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enero-febrero. año VII. No. 41. 2001

ÍNDICE

MEMORIA

CULTURAL

  

 

¡CONÓZCALOS!

por Adalberto Cabrera Espinosa

 

     

 

En cientos de oportunidades, usted trata de recordar a un amigo o conocido pero no viene a su memoria su verdadero nombre. Ha transcurrido el tiempo y de aquella persona que desde temprana edad le es familiar solo sabe que le llamaban por un pseudónimo. Esa palabra de orígen griego: pseudos -falso-, onomo -nombre-, ha servido a través del tiempo para la identificación de personajes, unos célebres, otros no tanto, pero han llenado su cometido y así han pasado unos a la historia, otros al olvido.

Alcanzar fama con un nombre que no es el propio, siempre entraña el riesgo de perder algo de sí mismo para convertirse en otra persona. Sin embargo son innumerables las celebridades que adoptaron un seudónimo, y gracias a él han sido conocidos por generaciones posteriores.

Algunas fuentes apuntan que el fabulista latino Polibio, fue el primero en utilizar un seudónimo, al adjudicarse el de "Pedro" para firmar sus escrituras. Pronto se fue generalizando, así llegamos a nuestros días y en ocasiones nos es más familiar el seudónimo que el nombre propio.

Gertrudis Gómez de Avellaneda, "La Peregrina"; Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, "El Cucalambé". Pocos son los que en nuestra ciudad conocen el verdadero nombre de ese hombre amable y sencillo que responde por "Molina, el limpia-botas", y que en verdad se llama Joaquín Pérez; o Daniel Valdés Monzón cuyo nombre de guerra es "Bumba"; Miguel Ángel Alum, "Pulungo"; Evaristo Vázquez Rodríguez, "Cacho" el sastre; José Miguel Bravo Azopardo, "Cheo Ronquillo"; Arístides Duarte, "Bacardí" (que legó su seudónimo a todos sus hijos); Ismeldo Gómez, "El Cabo", trasnochador habitual que junto a Baldomero, "el Gallego" de El Morro, en tertulia diaria después de las 12 de la noche, les amanecía sentados en el quicio del Banco González; o José Martínez Pérez, "Chichi", el que en la calle Sol, hoy Frank País, terminaba rápidamente con las culebrillas y otras molestias; Juana Isabel González Ravelo "La Prieta"; Alejo Barrios "El Feroz", billetero muy simpático que era toda una atracción en su andar por las calles pinareñas; o Ángel Manuel Pérez Mariño "Manolo" el del garage de la calle Recreo, Isabel Rubio casi esquina a Martí; Alfredo Gómez, "Fardo", el de La Sultana, cantante y siempre alegre; Miguel Ángel Menéndez "El Diablo", popular cantante pinareño; Manuel Corrales Ponjuán, "Nenito" el de los bailes de Pascuas en el 4 de la carretera a la Coloma; Fredesvinda Montes "La Nena", o su hermano José-"Chiqui", personas muy respetadas y queridas; Simeón Ferro Martínez, "Macho"; Manuel Pérez Galán, "Manín"; Luis Valdés, "Tareco"; Dagoberto Valdés Pereita, "Daguito". Aquel joven cortés y amable, José Antonio Sarmiento Portales, "Tatín"; Ángel de las Nieves González Gutiérrez, "El maestro González";José Manuel de la Cruz Martín, "Pepe Esmeril".

Cómo no recordar a aquella figura simpática que respondía por "Masantín" cuyo verdadero nombre era Cecilio Gómez Rojas; a Gustavo García y Pérez, el popular y bien recordado "Burgalés", el dependiente de "La Estrella", el Dr. José Rodríguez, "Cuco Remigio", juez correccional, querido y respetado, compartidor y ameno; Jesús Alfaro Moreno, "Vá a llover"; Ceferino Casanova, "Pichule", el amable y deferente empleado de los hermanos Antonio y Manolo Monteserín en su funeraria; Cándido Negrín, "El historiador Tata"; Antonio Sánchez Reyes, "Ñico Musiquita", el laureado danzonero y gran músico pinareño; el verdadero nombre de aquel polifacético artista al que identificaban como Aníbal de Mar, Chan Li Pó, el tremento Juez de la Tremenda corte, y cuyo verdadero patronímico era Evaristo Samón; José Guillermo Quesada, en el mundo artístico "Guillermo Portabales", el creador de la guajira de salón, Rodolfo Aguado Díaz, "Zurrón"; El Dr. Aurelio Caraza Laviña, "Chumbo" el dentista; Rolando chico Carrodguas, "Cantinflitas"; el querido médico Dr. Emilio Jordán Avendaño, "Cuco"; aquel personaje famoso que todos identificaban como "La Macorina" y que en verdad se llamaba María Vigil; Armando Hernández Capote, "Pata de palo", carpintero fino y gran jugador de pelota; Severino Rodríguez, "Boliche", popular carnicero; José Suárez, "Cheo Banquete"; Luis Alberto Milians, "Vivo Cartaya", comentarista deportivo; José María López Lledín, "El Caballero de París"; Aldonza Lorenzo, "Dulcinea del Toboso", de quien Don Quijote de la Mancha se enamoró perdidamente; Zoila Rosa América Ana del Pino Sandrino, "Zoila del Pino", destacada violinista que tocara ante el Zar de Rusia; José de Armas y Cárdenas, "Justo de Lara"; Dr. Félix del Pino Díaz, "Felingo"; José de jesús Cabezas y Rodríguez, "René Cabell", el aplaudido cantante cubano; Víctor Hugo, "Víctor D'Auverney"; Neftalí Ricardo Reyes, "Pablo Neruda"; los hermanos Osvaldo y Octavio Abreu, trovadores, "Los chavicos"; Jean Baptiste Poquelín, "Moliere"; Virginia Silva, "La China Atenas"; Antonio Hernández García, "Guaracha"; Pedro Delgado Mena, "Macagüero", repentista muy conocido,
Juana Bravo Carrillo, "Juanitilla"; Vicente Felipe Martínez Espinel, "el creador de la décima"; Francisco de Quevedo y Villegas, "Quevedo", el célebre y admirado cuentista, Francisco Sánchez Pérez, "Tinguilillo"; Saturnino Vázquez, "Caña Brava"; Neris Amelia Martínez Salazar, "Juana Bacallao". Miguel Arcangel Conill Conill, nuestro siempre bien recordado "Miguelito Cuní", Gilberto Noroña, "Carioca". José Antonio Gómez Tenreiro, "Tito Gómez"; Rosalía Palet Bonavia, la sin par "Rosita Fornés"; Hugo Piero Fontana, el cantor Hugo del Carrill; Romana Elena Burke González, "Elena Burke"; María Joaquina de la Portilla Torres Palomar, "María Grever"; y prometemos en otra oportunidad que nos brinde la revista continuar esta larga lista de nombres y seudónimos, porque al fin y al cabo, nombres más o menos no tienen mayor relevancia para designar a una persona, lo más importante es lo perdurable, el talento y el fruto del trabajo creador, para bien de todos; las cosas agradables que conservemos en el recuerdo de todos los que están y los que perduren en las memorias de los que les conocieron, de los que por algún motivo, dejaron tras de sí una estela de cariño, de agradables recuerdos, para que no los olvidemos. Iremos, en cada ocasión que se nos permita escribir de ellos, recordándolos tal como fueron, porque ahí están sus nombres verdaderos y sus seudónimos.

 


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