enero-febrero. año V. No. 23. 1998 


 

 

Que no regrese al silencio la SEMILLA

por Ernesto Ortiz

 

la política no cabe en la azucarera

Carlos Varela, en "Como los peces"

 

 

Cuando en el periódico Granma choqué con el inmenso titular COLOSAL VICTORIA, rojo, ocupando para sí casi toda esa primera página, pasé por alto -en el reverso- un pequeño cuadradito donde se me advertía de lo que ocurriría en la noche de ese martes 13 de enero. Primero pensé que era un canal extranjero «colado», pero el señor vestido de cura y con una Biblia era -¿por los dos canales?- el Cardenal Ortega, y los televisores del pueblo cubano -con piezas reusadas pero no rehusadas, con tubos de pantalla vencidos, con problemas de audio- se sorprendieron durante media hora con aquella imagen que hablaba de Cristo, catolicismo, virgen de La Caridad y otros temas por los que no hubiesen apostado nuestros transistores meses atrás. Me han descrito la emoción que acompañó a la imagen de aquel pie -el de Neil Armstrong- que se filmó mientras descendía y pisaba el suelo lunar. Los años que tuvo que esperar la humanidad, contados a partir de la comercialización del televisor, para que ese mínimo y cotidiano acto, ahora cargado de un nuevo significado y anunciador de una nueva era, apareciera en la pantalla no superan la cantidad de años que se demoró este otro pequeño paso en Cuba. Ahora no me considero menos afortunado que aquellos televidentes de la Apolo 11. Para Cuba, este fue un momento excepcional. Me sentí raro, pero la palabra extrañeza desapareció y otra ocupó su lugar y se mantiene hasta hoy: cambio.

En el citado periódico del PCC -días después de anunciarse oficialmente, a los participantes en la Zafra y a toda la inmensa cantidad restante de cubanos, que tendríamos libre el día del nacimiento de Jesucristo- apareció lo que el Presidente cubano, en una extensa intervención televisiva donde explicó algunos detalles sobre la inminente visita, consideró una honra para el Granma y para el país: la publicación, en la primera página, del mensaje de navidad del Papa a Cuba. Allí se reclamaba lo que gran parte del pueblo desea: recuperar para siempre esta tradición que se les había arrebatado con palabras muy similares a las que ahora la restituían (sólo por este año, de modo excepcional) y la Iglesia exigía los espacios para realizar su labor pastoral. Eso, «lo distinto», «lo otro», por primera vez en un órgano ateo y militante, o en algunos minutos en los medios masivos de comunicación, esa convivencia momentánea me gusta verla como una expresión sincera de tolerancia y buena voluntad, como el comienzo de un diálogo activo en lo que -para nadie es un secreto- constituye el quid de las relaciones Gobierno-Iglesia: la necesidad que esta tiene de unos medios propios y un espacio adecuado para llevar a cabo su misión evangelizadora, y el derecho que cada uno de los más de cuatro millones de cubanos (si aceptamos lo del 40% que cuenta la Iglesia católica entre sus fieles) tiene de recibir este mensaje.

