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enero-febrero. año V. No. 29. 1999 |
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REFLEXIONES |
![]() COLOQUIO CON EL PADRE VARELA
por Mons. José Siro González |
Hacía pocos meses que el Vapor Draper había traído a este enorme
País, llamado Norteamérica, procedente de Gibraltar, de donde había podido escapar de
las iras del gobernante español de turno, un sacerdote, cubano de raíz y de pensamiento,
un hombre de Dios, inquieto por sembrar el Evangelio y hacer el bien y un patriota
preocupado por la suerte de su Patria, que se sumergía en desconcertante apatía y mortal
desesperanza. De inmediato había comenzado a poner por obra, el inquieto Sacerdote, sus
planes de continuar con ardientes bríos y renovado ardor las gestiones de llevar hasta el
corazón de los cubanos un mensaje de esperanza y aliento. Ya había salido a la luz
pública el primer número del periódico llamado "El Habanero", en el cual
plasmaba todo su entusiasmo e interés social, científico y literario el joven Sacerdote.
El presente coloquio tiene lugar entre un periodista de este final de siglo, animado por la curiosidad de entablar con el Pbro. Félix Varela Morales una conversación que aclaraba conceptos sobre el periodismo, ese oficio-profesión tan delicado y discutido.
Periodista: Acabo de enterarme, muy estimado P. Varela, que Ud. se ha establecido en Filadelfia hace poco tiempo. Llegó acá, precisamente, en un crudo invierno, en compañía de dos fieles amigos, pisando por primera vez estas calles que el hielo endurecido hace tan peligrosas. ¿Cómo se siente en estas tierras que le han acogido amistosamente? ¿Tendría la bondad de responder a unas preguntas que le interesa conocer al mundo y en especial a sus queridos cubanos? P. Varela: Con mucho gusto, hijo. Con razón dices que rehecho de toda la tragedia ocurrida, repuesto de las fatigas del viaje, ya puedo sentirme tranquilo, ya puedo respirar con un hondo respiro, casi contenido por el asombro, que es natural en todo el que se ve del otro lado del mar, sano y salvo, tras horas de prolongada y angustiosa incertidumbre, transcurridas mientras se atraviesa la etapa crucial de un camino erizado de peligros en las últimas y azarosas jornadas de Cádiz y Gibraltar. Periodista: Padre, ¿piensa Ud. dedicarse a una vida tranquila, no soñar más con la Patria a la cual no puede volver, o tiene otros planes? P. Varela: ¿Cómo crees que puedo dejar de soñar y mucho menos abandonar a la añorada Patria, a los inolvidables discípulos, al pueblo, sobre todo a los jóvenes que llevo encerrados en lo más profundo de mi corazón de sacerdote y patriota? Tanteando el nuevo terreno que la Providencia Divina me depara en la vida, después de horas y horas de ponderada y solidaria meditación, surgió en mi mente la idea de un nuevo combate. No más cátedra y quizás no más libros. Cátedra más alta y de más dilatado auditorio he escogido en el periodismo. Y además ¿no es el periódico, el libro hecho pan nuestro de cada día? Al periodismo vuelvo mis ojos de proscrito. Periodista: Enhorabuena, Padre; le felicito y me felicito. ¿Tiene Ud. ya algún plan al respecto, o son planes a largo plazo? P. Varela: No, hijo, no. Ya algunos de los planes son realidades que me entusiasman y me ayudan a conformar mi vida en este País, que aun no conozco bien. Mi campo de acción no puede ser otro que aquel en que se hable a mi humilde entender, de la primera y más urgente necesidad en Cuba. Ya he redactado y editado mi primer número del periódico que se llamará "EL HABANERO". Mis ansias de independencia para mi Patria, el amor a la libertad y a la democracia en sus verdaderos valores harán que las páginas de esta publicación se consagren, primordialmente, al noble propósito de enseñar la manera en que hay que disponerse para lograr la total independencia de Cuba. Periodista: Permítame, Padre, preguntarle ¿cómo concibe Ud. a un verdadero periodista? ¿Qué valores y cualidades debe cultivar? P. Varela: Quiero aclararte, estimado periodista, que yo no soy más que un humilde Sacerdote, que sufre destierro por amor a la verdad y a la tierra que me vio nacer. He venido a estas hospitalarias tierras a ejercer el ministerio sacerdotal, que es la principal preocupación y ocupación en mi vida. Quisiera responder a tu pregunta, afirmando que un periodista debe ser: -Hombre maduro, de sólidos conocimientos y de amplia cultura. El enjuiciamiento de los acontecimientos, si se trata de cosa superficial, lo hace cualquiera. Pero si se ha de ver hondo y lejos, el que observa ha de situarse en alta cumbre, desde donde se vean las cosas en conjunto y tal capacidad será mayor o menor, según sea su cultura, su talento, que fijan los límites de su radio de observación. -Hombre de carácter, con principios de hondo arraigo, ha de ser quien señale rutas por donde han de embarcarse los pueblos. Y digo que esto supone en el escritor convicciones profundas, porque en muchas ocasiones el destino natural y verdadero de los pueblos contrasta con los intereses particulares de quienes han usurpado la dirección de la cosa pública. -Hombre en fin, con temperamento de lidiador, es todo el que empuña la pluma, moderna tizona que venga, unas veces, la injuria infligida, y otras, derriba los obstáculos que levanta el interés contra el progreso de toda verdad y de todo derecho, Volviendo al tema de "El Habanero", pretendo que sea una publicación vigorosa, cuyas páginas, con excepción de uno que otro paréntesis