septiembre-octubre.año2.No.9.1995


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MIGUEL A. COURET

                          por Ángeles Álvarez y Pedro P. Porbén

 

Tumulto de formas. Se fatiga la luz intercalándonos en los grabados; no hay caso en la tierra que no está aquí. Lo que fue, lo que es y será; las cosas que hemos tenido y tendremos, todo ello nos espera en algún lugar de este laberinto tranquilo... fantaseado, mágico, lámina arrancada al macrocosmos. Abrumadores caracteres harto deleitables, afortunada invención de rasgos precisos. No hay, en este místico laberinto, un mecánico o grosero alfabeto de símbolos que desvirtúe el rigor de cada lámina, que en casos, se funda en el compromiso reverente y en la desolación, en la observación perfecta. Couret se prohibe el error; no hay trazo injustificado. Intención, gesto. Prolijidad de procesos sísmicos en el tortuoso andar de nuestra esfinge...

En un período que abarcó la convulsa década de los 80, Couret asume la simbología judeo-cristiana para plasmar su fuerza interior, para aliviar el peso enorme que gravita sobre el corazón del artista y un poco que se identifica -en nuestra opinión- con el San Jorge que enfrenta, rudo y honrado, a la hoz y al martillo del sistema que se desvanecía, cual castillo de naipes con sustrato de nubes trágicas. Es un período en el que no se manifiesta intención ornamental, ni una contemplación pasiva, en tanto su obra se abre a la consternación, a la muerte en esfinges de seres que se devoran atravesados por flechas y lanzas de una realidad que se le es ajena.

-De los símbolos judeo-cristianos, de la hoz y el martillo, usted pasa de "facto" a la maravillosa mitología egipcia. ¿Qué mueve al exitoso artista a esta recuperación orientalista poco usual en nuestra Plástica? Es tan sólo un modo de encubrir la crítica mordaz al oficialismo o es una exploración personal, una necesidad interior?

Es precisamente éste último, una necesidad interior. Cada artista tiene su manera de crear, algunos desde muy temprano definen su línea y a partir de ella van madurando sus propuestas; otros (en los que me encuentro) sienten una necesidad de experimentar y a través de la propia obra ir ganando en claridad tanto formal como conceptual, es por eso que se observan estos cambios. No le temo al oficialismo porque siempre he tratado de expresar lo que he sentido de acuerdo a un hecho, un fenómeno o simplemente reflejar mi contexto sin temor a nada o a nadie, lo que sucede es que a veces la utilización de imágenes salen más directas, otras son pura metáfora, pero siempre trato de que los símbolos utilizados fluyan con entera libertad, si después las piezas se exponen, o no, eso no es lo más importante, yo estoy en paz con mi conciencia.

-A propósito de su simbología, en particular la utilizada en los años 89 y 90, ¿por qué toma precisamente el episodio de San Jorge contra el dragón que se hizo típico en la recuperación plástica de la antropología religiosa de los 90 en Cuba? ¿Se siente usted un San Jorge amenazado por el demoniaco Dragón?

Yo soy un creador formado en el calor de la generación de los 80 y por tanto mi obra no va a estar vacía o hueca de conceptos, búsquedas formales, etc; creo que es la única manera de reflejar el contexto cubano actual, siempre existirán comentarios desfavorables o favorables, ¡que bueno!, pero la esencia fundamental esta en la búsqueda de la reflexión. El arte tiene como peculiaridad que a través de una determinada disposición simbólica puedes desmitificar imágenes, humanizar héroes, hacer tuyas cosas inalcanzables, pero todo tiene que hacerse con un determinado talento, oficio y humanismo.

Especificamente, las obras de que hablas, formaron parte de una serie que realice en 1990 a partir de la estructuración visual de determinadas imágenes tomadas del folclore popular ruso como son el mito de San Jorge y el Dragón, el famoso grabado del gato de Kazán entre otros; adaptándolos al contexto contemporáneo cubano.

Es de recordar que en la década del 80 fue todo el descalabro del campo socialista y a través de estas obras quise dar mi opinión al respecto, porque en realidad en esos años estuvimos "amenazados" por haber perdido de la noche a la mañana a nuestros "amigos" soviéticos y toda la crisis tanto material como espiritual que esto trajo consigo. Es por eso que surgen obras como el gato de Kazán encima de una bicicleta con un tiro en la frente, San Jorge montado en el caballo clavándole la lanza a la hoz y al martillo, nuestro Escudo Nacional atravesado por la hoz, entre otros; en fin que esa serie llevaba como motivo central la traición.

Eso fue en aquella época, ahora estoy en otra búsqueda más contextual, tratando de mostrar cómo se siente la mayoría de los cubanos y por supuesto yo, con estos cambios económicos y espirituales, pero sin embargo, de una forma extramaterial siento, como lo pueden sentir otros creadores que San Jorge (que soy yo), lucho cada día contra las cosas malas, contra las musas que no salen o contra cualquier cosa que haya que luchar, porque los artistas están llenos de dragones por todos los lados y hay que saber utilizar muy bien la lanza y seguir adelante.

La cualidad que un hombre debe poseer antes de poder crear una obra de arte se llama "talento" Se puede tener un oído delicado para comprender los sonidos dulces, o unos dedos muy diestros para modelar el barro o un ojo experto para la mezcla de los colores y la apreciación de las sombras -todos estos serían talentos para: la música, la escultura o la pintura.

