noviembre-diciembre. año III. No. 16. 1996


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JESÚS CARRETE:

Crónicas de estos "nuestros tiempos"

por Ángeles Álvarez y Pedro Pablo Porbén Álvarez

En la década del 40, al fundarse la Escuela Provincia de Artes Plásticas y Aplicadas, el joven grupo de intrépidos artistas recién graduados de San Alejandro, imprimen al grabado en particular una pujanza rejuvenecida por su altruismo educacional. Llevan el taller a sus alumnos, ilustres pinareños como Atilano Armenteros, Fausto Ramos y Tiburcio Lorenzo. Este último, desde su cátedra de dibujo, condicionó la génesis del proceso incisivo que más tarde modelaron Atilano y otros profesores. Pero justo es reconocer que, en esta etapa, el grabado continuaba pretendo en la escena nacional y muchos de los intentos de rescate quedaron truncos...

J.C.- "Mi formación artística comenzó en la década de los 60 en esa prestigiosa escuela, y tuve la buena estrella de recibir clases de magníficos profesores como Crespo Manzano y Lorenzo. Pero no fue hasta 1990 que comencé a interesarme en el oficio del grabado -oficio, pues como arte el grabado precisa mucho más que simple técnica- gracias a Marcos Yaver, un genial grabador que me propuso hacer algunas impresiones.

Debo confesar que al comienzo la idea no me parecía muy buena, no obstante, iniciamos la cruzada de crear lo que hoy es el Taller de Grabado del Instituto Superior Pedagógico de Pinar del Río. Cargamos con una vieja máquina de grabar desauciada y le hicimos algunos arreglos; en menos de un mes la pusimos a punto y comenzamos a realizar litografías y colografías sobre todo.

Mis primeras incursiones litográficas tenían una marcada influencia de Pedro Pablo Oliva, por supuesto, no había descubierto aún mi ser interior en la piedra rígida y los lápices grasos. La colografía vino en mi ayuda, y con ella se despertaron los demonios y los ángeles que llevo dentro, y cada cuerda de mi ser como hombre y artista se estremecía al girar de la prensa, signado por la escasez extrema en que vivía-mos.

Una de mis primeras series nació de una rotura en mis zapatos, cosa que me causó tanto pesar que luego la plasmaría en Zapatos Viejos.»

A través de códigos bien personales, como una jicotea cargando una enorme estrella solitaria para representar a la Revolución y con ella a Cuba, o las vacas sagradas para los funcionarios, Carrete ha ido expresando sus criterios en torno a esos fraticidas «bloqueos» que conviven con nosotros durante tantas décadas.

J.C.-»Es cierto que hay un bloqueo económico externo que representa una traba importante para el desarrollo de nuestro país, pero si a este fenómeno le adicionas los resortes inamovibles de las instituciones, la burocracia, la hipocresía política, el oportunismo... te das cuenta de que nada podrá moverse, y mucho menos lo hará el hombre.»

Una serie de grabados en particular tiene para Carrete importancia capital: Bloqueos, compuesta por cinco colografías de factura impecable, y que marca la madurez formal de la obra de este grabador.

J.C.-»Mi técnica fue mejorando progresivamente, y con agrado veía que los críticos y especialistas lo notaban y me lo hacían saber. Transité entonces por temas disímiles: las diferencias entre los mundos ricos y los nuestros tan pobres, el amor en sus gradaciones más sublimes, el humor negro y la sátira, el drama de la existencia cotidiana y la lucha interior del hombre. El grabado se convirtió para mí en punta de lanza, en tribuna para llamar a la razón de todos los que por azar o coincidencia decidimos vivir en nuestra patria.

Por supuesto, dificultades tuve. Una serie de grabados con la crítica y la censura como trasfondo implícito no podía ser bienvenida en medio de un llamado Período Especial con tantas limitaciones y auto-limitantes.

En Bloqueos se ven representados esos funcionarios que siempre tienen algún problema para cada asunto de los demás que de él dependan, y poco a poco se convierten en cajas fuertes donde se quedan las miles de soluciones que debimos de recibir alguna vez los afectados; pero también, los hombres que sufren y trabajan, y que son los verdaderos protagonistas de nuestro tiempo histórico, y es a ellos a quienes dedico mi obra.»

