enero-febrero. año V. No. 23. 1998


 

 

TESTIMONIOS POPULARES

de la Visita del Santo Padre a Cuba

 

 

 

 

 

por Aida Rosa Obregón

 

(...)

Emocionada ¿será así

como puedo yo decir,

que me siento en este momento?

Señor, ¿qué tengo por dentro

que nunca antes, sentí?

Ver en mi Patria a Martí,

a la Virgen adorada,

a San José bienhechor

y al Papa regando amor

por nuestra Patria tan amada.

 

Está llena la explanada

de creyentes y no creyentes

que al fin y al cabo son gente

trabajadoras y honradas

¡Oh Cuba, como un gran nido

de amor para el Evangelio

tendremos que defenderlo,

luchar con amor y calma

para llevarlo en el alma

como nuestro Apóstol Pedro!

 

 

Los tesoros reunidos,

lo que más yo he aclarado

lo que siempre he predicado

y lo que más he defendido.

 

Bendición Padre -te pido-

perdón para los pecados

y que jamás en la vida

nos veamos separados.

 

 


por Noel Ferro Díaz

 

Para impregnar solo una ligera impresión he de escribir algo, lo cual estoy seguro es demasiado superficial sobre una persona de la talla espiritual de alguien que ha sido hombre, hombre de cultura, y Padre Eclesial; mejor no escribir nada, sólo soy testigo del bien que hará a cada cubano abrir sus puertas a sus palabras, meditar sobre ellas e incluso, aquel que lo desee, que las abra a Cristo.

Esto lo ha escrito uno que incluso no es religioso.

 


 

por Flores Coro Bencomo

 

Caramba, pueblo cubano

al fin saliste a la luz

junto al nombre de Jesús

nos damos todos las manos.

 

Ahora somos hermanos

que vamos por el camino

buscando un nuevo destino

unidos por una voz

le damos Gracias a Dios

y al Papa del Vaticano.

 

Para Cuba es el mensaje

de un amigo sincero

que como hermanos los quiero

y no hay nada que me ataje.

 

Desaten todos los equipajes

paremos la emigración

salvando nuestra nación

unamos todos las manos

que nos bendiga el Señor

y el Papa del Vaticano.

 

 


 

 

por Tomás Pérez Morejón

(...)

Ya me siento liberado

Pues al conocer la verdad

Disfruto de la libertad

Que Cristo Jesús me ha dado

Aunque pobre muy confiado

Mi riqueza es la esperanza

Y la fe que sin tardanza

Nos ha traído Juan Pablo

Hay bastante, sé lo que hablo,

Y para todos alcanza.

 

Bendiga a los sacerdotes

En especial a Meurice

Porque él sabe lo que dice

Dios lo proveyó de dotes

Sin temor a los azotes

psíquicos o materiales

presentó las credenciales

de su grey con valentía

delató con hidalguía

las verdades esenciales.

 

Tus males no opacó en nada

Tu viaje de sacrificio

Sólo vistes el beneficio

A gente necesitada

De esperanza, que angustiada

Por ayuda mira al cielo

Escrutando el azul velo

Y del aire nos bajaba

Porque Cristo te enviaba

A llenarnos de consuelo.

(...)

 


 

 

VIAJE AL CORAZÓN DEL PUEBLO CUBANO

por Raúl Rivero

 

La visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, se convirtió, por su intensidad y calidez, en un viaje al corazón del pueblo cubano.

Me llamó la atención su capacidad para comunicarse con los cubanos, su poder y elocuencia para acercarse a los temas más urgentes y dolorosos de la sociedad de forma clara, directa y constructiva.

La presencia del sucesor de Pedro en la Isla, con todo el esplendor de la historia y la leyenda, con el universo místico que lo rodea, no impidió que se percibiera el humilde joven polaco amante del teatro y la filosofía, ni ocultó definitivamente al ciudadano Karol Wojtyla, en su dimensión cívica y humana.

Fue una fiesta para la República y dejó una atmósfera de regocijo, fe y confianza que debe contribuir al encuentro de una Cuba en armonía, unida en la diversidad, donde pueda vivir y trabajar, entrar y salir todo cubano.


 

 por Manuel Toste

 

(...)Próximo a la hora que sobrevolaría nuestra provincia, era hermoso el panorama, azoteas llenas de hombres, mujeres y niños desbordantes de alegría y júbilo, en balcones, techos, en las calles, y como es natural en las Iglesias el mayor público. Era un gran derroche que contagiaba, un arco de color, de pañuelos, cintas, banderas y cristales y espejos, que centelleaban de luz. Era algo emocionante, en cada pecho palpitaba una extraña alegría difícil de explicar. Por más de una ocasión las campanas repicaron creyendo verlo venir y el alboroto reinaba.

