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enero-febrero. año V. No. 29. 1999 |
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NUESTRA HISTORIA |
NUESTRA CIUDAD
por Wilfredo Denies Valdés |
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La primera noticia que existe plasmada en un documento sobre terrenos aledaños al asiento de lo que, con el decursar del tiempo sería nuestra ciudad, es la que consta en el acta capitular de fecha 11 de abril de 1578 del Cabildo habanero en la cual se acordó otorgarle una merced con el nombre de Sabanas de Río Feo a Francisco de Rojas. Es útil recordar que con anterioridad al 17 de enero de 1574 las mercedes de tierra las concedían los monarcas a través de los gobernadores de la Isla y es a partir de esa fecha en que, al aprobarse las llamadas Ordenanzas de Cáceres por el Cabildo de la Habana, se le otorgan esas facultades de manera oficial a los cabildos de la Isla y principalmente quienes las conceden son los funcionarios radicados en la capital habanera. Las Ordenanzas de Cáceres, redactadas por el Oidor (Magistrado o Juez) de la Audiencia de Santo Domingo, Don Alonso de Cáceres y Ovando, constituyen el primer cuerpo legal redactado en y para Cuba, y representan, por ende, la expresión inicial de nuestra normalidad jurídica autóctona. Estas Ordenanzas constaban de 88 artículos o preceptos y normaban jurídicamente una gran cantidad de cuestiones administrativas, políticas, sociales y económicas. En el propio año de 1578 en que se concedió la merced Sabanas de Río Feo a Francisco de Rojas, se le concede otra merced, pero esta con el nombre de San Mateo y con fecha 29 de agosto, a Gaspar Hernández. Después transcurrirían más de 60 años para que el propio Cabildo de La Habana, el 19 de julio de 1641, le concediera a Don Luis del Rizo el asiento del sitio denominado Pinal del Río. Dichas tres mercedes, las de Francisco de Rojas, Gaspar Hernández y Luis del Rizo, así como otras igualmente concedidas por esos años o con posterioridad, se dejaron sin efectos después, al aplicárseles a sus respectivos poseedores lo señalado en los artículos 68 y 72 de las referidas Ordenanzas de Cáceres, referente a la obligación que tenían de poblar el sitio concedido dentro del término de tres años contados a partir de la fecha de la concesión. Y es por este motivo que en el año 1653 aparecen las haciendas San Mateo, Santa Rita del Cangre y Taironas, en poder de Ana de Hevia y a finales del siglo XVII las de Sabanas de Río Feo, Cerro de Cabras y Pinal del Río, en poder de Don Ambrosio de Cárdenas y Vélez de Guevara, rico terrateniente avecindado en esta entonces despoblada región «a sotavento de La Habana». Ana Hevia, en fecha no determinada, pero posterior a 1653, traspasa y vende sus propiedades de tierra a una familia de apellido Vega. Esta familia en definitiva, al declararse en quiebra el principal tronco de la misma, el licenciado Francisco Vega, tiene que rematar sus propiedades, siendo adquiridas éstas por Martín de la Rosa y la esposa de éste Lorenza de la Torre. Es evidente que dentro del régimen políticosocial de España y sus vastos dominios, la Iglesia era un agente enérgico y poderoso, más que auxiliar de la Corona, la Iglesia era su rival. En Cuba la Iglesia venía haciendo su punto de labor desde los días de la conquista de la Isla. A Cuba llegó en la penúltima década del siglo XVII, para ocupar el obispado de la Isla, Diego Evelino de Compostela. Muy poco tiempo bastó al nuevo prelado para percatarse de la urgencia de una doble tarea. En relación con las tierras situadas al Oeste de La Habana, dedicadas exclusivamente a la ganadería, comprendió que el trabajo era mayor. Puesto que la Corona se abstenía de incluir a Vuelta Abajo. El Obispo, movido a piedad por tanto abandono, concibió la idea de poner los cimientos de un sistema de población urbana. La fundación de parroquias requería la preexistencia de núcleos de