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noviembre-diciembre. año III. No. 16. 1996 |
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ENCUENTRO |
ÁNGELES ÁLVAREZ por Pedro Manuel González |
Había una vez, hace mucho, mucho tiempo una niña que pedía a los mayores que le dibujaran muñequitos y luego ella les hacía ropitas con papeles de colores... P.M.-Angeles, ¿cómo se inician tus avatares artísticos y cómo te involucras en el fascinante mundo de la Moda? A.A.-Cuando terminé el Pre mi padre me llevó a la antigua Escuela de Comercio para que me matriculara y siguiera así la tradición familiar -tengo 9 tíos y todos eran comerciantes. Ese día me quedé en el Parque de La lndependencia junto a otros jóvenes esperando la hora señalada; pero no podía, aquello no tenía nada que ver conmigo. Entonces cruce a la Escuela Taller de Artes Plásticas (Martí y Cuarteles) para interesarme en su rama y la vía de ingreso. Con lo que llevaba para la otra matrícula, una prueba de aptitud y una persona mayor que firmara por mí, era suficiente. Me gradué en 1966. Fueron «mis años felices» junto a Tiburcio Lorenzo, Juan Ramón González, Aguedo Alonso, Carlos Alcocer, Tula y Yoya Fernández, Bebo Crespo Manzano, eramos una familia... y en familia pasaban las horas, los años envueltos en aquel sueño de llegar a «ser». Un día de 1965, Matías Maragoto, entonces Delegado Provincial de Cultura, me encargo unos diseños para el Grupo de Teatro Infantil que dirigía Herminio Marín. Fue el diseño de «Los 3 Mosqueteros». Casi no lo recuerdo, pero con la entrega de aquellos diseños firmé, junto al contrato, mi vida. Viví dentro del ambiente del Teatro, en el que nacieron y crecieron mis hijos; por mis manos pasaron «La del manojo de rosas», «Claveles», «El Cafetal», «Las preciosas ridículas», «Contigo Pan y Cebolla», «El Bravo», «Voy abajo»... tantas que harían interminable la lista, imagina que en mi curriculum aparecen mas de 200 trabajos. En todo ese tiempo no había otro diseñador y yo cumplía contratos para carrozas, comparsas, restaurantes y sus empleados, oficinistas, ascensoristas, espectáculos de cabaret, atrezos, escenografías... En 1977 la Empresa de Industrias Locales me pide diseños de Moda para sus producciones en serie. En noviembre de ese año presente mi primera colección de Modas con 65 diseños que se conveniaron con distintas empresas del país. A partir de entonces mantuve, con el apoyo de distintos organismos, un grupo de modelos de 15 muchachas, 4 varones y 6 niños que se renovaba sistemáticamente y no ganábamos, ni ellos ni yo, un solo centavo; ensayaban, recibían clases de modales, de andar y conducirse en público, buen gusto, apreciación artística, gesticulación, dicción y diseño de modas, se llamó «Moda e Imagen». Durante años tuve círculos de interés para jóvenes en preuniversitarios -recuerdo con agrado el que funcionó en el Guiteras con el apoyo de su director y sobre todo, su paciencia-, en Casas de Cultura, y por último, aunque por poco tiempo, en la «Casa Loynaz». Cada año presentaba 4 colecciones coincidentes con las estaciones y un gran desfile de fin de año, en dependencia de la economía de los «padrinos». En pleno período especial, 1991, presenté para el 4 de abril una exposición que incluía 160 diseños, un performance por bloque y subasta de piezas; los periodistas -la crónica apareció en el rotativo provincial- calcularon más de 1000 personas en el público que abarrotó el antiguo Palacio de los Matrimonios... Pero mis muchachos se pasearon también junto a los de «Nueva Línea» en varias ocasiones. Un número de Palante fue dedicado a uno de mis shows en el «Rita Montaner» bajo el auspicio de Comercio Interior y la Empresa de Industrias y Servicios. La revista "Mujeres" nos dedicó también un extenso artículo. Poco a poco y con muchísimo trabajo nuestro grupo se consolidó; teníamos muchachos muy bien preparados, maquillista y peluquero, y yo fui aprendiendo la técnica de la locución y la animación. Así, nos pedían el espectáculo en otros municipios y, te repito, 4 colecciones pasaron por la pasarela de «Nueva Línea» en «Fin de Siglo», y mis diseños se vendían allí, fabricados por la Unión de Empresas de Confecciones Textiles de Lamparilla #12 en La Habana. Pero todo tiene un fin, y el fin de mi vida en la moda, alrededor de 1993, estuvo en manos de quienes no sabían de modas e ignoraban, evidentemente que con una carrera se destruye una vida. ¡Que Dios los perdone!
