anterior

julio-agosto. año VII. No. 38. 2000

ÍNDICE

RELIGIÓN

  

LA EUCARISTÍA

EN EL EVANGELIO

DE SAN JUAN

 

(Tercera parte y final)

 

por P. Antonio Rodríguez Díaz

     

Concluyo con este artículo la catequesis que sobre el capítulo sexto del Evangelio según San Juan comencé en el penúltimo número de la revista "Vitral", en ocasión de que el presente Año Jubilar está dedicado a la profundización, por parte de los católicos, en el sacramento de la Eucaristía.

Ahora conviene dejar claras varias cosas:

1. El tema concreto acerca de la Eucaristía, Jesús lo trata en los versículos 51 al 59, y se conoce con el título de Discurso Eucarístico.

2. El autor del Cuarto Evangelio coloca el Discurso Eucarístico después del Discurso del Pan de Vida, y, redaccionalmente, es la continuación de éste.

3. El Evangelio según San Juan, a diferencia de los tres evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas), no nos transmite el relato de la institución de la Eucaristía por Jesús en la cena pascual, que es la última cena.

4. En su lugar nos trasmite el Discurso Eucarístico, que a su vez, los sinópticos no lo relatan.

5. El Discurso Eucarístico –dice el comentario al pie de página de "La Biblia", ’Sígueme’, 1992-, probablemente fue insertado por el evangelista después del "Discurso del Pan de Vida", porque en este discurso, el protagonista es el Padre, que da el verdadero pan, y la respuesta del hombre es la fe. En el Discurso Eucarístico el protagonista es Jesús, que se da en comida y bebida, y la respuesta del hombre es comer su carne y beber su sangre.

6. Es evidente pues, por el sentido de las palabras de Jesús y por el contexto en el que está situado el Discurso Eucarístico, que de la lectura de este fragmento del Cuarto Evangelio (51–59) y del escándalo suscitado en los discípulos al oir "esta doctrina" (60, 71), se extrae fácilmente una conclusión de fe: la presencia real y verdadera de Jesús en el sacramento de la Eucaristía. Además, esta fe en la presencia real y verdadera de Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía, viene avalada por otros 4 textos del Nuevo Testamento, redactados con anterioridad al capítulo 6 del Evangelio según San Juan. Ellos son: Primera Carta de San Pablo a los Corintios 11, 17 – 33; y los Evangelios de San Marcos (14, 22 – 24), San Mateo (26, 26 – 28) y San Lucas (22, 19 . 20). La Iglesia Ortodoxa, separada de la Iglesia Católica Romana en el año 1054, profesa su fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. De igual forma, las otras iglesias orientales, separadas de Roma (como por ejemplo, la Armenia), así como las iglesias Luterana, Anglicana y Episcopal. Otras iglesias cristianas (protestantes) difieren de esta profesión de fe eucarística, porque no creen en la presencia real de Jesús en la cena eucarística, sólo admiten su presencia simbólica. La Iglesia Católica, por el contrario, desde su comienzo hizo la lectura de la presencia real de Jesús en la Eucaristía y ha profesado la fe en esta verdad durante veinte siglos. La profesión de fe eucarística ha alimentado, a su vez, la espiritualidad del cristiano, enraizada en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, y ha producido el culto eucarístico expresado en la piedad de estos millones de cristianos de la bimilenaria Iglesia. Asimismo esta fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía ha servido de inspiración, desde los primeros tiempos de la Era Cristiana, al arte plástico y musical. Por eso podemos decir que existe un arte cristiano eucarístico.

Después de haber hecho estas aclaraciones de cara a una mayor comprensión del texto, es muy oportuno adentrarnos en el encuentro con Jesucristo al que nos invita el texto aludido.

Resulta conveniente destacar lo ya dicho: El protagonista de este discurso es el propio Jesús, que se da en comida y bebida. Por lo tanto, es el Señor el que alimenta a sus discípulos para que tengan vida eterna. Así, el fin de este alimento es de carácter espiritual y, por consiguiente, viene a alimentar la vida espiritual de los hombres, y a garantizar el más acá espiritual de los hombres y el más allá de éstos. El versículo 56 constituye el culmen del discurso: por esta comida y esta bebida que es el mismo Jesucristo, entramos en comunión con Él. Existen muchos modos en la vida del cristiano de entrar en comunión con Dios: la creación, los diversos acontecimientos de la vida de cada uno y de los demás, la oración, la lectura de la Biblia, la recepción de los sacramentos de la Iglesia; sin embargo, el más íntimo y el más intenso es cuando recibimos el sacramento de la Eucaristía. No existe, para el cristiano que lo recibe conscientemente y con las disposiciones adecuadas, encuentro mayor y mejor que éste. De todo nuestro cotidiano quehacer vivido con Cristo, por Él y en Él, la comunión eucarística encierra el de mayor comunión con Jesús.

