![]() |
septiembre-octubre. año IV. No. 21. 1997 |
![]() |
ENCUENTRO
|
"CONFIEMOS EN EL DIÁLOGO SIEMPRE" Entrevista con Mons. José Siro González Bacallao por Dagoberto Valdés Hernández |
Monseñor Siro: Hace tres años inaugurábamos con una entrevista que Ud. tuvo la delicadeza de conceder la entonces naciente Revista Vitral. Ha pasado el tiempo y Ud. tiene en sus manos 20 números de esta publicación católica de su Diócesis ¿Cuál es su valoración personal sobre el trabajo de Vitral en estos tres años?
Cuando tuve la oportunidad y el alto honor de ser entrevistado para el primer número de Vitral en Junio de 1994, dije que bendecía y alentaba el esfuerzo que se hacía con una publicación, que yo confiaba sería sin duda alguna un espacio de comunicación y de diálogo con la Iglesia ad intra y con la sociedad en medio de la cual se desarrolla nuestra vida y que, como toda familia social, necesita de orientaciones sabias y mensajes válidos que sin duda la Iglesia, "experta en humanidad", como dijera el Papa Pablo VI, le puede aportar. Como Obispo y Pastor de esta Diócesis que sigue de cerca el curso de los acontecimientos y sobre todo el andar de los hombres y mujeres de Iglesia y los no precisamente religiosos, pero hijos del Padre Eterno e hijos también, de alguna forma, de la Iglesia, creo que la revista ha cumplido en gran parte su objetivo, que es llevar a todo el que lo desee, un mensaje socio-cultural, forma muy legítima y actual de la evangelización. Esta concepción, francamente dialógica, ofrece además la posibilidad de profundizar en aspectos recíprocos bien fecundos, implicados en la relación de Evangelio y cultura. El Papa nos inculca la tarea de promover un diálogo con las mismas características, muy serias y comprometedoras, que ha tenido la inserción del Dios trino en nuestro mundo histórico. El punto más delicado y tal vez el eje de toda esta temática es la comprobación de que la fe y la cultura se necesitan la una a la otra, hoy con más fuerza que nunca. "La Iglesia -les dice el Papa a los intelectuales en Medellín- necesita de la cultura, lo mismo que la cultura necesita de la Iglesia. Sólo en la realidad cultural concreta es donde vive y toma cuerpo la fe; sin esto habría una fe muy deficiente, mal acogida, poco pensada, infiel al Evangelio".
¿Qué le sugeriría a la revista para mejorar su trabajo? ¿Qué mensaje enviará a sus lectores y a las personas que han colaborado con sus trabajos e ilustraciones?
Me parece que una revista que celebra su aniversario pidiendo a los asistentes al acto de celebración que la critiquen, que opinen sobre ella, que le aporten criterios de mejoramiento, es una publicación que no se cree perfecta, y eso es un valor muy positivo. Yo les sugiero que continúen con esa generosa y sabia disponibilidad de aceptar opiniones, de admitir críticas, de comprender limitaciones y errores para corregirlos y no repetirlos. El mensaje que envío a los lectores es suplicarles su benevolencia con una revista que no está confeccionada por expertos y científicos, sino con el aporte de personas de todas las condiciones sociales y culturales, siempre que cumplan los parámetros exigidos para la publicación. Asimismo agradecerles la acogida, por una parte; y por otra, el interés en sus trabajos e ilustraciones, que son fruto de un gran desinterés material y una total generosidad.
¿Por qué cree que se considera a Vitral una revista polémica y que tiene poco de religión? ¿Cómo evalúa el diálogo que ha comenzado entre Vitral y el Gobierno?