Resulta interesante la manifiesta coincidencia intencional que se percibe entre el creador contemporáneo y los arcanos Greco-Latinos. Carrete está narrándonos una historia ya muy contada y sin embargo hace algo más. Sentimos que en sus piezas hay más que una historia. Hay pues, un sentido oculto, un enigma. ¿Cómo acceder a él?

Tomemos una serie de grabados: no es tan sólo un producto libre de invención personal, es «vivencia oblicua»-, tampoco es libre de expresión personal, sino drama.

El artista no podía sencillamente y sin velos manifestar sus propias opiniones; solo puede permitir que su personalidad brille a través del telón de fondo sobre el cual se destacan sus marionetas, y cuyo encargo será representar papeles consabidos y expresar los sentimientos que hacen al caso...

«el cuerpo se escondía en la casa de las imágenes/ y luego reaparecía idéntico y semejante/ a un fragmento estelar volvía»... parece apuntar Lezama, el Maestro, desde la memoria de lo eterno...

Raras coincidencias. Como traspolado al Caribe, aparece un drama griego: Las Bacantes para difundir de nuevo aquella vaga fe, aquellas aspiraciones que rondan la mente humana y que no podía formular Eurípides en lenguaje simple o no podía sostener con plena responsabilidad... «el otorgamiento es la medida del secuestro» sigue apuntando Lezama...

El drama de significación personal sólo aparece ante nosotros con nitidez cuando, de cierto modo, contrasta con el suave o a veces abrupto fluir histórico. No será extraño pues, después de manifiesto el «nexus», que al igual que en los poetas épicos griegos, un sismo destructor se arregle de cualquier modo: tenía que haber rup-tura, cataclismo, que ya es parte de la historia misma del artista, de Jesús Carrete. Pero el lenguaje en sus grabados ha sido cuidadosamente impreciso: el sismo echa abajo palacio, pero deja al espectador en libertad de figurarse que sólo se derrumba la prisión de Dionysos, que está fuera de escena y no es visible ¿o si? En todo caso, las ruinas no caen en la escena bidimensional, y una vez declarada la catástrofe no volverá a hablarse de ello.

El artista no da soluciones en su obra, se cuida de hacerlo al igual que Eurípides. Sólo nos presenta las arrugas de la vida y las «indecibles lágrimas que hay en las cosas».

J.C.-»Desgraciadamente, el grabado en Pinar del Río ha tenido una vida de ciclos combinados entre defunciones y reanimaciones como lo tuvo la poesía épica a la que se refieren. Un pintor lo trajo en la década del 30; magníficos grabadores lo impulsan durante los años siguientes, sobre todo después de la fundación de la Escuela en 1946; pero en el 70 se sume en el olvido con la salida de la provincia de Crespo Manzano; y habrá que esperar hasta finales de los 80 para que otro grupo lo reanime, Marcos Yaver, Abel Barroso, Couret, Omar Morales, Tamara Campos, y yo, que me sumé al movimiento reestructura-dor durante los últimos seis años. Pero en estos momentos el grabado ha sido estocado de muerte con el cierre de dos de los tres Talleres en activo y la mayoría de los grabadores han pasado a pintar por ser más lucrativo y relativamente más fácil. Yo sería el último en Pinar del Río, pues muchos se marcharon a La Habana, y he dejado de hacerlo recientemente con el retorno al XIV Salón Provincial de Artes Plásticas de mi serie de pinturas con Chaplin como elemento focal, pinturas en las que incorporo técnicas del grabado para lograr texturas, degradaciones y voladuras sugerentes e intencionadas... así que ¡Adiós al grabado!, por un buen tiempo y en contra de mi voluntad... »

En el sopor de los atardeceres, durante las in-somnes madrugadas, Carrete ha hecho menos lento el paso cansino de las horas provincianas, convencido de esos dos «hambres» que tiene el hombre -según Onelio Jorge Cardoso- acuñando para siempre sus personajes de imaginación desbordante, desbocada, que saben escoger cada palabra del saco de «sus» palabras y atarlas en el aire con un gesto mientras enhebran la narración más verosímil y necesaria a la usanza de Juan Candela pero en la muda pared.

