enero-febrero. año V. No. 23. 1998


CUBA después de la visita

 

Una visita es una visita. Pero la visita de Juan Pablo II a Cuba ha sido una conmoción tras la cual nada ha quedado igual. Si nos encontramos con lo cotidiano y "lo de siempre" es por la inercia de lo viejo que necesita tiempo y trabajo. Pero "lo imposible se ha hecho posible" y lo nuevo ha comenzado.

"Esta es la hora de emprender los nuevos caminos que exigen los tiempos que vivimos" -ha dicho el Papa sin dudar. Esta es la hora de todos los cubanos. Es la hora de que Cuba se abra. Y esto lleva tiempo, trabajo y serenidad.

Debemos hilar muy fino. Casi todo está dicho. Hemos escuchado la voz del Papa, la voz de nuestro Obispos, pero sobre todo hemos podido escuchar con toda claridad la voz del pueblo. Hilar fino significa seguir el hilo de lo que el pueblo ha expresado, no los "hilos" que convienen a intereses de parte o rezagos del pasado.

No cabe duda, la visita ha sido beneficiosa para todos.

Para el Estado: Ha recibido con cortesía y orden al más insigne visitante; ha acogido el testimonio y la palabra de la más alta autoridad moral que con su visita ha enviado un mensaje al mundo: el aislamiento no es el camino de los cambios, las medidas económicas como los embargos y los bloqueos "son injustas y éticamente inaceptables"; y ha condenado al "neoliberalismo capitalista que subordina la persona humana... a las fuerzas ciegas del mercado".

Pero en nuestra opinión lo más importante para el Estado, en su misión de servir a todo el pueblo, es haber declarado, por boca de su máximo líder, que recibir de esta manera al Papa es una prueba de civilización. Que escuchar con tolerancia y respeto las ideas con las que no se está de acuerdo es una prueba de madurez ciudadana y confianza política que no nos debilita sino que nos fortalece.

Esta es la aceptación oficial de que el pluralismo de opinión y la diversidad de opciones no divide al pueblo sino que puede ser ocasión para demostrar más profundamente su unidad. Por primera vez se practica a nivel de todo el pueblo lo que se experimentaba a veces sólo a nivel interno de organizaciones de masas en una democracia de apoyo cuyo marco era, y seguirá siendo durante un tiempo por inercia, expresar los diversos criterios siempre que no fueran opuestos a los oficiales. También se venía experimentando en espacios no oficiales que con mayor libertad de expresión reconstruyen la sociedad civil cubana sobre la base del respeto a la diversidad y el pluralismo. Lo que venía sucediendo en lo pequeño, lo impensable, lo prohibido no solo fue aceptado súbitamente sino alentado y valorado como prueba de madurez ciudadana y nivel de cultura y civilización.

Estos puntos han sido expresados antes de la visita y ratificados después de ella por la máxima dirección del país. Si nos ajustamos a lo dicho y lo hecho durante la visita, la hora del pluralismo ha sonado oficialmente. Y aunque se haya dicho que la mayor dificultad para comprender esto estaba en los propios cuadros y militantes comunistas, debemos corresponder a esta muestra de sinceridad diciendo que también en muchos otros cubanos y en la comunidad de los creyentes perdura la inercia de lo viejo. Entre otras cosas porque el cambio ha sido súbito y reciente.

Hace falta tiempo para asimilar y comprobar si la práctica diaria y a nivel de base se corresponde a esta voluntad de respeto y tolerancia hacia los criterios diversos, aún aquellos "con los cuales pueda estar en desacuerdo" y que, aún más, han sido agradecidos "en nombre de todo el pueblo de Cuba" en las palabras de despedida del Presidente cubano.