Pero además de estas habilidades del ojo, el oído o la mano, el verdadero artista debe tener un raro tesoro que no es corporal sino espiritual: algunas personas lo llaman "genio" pero Miguel Ángel nos demuestra que la verdadera palabra es AMOR -amor al trabajo artístico que se está realizando, a la búsqueda incesante de la perfección, amor a la humanidad que recibirá el delicado producto modelado con sumo esfuerzo... He aquí el punto donde la obra de Couret sobrevivirá la "prueba del tiempo", con el fuego de su genio nació el amor que habitará luego en sus dibujos, la persecución eterna de la verdad, del prisma que posibilite descompensar esta madeja de sucesos y vivencias que es nuestra efímera existencia de hoy .

El arte cambia y Miguel Ángel lo sabe, las consideraciones estéticas varían, lo que el mundo llama hoy bello, posiblemente no lo considerará así dentro de veinte años ... el arte es pues, un sueño que cambia según cambiarnos y mejora cuando artistas como Miguel Ángel Couret nos obligan a mejorar.

-Sus últimas ¿exposiciones personales han devenido en hervidero de críticos, admiradores y escépticos, -las opiniones son divergentes y algunos comentan que las piezas o mejor dicho, el mensaje implícito en ellas, es un "alerta" a los "dioses del Olimpo" cubano y una llamada a la " polis " a la reflexión. Por ejemplo, en la más reciente (febrero-marzo, 1995), "El laberinto de la esfinge", nos trae códigos muy sugerentes en torno a la esfinge y al templo que han sido, durante lustros, combatidos y apologizados por los artistas y críticos cubanos. Sin pretender restar valor a las observaciones del público, ¿cuál sería su lectura al respecto como simple observador? Continuando con la exposición mencionada, a nuestro juicio -la más lograda y exitoso en joven carrera- los comentarios se movían en torno a la falta de los llamados "requisitos científicos", tales como: las perspectivas distorsionadas, los fondos vacíos carentes de dinamismo, etc. No obstante, todos han coincidido en que aún así, ofrecen un rico

corpus de disquisiciones y comentarios "filosos".

 

Yo soy admirador de un tipo de arte que mueva a la reflexión, al cuestionamiento, a mover todo tipo de fenómenos o actitudes anquilosadas y que sirva además como termómetro social, es por eso que en todas mis muestras personales y por supuesto, en esta última que comentas " El laberinto de la esfinge" (marzo 1995), estos conceptos continúan presentes.

En esta exposición hay símbolos visuales que la caracterizan como el triángulo, el coloso, la esfinge, las columnas, entre otros. Todos ellos en nuestro contexto tienen un significado especial que los diferencia de otras latitudes, es por eso que aumenta la polisemia en las piezas, junto a los ya famosos comentarios filosos de personas incapaces de profundizar en ésta, aún siendo trabajadores del sector o simplemente funcionarios incapaces de ver más allá de sus propias narices (a veces por falta de conocimiento), notándose una inmadurez extrema en lo referente a la apreciación de una obra de arte. Estas interpretaciones generalmente no se ajustan a las intenciones iniciales de las propuestas, porque en cada una de ellas existirán elementos que yo los llamo "salvadores" que dan una especie de esperanza, estamos en los límites y de repente nos salen las alas, de pronto comienza a bajar el nivel de las aguas, hay columnas que se mantienen en pie con una gran firmeza, soportamos cualquier dolor, pero nunca perdemos la confianza en nosotros mismos y sobre todo en el porvenir.

Couret rompe con la armonía ejemplificada por la "Regla áurea", o el balance cromático o la textura agradable o la disposición de objetos materiales en conjuntos equilibrados para provocar reflexiones, búsquedas incisivas. Su meditada conjugación de líneas y volúmenes de objetos materiales que nos rodean o cubren, con mitos o elucubraciones oníricas, provocan un despertar del letargo contemplativo a que hemos estado sumidos por décadas en nuestros marcos provincianos.

¿ Se considera usted un iconoclasta ?

Yo no soy un iconoclasta, simplemente soy un creador que respeto imágenes que son sagradas, como puede ser la foto del Che de Korda, los símbolos patrios, las imágenes de personalidades tanto culturales como políticas y eso no quiere decir que en determinado momento utilice algunas de ellas para transmitir una idea en alguna obra, la forma en que se haga puede gustar o no, pudo haber sido lograda o no, pero la intención jamás será ofender, simplemente desacralizar determinados hechos o actividades humanas que me parecen muy recias o vacías para este momento.

Mi educación como individuo fue atea, sin embargo, me gusta entrar a las iglesias, contemplar esas maravillosas imágenes, disfrutar de la (grandiosidad del templo y de los ambientes que en estos lugares se respira, conversar con religiosos de todas las tendencias posibles, enriquecerme espiritualmente y seguir haciendo una obra que tal vez ellos mismos sean los protagonistas.

 

Couret traza fantásticos puentes, alianzas simbióticas entre vertientes tan disímiles como la iconoclastia y la religión Yorubá, entre la hoz y el martillo con la "nganga" del palero, símbolos, códigos, magia, que tan necesarios parecen a los nuevos tiempos de nuestra plástica. La revalorización de nuestra cultura -mestiza e imperecedera- se materializa en los dibujos de Miguel Ángel. Un reencuentro con la palma reina del Caribe cubano y la esfinge dionisíaca del Oriente egipcio: llamado urgente a recuperar la universalidad del accionar plástico. La ruptura de los códigos preestablecidos por décadas demuestran que los dioses ya no reinan en los cielos privados, inmutables y etéreos, son ahora -bajo la obra de Couret- personajes a juzgar, seres a quienes debemos pedir cuentas: no pleitesía.