Cuando un turistaxi entra a mi ciudad, es fácil percibir el asedio de jóvenes bicijineteros que ofrecen su amistad, su guía a una paladar o unos mogotes...; pienso que a jóvenes como estos -podría poner muchos más ejemplos-, desconfiados y faltos de identidad, que necesitan modificar su escala de valores, que necesitan un acercamiento mayor de sus familias, les podría resultar de gran impulso el mensaje de verdad y esperanza que trae el Papa -¿y es de oro el báculo? ¡cuántos fulas pediría por esa cruz, yísuscrais!, se fijarán en un principio-. Y es tiempo que nuestro Gobierno, que tanta buena intención tiene en la educación, dialogue en colaboración o no le impida difusión y continuidad pues los sentimientos cristianos con los que se enriquecerían muchos jóvenes son tales que si los conservasen, ¿crees, mi amigo, que podrían ser déspotas? ¿Crees que hollarían las leyes, infrigirían los derechos, destruirían la paz y encenderían la guerra? Es, pues, evidente que el Cristianismo es irreconciliable con la tiranía y que toda sociedad verdaderamente cristiana, es verdaderamente libre. Son palabras del Padre Varela, el que les dio a los cubanos la noción de sí, a los Elpidio o como los nombre el futuro, en las que meditaba en estos días. Y recordaba aquella canción de otro Varela, que estribillábamos y buscábamos como un pan clandestino, y que comienza: un amigo se compró un chevrolet del cincuenta y nueve, no le quiso cambiar algunas piezas, y ahora no se mueve, no... Creo que sí, que algo está cambiando en Cuba, que ha llegado el momento, que entre todos los cubanos aprendamos que los dos santos principios de la felicidad humana, la justa libertad y la religión sublime están en perfecta armonía y son inseparables. Una hipocresía política pretende desunirlos, pero un estado tan violento no puede ser duradero, y el tiempo corre al fin el velo...1

En los días previos, me maravilló ver en los barrios y parroquias los apoteósicos recibimientos a la virgen, como preparación a la visita; las misas fuera de la iglesia, al aire libre; las manifestaciones populares de religiosidad, no reprimidas; en las puertas: pósters de bienvenida al Papa, de todos los tamaños, desde los recortados de revistas católicas o comprados por uno o dos pesos en el templo hasta los más lujosos;2 al frente: fotos de los candidatos a delegados o diputados, con sus correspondientes currículums revolucionarios; un altar en una casa, en la de al lado: un mural con foto Camilo-Che y consignas... Me gusta creer que los cubanos comienzan a reconocerse -y respetarse- diferentes... Tenemos que cambiar mucho para que eso sea una realidad estable; un repaso breve a nuestra historia en estos años muestra que la intolerancia y la indisposición al diálogo con lo diferente ha empobrecido a esta nación y a sus habitantes. En cualquier familia cubana escogida al azar -por ejemplo, de seis miembros- hay dos católicos, un palero, un «tío» afuera, un homosexual, dos comunistas, un masón, dos que «no están con esto», un mecánico, dos estudiantes, un ex-presidente del CDR, un metodista, uno sin trabajo... El intentar imponer a esta diversidad de personas una vía que les obligue a parecer o ser homogéneos y excluye los contactos afectivos o de trabajo en razón de una única norma política, ideológica, religiosa, cultural, sexual, ha provocado no pocas heridas, rupturas, traumas a esa «célula de la sociedad», que han afectado las relaciones sociales, interpersonales y de la persona consigo misma, fundamentalmente a los jóvenes. El Papa hablaría a la familia y a los jóvenes, según el programa. Al apoyo y al impulso de la patria. El Papa les hablaría de esa verdad que es origen de la paz y fuente del consuelo, como diría el Padre Varela, y el pueblo cubano -agobiado por la escasez y necesitado de una palabra esperanzadora- fue llenándose de la alegría que da recibir a los amigos.

Cuando el Presidente de Cuba nombró ángel a Su Santidad Juan Pablo II, estaba enfatizando que el sucesor de Pedro el pescador es –según reconoció- un personaje histórico que ha marcado este siglo con su pontificado, un siglo con algunos de los Papas más importantes de la Historia eclesial. A Karol Wojtyla se le pueden aplicar las palabras que un gran poeta y dramaturgo polaco, Cyprian Kamil, dirigió a su contemporáneo Pío IX: «es un gran hombre del siglo XIX. Sabe sufrir». Esa sensibilidad extrema hacia el martirio en nombre de la religión, la patria, la libertad y la misericordia humana, es casi una vocación en Juan Pablo II; con esa potencia los cubanos sólo conciben un caso: el de nuestro Apóstol José Martí. Es una lástima que tamaña autoridad, que es Papa desde 1978, haya pasado inadvertida, fuera del ámbito católico, hasta esa noche; como si no existiera ni siquiera con su decidida acción a favor de los pobres, los marginados de este mundo y en contra de los que provocan y mantienen tal estado de cosas. Es lamentable que, en aras de brindar una información más elaborada y amplia sobre Juan Pablo II, los medios masivos de comunicación –que tan grande acogida posterior dieron a las misas- no transmitieran alguno de los documentales "hechos en casa" por la OCIC,3 pero lo significativo es que se superaron las expectativas en la cobertura de los telemedios nacionales, y se mostró la admiración y el beneplácito con que las máximas autoridades civiles y militares de la República acogían esta visita.

