enero-febrero. año V. No. 23. 1998  


 

EL BESO DE CUBA

 

El beso de Lola Careaga, de Minas de MatahambreY, de repente, le besó. Estaba el Papa en la Plaza de la Revolución -¡ahora sí que nunca mejor dicho!-, en el corazón mismo de La Habana, que es como decir el corazón de Cuba. Entregaba el libro de los evangelios a los cristianos que se la han jugado durante años, para que se la sigan jugando, comprometidamente: padres de familias, chicas jóvenes, religiosos... y, de repente, se acercó a Juan Pablo II una señora mayor, con el pelo todo blanco, con su toquillita de encaje colonial sobre los hombros, delgada, como un manojo de sarmientos; recibió los santos evangelios, los besó y, en un impulso irreprimible, puso su mano derecha sobre el hombro del Papa y le besó la mejilla, con una ternura inefable. Era -todo el mundo pudo verlo- el beso de Cuba al Papa: el beso de hoy, de la esperanza, pero también el beso de la Cuba sufrida (...). Hay cosas que sólo se pueden decir con un beso. Juan Pablo II lo percibió, y acarició a Cuba en la mejilla de la anciana señora . (TOMADO DE "ALFA Y OMEGA")