septiembre-octubre. año IV. No. 21. 1997


NUESTRA HISTORIA

¡ESTÁS EN MI CORAZÓN !

El Parque de Independencia

por Rosario  González

 

 

 

"La restauración como parte de un proceso

de desarrollo integral expresa en nuestro

país (América) una reafirmación cultural,

una defensa de la identidad"

Eusebio Leal (Revolución y Cultura, agosto 1987)

 

 "Cuando paso por Ciudad Deportiva en estos días, no puedo evitar que se me vayan los ojos (y el corazón) hacia dentro donde los acróbatas (...) hacen maravillas de destreza y arte", escribe Enrique Núñez Rodríguez en una de sus crónicas dominicales (Juventud Rebelde) donde narra, con su chispeante prosa, vivencias de su niñez alrededor de ese tema.

La nostalgia, como a él, me asalta al pasar por el Parque de Independencia de esta ciudad, lo que me animó a escribir estas líneas.

Y permítanme un aparte para aclarar lo que también me ayudó en este empeño, que no sólo a la nostalgia hay que culpar de ello.

La globalización, tan de moda (que me asusta un poco como la maravillosa y casi increíble Internet) ha invadido todos los ámbitos humanos, y como es natural ya se habla de la "Globalización de la Cultura" (¡Y sigue el susto...!).

Alguien ha dicho que América Latina es un continente de islas, refiriéndose a los cientos de etnias, tribus, pueblos, razas diferentes aún en un mismo país (a veces un diminuto punto en el mapa, a veces ignorado).

Esas comunidades se reafirman en su identidad con la permanencia en la memoria de lugares, costumbres, etc. que relatan y cuidan con amor. Buen ejemplo de esto lo vemos en Méjico.

Creo que recordar el pasado es un buen método para no ser absorbidos, engullidos por ella (ahora es la aldea global) pese a sus evidentes valores y ventajas, para que no se olvide lo que nos rodea y busquemos ansiosos nuevos y mejores horizontes. La memoria de lo nuestro, para que no sea una memoria perdida hay que relatarla, escribirla, a veces recrearla; aún hoy en África, China, Japón, el país Vasco, etc., se transmiten sus tradiciones por ese maravilloso medio: la oralidad. Antes de escribir los Evangelios, estos mantuvieron vivo los hechos y palabras de la vida de Jesús y los primeros cristianos, oralmente, por años, hasta su escritura final en la Biblia.

Estar seguros de lo que fuimos, de lo que somos y podemos hacer, es la mejor defensa para evitar la desaparición de nuestra presencia cultural.

No sé cuando se construyó el Parque de Independencia de esta ciudad. En este escrito, como en otros, no me ocupo del valor histórico, arquitectónico, etc. de un lugar; esa tarea la cumplen muy bien Arquitectos, Historiadores, etc., sino de lo que dicho lugar representó para los pinareños.

Ese parque fue hace 58 años parte importante de mi hacer cotidiano, y algo "especial" los domingos. Y no digo mi egoístamente, pues lo fue también de la juventud de mi época.

Hoy no lo vemos, con la glorieta que allí se yergue, como lo veríamos en aquellos años. Esta era sencilla y esbelta, sin grandes pretensiones, con espinas, columnas y barandas caladas, que le daban un aire semicolonial y que encajaba muy bien en su entorno: viejo parque, viejas casas. Tenía canteros con flores, y bancos a su alrededor y en las esquinas, unas sillas de hierro, movibles, ligeras.

Los domingos y días festivos, no bastaban para sentarnos, por lo que un buen hombre, como honrado y modesto medio de "ganarse" la vida, Leonardo Rodríguez, llevaba unas sillas de tijera, de madera, que alquilaba a cinco centavos; sillas en que la chiquillería, lejos de su atenta mirada, aprovechaba para sentarse ¡claro, sin pagar! Hasta que él los descubría y, más sonriente que bravo, con cuatro gritos, los ahuyentaba.

Los muchachos, en grupos de amigos, nos sentábamos en los bancos (las sillas las pagaba el chico joven que nos invitaba a sentarnos) o dábamos vueltas al parque. Los muchachos jóvenes de pie en las esquinas, sobre todo las de la calle Luz Zaldívar (en su inicio), hoy Antonio Guiteras, que convergen en Maceo y Martí, se nos acercaban, bien para sencillamente charlar como amigos, o "flechados" por Cupido. ¡Estos, como parte del ritual, enseguida alquilaban dos sillas a Leonardo!