Peón cuatro Rey, con negras, dicen que fue la movida cuando el Presidente comenzó a leer las palabras de bienvenida a Su Santidad Juan Pablo II. Me gustaría pensar, como Capablanca, que con dos buenos jugadores siempre el resultado será tablas; pero el ajedrez es un juego muy pausado para este convulso fin de siglo; además, tiene un error esencial imperdonable en política: no cuenta para nada el apoyo o abucheo de las multitudes, el resultado es fruto muy personal. Hemos visto en estos días multitudes que no eran las mismas multitudes aunque se entusiasmaban en los mismos sitios a ellas consagrados y lucieran igual de masivas. Multitudes como una fuente que mana y corre, grupos dialogantes, gritando cosas que en un tiempo no se atrevían a manifestar, en una fiesta del espíritu liberado, una alegría que exalta pero no para que en el contagio aparten o destruyan sino para que amen y construyan y se reconozcan -en su interior- camino a la verdad. Aquella eterna fonte está escondida, ¡qué bien sé yo do tiene su manida, aunque es de noche! -como cantaba, holgándose de conoscer a Dios por fe, el alma de aquel místico español por cuya poesía Juan Pablo II tomó temprano contacto con nuestro idioma. En eso que los políticos y las modelos tanto veneran: la imagen, podría decirse que el Papa sacó medio cuerpo de ventaja sobre sí mismo: los rumores sobre el precario estado de salud de una persona de su edad, con delicadas y repetidas operaciones quirúrgicas, con la secuela de varios atentados -uno de ellos casi mortal- fueron echados a un lado por este hombre que, con doce horas de vuelo reflejadas en el rostro, se acercó al micrófono para insistir en la petición que lanzó hace ya casi -y para nada gardelianos- veinte años, en su primer sermón: No teman abrir de par en par las puertas a Cristo. ¡No teman!

Porque el temor y la mentira son dos armas suficientes para convertir al hombre en algo diferente de sí mismo, en siervo de otro hombre o del Estado, y no en el ser libre que está destinado a ser.

La verdad, sin dudas, nos hará libres, nos dará fuerzas para vencer el temor o la costumbre; pero con tanta vastedad de voceros proclamando su posesión, ¿dónde encontrar la cierta, la proba, la verdaderamente verdad? El Papa dice que Jesucristo ha revelado la verdad sobre el hombre. Jesucristo, que se le veía en compañía de cobradores de impuesto, prostitutas y pescadores paupérrimos, vivió cuando faltaban casi dos mil años para el invento del televisor, prácticamente no salió de la provinciana y septentrional Galilea, y si escribió algo fueron unas palabras en la arena -que borró enseguida-; sin embargo, llevó tan lejos su «campaña política», que se dejó prender y crucificar para defender su proyecto: ama al Señor, tu Dios, y ama a tu prójimo como a ti mismo.

