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marzo-abril.año3.No.18.1997 |
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GALERÏA |
ABEL MOREJÓN GALÁ: EL MANIFIESTO DE UN NEO-POST-SURREALISTA por Angeles Alvares y Pedro Pablo Porbén Alvarez |
" liberar al hombre de sus inhibiciones, salvarlo a través de la reconciliación consigo mismo; pero esto será tangible cuando ese hombre sea socialmente libre" A más de 70 años de esta declaración de André Bretón, Abel Morejón destroza el endeble sistema de personajes que consumen su tiempo a la espera de un Godot -a la manera troyana de auscultar, de mirar al futuro- con leve carga de fatalismo, de determinismo, de aceptación resignada, temerosa de "lo que va a pasar", imponiendo su personal visión de Casandra-Patria que profetiza a perplejos y desarbolados un resurgir inminente donde soñar no será distinto de proyectar -contrariamente a lo afirmado por Berger- y donde "gozar" con la imaginación sea fruto del trabajo realizado. "Doy vuelo libre a la imaginación en mis obras, tal vez experimentando una cierta catarsis -pero involuntaria- que me permita la liberación espiritual que siempre es necesaria al crear, y básicamente se convierte en refugio mimetizado en forma de expresión. Lo cierto es que me identifico bastante con la corriente surrealista, con el absurdo cercano a Magritte aunque debo aclarar que en los inicios de mi carrera no conocía apenas a este gran artista y jugaba más bien con la psicología de formas y colores que conformaban mis obras y de hecho mi realidad propia, mi visión del medio en que me desenvuelvo. Algunos de esos elementos fueron convirtiéndose en códigos involuntarios, con las más disímiles lecturas, las que dejo al observador y a los críticos, muchas veces añadidos como complemento del diseño o como idea de composición con alguna finalidad contemplativa." La obra de Abel es peculiarmente audaz y honesta, en contraposición con el genio de un gran surrealista: Salvador Dalí, pero en ambos se define un elevado dominio técnico con apoyos en imágenes múltiples o paranoicas lindando con lo irracional y onírico. Así aparecen en los lienzos de Abel corbatas como símbolos atávicos, inventos del hombre para lucir su vanidad terrena, sosteniendo asfixias; hombres desesperados por costumbres y estados de ánimo, rodeados de preceptos decadentes o tabúes absurdos, manifestando su necesidad de unión, unir personas, sentidos, intenciones plásticas, influencias. Unión orgánica, estructuración vital: unir para sobrevivir. "He explorado en las consecuencias visuales de la psicología y lo paranormal a través de esos códigos, un cordón no será igual atado en rojo que verde rasgado o negro suelto, o inconcluso. Pero sobre todas las cosas, sea cual sea el resultado en el receptor artístico, intento no traicionarme, no traicionar mis principios y preceptos e intento alcanzar la verdad aunque resulte escabroso y tortuoso el camino a seguir y muchas personas no lo entiendan así o simplemente no lo asimilen de este modo." También Abel habita la atmósfera de sus piezas, "Mi ventana y yo", "Paisaje cubano a través de mi ventana" con tonos ricos e imágenes ingenuas en un vocabulario plástico muy íntimo y contrario a los "antiguos" surrealistas pues no será en él medio de enajenación sino búsqueda de la necesaria liberación del hombre a través de su obra creadora. La sociedad postmoderna condiciona cada vez más al individuo en sus relaciones transacionales, complejizando la "urdidumbre" que ya definiera Rot Carvallo, y elevando o ahondando los estratos sociales. Abel desentraña primero la proto-urdidumbre embrionaria, simbiótica, lienzo-creador, ambiente internalizado, descubriéndonos el "organismo aún sin terminar", casi concluido, abocándose entonces hacia una "urdidumbre de identidad" que concierne a nuestra "experiencia". Para ello, Abel redefine al hombre detrás de siluetas vacías pero pletóricas de simbolismos "humanos"; en su obra el hombre que ha dejado de ser "anima naturalier christiana" o mamífero supra-evolucionado, zoom politikon o ser