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enero-febrero. año VII. No. 41. 2001

ÍNDICE

EDUCACIÓN

CÍVICA

  

 

¿QUE TIPO DE EDUCACIÓN

QUIERO PARA MIS HIJOS?

por Dagoberto Valdés

 

     

 

Los padres somos los primeros educadores de nuestros hijos. A nosotros nos corresponde elegir el tipo de educación en la queremos formarlos. "La familia, la escuela y la Iglesia deben formar una comunidad educativa donde los hijos de Cuba puedan "crecer en humanidad", nos decía el Papa Juan Pablo II en su visita a Cuba en 1998.
Aprender a evaluar cada escuela pedagógica, es decir, discernir cual de los estilos educativos se acerca más a nuestros requerimientos humanos, éticos y religiosos, forma parte de la formación cívica que capacita a las personas para elegir el perfil formativo que desean recibir ellas mismas y ofrecer a sus hijos.
La Iglesia católica presenta un modelo pedagógico cuyas notas de identidad distinguen la diversidad de sus propuestas educativas para las nuevas generaciones (Cfr. "La Escuela Católica en el umbral del Tercer Milenio" de la Congregación para la Educación Católica de la Santa Sede). Estas notas son, a saber:

Humanismo: Todo el proceso educativo tienen como sujeto y fin a la persona humana. "La persona ocupa el centro del proyecto educativo de la escuela católica...y la hace idónea para formar personalidades fuertes"(Declaración "La escuela católica en el umbral del Tercer Milenio", no.9). El personalismo cristiano configura y orienta todos los esfuerzos pedagógicos hacia "una escuela para la persona y de las personas"(ibidem). Este carácter antropológico permite evitar la fragmentación de una formación científico-técnica que tiende a una especialización en detrimento del carácter integral de una educación que dote a los educandos de una visión global, coherente y sistemática de la vida y del hombre mismo. La dispersión de las diversas ramas del saber encuentran una síntesis vital y articulada en un proyecto de humanismo de inspiración cristiana que tiene como fin el crecimiento de todo el hombre y de todos los hombres.
¿Son las personas de los alumnos y los profesores la primera prioridad en nuestras escuelas o lo son las orientaciones ideológicas, las tareas docentes, las movilizaciones productivas, y otras dimensiones que lo absorben todo?

Trascendencia: Es decir, todo el esfuerzo pedagógico debe "tras-pasar" los materialismos, los reduccionismos propios de visiones antropológicas cuyos horizontes terminan en la pura y dura existencia rastrera. Abrir esos horizontes, es ayudar a salir del propio egoísmo para acceder a la primera trascendencia de las relaciones interpersonales; es también ayudar a relacionarse con el resto del mundo y con la sociedad lo que nos abre a una segunda y más amplia trascendencia. Quedarse en este segundo estadío pondría cotos al espíritu humano que, por naturaleza, tiende a una siempre mayor apertura, a un continuo "ir más allá", espíritu que no puede ser asfixiado en visiones inmanentistas o concepciones materialistas. La tercera trascendencia es la capacidad que tenemos, y que debemos desarrollar, de abrirnos a la relación con el Absoluto, con el totalmente Otro que llamamos Dios.
Un educador no impone esta visión sino que ayuda a que los educandos abran sus propios caminos hacia trascendencias cada vez mayores y más plenas. La síntesis entre fe y cultura, entre razón y fe, son elementos claves de esta nota de la escuela católica. La dimensión comunitaria, eclesial, de los que optan por abrirse a esa síntesis vital y a esos grados mayores de trascendencia no es un elemento accesorio o yuxtapuesto al proceso educativo cristiano sino una vivencia imprescindible, enriquecedora y plenificadora que convoca a comunicar la propia experiencia a los demás.
¿Hay en nuestras escuelas un clima favorable a la apertura a la Trascendencia, a las creencias y vivencias religiosas que nos hacen más humanos?

Búsqueda de la Verdad: El educador, los educandos, sus familias, la entera comunidad educativa, deben ser incansables buscadores de la Verdad. Nada puede poner cortapisas a esta ansia de "saber" que desemboca, si es auténtica, en sabiduría para "saborear" la riqueza de la propia naturaleza humana, de el entorno y de todo el cosmos, ordenado por el amor y enderezado hacia la prevalencia de la vida plena. En esta búsqueda nadie, ni nada, ni el Estado, ni otras estructuras sociales, pueden detener al espíritu humano. Sólo una cautela ética, que evita que la búsqueda de la verdad se revierta contra la misma persona que la busca y contra los demás, es la única frontera admisible para los que buscan la verdad sobre el hombre; sobre el mundo que le ha sido entregado; y sobre el Creador de todo lo que existe.
"El esfuerzo por conjugar razón y fe, si llega a ser el alma de cada una de las disciplinas, las unifica, articula y coordina, haciendo emerger en el interior del saber escolar la visión cristiana del mundo y de la vida, de la cultura y de la historia. En el proyecto educativo de la escuela católica no existe, por tanto, separación entre momentos de aprendizaje y momentos de educación, entre momentos del concepto y momentos de la sabiduría. Cada disciplina presenta no solo un saber por adquirir, sino también valores para asimilar y verdades por descubrir. Todo esto exige un ambiente caracterizado por la búsqueda de la verdad, en el que los educadores, competentes, convencidos y coherentes, maestros de saber y de vida, sean imágenes, imperfectas desde luego, pero no desvaídas del único Maestro. En esta perspectiva, en el proyecto educativo cristiano todas las disciplinas contribuyen con su saber específico y propio, a la formación de personalidades maduras." (ibidem, no. 14)
La libertad de conciencia, la libertad de cátedra y la libertad de investigación no están reñidas con este proyecto de inspiración cristiana sino que, precisamente, estas deben ser notas características de su carácter católico, es decir, universal. Libertad e identidad no son excluyentes en esta escuela pedagógica. Por eso, no necesariamente debe tener un carácter confesional y mucho menos exclusivo o excluyente. La pedagogía de inspiración cristiana es invitación sin lesionar la libertad de los demás y propuesta sin perder la propia identidad.
¿En nuestro proceso educativo se fomenta la libre búsqueda de la verdad y para ello se garantizan la libertad de conciencia, de cátedra y de investigación?

