Un programa de vida personal y social fundado en la CARIDAD, la HUMILDAD, y el SACRIFICIO por Roberto Méndez y Ramiro Fuentes |
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Dondequiera que Su Santidad Juan Pablo II se ha encontrado con los
jóvenes, ha sido posible percibir que a sus ya tradicionales dotes de orador persuasivo y
enérgico, hábil diplomático, se unen la alegría contagiosa, el buen humor, la
comprensión inmediata de las angustias y esperanzas de esta edad sin que por ello
sacrifique la energía con que les advierte o simplifique el mensaje con que les anuncia y
confirma en la Buena Nueva Evangélica. Así lo han visto en Roma, en Santiago de
Compostela, en París, así lo hemos encontrado en Camagüey el pasado 23 de enero.
Sin afectar la solemnidad de la celebración eucarística, el Papa se mostró afectuoso con el inquieto público que coreaba: «Al Padre y Pastor, Camagüey le da su amor» y sobre todo: «El Papa se queda en Camagüey» e improvisó frases para animarlos; cuando percibió el canto de un grupo de visitantes mexicanos, preguntó: «¿Son cubanos que parecen mexicanos o mexicanos que parecen cubanos?»; más tarde al escuchar el lema: «Se ve, se siente, el Papa está presente», lo parodió, aludiendo al calor que emanaba el astro rey sobre la plaza y también a la presencia vivificadora del Creador allí: «Se ve, se siente, el Sol está presente». Encontramos así a un Pontífice nada preocupado, como pretenden algunos de sus adversarios, porque los cristianos del mundo se comportan como romanos, por el contrario, afanoso de que cada uno viva una fe encarnada en lo más auténtico de su cultura nacional. Muy cercano nos lo hizo sentir también la calidez con que saludó a los jóvenes que subieron al presbiterio a llevarle un mensaje de saludo o a presentarle diversos obsequios: estábamos ante un hombre siempre en el esplendor de la vida, que no envejece al igual que la Palabra de la que es Mensajero. Su homilía se fundamentaba en dos ejes básicos: el pasaje del joven rico que se acerca a Jesús para inquirir cómo ganar la vida eterna (Mc 10.17-22) y un pasaje del Salmo 119: «¿Cómo podrá el joven llevar una vida limpia?». Resulta notable cómo en su introducción hilvanó la exhortación paulina a «salir de las obras del mal y de las tinieblas y revestirse así con las armas de la luz» con la figura de Ignacio Agramonte, junto a cuyo monumento se celebró la misa, ejemplo de recios valores humanos, movido por la fe cristiana. También resalta el sabio escalonamiento con que el sucesor de Pedro fue graduando esta excepcional catequesis, dicha con simplicidad pero sin sacrificar su riqueza y matices. Preguntó a los oyentes: ¿Qué es llevar una vida limpia?, y señaló luego la facilidad con que actualmente se puede caer en el relativismo moral y en la falta de identidad. Vida limpia es sinónimo de vida «plenamente humana y comprometida con Cristo», marcada por la generosidad y la entrega. Junto al llamado a ser virtuosos y el recordar que «la felicidad se alcanza desde el sacrificio», estaba la insistencia en el papel que el cristiano y la Iglesia tienen en el mundo y especialmente en nuestro medio: «La Iglesia tiene el deber de dar una formación moral, cívica y religiosa, que ayude a los jóvenes cubanos a crecer en los valores humanos y cristianos». En vez de un pietismo individualista mostraba un camino firmemente cimentado en el magisterio de la Doctrina Social Cristiana al que él tanto ha contribuido. No olvidó el Pontífice las implicaciones pastorales de su llamado por eso pidió que la Pastoral Juvenil encamine sus esfuerzos a fundamentar un «programa de vida personal y social fundado en la caridad, la humildad y el sacrificio». Dada la excepcional importancia del tema abordado en Camagüey, dejó allí su Santidad un Mensaje para los jóvenes en el que insiste en este «programa de vida» y en sus aplicaciones personales y cívicas: «Nadie debe eludir el reto de la época en que le ha tocado vivir. Ocupen el lugar que les corresponde en la gran familia de pueblos de este continente y de todo el mundo, no como los últimos que piden ser aceptados, sino como quienes con pleno derecho llevan consigo una tradición rica y grande, cuyos orígenes están en el cristianismo». |
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