Cuando al fin apareció el avión que traía al Enviado del Señor, fue algo extraordinario que no hay palabras para explicar; la serenidad del avión, fue bastante para que salieran expresiones como estas: Es una gran paloma de metal (un artista), Que serenidad tan plena (un chofer), Se ve que la paz va en ese avión (una anciana), Sólo de ver el avión he sentido algo extraño en mí (ama de casa), Solamente un Santo lleno de gracia, puede haberme conmovido así (maestro de secundaria no practicante), Ahí va nuestro papa (un niño que salía de la escuela), Gracias Señor por darme esta gran alegría (un arquitecto no práctico)...

(...) En la calle se oía decir: "No fallaron, pasó el avión por nuestra provincia", pues muchos decían con firmeza que no se dejaran engañar, que era mentira, que el avión no iba a pasar. Pero al fin venció la verdad y la gracia de Dios estuvo presente

 

(...) Un psicólogo no creyente me decía que estaba muy de acuerdo con lo que el papa había dicho sobre la familia.

(...) La misa de la Plaza de la Revolución, esta fue la que dio la bella realidad de ver a todo el pueblo de Cuba unido. (...)Estaban reunidos para escuchar llenos de amor, de esperanza, de valores humanos, de esfuerzos en común para el bien de todos los cubanos y para llegar a una unión entre todos y el respeto entre sí. "Pues Cuba debía abrirse al mundo y el mundo abrirse a Cuba". Todos los cubanos éramos los responsables de esta realidad con el esfuerzo de todos.

(...) Escuché exclamaciones como estas de un hermano no creyente: "parece que Jesús y Ché están dialogando". Otra creyente: "Jamás por mi mente pasó que en la Plaza de la Revolución, vería al Sagrado Corazón de Jesús ¡qué emoción tan grande!". En la Plaza se demostró un pueblo hambriento y sediento de justicia, paz y amor, en busca de los valores que se han perdido, que enriquecen el espíritu.

 


 

 

por Yaxys D. Cires

 

El pueblo pinareño en las calles y azoteas con sus espejos, banderas y pañuelos y "un anciano vestido de blanco" que desde el avión, procedente de Italia, trasmitía un saludo lleno de gratitud y exhortación hacia los pobladores de esta zona del país, fueron los primeros protagonistas del acontecimiento más grande de la vida de la Iglesia cubana, uno de los más importantes de nuestra historia, y de una experiencia personal de alegría de ser cristiano y cubano, esto fue: la visita del papa Juan Pablo II a nuestra Patria.

A pesar de los grandes temores que existía antes de realizarse esta visita, siempre tuve la esperanza de que el papa iba a calar hasta lo más profundo del corazón y entendimiento de los cubanos; puedo asegurar que así fue, sus gestos, sus palabras valientes enriquecidas desde el evangelio, su sonrisa y mirada, conmovieron a todo el pueblo que participó en las cuatro misas y a los invitados de los demás encuentros. Tuvo razón el Dr. Joaquín Navarro Vals, portavoz del Vaticano, cuando dijo que Juan Pablo II es un espíritu que arrastra un cuerpo. El Papa a pesar de sus operaciones, enfermedades, cansancio por el trabajo diario y de sus achaques por la edad, es un hombre que mantiene un espíritu de perseverancia y alegría, que hace llamar, aplaudir o gritar a cualquiera. Esto lo noté principalmente en Camagüey, en la misa cuyo tema fue "los jóvenes".

Juan Pablo II nos llovió esperanza de la Iglesia y de la Patria, su homilía y mensaje me hizo reflexionar como a tantos otros jóvenes, sobre si soy en verdad un protagonista de mi historia personal y de la sociedad en que vivo. También me sentí muy identificado con palabras suyas que las veo reflejadas en mi vida de joven, y en la vida de la Iglesia y del pueblo. Puedo asegurar que el Papa llegó a mi interior, hizo que me preguntara qué tengo que cambiar, qué tengo que mejorar y qué tengo que seguir haciendo cada vez con mayor entusiasmo y audacia apostólica.

No puedo dejar de mencionar mi experiencia al pie de la escalinata de la Universidad de La Habana donde junto a otros jóvenes clamamos "queremos ver al Papa, al Mensajero de la verdad y la esperanza" y cantamos el himno nacional. Esto me recordó a José A. Echevarría y a tantos jóvenes que unidos a él bajaron esos escalones en busca de la verdad y la esperanza para su patria.

Más que mi experiencia personal puedo decir que lo es también de otros tantos jóvenes, incluso de los que no tuvieron la oportunidad de acercarse y tocarlo o que en las multitudes, ni tan siquiera pudieron verlo. Estoy seguro de que la experiencia continuará.

En la Plaza José Martí expresó: "El Espíritu sopla donde quiere y quiere soplar en Cuba", y si el Espíritu quiere seguir que cuente, pues, con mi colaboración.

Cristo y Cuba se alegrarán.