Creo que una revista que se sale un tanto del corte tradicional de las publicaciones ordinarias de la Iglesia, siempre causa curiosidad, admiración, quizás animosidad en algunos que no la interpretan clara o justamente, y entonces puede considerársela "polémica". Esa misma opinión de que tiene poco de religión es en parte cierta, y en parte equivocada, lo cual es polémico. Es cierta, pues sólo una sesión fija en ella es de "Religión", aunque con un artículo por lo menos y a veces alguno más. Es opinión en parte equivocada, pues todos los acontecimientos importantes, los discursos o pronunciamientos de personalidades de la Iglesia se consignan en ella y todo el espíritu de la revista responde a la misión religiosa de la Iglesia que la impregna de su doctrina social y de sus criterios, aterrizados a los diversos campos de la vida humana. Dices bien "el diálogo que ha comenzado entre Vitral y el Gobierno". Nació con unas conversaciones con autoridades que precisamente calificaban de "polémica" a la revista, continuó con algún encuentro informal y ha proseguido con varios diálogos que estimo, igual que las autoridades que han tomado parte en ellos, como algo positivo e interesante. La aceptación de opiniones diversas implica que seamos tolerantes, es decir, que estemos dispuestos a no reprimir las opiniones de los otros aunque nos puedan parecer falsas o desechables, ni a impedir la libre expresión de las mismas con una actitud intolerante que condena al silencio. Existe el problema de cómo se estructura el diálogo, la cooperación y el intercambio práctico de opiniones de manera que no esté guiado por un conjunto de ideas preconcebidas o por una falsificación consciente de la información. El diálogo, como se señala con justeza, contribuye al entendimiento recíproco, esclarece las posturas intelectuales y rompe los habituales sedimentos dogmáticos existentes en las relaciones humanas. El diálogo que buscaba la Iglesia en los años 80, creo se va haciendo posible en el campo de unas concesiones sobre una revista, como se va haciendo realidad en otras esferas de mayor envergadura. Confiemos en el diálogo siempre.
Pasemos a algo muy importante para todos los cubanos. Se acerca la visita del Santo Padre Juan Pablo II a Cuba ¿Cómo debería preparar cada católico y cada cubano esta visita?
Es algo muy importante para todos los cubanos, como bien dices, la visita del Santo Padre Juan Pablo II a Cuba. Lo es para todo cubano porque es la visita de un hombre extraordinario que ama intensamente a la humanidad y con especial afecto a Cuba, como lo ha demostrado en tantas ocasiones; siempre atento a nuestros problemas de orden político, económico y religioso, condenando cualquier tipo de medida que pueda contribuir a aumentar las dificultades y penas de nuestro pueblo y buscando siempre la forma de aliviar nuestros sufrimientos. Creo que cada cubano preparará la visita, como es propio de nosotros los cubanos, con un gran sentido de hospitalidad, con un recibimiento digno, no sólo de un jefe de Estado, sino de lo que significa su presencia entre nosotros. Por eso estoy seguro que, como dijera públicamente el Presidente Dr. Fidel Castro, "será una visita perfecta". Por otra parte, el católico cubano que se encamina con toda la Iglesia a la celebración del Jubileo del año 2000, a la puesta en marcha en nuestra Iglesia de un plan global pastoral, cuyo objetivo general es: "Impulsar la nueva evangelización con la fuerza del Espíritu Santo, desde comunidades proféticas, participativas e inculturadas, para dar a conocer a Jesucristo", debe prepararse de un modo especial a recibir en su alma y en su Iglesia al Vicario de Cristo. Con este cubano que vive en esta nación es con el que se encontrará Juan Pablo II. Y este católico se debe preparar a este encuentro inolvidable con un gran sentido y espíritu de conversión. Es decir, debe dejar todo aquello que como lastre fatal, le impida ir al encuentro del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, su Hijo Santísimo, hecho hombre por nuestro amor. Si el Sacramento de la penitencia lleva al católico cubano a buscar en el dolor de sus pecados, el arrepentimiento y la enmienda de su vida, un sincero encuentro con el Redentor, a través de su Madre Santísima, Nuestra Señora de la Caridad, sin duda alguna que ese hombre o mujer que se profesa católico se preparará bien para el encuentro con el Sucesor de Pedro, el Vicario de Cristo, el Mensajero de la Verdad y la Esperanza, que viene a enseñar con su palabra el Evangelio de Cristo y a confirmar la labor evangelizadora que la Iglesia está haciendo en medio de este pueblo. Pienso, igual que todos los obispos cubanos, que una gran misión preparará nuestro ánimo y nuestro corazón para no perder la oportunidad de un regalo tal que la misericordia del Señor nos hace.
