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noviembre-diciembre. año VI. No. 34. 1999 |
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PATRIMONIO |
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ARQUITECTURA DE MADERA
PERÍODO COLONIAL
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Dando
continuidad al tema que se inició con el anterior artículo sobre la
arquitectura vernácula y muy a propósito con
lo expresado en el mismo, sobre la permanente amenaza de pérdida
total a que se encuentra constantemente sometida ésta, me he decidido a
escribir algunas reflexiones sobre otra tipología arquitectónica que
también corre los mismos riesgos: la arquitectura de madera. Resulta
paradójico que mientras en otros países altamente desarrollados económica
y tecnológicamente, las edificaciones en madera siguen ocupando un lugar
destacado en el quehacer constructivo de los mismos, en nuestro país se
haya desestimado esa alternativa, y nos
hayamos despreocupado en cuanto a la conservación y el mantenimiento de
un gran número de estas estructuras arquitectónicas que aún se
mantienen formando parte de nuestra poblaciones y ciudades. Si
bien no es menos cierto que la madera ha constituido siempre un material básico
para la construcción en Cuba; de un país que fuimos, poseedor de
grandes recursos forestales, ya en la mitad del pasado siglo
tuvimos que comenzar a importar madera, pues nuestros bosques fueron
diezmados por un consumo extenso en obras en el país, en la construcción
naval y en la exportación de nuestras mejores variedades hacia el
continente europeo. Bosques enteros fueron incinerados también como
combustible de las calderas de nuestros antiguos ingenios azucareros
coloniales, antes de comenzar a emplearse en ellas el bagazo de caña, y
otras grandes extensiones boscosas fueron desmontadas para obtener nuevas
tierras en el período de expansión y desarrollo de la agro-industria
azucarera a finales del siglo XIX y principios del XX, para la
obtención de nuevas tierras para la siembra de caña de azúcar, cultivo
de extensión que requiere de grandes áreas para su desarrollo. Nuestro
país contó con una importante tradición en el oficio de trabajar la
madera. En buena medida a esto contribuyó la presencia en La Habana, de
los Astilleros Reales en los que se formaron carpinteros de ribera, de lo
blanco, ebanistas, tallistas y de otras muchas especialidades, que
tuvieron a su cargo la construcción de algunos de los más importantes
navíos de la Armada Invencible Española, orgullo de los mares por
aquellos tiempos. Un testimonio elocuente de la importancia que llegó a
tener este oficio en nuestro país, lo
constituye el dato que refleja el censo de población de 1899, en el que
el 1% del total de habitantes en aquel momento, ascendente a la cantidad
de 14 204 personas se desempeñaban en las labores de carpintería. Este
dominio del trabajo con la madera ha quedado evidenciado en el amplio y
rico repertorio, no sólo en los componentes arquitectónicos que
complementan la arquitectura colonial, sino también por el mobiliario,
los objetos suntuarios y utilitarios producidos en el país durante todo
este período. De
la arquitectura en madera correspondiente a los períodos comprendidos
entre los siglos XVI al XVIII, es prácticamente imposible encontrar
testimonios en la actualidad. La madera es capaz de resistir cientos de años
con buenas condiciones de mantenimiento, pero son muchos los factores que
han contribuido a que estos exponentes no hayan podido llegar hasta
nuestros días. Las
condiciones climáticas que en nuestro país propician el deterioro de la
madera, el fuerte régimen de lluvias y la alta humedad que provocan la
pudrición de la misma, y favorecen la presencia y el desarrollo de otros
agentes de deterioro como son los insectos y los hongos. Los
incendios, que en el período colonial fueron causa de destrucción de
importantes conjuntos edificados y hasta de poblaciones enteras, en las
que la arquitectura de madera fue pasto de estos siniestros ocasionados
por el mismo hombre.