P.M.-Volviendo al Teatro, ¿cuáles son tus mejores y peores recuerdos?
A.A.-El Teatro me dio la posibilidad de independizar mi vida espiritual, de formarme desde casi adolescente criterios sólidos sobre estética, música, psicología de los personajes, actores y público. Decía mi profesor y amigo Derubín Jacome que el vestuario hace 50% del éxito, el otro 50% lo ponen los demás, y en caso de fracaso el 100% lo tienen los demás. Claro, era una broma, pero con fundamento. Para adentrarte en una puesta en escena no basta con leer un libreto, debes investigar sobre el lugar y la época en que se desarrolla la obra, clases sociales de los personales, ambiente socio-político en que se desenvuelven, y después conocer a quienes los van a representar. Te encuentras que debes vestir a «Cecilia Valdés» -de 18 años- y la actriz tiene 40 bien vividos y debes hacer creíble que tiene esos 18, y el «Niño Leonardo» que tendría unos -20- pasó ya los 50 hace demasiado tiempo. Entonces tienes que luchar con los colores, el corte, y los mil y un trucos que aprendiste en la práctica, aunque al final te sorprenda que la actriz «Cecilia» ¡quiere que la vistas de 18 años!. A pesar de todo eso o, tal vez, precisamente por todo eso, el encanto y la magia del teatro te atrapan e incluso llegan a formar parte de tu fisiología, se te desarrollan los sentidos increíblemente, el tacto es capaz de reconocer la reacción que tendrá un tejido bajo la luz y la vista transforma los colores y los adecua a la situación. Luego la emoción del ensayo general, los detalles, a veces trágicos, de última hora, la tensión hasta el momento del estreno y cuando terminan los aplausos -o la falta de ellos-, la crítica o las felicitaciones, entonces una embriaguez de champaña hace que las burbujas se te salgan por los ojos y al cabo de las horas descubres que tu rostro se ha quedado rígido, en una sonrisa o una mueca... Cada hora de esas que has vivido son años para otros mortales. Y todo eso queda, sabes; queda aunque pasen los años, y lloro ante una buena representación y me enardezco cuando oigo una buena voz cantando un aria de ópera o un fragmento de zarzuela... Tengo una anécdota al respecto: hace años fui a ver la «Antología de la Zarzuela» de España en el Teatro Nacional. Cuando terminó no me di cuenta, estaba bañada en llanto y no podía recordar apenas qué había pasado. Fue mi alma la que disfrutó el espectáculo, mi «yo» consciente cayó en shock para dejar que las emociones fluyeran. Fue maravilloso. Este es uno de mis mejores recuerdos. Otro gran momento fue la reinauguración del teatro «Milanés» con la zarzuela «El Cafetal» con mis diseños... Pero el más grande sin dudas fue el trabajo para «¡Ay Carmela! de José Sanchís Sinistierra en el Teatro «Hubert de Blank» con actores de Teatro Estudio y la dirección de uno de mis mejores amigos: Humberto Arenal, director, escritor, autor-. La música de Juanito Piñera y las luces de Saskia Díaz. La Carmela fue Miriam Learra. Viví meses inolvidables en la creación del vestuario, la escenografía y el atrezo. Por primera vez subí escaleras y andamios, coloqué telones, quemé banderas y pinté paredes... pude ver una nueva dimensión de los actores, los buenos actores: Míriam «sentía» de tal modo el personaje que luego de cada escena tenía que relajar para poder «regresar». Al estreno asistió el autor de la obra e invitó al director a reponer sus obras en el teatro de su propiedad en España, mis diseños cruzaron entonces el Atlántico. Cuando llegué al Teatro, la noche del estreno, quede atónita, la cola inmensa en taquilla y un teatro lleno, incluso personas de pie, entradas vendidas para toda las funciones. La puesta fue increíble, los sentimientos corrieron e invadieron a todos los presentes; al terminar, un silencio espeso dilató la transportación de aquel público. Los aplausos y las lágrimas de los integrantes de la obra, la realización espiritual-profesional. Ese día las burbujas no salían solo por los ojos, llenaban todo mi ser y te aseguro que floté. El Teatro me dio otras muchas satisfacciones como el ingreso a la UNEAC en la primera selección en la provincia. Después, durante años, fui Vice-Presidenta de Artes Escénicas y representante a la Asamblea Nacional. Esta