¿Cree que la visita del Papa a Cuba cambiaría en algo la vida de la Iglesia y la nación cubanas?
Estoy convencido que la visita del Papa ayudará a esta Iglesia a promover la dignidad humana y la reconciliación y a contribuir a la edificación de la civilización del amor con que soñara el inolvidable Pablo VI. Así mismo animará a esta Iglesia que peregrina en Cuba a desarrollar procesos de formación cristiana integral que desarrolle en el cubano de hoy, de aquí, valores humanos, éticos y religiosos. Así mismo le ayudará a crear y potenciar estructuras eclesiales y métodos de organización pastoral en orden a la comunión y la participación, la fraternidad y la corresponsabilidad en la transformación y el crecimiento de la sociedad en el amor cristiano. Y sin dudas que un peregrino que viene como Mensajero de la Verdad y la Esperanza, hará que los hombres y las cosas en la Nación cubana no sean iguales cuando pase su visita y podamos evaluar el mensaje que nos deje, mensaje de una Verdad que es eterna porque es la verdad de Aquel que se proclamó Él mismo Camino-Verdad-Vida. Mensaje de una esperanza que no defrauda, porque es la esperanza que ponemos, no en cosas materiales, sino en los valores que le dan al hombre su verdadero sentido como persona.
¿Por qué no viene el Papa a Pinar del Río? ¿Qué va a hacer Pinar del Río en ocasión de la visita del Supremo Pastor de la Iglesia?
El Papa, con gran generosidad y exquisita delicadeza, ha querido dedicar, como se lo pidió la Conferencia de Obispos de Cuba, cinco días a su visita a nuestro País, que ciertamente no es un tiempo tan pequeño. Como no es posible visitar todas las diócesis, se ha confeccionado un programa que permita la visita del Santo Padre a las dos arquidiócesis y a dos diócesis del interior, para facilitar de la mejor manera posible que todo el que quiera, pueda de alguna forma encontrarse con él. Los de Pinar del Río, al igual que los fieles de Matanzas acudiremos a La Habana el domingo 25 de Enero próximo; sin embargo, como esta provindia-diócesis sería la única que el avión papal no sobrevolaría, hemos pedido al Santo Padre, con una recogida de decenas de miles de firmas, que acceda a que el avión de Alitalia que le conduce hasta La Habana, haga un pequeño giro y tome el rumbo desde el occidente de Pinar del Río. Su Excelencia Mons. Re y el P. Tucci, máximos responsables de los viajes papales, han accedido con gusto y esperamos que las autoridades cubanas accedan facilitando un corredor aéreo que permita de esta manera que no quede porción de tierra cubana que no contemple y salude de alguna forma al Mensajero de la Verdad y la Esperanza.
¿Cómo están las actuales relaciones entre la Iglesia y el Estado en Cuba? ¿Cómo son estas relaciones entre los fieles católicos y las instituciones y ambientes donde estudian, trabajan, enseñan, investigan y comparten la vida cotidiana con los demás cubanos?
