Un GRAN REGALO del cielo... Palabras de S.E.R. Cardenal Jaime Lucas Ortega Alamino
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Querido Santo Padre:
Con cariño y emoción le ha recibido el pueblo de La Habana, hace apenas unos días. Con entusiasmo y en clima de oración el pueblo de Cuba ha seguido paso a paso su peregrinar por nuestra tierra. Los jóvenes en Camagüey, las familias en Santa Clara han escuchado una vez más de sus labios que lo que no se establece sólidamente en Dios se torna mudable y peligroso para el hombre, que el amor a Cristo es el mayor lazo de unión entre los miembros de la familia y entre los hijos de un mismo pueblo. Su venerada persona, Santo Padre, ha quedado unida para siempre a nuestra historia patria, al haber coronado en Santiago de Cuba, como Reina amorosa de la nación cubana, a la Virgen santísima de la Caridad del Cobre. Inolvidables serán, para cuantos participamos en la eucaristía de la plaza de la Revolución en La Habana, sus palabras llenas de esa sabiduría que es don del Espíritu Santo y que han de permanecer imborrables en nuestros corazones, junto con sus mensajes al mundo de la cultura, a todos los que sufren y a los sacerdotes y otras personas consagradas. En este regalo precioso debemos reflexionar seriamente, así como en el hermoso mensaje profundo, programático, que acaba de dirigirnos a los obispos cubanos, para que la vida de todos y cada uno de los cubanos se transforme y pueda así transformarse toda la sociedad. Esperábamos su visita, Santidad, como la de un mensajero de verdad y de esperanza. Cuando se acerca la hora de despedirnos, puedo asegurarle que todo nuestro pueblo se ha acercado más al fulgor de la verdad y ve abrirse ante sí caminos insospechados de esperanza. Con nostalgia le diremos adiós, pero un gozo inmenso llena al mismo tiempo nuestros corazones, porque es cierto, Santo Padre, que se va, pero es también verdad que deja entre nosotros algo nuevo, no experimentado nunca antes, porque le vimos en nuestra hermosa tierra. Desde nuestra pobreza, y a pesar de nuestros pecados, no creo mentir si digo que Su Santidad ha puesto en nuestros corazones un gran deseo de ser buenos. Gracias, querido Padre y Pastor. La porción de este rebaño, que Cristo le ha confiado y que vive en Cuba, siguiendo una tradición de nuestro pueblo, nunca dice adiós, porque encuentra esta palabra demasiado rotunda. En cubano decimos siempre «¡Hasta luego!», «¡Hasta pronto!», como cristianos o como hacen los hijos con sus padres. Le pedimos, además, una bendición para nosotros, que vivimos en Cuba. ¡Gracias! |
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