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marzo-abril.año3.No.18.1997 |
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EDUCACIÓN CÍVICA |
LA SOBERANIA DESDE ABAJO por Dagoberto Valdés Hernández |
Cuando se habla de soberanía muchas veces pensamos sólo en cuidar las fronteras del País, en evitar que sea invadido por fuerzas extranjeras, en cultivar su identidad y su cultura. Hoy vamos a hablar de «la soberanía desde abajo», es decir, desde la base que debe sostener a aquella soberanía nacional. Esa base somos todos nosotros, los cubanos. En efecto, una de las deficiencias grandes de nuestra educación cívica es que identificamos Nación con Gobierno, Patria con Partido, Cultura con manifestaciones de arte, soberanía nacional con guardar las fronteras. En esta ocasión profundizaremos en el «ser nación» que somos todos. Cada cubano forma la nación. Nación es la comunidad de personas que comparten una historia pasada, una convivencia de ideas, sentimientos y acciones en el presente, y proyectos futuros en la búsqueda de la salvaguarda y el desarrollo de la comunidad en que conviven. Por tanto, todos y cada uno de nosotros «com-parte», es una parte comprometida de la comunidad de personas que es la nación. Entonces, si la nación es soberana, cada persona que conforma esa comunidad goza de esa soberanía. La soberanía de la nación no reside en sus costas sino en cada persona que disfruta soberanamente de esa geografía, de esa historia y de los proyectos futuros de esa comunidad. ¿Estamos conscientes de que tenemos en nosotros -en cada uno de nosotros- una parte de la soberanía nacional que es base, fundamento y garantía de la independencia de la Patria? Muchos cubanos no conocemos que pensar con nuestra cabeza es ejercer la soberanía que nos toca. No sabemos que decir nuestra opinión libremente y con respeto de las opiniones diversas es ejercer soberanamente como parte de la nación. Cada vez que un cubano elige libre y responsablemente un proyecto para su vida y la vida de su País está ejerciendo la soberanía. Cuando un grupo de cubanos se reúne para expresar sus ideas y para mejorar la sociedad en que viven están ejerciendo su soberanía. Es que desde que desaparecieron las monarquías absolutas la soberanía dejó de residir en una sola persona y dio paso al surgimiento de la República en la que cada ciudadano es responsable de la «gestión pública». Eso significa «república": del latín «res» -cosa y «publica» -del pueblo. Por tanto es la soberanía ejercida por el pueblo, o, lo que es lo mismo, el poder ejercido a cuotas iguales por el pueblo: esto devenido del griego es la democracia. Entonces si hablamos de la soberanía de abajo estamos hablando de la democracia, del poder, de la decisión que reside en cada miembro de la nación. Como ese poder sólo puede ser ejercido por todo el pueblo a la vez en algunas ocasiones, entonces el pueblo ejerce su soberanía eligiendo a sus representantes para que sirvan a la nación a título de encomienda, no creyendo o actuando como si la soberanía se la hubieran donado los demás ciudadanos. Cuando los elegidos no ejercen con respeto a la opinión de sus electores y solamente administrando en su nombre y hasta cuando ellos quieran la cosa pública, ha llegado el momento de cambiar a los representantes elegidos porque no están representando sino usurpando la soberanía de sus electores. Pero la democracia -o soberanía desde abajo- no consiste sólo en elegir representantes y revocarlos cuando no tengan voluntad de servicio sino ambiciones de poder. La democracia va más allá de urnas, votos y elecciones -que son siempre necesarios- sino que se ejerce de forma cotidiana cada vez que los ciudadanos tengan la posibilidad de pensar por sí mismos, expresar su opinión sin miedo, tener los espacios de debate, tener la oportunidad de gestión autónoma del Estado, y tener la garantía de participación en todos los proyectos que beneficien a la nación. Vayamos a nuestra vida cotidiana y revisemos con estos criterios de juicio si vivimos en una nación soberana, no sólo del poder de otras naciones extranjeras, sino soberana desde abajo porque el poder se ejerce como servicio por todos los ciudadanos y cada uno de nosotros goza de ese espacio de libertad y responsabilidad que es decir lo que pensamos y hacer lo que decimos sin violar la libertad de los demás y con el fin de buscar el bien de toda la comunidad nacional. En muy pocos países se ejerce la soberanía de cada ciudadano desde abajo hasta arriba: unas veces porque las estructuras del poder impiden este ejercicio soberano de los pueblos acaparando las decisiones en lo alto, y otras porque los ciudadanos no están preparados para ejercerlo convenientemente. Para esto sirve la educación cívica: para prepararnos para ser parte soberana de una nación que pueda así acceder cada vez con mayor justicia y libertad a la soberanía plena en el concierto de las naciones. No puede haber verdadera soberanía nacional si los nacionales no tienen los espacios y la preparación para opinar, actuar y elegir entre varias alternativas sin miedo a la represalia o a la segregación. Puede haber fronteras bien cuidadas y puede haber independencia geográfica pero no hay verdadera soberanía del pueblo porque sus miembros no saben, o no pueden, ejercerla con la libertad y la responsabilidad que requiere tan grave derecho y deber ciudadano. Si faltara este tipo de soberanía en un pueblo, la nación está fuerte hacia fuera y débil por dentro. Lo que significa que podría llegar a ser también débil hacia fuera porque sus ciudadanos optarán por irse para gozar fuera lo que no pueden dentro. Esto es una causa del exilio imparable. La soberanía de las fronteras nacionales será más fuerte en la medida en que se eliminen las limitaciones de la soberanía que ejerce cada ciudadano. Nación verdaderamente soberana es aquella en que cada persona pueda utilizar la soberanía que le toca y respetar la soberanía de sus compatriotas. Seamos más soberanos, es la mejor forma de defender la soberanía de Cuba.
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