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marzo-abril.año3.No.18.1997 |
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RELIGION |
¿QUÉ ES LA IGLESIA CATOLICA? por Felisa Adelaida López Valdés. |
El placer de servir no es tarea de seres inferiores. Dios, que da el fruto y la luz, sirve. Gabriela Mistral.
Para continuar la obra de la salvación y anunciar a todos los hombres el mensaje evangélico, Jesucristo fundó dentro de la sociedad civil una comunidad visible, la Iglesia. La sociedad civil es el entorno en el que el ser humano libre tiene la oportunidad de realizarse y ejercer su responsabilidad como ciudadano. También puede definirse como el grupo de personas que pertenecen a un conjunto de comunidades de distinto tipo que se insertan una dentro de la otra y se relacionan interdependientes entre sí. En toda sociedad es necesaria la autoridad para que pueda vivir y desarrollarse. En la sociedad civil esta autoridad puede concretarse en diversas formas llamadas de gobierno. El gobierno es el modo en que se ejercita el poder para dirigir y administrar los asuntos públicos, hacer cumplir las leyes, garantizar el orden social y gestionar el desarrollo integral de la nación mediante la explotación de sus recursos, a fin de alcanzar el bienestar común. En la sociedad civil hay diversas formas de ejercer el gobierno: Monarquía, Autarquía (una sola persona que asume en sí, no hereditariamente, todos los poderes del estado), Aristocracia, Teocracia (de Teo-Dios, el gobierno se ejerce en "nombre de Dios" y toda la sociedad se organiza sobre bases religiosas o confesionales, fusionándose sus planos políticos y religiosos y confundiéndose sus métodos y funciones; esta forma de gobierno se ejerció en el antiguo pueblo de Israel) y Democracia. La Iglesia no se identifica con ninguna de ellas puesto que esta trasciende los proyectos, estilos y programas humanos, ella tiene que actuar como instancia crítica e iluminatoria. Iglesia: Pueblo y Asamblea convocados por Dios Para muchos, la Iglesia es sólo un local, una casa donde los cristianos se reúnen para el culto, este es el Templo o Casa de Dios, a la que también llamamos Iglesia. Otros la consideran una institución donde se practican ritos y se celebran asambleas por el pueblo de Dios. Pero Iglesia, del griego ek-kalein, significa convocación, comunidad, designa asambleas del pueblo, en general de carácter religioso. Es el término frecuentemente utilizado en el Antiguo Testamento para designar la asamblea del pueblo elegido en la presencia de Dios, sobre todo cuando se trata de la Asamblea del Sinaí donde Israel recibió la Ley y fue constituido por Dios como su pueblo santo. La primera comunidad de los que creían en Cristo se reconoce continuadora de aquella asamblea y se da a sí misma el nombre de Iglesia. En ella Dios "convoca" a su pueblo desde todos los confines de la tierra. En el lenguaje cristiano la palabra "Iglesia" designa no sólo la asamblea litúrgica, sino también la comunidad local o toda la comunidad universal de los creyentes. En sentido general la Iglesia es fundamentalmente un pueblo; en el Nuevo Testamento, la palabra griega traducida por Iglesia significa una "asamblea convocada". La Iglesia Católica es el pueblo de Dios, integrado por los bautizados, llamados a conocer, a amar y a servir a su Dios vivo y a sus hermanos los hombres. La Iglesia ahonda sus orígenes en la vida, el ministerio y en la misión de su fundador, Jesús. Pero, prefigurada desde el origen del mundo y preparada en la historia del pueblo de Israel, comienza con la Antigua Alianza que establece Yavé con Abraham: "Sal de tu país, deja a tus parientes Haré de ti un gran pueblo Daré esta tierra a tus descendientes "(Gn 12, 1-8). "Mira el cielo y cuenta los astros si puedes. Así será tu descendencia " (Gn 15, 1-6). Dios no pide a Abraham una práctica religiosa, solamente quiere que este hombre se ponga a su servicio para iniciar la construcción de un pueblo que será el pueblo elegido por Él para empezar el Reino en que se reunirá a todos. Por lo que la preparación lejana de la Iglesia comienza con Abraham y la preparación inmediata con la elección del pueblo de Israel como pueblo de Dios. Por su elección Israel debe ser el signo de la reunión futura de todas las naciones. Pero los profetas lo acusan de haber roto la Alianza y comportarse como una prostituta (cl Os 1; Is 1, 2.4; Jr 2) y anuncian una nueva y eterna Alianza que será sellada con la sangre del Cordero Pascual, Cristo instituyó esta Nueva Alianza. Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las escrituras. Para cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La Iglesia Católica es el sacramento visible de ese Reino que se manifiesta a los hombres en las palabras, las obras y en la presencia de Jesucristo. Los pocos escogidos entre tantos llamados, formarán el núcleo, el "pequeño rebaño" de la Iglesia primitiva, son los que el Señor ha venido a convocar en torno suyo y de los que Él mismo es el pastor, enseñándoles una nueva manera de obrar y de orar (el Padre Nuestro). Desde los primeros tiempos del cristianismo, la Iglesia se constituyó con su propios órganos esenciales. La comunidad cristiana se fundó sobre el principio de la jerarquía. El mismo Cristo, de sus discípulos o seguidores, escogió a doce (representaban las doce tribus de Israel) y les confirió la potestad de santificar, enseñar y gobernar. Por voluntad del propio Jesús los Apóstoles son los responsables de las primera comunidades cristianas: Pedro gobierna la Iglesia de Roma, Santiago la de Jerusalén, San Pablo por sí mismo o por sus representantes a las numerosas iglesias fundadas en el curso de sus viajes. Con la propagación de la fe y la extensión del cristianismo los Apóstoles necesitaban auxiliares, surgiendo así los sacerdotes (presbíteros) y los diáconos. Como vemos ya en los primeros tiempos de la Iglesia encontramos los tres primeros grados de nuestra jerarquía actual: los Obispos (los Apóstoles), los presbíteros y los diáconos. Las primeras comunidades cristianas (siglo I) tenían a su cabeza ya a un obispo, ya a una reunión de obispos y sacerdotes. Los obispos tenían como función la enseñanza, la administración de los sacramentos y la celebración de la Eucaristía. Los presbíteros o sacerdotes eran los ayudantes de los obispos y a veces los sustituían. Los diáconos se ocupaban de la parte material de la comunidad y también ayudaban al obispo en la administración del bautismo y en la distribución de la comunión. La Iglesia como institución jerárquica tiene un Jefe Supremo; el primero: San Pedro, y luego sus sucesores, es decir, los obispos de Roma, los Papas. El mismo Cristo es la fuente del Ministerio de la Iglesia. Él lo ha instituido, le ha dado autoridad y misión, orientación y finalidad. Jesús, para dirigir el pueblo de Dios y hacerle progresar siempre, instituyó diversos ministerios que están al servicio de sus hermanos. El señor eligió a los Doce, los instruyó y envió a predicar primero a los hijos de Israel, luego a todas las gentes, para que hiciesen discípulos suyos a todos los pueblos, y así dilataran la Iglesia apacentándola, sirviéndola, bajo la dirección de Jesucristo, todos los días, hasta la consumación de los siglos. En esta misión la Iglesia fue confirmada plenamente el día de Pentecostés (cuando el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles reunidos con María, la madre de Jesús, en el Cenáculo haciendo oración) según la promesa del Señor: "Recibirán el Espíritu Santo, que vendrá sobre ustedes, y serán mis testigos así en Jerusalén como en toda Judea y Samaría, y hasta el último confín de la tierra" (Act 1,8 Mt 28, 20). Estos, predicando en todas partes el Evangelio, reúnen la Iglesia universal que el Señor fundó en los Apóstoles y edificó sobre Pedro, su cabeza, poniendo como piedra angular del edificio a Cristo Jesús (cf. Apoc 21, 14; Mt 16, 18; Efs 2, 20). Para continuar la obra por ellos comenzada no sólo tuvieron diversos colaboradores sino que, a fin de que la misión encomendada continuara después de su muerte, confiaron a sus cooperadores inmediatos el encargo de expandir y consolidar la misma. Iglesia, cuerpo de Cristo En los textos bíblicos aparece la Iglesia representada por diferentes figuras: la de rebaño, redil, grey, tierra de labranza, edificación, templo, madre y la de esposa. En todas aparece alguna característica de la vida