
CRÓNICA
DE LA VICARÍA DE PINAR DEL RÍO
por
P.
Manuel H. de Céspedes
Un
grupo de campesinos de la Vicaría de Pinar del Río se reunieron
el sábado 13 de mayo en la capilla de Martínez (a unos 26 km de
la ciudad de Pinar del Río) para celebrar su jubileo.
Esta
capilla (construida en 1955) es el centro de reunión y celebración
de la comunidad que vive y trabaja en esa zona perteneciente a la
Parroquia de San Juan Bautista. Su animador es un Ministro de la
Palabra que vive con su esposa e hijos en la casa contigua a ella
y que trabaja como pequeño agricultor. La comunidad de Martínez,
como se le llama, es una de las comunidades eclesiales campesinas
característica de nuestra Diócesis.
A
las 10 de la mañana sonó la campana de la capilla y todos nos congregamos
en ella para rezar el Rosario según nos habían pedido los obispos,
quienes a esa misma hora en El Cobre, hacían la consagración de
todas las Diócesis de Cuba al inmaculado corazón de María, la virgen
de la Caridad. Lecturas bíblicas, reflexión, cantos, decenas del
Rosario, fueron el comienzo de este Jubileo, uniéndonos así a todos
los católicos cubanos.
Después
de un breve receso, tuvo lugar la parte reflexiva en equipos y plenarias
en la que se consideraron estos asuntos. ¿Cuáles son los problemas
más importantes y las seguridades que tiene el campesino hoy?
¿Cómo
ve Dios esta situación del campesino? ¿Qué nos pide Dios? ¿Qué respuesta
le damos? ¿A qué nos comprometemos? Entre los compromisos destacó
la oración del campesino, el amor al trabajo y a la tierra y la
unión para compartir información y conocimientos.
Todo
esto se presentó al Señor en la Eucaristía, en la cual el P. Carlos
Portela leyó la homilía que escribió para esta ocasión el Sr. Obispo
(y que el lector puede leer en esta misma página) quien, por estar
en El Cobre, no pudo participar en el Jubileo de los campesinos.
Compartimos
una exquisita caldosa. Y también décimas, poemas y otras canciones.
Así concluyó este Jubileo.
ORACIÓN
DEL CAMPESINO
Señor,
cuando trabajo la tierra con mis brazos o con ayuda de la
técnica para que me dé frutos, cuando participo responsablemente
en la construcción de un mundo nuevo, hazme comprender, Dios
mío, que cumplo tu voluntad de dominar la tierra, de perfeccionar
la creación, y de progresar en mi vida.
Hazme
entender que, al mismo tiempo, ponga en práctica el gran mandamiento
de Cristo, de servir a todos mis hermanos en la realización
de un mundo más humano. Amén.
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CRÓNICA DEL JUBILEO DE LOS CAMPESINOS EN CANDELARIA
por
Ricardo
Fors Carbonell
En
la Parroquia de Ntra Señora de la Candelaria, el día 13 de Mayo
del 2000, a las 9:00 a.m. se daban cita los campesinos de Bahía
Honda, Consolación, Los Palacios, San Cristóbal y Candelaria para
festejar su gran fiesta Jubilar.
La
celebración litúrgica, la cual estuvo presidida por el P. Iván y
los concelebrantes P. Carlos y P. Joaquín.
En
su homilía el P. Joaquín resaltaba los valores del campesinado y
sus vivencias, ya que el mismo procede de familia campesina, los
trabajos de esta clase sufrida y cómo nuestra Iglesia se ocupa y
preocupa del campesinado actual.
Al
coincidir ese día con la celebración Jubilar de nuestros Obispos
en el Cobre a las 10 a.m. se tocaron las campanas del templo, como
muestra de unidad, nuestra Iglesia cubana y en sintonía con toda
la Iglesia pinareña.
Después
de la ceremonia tuvimos un guateque, con el acompañamiento de Sabor
Cristiano, varios poetas se dieron cita, y pudimos deleitarnos con
la siempre gustada décima campesina y las picarescas guajiras-son;
seguidamente tuvimos una merienda y compartir para conocernos mejor
y ya, como punto final, un tope de gallos finos, donde nos dividimos
por bandos: el gallo de San Cristóbal, contra el gallo de Bayate,
resultando ganador el primero, quien a su vez fue premiado con una
botella de vino, para el disfrute de ese bando.
Todos
quedamos muy complacidos con esa mañana sabatina, dando gracias
al Señor por su generosidad.
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JUBILEO
DE LOS CAMPESINOS
por
Mons.
José Siro González Bacallao
Queridos
campesinos:
Queridos
hermanos y hermanas:
Por
una feliz y gozosa coincidencia, celebramos el mismo día el Jubileo
los campesinos de esta Diócesis y los obispos de Cuba. Y por una
forzosa razón de colegialidad y unidad, vuestro Obispo tiene que
estar con los otros pastores en el oriente: en la Casa de la Madre
y Uds., queridos campesinos, aquí, en el occidente; en esta linda
capilla ubicada en medio de campos de tabaco; pero todos unidos
en el amor y bajo la protección de la Madre del Cielo, de manera
especial en este día en que los obispos consagramos al Corazón Inmaculado
de la Madre de la Caridad, nuestras diócesis, con todos los que
la conforman: sacerdotes, religiosas, laicos y pueblo fiel, niños
y ancianos, jóvenes y familias, presos, enfermos y necesitados de
mil maneras.
