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noviembre-diciembre.año IV.No.22.1997 |
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¿MUERTE VS RESURRECCIÓN?. GRABADO EN PINAR DEL RÍO por Ángeles Álvarez y Pedro Pablo Porbén Álvarez |
Aclaración
a modo de premio.
Este artículo, en tanto reflexión y cuestionamiento implícito, pendía cual espada de Damocles o gravitaba como noria- en los últimos años a la espera del resurgir mito- "lógico" del fénix del Arte de Grabar en Vueltabajo. Casi termina el siglo de las pandemias y nada apunta a revelar más que el sombrío panorama de esta manifestación plástica. Este sorbo de historia y algo de actualidad intentará pues llamar a la puerta bloqueada de la cordura y alertar sobre la necesidad de reanimación institucional en pos del Arte. Algo de historia. Los primeros grabados cubanos, realizados en metal por Francisco Javier Báez, datan de 1763 en un siglo donde son numerosos los grabadores extranjeros que se acercan curiosos a la abigarrada realidad que los embriaga y nos van legando, sin grandes pretensiones estéticas, los fragmentos de nuestra vida colonial. Un contraste notable entre la pobreza de nuestra pintura colonial y la copiosa labor de grabadores es destacada por Manuel Díaz en su artículo "El grabado en Cuba desde sus orígenes" - publicado en la Revista Cubana de Artes Plásticas- en la década del 60, resaltando entre todos al cubano Leonardo Barañano, en el cual Guy Pérez de Cisneros llegó a encontrar "un verdadero artista". En el siglo XIX el grabado llega en la Isla a su pináculo evolutivo según Jorge Rigol-, pero pronto decaerá hasta su desaparición casi total; destacándose en la curva de su desarrollo la prevalencia de la litografía(1) en vínculo directo a la edición de libros, revistas y periódicos pero sobre todo a la propaganda religiosa y comercial, recogiendo "las voces indecisas, confusas, de una nacionalidad en formación". A propósito de la litografía. Sobre su introducción en Cuba mucho se ha especulado y sobre todo alrededor de la leyenda que involucra a Juan Mata Tejeda como su difusor. Un consenso aparece en la fundación del primer Taller de Grabado Litográfico a finales de 1822 por un pintor miniaturista francés residente en Cuba desde 1808. La litografía desplazó prácticamente a la xilografía (2) y adquirió importancia relevante en la industria tabacalera; es la época de labor de Landaluze y Laplante. La época republicana demostrará la no imbricación o enlace de los grabadores con la tradición proveniente de la colonia; siguiendo una corriente común a toa Centroamérica de poner los ojos en un México en revolución. La década del 40 representa una etapa importante para los artistas pinareños con la fundación de la Escuela Provincial de Artes Plásticas por aquellos recién graduados de San Alejandro y que imprimen a este arte una pujanza rejuvenecida por su altruismo educacional: llevan el taller a sus alumnos ilustres profesores como Atilano Armenteros, Fausto Ramos y Tiburcio Lorenzo; este último desde su cátedra de dibujo condicionó la génesis del proceso incisorio que el grabado implica, proceso modelado más tarde por Atilano y otros profesores. No obstante, el grabado continuaba preferido en la escena nacional y muchos intentos quedaron truncos. Con el triunfo revolucionario aumentan las demandas de críticos, especialistas y artistas en general de atención al grabado aunque algunos solo lo tomarán como vehículo de simple transmisión de mensajes artísticos revolucionarios a las masas, mientras los más osados y prolépticos veían en este arte una nueva reanimación de la plástica cubana futura. La década del 80 traerá una explosión de grabadorespintores que se harán eco de los dolores de una diáspora acelerada y lacerante con una calidad formal y contextual que superaba las expectativas de los críticos; pero la curva volverá descender a finales de esta década y principios de los 90. Muy pocos especialistas trataron el tema del grabado y su reanimación coyuntural con tanto rigor y seriedad como David Mateo Núñez que además de publicar sus opiniones y críticas desarrolló una titánica labor frente al Taller de Grabado René Portocarrero, un espacio obligado para legitimar la obra de TODOS los artistas cubanos. Brevísimo prontuario. Poco han variado las técnicas del grabado. Siguen por tanto conservado el preciosismo de la manufactura que convierten al taco en pieza única de valor sustancialmente superior a la impresión misma. Las incursiones más frecuentes en el ámbito pinareño van a la monotipia y la colografía con aislados intentos en la xilografía y la litografía. El éxodo a los centros de poder capitalinos ha dado la llave dorada del éxito a no pocos coterráneos, destacándose Abel Barroso, que solidifica en esta década una obra sustancialmente cubana y contemporánea que lo ubica entre el grupo élite de artistas más codiciados, junto a Belkis Ayón y Sandra Ramos por citar algunos. Pero este es un caso extremo. Tamara Campo se desbarata sus manos sobre una plancha de cedro "resulta" en el pequeño y mal acondicionado comedor de su casa para, con buena suerte, llevar la pieza al Bienal Internacional de Sapporo en Japón, donde de seguro le harán justo mérito. Jesús carrete no se amilana ante la falta de medios para realizar sus impresiones u convierte la casa paterna en un verdadero museo de lienzos y tacos atesorados y reparados para lograr magníficas impresiones con temáticas tan actuales que lo convierten en un verdadero historiador de nuestra cotidianidad. Durante muchos años el binomio Marcos YaverCarrete convirtieron el Taller del Pedagógico en un lugar tan frecuentado como una Galería logrando un impulso notable al arte del grabado. Intentos aislados son los de Isaac Linares en Alemania y otros egresados de la escuela de artes. Como colofón, un artista polifacético y emprendedor que no agota recursos y encomio para desarrollar el grabado: Miguel Ángel Couret; gracias a su pasión se desarrolló en 1996 el I Taller Experimental sobre Técnica del Grabado, que proveyó de estas a todos los interesados a pesar de la pésima difusión que tuvo por los medios de comunicación y la falta de apoyo necesario por los organismos institucionales. Lamentos aparte, el curso llenó las expectativas de los asistentes y marcó un punto de giro en la órbita descendente del grabado en Pinar del Río. Sirvan estas líneas a los artistas para que luchen en procurar sus obras, y a los burócratas para meditar en el daño histórico que se hace al arte con esta falta de espacios y recursos y con la indiscriminada clausura de alguno de los tres Talleres existentes, sobre todo del Taller Provincial de Grabado de nuestra ciudad. Pinar del Río, septiembre de 1997.
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