Escucha: ¿no es sospechoso que una buena parte del pueblo de Israel concibiera al Mesías, al Salvador prometido por Las Escrituras, en la forma de un libertador político? Si dices que el azúcar se te acaba mucho antes de que finalice el mes, alguien te sugiere que bajes la voz; si el Papa dice que los salarios no son suficientes y tienen un poder adquisitivo muy limitado, alguien supone que no se está metiendo «en lo suyo»; si otro propone abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos... se le aconsejará: Isaías, amigo mío, sigue rezando, reparte medicinas, pero no te metas en política. La Iglesia, sobre todo después de las experiencias tercermundistas y el Concilio Vaticano II, acrecienta su profetismo, su denuncia de los males sociales, el convencimiento de que -como recalcó Juan Pablo II en la encíclica que inauguró su pontificado- su primer camino es el hombre; promover el desarrollo y la dignidad de la persona humana, del creyente y el no creyente, el blanco y el negro, el comunista y el disidente.

No se trata de que, como suponen los que sólo tienen dos posiciones en la palanquita, el Papa viene a «tumbar esto»... Es obvio que no hablo en nombre de la Iglesia, sobre todo porque no soy católico, pero me parece que la Iglesia no está para tumbar nada sino para levantar al hombre y ponerlo de cara a Dios. El mismo Juan Pablo II se ha encargado de desmitificar su papel en la caída del campo socialista, arguyendo que -por supuesto- el comunismo se cayó por lo mismo que este presagiaba del capitalismo y que aquel, con una estructura social más flexible, sobrelleva aún: porque tenía en sí mismo el germen de su destrucción. Aunque, en honor a un análisis más profundo, fue un catalizador excelente: el entusiasmo popular con que se acogió al Papa polaco en una nación abrumadoramente católica y mesiánica provocó no pocas libertades religiosas y abonó el terreno para otras conquistas cívicas; debilitado el eje nominativo del Tratado de Varsovia, el caos no podía demorarse y el "mal ejemplo" se propagó como la pólvora. Las condiciones objetivas y subjetivas, como le gusta decir a ciertos manuales de filosofía, estaban dadas. No fue obra del ángel exterminador Ioannes Paulus II, pues en Rusia, también en Rusia, donde los católicos son una minoría –aunque ya sabemos que en sus raíces eslavas están los misioneros Cirilo y Metodio-, se cayó el comunismo. En su primera visita a la Praga post, en 1990, el Pontífice dijo que se había revelado «como una utopía inalcanzable porque ciertos aspectos esenciales de la persona humana eran desatendidos y negados: el anhelo irrefrenable de libertad y verdad en el hombre, y su incapacidad para sentirse feliz cuando se excluye la relación trascendente con Dios». Comentarios similares pueden encontrarse también en las cartas apostólicas y documentos de la Iglesia cubana. ¡Pero entonces este Papa y la Iglesia están a favor del Capitalismo y «contra esto»! -se alarman los del ON/OFF. Sabemos que las relaciones actuales entre la Iglesia y el Gobierno en Cuba ofrecen esperanzas de normalización, pero a más de uno sorprenderá que un día en uno de los momentos de mayor tensión -ejemplos reales- la Conferencia de Obispos denuncie la irrupción en los templos de las así llamadas Brigadas de Respuesta Rápida, y al día siguiente condenen el recrudecimiento del embargo económico contra nuestro país.4 O que un evento tan cardinal para la Iglesia cubana como fue el ENEC, además de la crítica a un sistema que impide una eficiente acción pastoral y con una concepción antropológica que ignora la trascendencia y disminuye la alteridad, esté permeado de la intención dialogal y de reconocimiento de las conquistas sociales del Socialismo cubano. En este sentido Juan Pablo II observó -en una entrevista concedida en 1993 a un parlamentario europeo- que «los partidarios del Capitalismo en sus formas extremas tienden a pasar por alto las buenas cosas alcanzadas por el comunismo: su esfuerzo por superar el desempleo, su preocupación por los pobres».