íntima del Señor participada por la sociedad eclesial de la que se declara pastor, cultivador, inquilino y esposo. Todas estas figuras, contenidas en los evangelios o en las epístolas, eran ya utilizadas en el AT. Israel era todo esto para Yavé. Entre todas ellas se destaca la figura que San Pablo le da a la Iglesia: la de cuerpo, Cuerpo de Cristo. Esta no la encontramos utilizada en el AT ni en los evangelios. San Pablo dice: "Por una revelación me fue dado a conocer el misterio que brevemente os dejo expuesto" (Ef 3,3) para los trabajos en vista a la construcción del cuerpo de Cristo (Ef 4, 12) creceremos de todas maneras hacia aquel que es la Cabeza, Cristo (Ef 4, 16). En sus cartas a los Corintios también hace referencia a la Iglesia como Cuerpo de Cristo: "del mismo modo que el cuerpo es uno y tiene muchas partes y todas las partes del cuerpo aún siendo muchas, forman un solo cuerpo, así también Cristo. Todos nosotros hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un único cuerpo" (Cor 12, 12 -13). Desde el comienzo, Jesús asoció sus discípulos a su vida (Mc 1, 16-20), les reveló el misterio del Reino (Mt 13, 10-17), les dio parte en su misión, en su alegría (Lc 10, 17-20) y en sus sufrimientos (Lc 22, 28-30). Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre Él y los que le sigan, en cierto modo más intensa: "Por la comunicación de su espíritu a sus hermanos, reunidos de todos los pueblos, Cristo los constituye místicamente en su cuerpo". La comparación de la Iglesia con el cuerpo arroja un rayo de luz sobre la relación íntima entre la Iglesia y Cristo. No está solamente reunida en torno a Él: siempre está unificada en Él, en su Cuerpo. En la Iglesia, Cuerpo de Cristo, hemos de resaltar: la unidad de todos los miembros entre sí por su unión con Cristo, Cabeza del Cuerpo. Del mismo modo que en el cuerpo si un miembro sufre, sufre todo el cuerpo, así es en la Iglesia, Cuerpo de Cristo, por la unidad del Cuerpo Místico se estimula entre los fieles la caridad: "Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; si un miembro es honrado, todos los miembros se alegran con él". En fin, la unidad del cuerpo místico sale victoriosa de todas las divisiones humanas: "en efecto, todos los bautizados en Cristo os habeis revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo-Jesús" (Ga 3, 27-28). Cristo "es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia" (Col 1, 18). Es el principio de la creación y de la redención. Elevado a la gloria del Padre, "Él es el primero en todo" (Col 1, 18) principalmente en la Iglesia por cuyo medio extiende su Reino sobre todas las cosas. La vida de Cristo se comunica a los creyentes que se unen a Él de una manera misteriosa pero real por medio de los siete sacramentos: bautismo, confesión, comunión, confirmación, orden sacerdotal, matrimonio y unción de los enfermos. Él nos une a su Pascua: Todos los miembros tienen que esforzarse en asemejarse a ÉL "hasta que Cristo esté formado en ellos" (Ga 4, 19). "Por eso somos integrados en los misterios de su vida nos unimos a sus sufrimientos como el cuerpo a su cabeza. Sufrimos con ÉL para ser glorificados en ÉL". La constitución jerárquica de la Iglesia: vocación y misión de los ministros La autoridad de la Iglesia no fue instituida para dominar, sino para servir, el mismo Cristo "no vino a ser servido sino a servir" (Mt 20,23), por lo que para apacentar al pueblo de Dios y acrecentarlo siempre, el Señor instituyó en su Iglesia diversos ministerios que están al servicio de sus hermanos los hombres (ministerio significa servicio). En el NT, en las Cartas de San Pablo a los Corintios se refiere a que ellos, los Apóstoles, son "servidores" (1Cor 3,5). "Aunque yo sea libre respecto de todos me he hecho servidor de todos..." (1Cor 10,19); en 1Cor 12,5 expresa: "...hay diversos servicios pero el Señor es el mismo". Pablo distingue tres clases de dones que vienen del Espíritu: -Los dones espirituales, como el de hablar en lenguas extrañas. -Los servicios, o sea, la capacidad de ejercer debidamente una responsabilidad en la Iglesia, ya sea de apóstol o de maestro. -Las obras, es decir, tener cualidades para dirigir obras de ayuda mutua. En la