noviembre-diciembre.año IV.No.22.1997


RELIGIÓN

LA IGLESIA MISIONERA

por Casimira Gallego Izquierdo

En la primera lectura Isaías (52,7,10) alaba y da la bienvenida a los pies de los mensajeros que van por los cerros trayendo la Buena Noticia, que anuncian la paz, y la Victoria que dicen a Sión: "Ya reina tu Dios"

En tiempos de Isaías esos pies eran los de los profetas que el nuevo Rey enviaba a todas las Provincias para anunciar su llegada al trono. Pablo hace esta misma presentación a los apóstoles cristianos que van a decir a todo el mundo que ahora Cristo es el Señor, el Rey, el Salvador (Rm.1,1-5; 2Cr.2,14)

Esta noche en este ambiente de celebración de su Patrona, esta comunidad cristiana quiere retomar esta apropiación del Apóstol Pablo para todos esos grupos apostólicos, personas de fe y de buena voluntad que comprometidas, dan vida y esperanza, que con su testimonio cristiano y humano anuncian la paz y la salvación de esta Parroquia, en este pueblo.

En el Evangelio Jesús nos habla profundamente al corazón. En los setenta y dos enviados estamos todos nosotros. Las exigencias y recomendaciones que les hace a ellos, son también para nosotros, para toda la Iglesia. Hermanos, somos misioneros de verdad, la Iglesia es misionera de verdad, cuando vamos por la vida sin alforjas, sin sandalias, ni bastón... Cuando superamos la tentación del miedo a la persecución.

Las bienaventuranzas de la pobreza, la humildad, la lucha por la paz y la justicia, la persecución, son el programa que Jesús vivió y el que Él nos da a quienes queremos seguir su misión.

Aunque ya las lecturas nos han introducido en el tema para la reflexión de este día de la Novena "Iglesia Misionera" vamos a compartir algunas ideas sobre esta dimensión de la Iglesia:

¿Cuándo creen ustedes que una Iglesia es misionera?... Bien, veamos algunas características importantes:

La Iglesia es misionera: cuando aparece ante el mundo como verdadero Cuerpo de Cristo y como Sacramento de Salvación. Es propio del cuerpo hacer presente y visible a la persona. Por tanto la Iglesia tiene que organizarse y vivir de tal manera que la gente al ver a la Iglesia, vea a Cristo. Es propio del Sacramento ser signo visible de la realidad invisible. Por consiguiente la Iglesia ha de funcionar de tal manera que a la gente se le meta por los ojos el proyecto de Jesús, la vida nueva que ha aportado Jesús al mundo.

La Iglesia tiene que convencer por su coherencia evangélica, expresada en el amor-servicio; por estar centrada en el Reino de Dios, no tanto en la institución.

Una Iglesia es misionera: cuando todos sus miembros están al servicio del Reino. La Iglesia no es para sí misma, sino para hacer presente el Reino.

El Reino se hace presente, en primer lugar, por el testimonio, por la vivencia de los valores evangélicos. Creemos en el Señor resucitado, en su mensaje, en su salvación, en la medida que lo experimentamos en nuestra vida. De la fe experimentada nace la palabra, nace el anuncio verdadero. Esto es lo que a Jesús le daba autoridad moral en su misión; esto es lo que hacía que creyeran en él; esto es lo que produce la conversión en los sencillos y limpios del corazón.

Una Iglesia que pone el énfasis en la multiplicación de los discursos, en las normas, en la doctrina, en la proliferación de reuniones, se parece más a una institución civil que al reino de Dios.

La Iglesia es misionera: cuando ama y defiende la dignidad de las personas; cuando devuelve al pobre su rostro perdido; cuando sabe abrir espacios para el diálogo, la participación, la confrontación. Cuando los laicos se sientan protagonistas activos y no personas pasivas a la espera de que le digan cómo lo tiene que hacer..., cómo lo tiene que pensar...

