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septiembre-octubre. año IV. No. 21. 1997 |
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TU ES PETRUS |
EPISCOPADO DE JUAN PABLO II |
Karol Wojtyla desarrolló su labor sacerdotal en Cracovia, primero en una parroquia rural y luego como cura auxiliar en la Iglesia de San Florián en la parte vieja de la ciudad. Allí, en estrecha comunicación con intelectuales, artistas y estudiantes el Padre Wojtyla se hacía cada vez más popular. Allí organizó un coro para interpretar canto gregoriano entre universitarios y ejerció una inmensa influencia sobre la Universidad. En 1952 el sacerdote Karol atendía sus obligaciones sacerdotales mientras el Estado comunista aceleraba la campaña para reforzar los controles sobre la Iglesia. Con la muerte de Stalin en la Unión Soviética las cosas no mejoraron en Polonia. En octubre de 1954 el Gobierno cerró la Facultad de Teología de la Universidad de Jagellón, en Cracovia, donde Wojtyla daba clases después de terminar su última tesis de doctorado. Entonces pudo dedicar más tiempo a escribir y atender pastoralmente a los fieles y comenzó a dar clases de Ética social católica en los Seminarios de Cracovia, Katowice y Czestochowa. En los tiempos libres se iba con unos físicos amigos a esquiar a las montañas nevadas. Pedía que en las dos primeras horas de la mañana no le hablaran y se dedicaba a reflexionar mientras esquiaba y hacía largas caminatas. Luego en la tarde hacía un altar cubierto de pajas y celebraban la misa en campaña. En verano el deporte favorito que practicó mientras pudo fue el kayak. Los años siguientes a 1956 fueron muy importantes en la vida de Karol Wojtyla; el gobierno le autorizó el doctorado que le habían negado al cerrar la facultad teológica de la Universidad pero le negó el pasaporte para viajar a Bélgica, Francia y Suiza donde pensaba familiarizarse con las investigaciones más avanzadas en ética de la sexualidad. Escribió un ensayo "Sobre el amor y la responsabilidad", terminó un texto pedagógico de 218 páginas mecanografiadas titulado "Ética social católica", además publicó un artículo con seudónimo que llamó "El drama de la palabra y el gesto", sobre teatro; escribió 16 ensayos sobre ética elemental, un larguísimo poema místico sobre Simón Cireneo... y otros muchos trabajos más. El 8 de Julio de 1958 el Papa Pío XII nombró a Karol Wojtyla como Obispo auxiliar de Cracovia, el nuevo Obispo tenía 38 años de edad. En agosto, cuando llegó el nombramiento, viajó a saludar al Cardenal primado de Varsovia y, como tenía un pasaje de tren para la noche, fue a visitar a las monjas ursulinas a quienes pidió si podía pasar a rezar a la capilla. Al pasar un largo rato de haberlo dejado solo en la Iglesia, una hermana fue a buscarlo y al mirar dentro se fijó en que el obispo electo estaba postrado en el suelo rostro en tierra. Se alejó pensando que sería un penitente con muchos problemas y al cabo de un tiempo volvió porque ya era muy tarde, pero el sacerdote seguía postrado, ella se acercó y le preguntó tímidamente si deseaba cenar con ellas. El hombre no identificado contestó: Mi tren sale para Cracovia en la medianoche. Permitid que me quede. Tengo mucho que hablar con el Señor. No me molestéis. Fue consagrado Obispo el 28 de septiembre de 1958 en la Catedral de Wawel, y como le gustaba hacer las cosas a su forma sugirió que un guionista fuera explicando al pueblo los pasos del rito religioso, pero el arzobispo se lo vetó. Al año siguiente el Papa Juan XXIII convocaba desde Roma al evento más trascendental de la Iglesia Católica, el Concilio Ecuménico Vaticano II, que es la reunión de todos los obispos del mundo con el Papa. En los cuatro años de preparación para el Concilio, Wojtyla, entusiasmado por este magno acontecimiento, de los cuales sólo se han celebrado veinte en los veinte siglos de la Iglesia, enviará sus sugerencias y aportaciones a Roma. El 6 de Octubre de 1962 llegaba a Roma, luego de 14 años de haberla dejado tras sus estudios, Karol Wojtyla pero