septiembre-octubre.año2.No.9.1995


OPINIÓN

RELEXIONES ACERCA DEL PODER Y LA COMPETENCIA

por José Hernández Padrón Cortés

 

Hace aproximadamente dos años, me enviaron, por mi trabajo actual, a pasar un curso de Técnicas Modernas de Administración y Dirección de Personal (soy matemático de profesión) para prepararme como instructor en dicha materia, dicho sea de paso, muy de moda en la actualidad en todo el mundo. En una de las sesiones de trabajo de dicho curso se nos orientó el siguiente menester:

"Trabajando individualmente califique de (1 a 10) la fuerza de su propio impulso

a) Poder _________________

             1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

b) Competencia __________________

                       1 2 3 4 5 6 7 8 9 10  

c) Afiliación __________________

                         1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

Poco después, en uno de los recesos, un grupo de cursistas, entre los cuales me encontraba, comentábamos sobre las respuestas de cada uno y un hecho llamó poderosamente mí atención, casi todos le habían otorgado el máximo y mínimo de puntos respectivamente a sus propios y posiblemente concomitantes impulsos de "poder" y "competencia", argumentando además, de muy diversas maneras, el por qué de sus respuestas y motivando en mí las siguientes interrogantes:

1. ¿Por qué suele interesar tanto el poder a algunos hombres?

2. ¿Por qué, no la competencia, si es sana, leal, justa y equilibrada?

Estas a su vez desencadenaron en mí las siguientes reflexiones:

Con respecto a la primera pregunta.

No pocos ejemplos a lo largo de toda la historia de la humanidad demuestran, de forma fehaciente, que muchos hombres han "practicado" comportamientos abiertamente arribistas con tal de haber podido obtener o lograr, aunque solo fuera un poco más de poder (particularmente poder político). En el empeño por alcanzar tales propósitos, algunos (o muchos) hombres no han reparado, o titubeado siquiera en cometer los más abominables crímenes, crímenes incluso, de lesa humanidad.

Creo firmemente que el sentido de la vida de los hombres (como especie) y de cada individuo en particular no puede ni debe circunscribirse a la mera existencia, como la de los animales no racionales, y que cada cual debe preocuparse y esforzarse por superarse y mejorar continuamente, para provecho suyo, de su familia y de la sociedad a la que pertenece, adquiriendo notoriedad (o si se quiere fama). Dicho con otras palabras, cada cual debe actuar acorde a los buenos patrones de conducta (clásicamente conocidos) como la honradez, laboriosidad, probidad, etc., para hacer el bien de forma constructiva y así, aún después de muertos, seguir "viviendo" en el recuerdo de la gente por derecho propio y con gloria, ocupando un sitial de (mucha o poca) relevancia y mérito según el caso. En suma, no creo que sea gravoso perseguir la notoriedad, siempre y cuando ésta se consiga en buena lid (¿o competencia?).

Por otra parte hay un sentimiento bastante generalizado en todo el mundo (aún en las naciones más ricas y desarrolladas) y que he podido constatar en conversaciones que he sostenido con amigos de otros países, de aversión hacia los políticos, de poca creencia en las palabras de los políticos, principalmente debido a los discursos y lenguaje de los mismos, que generalmente están bastante divorciados de la realidad y de sus actos. Al político se le mira como a alguien que constantemente le está tomando el pelo a los ciudadanos corrientes, como alguien que no juega limpio. No por gusto Lenin decía (voy a parafrasearlo). " Los hombres serán siempre unos ignorantes en política hasta que no aprendan a descubrir, cuáles son las verdaderas motivaciones o intenciones que se esconden tras los actos de los políticos" Si todo esto es así, entonces por qué tantos hombres se afanan por tratar de conseguir la notoriedad (o encumbramiento) a través de la política. ¿Por qué no a través de tantas y tantas ramas y esferas de las ciencias, de las artes, etc.? ¿Por qué no aspirar a ser como Einsten, o como Picasso, o como Chaplin? ¿Puede algún político eclipsar la fama y dimensión que estas personalidades universalmente conocidas alcanzaron, para su provecho y el de toda la humanidad? También se ha dado el caso de que algunos políticos hayan querido disfrutar de un poder único y omnímodo, son archiconocidos los ejemplos de Hitler y Mussolini (por sólo citar dos) y lo que ellos significaron de nefasto y turbulento a la postre (y a pesar del exacerbado nacionalismo de ambos) para Alemania e Italia, respectivamente. Si algún poder tuviera que ser ilimitado, convendría que fuera el de los pueblos, que en definitiva constituyen la mayoría y han sido bastante "víctimas" de los políticos ¿Qué cree usted amigo lector si las sociedades futuras fueran dirigidas por juntas científicas? ¿No cree usted que ellos, por lógica, deberían estar mejor preparados para enfrentar los retos que se le plantearán a las sociedades futuras en todo el mundo?

Me imagino que esta última idea pueda parecer a muchos un tanto extraña o tal vez descabellada; pero me permito recordar: acaso las ideas de Galileo Galilei no parecían descabelladas en la época en que él era único en afanar que nuestro planeta tenía forma esférica. La práctica más tarde demostró que él estaba en lo cierto y lo orático u oligofrénico hoy es que alguien no crea en la validez de las tesis de Galileo y el impulso que sus ideas le dieron a la cosmología y a las ciencias en general.

Con respecto a la segunda pregunta.

Quiero tratar con prelación aquí, lo que llamo "ganar sin mérito" He observado en muchas personas que a veces se ufanan o tienden a vanagloriarse de acciones y ejercicios que a mi juicio no tienen sentido ni razón de ser. Por ejemplo, ¿ qué mérito puede significar para un joven de veinte años ser más veloz corriendo que un anciano de ochenta? He conocido no pocas personas (por citar sólo otro ejemplo) que pregonan como propias de su "gran intelecto" las ideas de otros y así por el estilo de éstos se pudieran citar decenas y decenas de ejemplos de los más variados.

Creo que se debe competir (ganar o perder) pero en igualdad relativa de condiciones, de lo contrario, no podemos sentir satisfacción ni orgullo. No hay nada que reconforte y estimule más que competir y ganar con mérito, trátese de lo que se trate, ya sea en el deporte, en la escuela o en la sociedad.

Se debe competir (en sentido amplio y dialéctico) y tratar de ganar; pero con ética. No creo que sea deleznable esforzarse y competir al nivel del mejor, sea lo que sea o trátese de lo que se trate, siempre que se haga de forma justa, es decir, con mérito. Es de mediocres a mi juicio, estar comparándose y tomando como punto de referencia al que no es bueno o destacado, trátese de lo que se trate.

Recordemos que el mal de muchos es consuelo para tontos.

En resumen, para mí competir (en sentido amplio) significa alcanzar el nivel del mejor y si es posible superarlo; pero siempre sobre la base de lo que es meritorio y justo.

¡Ah!, por si siente curiosidad, le diré, como es lógico, yo circule el diez para la competencia y el uno para el poder

¿Cómo circularía usted?