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noviembre-diciembre. año III. No. 16. 1996 |
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POESÍA |
Apocalipsis por Raúl David PérezLa mirada escapa y vaga y por los campos se pierde buscando un rostro de vida, mas sólo impera la muerte. ¡Sangre corre en estas calles! ¡Sangre en ríos se convierte! Sangre fluye y se abalanza y arrastra cuerpos inertes. Sobre la estéril pradera flota un silencio solemne. La quietud es espantosa, la soledad deprimente. Una nube de vapores horrible al cielo se extiende y abajo quedan los huesos putrefactos, pestilentes. En el aire rondan buitres, alimañas en el césped. ¡La lid concluyó en la tierra! He aquí los sobrevivientes. He aquí el macabro festejo de los invictos de siempre ¡La muerte fue la victoria de los ciervos de la muerte! Ay del hombre ¡oh criatura análoga a la serpiente! que se arrastra por el cieno y ambiciona ser celeste. Siempre buscó la opulencia eclipsar la luz, ser fuerte y dominar con sus manos todo el ámbito terrestre. Y holló la vida impiadoso y holló la paz con su hueste y trocó la risa en llanto y el amor en odio hiriente. No hubo virtud ni justicia que no se prostituyese entre sus manos sedientas de inexpugnables poderes. Ay del hombre ¡oh criatura análoga a la serpiente! que se arrastra por el cieno y ambiciona ser celeste. ¡Sólo DIOS es poderoso! ¡Sólo es DIOS omnipotente! Quien osa pues igualarle tiene este premio: LA MUERTE. Pronóstico por Pedro José González Figueroa a ella Has de caer por tu propio peso cuando las sombras besen el seno de la lluvia que se marcha, pensarás pasar la encrucijada de cielo extinguido que te nombra y el olvido ceñido en la garganta del sello pegado en este sobre, pedirás encuentro a tu llamado, pedirás a otros que se postren, verás de cuero la mordaza en el fino espacio de la noche, recuerda un pensamiento condenado y tal abandono sin temores, de la carne podrida salen flores que con miel adornaron tus encantos. 1789
Orugas de Otranto esparcidas como viento, árbol impelido donde las almas descansan, han trocado disímiles colores, han muerto miles de muertos pegados /al cristal y la ventana es una estufa de oídos /diezmados, gritos que no oyen sin pensar abrir /la puerta, decir pongo sin tener manzana en vez /de corazón, partir los panes del regreso a un mundo de copas vacías, la estancia marchita de un adiós. Patria Escriben los ojos de tu dialecto, crudeza infinita del manantial, espejo de la impaciencia que colma tu /desnudez, el arpa ceñida en la histeria de unos pocos, tu cuello inocente de tanta horca, de tanto río que sana en la memoria.
Capitán O captain, my captain... WALT WHITMAN Solo, como el aire que dobla la esquina, en los rostros caídos de un barco sin velas, preludio del puerto donde nadie te espera y no quieres otro sitio que no seas tú, tú de piedra, tú de arena movediza.
Responso Piedras tiran y piedras caen /en tu destierro, sabor /a hierbas, humo negro, polvo eres, /polvo fuiste, sin nadie saberlo. La moneda más cara por Jesús Jorge Yo imagino una ciudad donde perder no sea /su moneda más cara una ciudad en la que mis padres logren /conocer la vida sus lados más preciosos un sitio en el que sacar flores al pan sea un gesto puro Yo que amé las cosas más preciadas dejé en ellas parte de mi pecho mientras cantaba una melodía que guardaba en sus sonidos una /trampa hermosa una simple trampa donde acomodar los aullidos tuve amantes a los que apenas /podía ocultar aunque guardaran en sus ojos la intermitencia de la luz si predije algo fue que mi ciudad no podría pronunciar /mi nombre no podría alcanzar mi voz ni abandonar su sombra bajo este cuerpo conocí el precio del agua sus precipicios su parte más oculta su continuo salto ante la mirada /de los hombres pero me negué a ser el muchacho pálido al que sus padres /mecían mientras la ciudad se iba quemando y ahora que ofrezco mi palabra la voz queda contenida en la /ambigüedad de las aceras y mis padres siguen siendo una sola cabeza un par de amantes muy viejos empecinados en el olor de la naranja no aprenden a abandonar la dilatada lluvia de sus ojos aunque el abandono sea un golpe al sillón que los consume una barricada contra el saber aceitoso de la ciudad ellos me miran vuelvo a ser el más odiado animal la fiera que se alimentó de ciruelas mas ya no pueden cerrar mis ojos ante tanta sal adulterada no pueden acercar mi zapato hasta el polvo que ponían en el camino para hallar la desidia o la posibilidad de caer soy por eso quien los asusta con el sonido del agua el muchacho del rarísimo reflejo /en la palabra el ordenador de la luz bajo esta ciudad de sombras embriagado por el olor a azufre /de otras ciudades renuncio a dejar ésta de misteriosos /parques me niego a tirar al mar el calor /de sus calles sus portales los humildes portales donde conocí /alguna vez la felicidad y el rostro de quien dijo amarme contra todos los riesgos yo raro animal de esta ciudad impúdica quiero seguir odiando sus estertores seguir amando su vestido de muchachita /oscura ir cambiándole el paisaje hasta que perder no sea su moneda /más cara. |