científico y religioso, se consagren, primordialmente, al noble propósito de enseñar la manera en que hay que disponerse para lograr la total independencia de Cuba. Periodista: Querido Padre, ¿sólo se dedica Ud. a la edición de "El Habanero", o también tiene otro tipo de actividad intelectual y periodística? P. Varela: Bien sabes que mi condición de Sacerdote me urge y compromete a dedicar mi tiempo principalmente al ejercicio de mis funciones pastorales, pero en medio de esos trajines siempre encuentro tiempo para hacer otros menesteres como, por ejemplo, la traducción que hago ahora del inglés al español del "Manual de práctica parlamentaria" de Jefferson. Asimismo traduzco la "Química agrícola" de Humphrey Darias. Me propongo la reedición de la "Miscelánea Filosófica". Tengo en mente la edición de unas cartas a los jóvenes cubanos en que trataré los temas de la impiedad, la superstición y el fanatismo. Siento gran preocupación por la suerte de la juventud de mi querida Cuba. Están desorientados y buscan en el desarraigo y el descompromiso unos falsos y peligrosos caminos de alienación que van embotando sus sentidos, obscureciendo sus mentes y anulando sus vidas. También contribuyo, en la medida de mis modestos esfuerzos, en la redacción del "Mensajero Semanal" de mi querido amigo José Antonio Saco. Como ves, querido periodista, uso de los talentos que el Señor me ha regalado, no quiero enterrar ninguno, pues estoy bien convencido que "todo don procede del Señor", pero nosotros como administradores debemos usar de esos dones que nos regala para su gloria y bien de los hombres. Así empleo mi tiempo en las cosas de Dios y de mi Patria, que no puedo olvidar, aunque esté lejos de ella y a veces parezca que los de allá y los de acá nos desentendemos de nuestros sufrimientos y penas. Periodista: Gracias por todo, Padre. Gracias por dedicarme parte de su precioso tiempo. Que el Señor le siga bendiciendo y bendiga todo lo que hace por Cuba.
Terminaba así la entrevista con aquel admirable y admirado sacerdote, egregio educador y progenitor y defensor de la libertad cubana. No puedo sin embargo terminar esta entrevista sin hacer justicia a este valiente y preclaro periodista con las siguientes notas que he recogido de por acá y por allá, acerca de sus valores como intelectual y científico. El P. Pablo J. Koik, entre otras muchas frases de grande elogio para nuestro insigne hombre, dice: "Una somera revisión de los trabajos periodísticos de Varela demuestra que su pluma nunca descansó mientras la verdad fue atacada y tergiversadas las enseñanzas de la Iglesia de Dios. El Director del periódico "The Protestant", el Dr. William C. Brownles, contrario al pensamiento católico del P. Varela, en un extenso y caluroso escrito, después de un debate público sobre temas complejos de la doctrina católica, no dudó en hacer resaltar la solidez de los conocimientos científicos y religiosos que desplegó el P. Varela como hábil polemista y profundo conocedor de la lengua inglesa. Saco observa, en alguna parte de sus papeles, que el P. Varela leía las obras francesas que se publicaban sobre materias científicas tales como física, química, matemáticas: A esto hay que añadir como complemento de su cultura lingüística, su profundo conocimiento del idioma alemán, cosa en que solo lo igualó Don José de la Luz y Caballero; así como manejaba con soltura el italiano, cuyos autores en prosa y en verso se complacía en citar. Dígase lo propio del lenguaje portugués, que compartía con algunos emigrantes. No se hubiera podido enfrascar, como lo hizo, en polémicas sobre la recta interpretación de las Escrituras, sin poseer un notable conocimiento de las lenguas originales en que fueron redactados esos sagrados escritos, el griego y el hebreo. No menos sobresale en el conocimiento del latín, como ya lo manifestaba la notable colección de gramática y diccionarios de esas lenguas que se hallaban en su biblioteca particular. Ya en el 1895, ubicado en Nueva York, habría de sobresalir por sus virtudes y sabiduría, entre los miembros más conspicuos de aquella clerecía. La imposibilidad de tener en su Diócesis neoyorquina un órgano de publicidad católico para defender sus intereses y que le representara dignamente, tenía sobremanera preocupado al Obispo Monseñor Dubois. Había que llenar aquella sentida necesidad y poner al frente de su dirección a un hombre de sólida preparación religiosa y al propio tiempo dotado de suficiente experiencia en el campo del periodismo. El Obispo se dirigió a Varela, le comunicó su proyecto y le encargó que lo llevara a vía de hecho. El nuevo órgano de publicidad católico tomó el nombre de "NEW YORK CATHOLIC REGISTER" y fue un medio de alta importancia literaria y científica. Con haber sido tan grande su fama como periodista, como teólogo, literato y defensor de la fe, dice Richard Purcell, distinguido historiador de la Universidad de Washington, lo fue mayor aún como sacerdote de ilimitado celo por la salvación de las almas y por su amor hacia los pobres y los emigrantes. A Varela se debe la fundación de una de las primeras asociaciones de temperancia, la de varias escuelas parroquiales, y de una creche donde alojar a los hijos de las mujeres dedicadas a trabajar. No es de extrañar que habiéndose honrado tanto en vida, lo fuera aun más después de su muerte, y por ello el pueblo y la Iglesia que peregrina en Cuba, le honramos ya con el título de Siervo de Dios. |
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