Uds.,
queridos campesinos, constituyen una porción muy querida del Divino
Salvador y de la Madre y Maestra la Iglesia, que en esta región
del País suman muchos miles de hombres y mujeres que, por amor a
la tierra, dejan los atractivos de la ciudad para poder estar más
unidos al surco y más cerca del rocío que mulle vuestros campos.
-
Qué linda profesión la del campesino. Es el único hombre que arranca
a la madre tierra sus frutos en contacto estrecho con el surco.
Es el único que deja caer sus gotas de sudor, preñadas de esperanza
sobre aquel surco que abre con gran esfuerzo, para después cerrar
con gran ilusión. Es el único hombre que sólo puede poner la seguridad
de la cosecha en la misteriosa voluntad del Padre de los Cielos,
insobornable garante del necesario incremento.
-
Puedes decir con orgullo, como ningún otro hombre, que tu suerte,
que la seguridad de tu familia, están en manos de Dios.
-
Y debes referir orgulloso tu vocación a la Sagrada Escritura, que
desde las primeras páginas del Génesis nos presentará al Creador,
desobedecido por el hombre, que atará desde entonces la suerte de
la creatura a la tierra, que tendrá que sacar de ella el alimento
con fatiga..
-
El Éxodo, el Levítico, el Deuteronomio, los Salmos, los Proverbios,
los Profetas, los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento hablarán
todos de la semilla, de la siembra, del sembrador.
-
Quieres un ejemplo, escucha a Isaías hablarle al pueblo: "Paren
la oreja y escuchen lo que les digo, pongan atención y oigan mis
palabras. ¿Acaso el hombre emplea todo su tiempo en arar, partir
los terrones y pasarle el rastrillo a su tierra? ¿No es cierto que
después de haberla aplanado siembra la vianda, esparce el comino
y luego tira el trigo y la cebada en los surcos? Su Dios es el que
le enseñó a hacerlo así y el que le instruyó. Y Uds., sin problemas,
sembrarán entonces" (fin da la cita).
-
¿Quieres saber cuánto le gustaba al Señor Jesús la naturaleza que
le rodeaba y de modo especial la tierra, la siembra y la cosecha?
Pues escucha y reflexiona en la siguiente parábola pronunciada y
explicada por el Maestro: "Salió el sembrador a sembrar; unos
granos caen cerca del camino; vienen las aves y se los comen. Otros
granos caen entre piedras y como hay poca tierra, brotan pronto,
pero el sol los quema y por falta de raíces se secan. Otros granos
caen entre espinas, crecen las espinas y los ahogan. Otros, finalmente,
caen en buena tierra y producen unos el ciento, otros el sesenta
y otros el treinta por uno" (Mat. 13 – 4) Y con gran delicadeza
les explicaba a los discípulos el sentido de la parábola, de cómo
la semilla es la palabra de Dios, como los distintos campos en que
cae esa semilla son las distintas personas que la reciben.
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Si la semilla da frutos en unos y en otros no, esto no se debe a
que unos sean inteligentes y otros no, unos dispuestos a la piedad
y otros no. La semilla crece ahí donde hay esperanza, y no crece
en la tierra donde no la hay. La esperanza cristiana no es la confianza
ingenua en la buena suerte. No es la falta de previsión y de empeño,
con la persuasión de que todo se arreglará con el favor de Dios.
Esperar es dirigir sus fuerzas y su vida hacia una meta grande;
el que espera lo arriesga todo y trabaja incansablemente para conseguir
algo que todavía no se ve. La esperanza es una virtud vital que
Jesús ensalza al igual que la fe y el amor. Nuestra fe y nuestro
amor crecen en la medida en que seamos hombres de esperanza. Las
tres clases de personas que no son tierra buena para la Palabra
de Dios, son las que no tienen o no mantienen la esperanza.
-
Tengamos, queridos hermanos, muy presentes las palabras del Apóstol
Santiago: "Hermanos, sean pacientes hasta la venida del Señor.
Miren cómo el campesino espera con paciencia los preciosos productos
de la tierra mientras caen las lluvias tempranas y las tardías.
Uds. sean también pacientes y valientes porque la venida del Señor
está cerca" (Stgo. 5-7).
-
Y ves como el Apóstol Santiago insiste en esa paciencia que se fundamenta
en la esperanza, que le da razón a nuestra siembra, es decir, a
nuestros afanes, y a la confianza que depositamos en Aquel que da
el incremento, es decir, que misteriosamente hace nacer y crecer.
