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noviembre-diciembre. año VI. No. 34. 1999 |
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EL AÑO 2000: GRAN AÑO JUBILAR |
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«Con
la mirada puesta en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios, la
Iglesia se prepara para cruzar el umbral del tercer milenio». Así
comienza el Papa Juan Pablo II la bula de convocación del gran jubileo
del año 2000, año en el que la Iglesia ha sido invitada para que
profundice en el Misterio de Dios dentro de la historia, revise su caminar
durante el último siglo, discierna entre las luces y las sombras del último
milenio, se duela por sus extravíos respecto del Plan de Dios y
agradezca, alabe y bendiga a ese mismo Dios por su apoyo providente y
constante para secundar su voluntad. El
Jubileo-2000 es una oportunidad privilegiada para promover desde nosotros
la reconciliación con Dios y los hermanos, la renovación de tanta
estructura pecaminosa, la confianza e ilusión por el futuro, la concreción
de todos nuestros buenos deseos en un auténtico y eficaz compromiso
cristiano.
¿Qué
debemos esperar del Jubileo-2000? He
aquí lo que debemos esperar: un año de perdón de los pecados y de las
penas por los pecados, un año de reconciliación entre cuantos vivan
enfrentados, un año de múltiples conversiones, un año de penitencia
sacramental y extrasacramental, un año en el que sentir y demostrar
nuestra alegría porque Cristo nos ha salvado, un año en el que «prospere
la unidad entre los cristianos. Deseo -dice el Papa- que este jubileo sea
la ocasión adecuada para una fructífera colaboración en la puesta en
común de tantas cosas que nos unen y que son ciertamente más que las que
nos separan» (TMA 16). Pero
también debemos esperar algo más porque: a)
El Jubileo-2000 es el primero que celebramos en el tránsito de un milenio
a otro. Bajo este aspecto,
los dos mil años del nacimiento de Cristo (prescindiendo de la exactitud
del cálculo cronológico) representan un jubileo notoriamente destacado y
distinto. Y esto no sólo para los cristianos, sino también para toda la
humanidad, dado el papel primordial que el cristianismo ha jugado en estos
dos milenios. El hecho de que el cómputo de los años se haga en casi
todas las partes a partir de la venida de Cristo al mundo, ¿no es, acaso,
un signo de la incomparable aportación que para la historia universal ha
significado este nacimiento que ahora conmemoramos? b)
El Jubileo-2000 coincide con la etapa de mayor desarrollo humano jamás
visto. La ciencia y la técnica han logrado cimas jamás soñadas, los
desplazamientos humanos son cada día más rápidos y frecuentes, las
fronteras desaparecen poco a poco, la información se realiza de forma
instantánea, masiva y para todo el planeta, los organismos
internacionales y entre ellos las Iglesias juegan cada día un papel más
destacado. En un mundo así parece lógico que una celebración como ésta
tenga un eco y una proyección mayor que nunca. Sin embargo, la cara
oculta de la sociedad de hoy puede influir en una celebración más
profunda e intensa del jubileo porque... c)
Junto a tanto desarrollo corre parejo el cada vez más caudaloso río de
las desigualdades y miserias humanas. Nunca hubo en el mundo tan altas
fortunas y, a la vez, tanto desafortunado viviendo en la más pura
miseria. Nunca tanta organización local, nacional e internacional y a la
vez tanto marginado. Nunca
tanta libertad de conciencia, junto con feroces fenómenos de
fundamentalismo religioso. Nunca se habló tanto de paz en medio de tanta
tensión y tanta guerra; ni del mundo como «aldea global» al lado de
tanto brote de nacionalismos excluyentes, tanto racismo y tanta xenofobia.
Nunca nos vimos tan protegidos por medidas de prevención y seguridad ni
tan inermes ante lo que nos deparará ese futuro que se otea a través de
las capas de ozono o las manipulaciones genéticas. d)
Este es, en fin, el Jubileo de una Iglesia que con ese acontecimiento único
del siglo que fue su Concilio Vaticano II abrió de par en par su corazón
al Espíritu, a la vez que sus puertas y ventanas al mundo; que
trata de caminar junto con el resto de las confesiones cristianas,
que huye de todo fundamentalismo y practica el diálogo interreligioso,
que busca la paz y la solución de los grandes problemas humanos en el
concierto de todos los organismos de buena voluntad. Por todo ello este Jubileo-2000 está llamado, sin duda, a ser, más que ninguno de cuantos le precedieron, un verdadero «año de gracia». |
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