enero-febrero. año VI. No. 35. 2000


ECUMENISMO

Y MISIONES 

 

  

 

UNA LUZ

EN LA OSCURIDAD

 

por P. Oscar Francisco Galcerán

  

  

Con mucha ilusión y mayor temor estoy viendo realizado un sueño nunca antes confesado: Vitral abre hoy una nueva sección dedicada a las Misiones y al Ecumenismo. Pero, ¿es que antes no estaba abierta a la misión de la Iglesia y al diálogo interreligioso? Nada más lejos de la verdad. Desde sus inicios, Vitral ha querido ser un espacio abierto al intercambio de opiniones diversas en todas las dimensiones de la vida humana, ha querido, al mismo tiempo, proclamar "la verdad sobre Jesucristo, la verdad sobre la misión de la Iglesia y la verdad sobre el hombre"1 para hacer presente el Reino de Dios en nuestro mundo. Esta es la misión de la Iglesia, que ha sido enviada, a todos los pueblos de todos los tiempos, para anunciar el Evangelio de Jesucristo por medio de un encuentro respetuoso y fecundo con cada cultura, con cada religión, con todo hombre; donde cada parte se enriquece por la diversidad y se nutre de la complemen-tariedad.

Jesús vino a salvarnos, a ofrecernos nueva vida, y no solamente a liberar a cada uno del peso de sus faltas; Él tenía una misión histórica, más aún, prolonga esa misión histórica en la Iglesia que es su Cuerpo. Con relación al pasado, cumplió "todo lo que las Escrituras decían sobre él" (Lc 24, 27): "¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera para entrar en su gloria?" (Lc 24, 26).

¿Acaso no es necesario que la Iglesia sufra para entrar en la gloria? Con relación al futuro, la predicación... ha de hacerse en su nombre a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, invitándoles a que se conviertan y sean perdonados de sus pecados" (Lc 24, 47 – 48); ya la Historia Sagrada no es sólo la del pueblo judío sino que es la historia de todas las naciones, la humanidad y, toda ella, es invitada a la conversión, a descubrir el amor del Padre, que nos salva por medio de su Hijo, y a vivir conforme a su amor. El hombre es frágil, imperfecto, -en el fondo, somos egoístas- y solo no puede vivir ese amor plenamente; por eso Dios ofrece el perdón, para ayudar la debilidad humana; y así Dios y el hombre se dan la mano: el hombre ofrece su voluntad, su deseo de conversión, y Dios su misericordia, su amor redentor. La Iglesia quiere ser camino de encuentro, puente que une riberas, mesa donde comparten los amigos, banco sombreado en un parque donde Dios y el hombre intercambian sus dones.

¿Por qué en una revista, cuyo perfil es sociocultural, aparece una sección de este tipo?, se podrá preguntar algún curioso lector. Y yo pregunto ¿es que el Evangelio es ajeno a la cultura de los pueblos? El Santo Padre, Juan Pablo II, nos decía en su visita a Cuba: "La Iglesia Católica no se identifica con ninguna cultura particular, sino que se acerca a todas ellas con espíritu abierto. Ella, al proponer con respeto su propia visión del hombre y de los valores, contribuye a la creciente humanización de la sociedad. En la evangelización de la cultura es Cristo mismo el que actúa a través de la Iglesia, ya que con su Encarnación ‘entra en la cultura´ y ‘trae para cada cultura histórica el don de la purificación y de la plenitud´... En Cristo, toda cultura se siente profundamente respetada, valorada y amada; porque toda cultura está siempre abierta, en lo más auténtico de sí misma, a los tesoros de la Redención"2. La cultura cubana nació y creció de la mano de la fe cristiana, de la cual ha recibido su aliento vital, y a la cual ha aportado la riqueza de su mestizaje, de su ritmo, de su cubanía. La Iglesia cubana es llamada a alentar esta alma cristiana de nuestro pueblo –que se mantiene viva después de 40 años de ateísmo militante– rescatando y potenciando los valores más nobles que han dignificado a nuestra nación.