La
propia escasez de la madera fue otro factor contribuyente, que obligó a
recurrir a soluciones constructivas con otros materiales, así como el afán
“modernizador” y de
falsos criterios imperantes, aún vigentes en la actualidad, que
consideran a las construcciones en madera como tipologías desactualizadas,
venidas a menos o de poco valor. Es
sin embargo el siglo XIX un período socioeconómico destacado en nuestra
historia. Se producirá en él una reorganización de la población rural,
alrededor del 50% de la misma, en las estructuras constructivas y
espaciales generadas por la industria azucarera -los bateyes-, y por la
infraestructura requerida por dicha industria, los sistemas de vías y en
particular el del camino de hierro (ferrocarril), a partir de su
construcción en Cuba, en l837. De
modo particular vamos a referirnos en nuestro artículo, a la arquitectura
de madera dedicada a la función habitacional o sea a las viviendas, que
se construirán hasta 1880 aproximadamente. Hacemos un corte en este
momento porque ha culminado ya el primer período de luchas
independentistas, la Guerra de los Diez Años, y a partir de este momento
en adelante se van a producir un conjunto de hechos que van a tener sus
incidencias y se manifestarán también en la arquitectura en madera que
se construirá en el último cuarto de siglo y en las primeras décadas
del presente. Trataré
de resumir a grandes rasgos cuales son aquellos aspectos principales que
pueden considerarse como característicos
de la arquitectura en madera de este período. Como elemento
primordial debe señalarse la permanencia del patio, componente
tradicional de nuestra arquitectura colonial desde sus primeras
expresiones, en las diferentes soluciones de la vivienda. Continuará
estando presente en la composición de las plantas en variadas formas,
denominadas como plantas en L
, U o C , en dependencia de
la configuración que adopte el edificio alrededor del patio. El
portal se mantiene presente en el frente o a veces alrededor de todo el
inmueble, dependiendo de la ubicación de éste en la trama urbana, en la
manzana o en la cuadra, así como también de la importancia y el carácter
de la construcción (viviendas suburbanas, casas quintas, etc. ).
(Foto 1) Los elementos decorativos empleados en las construcciones en madera de este período son los mismos que pueden apreciarse en los edificios de mampostería, en éstos; dichos elementos son ejecutados en piedra, ladrillos, yeso u otro material, en los de madera están elaborados con el propio material: madera. (Foto 2) También reproducen las formas constructivas tradicionales: arcos, columnas, circulares o cuadradas; que en este caso reducen considerablemente sus secciones y que al ser de madera se le denominan pie derechos, las que se rematan con un sencillo capitel de madera sobre los que se colocan otros elementos más anchos llamados zapatas, que tienen la función de ampliar el área de apoyo de las columnas en el punto donde éstas van a recibir las cargas verticales de las estructuras superiores que están soportando. (Foto 3) Las zapatas pueden tener diferentes niveles de elaboración desde formas rectas muy sencillas, hasta otras que combinan formas mixtilíneas y tallas curvas, algunas de las cuales reciben el nombre de pecho de paloma. (Foto 4)
Foto 1. El portal corrido en estas construcciones en tira ocupa toda la fachada. Pueden apreciarse muchos de los elementos característicos; los pie derechos, las barandas de barras circulares lisas, las jambas enmarcando puertas y ventanas, y el techo inclinado cubierto con tejas planas (francesas) Foto 2. En primer plano, los pie derechos con su base de piedra, rematados con una zapata pecho de paloma, sobre la que se apoya la viga solera,y sobre ésta las viguetas de la cubierta inclinada. Foto 3. Detalle de una zapata triple. Foto 4. En esta fachada pueden apreciarse los elementos decorativos de las puertas y ventanas, muy similares a los que se construyen en piedra, ladrillo, yeso u otro material Las
cubiertas son de pendientes inclinadas y se apoyan,
por lo general, en estructuras sencillas de viguetas de madera
sobre las que se fija el entablado y, sobre éste las tejas curvas o
criollas, y en las soluciones más tardías las planas o también llamadas
francesas. (Foto 5) En algunos ejemplos de la provincia y de otras partes
del país se empleó la teja denominada cola de castor por su forma
particular. Era frecuente ver estos tejados en los poblados de Candelaria,
San Cristóbal y otras zonas de la Sierra del Rosario; al parecer
introducidas por las construcciones ejecutadas por los franceses en los
asentamientos cafetaleros en esta cordillera occidental; así como el tejamanil o
tejamaní una teja plana elaborada
también en madera. Ambos tipos de cubiertas han devenido en raros
ejemplos ya casi inexistentes en la provincia y en todo el país. Con la
intención de proteger a la única vivienda que conserva una cubierta
original de tejas de cola de castor en San Cristóbal, y al parecer también
la única que se conserva en toda la provincia, ésta ha sido propuesta
como Monumento Local.