Creo que las actuales relaciones entre la Iglesia y el Estado en Cuba están en un momento muy especial y decisivo. Hace un tiempo ha comenzado un diálogo que se va haciendo sistemático entre la Comisión permanente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba y la Oficina de atención a asuntos religiosos del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Además, en otros niveles y estructuras eclesiales y estatales se van dando los primeros pasos para que ese diálogo no quede a nivel central. La comisión mixta entre Cáritas y Salud Pública, el diálogo que se ha abierto entre el Consejo de Redacción de Vitral y representantes del Gobierno y el PCC, otros encuentros entre académicos que estudian y reflexionan sobre temas de interés nacional, la entrada de algunos de los sacerdotes y religiosas de una lista que debería terminarse antes que venga el Papa, y ahora, el trabajo de la misma comisión conjunta preparatoria de la visita del Sumo Pontífice... son algunos signos de espacios que se abren. Sin embargo, en mi opinión, los signos y los espacios son hitos que deberían -así lo espero y deseo- conducirnos a lo que considero esencial de esas relaciones: la superación de la mentalidad y de las estructuras de la etapa del estado confesional ateo que hoy subsisten ya sin sentido ni eficacia. Hoy hablamos de superar los prejuicios, quizás suponiendo que ya eso es lo que queda de aquel tiempo pero yo creo que no se trata sólo de prejuicios o rezagos, sino también de experiencias negativas que siguen sucediéndose cuando ya deberían pertenecer a ese pasado lastimoso. Es mi consideración que en la medida que la línea política del estado laico, bien entendida como un sistema que ni fomenta ni reprime, ni apoya ni limita a ninguna religión, haga sentir su influjo bienhechor en otras estructuras y ambientes estatales y se extienda fuera de la Oficina de asuntos religiosos e impregne todo el funcionamiento de los demás organismos del Estado de modo que no haya contradicción entre lo que se dice y lo que se hace, aumentaría mucho la confianza mutua y se daría un paso muy importante en lo que se ha llamado normalización de las relaciones con la Iglesia. Otros de los aspectos que considero importante y de fondo es el del conocimiento, actualizado y pleno, de la triple y única misión de la Iglesia. A veces pienso que nos ven como un grupo de creyentes que se reúnen para expresar su fe solamente en el culto ya sea dentro o fuera de los templos, o cuando más, una fe que sólo se ocupa de las tradicionales y siempre necesarias obras de caridad asistencial. Una religión así entendida no es la de Jesucristo, ni es la Iglesia que hoy tiene como Supremo Pastor a Juan Pablo II, por eso me asombro cuando me preguntan por qué la Iglesia se mete en asuntos que le son, según esas opiniones obsoletas y esa visión reductora, extrañas o ajenas a su misión. Bastaría una mirada ligera sobre la historia de los dos mil años de la Iglesia Católica para responder, con hechos, que su misión debe llegar a todos los ambientes y problemas que atañen al hombre, a la sociedad, a la política, a la cultura, a la economía, a las ciencias, las letras y las artes... pero no sólo en la historia antigua y universal, sino en nuestra propia historia nacional y reciente. Me permito sugerir sólo dos documentos de la Iglesia Cubana, aunque hay muchos más, que bastarían para poder comprender y abarcar toda su misión: Los capítulos de "Fe y cultura" y "Fe y sociedad" del ENEC (1986) y la Carta de los Obispos: "El Amor todo lo espera" (1993).