ahora en su condición de Padre conciliar, filósofo y obispo. Había pasado por Viena porque era muy amigo del cardenal Konig, que jugaría luego un papel muy importante en su elección como Sumo Pontífice. El 8 de Octubre fue recibido por el Papa junto a los otros once obispos que fueron al Concilio desde Polonia. Era la segunda ocasión en que Wojtyla tenía una audiencia con el Papa, este hecho era poco habitual en ese tiempo. En Roma encontró a un viejo amigo, el Padre Andrés María Deskur, que conocía muy bien Roma y la Curia del Vaticano y luego sería nombrado cardenal por el Papa Juan Pablo II. El 11 de Octubre de 1962 se inauguraba el Concilio Vaticano II con la asistencia de 108 cardenales, 9 primados, 5 patriarcas, 543 arzobispos, 2171 obispos, 129 superiores generales de órdenes religiosas y 93 abades de monasterios de clausura. Como obispo auxiliar el asiento de Wojtyla era uno de los últimos del fondo de la imponente Basílica de San Pedro, entonces el templo más grande de la cristiandad; nadie podría imaginar que aquel joven obispo polaco ocuparía, exactamente 16 años después, el primer asiento de esa misma Basílica, el Trono de San Pedro, la Santa Sede del Supremo Pastor de la Iglesia. El primer mes de deliberaciones del Concilio estuvo muy marcado por la crisis de los misiles de Cuba, lo que aquí conocemos por la Crisis de Octubre. El Papa Juan XXIII pidió a Kennedy y a Kruschov que hicieran todo lo que pudieran por salvar la paz. El novato Obispo asombraría a todos los padres conciliares en sus dos intervenciones durante la primera sesión que duró hasta diciembre: una fue sobre la reforma de la liturgia y su aculturación y los medios de comunicación social al servicio de la evangelización y la otra intervención fue sobre la Fuentes de la Revelación y la interpretación de las Sagradas Escrituras de la Biblia, un tema muy polémico. De regreso luego de la primera sesión conciliar Wojtyla sigue ocupándose de la Sede vacante del Arzobispado pues el obispo residencial hacía más de seis meses que había muerto. Es nombrado Arzobispo metropolitano de Cracovia el 30 de diciembre de 1963. Tenía 43 años y ocupaba el segundo obispado en importancia de Polonia. Volvió a Roma al Concilio e hizo su primera gran aportación al documento sobre la constitución dogmática sobre la Iglesia, logrando anteponer el Capítulo que trataba sobre "El pueblo de Dios" al que trataba sobre la Jerarquía. Fue una manifestación elocuente de la nueva visión de la Iglesia como comunidad. La tercera aportación, en la siguiente sesión del Concilio, fue sobre el ecumenismo, la libertad religiosa y el apostolado seglar. Pero el más grande aporte de Karol Wojtyla fue su redacción al documento más arriesgado e innovador del Concilio: la Constitución sobre la presencia de la Iglesia en el mundo contemporáneo, titulada "Gaudium et Spes"; esta enseñanza ha marcado a toda la Iglesia, y a los pontificados de Pablo VI y de Juan Pablo II. Esta constitución abrió las puertas de la Iglesia al mundo de hoy y dejó entrar, sin miedos ni complejos, a este mundo en su seno de madre. Dicen que en las sesiones del Concilio, al hacer uso de la palabra aquel obispo polaco tan joven, muchos cardenales de la Curia y hasta el mismo Papa preguntaron: ¿Quién es ese obispo polaco que usa con tanta perfección y elocuencia el latín? Desde entonces su fama de políglota sería muy bien ganada al dominar y usar con fluidez los principales idiomas del mundo. El español lo había aprendido a la perfección en su época de estudiante para poder leer en los originales al místico y poeta español San Juan de la Cruz, sobre cuya obra hizo una de la tesis de uno de sus doctorados. Luego de la primera sesión del Concilio, muere el Papa Juan XXIII y es elegido Pablo VI. Al terminar el Concilio este Papa recibió a los obispos polacos y el Cardenal Wyszynski tuvo la osadía de pedirle que tuviera en cuenta las condiciones especiales de Polonia y que dejara a los obispos polacos decidir sobre la aplicación de la renovación conciliar en aquel país