Esta visita ha permitido estos gestos y palabras del Estado cubano a su más alto nivel y ha demostrado que se puede convivir en la diversidad sin lesionar la unidad. Es más, han enviado al mundo un mensaje de tolerancia, civilización y esperanza. Este logro del Estado cubano no debe ser interpretado sólo como un dividendo político para el gobierno sino como un gesto de su voluntad de acoger, por primera vez a nivel de plazas y multitudes, un pluralismo que no es dañino para nadie. Este camino demostrado fehacientemente en la visita debe servir de ejemplo, experiencia y muestra de lo que necesita desarrollar en su interior esta nación. Así reconquistará la confianza y la apertura de todo el mundo que no tendrá otra alternativa civilizada que abrirse a Cuba como lo ha solicitado el Santo Padre. Esta experiencia no debe tener ni freno ni marcha atrás, debe avanzar con la gradualidad que es garantía de la seriedad y la durabilidad de los cambios que necesitamos.

La visita ha sido beneficiosa para todos.

Para la Iglesia en Cuba: Porque ha sido confirmada en su fe, alentada en su esperanza, acompañada y reavivada en su caridad. La Iglesia ha recibido el gran don de la visita del Vicario de Cristo, su fundador, que ha venido a decir con su voz lo que la Iglesia ha dicho con la suya y que ha encontrado confirmación y aliento en el supremo magisterio del Papa. No caigamos en la tentación de aceptar la voz del pastor que viene de fuera y de arriba y rechazar, aduciendo oportunidad o tono, la voz de los pastores que están aquí dentro compartiendo cotidianamente la vida de nuestro pueblo. Esta visita ha demostrado que lo que dicen nuestros obispos es la mismísima enseñanza del Papa, de la Iglesia, del Evangelio.

La Iglesia en Cuba ha llegado a su edad adulta luego de cuarenta años de prueba. La cruz es siempre fecunda. Es la hora de la Iglesia, pero sobre todo la hora de dar prueba de su madurez, su transparencia, su audacia y su moderación. Moderación es la actitud que promueve la gradualidad. Moderación no es no decir nada ni hacer nada, y menos consentir en todo. Es hacer las cosas que se deben hacer con el ritmo histórico que requieren los signos de los tiempos.

Ha sido beneficiosa para la Iglesia porque el pueblo cubano ha tenido la oportunidad incomparable de expresar públicamente sus sentimientos religiosos. Y cuando estos sentimientos salen fuera del santuario de la conciencia y toman carta de ciudadanía en las calles y plazas de su Patria, salen fortalecidas a la vez la Patria y la conciencia, el arraigo y la apertura a Dios, la convivencia ciudadana y la religión. La Iglesia tiene ahora el reto de acoger a los que han cambiado durante la visita, a los que vienen a buscar continuidad para esa experiencia de espiritualidad y libertad, para los que ya estábamos en su seno pero ahora hemos escuchado la llamada del Papa a profundizar en la fe, crecer en el compromiso y participar activamente en la vida pública desde nuestra identidad cristiana y proponiendo los aportes que emanan de la doctrina social de la Iglesia.

Sería fatal que la voz del Papa y de nuestros obispos no encontraran en los católicos, y en todos los hombres de buena voluntad, la aplicación en la práctica. Esto le dará credibilidad y frutos a la semilla de esperanza que ha sembrado el Santo Padre.

La visita ha sido una gracia de Dios para todos.

Pero, sobre todo, para el pueblo cubano: Porque ha tenido la oportunidad de sentirse uno y libre, porque ha tenido la oportunidad de demostrar su cultura y civismo. Porque como ha dicho el Santo Padre "ha sido un encuentro largo tiempo deseado por parte de un pueblo que, en cierto modo, se ha reconciliado en él con su propia historia y su propia vocación. La visita pastoral ha sido un gran evento de reconciliación espiritual, cultural y social, que sin duda producirá frutos positivos también en otros ámbitos." (Audiencia, 28 de Enero 1998)

Y cuando un pueblo se reconcilia consigo mismo: con su historia verdadera, con las raíces auténticas de su cultura, con la diversidad de sus hijos -piensen como piensen y vivan donde vivan- entonces ese pueblo ha cambiado. Comienza a aceptarse como es, para ser mejor de lo que es, pero sin excluir a ninguno de sus hijos.

