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noviembre-diciembre. año VI. No. 34. 1999 |
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ECOLOGÍA |
POR UNA ECOLOGÍA HUMANA Y SOCIAL DEL TRABAJO HUMANO
(Aprobado en el X Congreso de la Central Latinoamericana de Trabajadores) |
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La
comprensión integral del problema ambiental y su Impacto en el ser
humano, exige remitirse a categorías filosóficas, éticas, culturales,
sociales, económicas y tecnológicas. La
destrucción y el deterioro ambiental deviene del modelo político de
desarrollo y consumo, que toma al ser humano como un instrumento y medio
de producción y sobreproducción, cuya finalidad es la explotación y
sobreexplotación –no sólo de la naturaleza sino del ser humano
mismo– mediatizada por una lógica de rentabilidad y acumulación sin límites...
Este
modelo de desarrollo económico no contempla una adecuada y racional
administración de los recursos naturales, ya que el ritmo de explotación
es mayor que el ciclo natural del medio ambiente. El
super consumo de una sociedad en
desmedro de otras genera una enorme pérdida de biodiversidad, que altera
substancialmente la relación ser humano-naturaleza. Esta circunstancia
desordena y ensucia profundamente el hábitat del ser humano, amenazando
la sobrevivencia de las futuras generaciones. No
contempla la reparación de daños ni la reposición de ecosistemas, que añadidos
a la generación y acumulación de desechos destruyen el equilibrio y
entorno biofísico, y con ello se vulnera el principio fundamental de
re-circulación: las prácticas productivas, tal como están concebidas y
ejecutadas, no permiten que la naturaleza se reponga de esos
desequilibrios. Así,
mientras más extraemos de la naturaleza menos energía le queda a ella
para su regeneración y más le cuesta por lo tanto al ser humano evitar
el desequilibrio. De
hecho, el mundo desarrollado es responsable de por lo menos el 70% de la
destrucción del medio ambiente y la contaminación del planeta. El
desequilibrio ambiental y sobre todo el deterioro de las condiciones
humanas interpela hacia el interior del modelo las características de
este desarrollo y consumo. Este
modelo signado por el paradigma del progreso y la modernización, desnuda
al mismo tiempo una contradicción que se aloja dentro mismo del poder que
la concibe: profundiza las diferencias en forma abismal. Lo que dentro del
poder se resuelve en forma positiva, lejos del poder se hace en forma
negativa; un patrimonio universal se transfiere
a patrimonios privados que son precisamente los que detentan ese
poder. El
sistemático deterioro de los términos de intercambio comercial, entre el
Tercer Mundo y el mundo desarrollado, se traduce en un incremento
intensivo y extensivo de la explotación de los recursos renovables y no
renovables. Para mantener los mismos niveles de importación debemos cada
día exportar más, perdiendo así la capacidad de reinversión y
acumulación interna y fomentando la ampliación de la frontera agrícola
y la depredación de los recursos naturales. Las
tecnologías productivas, cuya finalidad es obtener la máxima ganancia en
el menor tiempo posible, entraña un desorden entre la explotación y la
conservación de los recursos naturales.
DEUDA
ECOLÓGICA El
Norte ha utilizado para su propio desarrollo acelerado, los recursos del
patrimonio natural de la región, a precios bajos, con degradación
ambiental por la sobre-explotación de los recursos, del ecosistema, de la
biodiversidad y aún por la apropiación sin pago de
patentes de técnicas autóctonas que son volcadas a la tecnología
sofisticada y exportable a altos precios. La
deuda ecológica es el daño ambiental producido por los países
industrializados. Como
mayores responsables del deterioro del hábitat humano, les corresponde el
aporte de los mayores recursos para revertir y prevenir el daño ecológico. Por lo tanto esta deuda ambiental debe ser reconocida y cancelada para los países industria-lizados. UNA
ECOLOGÍA HUMANA Existen
dos concepciones en cuanto a la manera de plantear la noción de ecología
y la relación del ser humano con su entorno físico. La primera, la ecocéntrica,
tiende a poner énfasis en el
medio ambiente, no como mundo “del y para” el ser humano, sino como
“fin en sí”; mientras la segunda, la antropológica, privilegia el
ser humano como centro de su entorno, o sea de su ambiente vital. Es ésta
que tendemos a privilegiar, sin descartar por ello la otra. La
lógica imperante ha ocultado los profundos costos medio ambientales que
provoca y desprecia las consecuencias que implica para el ser humano. Esta
lógica perversa no logrará la descalificación por nuestra parte del
progreso como entidad superadora; nuestro análisis se centra en la
concepción y ejecución del presente modelo. Este,
no se limita a irreparables daños a la naturaleza sino que incluye al ser
humano todo. Es imputable al modelo, el descenso de la calidad de vida y
la mutación de principios éticos y culturales. La
violencia cotidiana en todas sus formas, la desestructuración de la
familia, la descomposición de las comunidades, la desarticulación de la
identidad, la inestabilidad emocional, entre otros aspectos, muestran
objetivamente las consecuencias que este modelo posee. Es
decir, existen daños al ecosistema natural y al ecosistema humano. La
profunda interrelación de ambos pone de manifiesto la repercusión que
uno tiene sobre el otro; una alteración a la naturaleza implica
inexorablemente una alteración al ser humano y viceversa. Además
de la destrucción irracional del ambiente natural hay que enfatizar y
dramatizar especialmente la destrucción irracional del ambiente humano, a
la que, sin embargo, se está muy lejos de prestar la necesaria atención. Hay
una diferencia bastante importante entre la lectura ecológica que viene
del Norte y la que se hace en el Sur. Hay una preocupación legítima,
pero demasiado unilateral para preservar los “hábitat” naturales de
las diversas especies animales amenazadas de extinción. Sin
embargo, no hay las políticas ni los esfuerzos necesarios para
salvaguardar las condiciones humanas, morales, sociales, económicas y
culturales de una auténtica ecología humana. Es
decir, no existen las condiciones necesarias para que el ser humano se
pueda desarrollar plenamente como tal y que esto sea válido para todo el
ser humano y todos los seres humanos. El panorama del Sur del planeta,
donde aumentan sin cesar el hambre, la miseria, la exclusión social, y se
degradan las condiciones de empleo, de salud, de educación, de vivienda,
de seguridad social, de vida y de trabajo, interpela al desarrollo de
fondo de esta ecología humana que apunta a impedir que se degrade y hasta
se extinga una parte mayoritaria de la humanidad; esto no se puede separar
del capitalismo salvaje que impone ahora la ofensiva neoliberal en las
regiones del Sur. El
trabajador ejerce un vínculo directo con el medio ambiente, lo que lo
hace más vulnerable ante todo tipo de cambio en el equilibrio natural. La
destrucción del medio ambiente significa la destrucción de su medio de
existencia, de allí que su supervivencia depende de una buena
administración del medio natural de
la recuperación de condiciones humanas aceptables. Por
estas razones se hace necesario y urgente superar una visión netamente
ambientalista (ecología cosmética) y concebir y desarrollar una visión
profundamente humana del problema ecológico.