bajo régimen marxista leninista. El Papa, que era muy sensible, parece que respondió al anciano cardenal que confiaba en que en Polonia como en todos los lugares se aplicara el Concilio de forma enérgica y voluntariosa. Desde entonces la figura del Arzobispo Wojtyla crecería mucho a los ojos del Papa y se convertiría en el hombre clave de la Santa Sede en la cuestión polaca. Así se consolidaba una amistad entre Pablo VI y el futuro Juan Pablo II. A finales del mes de mayo de 1967 el Papa crearía al Arzobispo de Cracovia como Cardenal de la Santa Iglesia. Wojtyla asciende a la púrpura romana con solo 47 años, es el segundo cardenal más joven. Polonia tenía otro príncipe de la Iglesia, y la Iglesia Universal eleva al último peldaño antes del Papado a un hombre de un país del campo socialista. Para que podamos valorar de qué forma el actual Papa conoce profundamente nuestra situación bastaría con saber que vivió durante largos años la experiencia del socialismo en Polonia, pero un ejemplo de esa experiencia nos revelará el carácter de Wojtyla: Desde 1960 el Arzobispo de Cracovia pide permiso a las autoridades comunistas para construir una Iglesia en el barrio nuevo de Nowa Huta, un reparto de 120 mil vecinos concebido según el modelo de la sociedad confesional atea donde se atienden las necesidades materiales de los nuevos barrios pero no pasa por la mente que aquellos seres humanos también necesitan una Iglesia además de la panadería, el correo, los comercios y la funeraria. Los trámites durarían 17 años pero mientras tanto los fieles plantan una cruz de madera en un descampado para decir misa ante ella todos los domingos. Cuando las autoridades intentan derribar la cruz, los vecinos la defienden saliendo a las calles. La nochebuena de 1971 el Cardenal Wojtyla celebra la Misa del Gallo a la luz de las velas ante una inmensa multitud que desafía el frío... Él había puesto la primera piedra e inaugura la Iglesia el 15 de mayo de 1977. Esta es su propia versión sobre el asunto: "Expliqué a los gobernantes que aquellos obreros reclamaban su iglesia porque eran creyentes. Son obreros de la sociedad socialista, naturalmente, pero están apegados a sus tradiciones religiosas: Son hijos de la Iglesia católica. Negarles el templo sería una falta de realismo, un apriorismo." El cardenal Wojtyla siempre ha tenido una devoción especial por la procesión del Corpus Christi, de tal manera que luego recuperaría la tradición en Roma y él mismo llevaría a pie el Expositor con la Eucaristía. En esa misma fiesta, pero en el año 1976, en Cracovia, no recibió autorización para hacer la precesión por las calles más centricas. Al pronunciar las meditaciones de las cuatro estaciones de la procesión, el Cardenal comentó la actitud heroica de los polacos al confesar su fe a pesar de las presiones del gobierno, poniendo dos ejemplos que ilustran su conocimiento de la situación: uno de ellos es el caso de un muchacho que, con la autorización de su madre, acepta ser expulsado de su escuela por llevar colgada del pecho la cruz de Cristo, y el otro la situación de una joven pareja que había cedido una habitación de su pequeña casa para que dieran en ella catecismo a los niños del barrio. Ante las críticas del gobierno y de otras autoridades por su actitud, el Cardenal Wojtyla explica sus motivaciones profundas, su razón de ser: "Se me reprocha a menudo porque hablo de estas cosas. Pero ¿cómo podría callarme?