Los frutos que esperamos después de la visita dependen de que ese camino de respeto por lo que somos, de fidelidad a nuestra vocación como pueblo, de reconciliación entre todos los cubanos de la Isla y de la diáspora, de los que creen o no, de los que opinan y actúan políticamente distinto, pueda ser protagonizado por todos los cubanos sin ningún tipo de bloqueos. Ese camino ha sido emprendido ya, pero solo en semilla, en proyecto, en señal. Ahora nos toca convertir la semilla en árbol de civilización, el proyecto en realidad cotidiana y la señal en trayecto.

Son también beneficios para el pueblo los alcanzados por la Iglesia y el Estado, que existen para servir al pueblo, y que, si han sido legítimamente beneficiados por la visita del Papa, esos beneficios deben revertirse en mayor soberanía y espiritualidad para toda la nación cubana. Pero recordemos la enseñanza pontificia que nos ha recordado que la persona humana, cada cubano, es el único sujeto, el centro y el fin de toda obra del Estado y de la Iglesia, es y debe ser, en fin, "el protagonista de la historia personal y nacional".

Y para los que se preguntan si todo esto tendrá marcha atrás, si habrá un frenazo, si la visita no tendrá la debida continuidad, queremos comunicarles una certeza: cuando un pueblo ha podido manifestar públicamente sus sentimientos religiosos, esto constituye una experiencia de libertad irreversible.

Desde hace más de 30 años la Iglesia Católica en Cuba está diciendo, y haciendo, que es posible la apertura al pluralismo y a la participación democrática por los caminos del diálogo y la reconciliación y no por los caminos de la violencia y de la muerte. La visita del Papa ha sido una verdadera lección de que ese diálogo es posible aunque nos parezca imposible. En esta ocasión también contamos con la convocatoria y la orientación del Presidente un mes antes en la asamblea nacional y cinco días antes desde las cámaras de televisión.

La Iglesia estaba preparada para esa convocatoria y cumplió su compromiso de garantizar un clima pastoral para la visita y no dejarse manipular por nadie. Los cuadros del Estado y del PCC respondieron a la convocatoria y lo hicieron bien, y con satisfacción en muchos de ellos. El pueblo demostró estar preparado para vivir estos momentos diferentes y pasar la prueba del respeto a lo distinto, la educación y la escucha ante las opiniones divergentes y la capacidad de compartir en la calle con personas que tienen opciones políticas, ideológicas y religiosas diversas.

La Iglesia venía diciendo y realizando lo que estaba en sus manos para hacerlo posible. Faltaba la convocatoria para que todas las condiciones aparecieran creadas pues lo estaban. Para que lo prohibido se lograra y para que los que no entendían comprendieran.

Y ahora, después de haber hecho esta experiencia que nos demostró a todos que es posible. Que el pueblo cubano está preparado para el pluralismo y lo desea, pues lo ha expresado civilizadamente en las calles y las plazas. Ahora que el mundo entero ha visto la verdad sobre Cuba. Lo que quiere su pueblo. Lo que es capaz de hacer su gobierno. La seriedad y capacidad de convocatoria de la Iglesia y su capacidad para respetar las funciones estatales sin dejarse manipular. Ahora... ¿qué es lo que falta para que Cuba se abra más prontamente a los nuevos caminos de libertad y democracia que exigen los tiempos que vivimos? ¿Qué falta para que lo haga sin violencias, gradual y pacíficamente?...

La visita y su preparación dependieron en la mayor medida de la Iglesia en Cuba, de sus pastores, sacerdotes, religiosas y laicos que desde hace décadas prepararon el terreno con sacrificio y perseverancia. Pero no podemos negar que la visita alcanzó los beneficios que hemos nombrado, y los que encontraremos en lo adelante, gracias también a una voluntad de decisión por parte del Estado, que abrió lo que hubiera podido haber permanecido cerrado. Sin esa decisión la visita no hubiera alcanzado los niveles que alcanzó.