En cuanto a la segunda parte de la pregunta, que se refiere a las relaciones de los fieles católicos en sus centros de trabajo o estudio y otros ambientes, tiene mucha vinculación con lo que te acabo de expresar. La naturalidad con que se trate a un cristiano es la garantía de que las relaciones mejoran. Aclaro que no se trata de casos aislados que siempre pueden ocurrir y que uno nota que son fruto de la incapacidad o el desconocimiento de un funcionario de bajo nivel, no me estoy refiriendo a eso que puede ser discutido; me refiero a las líneas de trabajo y orientaciones generales, y aún a los ambientes hostiles y las valoraciones que etiquetan a veces la labor de la Iglesia, algunas de sus reuniones, incluso el compromiso social de los laicos como actividades mal llamadas "contrarrevolucionarias" o que intentan subvertir el orden. Así no se crea un ambiente favorable a la normalización y lo que hacemos bien y cordialmente en la Oficina y los encuentros de diálogo, no encuentra eco cuando se llega a lugares y niveles donde el clima de sospecha, de control casi policial no se corresponde con la definición misma de Estado laico. Un ejemplo conocido y sintomático: ¿cómo es posible que al mismo tiempo que se están abriendo espacios de diálogo con esta misma revista, que todos deseamos y que la Oficina lleva a cabo con entusiasmo, haya altos funcionarios provinciales que califiquen a Vitral como una "revista subversiva" que perjudica a los que libremente escriben en ella sean católicos, militantes, o simples trabajadores de este País? Sabemos que nuestra responsabilidad es garantizar que esto no ocurra. Vitral no es ni será una Revista con esas características. Es una revista eclesial y no permitimos ni permitiremos que sea manipulada por intereses espurios. Otra cosa es que presente opiniones diversas en una cultura que favorezca el debate. A cosas como estas me refiero cuando deseo que haya mayor coherencia entre lo que decimos que es el medio para mejorar las relaciones: el diálogo, y la vida real y cotidiana. A veces creo que lo que se espera de un diálogo es que cambiemos nosotros, que dejemos de expresar lo que la doctrina social de la Iglesia nos enseña, que se diluya la identidad cristiana y su compromiso socio- económico y político que es propio de la misión y vocación de los católicos y además que enriquece a la nación... eso no es diálogo, es monólogo que aspira a hacer cambiar los fundamentos mismos de la identidad del otro. En ese diálogo nunca pediremos que los comunistas abandonen su filosofía ni su actuación en la sociedad siempre que sean salvaguardados los derechos de la persona humana y el bien común. Queremos dar respeto y aún cooperar en las cosas posibles para bien del País, y esperamos que el diálogo no sea a costa de lo que estamos haciendo porque creemos que es la Voluntad de Dios en este momento de la historia de Cuba. Tengo muchas esperanzas y quiero mirar estos meses antes y después de la visita del Papa como un camino que ya se ha abierto y que todos tenemos la responsabilidad de adelantar y consolidar. Conozco a los responsables de la Oficina de Asuntos Religiosos y confío en que ellos facilitarán este camino expandiendo su voluntad de dialogar y su deseo de transparencia a otros ambientes de las estructuras del Estado. Comprendo que es un trabajo paciente y difícil, también lo es para nosotros en el seno de la comunidad eclesial, pero si expresamos con libertad y confianza lo que pensamos y sentimos sobre este asunto, caminaremos más seguros y acompañados. Los encuentros dialogales deben seguir, antes y después de la visita del Papa. No debe perderse ese espacio de franca discusión y diálogo. A los fieles laicos que ahora mismo se impacientan porque desean una participación mayor en la vida de nuestro pueblo y tienen sus propuestas y sus esperanzas, al mismo tiempo que tienen una clara conciencia de que solos no les corresponde hacer nada, sino en profunda y a veces incomprendida comunión con el resto de la sociedad de la que forman parte inseparable, les pido, en Nombre del Señor, que confíen, que no se desanimen, que hagan con sinceridad y respeto infinito sus propuestas, que sepan escuchar y descubrir espacios de intercambio y trabajo común, y como dice el Salmo que sirvió hace unos años de lema para nuestra diócesis, les digo: "Sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor".
Por último, Monseñor, qué diría a dos tipos de personas que a veces nos encontramos por la calle: a los que se van del País porque aquí no tienen futuro, y a otros que dicen que se quedan aquí pero que no tienen esperanzas de que cambie la situación.