¿Cómo podría dejar de escribir? ¿Cómo podría no intervenir? Toda causa como éstas, se trate de un muchacho, de una madre, de uno de nosotros, simple o culto, profesor universitario o estudiante, toda causa como éstas es ¡nuestra causa común! Y yo, como Obispo, debo ser el primer servidor de esta gran causa del hombre. Porque la causa de la libertad espiritual del hombre, de la libertad de conciencias, de la libertad religiosa, es una gran causa humana ¡Del hombre de siempre! ¡Del hombre de hoy!". El cardenal de Cracovia tiene una gran experiencia en la forma de evangelizar la Iglesia y es nombrado relator del Sínodo de los Obispo del año 1975 dedicado a "La evangelización en el mundo contemporáneo". Era una aplicación -quizás la más trascendente- de la Constitución Gaudium et Spes del Concilio, con relación a la apertura de la Iglesia a la sociedad y su misión en los ambientes de la cultura. La ponencia del Cardenal Wojtyla marcó el rumbo del Sínodo y fue de gran inspiración para la Exhortación postsinodal "Evangelii Nuntiandi". En uno de estos Sínodos en Roma, al llegar el fin de semana, Wojtyla propone a algunos obispos y cardenales irse a esquiar a las montañas. Uno de ellos le dijo: ¿A esquiar ha dicho su Eminencia? A lo que él respondió: Si, claro, a esquiar. ¿Es que aquí en Italia los cardenales no esquían? Le contestaron que no. Y entonces, dando muestras de su agudo sentido del humor, respondió: Pues en Polonia el cuarenta por ciento de los cardenales suele hacerlo. -¿Por qué dice usted "el cuarenta por ciento", que sepamos, en Polonia hay sólo dos cardenales, Wyszynski y usted... - Si, pero no me negarán -aseguró- que el cardenal Wyszynski representa por lo menos el sesenta por ciento de los cardenales. El Papa Pablo VI, que lo había recibido en tres años once veces en audiencias privadas, le concedió a Wojtyla el más alto honor íntimo y personal a un prelado. En febrero de 1976 le avisaron que el Papa lo invitaba a predicar las meditaciones del Retiro espiritual de Cuaresma que cada año recibe el Pontífice con sus más cercanos colaboradores. Con sólo tres semanas para prepararlo, el cardenal polaco aceptó, y el 2 de marzo entraba en la Capilla Matilde del Palacio Apostólico del Vaticano y, luego de arrodillarse frente al Santísimo, se viró hacia una pequeña capilla reservada a la derecha donde estaba muy enfermo Pablo VI y lo saludó con una inclinación de cabeza. Luego se sentó frente a un micrófono en una pequeña mesita y observó a los más altos dignatarios de la Iglesia esperando sus meditaciones. En primera fila junto al Cardenal secretario de Estado aparecía la figura ligera y grave, pero amable, de Mons. Agostino Casaroli, el cerebro que había animado la política del Vaticano hacia los países de Europa del Este, a quien jocosamente los italianos habían puesto el sobrenombre de "Lagostino" en alusión a su nombre y a la marca de una olla de presión que era capaz de soportar las más altas temperaturas. Y las soportó, pues sería después Secretario de Estado de Juan Pablo II y vería la caída del socialismo en Europa. Veinte años después, conversando en el activo retiro de su apartamento con el autor de este artículo, el anciano cardenal Casaroli recordaría aquel retiro y el ímpetu sereno del predicador polaco. Esas meditaciones se publicarían luego bajo el título de "Signo de contradicción".
El cardenal Villot, el segundo del Vaticano entonces, había observado junto a la mística vivacidad de Wojtyla, una voluntad de hierro y una ilimitada creencia en el poder de esa voluntad. Ya lo diría el mismo purpurado polaco en uno de sus ensayos: "Es a través de la voluntad que el hombre se convierte en amo de sus acciones", considerando además que el autocontrol es la más fundamental manifestación de la valía de una persona. Al morir Pablo VI, el 6 de Agosto de 1978, el cardenal Wojtyla viaja a Roma para participar en la reunión del Cónclave de los Cardenales para elegir a un Sucesor de San Pedro el 26 de Agosto en la persona del Cardenal Patriarca de Venecia que tomaría por nombre Juan Pablo I. Nadie pudo imaginar que, al arrodillarse el Cardenal de Cracovia ante el Papa de la sonrisa para jurar su obediencia al Vicario de Cristo, sólo 33 días después tendría que regresar a Roma por la repentina muerte de Juan Pablo I para encontrarse con un nuevo Cónclave que después de casi cinco siglos en la historia de la Iglesia elegiría a un Papa no italiano y para el asombro y la alegría del mundo entero ese Papa sería... ¡un polaco! y para mayor conmoción universal... ¡vivía en un país del campo socialista!
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