noviembre-diciembre. año VI. No. 34. 1999


EDUCACIÓN

CÍVICA 

 

 

 

¿CUIDAMOS EL

MEDIO AMBIENTE?

 

por Dagoberto Valdés

  

  

Hace unos días pude participar en la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo Justicia y Paz, cuyo tema central de reflexión fue  “Medio ambiente y ecología”.

Debo confesar que antes de la reunión creía que era un tema más bien propio de los países desarrollados cuyas economías y nivel de vida permitieran dedicarse a lo que yo y otros muchos consideraba como un asunto de “lujo”.

Ciertamente cuando se miran así, superficialmente, el cuidado medioambiental y el equilibrio ecológico, pudiéramos pensar que nosotros, junto a los países del Tercer Mundo, tenemos otros asuntos más urgentes que resolver: la adecuada alimentación, la vivienda, la pobreza, el desarrollo, los niveles de salud, educación, y otros muchos  que son prioridad de la subsistencia.

Una vez que se terminó el rico intercambio luego de las conferencias de seguro rigor científico y ético, los miembros de los países en vías de desarrollo teníamos una visión más abarcadora y profunda de esta urgencia de nuestro tiempo.

 

NOS CONCIERNE A TODOS

Es una realidad que nos involucra a todos y si tú, amigo lector, todavía no estás sensibilizado con esta actitud ante la vida que es el cuidado de la naturaleza y de la dinámica que hay en ella, entonces debes entrar en la reflexión para que el nuevo siglo y el nuevo milenio que comienzan el primero de enero del 2001, no nos encuentren destrozando lo que Dios nos ha dado para disfrute de todos los de todas las generaciones.

Algo que me hizo cambiar fue que yo consideraba que el equilibrio ecológico y el cuidado medio ambiental eran asunto de científicos, de la capa de ozono, de las chimeneas de las grandes industrias, de los desechos nucleares, de la clonación y manipulación genética. Ahora he aprendido que todo ello es importante, pero que hay todo una zona de la naturaleza y su funcionamiento equilibrado que depende de cada ciudadano, de cada familia, de cada escuela, de la Iglesia, de la sociedad civil en sus múltiples entramados.

Si somos de los simples ciudadanos que contribuimos al ruido en nuestra casa y en nuestro barrio, no estamos cuidando el medio ambiente.

Si somos de los que tenemos automóvil y no lo reparamos debidamente y llenamos nuestras calles y carreteras de un humo que no sabemos que es altamente venenoso, no estamos cuidando el medio ambiente.

Si somos de los que echan en cada esquina los papeles de desecho, las bolsas sintéticas que no se descomponen, si la basura que sacamos cada noche no está bien tapada y empaquetada, si acostumbramos a nuestro hijo a botar “para la calle” lo que hay que tirar en el cesto y no hay uno en nuestra casa, no estamos cuidando el  medio ambiente.

Si vamos al campismo, a la playa o a una finca y pasamos por cada planta arrancando las hojas, las flores, las ramas, por el simple hecho de estirar la mano y entretenernos en “algo”, deberíamos pensar que si las plantas tuvieran voz como la nuestra estuvieran siempre gritando de dolor.

Si somos administradores o simples trabajadores de un centro de trabajo donde las chimeneas, como las de ciertos hospitales de nuestra ciudad, no sólo contaminan el vecindario sino que lanzan una nube de humo negro sobre las mismas salas de los enfermos y no gestionamos la mejor manera de eliminar de raíz este feo foco contaminante, estamos curando con medicinas lo que enfermamos con la polución ambiental reiterada.

Todos estamos implicados, no dejemos esta tarea sólo a las autoridades competentes o a los investigadores del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente. La educación cívica de cada persona debe incluir una formación medioambiental y ecológica.

 

CINCO CRITERIOS PARA LA EDUCACIÓN MEDIOAMBIENTAL

Me impresionó de la reunión la claridad de los conceptos y la aplicación de los mismos a cada realidad. Quisiera compartir con ustedes, amigos lectores, cinco criterios de juicio que pudieran servir de instrumento para nuestra propia formación ciudadana y la de nuestros hijos:

-La tierra, nuestro planeta, no es un “almacén de materiales de construcción” de donde se saca cuanto necesitamos para hacer y deshacer nuestros proyectos. La tierra es un “jardín”, un “campo de cultivo” para que el hombre y la mujer  lo conserven, lo cultiven, disfruten de ella y la enriquezcan y hagan más bella para las futuras generaciones.

-      Es necesario pasar de una visión ecocéntrica a una visión antropocéntrica del medio ambiente. Es decir, hay que cuidar y conservar, enriquecer y cultivar la naturaleza no sólo por un vitalismo en sí mismo, deshumanizado y descarnado, puramente “científico”, sino que hay que cuidar la tierra porque es el hogar de las personas, de las familias, de la entera familia humana.

-      El hogar natural no es propio, es arrendado. Es decir, la tierra no es de unos pocos y es de todos. Es de Dios y él la ha destinado como herencia y como don gratuito a todas las generaciones. No podemos saquearla sin pensar en el futuro.

-      Es necesario una visión holística, es decir, general, global, integral y no sólo sectorial del asunto medioambiental. Esa amplitud de miras nos permitirá comprender mejor las implicaciones del problema y encontrar soluciones más integrales y globales.

-      Es necesario encontrar el justo y humano equilibrio entre cuidado del medio ambiente y desarrollo, entre la “utilidad” que le damos a la naturaleza y la “gratitud” de ese don de Dios. Decimos equilibrio porque el desarrollo verdadero y la utilidad práctica no pueden ir destruyendo todo, así como el falso cuidado y la contemplación ociosa no pueden detener el desarrollo humano integral.

 

En fin, que debemos “evolucionar” todos para pasar del “hombre económico” que explota sin alma a la naturaleza, del “hombre consumista” que se la traga de distintas maneras, al “hombre solidario y estético” que no sólo se preocupa de que la tierra sea de todos sino que sea mejorada por todos y que crea con convencimiento de corazón que la belleza que debemos contemplar y recrear en la naturaleza es uno de los “parámetros” principales para un  desarrollo que no sea sólo crecimiento material sino y sobre todo “ecología humana”: en una palabra, que el mundo, la tierra, la cultura y el desarrollo tengan como fin hacer del medio ambiente un hogar cada vez más humano, bello y feliz.

Comencemos por limpiar el rincón por donde pasamos y el aire y el agua que nos sostienen.