segunda Carta a los Corintios les dice "...en todo momento demostramos ser auténticos servidores de Dios" (2Cor 1,4). El mismo Cristo es la fuente del ministerio de la Iglesia. En ella los diversos ministerios están ordenados al bien de todo el Cuerpo. Los ministros que posean la sagrada potestad están al servicio de sus hermanos para que todos los que son miembros del Pueblo de Dios lleguen a la salvación. Este ministerio, en el cual los enviados de Cristo hacen y dan, por don de Dios, lo que ellos, por sí mismos no pueden hacer ni dar, la tradición de la Iglesia lo llama "sacramento". El ministerio de la Iglesia se confiere por medio de un sacramento específico. El carácter de servicio del ministerio eclesial está intrínsecamente ligado a la naturaleza sacramental. De igual modo es propio de la naturaleza sacramental del ministerio eclesial tener un carácter colegial. El Señor instituyó a los Doce, "semilla del Nuevo Israel y origen de la jerarquía sagrada". Elegidos juntos, fueron enviados juntos, y su unidad fraterna estará al servicio de todos los fieles. Los obispos ejercen su ministerio en el seno del Colegio Episcopal, en comunión con el Obispo de Roma, sucesor de San Pedro y jefe del colegio; los presbíteros (sacerdotes) ejercen su ministerio en el seno del presbiterio de la diócesis bajo la dirección de su obispo. Tanto los obispos, presbíteros y diáconos pertenecen a los Ministerios Ordenados. Cristo, al instituir a los Doce "formó una especie de colegio o grupo estable y eligiendo de entre ellos a Pedro lo puso al frente de él". Así como por disposición del Señor, San Pedro y los demás apóstoles forman un único colegio apostólico, por iguales razones están unidos entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los Obispos, sucesores de los Apóstoles. Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia y es continuado por los obispos bajo el primado del Papa. El jefe Supremo de la Iglesia es el Papa, el primero: San Pedro, predestinado desde el primer momento por el divino Maestro, es durante la vida de Jesús el Príncipe de los Apóstoles. Después de la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios"... (Mt 16,16), Jesús le confirió públicamente la autoridad. "Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia...", "Te daré las llaves del reino de los cielos...", "Todo lo que ates en la tierra será atado en el cielo, y lo que desates en la tierra será desatado en el cielo" (Mt 16, 18-19). Definitivamente da a Pedro esta primacía cuando después de su Resurrección a orillas del lago de Tiberias le pregunta por tres veces si lo ama y a cada respuesta afirmativa de este, Jesús responde: "Cuida de mis ovejas" (Jn 21, 15-19). Desde la Ascensión del Señor los Hechos de los Apóstoles nos muestran a Pedro ejerciendo el Ministerio Supremo de la naciente Iglesia. En el Cenáculo preside la elección de Matías para sustituir a Judas en el Colegio Apostólico (Act, Ap 2, 15ss), y desde la venida del Espíritu Santo habla, obra y aparece como primado de la iglesia. Los demás apóstoles lo consideran como a su Jefe y Vicario de Cristo. Siguieron a Pedro en la primacía que Jesús le confirió, los Obispos de Roma, sus sucesores; Roma aparece ya desde entonces como cabeza de la Iglesia y como centro de la unidad Católica. El Papa, sucesor de San Pedro es el Vicario de Cristo porque lo representa en la tierra y hace sus veces en el ministerio de la Iglesia. Aunque sigue siendo un hombre con todas sus cualidades personales, con su libertad y responsabilidad, es, sin embargo, el instrumento con que Jesús continúa la obra de la Redención entre los hombres. El Romano Pontífice está unido a Jesucristo de un modo inefable. En determinados casos cuando él habla es el mismo Cristo quien habla; cuando enseña un dogma o verdad de fe, es Jesucristo quien lo enseña; cuando declara que una persona es santa y sube a los altares, Jesucristo es quien lo hace en la persona de su Vicario. Si miramos, pues, la dignidad del Papa con los ojos de la fe, veremos que es la mayor entre todas las dignidades de la tierra, y esto no es por razón de su talento, de sus virtudes personales, de su perspicacia política, sino por ser Vicario de Cristo.