población. En Vuelta Abajo no los había. Lo que la Corona no había realizado ni realizaba, por incapacidad y egoísmo de sus agentes, la Iglesia lo afrontaba. La Corona debía llevar el empeño colonizador hasta el cabo de San Antonio, pero seguía absteniéndose. A lo largo del territorio al Oeste de La Habana, en sus extremos y en el centro, se levantaron en las postrimerías del siglo XVII cuatro puntos avanzados. Donde se constituía un pequeño núcleo de población. Compostela los elegía como uno de aquellos lugares a donde él pretendía enviar elementos de vida y civilización. En Guanajay una pobre casa de guano servía de iglesia con el nombre de parroquia de San Hilarión de Guanajay como punto de reunión de monteros y labradores. Así sucedería en Consolación del Sur. Un poco más al oeste que Consolación, entre la tierra y el mar, había sido mercedado el corral nombrado Pinal del Río. En el camino que se cruzaba con el río Guamá, avanzando sobre el montañoso espinazo de Vuelta Abajo, sobre un otero en la sabana, se alzaban algunas casuchas al finalizar el siglo XVII. Esto era el Partido de San Rosendo de Pinal del Río, situado en la bifurcación del camino Real de la Vueltabajo que daba lugar a los caminos de Abajo y del Sur, respectivamente «camino de los marañones» y Recreo y posteriormente Vélez Caviedes e Isabel Rubio. Con la creación de la parroquia en Guane, con el nombre de San Ildefonso, la Iglesia se le había adelantado al Estado en llevar la civilización a la parte más occidental de la Isla. En el primer libro de barajas del archivo parroquial de la Catedral de Pinar del Río, se recoge entre los documentos más importantes, que el día 2 de agosto de 1699, se bautizó, siguiendo los ritos de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana al niño Joseph Tomás, hijo de Lázaro, moreno libre, natural de la Isla de Jamaica, y de Tomasa, india oriunda de La Habana. En esta ceremonia ofició el sacerdote Simón de la Torre. Por otra parte, la primera boda aparece el 21 de marzo de 1705, el primer entierro, el 9 de noviembre de 1717, aunque debemos consignar que el punto de avanzada de la iglesia se realizó en el año 1688. Como anteriormente hemos señalado, las haciendas que originalmente poseyó Ana de Hevia habían pasado a Martín de la Rosa y Lorenza de la Torre. Estos se unen en negocios y comunidad de bienes con Don Ambrosio de Cárdenas y Vélez de Guevara. Esta unión duró varios años y aunque ya por el 1710 ó 1712 trataron de deshacer el negocio, esto no llegó a efectuarse hasta el año 1719 como más adelante veremos. Sin que pueda precisarse la fecha, Martín de la Rosa fallece y su viuda, Lorenza de la Torre, se casa en segundas nupcias con Luís Díaz Pimienta y es en esa nueva unión matrimonial, que mediante escritura fechada el 18 de julio de 1719, se separa de la comunidad de negocios que tenía con Don Ambrosio de Cárdenas. De esta forma, Don Ambrosio de Cárdenas y Vélez de Guevara vuelve a verse en posesión como único dueño, de las haciendas Sabanas de Río Feo, Cerro de Cabra y Pinal del Río. Ya con anterioridad el Partido de San Rosendo contaba con una ermita de guano y yagua dentro de estos predios y con categoría de parroquia se va incrementando el caserío que tenía a su alrededor. Los feligreses venían desde lugares muy distantes a oír misas los domingos y al final decidieron construir sus casas en las cercanías del templo, pudiendo de esta forma descansar de los fatigosos viajes que realizaban. Y así, poco a poco, comenzó a incrementarse el núcleo poblacional de Pinar del Río, dándose inicio a lo que con el decursar del tiempo vendría a ser nuestra hospitalaria ciudad.
En el centro de la calle la sombrilla para el policía de tránsito, esquina de "La Colosal". A la izquierda, los edificios que desaparecieron y dieron lugar al parque "Roberto Amarán". Todas las tiendas con toldos para evitar el sol.
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