Las
tablas que conforman las paredes de los edificios pueden ser sencillas o
de doble forro (exterior o interior ) , con variadas técnicas de colocación
en su monta. En los casos más antiguos
el ancho de las tablas es notable, más de treinta centímetros,
y se colocaban en sentido vertical
con respecto a la altura de la pared, empleándose unos
listoncillos para cubrir las uniones entre las mismas (tapajuntas). (Fotos
6 y 7) A medida que la madera fue escaseando los anchos de las tablas se
fueron reduciendo y comenzaron a colocarse en el sentido más corto, el
horizontal. Las
barandas que delimitan los portales, así como las rejas de las ventanas,
estarán conformadas con barras circulares lisas,
ensambladas en un bastidor de madera dividido por travesaños
horizontales denominados peinazos
. En
las áreas rurales es usual encontrar la edificación elevada sobre
pilotes de madera, creándose un espacio bajo la misma, que es utlizado
como depósito, almacén o corral para guardar los animales de cría.
(Foto 8) En
las soluciones más tardías y evolucionadas pueden encontrarse las
tradicionales protecciones de las cabezas de las vigas de la cubierta
conocidas como tapacetes o tapacanes, para evitar el deterioro provocado
en estos elementos por la humedad, un complemento
arquitectónico que además de realizar una función utilitaria va
asumiendo valores decorativos por las formas más complejas y elaboradas
que va adoptando, muchas veces con calados a los que se les denomina
guardamalletas o lambrequines, que en sus últimas producciones van a
estar elaborados con láminas
metálicas. Una
solución empleada fue el recurso de proteger los elementos estructurales:
columnas, vigas, etc., forrándolos con tablones exteriores, que eran los
que se deterioraban superficialmente, siendo sustituidos cada vez que era
necesario, por su mal estado, evitando que se afectaran los elementos
originales. Los
frisos y celosías de madera, entramados y entretejidos de listoncillos
delgados rectangulares o a cartabón, harán su aparición en los portales
y galerías, creando áreas mayores de sombra en estos espacios abiertos. Simples
jambas o molduras, que pueden complicarse en su elaboración, enmarcan los
vanos de las puertas y las ventanas de los edificios, siempre en madera. Como podrá apreciarse, se han caracterizado los aspectos más significativos de la arquitectura de madera de este período descrito como colonial. Es posible reconocer y encontrar muchos de ellos aún presentes en un gran número de construcciones que se conservan en muchos pueblos de la provincia y que en un momento constituyeron rasgos distintivos comunes a esta arquitectura en todo el país. (Foto 9)
Foto
5. Casa de esquina con portal ocupando ambas fachadas y grandes cubiertas
inclinadas de tejas de barro planas (francesas). Foto 6. Una interesante casa con las paredes de doble forro, las tablas colocadas en forma vertical y tapajuntas.
Foto 7. Detalle de la misma
edificación ( foto6) donde puede apreciarse un elemento vertical que
remata el caballete de las cubiertas, llamado crestas.
Foto
8. Vivienda situada en
un área rural, montada sobre pilotes.Luis Hugo Valín
Narrador. Premio David de
Literatura Infantil 1999 y finalista del Premio UNEAC 1999. Foto
9. Elementos arquitectónicos
tradicionales, arcos, lucetas, puertas de persianería, y una jamba sencilla
enmarcando el vano de la puerta.
A
pesar de los terribles embates sufridos por estas estructuras, en la
actualidad ellas representan aún una parte considerable del total de
construcciones con que cuenta el país. Las dificultades materiales y las
carencias de recursos han convertido la tarea del
mantenimiento y la conservación de estos inmuebles en una
pesadilla para los propietarios particulares. Aún para las instituciones
y organismos estatales, con mayores posibilidades, también
lo es. Estas estructuras requieren para su preservación,
ser pintadas cada dos o tres años;
sustituir aquellos elementos o partes dañadas, solucionándose pequeños problemas de mantenimiento, que
resueltos a tiempo no trascienden más allá de las necesarias acciones de
conservación que requiere todo inmueble, aún
aquellos construidos con materiales más duraderos; pero que
dejados de la mano pueden convertirse en serios problemas y en grandes
dolores de cabeza. Además
el costo de la madera, en nuestras condiciones económicas tan
particulares, ha adquirido precios que parecen irracionales. Esperemos que
puedan crearse condiciones mínimas que permitan ejecutar acciones que
garanticen un mantenimiento elemental a estas estructuras que tan bien se
avienen a nuestras condiciones climáticas y que además forman parte de
nuestra historia y tradición constructiva.
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