Vocación y Misión de los laicos en la Iglesia Por laicos se entiende a todos los cristianos, excepto los miembros del orden sagrado (obispos, presbíteros, diáconos) y del estado religioso reconocido en la Iglesia. Son, pues, los cristianos que están incorporados a Jesucristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y que participan de las funciones de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Ellos realizan según su condición y carisma la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en la sociedad. Los laicos o seglares participan en el sacerdocio de Cristo cada vez más unidos a Él y, siendo propio de su estado vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, Dios los llama a que movidos por el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado a través de todas las dimensiones de la vida personal, familiar, social y eclesial, trabajando a manera de fermento. Gracias a su misión profética los laicos "están llamados a ser testigos de Cristo en todas las cosas, especialmente en el interior de la sociedad humana". Los laicos tienen como vocación propia el buscar el Reino, ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios. Los fieles laicos se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia; por ellos la Iglesia es el principio vital de la sociedad. Deben tener conciencia clara que no sólo pertenecen a la Iglesia, sino que son Iglesia en medio del mundo y como miembros de la misma deben ser parte viva y activa. Ellos están llamados por Dios a: -procurar el crecimiento de la Iglesia y su perenne santificación -participar en la misión salvífica de la Iglesia -hacer presente y operante a la Iglesia en los lugares y condiciones donde esta debe ser la sal de la tierra a través de ellos -prestar una cooperación más inmediata con el apostolado de la jerarquía. Cristo por el testimonio de su vida y de su palabra cumple su misión profética no sólo a través de la jerarquía sino por medio de los laicos, a quienes constituye en testigos y los ilumina con el sentido de la fe y la gracia de la palabra (Apoc 9,10) para que el evangelio brille en la vida cotidiana, familiar y social. En Cuba los laicos ejercen su apostolado individualmente o agrupados en asociaciones tales como: Ministros de la Palabra y de la Eucaristía, Movimiento Católico de Animación Social (MCAS), Centro de Formación Cívica y Religiosa (CFCR), Catequesis, Pastoral de la Salud (PAS), Cáritas, Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), Equipos de Matrimonios, Comisión Católica para la Cultura, etc.
Vocación y Misión de los religiosos en la Iglesia Desde los comienzos de la Iglesia hubo hombres y mujeres que intentaron con la práctica seguir con mayor libertad a Cristo e imitarlo más de cerca viviendo la pobreza, obediencia y virginidad ya que Jesús vivió pobre, fue obediente al Padre hasta la muerte, vivió y murió siendo célibe. La vida religiosa surge en el Oriente en los primeros siglos del cristianismo, vivida en los institutos canónicamente erigidos por la Iglesia. Esta nace del ministerio de la Iglesia, es un don que recibe de su Señor y que ofrece como un estado de vida estable al fiel llamado por Dios a la profesión de los consejos evangélicos: pobreza, castidad y obediencia. Así la Iglesia puede a la vez manifestar a Cristo y reconocerse como Esposa del Salvador. La vida religiosa está invitada a significar la caridad misma de Dios y se distingue de las otras formas de vida consagrada por el aspecto cultual, por la profesión pública de los consejos de Cristo, la vida fraterna llevada en común, por el testimonio dado de la unión de Cristo y de la Iglesia, y siendo signos del Reino futuro. Las congregaciones e instituciones religiosas practican grandemente la caridad y contribuyen a la extensión del Reino no sólo dentro del marco de la Iglesia, sino que prestan incontables e inapreciables servicios a esta y a la sociedad ejerciendo su apostolado en: misiones, hospitales, escuelas, asilos, obras benéficas, cárceles, etc. Ofrecen a todos lo hombres generosamente los más variados servicios en el mundo entero. Cada religioso, cada religiosa, dentro de su comunidad vive su vida y su entrega a Cristo y a sus hermanos según su carisma y el espíritu de su congregación. La implantación y la expansión misionera de la Iglesia requieren la presencia de la vida religiosa en todas sus formas. En Cuba prestan sus servicios congregaciones religiosas tanto femeninas como masculinas, entre las primeras podemos citar algunas como: Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, Hermanitas de los Ancianos Desamparados, Siervas de San José, Misioneras de la Inmaculada Concepción (MIC), Hijas Mínimas de María Inmaculada (Mínimas), Hnas. Pasionistas de San Pablo de la Cruz, Madres Escolapias, Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón, Hermanitas de Jesús, etc. Entre las congregaciones masculinas tenemos: Orden de Predicadores Dominicos, Jesuitas, Orden de Frailes Menores (Franciscanos), Padres Escolapios, Pasionistas, etc. "La historia da testimonio de los grandes méritos de las familias religiosas en la propagación de la fe y en la formación de nuevas Iglesias: desde las antiguas instituciones monásticas, las órdenes medievales y hasta las congregaciones modernas" (Juan Pablo II).