La Iglesia es misionera: cuando se preocupa más en buscar la oveja extraviada, que en atender esmeradamente a las 99 que no se han perdido... Justamente lo contrario de lo que generalmente pasa... la Iglesia dedica más tiempo, más energías en cuidar el pequeño redil, que en buscar a los alejados. Es común en la Iglesia ver a los Obispos, los Sacerdotes, las Monjas y los cristianos "comprometidos" rodeados siempre de personas "buenas", honestas y piadosas... ¡Qué dificultades encuentran para su prestigio personal, su credibilidad, aquellos y aquellas que queriendo ser fieles a las actitudes de Jesús, buscan cómo relacionarse con los aparentemente no tan "buenos"!

La Iglesia es misionera: cuando trabaja por la liberación integral de la persona; cuando pone al servicio de esta liberación-salvación lo mejor de ella: la fe, el amor, la justicia y la verdad.

La Iglesia es misionera: cuando ella y sus miembros han tomado conciencia de que la realidad incipiente del Reino puede hallarse también fuera del ámbito de la Iglesia, en la humanidad entera, en cada hombre y mujer, en cada grupo humano que vive los valores evangélicos, que sepa escudriñar la acción del Espíritu y abrirse a ella. (Jn. 3,8) "La Iglesia es sacramento de salvación para toda la humanidad y su acción no se limita a los que acepten su mensaje" (R.M.20). El don de la fe recibido no es sólo para ella, le exige también dar respuesta al mandato de Jesús: "Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación" (Mc. 16,15).

"La necesidad de que todos los cristianos compartan la tarea misionera, no es sólo cuestión de eficacia apostólica, sino un deber-derecho basado en la dignidad bautismal" (R.M.).

Esta necesidad se vuelve urgente en nuestra sociedad cubana. La Iglesia y el cristiano cubano tienen que ver en su pueblo el primer y prioritario lugar de misión. Tienen que verlo como el lugar histórico donde se realiza el proyecto del Reino. Es un lugar histórico marcado por el pecado y por la gracia. Nuestro pueblo es parte del mundo donde crece junto el trigo y la cizaña. La misión de la Iglesia es saber distinguir entre los dos.

La Iglesia es aquella parte del mundo que acoge, anuncia, proclama y quiere vivir el proyecto del Reino.

En cuanto está presente en el mundo, está marcada también por el pecado del mundo y necesita de las mediaciones históricas. En cuanto mediadora tiene una doble fidelidad: fidelidad al Reino, fidelidad al mundo. (R.M.)

Por eso, la Iglesia misionera, el cristiano misionero, necesitan continuo discernimiento sobre sus formas de vida, sus actitudes, su pobreza, su solidaridad, su pedagogía pastoral.

El pueblo no sólo necesita servicios pastorales y sociales, necesita luz, la LUZ liberadora y salvadora de Cristo que le revele su dignidad humana-cristiana, el sentido de su vida y de sus aspiraciones. Hay que ser lámpara que ilumina y no "chismosa" que ensucia y casi no da luz.

Se me ocurre una analogía: La Iglesia en el mundo es como los sentidos en el cuerpo: tiene que tener "ojos" limpios y llenos de fe para mirar y ver la realidad y el paso de Dios por ella; oídos atentos para escuchar la voz de Dios y el grito de los hermanos que piden libertad, amor y justicia; es la que olfatea con sensibilidad el buen o mal olor de las situaciones políticas, de las ambigüedades políticas, y religiosas; es la que sabe saborear y gustar el mensaje de la palabra de Dios y las cosas buenas, los pequeños logros que se van dando; es, finalmente, la que toca y palpa de cerca la realidad la realidad de las personas, las familias, las comunidades, la realidad de ella misma y de la sociedad.

Sólo después de ver, oír, gustar, oler y palpar, puede hablar con verdad, puede orientar y animar, puede denunciar proféticamente el mal; pero sobre todo puede anunciar la Buena Nueva de la liberación-salvación que Dios en la persona de Jesucristo nacido en un pesebre y muerto en una cruz nos alcanzó.

Hermanos: la misión que se nos ha encomendado, es una misión humana-divina, dada en gratuidad: "Ustedes no me escogieron a mí. Soy yo quien les escogí, y les he puesto para que den fruto y ese fruto permanezca"(Jn. 15,16).

