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noviembre-diciembre.año IV.No.22.1997 |
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REFLEXIONES |
FIGURAS DE CORRUPCIÓN por José A. Quintana |
No es el licor lo que está podrido, sino el vaso.
Epicuro. Así como en la Francia de 1789 los que pidieron en un momento las cabezas de otros entregaron más tarde las suyas a la entonces golosa cesta, así, en el mundo de nuestros días, augustas testas han sido "cercenadas" por la deshonra de la corrupción. Cayeron las de Collor de Mello, Carlos Andrés Pérez y Salinas de Gortari, que habían oficiado como "Tinvilles" o promotores de verdugos, clamando por castigos ejemplarizantes a los corruptos. Cayó la de Nixon; se suicidaron ministros en Francia y Suecia; explotó el escándalo del Banco Ambrosiano, la onda expansiva de cuya explosión deterioró la credibilidad del Vaticano; se sentó en el banquillo de los acusados el premier japonés y se han promovido causas contra algunos presidentes latinoamericanos. Miles de funcionarios han sido encarcelados o depuestos en los últimos años en todo el orbe, pero muchos más hacen lo mismo con mas suerte: corrompen o se dejan corromper. El género corrupto es numeroso. El mapa de la corrupción contiene al mundo: es una pandemia social. "ESTE ES UN PAÍS DE EMPRESAS EN BANCARROTA Y PRÓSPEROS EMPRESARIOS" "PREVARICAN JUEVES Y FISCALES" "CONDENADO PRESIDENTE NORIEGA EN MIAMI" "FUSILAN UN GENERAL" "GANANCIOSO LOBBY EN EL CAPITOLIO" "HUYE MENGISTU CARGADO DE ORO" Estas son frases de titulares de cualquier periódico en cualquier lugar. En Asia, en África, en América; en Tanzania o en Estados Unidos o en Filipinas, dondequiera, la corrupción es más que un deleito y un pecado, es una enfermedad contagiosa que pervierte las costumbres, desacredita las ideologías, deteriora la moral y frena el desarrollo económico. La corrupción cambia las escalas de valores, pone de moda al que triunfa con artimaña y hace héroes de los pícaros. Cuando la corrupción es generalizada entra en el hogar, toca a la familia y degrada hasta el Amor con mayúscula. La corrupción es milenaria. Se dice que el más viejo oficio es la prostitución, pero se dice porque se ignora acaso que prostituirse es corromperse y que el comercio sexual es sólo una variante del comercio del honor. Corruptos hubo en Roma y entre los bárbaros; entre los griegos que sitiaron a Troya y entre la corte y las huestes de Príamo; entre los Borgia y los Borbón y los Estuardo. Los hubo entre los sucesores de Pedro y en todas las cortes, dinastías y gobiernos. Los hubo en América desde antes de Colón. Siempre los ha habido, desde la comunidad primitiva hasta el capitalismo... hasta el socialismo. Pero nunca la corrupción fue tan generalizada, tan naturalmente percibida y aceptada como en nuestros días. Hasta se dice, en el mundo de la Sociología y la Economía, que es buena, que sirve para destrabar y agilizar trámites burocráticos, que crea soluciones, genera empleos, provee de estímulos a los empleados mal remunerados y contribuye a corregir la sesgada distribución de la renta. La corrupción es un SIDA que crece exponencialmente, un SIDA de las costumbres humanas que, como todo hoy, se globaliza. Según Klitgaard, la corrupción es la utilización de un cargo público con fines privados. Quizás fuera más exacto considerarla como la utilización de un cargo con fines personales, con independencia de si el cargo se ejerce en instituciones del estado o privadas. La corrupción no es un vicio privativo del sector público, aunque abunde en él. Existe dentro de las empresas privadas, en las relaciones entre las mismas, y en las que se establecen entre ellas y el estado. En muchos lugares y ocasiones la primera acción corrupta se origina en una transnacional y termina en un ministerio u otra institución pública. Una de las grandes causas del éxito de muchos negocios privados en el mundo, antes y ahora, ha sido la existencia de corrupción en el estado; ello ha posibilitado la compra de valiosas informaciones y de privilegios altamente remunerativos; es decir, ha impedido el libre juego de las fuerzas del mercado, la existencia de una competencia sana y así, según se sabe, se ha intervenido el laissez faire y lesionado la esencia liberal del capitalismo. CAUSAS DE CORRUPCIÓN: SOCIALES:
PERSONALES:
