noviembre-diciembre. año III. No. 16. 1996


LECTURAS

LIBRO DE LO INASIBLE: DUALIDAD DE LA PENUMBRA

por Francis Sánchez

La Editorial Capiro de Santa Clara, acaba de presentar el poemario Libro de lo inasi-ble que ganara en el concurso nacional "Fundacion de la Ciudad de Santa Clara" de 1995.

Bajo este sugerente título lleana Álvarez (Ciego de Ávila, 1967) se inserta en el denso espectro de la joven poesía cubana; aunque no se trata de su primer libro, pues ya en 1994 había obtenido el premio «Ávila» con El Horizonte nos existe, que desde entonces se encuentra en proceso editorial.

En Libro de lo inasible asistimos al llamando de una voz tan fresca como sólida, de honda raigambre castellana. Poemas donde nada es casual, donde tanto la medida de cada verso como la textura de los símbolos mayormente bíblicos interactúan en función de un minucioso enunciado general, para el que cada imagen, cada palabra resulta imprescindible. A través de dos secciones, «Penumbra de la paloma» «Penumbra del cuervo», en este libro sutil, la poética de lleana nos propone ser parte de ese dolor de ser y no estar, estar y no ser, vivir a plenitud el momento justo en que la luz y la sombra se funden en un solo ademán, muerte y vida, fuga y retorno, un solo cuerpo. La palabra por tanto es obligado campo de batalla donde convergen fuerzas que desbordan, que fragmentan desde adentro al discurso. Lirismo que acompaña a la marcialidad de un verso macizo, gravitando siempre en torno a la acción de un verbo inminente, como el fuego más sagrado se deja educar por las vasijas. Poesía donde la experiencia del sujeto lírico exacerba y resguarda su intimidad, Iejos de precisarla o limitarla, al tomar posesion profunda de los contornos. Donde el tiempo, los espacios por donde cruza el alma en busca del Amado quedan, dentro de la vibración serena del grito que no brota por temor a derrocharse, unidos, identificados de tal forma con la voluntad creadora, que todos los lími-tes se pierden. Lo contemplado se diluye en el fondo del que contempla. El centro del alma donde estallan las preguntas se multi-plica, y aparece ya en todas partes, en el sedimento literario de una religiosidad esbozada como punto de partida para la reconciliación permanente con la fragilidad del mundo y de quien testimonia, en el contexto social, en los propios estratos místicos del acto creador que, ya en una etapa de madurez, adquieren rasgos definidos, propicios para hacer sentir el espejismo de un diálogo en acción. Esta voluntad para transmutarse en ondas muy delicadas y abiertas, definen el carácter femenino y sustancial de la poesía de lleana. Aquí cada objeto es puesto en tensión hasta el punto de quedar a solas en su naturaleza de gesto, de insignificante eslabón en una infinita sucesión de asombros. Los vislumbres filosóficos y las sensaciones físicas desbordan el ámbito que respiramos, se suceden, se completan unos a otros, y lo hacen en tal alboroto que, a quien preste atención manteniéndose a distancia como el que anda de paso, puede parecerle que se encuentra ante otro tipo de poesía de circunstancias, esta vez más íntima, subjetiva, aunque sin superar un estado de reacción inmediata. Pero aquel lector macho del que hablaba Cortázar, a quien nada humano le es ajeno, entrará y se sentirá a gusto, perdido en esta desenfrenada naturaleza donde la huella del alma que pasó , donde el sopor del mediodía cubano y de las noches muy húmedas, la suavidad de las fragancias penetrantes, el encendido sabor de las médu-las, no dejan nada al azar, marcan con fuego, nos hacen mudar la piel de cómodos testigos y padecer la mordida de la sombra, el desgarramiento de quien se halla tan aco-rralado que ha puesto en soledad a cuanto le rodea, o mejor se ha transformado en naturaleza misma.

Tanta intención, no ensimismada, aunque sí apuntalada en los puntos de contacto que transportan su raíz a distintas zonas de la realidad, transparenta el cuerpo de los poe-mas, evapora cualquier criticismo parcial, cualquier inducción a sintetizar en lo ético o en lo funcional-cognoscitivo toda la vitalidad que es la única flor, el único fin de la expe-riencia poética.

La dramática dualidad de la penumbra, en el sagrado vértice donde no es de día ni de noche, engendró ese libro como un salto de agua y sangre insustituibles, donde la teluridad del verso medido, restallante, pone en orden y en movimiento esa inasible materia de que están hechas todas las cosas.

lleana hereda y rescata para sí, para todos, un verso firme, un discurso que no ig-nora sino que busca y domestica la palabra difícil, una armonía rezumada en la fermen-tación de complejas interrogantes. Todas ganancias que se equilibran, llegando a provocar un más hondo nivel de fijezas, cuando el espíritu siempre en fuga, en as-censión, ocasionalmente y por lucidez del orfebre queda gravitando en la tensión de una sola imagen, una emoción reducida a detalle de un paisaje, que sugiere alguna miniatura japonesa, algun símbolo medieval como un resuello profundo y lento encima de los fuegos fatuos de la postmodernidad, que tantos estragos ha hecho en los más tiernos árboles de la literatura cubana. Y, uno de los mejores ejemplos de lo anterior, es sin dudas el poema Qué hay en mí que tanto asusta, un punto del viaje donde se cruzan todos los caminos, quizás el texto que mejor aprovecha la tradición de la pala-bra quejumbroso que, en sí misma, aún halla tiempo para nombrar, crear.

Ya la trémula blancura de la poesía de la Zambrano reafirma su vigencia a tono con los tiempos, no menos terribles o absurdos que el luto por un hijo; ocultarnos de nosotros mismos para un día ver a Dios sin que tenga que morir el monstruo que somos.

 

Callan mís manos cuando el viento bate derramando en la estela los límites del sueño. Callan los riscos por mi párpado abierto como un ave en el crisol de la mañana. Y entonces la pregunta se adueña de mi gesto, sobre mi pecho blande su oriflama como lanza: ¿Qué hay en mí, mi Dios, que tanto asusta y en alfanje o badajo toma la mano apenas venda, fruta, cuerda, azada? ¿ Quién me anuda la voz sobre el filo del pétalo, la asemeja a la roca, a la espina en el ojo...?