Tengamos como sostén y base en nuestra acción misionera que:

El primer misionero fue Dios Padre, enviando a su Hijo; así Dios entra en la historia humana.

El protagonista de toda acción misionera es el Espíritu Santo "La presencia activa del Espíritu no afecta únicamente a los individuos, sino también a la sociedad, a la historia y a los pueblos..."(R.M.28)

-. Jesucristo es el gran realizador de la misión del Padre. Al encarnarse en nuestra naturaleza, fue el gran testigo y anunciador del PADRE y del Reino. Cristo con sus actitudes reveló y proclamó la bondad y la misericordia de Dios, el verdadero sentido de la vida, la salvación.

-. María con su SÍ al Señor, se convierte en la gran misionera de la voluntad salvífica de Dios. "En la historia de la salvación se abre un amplio espacio, dentro del cual la Virgen María sigue precediendo al Pueblo de Dios" (R.M.6).

-. También tenemos que apoyarnos en el testimonio de los Doce elegidos por Jesús. Primeros agentes de la Misión Universal donde posteriormente destacará el apóstol Pablo, el incansable misionero. En la figura de Pablo podemos reafirmar una vez más que la tarea misionera es una cuestión de fe y de amor. Pablo más que recibir una orden en Damasco, vive una experiencia. La fe y la comunión con Cristo la recibe en Damasco, allí fue su experiencia fundante (Flp 3,8). De esta experiencia Pablo se vuelve la propiedad de Cristo, vive de Él y para Él. Pablo percibe que el cristiano es el hombre nuevo. Él entendió que el que estaba en la Cruz es el Salvador. Y esto lo anuncia a tiempo y a destiempo, a judíos y a gentiles (Gál. 1,15-16)!

Ni Pablo ni ningún cristiano puede hablar de su identificación con Cristo y olvidarse de su misión, de su tarea apostólica.

En la expansión misionera de los orígenes junto a los apóstoles encontramos a otros agentes misioneros menos conocidos, que son también testimonio para nosotros. Personas, grupos, comunidades. Un típico ejemplo es la comunidad de Antioquía, que de evangelizada pasa a ser evangelizadora y envía sus misioneros a los gentiles. (Hc 13, 2-3). La Iglesia primitiva vive la misión como tarea comunitaria. A través del tiempo la Iglesia ha continuado esta misión; aunque no siempre con esa radicalidad evangélica, ni con ese entusiasmo inicial. Pero no podemos olvidar el testimonio de algunos misioneros insertos en la historia de nuestros pueblos latinoamericanos, como Bartolomé de las Casas, Montesinos y otros. ¿Cómo no recordar al fiel testigo de la fe y de la verdad P. Félix Varela en nuestra Iglesia cubana?

Que estas reflexiones y estos testimonios reanimen nuestro espíritu y nuestro corazón, para prepararnos a la "gran Misión" que se nos aproxima. Tomemos conciencia de que nuestra experiencia de fe está al servicio de la comunidad, del pueblo, del mundo.

Nuestra tarea misionera antes que tarea a realizar, es gracia de Dios a recibir, prueba del amor gratuito de Dios y pura iniciativa suya, sin que haya mérito por nuestra parte. Por eso, ninguna imposición en nuestro mensaje, en nuestro anuncio; lo importante en la actividad misionera es crear las condiciones de respeto y libertad; cada persona debe hacer su experiencia de fe y de humanización. A nosotros nos toca por medio del testimonio y de la Palabra disponer la voluntad y el corazón de la gente para que acojan el mensaje de la Buena Nueva de Jesús. Dios se encargará de dar el fruto. Y no olvidemos que la Misión es gracia de Dios que exige unión con Cristo, docilidad al Espíritu y amor a la cruz. ÁNIMO!!

N.R. esta reflexión fue leída por la Hna. Casimira Gallego Izquierdo en la Parroquia La Caridad de Pinar del Río, el 2 de septiembre de 1997.