ha salvado".
Y al instante vio, y se puso a caminar con Jesús.
Detengámonos en la situación de Bartimeo. Era ciego,
estaba sentado a la orilla del camino, pedía limosna; y quería
ver. Se trata, pues, de un marginado: estaba a la orilla del camino.
Además, estaba sentado, es decir, no sólo estaba marginado,
sino también postrado. Pedía limosna: estaba en situación
de dependencia. Era ciego: no veía ni a las personas ni a las
cosas. ¡Qué situación la de este hombre! Pero
Bartimeo no estaba resignado: él quería ver.
Bartimeo se entera de la cercanía de Jesús y le grita
que tanga compasión de él. Seguramente que había
oído hablar de Jesús y de los milagros que hacía.
Pero para algunos Bartimeo no contaba, era un estorbo, por eso lo
regañan y le dicen que se calle. El no se deja apabullar y
grita más. Jesús lo oye y lo llama. Y no faltó
gente que lo animara: "Levántate, hombre, te está
llamando". ¿Por qué lo animan? Porque Jesús
lo llama. ¡Qué alegría la de Bartimeo al saber
que Jesús lo llama! Hasta dio un salto. Y Jesús se le
presenta como es Él: compasivo y misericordioso. Jesús
interrumpe su camino para atender a este hombre que le pide compasión
y le dice su deseo: "...que yo vea". Sorprendentemente Jesús
le dice: "Puedes irte; tu fe te ha salvado". Bartimeo recobra
la vista porque tiene fe en Jesús; la vista no lo hubiera llevado
necesariamente a la fe. Y hay algo más: porque su curación
es fruto de la fe en Jesús, Bartimeo no sólo recobra
la vista, sino que se entrega más a Jesús. Dice el evangelista
que, recobrada la vista, Bartimeo "se puso a caminar con Jesús".
Así pues, al encontrarse con Jesús, Bartimeo deja de
estar sentado a la orilla del camino y ve: deja de ser un marginado.
Me parece que este encuentro de Bartimeo con Jesús, nos dice
algo acerca de la evangelización. Ésta debe ser fiel
al mostrar dos testimonios. El testimonio del compromiso por la justicia
y el testimonio de la gracia que alimenta la fe y que salva. Al encontrarse
con Jesús, Bartimeo dejó de estar a la orilla del camino,
dejó de ser un marginado para participar en el camino de la
vida junto con las demás personas; pero participa no como cualquier
otro, sino siguiendo a Jesús porque Bartimeo ha experimentado
la fe que libera y salva. Si la evangelización deja de dar
alguno de estos dos testimonios está incompleta.
Todos los bautizados tenemos vocación de evangelizadores. En
las comunidades eclesiales de vez en cuando se nos recuerda esto como
para que no lo olvidemos. Pues bien, para responder adecuadamente
a esta vocación tenemos que vivir estos dos testimonios. El
testimonio de la vida en gracia: tenemos que apreciar la vida en gracia
de Dios, para eso hay que detestar el pecado. El pecado es algo objetivo.
A veces escuchamos a personas que dicen: "Como eso para mí
no es pecado, yo lo hago". Si se acepta esa manera de pensar
se puede llegar a realizar las peores cosas. Uno de los problemas
que existen hoy en la Iglesia es que hay personas que no tienen conciencia
de pecado y en determinados aspectos de la vida viven como cualquier
otra persona que no confiesa la fe católica. Hay que esforzarse
por formar rectamente nuestra conciencia para tener bien claro qué
es pecado y detestarlo. Así daremos testimonio de vida en gracia.
Testimonio que sabemos que crece con nuestra lectura y meditación
de la Sagrada Escritura y con nuestra participación en los
sacramentos.
El compromiso por la justicia: desgraciadamente la injusticia está
presente en muchos de nuestros ambientes. El 25 de enero de 1998 el
Papa Juan Pablo II presidió la Misa que se celebró en
la Plaza José Martí de La Habana. Yo participé
al igual que estoy seguro que lo hicieron muchos de los lectores de
Vitral. Allí aplaudimos en muchas ocasiones la homilía
del Papa. Recuerdo que una de las ocasiones en que más se le
aplaudió ese día fue cuando expresó: "En
diversas ocasiones me he referido a los temas sociales. Es preciso
continuar hablando de ello mientras en el mundo haya una injusticia,
por pequeña que sea, pues de lo contrario la Iglesia no sería
fiel a la misión confiada por Jesucristo. Está en juego
el hombre, la persona concreta. Aunque los tiempos y las circunstancias
cambien, siempre hay quienes necesitan de la voz de la Iglesia para
que sean reconocidas sus angustias, sus dolores y sus miserias. Los
que se encuentren en estas circunstancias pueden estar seguros de
que no quedarán defraudados, pues la Iglesia está con
ellos y el Papa abraza con el corazón y con su palabra de aliento
a todo aquel que sufre la injusticia". Deseo que no nos quedemos
sólo en el entusiasta aplauso al Papa, deseo que este aplauso
se traduzca en verdadero compromiso por la justicia en los ambientes
en los que vivimos en los cuales abunda la injusticia, abunda la marginación.
En cada persona que padece la injusticia, el Señor nos habla
y nos dice: "Padecí la injusticia y tuviste compasión
de mí" Ante cada persona que padece la injusticia debemos
también escuchar al Señor que nos dice: "Felices
los perseguidos por causa de la justicia porque de ellos es el Reino
de los Cielos" (Mt 5,10). Para vivir este compromiso hay que
estar en el lugar, hay que estar comprometido en el ambiente. Para
vivir este compromiso es nefasto lo que hay detrás de la expresión
popular: "Aquí, escapando". Para que la Iglesia realice
la evangelización adecuadamente y no de manera incompleta tenemos
que crecer también en el compromiso por la justicia.
Estoy seguro de que el Plan Global de Pastoral para el próximo
trienio nos ayudará a todos a vivir el testimonio de la gracia
y el testimonio del compromiso por la justicia; así realizaremos
mejor el servicio evangelizador.
El comentario al texto evangélico del comienzo está
inspirado en algo leído hace algunos años escrito por
Mons. Leonidas Proaño, quien fuera obispo de Riobamba en Ecuador,
y en un pequeño libro escrito por el P. Segundo Galilea, que
me han dicho que ahora vive en el Seminario San Carlos y San Ambrosio
de La Habana, y por el P. Arturo Paoli que no sé dónde
vive ahora.