Hablar de la misión de la Iglesia es hablar de tantos hombres y mujeres que han hecho una opción por el anuncio de Jesucristo y que, en nuestra patria, lo hacen en visitas a las casas de familia y a las nuevas comunidades sin templo; es hablar de aquellos que han dejado atrás la casa paterna, la familia, la patria y han marchado a tierras lejanas –o han venido a nuestra tierra– para hacer presente el Evangelio de la Vida en otra cultura, que no es la suya, asumiendo sus valores, transformando sus contravalores y promoviendo "todo lo verdadero, noble, justo, todo lo que es hermoso y honrado" (Cf. Fil 4,8); es hablar de los esfuerzos para saciar el hambre de pan y de escuelas, en tantos países del 4º mundo, el hambre de paz y reconciliación, de justicia y libertad, en tantos países divididos por conflictos étnicos, religiosos o de otro tipo y oprimidos por dictaduras de un corte u otro; es hablar de la promoción humana por medio del trabajo noble y creador, del pensamiento lúcido y sereno, de la educación en los deberes y derechos de cada persona; es hablar de la solidaridad vivida en el compartir los bienes, las limosnas a favor de otros necesitados del mundo, y en el ofrecimiento de la oración y los sacrificios para que las corrientes de gracias y bendiciones no dejen de circular de un continente a otro en beneficio de los más pobres entre los pobres: los que no conocen a Dios ni reconocen su propia dignidad.

Hablar de la misión de la Iglesia es hablar de su ser más profundo, de su catolicidad –abierta a todos los hombres y a todo hombre–; es hablar de su exigencia más radical porque ella existe para evangelizar; es hablar de su anhelo más íntimo: restaurar todas las cosas en Cristo. "Por ello, todos los hijos de la Iglesia han de tener viva conciencia de su responsabilidad para con el mundo, fomentar en sí mismos un espíritu verdaderamente católico y consagrar sus energías a la obra de la evangelización. Sepan todos, sin embargo, que su primera y principal obligación en pro de la difusión de la fe es vivir profundamente la vida cristiana. Así, su fervor en el servicio de Dios y su caridad para con los demás aportarán nuevo aliento espiritual a toda la Iglesia, que aparecerá como signo levantado entre las naciones, ‘luz del mundo´ (Mt 5, 14) y ‘sal de la tierra´ (Mt 5, 13). Este testimonio de vida logrará más fácilmente su efecto si se da juntamente con otros grupos cristianos, según las normas del decreto sobre el ecumenismo, 12"3. (Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, 36).

La Iglesia es, por mandato expreso de su fundador, Jesucristo, misionera; ha sido enviada: "Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos" (Mt 28, 199), para anunciar la Buena Nueva de la Salvación , para luchar contra el mal en el corazón de cada persona, con una fuerza nueva: "recibirán la fuerza del Espíritu Santo..." (He 1,7); su única arma y, al mismo tiempo, su única finalidad es el amor: "Si yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, y me faltara el amor, no sería más que bronce que resuena y campana que toca. Si yo tuviera el don de profecías, conociendo las cosas secretas con toda clase de conocimientos, y tuviera tanta fe como para trasladar los montes, pero me faltara el amor, nada soy. Si reparto todo lo que poseo a los pobres y si entrego hasta mi propio cuerpo para ser quemado, pero sin tener amor, de nada me sirve" (I Cor 13, 1-3); es el amor que perdona, consuela, levanta, dignifica al hombre "así serán hijos de su Padre que está en los cielos" (Mt 5,45). Después de 2000 años, quisiera definir la misión de la Iglesia con la voz del cantor4:

 

Una luz en la oscuridad, un arroyo de agua viva,

un cantar a la esperanza, quiere ser tu Iglesia,

quiere ser tus manos, quiere ser tu voz,

quiere ser tu imagen.

 

 

Bibliografía

1. Juan Pablo II. Discurso inaugural de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Puebla, México, 28 de enero de 1979.

2. Juan Pablo II. Discurso al mundo de la cultura en la Universidad de La Habana, 2; 23 de enero de 1998.

3. Los decretos Ad Gentes divinitus, sobre la actividad misionera de la Iglesia, aprobado en noviembre de 1965 y Unitatus redintegratio, sobre el ecumenismo, aprobado en noviembre de 1964, son 2 de los 16 documentos. (Constituciones, decretos y declaraciones) emanados del Concilio Vaticano II (1962-1965).

4. Una luz en la oscuridad, Tony Rubí, compositor cubano en el exilio.