ECOLOGÍA
SOCIAL DEL TRABAJO Frente
a las actuales condiciones inhumanas de vida y de trabajo, y a las
amenazas que pesan sobre nuestro futuro común, es preciso introducir otra
dimensión de la ecología, más específica de por sí, que es la ecología
social del trabajo, cuyo objetivo es defender el bienestar del trabajador,
tanto desde el punto de vista físico como mental. Este
nuevo concepto toma en cuenta los cambios ocurridos a lo largo de las últimas décadas, en
particular los desafíos ecológicos, pone especial énfasis en la amenaza
que constituye la relación del sistema capitalista con la mano de obra,
considerada en el mercado del trabajo como una mercancía cuyo precio está
determinado por la ley de la oferta y la demanda. Se pretende olvidar que
los trabajadores no son instrumentos y máquinas destinados a la acumulación,
sino seres humanos libres y dignos. Como
lo subrayó la OIT en la Declaración de Filadelfia, “Todos los seres
humanos, sin distinción de raza, credo o sexo, tienen derecho a percibir
su bienestar material y desarrollo espiritual en condiciones de libertad,
de seguridad económica y en igualdad de oportunidades”. Además, tienen
derecho a trabajar en un medio ambiente, de vida y de trabajo, seguro y
sano. Así,
nuestro concepto de sociedad ambiental-mente sana descansa sobre tres
nociones fundamentales, que tienen que ser derechos adquiridos para el ser
humano y la Humanidad: 1.
La Seguridad Social: Cada ser humano tiene el derecho a gozar de
una protección social efectiva durante toda la vida, para lograr la
satisfacción plena de sus necesidades en una sociedad más solidaria. 2.
Condiciones y medio ambiente dignos de trabajo. 3.
Ecología y medio ambiente: Cada persona tiene el derecho legítimo
de vivir en un medio ambiente ecológicamente sano y en igualdad de
condiciones. Con
esta matriz es imprescindible centrar y radicalizar el tema desde un
horizonte de comprensión cuyos ejes lo constituyen lo cultural, lo antropológico
y lo ético: a)
Replantear la relación entre naturaleza y cultura en donde
desaparezca el carácter despótico, expoliador y arbitrario que ciertas
culturas han establecido sobre la naturaleza y recrear la reciprocidad
entre ambas dimensiones como fundamento para un desarrollo que contemple
el bien común. b)
Recuperar el sentido del ser humano junto a otros seres humanos y a
la naturaleza, a efectos de superar un modelo de ser humano dominador, autárquico
y omnipotente, para alcanzar la solidaridad y la justicia como fundamentos
antropológicos de la ecología humana. c)
Revalorizar lo ético en función de una nueva organización
social, que dignifique el sentido de la vida y con ello al trabajo y al
trabajador despojándolos del carácter instrumentalista vigente. Así
como el modelo actual expresa una política de subordinación, deterioro
de la libertad, degradación de la condición humana y destrucción del
medio natural, es necesario una NUEVA POLÍTICA que exprese una nueva dialéctica
entre el ser humano y la naturaleza, que consista básicamente en
encontrar el justo y equilibrado término en donde el ser humano se
potencie junto a sus pares creativa y solidariamente y viva con la
naturaleza una realización en común. Se hace imperioso ubicar la relación
ser humano-naturaleza no en términos antagónicos, sino complementarios,
lo que significa una nueva construcción que incluye la noción de
desarrollo y progreso pero teniendo como aliado al entorno natural. Finalmente,
en concordancia con los acuerdos de la II Conferencia de las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo (Eco 92), afirmamos la
necesidad de crear un modelo de desarrollo que asuma como prioridad la
conservación de la biodiversidad y que posibilite las mejores condiciones
sociales para lograr la justicia social. Es decir, propendemos a un modelo
de desarrollo integral que asegure para toda la humanidad el progreso, la
recuperación y conservación de la naturaleza, como condición necesaria
para la plena realización humana. “...La
paz entre ser humano y ser humano y entre ser humano y naturaleza es algo más
que la ausencia de lucha; es el logro de una armonía y unión verdaderas, ERICH FROMM. |
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