Los domingos había retreta (diccionario P. Larousse: amer. Función de música al aire libre). En la glorieta la banda de Música (no recuerdo su filiación) con vistosos uniformes nos deleitaba con conciertos en que no faltaba una obertura ("Poeta y aldeano", "Caballería Rusticana") o deliciosos valses ("Sobre las olas", "Danubio Azul"); no podía faltar un pasodoble, recuerdo "Currito de la Cruz", y para finalizar: un sabroso danzón de moda, que aplaudíamos a rabiar para el bis (y así prolongar el paseo...). Recuerdo que por algunos años la dirigió Francisco "Paco" Valdés.

Las costumbres han cambiado ¡y muchísimo! ¿Y el parque? También. Sustituyeron la glorieta por otra de líneas modernas, desaparecieron las sillas (de hierro) y las flores. Una vez una rusa, o polaca, no sé, en animada plática me dijo: "Ustedes no tienen ni flores ni pasado en su ciudad". Cambiaron las farolas.

Por estos días he visto la glorieta esmeradamente pintada con brillante color ¡hasta los peldaños que le dan acceso al parque han sido pintados! Algo así para mi gusto (observen el subrayado) es como si pintaran la escalinata de la Universidad de La Habana.

Pero el mayor vuelco que me dio el corazón fue cuando lo limitaron (hace muchos años) por ese inicial tramo que corre paralelo por Luz Zaldívar, en su inicio, y construyeron ¡un parqueo de automóviles..! Por sobre el pretexto de poveer a los dueños de autos de ese seguro sitio, en el fondo, lo importante era el sentido mercantilista de tal obra, lo que provocó airadas voces de protesta que, unidas a los rumores de pobre ganancia en el negocio, lo eliminaron.

¡Que aquí todo puede pasar y no vivimos en Macondo! No hace mucho tiempo los pinareños se acostaron por la noche con sus portales con barandas, y al día siguiente al despertar ¡habían desaparecido! Menos mal que tal desatino ya fue subsanado.

 

Tuvo el parque sus "etapas de estatuas". Colocaron una en homenaje a las madres, hecha por suscripción popular ("kilo a kilo" en las escuelas). Sencilla obra de nuestro admirado Tiburcio Lorenzo que años de su vida dedicó también a la escultura antes de llegar a ser enamorado de nuestros campos, uno de los mejores paisajistas de Cuba. La quitaron para colocarla frente al "Hospital de Maternidad", lo que no carece de lógica.

Durante un tiempo situaron en el parque una estatua de Antonio Maceo (machete en alto, presto al ataque, como símbolo de su extraordinaria hazaña libertadora). Esta obra fue luego colocada en "Las Taironas", marco adecuado por ser aquel sitio, escenario de unos de sus más sonados éxitos derrotando al Ejército Español, lo que tampoco carece de lógica. Como mudo testigo acogió el viejo parque a ambas con orgullo: eran el símbolo de dos grandes amores: a la madre y a la Patria.

También desapareció una palma, que allí se erguía solitaria, que según muchos, era casi centenaria, y para dar más veracidad y énfasis a tal aseveración nos decían:

"Aquí amarró Maceo su caballo al pasar por Pinar del Río" ¡Y quedábamos tan contentos, que hasta la veíamos con cariño y respeto..!

 

Ya el parque no es el centro sencillo, intrascendente de mi juventud. Antes los estudiantes de la "Escuela Normal para Maestros" (Calle Martí esq. Cuarteles, hoy Cmdte. Ramón González Coro) y los del "Instituto de Segunda Enseñanza" (bachillerato) situado en la esq. De Maceo y Luz Zaldivar –hoy Antonio Guiteras-, vieja casona con techo de tejas que dio lugar a un moderno y necesario edificio (muy poco cuidado su entorno) para Escuela de Arte, Escuela de Economía y Esc. Secundaria Básica Rafael Ferro, sucesivamente, nos reuníamos en el parque en las "horas libres" y la pasábamos estupendamente.