Yo creo que el Papa ha criticado muy fuertemente los aspectos criticables de nuestra sociedad, y ha alabado los dignos de alabanza. El asunto es que tenemos el oído acostumbrado al elogio fácil. Los que denuncian o proponen, los que tienen voz propia, los que piensan con su cabeza, creyentes o no creyentes, sintieron el aliento de este hombre que les conminó a construir el futuro con el vigor de la esperanza y la generosidad del amor fraterno. Con todos y para el bien de todos; que en esta azucarera hay espacio para los ángeles y los chevrolets. El Papa promueve el cambio, el cambio del totalitarismo o de un neoliberalismo capitalista -que subordinan la persona humana a intereses de casta o de mercado- hacia una sociedad donde el hombre -cada hombre- pueda actuar libre y responsablemente; el cambio en el corazón del hombre, en los actos y en las actitudes, hacia la cultura del amor a través de los caminos del diálogo y la reconciliación. En ese sentido plantea que «la Doctrina Social de la Iglesia es un esfuerzo de reflexión y propuesta que trata de iluminar y conciliar las relaciones entre los derechos inalienables de cada hombre y las exigencias sociales», y por eso resulta adecuado que los que tratan la cosa pública, los laicos comprometidos, o los que se preocupan por el destino de un proyecto social, no ignoren las experiencias de la Iglesia en tal sentido. Contra la frustración y el descreimiento en un único proyecto excluyente -que por su esencia politiza todo, contra lo que advertía ya ese Marx-, que provoca la frase de yotedigoatique la política es lo más cochino..! y un inmovilismo social extenuante, Martí5 propone una salida: la pluralidad. Pluralidad no significa capitalismo salvaje, ni CR (contrarrevolución), traición a la patria, retorno al pasado o los demás cocos; significa que nadie se calle lo que piensa o que nadie simule, abrirse a los demás y acoger a los demás. Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba; ha dicho el Papa.

Y lo más importante que ha dicho, que repitió varias veces y que cada vez son más los cubanos conscientes de ello, es que «no busquen fuera lo que pueden encontrar dentro. No esperen de los otros lo que Ustedes son capaces y están llamados a ser y a hacer» -como expresó en la homilía dedicada a los jóvenes. La gente espera algo, pero aquí no pasa nada... -se escucha en la canción de que les hablé. La gente, luego de la visita del Papa, espera algo porque siente que algo ha cambiado dentro de ellos. Siente que han expresado una parte de sí que habían silenciado. Ojalá que la costumbre, que el correr de los días, no regrese al silencio esa semilla. Que lo que le escuché decir a un sujeto A contra un ciudadano B: ahora que el viejito se fue ¡prepárense!, sea tomado como el reto que implica un programa de vida personal y social fundado en la caridad, la humildad y el sacrificio. Confío que lo que se hizo, lo que se gritó y se escuchó en estos días haya caído en mucho terreno fértil, porque muchos cubanos han estado reclamando lo que este Mensajero de la Verdad y la Esperanza vino a impulsar y a bendecir. Y la verdad -decía Martí- una vez despierta no vuelve a dormirse.

 

 


1. Tambien en Cartas a Elpidio.

2. La Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana editó un vistoso póster –a cuatro dólares- con las imágenes del Presidente cubano y de Su Santidad.

3. Dos de estos documentales obtuvieron Premios en el pasado Festival de Video aficionado de Sta. Clara, y se proyectaron en algunas salas durante el último Festival Internacional de Cine Latinoamericano, en La Habana.

4. Se podrían citar muchos otros ejemplos. Para delinear esta interacción de la Iglesia con la ideología implantada en Cuba y con los sucesos internacionales, además del "Documento final" del ENEC, la compilación "100 Documentos eclesiales cubanos" (Editados por la COCC) son imprescindible.

5. Que pecaría de lírico ante muchos si les recuerdo esta propuesta suya: "la política", cito textualmente, "es el arte de combinar, para el bienestar creciente interior, los factores diversos u opuestos de un país, y de salvar al país de la enemistad abierta o la amistad codiciosa de los demás pueblos".