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noviembre-diciembre.año IV.No.22.1997 |
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ENCUENTRO CON...
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LO ÚNICO QUE PUEDE SALVARNOS ES JESÚS. ENTREVISTA AL ESCRITOR AGUSTÍN DE ROJAS por Yoel Prado Rodríguez |
Agustín de Rojas Anido, uno de los pilares más sólidos de la
literatura de ciencia ficción cubana, no cree en la existencia de Dios. Se autodefine
ateo y marxista, y a lo largo de su trayectoria intelectual ha tratado de ser
rigurosamente fiel a esas ideas.
Sin embargo, le acaban de galardonar una obra sobre Jesucristo. En ella no asume la dogmática actitud de otros escritores de su mismo signo filosófico, que empequeñecen al Hijo de María hasta disolverlo en las siempre confusas aguas del mito, la leyenda, la invención. Con El Publicano, novela que en marzo de 1997 recibió el Premio Nacional de Literatura "Dulce María Loynaz" (auspiciado por la Casa Editora Loynaz y el Ayuntamiento de San Lúcar de Barrameda, España), Agustín de Rojas prefiere acercarse a Jesús como símbolo supremo del Amor. Nacido en Santa Clara en 1949, pertenece a una distinguidísima familia de músicos, pintores, poetas, narradores, críticos... Allá por 1972 se graduó de licenciado en Ciencias Biológicas en la Universidad de La Habana. Su currículum también incluye una cátedra en el Instituto Superior Pedagógico "Félix Varela", el desempeño como especialista de Biomedicina y la dirección del Centro Provincial del Libro en Villa Clara años atrás. Pero es la literatura el ámbito por excelencia donde se mueve este hombre alto, ligeramente encorvado, con gruesos cristales y hablar parsimonioso. Porque Agustín constituye un escritor de valía y así lo comprendieron los lectores cuando en 1980 su novela Espiral obtuvo el premio DAVID. El libro se convirtió en todo un acontecimiento para la novísima literatura de ciencia ficción cubana. Otras dos novelas, Una leyenda del futuro (1985) y El año 200 (1990), completaron la exitosa trilogía del santaclareño, cuya sólida formación científica le permite crear escenarios rigurosos y veraces, muy diferentes del mundo fantástico que acostumbran a construir otros colegas suyos del género. Un rasgo medular de este autor ha sido siempre la preocupación por los conflictos humanos, los sentimientos contradictorios, los valores éticos y el mejoramiento del hombre. Culto, talentoso, perseverante... es además un devorador de libros y un infatigable investigador de pensamiento complejo. Muchos no lo entienden cuando expone lo que piensa y otros se empeñan en descubrir "segundas lecturas" en cada cosa que dice. Pero en el fondo, todos saben que están frente a un cubano al cual hay que oír, porque sus opiniones poseen el sabor de la honestidad y la inteligencia.
¿Se puede ser terrenal sin preocuparse por el futuro? Ciertamente, existe una vertiente de la ciencia ficción de carácter fantástico donde hallan cabida muchos autores que buscan y ofrecen sólo una evasión del mundo real, y por desgracia es la que más se conoce en Cuba. Pero dentro de este género o subgénero existen obras de una "terrenalidad" pasmosa, ante la cual me quito el sombrero. Elegí la ciencia ficción como modo expresivo porque me permitía analizar las consecuencias de actitudes y modos de pensar actuales de gente supuestamente "terrenal" que ignora lo más importante: se cosecha lo que se siembra.
Siempre tuvo dificultades para publicarse, salvo ciertos nombres, y escasez de cultivadores. Entre los mejores que conozco, la mayoría ha pasado a escribir realismo, y realismo "sucio". Creo que es natural: en épocas de crisis no se necesita plantear los problemas que nos aguardan en el futuro, sino abordar los que nos están golpeando ahora.
Aquí tropezamos con un estereotipo. Géneros y subgéneros literarios son una convención muy cómoda... pero sólo una convención. Un escritor escribe para plantear cuestiones que le interesan, de acuerdo con su personalidad y las características del mundo en que vive. En función de esto y de sus posibilidades, escribe cosas que los editores, críticos y público en general clasifica como ciencia ficción, novelas rosa, aventuras, etc. Pero el escritor no le debe fidelidad a un género, sino a sí mismo. En la actualidad, todo cubano se preocupa intensamente (y no le falta motivo) por las carencias materiales. Sin negar la base factual de esta inquietud, para decirlo del modo más suave posible, a mí me preocupa también, incluso más, mucho más, otro problema: el deterioro moral y espiritual que ojalá pudiera decir que se restringe a una minoría insignificante. Las crisis económicas terminan por pasar. Pero la reconstrucción de valores espirituales y morales, sin los cuales el hombre no es hombre, es un proceso mucho más lento. Exigirá generaciones enteras; generaciones de cubanos que, en una parte considerable, se ahogarán en su miseria espiritual, aunque hayan logrado alcanzar cierto bienestar material. Todo lo que se haga por detener o frenar ese proceso de desintegración que amenaza la misma esencia de la conciencia nacional, o para disminuir el período de recuperación posterior, es poco. Y aquí (hablo como ser terrenal, materialista, pragmático, objetivo) lo único que puede salvarnos es Jesús. Hay que devolverlo a su puesto en la conciencia de todos los cubanos, creyentes o no. En ese sentido, El Publicano está dirigido a los no creyentes. Pero también ha sido reanimador para los creyentes que lo han leído, al recordarles (pese a todos los defectos que puede tener desde un punto de vista teológico) que Jesús fue, es y será la viva encarnación del Amor. Y sin Amor, nada vale.