Hay algo muy claro, como fruto de esta visita:

La Iglesia Católica en Cuba tenía razón en sus propuestas y en sus métodos graduales, dialogantes y pacíficos. Ella está lista para servir a Cuba en una evolución que conlleve a la apertura que ha pedido el Papa y que el pueblo ha expresado en las plazas.

El Estado y el PCC tienen capacidad de convencer a sus cuadros y de lograr que escuchen y dialoguen con personas que tienen ideas y propuestas diferentes. Y ha demostrado que, apelando a la razón y a la confianza como ha hecho el Presidente, asumiendo plena responsabilidad ante el riesgo, se puede mantener el orden, el clima de respeto y la libertad de expresión que necesitaba el pueblo para participar activamente en la visita del Papa. Eso mismo se puede lograr ante otros riesgos que supone un cambio en el sentido de perfeccionar y abrir nuestra democracia.

El pueblo ha demostrado que "es respetuoso de la autoridad y le gusta el orden... es un pueblo que ha luchado largos siglos por la justicia social y ahora se encuentra, al final de una de esas etapas, buscando otra vez como superar las desigualdades y la falta de participación." (Mons. Meurice. Palabras de saludo al Papa en Santiago). Y ha demostrado también, como ha dicho el Presidente, un alto grado de cultura y civilización ante la diversidad de opiniones.

Esperamos que no falte la convocatoria y orientación de la máxima autoridad del país para continuar esta experiencia de pluralismo y apertura pero llegando a la médula de los problemas nacionales, de los cuales solo los cubanos, sin esperar que todo nos venga de arriba o de afuera, debemos resolver entre cubanos: también eso es ser protagonistas de nuestra historia.

Esperamos que no falte la labor educativa, guiadora, alentadora y mediadora de la Iglesia que ha demostrado tener razón al recomendar: No tengan miedo, abran de par en par las puertas a Cristo. Las puertas del corazón y las de la cultura, la economía, la política y la sociedad. La gradualidad ha sido su método y su secreto. El arraigo y la encarnación en esta realidad ha sido la garantía de su fidelidad a Cuba y los sufrimientos e incomprensiones que ha vivido, venidos de todos lados, es la causa de su credibilidad.

Esperamos que no falte la discreción, el respeto y la apertura de las demás naciones de la tierra, especialmente de los Estados Unidos, Iberoamérica y la Unión Europea, para que puedan aprender de la visita del Papa que los problemas de Cuba deben empezarse a resolver desde la cercanía a Cuba, a su pueblo y también a sus autoridades, como lo ha hecho sin miedo y sin prejuicios el Papa... y no cualquier Papa sino Juan Pablo II, el papa polaco que conoce el nazismo, el comunismo y el capitalismo en su propia carne. Las medidas de fuerza deben cesar sin condiciones. La historia demuestra su ineficacia y la visita del Papa es buena oportunidad para abrirse a nuevas políticas que contribuyan a crear un clima de paz y cambios graduales, lejanos ya los años inflexibles de la guerra fría.

Cuba, después de la visita del Papa, espera que estos cuatro protagonistas: el pueblo, el Estado, la Iglesia y la comunidad internacional, no falten o lleguen tarde a la cita con su futuro, engendrado de sus entrañas de matriz cristiana y colocado en las plazas públicas por la voz y los gestos de un Pontífice que pasará a la historia como el Padre grande que acompaña a sus hijos, los pueblos del mundo entero, hasta el umbral de la esperanza. Pero que, una vez en esa puerta, los invita a alzar la frente, extender la mirada y emprender el camino con la autonomía y la madurez cívica de los pueblos adultos que son capaces de ser auténticos y pacíficos protagonistas de su propia historia.

Este es el camino que nos conducirá al "después de la visita del Papa". Cuba debe traspasar el umbral y seguir adelante.

 

Pinar del Río, 31 de enero de 1998