Los invito a ustedes a que, no una sola vez, sino muchas veces, mediten el Discurso Eucarístico, pues es un texto para la reflexión oracional. Personalmente, puedo decirles que las muchas veces que lo he leído y meditado, me quedo corto, no llego a sacarle todo el jugo, pues es una fuente inagotable. De igual forma, cuando tengo que predicarlo, experimento una incapacidad para trasmitir toda la sustancia que este texto evangélico posee. Quisiera decir todo lo que siento, pero no puedo, porque es inefable su amplitud.

Como dije, la espiritualidad cristiana encuentra en el Discurso Eucarístico una de sus esenciales y más profundas raíces, y esto se ha manifestado en el Culto eucarístico, el cual está constituido por la Misa, la adoración eucarística ante el sagrario, o ante el Santísimo Sacramento del Altar expuesto en la custodia o en el copón, y la procesión con el Santísimo. Siglos de vida de la Iglesia testimonian esta piedad católica que brota de la Eucaristía. No podemos dudar de la eficacia de esta oración. Los santos, que han sido los mejores cristianos, nos muestran en sus vidas el amor a la Eucaristía. Algunos de ellos como Santo Tomas de Aquino (+ 1274), ha volcado su sentimiento eucarístico en el himno más excelso que se haya compuesto para expresar la riqueza espiritual de este sacramento admirable, como lo llama la liturgia de la Iglesia. Este himno eucarístico, escrito en latín, se conoce en la cultura católica con el nombre de "Pange Lingua", pues son las dos primeras palabras con las cuales se inicia el primer verso, y su traducción al castellano es: "Canta, lengua". A continuación lo transcribo:

 

1. Canta, lengua, al gran misterio

de la Carne del Señor

y de la Sangre preciosa

que del mundo en redención,

fruto de virginal seno

por los hombres derramó.

 

2. De María, Virgen Madre,

por nosotros se encarnó:

y en el mundo la semilla

del Evangelio esparció;

y con estupendo signos

su carrera terminó.

 

3. Una noche el Sacramento

Jesucristo instituyó.

En la Cena con los suyos

pan y vino convirtió

en su propio Cuerpo y Sangre

memorial de su Pasión.

 

4. Realizó tan gran prodigio

la palabra del Señor.

Renovarlo en su memoria

a los suyos ordenó

pues la Pascua conmemora

el que el Cordero triunfó.

 

5. Tan augusto Sacramento

veneremos con fervor

y el antiguo al nuevo rito

ceda su puesto en honor.

lo que falta a los sentidos

de la fe supla el ardor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1. Que la lengua humana

cante este misterio:

la preciosa sangre

y el precioso cuerpo.

Quien nació de virgen

Rey del universo,

por salvar al mundo,

dio su sangre en precio.

 

2. Se entregó a nosotros,

se nos dio naciendo

de una casta Virgen;

y, acabado el tiempo,

tras haber sembrado

La palabra al pueblo,

coronó su obra

con prodigio excelso.

 

3. Fue en la última cena

-ágape fraterno-,

tras comer la Pascua

según mandamiento,

con sus propias manos

repartió su cuerpo,

lo entregó a los Doce

para su alimento.

 

4. La Palabra es carne

y hace carne y cuerpo

con palabra suya

lo que fue pan nuestro.

Hace sangre el vino,

y, aunque no entendemos,

basta fe, si existe

corazón sincero.

 

5. Adorad postrados

este Sacramento.

Cesa el viejo rito;

se establece el nuevo.

Dudan los sentidos

y el entendimiento:

que la fe lo supla

con asentimiento.

También, la piedad católica se ha enriquecido en este siglo con otro canto eucarístico muy popular, y que, de manera rápida, engrosó la identidad católica del pueblo de Dios. Generaciones de católicos de esta centuria han alabado a la Eucaristía con el himno "Cantemos al Amor de los Amores". Fue compuesto para el congreso eucarístico Internacional de Madrid en 1923.

Cantemos al Amor de los amores

Cantemos al Señor; Dios está aquí

Venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor.

Gloria a Cristo Jesús:

Cielos y tierra, bendecid al Señor;

Honor y gloria a Tí, rey de la gloria;

Amor por siempre a Tí, Dios del amor.

Al concluir este artículo, no quiero dejar de resaltar que la Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia, el primero de los siete sacramentos, porque es el único en el que Cristo Resucitado se nos da en toda su persona, su mayor tesoro, y el más excelente alimento –"Pan del Cielo"- con el que se han nutrido espiritualmente millones de cristianos.

 


siguiente