Un aire de vitalidad nutría el ambiente y se esparcía a todas partes. El abundante tesoro de la juventud se desbordaba y marcaba cada acto de nuestras vidas.

Allí la alegría de los cuentos, chistes, comentarios, sucesos personales, allí la confidencia, el "tremendo lío" de no encontrar la respuesta a un tema del próximo examen, las caras sonrientes de los "aprobados" y las de tristeza de los "suspensos". ¡Y allí lo eterno y hermoso: la amistad y el amor! ¡Cuántas parejas se buscaban con los ojos, se tomaban de las manos, y sentados en un banco, el chico pasaba el brazo por su espalda, para rozar libremente a la chica!

¡Qué muchos matrimonios tuvieron su inicio en el viejo parque con estos escarceos de enamorados!

¿Discusiones? ¡Claro! ¡Que es propio de la edad! Y en materia amorosa algunas parejas podían decir como la vieja copla "yo no sé que demonio

los dos tenemos

que mientras más nos peleamos

más nos queremos"

Unas de las más apasionadas eran las que centrábamos en los juegos de Basketball, entre los Centros Estudiantiles, que se celebraban en el "floor" de la Colonia Española, esta: hoy "Pepe Chepe", aquel: hoy "Pista Rita" (¡Perdónanos Rita Montaner!). La incomodidad de las sillas de los palcos, gradería, el frío que nos hería en invierno ¡ni lo sentíamos! ¡éramos tan jóvenes!

Un beso apasionado de Clark Gable nos hacía suspirar (débil reflejo de los que se ven en los actuales filmes donde se anuncia: "Lenguaje de adultos, violencia y sexo"). Gracias a Dios tampoco existían los "videos" de toda clase de ataques a la verdadera esencia del amor y dignidad humana.

Hoy, de día, el parque cobra vida con las decenas de niños y jóvenes que acuden a la "Escuela Conrado Benítez" (antes "Academia Valella" y "Colegio Sagrado Corazón de Jesús") y la Escuela citada, "Rafael Ferro", que lo llenan con sus risas, juegos y parloteos. ¡Dulce esperanza de la Patria!

De noche se convierte en un parque más mundano, acorde a los tiempos actuales. A veces vi una orquesta en la moderna glorieta, ofreciendo su música; y parece que por ser de "viejos", danzón, son, etc. no captaba mucho la atención de los allí presentes. Quizás otro tipo de agrupación musical tuviera mejor y más atenta audiencia. ¡Por la mudanza de las cosas percibimos el paso de los tiempos!

En los bancos, jóvenes con grandes radio- grabadoras (mientras más grande, mejor), con música moderna casi siempre foránea (mientras más altos decibeles, mejor), parecen competir con la que brota de altoparlantes situados en lugares cercanos, también decibeles records de audio. De prisa pasan estudiantes de escuelas nocturnas con su recia voluntad de volver a las aulas, después de una jornada laboral, quizás agotadora. ¿Parejas de enamorados? ¡claro! y con evidentes muestras de su amor, a veces demasiado evidentes...

Un viajero ausente de esta ciudad por muchos años ¿podía decir que ese Pinar que ve ante sí, vivo, es mejor o peor que el de sus años mozos? ¡No! sencillamente es... ¡Pinar del Río!

 

Dice Ortega y Gasset (¡Ay! ¡pobre de mí! ¡Cuántos lectores en esta crónica comentarán ¿cómo se "coló" Ortega en esta crónica pueblerina?! Atrevida que soy): "La Historia avanza según grandes ritmos biológicos, de los cuales, uno de ellos, es el de la edad. Hay tiempos de jóvenes y tiempos de viejos. ¡Y los tiempos de hoy son tiempos de jóvenes!"

A ellos les digo: amen Uds., en vuestro futuro, lo que del pasado aún vive, lo que hoy bien se hace, lo que hoy se construye. Eso vale la pena tenerlo en vuestros corazones. El mío, viejo y cansado, que antes nutría de ilusiones y esperanzas y ahora se nutre de recuerdos, no puede dejar de latir más acelerado –no más fuerte...- al pasar por mi querido parque y decirle con voz muy queda ¡Estás en mi corazón..!