deficitario compensado, el hombre para Abel es respuesta a tradiciones y exigencias sociales, coexistente con grupos, con culturas, con su época. "Me gusta que las cosas funcionen y me molesta esa inanición que me rodea, por esto acepté la presidencia de CODEMA (Consejo Asesor para el Desarrollo de la Escultura Monumentaria y/o Ambiental) aunque mi formación haya sido como grabador y diseñador fundamentalmente, pero me preocupaban todos los fenómenos a escala social, a escala urbana que se manejan en el Consejo. Es cierto que el funcionamiento del mismo ha sido bastante irregular y salvo algunos proyectos no se ha logrado lo que pensaba, pero esto no me desanima y continuamos luchando porque los artistas puedan imponer sus criterios a la hora de materializar proyectos de ambientaciones, monumentos, murales, etc., de hecho, los murales han sido una batalla recién ganada y que aún no está del todo terminada. Me interesa que el destinatario final -el hombre- se sienta complacido con la obra realizada y a la vez sienta manifestados sus modos de sentir y pensar respecto a su sociedad." Comprometido con su ciudad y partícipe de su utopía, Abel muestra en su obra hasta qué punto es importante la espontaneidad y la libertad de creación en el neo-post-surrealismo -que él representa- a través de alusiones onírico-biomórficas, implementando consecuentemente estructuras de repetición con filamentos personales hacia una interesante desviación neo-figurativa en el procedimiento que lo acerca a Marie Laure pero combinando escenas fantásticas con trasparencias nacionalistas conscientes, poéticas, contagiosas; palmas reales de madera nacional nacientes de pliegues del alma con colores de una bandera nebulosa rojo-azul-blanca o heridas de "armas de doble filo"; estructuras constructivas alteradas no ya por una deformación sino por el sentido de la materia como en Kalinovski; acercándose a la figuración en un cambio más conceptual que de oficio; sin importar demasiado el entramado mercantil
"Durante la ENA estuve un poco confundido; veía a otros haciendo algo y trataba de seguir la corriente, y aquello me llevaba a una encrucijada de identidades, hasta que rompí con todos los modismos y elaboré mis propios códigos, mi sistema de expresión, siempre a tono con inquietudes socio-personales. Pero el proceso de hallarme a mí mismo fue difícil. La entrada en el Centro de Artes Plásticas catalizó mi decisión de hacer una obra propia, en ello me ayudaron mucho Ulises Bretaña, Isacc Linares, Miló, amigos en el arte." "La salud artística del pueblo pinareño está en nuestras manos y no la dejaremos a un lado por recios que sean los vendavales externos, mercantiles o no. No estoy a la caza del mercado, estoy en busca de promoción para mi obra, de darme a conocer; luego aparecerá inevitablemente el mercado, si la obra es buena. Hasta tanto, esperaré a que alguien pregunte por artistas de Pinar del Río y no digan solamente Pedro Pablo Oliva, que puedan agregar: Abel Morejón Galá , tengo que ganar ese prestigio, y sólo lo podré conseguir trabajando mucho más, sin traicionarme como ya dije y respetando a los que vean mi obra. He logrado bastante ya, soy miembro de la UNEAC y esto es importante para un artista joven. Pero la promoción es también cuestión de suerte, de geografía. Aspiro a poder desarrollarme y conocer otros mundos, tener las vivencias necesarias para incrementar mi visión del universo." Cada cuerda trenzada en la obra de Abel Morejón es un intento, tal vez a lo Penélope, de tejer y destejer los modos de hacer de nuestro tiempo. Hemos dejado de respirar por ósmosis provocada por el propio hecho de ejercer el pensamiento; atrás queda el aéreo divagar cabalgando sobre olímpico desconocimiento de los hechos artísticos, de esos hechos gruesos, profundos, esencia de cambios socio culturales acelerados. Este es el manifiesto existencial con el que Abel nos arrastra a un nuevo-post-modernismo acuñando el sello de su magia cubana y neo-post-surrealista.
Pinar del Río, Enero 1997.
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