A veces sueño con dejar de ser un problema para los demás. Hasta he tenido la tentación de decir que sí, que tengo fe, y así tranquilizar y hasta alegrar a las almas de quienes se han esforzado por convertirme, en un acto que reconozco inspirado en el más puro amor: el de compartir conmigo la salvación que ellos han encontrado en la religión. Pero si les dijera que sí, que tengo fe, sería una mentira. Y no se puede edificar nada que valga la pena sobre la mentira. Hay dos títulos que me parecen muy exactos para describir el polo opuesto de Jesús: Padre de la Mentira y Príncipe de las Tinieblas. ¿Proclamo a Jesús por una simple necesidad práctica, o es algo que realmente me sale de lo más hondo? Esa es una pregunta que sólo el tiempo puede responder para los demás; consciente de ello, te digo que me nace de los más profundo de mi ser... pero no es fe. Tomás de Aquino definió muy claramente la diferencia entre fe y razón. Aquello que es demostrable de un modo lógico, riguroso, no puede ser objeto de fe. Y para mí, el hecho histórico de que Jesús, Hijo de María, fue durante su vida terrenal la más pura, la más increíble encarnación del Amor, es algo que está fuera de toda duda razonable. Y no puedo decir creo, sino sé, con ese doble conocimiento de mente y corazón que te llena plenamente. No se trata de ese método de evadir a Jesús diciendo que fue o es una persona excepcional, para luego meterlo dentro del montón innumerable de "personas excepcionales". No; Él es la única persona excepcional, y si se utiliza ese título para Él, no puede usarse para nadie más. Hasta ahora, ha sido el camino de la fe el único seguro para llegar a Jesús, mientras que el de la razón, a pesar del denodado esfuerzo de los teólogos, sólo ha servido para apartarse de Él. Sin embargo, me parecería presunción considerar que soy la excepción que confirma la regla. Quizás estamos llegando a la madurez. Quizás estamos dejando de ser niños. Quizás ya no tengamos que ver por espejo, oscuramente, sino que al fin veremos cara a cara...
Desde un punto de vista exegético, a Carlos Marx se le puede considerar como un milenarista. Es decir, creía fervientemente en la inmediata llegada del Reino del Amor a la tierra, pues no es posible definir en otros términos la sociedad comunista que él soñó y que hay que distinguir muy bien de lo que se llamó "el socialismo real". Dada esa sensación de inmediatez (pensaba que el comunismo se podía implantar en el siglo pasado), la política de paz y consolidación de las iglesias tenía que considerarla errónea. Puesto que fue Marx quien se equivocó al calcular el tiempo que nos falta para el Reino, y que se necesita todavía la obra de generaciones, ese "opio" se revela como un benéfico anestésico que ayuda a los pueblos a sobrellevar esta parte tan prolongado... Carlos Marx podrá haber sido el hijo rebelde, pero es hijo en fin de cuentas, de ese espíritu cristiano que lleva a soñar y trabajar por un futuro mejor. No es otra la raíz de las utopías que él mismo reconoció como precedentes de su teoría. Por otro lado, el marxismo original (no esas deformaciones que proliferaron tan pronto, obligando a decir a Marx que él no era marxista) es una herramienta intelectual muy eficaz, teniendo como piedra de toque el criterio de la práctica. Ese carácter antidogmático haría que Marx, si resucitara ahora, no se aferrara a un planteamiento nacido de una valoración errónea y que a él le gustaría rectificar, si pudiera. Recordemos que su lema fue "duda de todo", empezando por sí mismo. Y durante su vida dio pruebas de esa capacidad de rectificar cuando la práctica le probaba que estaba equivocado.