membresía me llevó a participar en Coloquios de Diseño Escénicos, en Festivales de Teatro, Danza y Cabaret. Presenté ponencias y conferencias sobre mi especialidad en Santiago de Cuba y La Habana en varias oportunidades. Integré las comisiones organizadoras de esos eventos y fui invitada a varios Festivales en Camagüey, Matanzas y Santiago de Cuba. Durante el Segundo Coloquio de Diseño Escénico presenté como espectáculo colateral una colección de modas, los maniquíes fueron miembros de Danza Moderna y se presentó en una increíble pasarela creada para la ocasión por Otto Chaviano, entrañable amigo. Una muestra de mis diseños también fue presentada durante el Primer Coloquio Internacional de Espectáculos de Cabaret en «Tropicana» una «cortina» -es decir una pieza para bailarines figurantes- vistió mis diseños en el Cabaret del Hotel Capri durante la clausura. Pude conocer a personas increíblemente interesantes, conversar con ellas, relacionarme y sembrar amistades duraderas que aún florecen, como Mendive, Martínez Furé, Waldo González, Guido López Gavilán, Eusebio Leal, Pablo Armando Fernández, Ana Amalia Sierra (directora de la escuela de Ballet de Nicaragua), Tony Carbonell, Zenén Calero, Carlos Otero -el presentador de T.V.- y que, valga recordar, me invitó a su programa «Los domingos no están contados» a propósito de mi exhibición en Tropicana y el Capri, pero me sentó un bello perro cerca que me provoco una alergia terrible durante la entrevista y tuve que «actuar» durante dos horas en pantalla, y Dios sabe cuánto pasé...
P.M.-¿Cómo llegas al ISA después de tantas emociones profesionales y humanas?
A.A.-En 1990 fui invitada a presentarme a pruebas de ingreso en el Instituto Superior de Arte para el Primer Curso de Diseño Escénico. Titubeé mucho, tendría que competir con muchos jóvenes, además de la distancia, las condiciones de escasez y otras dificultades. Pero al final, mi esposo, mis hijos y mis muchos amigos -debo agradecer en especial a mi amiga griega Mercina y su magnífico esposo- me convencieron, me ofrecieron ayuda y cooperación. Nos presentamos 70 personas para 15 plazas. Tuve como profesores a Diana Fernández, reconocidísima diseñadora de Teatro, Cine y T.V., que diseño el vestuario del filme «La Bella del Alhambra» (aunque, por error, en nuestra provincia se lo agenciaron a otra persona); Derubín Jacome, diseñador de escenografías, ambientaciones y director de Arte en el Cine nacional y foráneo; Ramiro Maseda, diseñador de luces y creador polifacético; Nieves Laferté, diseñadora de Danza Nacional de Cuba; y por supuesto la decana de los diseñadores cubanos: María Elena Molinet. Tuve la suerte increíble de tener dos compañeros de curso que con mucha gallardía se brindaron a ser mis escuderos: Zenen Calero, el premiadísimo diseñador del Grupo Papalote de Matanzas, y José Antonio Carboneli, diseñador de la Seña del Humor de Matanzas y actualmente diseñador artístico de una Editora española. Pero, y siempre hay un pero, de la misma forma que se fue derrumbando el Milanés bajo el deterioro causado por la desidia y la falla de recursos o la mala utilización de ellos, así terminó mi trabajo «oficial» en el Teatro pinareño: mi plaza fue declarada «sobrante» y después de 30 años de trabajo, un año de humillantes propuestas de cambiar de trabajo, me despedí de las tablas... por el momento.
P. M.-¿Y la T.V. que fue para ti?
A.A.-Un mundo nuevo, una experiencia que si sacas cuenta de cuantas personas la ven, y que porciento representan en la población, verás que fue un «privilegio». Allí tuve la oportunidad de tener mi propio espacio, seleccionar los temas, hacer mis libretos, grabar, entrevistar, conversar a la vez con miles de personas, sentir el temblor de la espera de esos segundos que te separan del momento en que te dicen -"En el aire"-. La T.V. es un mundo encantado. Por dos años fui la presencia de todos los martes a las 6 y 45 de la tarde. Pero este medio te desgasta y es mejor hacer una pausa antes que un mal trabajo, por eso no renové mi contrato que coincidiría con las puestas de Teatro Estudio y un compromiso para el Ballet de Nicaragua. No obstante fue un período de mi vida. Guardo buenos recuerdos y mucho amor para aquellos que trabajaron junto a mí.