¿A quién sirve la Iglesia? La Iglesia sirve a aquellos que sirvió Jesús, que siempre hizo la voluntad de su Padre que miraba las necesidades de todos los hombres. La Iglesia tiene una misión que le fue encomendada por el mismo Jesús: "Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre. " (Mt 28, 19-20). Esta misión se ha cumplido a lo largo de los últimos veinte siglos y se cumple hoy a través de múltiples formas de servicio a las personas, a la familia, a los grupos y comunidades, a la sociedad entera, servicios que constituyen lo que conocemos como Acción Pastoral de la Iglesia. La Acción Pastoral es la forma en que la Iglesia busca llevar a cabo su misión, actualizando el mensaje y la vida de Jesús. Esta acción pastoral se realiza tanto al interior de la Iglesia, para edificarla y hacerla más fiel a su fundador, como en el mundo para contribuir a construirlo de manera más acorde al plan de Dios, que quiere lo mejor para todos y cada uno de los hombres. Dentro de los diferentes servicios que la Iglesia presta al hombre está la proclamación del mensaje evangélico que le hace descubrir y redescubrir la dignidad inviolable de cada persona humana, la igual dignidad de todos los hombres como fundamento de la participación y solidaridad entre sí y fuente de sus derechos y deberes, esto es, la "promoción humana". Dadas las condiciones históricas en que vivimos la promoción humana es la tarea o servicio que la Iglesia proporciona al hombre para ayudarlo a pasar de condiciones de vida menos humanas a condiciones de vida más humanas. Son menos humanas: las carencias materiales de los que están privados del mínimo vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo; las estructuras opresoras que provienen del tener o del poder, de la explotación de los trabajadores o de las injusticias de las transacciones. Son más humanas: el remontarse de la miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura, el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la cooperación en el bien común, la voluntad de paz. Más humanas; y especialmente la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad de la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida de Dios vivo, Padre de todos los hombres (Pablo VI, Populorum Progressio No. 21). Aunque la Iglesia ha sido llamada a la existencia por Dios mismo, está formada por seres humanos, con sus defectos y limitaciones, seres humanos que a pesar de esto, actúan inspirados por el Espíritu Santo y por el espíritu de su tiempo, que tienen una proyección hacia el futuro, un futuro del que no solamente preparan la llegada, sino del que ya gozan anticipadamente en el presente gracias al don del Espíritu que les ha enviado el Padre por medio de su Hijo. Cristo es siempre, ayer, hoy y mañana. Al acercarse la visita de su Santidad, el Papa Juan Pablo II a Cuba, hemos querido hacer un esbozo sobre la Iglesia Católica, su origen y estructura, para que partiendo de su principio podamos comprender hoy cuál es la misión y servicio a la que está llamada según sus dones y carismas, en esta nación con su contexto histórico presente.
Bibliografía: 1-Aldama, J.A. y colaboradores: Comentarios sobre Concilio Ecuménico Vaticano II. 2-Asociación de Editores del Catecismo: Catecismo de la Iglesia Católica. 3-Biblioteca de autores cristianos: Concilio Ecuménico Vaticano II. Constitución-Decretos-Declaraciones Constituciones: Lumen Gentium, Gadium et spes, Perfectae caritatis, Apostolican actuositatem 4-CFCR: Revista VITRAL No. 14. 5-CFCR: Ciclo 2: Cívica: Vivimos en Sociedad. 6-Ediciones Paulinas, Verbo Divino: La nueva Biblia Latinoamericana. 7-P.Rossano, G. Ravasi, A. Girlanda: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica.
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