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enero-febrero. año VII. No. 41. 2001

ÍNDICE

RELIGIÓN

  

 

SENCILLAS REFLEXIONES SOBRE LA

EVANGELIZACIÓN

por P. Manuel H. de Céspedes

 

     

 

Los católicos cubanos, convocados por nuestros obispos, nos estamos preparando para la puesta en práctica del Plan Global de Pastoral para el trienio que comienza en el año 2001. Pensaba en esto cuando preparaba la homilía para un domingo del mes de octubre en el cual se proclamó el texto evangélico que copio a continuación y que se encuentra en Marcos 10,46-52:


Llegaron a Jericó. Y al salir Jesús de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo (Bartimeo), un limosnero ciego estaba sentado a orilla del camino. Cuando supo que era Jesús de Nazaret se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!" Varias personas trataron de hacerlo callar. Pero él gritaba mucho más: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!".
Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Llamaron al ciego, diciéndole: "¡Levántate, hombre, te está llamando!". Y él, arrojando su manto, de un salto se puso de pie y llegó hasta Jesús.
Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que te haga?". El ciego respondió: "Maestro, que yo vea". Entonces Jesús le dijo: "Puedes irte; tu fe te ha salvado".
Y al instante vio, y se puso a caminar con Jesús.


Detengámonos en la situación de Bartimeo. Era ciego, estaba sentado a la orilla del camino, pedía limosna; y quería ver. Se trata, pues, de un marginado: estaba a la orilla del camino. Además, estaba sentado, es decir, no sólo estaba marginado, sino también postrado. Pedía limosna: estaba en situación de dependencia. Era ciego: no veía ni a las personas ni a las cosas. ¡Qué situación la de este hombre! Pero Bartimeo no estaba resignado: él quería ver.


Bartimeo se entera de la cercanía de Jesús y le grita que tanga compasión de él. Seguramente que había oído hablar de Jesús y de los milagros que hacía. Pero para algunos Bartimeo no contaba, era un estorbo, por eso lo regañan y le dicen que se calle. El no se deja apabullar y grita más. Jesús lo oye y lo llama. Y no faltó gente que lo animara: "Levántate, hombre, te está llamando". ¿Por qué lo animan? Porque Jesús lo llama. ¡Qué alegría la de Bartimeo al saber que Jesús lo llama! Hasta dio un salto. Y Jesús se le presenta como es Él: compasivo y misericordioso. Jesús interrumpe su camino para atender a este hombre que le pide compasión y le dice su deseo: "...que yo vea". Sorprendentemente Jesús le dice: "Puedes irte; tu fe te ha salvado". Bartimeo recobra la vista porque tiene fe en Jesús; la vista no lo hubiera llevado necesariamente a la fe. Y hay algo más: porque su curación es fruto de la fe en Jesús, Bartimeo no sólo recobra la vista, sino que se entrega más a Jesús. Dice el evangelista que, recobrada la vista, Bartimeo "se puso a caminar con Jesús". Así pues, al encontrarse con Jesús, Bartimeo deja de estar sentado a la orilla del camino y ve: deja de ser un marginado.


Me parece que este encuentro de Bartimeo con Jesús, nos dice algo acerca de la evangelización. Ésta debe ser fiel al mostrar dos testimonios. El testimonio del compromiso por la justicia y el testimonio de la gracia que alimenta la fe y que salva. Al encontrarse con Jesús, Bartimeo dejó de estar a la orilla del camino, dejó de ser un marginado para participar en el camino de la vida junto con las demás personas; pero participa no como cualquier otro, sino siguiendo a Jesús porque Bartimeo ha experimentado la fe que libera y salva. Si la evangelización deja de dar alguno de estos dos testimonios está incompleta.


Todos los bautizados tenemos vocación de evangelizadores. En las comunidades eclesiales de vez en cuando se nos recuerda esto como para que no lo olvidemos. Pues bien, para responder adecuadamente a esta vocación tenemos que vivir estos dos testimonios. El testimonio de la vida en gracia: tenemos que apreciar la vida en gracia de Dios, para eso hay que detestar el pecado. El pecado es algo objetivo. A veces escuchamos a personas que dicen: "Como eso para mí no es pecado, yo lo hago". Si se acepta esa manera de pensar se puede llegar a realizar las peores cosas. Uno de los problemas que existen hoy en la Iglesia es que hay personas que no tienen conciencia de pecado y en determinados aspectos de la vida viven como cualquier otra persona que no confiesa la fe católica. Hay que esforzarse por formar rectamente nuestra conciencia para tener bien claro qué es pecado y detestarlo. Así daremos testimonio de vida en gracia. Testimonio que sabemos que crece con nuestra lectura y meditación de la Sagrada Escritura y con nuestra participación en los sacramentos.


El compromiso por la justicia: desgraciadamente la injusticia está presente en muchos de nuestros ambientes. El 25 de enero de 1998 el Papa Juan Pablo II presidió la Misa que se celebró en la Plaza José Martí de La Habana. Yo participé al igual que estoy seguro que lo hicieron muchos de los lectores de Vitral. Allí aplaudimos en muchas ocasiones la homilía del Papa. Recuerdo que una de las ocasiones en que más se le aplaudió ese día fue cuando expresó: "En diversas ocasiones me he referido a los temas sociales. Es preciso continuar hablando de ello mientras en el mundo haya una injusticia, por pequeña que sea, pues de lo contrario la Iglesia no sería fiel a la misión confiada por Jesucristo. Está en juego el hombre, la persona concreta. Aunque los tiempos y las circunstancias cambien, siempre hay quienes necesitan de la voz de la Iglesia para que sean reconocidas sus angustias, sus dolores y sus miserias. Los que se encuentren en estas circunstancias pueden estar seguros de que no quedarán defraudados, pues la Iglesia está con ellos y el Papa abraza con el corazón y con su palabra de aliento a todo aquel que sufre la injusticia". Deseo que no nos quedemos sólo en el entusiasta aplauso al Papa, deseo que este aplauso se traduzca en verdadero compromiso por la justicia en los ambientes en los que vivimos en los cuales abunda la injusticia, abunda la marginación. En cada persona que padece la injusticia, el Señor nos habla y nos dice: "Padecí la injusticia y tuviste compasión de mí" Ante cada persona que padece la injusticia debemos también escuchar al Señor que nos dice: "Felices los perseguidos por causa de la justicia porque de ellos es el Reino de los Cielos" (Mt 5,10). Para vivir este compromiso hay que estar en el lugar, hay que estar comprometido en el ambiente. Para vivir este compromiso es nefasto lo que hay detrás de la expresión popular: "Aquí, escapando". Para que la Iglesia realice la evangelización adecuadamente y no de manera incompleta tenemos que crecer también en el compromiso por la justicia.


Estoy seguro de que el Plan Global de Pastoral para el próximo trienio nos ayudará a todos a vivir el testimonio de la gracia y el testimonio del compromiso por la justicia; así realizaremos mejor el servicio evangelizador.


El comentario al texto evangélico del comienzo está inspirado en algo leído hace algunos años escrito por Mons. Leonidas Proaño, quien fuera obispo de Riobamba en Ecuador, y en un pequeño libro escrito por el P. Segundo Galilea, que me han dicho que ahora vive en el Seminario San Carlos y San Ambrosio de La Habana, y por el P. Arturo Paoli que no sé dónde vive ahora.

 


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