J.C.-»He dedicado más de 16 años al diseño gráfico, y siempre buscando un medio que me permitiera esa catarsis personal y a la vez decir todo aquello que me agobia o me extasía.

El grabado acudió como narración precisa. Lo que no pude con palabras, lo dije con imágenes; lo que me negaban en la vida, lo busqué -lo encontré- en el grabado.

Mi niñez siempre estuvo llena de sismologías disímiles que hoy forman parte de esas narraciones que son mis series de colografías. Mis vecinos santeros y su aporte cultural, la Iglesia cerca de las escuelas con su mundo místico, y toda una amalgama de religiones o cultos indo-cubanos y greco-latinos que dieron como resultado el ajíaco de Fernando Ortiz pero en grabados. Indios, chinos, afroides, y guerreras que te guiñan un ojo sobre el que descansa su padre negro, más que un saludo en una invitación a no creer algo que se dice o a entrar como cómplices en su maquinación, y son, por supuesto, las jineteras; el tabaco, la palma, los vitrales, las columnas dóricas... »

Un código resulta inconmensurable en sus exégesis. El tabaco representa para Carrete un indiscutible emblema, retomado de la práctica de las religiones afrocubanas de origen yoruba o bantú que lo usaban como materia combustible o también como ofrenda propiciatorio a los dioses en una adulación a su omnipotencia para obtener favores y aplacar sus iracundias, tal como el incienso se quema en los templos y liturgias de otras religiones. Un maná misterioso, potente y fecundante parece emanar del humo del tabaco no ardiente en la obra de Carrete, un humo sutil y fugaz que apenas logramos apre-hender y que es materialización de esa fuerza del tabaco que se manifiesta en los fenómenos estimulantes y narcóticos, como invitando a pasar la barrera de la dimensión espacio-temporal que nos separa del encuentro con el Maestro después de la cena paradisíaco.

Pero habrá más de una lectura a estos nexos. Carrete nunca es claro en punto de religión, tampoco lo fue Eurípides. Su mente en general es nítida: está con el espíritu de libertad, de revolución moral, de la negación de lo atávico; en él está el afán de investigación, una rara facultad para la maravilla y la conjetura...

J.C.-»Para mí, todas las religiones son una sola, no hay diferencias.»

Carrete podrá ser definido como un creador de lo bello, un productor espiritual de cultura capaz de concebirse a sí mismo y al mundo que lo envuelve de manera refleja, semiótica, con la ayuda de signos socialmente establecidos, específicos de nuestra «naturaleza humana», libre de alienación satisface pues los criterios de Marx para ser un creador de cultura y de lo bello en franca afinidad.

La lectura filosófica en la obra de Carrete se torna introspectivo para conectar y compatibilizar las formas intelectuales y artísticas de la conciencia con todo el amasijo de la cultura de nuestra sociedad en una narración global; así, la técnica y el desarrollo con las ideas religiosas y morales. Nexos que van desde el pensamiento griego al panteón afro. ¿Qué son Vulcano y Changó ante Helms-Burton & Co., Júpiter y Ochún ante un Período Especial y el "bloqueo", y Hermes y Oioffi ante una Oficina de Intereses o una agencia de "comercio de esperanzas"?, cuestionamientos que parodian el genio de Marx y ¿no enmudecen inevitablemente los cantos, las leyendas y las musas con la aparición de tanta desidia y lamentación estéril? La llíada dejó de ser hace siglos el compendio de reglas de conducta moral y modelo de acción práctica o manual escolar y registro de historia patria, otras muchas se han escrito después, pero los dramas humanos y la omnipotencia divina persisten, los desastres se agravan, he aquí la medida de vitalidad y fecundidad de ese legado que Carrete plasma hoy para el futuro cubano como cronista justo y sincero del suceso de «estos nuevos tiempos».