Competencia profesional y pedagógica: Esta cuarta nota trata sobre el dominio de las materias y los métodos que son propios de cada disciplina científica o humanística que, como ya sabemos, gozan de una autonomía y dinámicas propias.
Sin competencia profesional, la escuela católica no sólo caería por su propio peso, sino que traicionaría los otros tres puntos anteriores. Para servir a la persona humana, para contribuir a su crecimiento integral es necesario tener dominio de las disciplinas que coadyuvan a ello. Para abrirse a la trascendencia es necesario dominar las ciencias teológicas y evitar caminos que lleven a una trascendencia evasiva o tremendista.
Para ser buscadores incansables y auténticos de la verdad es necesario conocer y dominar el depósito de la verdad revelada, la experiencia acumulada por el saber humano y los métodos apropiados para distinguir e investigar cada una de ellas desde su propia identidad y autonomía. La competencia profesional no es un adorno aconsejable de la escuela católica sino un deber ineludible que compromete su propio ser y descuidarla es un pecado de omisión que lesiona la credibilidad propia y la de la institución educativa.
¿Cómo está la competencia profesional y pedagógica en nuestros formadores?

 

Educación liberadora y abierta a todos.

Como podemos apreciar estas cuatro notas características de la educación de inspiración cristiana tienen una profunda vinculación entre sí mismas. Algunos de estos elementos forman incluso pares dialécticos: Humanismo y trascendencia, son dos dimensiones que se interpelan y complementan entre sí. Como también lo son la búsqueda de la verdad y la competencia técnica, profesional y pedagógica.
La escuela de inspiración cristiana, aún la escuela católica confesional, tienen como característica fundamental, inherente a su nombre mismo, el de ser una "escuela para todos", abierta a todos, sin distinción. Abierta a sus destinatarios con los que desea formar una comunidad educativa. Abierta a todas las esferas del conocimiento y la investigación humanos. Abierta a otras escuelas pedagógicas con las que establece un diálogo enriquecedor. Abierta a todo lo que promueva la vida y le confiera una mayor calidad, sólo cerrada a lo que lesione la vida o disminuya su plenitud.
Educandos, padres, docentes, personal no decente, la comunidad civil y la comunidad cristiana, deben intentar formar una verdadera comunidad educativa en la que cada uno de los protagonistas de este proceso de formación integral, no solo desempeñe el rol que le corresponde y aporte su contribución específica, sino que todos y cada uno de ellos pueda recibir su propio enriquecimiento personal y comunitario, de modo que, puedan crecer en su propio proceso de personalización -socialización.
Este tipo de educación liberadora y participativa, contribuye al despertar de la conciencia crítica y al discernimiento de opciones fundamentales que permiten "empoderarse" de los instrumentos y saberes, valores y habilidades necesarios para ser sujetos libres y responsables de su propia historia personal y social.

En Cuba, durante muchos años, se pretendió presentar y aplicar una sola y excluyente escuela pedagógica, un solo tipo de educación, cuyo humanismo excluía la apertura a la trascendencia y la libre y responsable búsqueda de la verdad, lo que lesionó, en ocasiones, la competencia profesional y pedagógica y contribuyó a procesos de despersonalización a consecuencias de paternalismos y promocionismos.
He aquí, de manera sintética y casi esquemática un paralelo entre los objetivos generales de esa escuela pedagógica y los de la que acabamos de presentar, que por supuesto, tampoco es única, ni exclusiva, ni debe ser excluyente:
- La educación estatal tiene como objetivo general desarrollar hábitos, habilidades, capacidades y valores en los educandos, que contribuyan a la formación de una personalidad multifacética e integral, a la luz de una concepción del mundo Marxista-Leninista que se traduzca en actitudes de servicio a las exigencias de la sociedad socialista.
- La comunidad educativa, formada por educandos, padres, educadores y comunidad; tiene como fin facilitar un proceso de educación liberadora, que debe contribuir a despertar la conciencia crítica de todos sus miembros, elevar su autoestima y su autogestión y equilibrar sus procesos de personalización-socialización-trascendencia, de modo que puedan discernir su propia vocación, escoger por si mismos, de manera adulta y responsable, sus opciones y actitudes fundamentales y desarrollar en coherencia con ellas sus hábitos, habilidades y capacidades.

Escoger el tipo de educación que deseamos para nosotros y nuestros hijos, para Cuba y sus nuevas generaciones, es una prerrogativa inalienable, un derecho inviolable, de cada persona, no podemos decidir por usted, amigo lector. Dar un poco de información al respecto pudiera ser una forma de contribuir a que cada uno de nosotros podamos hacer una elección más responsable. Esta es sólo una propuesta que desea respetar su libertad y una invitación que no intenta disimular la inspiración cristiana que la anima.
Los padres y las familias en primer lugar. Los educadores y los educandos, las escuelas y las iglesias, la sociedad civil y el Estado, todos, somos responsables de seguir esta reflexión y elegir para nuestros hijos, lo que significa elegir para Cuba de hoy y de mañana, aquellos rasgos pedagógicos y acciones educativas que nos ayuden a crecer en humanidad con mayor plenitud.

 


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