-
Si hemos visto brevemente cómo la Sagrada Escritura tiene muy presente
al agricultor, veamos también cómo la Iglesia en el campo de su
Doctrina Social se reserva una atención específica a los problemas
de los campesinos. Esa doctrina ayuda a descubrir los aspectos éticos
fundamentales que las estrategias políticas y económicas no pueden
eludir. Ante todo debe reconocerse la importancia y la dignidad
del sector rural, respecto a los demás campos de la economía. Junto
a las motivaciones de orden, por decirlo de alguna manera, funcional,
la Iglesia no ha dejado de subrayar la dignidad del trabajo agrícola
también bajo un perfil más interior, considerándolo como vocación
y misión. "En el trabajo del campo, escribió el inolvidable
Papa Juan XXIII en la encíclica Mater et Magistra, encuentra el
hombre todo cuanto contribuye al perfeccionamiento decoroso de su
propia dignidad". Por eso el agricultor debe concebir su trabajo
como un mandato de Dios providente, que dirige la historia hacia
la salvación eterna del hombre. Finalmente ha de tomar sobre sí
la tarea de contribuir con su personal esfuerzo a la elevación de
sí mismo y de los demás, como una aportación a la civilización humana"
(fin de la cita).
-
El Papa Juan Pablo II en la encíclica "Laborem Excercens"
sobre el trabajo, aclara con énfasis: "El respeto a los trabajadores
de la tierra requiere no sólo que se le ampare legalmente, sino
también que se les pague adecuadamente, y también que se promueva
un clima, una sensibilidad que les haga sentirse, con razón, protagonistas
de los procesos productivos y de la vida social. En efecto, entre
sus dificultades específicas se señalan el esfuerzo físico continuo
y a veces extenuante y la escasa estima en que está considerado
socialmente, hasta el punto de crear entre los hombres de la agricultura
el sentimiento de ser socialmente unos marginados, hasta acelerar
en ellos el fenómeno de la fuga masiva del campo a la ciudad y desgraciadamente
hacia condiciones de vida todavía más deshumanizadoras" (fin
de la cita).
-
Uds., queridos campesinos, deben por otra parte, cuidar con gran
esmero y delicadeza ese tesoro que es la familia. En la cultura
campesina, el valor de la familia y la experiencia de la fe forman
una unidad; y la gran resistencia de los afectos familiares se convierte
en garantía de estabilidad en la más amplia solidaridad que brota
de la fe y de la acogida de los valores humanos fundamentales. En
los difíciles tiempos que hemos vivido y estamos viviendo en nuestra
Patria, el sector campesino, sobre todo en nuestra zona occidental,
ha tenido la oportunidad dichosa de poder salvaguardar el tesoro
de la familia y de la fe religiosa; no sin grandes desafíos y luchas
que ha debido sostener para defenderlas de la intransigencia y los
continuos ataques de la ideología marxista.
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Recuerden siempre lo que nos dice el Concilio Vaticano II en la
constitución pastoral Gaudium et Spes: "La Iglesia que guarda
el depósito de la Palabra de Dios, de la que se deducen los principios
en el orden moral y religioso, aunque no tenga una respuesta preparada
para cada pregunta, intenta unir la luz de la revelación con el
saber humano para iluminar el nuevo camino emprendido por la humanidad.
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Para los creyentes es cierto que la actividad humana individual
o colectiva, o el ingente esfuerzo realizado por el hombre a lo
largo de los siglos para lograr mejores condiciones de vida, considerado
en sí mismo, responde a la voluntad de Dios.
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Pues el hombre, creado a imagen de Dios, recibió el mandato de que,
sometiendo a su dominio la tierra y todo cuanto ella contiene, gobernase
el mundo con justicia y santidad y de que, reconociendo a Dios como
Creador de todas las cosas, dirija su persona y todas las cosas
a Dios, para que sometidas todas las cosas al hombre, el nombre
de Dios, sea admirable en todo el mundo» (fin de la cita).
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Queridos hermanos y hermanas, hoy celebramos con gozo especial el
Jubileo de esos hombres y mujeres de nuestra Diócesis, que mientras
procuran el sustento para sí y sus familias, disponen su trabajo
de tal forma, que resulte beneficioso para la sociedad. Con toda
razón, queridos campesinos, pueden Uds. pensar que con su trabajo
desarrollan la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos
y contribuyen con su trabajo personal a que se cumplan los designios
de Dios en la historia.
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Quiera Nuestra Señora de Fátima, cuya fiesta celebramos, bendecir
siempre sus vidas, sus familias y su necesario y útil trabajo.
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Que el bendito San Rosendo, Patrono de la Diócesis, les acompañe
y les infunda el coraje intrépido con que él cumplió los designios
del Señor.
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Que el insigne labrador San Isidro, vuestro Patrono y modelo, les
anime y les llene de esperanza en la siembra, para que puedan recoger
con canto y alegría la cosecha.
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Su Obispo, aunque ausente físicamente, está hoy en medio de Uds.,
les bendice de todo corazón y les desea Paz y Ánimo.
Amen.
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