Las causas de la corrupción son diversas, o por lo menos las hacen muy diversas los analistas e intérpretes del fenómeno. Montesquieu vio distintas causas en las distintas formas de gobierno: creyó ver vicios o lógicas de quiebra de la virtud según se tratase de la monarquía, de la república, de la tiranía o la democracia. Pero en todas halló corrupción. Abdul Rohman Khaldun, pensador del siglo XIV, vio la causa de la corrupción en "la pasión por la vida fastuosa dentro del grupo dominante"; Samuel Huntington tuvo una percepción racial del fenómeno y lo derivó de la mezcla de razas, de los "estados mulatos"; Max Weber atribuyó una mayor propensión a la corrupción en "ciertos orientales" y en general consideró que la predisposición hereditaria a ser corrupto era una causa importante; Stanley Karnow percibió en las tradiciones y culturas de ciertos pueblos elementos permanentes de corrupción. Otros la han atribuido a la hegemonía de un estado hipertrofiado, a mucho capitalismo desenfrenado, al socialismo ateo desmoralizante, a las crisis, a la prosperidad irrefrenada, a la pérdida de valores morales, a la ausencia de control popular en los asuntos sociales y, a muchas otras causas, quizá todas ciertas y valederas para épocas y lugares concretos en las sabias (o satánicas) mezclas que compone la historia. Este modesto redactor se inclina a creer que las causas fundamentales de la corrupción generalizada son la existencia de necesidades básicas insatisfechas, o secundarias o banales pero de gran fuerza motivadora, y la ausencia de valores morales vividos como cultura colectiva, como corriente modo de ser de un pueblo, como creencia activa en "el valor de la virtud y en el mejoramiento humano". Digo fundamentales, porque obviamente hay otras. Todos los delitos, transgresiones y acciones cometidos por alguien que se vale de su cargo o profesión, usando prerrogativas, privilegios o recursos ajenos, públicos o privados, para provecho personal, están comprendidos en el concepto de corrupción que utilizo. No importa que no tipifique o integre un delito actual y vivo, basta con que rompa la norma moral que prohibe sacar provecho personal de bienes ajenos, de manera furtiva y con el uso de recursos materiales y de autoridad destinados a crear riqueza o gestionar una empresa o institución pública o privada. De acuerdo con esto serían corrupción el soborno, el fraude, la extorsión, el cohecho, la prevaricación, la malversación y otros muchos delitos. Pero también lo sería otras acciones inmorales quizá sutilmente emparentadas con las anteriores figuras. Dejando a un lado el mundo de los conceptos y las abstracciones éticas y jurídicas, paso a elencar algunas figuras de corrupción muy comunes en la realidad de una gran cantidad de países, sobre todo de África, Asia y América Latina, sin desdorar a los 7:
"MEDIOS Y FORMAS PARA COMBATIR LA CORRUPCIÓN".
Como se aprecia, la corrupción es como una hidra. Sus fenómenos inmorales y destructivos son universales. Es un mal social de la contemporaneidad que parece querer dar una solución negativa a lo que no se resuelve correctamente. Es una senda a despecho de la ley y de la ética, una especie de isla de piratas, pero también es una fuga, una rebelión o una contesta. La lucha contra la corrupción pasa por muchos caminos y es deber de la sociedad toda; los métodos y recursos empleados para evitarla, contenerla o erradicarla son variados. Pero hay un recurso muy poderoso e insoslayable: el fondo moral de la sociedad, los hondos estratos de virtud de sus próceres y principales, la guía carismática de sus paradigmas de honestidad y honradez, al estilo sencillo, en Cuba, por ejemplo, del Dr. Tebelio Rodríguez del Haya, que parqueaba su auto oficial de Ministro de Gobernación de Prío cuando andaba en la solución de asuntos personales; o el del probo alcalde pinareño Agapito Guerra, que salió del ayuntamiento más pobre de lo que era cuando asumió el cargo; o de Educardo Chibás, símbolo nacional de la lucha contra la corrupción; o de Ernesto Guevara, que no aceptó el doble racionamiento que se asignaba a su hogar; o de José Martí, que no usaba el dinero de la patria ni para pelarse, haciéndole falta, ni aceptó el de Manuel García debido a su confuso origen. Es necesario beber, en las profundas y añejas fuentes de la patria, la savia de virtud de nuestros padres. Beberla a tiempo, en la escuela y en familia. "...pero también es contrarrevolucionario el señor que valido de su influencia consigue una casa, que después consigue dos carros, que después viola el racionamiento, que después tiene todo lo que no tiene el pueblo, y que ostenta o no lo ostenta pero lo tiene... a ése sí hay que denunciarlo enseguida, y al que utiliza sus influencias buenas o malas para su provecho personal o de sus amistades" Ernesto "Ché" Guevara. Bibliografía:
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