septiembre-octubre. año IV. No. 21. 1997


ECOLOGÍA

UN PRECIO PARA EL AGUA

por Eudel Cepero

 

Aún hoy algunos consideran el agua como un regalo caído del cielo para el uso, disfrute y despilfarro de los seres vivientes, y aunque mirar hacia el mar invita a pensar en el infinito la realidad es bien limitada pues sólo el tres porciento del líquido existente en el planeta es agua dulce.

La falta de ese preciado recurso es problema ambiental de primer orden que repercute negativamente en los sistemas naturales y económico-sociales, por ello el uso racional y sostenible del agua es un accionar ecológico de gran importancia.

En ese interés los gobiernos establecen regulaciones para el aprovechamiento y desarrollo de sus recursos hídricos, incluida la venta del agua; esto puede parecer injusto pero la práctica demuestra que un valor equitativo y pagadero estimula el ahorro; estando el dilema en el monto del precio a pagar por algo a lo cual todos debemos tener derecho.

Determinar una valía justa es una tarea difícil pues debe ser una tarifa al alcance de todos, capaz de estimular el uso, evitar la carencia y amortizar los costos. En algunos países, como en el nuestro, el precio es fijo mientras en otros es flexible variando según la época del año.

La tasa fija no es la más recomendada por los planificadores de agua porque no refleja la escasez de los períodos secos y en muchos casos tampoco frena el despilfarro. Un ejemplo de esto lo tenemos en Cuba, donde el valor a pagar por el líquido utilizado en la producción de bienes y servicios es de $5.00 por cada mil metros cúbicos, si el agua proviene de cuencas superficiales controladas por el estado, y de sólo $1.80 cuando se trata de las subterráneas fuera del control estatal.

Estas tarifas son bajas y no estimulan el ahorro ni representan el valor real del recurso, incluso los ciudadanos pagamos proporcionalmente más por recibir el agua en nuestras viviendas que un productor agrícola o industrial pues erogamos $1.30 al mes por el servicio hídrico a domicilio y si, según lo normado, recibimos cien litros diarios significa consumir treinta y seis metros cúbicos al año por $15.00, sin embargo, un productor agrícola puede gastar mil metros cúbicos en un segundo y sólo pagar $5.00.

Es aún más contraproducente el hecho de vender a $1.80 el agua de los mantos freáticos, estimulando el sobreconsumo y el agotamiento de los mismos, por ende la ocurrencia de impredecibles costos ecológicos y económicos durante largos períodos de tiempo porque la recuperación de las cuencas subterráneas es un proceso natural demorado.

Incluso, los beneficios a obtener por la utilización del agua supera en varias veces su valor de venta, por ejemplo: una hectárea de plátanos "Burros" debe producir, en secano, un promedio de tres mil quinientos quintales por cosecha; de aplicársele riego puede duplicarse la anterior producción para lo cual es necesario utilizar seis mil ciento sesenta metros cúbicos de agua y gastar $30.80 en su compra. El incremento logrado vendido como de tercera calidad, según los precios oficiales, representa un beneficio neto de $36 000 y aún descontando $15 000 por concepto de inversión en el sistema de riego se logran $20 969, lo que representa seiscientos ochenta veces el valor del agua empleada.

Pero el mal uso de nuestros recursos hídricos no sólo está dado por su escaso valor de venta, existen otras cuestiones determinantes como el problema de la propiedad al ser el estado quien se vende y compra su propia agua dando lugar a situaciones confusas, por ejemplo: la empresa estatal X financia la construcción de una presa para establecer un regadío pero luego no le asignan los recursos para lo segundo, entonces el embalse es utilizado por la empresa acuícola F; al cabo de los años el dique deteriorado amenaza con ceder y ante la emergencia es cortado el muro siendo necesaria una reparación capital en el reservorio. Pero la empresa X se niega a sufragar esos gastos alegando que nunca utilizó el agua, mientras F argumenta lo mismo porque el embalse no es de su propiedad, quedando el asunto en eleva y espera; cualquier parecido con la realidad no es coincidencia.

Por otra parte, aunque tenemos muchas represas, monumentales sistemas hidráulicos y grandes regadíos, la mayoría están necesitados de mantenimiento, algunos en estado ruinoso y otros inactivos por su alto costo operacional, todo esto, unido a la falta de cultura ecológica y a la indisciplina, hace de la situación actual un momento infeliz para el uso sostenible del agua en Cuba.

Mientras llegan los necesarios cambios el agua seguirá corriendo y el saldo incrementándose en la nefasta cuenta del malgasto, hasta el día en que el término natural exija el cobro y nos obligue a pagar con la vida; como es lógico estamos obligados a evitar ese precio.