P.M.- Y ahora. ¿qué haces?
A.A.- ¡Muchas cosas! Tengo más tiempo para pintar y satisfacer un contrato con una Galería de Puerto Rico, escribo, leo y atiendo a mis amigos, como tú. Además, «SOY LIBRE», nunca más tendré que soportar una ofensa o humillación ...
P.M.- VITRAL. ¿Qué es Vitral para Ángeles Álvarez?
A.A.-Mira, Vitral es, sino un hijo, un ahijado; lo vi formarse desde la primera idea surgida en una conversación informar; participé de cada sugerencia y tropiezo y compartí el sueño de contribuir con mi poquito de amor a su realización. El primer número llevó mis ilustraciones desde la portada hasta el final. Fue nuestra primera «Galería». En ella mi hijo publicó por primera vez y se ha convertido en una aventura, en utopía realizable con nuevos capítulos, a veces turbios, en cada número. Pero Vitral ha sido médula de convivencia con excelentes personas, desde Dago su director que es mezcla de ingenua dulzura de niño grande y la templanza del acero callado pero no mudo, de palabra breve, cariñoso y displicente que siempre llega a mi alma, -el Padre Manuel Hilario de Céspedes (Manolo); María del Carmen que parece una hormiguita laboriosa; Estela y Carmen Dora solícitas y dedicadas, siempre atentas; Joshy el más «nuevito» que vio con nosotros cómo se gestaba un vitral de luces y espacio; otros que no están, pero que los recuerdo con mucho cariño, Enrique Estrella y Roberto Mendiluza; hasta llegar por fin a la mano segura del Sr. Obispo que sin títulos ni oropeles es un ser humano bellísimo, lleno de amor y comprensión.
P.M.-¿Por qué «Galería»?
A.A.-Si te fijas en la prensa nacional, los artistas plásticos que residen y exponen en La Habana siempre están presentes, cada obra recibe promoción el artista su apología. Pero, cuando se trata de un artista de provincia, un guajiro, se hace más difícil, es algo como un olvido voluntario y cuando mas una mención superficial pretende llenar el vacío. Ellos necesitan su espacio. Comenzamos con Oliva porque es el que más adelantado estaba en la promoción, además lo conozco desde... no sé, no vamos a hablar de años. Así continuamos sin seguir un orden que denote preferencias, solo vamos al que primero esté dispuesto, recuerda que decidirse a entrar en Vitral requiere una determinación sobre todo al inicio. Hemos tratado de rescatar para las generaciones actuales y futuras la imagen, la esencia de artistas desaparecidos físicamente, porque su obra está ahí y no puede perderse, ese crimen no puede seguirse cometiendo. Los pintores ya establecidos, reconocidos, envejecerán un día y la memoria escrita, el testimonio de su palabra debe quedar como herencia para futuras generaciones de artistas o admiradores del arte. Y a los jóvenes debemos ayudarlos a darse a conocer porque ¿cuántas personas entran a una Galería, cuántas comprenden qué se representa en una obra y, de todas ellas, cuantas recordarán el nombre del artista o lo reconocerán al verlo? Ese es nuestro propósito, que el público no especialista, lector habitual o accidental de Vitral, hoy o dentro de 10 años, sepa que ese muchacho de pelo largo que pasa frente a su puerta no es un vago o un marginal sino un creador, que se sienta impulsado a conocer su obra y, quien sabe si poco a poco el que hoy no sabe, encuentre la luz del conocimiento tras los colores de nuestro Vitral.
P.M.-Tu opinión, fuera de Galería, de algunos artistas plásticos.
A.A.-Tenemos excelentes artistas, con mucho talento y otros que además son seres humanos «iluminados».