Al principio, luego de hacer la revisión bibliográfica previa a la novela, estuve tentado de hacer una obra de exégesis. Pero el Obispo de Santa Clara me salvó, advirtiéndome que no debía hacerla... Te preguntarás por qué un ateo hace caso de las prescripciones de un Obispo. Es puro sentimiento de deuda con la Iglesia; gracias a ella pudo llegarme la Buena Nueva de que Jesús había pasado por este mundo, Pronto me di cuenta que no tenía sentido hacer exégesis clásica, o teología, o "ateología"; Jesús no hizo exégesis ni teología: hacía parábolas. Como Verbo activísimo que fue, su vida entera es una parábola, y el único medio que tenemos de acercarnos a él son esas parábolas bellísimas que se llaman Evangelios. En cierto sentido, El Publicano trata de ser una parábola. Si el lector sale de la novela convencido de que Él es Amor, de que la cuestión de si hizo "milagros" o no es intranscendente porque Él es el auténtico Milagro, el objetivo estará conseguido. Y creo que algo de eso he logrado. La opinión del jurado (ateos en su mayoría), o más exactamente el efecto del libro sobre ellos, fue levantarles el espíritu, llenarlos de ánimo. Y eso que la historia narrada es terrible: muere uno de los protagonistas en plena desesperación, y el otro marcha de modo inevitable hacia la cruz... Sin embargo, te llena de alegría. No, no es el término exacto. No puedo hallarlo. Pero da aliento y fuerzas esa historia que, como toda parábola, busca su apoyo en el máximo realismo histórico. En cuanto al juicio de los teólogos, uno de ellos y no de los menos prestigiosos, sostiene que no hubo Resurrección. Espero demostrarle, de un modo rigurosamente histórico, que sí la hubo... Pero eso será en la próxima novela, La llegada del Reino. Y después vendría la historia de la Primera Iglesia, y del Judío Errante... Como ves, será difícil que vuelva a la ciencia ficción antes de los cien años.
Martí es más que el símbolo, es la síntesis concentrada de lo que es la cubanía. De eso todo el mundo está consciente. El problema surge cuando se le pretende reducir a ópticas estrechas, adaptar a Martí al marco de las ideas propias, mutilando lo esencial en él. Hay que empezar por reconocer que ese título que se pretendió olvidar, el de Apóstol de Cuba, es algo más que un título honorífico. La clave de Martí es el amor, y no puede pasarse por alto que la fuente de donde lo bebió se llama Jesús. Se ha pretendido ver en sus choques con falsos religiosos, que él rechazaba a la Iglesia y con ella a Jesucristo, negándose a reconocer que Martí sólo quería que la Iglesia le fuera siempre fiel al Crucificado... No es cuestión de hacer un recuerdo exhaustivo de las maneras en que se ha tratado de apartar a Martí de la tradición cristiana, occidental, de la cual es uno de los más brillantes frutos; lo que hay que ver son las consecuencias de negar su raíz espiritual. La obra amorosa del Maestro despertó la dignidad de los cubanos, la conciencia de su cubanía y fulminó a los anexionistas, que él trataba con el máximo respeto personal: "Miente como un zascandil/El que diga que me oyó/Por no pensar como yo/Llamar a un cubano `vil´...¿Quién con injurias convence?/¿Quién con epítetos labra?/Vence el amor. La palabra/Sólo cuando justa, vence" . Y él venció por amor, por la justeza de su palabra, siempre respetuosa del derecho a disentir de los demás. Piénsese sin aferrarse a dogmas: ¿Se ha seguido en verdad su ejemplo? ¿Por qué se han alcanzado resultados opuestos? De haber infidelidad a Martí, creo que es totalmente involuntaria. E inclusive puede nacer de pretender seguirlo, ignorando su auténtica raíz nutricia: Jesús. Es eso lo que creo que nos falta, y nos es tan necesario como el aire devolver a su lugar, reconocer el papel esencial que tiene el Hijo de María en nuestra cultura, en nuestro ser nacional. Resistirse a ello, pretender seguir negándolo, es la manera más segura de destruirnos como pueblo cubano.
Me es dificilísimo resistir a la tentación de responderte: "¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?" Procuraré sobreponerme a ello. No me gusta el concepto de "conciencia crítica"; le pone los pelos de punta a cierta gente y no me gusta antagonizar con nadie. Prefiero el concepto leninista del escritor como espejo de la realidad que vive. En ese sentido, estoy de acuerdo con la misión que le debiera corresponder a los intelectuales, o más exactamente, que debieran asumir. Por desgracia, carezco de ojos para ver en el corazón humano, y no sé si ciertas actitudes nacen de una interpretación errada, pero honesta, de la situación actual, o de un muy humano miedo a las posibles consecuencias de actuar de acuerdo con los dictados de su conciencia. Y aún si hubiese casos de la segunda variante, ¿quién soy yo para juzgarlos? Creo que allí habría que proceder de acuerdo con la tradición eclesiástica primitiva. Recordemos que, durante las persecuciones, abjuraron muchos de los cristianos de entonces; hubo Obispos que hasta entregaron los libros sagrados. Cuando la persecución cesó, quisieron volver, y la Iglesia los aceptó de nuevo, fiel a la amorosidad de Jesús, a pesar de las protestas de figuras prestigiosas como Tertuliano, por ejemplo.
Diría que reto y desafío son uno solo: salvar nuestra identidad nacional, detener el proceso de descomposición espiritual que amenaza con convertirnos en una masa amorfa de individuos vacíos de valores... La única diferencia que se puede hacer es que la responsabilidad de escritores y artistas, aunque no sean "conciencia crítica", es inmensamente mayor que la de cualquier otro. Como buen ateo, no creo que haya Infierno. Pero preferiría los suplicios más refinados por toda la eternidad antes de que me pese en la conciencia que me faltó algo por hacer, la cosa más nimia, por ayudar a mis compatriotas en esta hora de pruebas. |