A los que se van del País, empiezo por respetarlos. Cada persona es y debe ser libre para emigrar, para entrar y salir sin restricciones de su País. Y cada cual tiene sus motivaciones y causas, en ocasiones graves, para hacerlo. Pero es ahí, precisamente, donde creo que está el meollo del asunto: las motivaciones profundas para salir del País. Recomendaría que se reflexionara seriamente, y con toda la serenidad que sea posible en tiempos difíciles, para preguntarse sinceramente ¿por qué se van? Como cristiano creo en la fuerza redentora del sufrimiento que se asume libremente, creo en la cruz como camino seguro para una vida nueva. Por eso aconsejaría dentro de un gran respeto, y valorando cada caso personalmente, que no sólo pensáramos en nuestro problema individual o familiar, sino que pensemos que vale la pena tomar el camino más difícil, que generalmente es el que más cerca de Dios está, sobre todo si el sacrificio personal se hace con la mirada puesta en el bien de los demás. Esto pertenece a la esencia misma del cristianismo. A lo largo de la historia se ha dado una multitud de casos en los que la permanencia en los lugares y situaciones de dolor ha abierto la puerta a la esperanza y a la renovación de esas mismas situaciones de injusticia o dolor. El "sálvese el que pueda y ahí queda eso", en la mejor de las ocasiones resuelve un problema: el individual; en otras oportunidades, además, crea otros en la familia y la sociedad; y en la mayoría, sólo queda en la actitud individualista del que deja al hermano y a la patria sin darles prueba de amor. Permanecer en Cuba no sólo es un gesto valeroso de amor sacrificado a la tierra donde nacimos y a la nación -que formamos junto con los demás, que comparten con nosotros presente y destino-, sino que es una forma muy virtuosa de alcanzar la propia santidad y contribuir a que las mejores cualidades de los hijos todos de un pueblo puedan enriquecerlo, transformarlo, reconstruirlo. Porque, si no lo hacemos los cubanos desde aquí... ¿quién lo hará por nosotros? A los que se quedan aquí, sin esperanza y sin opciones, les animo en primer lugar a, por lo menos, hacerse "dueños y protagonistas" de su propia vida hasta donde puedan. Siempre hay espacios, aún cuando sea en el sagrario inviolable de nuestra conciencia y de ese sagrario salen las mejores semillas de esperanza y de libertad. A los jóvenes les recomiendo que busquen motivaciones profundas, que hagan su propio proyecto de vida, que lo compartan fraternalmente con otros y que tejan en los grupos de amigos y de la Iglesia, comunidades de participación y de vida que darán sentido y oportunidad a su creatividad, y a sus anhelos, muy legítimos, por el cambio y el mejoramiento de Cuba. Conozco muchos cubanos, cristianos, y no-creyentes, que han encontrado su vocación aquí, han diseñado con libertad y valor su proyecto de vida y están proponiendo, sin miedo, lo que ellos consideran mejor para su familia, su Iglesia y su País. Ánimo. Que su ejemplo nos convenza de que es mejor y más virtuoso quedarse aquí, pero no para vegetar sino para cambiar y crear, para esperar y amar. Cuenten con la compañía de la Santa Madre Iglesia en ese camino de cariño filial a Cuba.
¿Quisiera enviar algún mensaje especial a sus diocesanos de Pinar del Río?
Quisiera darle las gracias a Vitral por esta oportunidad de dirigirme a los amables lectores en la celebración de este 3er. Aniversario y aprovecho la ocasión para recordarles a los muchos diocesanos que nos estamos preparando para celebrar los dos mil años del nacimiento de Aquel que anunció en su predicación el Reino de Dios, un concepto bíblico que exactamente acentúa en perspectiva escatológica una trascendencia sobre los reinos terrestres, centrados en la dimensión política y orientada a la actividad socio-cultural. Sin embargo no podemos olvidar que el mismo concepto de Reino de Dios tiene una connotación intrínseca al hecho de constituir vida comunitaria, "que no puede quedarse en algo abstracto y desencarnado y que por lo mismo encontrará su concreción histórica en las comunidades de cultura, de vida, trascendentales ellas mismas a la pura dimensión política y a las estructuras estatales. Si hubiera que decirlo en una palabra, todo es evangelizar y la Iglesia evangeliza cuando trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y sus ambientes concretos", como dijera Pablo VI en la "Evangelii Nuntiandi".
|