Juan Suárez Blanco convierte su obra plástica en un puente para llegar al alma sensible que la contemple, su obra es su propia imagen. Humberto, «el negro», tomó un camino, Io ha explorado y ha descubierto muchos de los secretos, laboriosamente ha logrado su sello y la obra se reconoce entre miles. Ulises Bretaña, tiene una técnica difícil de igualar, es original y nunca he visto ninguna obra de él que intente imitar la de otro. Me encantan los Chaplin de Carrete, este último, para el Salón, tenía espíritu propio. Couret, imaginativo, en el camino de búsqueda cierta con una obra convincente. Reina y Regueiro en su naif o primitivismo, llevan un toque de autenticidad sin ceder a tentaciones. Tamara Campos con su fecunda imaginación logra efectos impresionantes a través de instalaciones y grabados. Banasco, no sé si Banasco pinta con pinceles o usa plumas del ala de un ángel para lograr estilizados efectos, iluminaciones interiores. Miló, fiel a su pincelada precisa, a un estilo, a su modestia. No debo continuar porque acabaríamos haciendo otra Galería.
P.M.-¿Qué es lo que más odias y lo que más te gusta en la vida?
A.A.-Prefiero decirte qué es lo que no me gusta nada y lo que más me gusta, ¿de acuerdo?
Pues, no me gusta la Mentira, quien la usa es por incapaz de conocer la verdad; no me gusta la ambición desmedida e irracional, esa que lleva a los hombres a invadir el camino de otros y subir sus escaleras aplastando a su paso a los que están en el escalón ganado con esfuerzo; no me gusta la envidia, quien la esgrime enferma como de Sida y luego acaba con la vida de los que lo rodean; no me gusta la traición, ¡es tan ruin!; no me gusta quedarme callada cuando se que alguien está obrando en contra de otros con maldad, aunque esto me ha traído muchos problemas, pero al menos, se los advierto; no me gusta que me prohiban o me obliguen a hacer cosas. Dios que dispuso el mundo, sólo dictó 10 mandamientos; no me gusta la hipocresía. Si alguien no me gusta o no apruebo su proyección en la vida, prefiero ignorarlo y llegado el caso decírselo claramente. Y como supones, me gusta todo lo contrario, pero además el Mar, calmado o bravío, a cualquier hora y lugar y a veces pienso que los verdaderos «terrícolas» no somos nosotros, sino criaturas en el mar. Me gusta una flor cualquiera, sin importar linaje o color. Me gusta, me emociona, cuando un gorrioncito se posa en mi ventana. Me gustan las nubes, el sol, la Vida...
P.M.- ¿Y el Amor?
A.A.-Difícil. Amo locamente a Plácido Domingo cuando lo escucho cantar, tanto como a Lorca cuando siento la música de sus cuerdas leyendo su obra, pero también amo a Renoir en cada Pincelada y ni decirte lo enamorada que vivo de Chopín en cada una de sus corcheas. Pero amo muchísimo más a mi esposo, a mis hijos que me llenan de orgullo cuando los veo honestos, cultos, seguros de sí mismos haciendo proyectos para sus vidas, y sobre todo comprensivos, cariñosos, con sus mentes abiertas a la vida.
P ' M.-¿Te sientes feliz, realizada, aún con las contrariedades sufridas?
A.A.-Las contrariedades te afectan en el momento en que suceden y mientras interiorizas que el causante vive con el miedo eterno a que otro como él aprenda la técnica y se la aplique. Yo voy enterrando esos recuerdos en el olvido y refrescando mis heridas con amor, que es muy curativo. Por lo tanto te digo que sí, me siento feliz por que Dios me dio un espíritu que se estremece con el viento de un día claro, con el olor de una flor o el sonido de la música. Me dio una familia que adoro y a la que le dedico cada pensamiento. Me dio muchas cosas, las posibilidad de expresar de mil formas lo que llevo dentro y sobre todo: me privó de todo instinto de hacer daño. ¡SOY FELIZ! Realizada, plenamente. He tenido la oportunidad de hacer, limpiamente, con mi propio esfuerzo y sin perjudicar a nadie todo lo que me he propuesto. He logrado en una sola vida lo que a otros tomará varias... Y sobre todo se que todavía haré mucho más, mientras ÉL me lo permita.
P.M.-¿Qué deseas a los lectores, a tus amigos y enemigos? A.A.-Enemigos, no tengo, si alguien se siente así, lo lamento, es un enemigo unilateral. A los lectores, que cada día sientan la necesidad de leernos y de ser mejores. A mis amigos, toda la felicidad del mundo y a los artistas con talento que Dios se los conserve por los siglos de los siglos. Amén. Pinar del Río, octubre de 1996. |