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julio-agosto. año VII. No. 38. 2000 |
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NOTICIAS |
por Dagoberto Valdés |
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El sábado 19 de agosto descansó en la Paz del Señor, María Dolores "Lola" Careaga, a la edad de 89 años. Su sobrina Olga dijo unas brevísimas palabras al salir de la funeraria, pues llovía: "señal de que era buena" -como dice el refrán popular. Esas palabras, llenas de sentimiento, resumen el camino de Lola por este mundo: "Fue una gran mujer y una gran creyente. Entrego toda su vida a su religión. Amo a todos. Debemos darle gracias por todo lo que nos quiso. Solo debemos desearle que ahora llegue hasta su Dios y que sea recibida como ella se merece." Mientras ayudaba a cargar su féretro, como tuve la suerte de tenderle el brazo para llegar hasta el Papa en la Misa de aquel 25 de Enero de 1998 en la Plaza José Martí, pasaron por mi mente varios momentos que confirmaron esas palabras de Olguita: Cuando recibió del Vicario de Cristo la Biblia que simbolizaba su entrega y compromiso por difundir el Evangelio y le entregó al Papa "el beso de Cuba", tal como lo proclamaron por el mundo entero los medios de comunicación, ya Lola había recorrido un largo camino de sacrificio y amor a Cristo, a Cuba y a su Iglesia. En los años duros mantuvo abierta la Iglesia de la Minas, dio catecismo, hospedó y alimento al sacerdote, a los misioneros, a los ministros de la Palabra. Recuerdo su acogida siempre cariñosa y diligente cuando yo iba cada primer viernes a celebrar la Palabra y llevar la comunión. Luego fue Oscarito, luego las Hermanas. El Padre Manolo fue su cura y su gran amigo. Su casa fue la casa del pueblo, la casa de la Iglesia, una casa de Dios. Ha podido ser llamada "el beso de Cuba" porque simboliza lo mejor de este pueblo, lo más entrañable de su identidad: su religiosidad y hospitalidad. Perseveró sin rajarse. Amó sin distingos. Se sacrificó sin chistar. Trabajó hasta gastarse. Vivió intensamente su fe y la sostuvo sin miedo, la proclamó sin cansancio y la presentó como su mayor timbre de gloria. Cayó la semilla en la tierra sufrida de su Patria. Cayó en tierra buena. La lluvia, como la de la despedida del Papa, fue augurio de buena cosecha. Por eso podemos decir: ¡Murió Lola Careaga! ¡Viva el beso de Cuba!
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