septiembre-octubre.año2.No.9.1995


VALORES

 

SER HONRADO.

por Gerardo Mosquera

 

En una ocasión un amigo al regresar a su casa después de haber cambiado cierta cantidad de dinero en el banco se dio cuenta de que el cajero le había dado dinero de más. Inmediatamente volvió al banco y le entregó al cajero el dinero que no era suyo. El cajero se lo agradeció mucho y le comentó: "Hoy no abunda la gente honrada".

En cierta ocasión conversaba un joven con un amigo acerca de determinadas situaciones de injusticia que suceden en la facultad universitaria donde estudia. Su amigo lo exhortó a que lo planteara allí. El estudiante universitario le respondió: "en la Universidad no se puede decir todo lo que uno piensa".

Varios trabajadores conversaban privadamente acerca del hecho de que en la empresa donde laboran hay jóvenes graduados de técnico medio que trabajan ocho horas al día y ganan solamente 75 pesos al mes. Unos decían que menos mal que es así, y que esos jóvenes tienen que estar agradecidos de que se les dé esa oportunidad con lo escaso que está el trabajo. Otro de los presentes dijo: "Si esos jóvenes trabajaron en una empresa privada, ¿los consideraríamos explotados o no? ¿Es la explotación algo que depende de quien la haga: el empresario privado o el Estado? ¿Por qué el sindicato permite esto?". Rápidamente uno de los presentes dijo "mira, socio, es mejor que no hables de eso y no cojas lucha por eso. Te puede perjudicar".

Una señora fue al mercado agropecuario acompañada por su joven hijo. Casi no compraron nada, pues los precios tan elevados no se lo permitieron. Momentos antes habían pasado por la placita y no había en ella nada que comprar. El hijo comentó en voz alta: "¿Hasta cuándo vamos a aguantar esto?" La mamá lo cogió por el brazo y le dijo: Muchacho, cállate la boca que nos vas a meter en un lío".

Y podría seguir recordando ejemplos de esta índole. Sé que muchos lectores de "Vitral" dirán que exagero o que sólo cuento un aspecto de la situación. Reaccionar así es no querer ver la realidad de que hoy hay gente que le tiene miedo a la verdad o que tiene miedo a expresar públicamente y donde estime conveniente su manera de pensar. Estoy seguro de que hay personas que piensan que son pocos o ningunos los que se encuentran en tal situación. Pienso, no obstante, que son muchos Cuando era un adolescente me impresionó mucho una película titulada "El juicio de Nuremberg". En ella se le plantea al personaje principal la falsedad de que los condenados en los campamentos de concentración en la Segunda Guerra Mundial, al fin y al cabo, no eran tantos. El personaje principal respondió que no había derecho a asesinar ni a uno solo. En efecto, no es la cantidad lo que determinada la calidad ética de un suceso. El hecho de que haya personas que realmente no se sienten, ni son libres para expresar su pensamiento, es algo ante lo cual no debemos permanecer indiferentes.

Conviene aquí recordar a José Martí que en uno de los números de su revista La Edad de Oro, en el artículo titulado Tres Héroes, escribió: ' un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa no es un hombre honrado. Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado. Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas y permite que pisen el país en que nació los hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado. El niño, desde que puede pensar, debe pensar en todo lo que ve, debe padecer por todos los que no pueden vivir con honradez, debe trabajar porque puedan ser honrados todos los hombres y debe ser un hombre honradlo. El niño que no piensa en lo que sucede a su alrededor, y se contenta con vivir, sin saber si vive honradamente, es como un hombre que vive del trabajo de un bribón, y está en camino de ser bribón".

Si muchos de nosotros, individual y colectivamente, reflexionamos comprometidamente sobre estas palabras del Apóstol, algo comenzará a transformarse a nuestro alrededor. Es difícil ser honrado. Es difícil correr el riesgo de ser honrado. No obstante, cuánto necesita Cuba que lo seamos. ¡Ánimo!

N.de la R.

 La presente es la primera de varias reflexiones que publicaremos para contribuir a la realización de una de las tareas sugeridas por el XVIII Consejo Pastoral Diocesano, de Pinar del Río y aprobadas por el señor Obispo. Esta tarea se refiere a la promoción de valores religiosos, éticos y culturales en la persona.

 


MARTÍ: HOMBRE DE AMOR

por Violeta Gener Gutiérrez.

 

En días recientes, tanto en Cuba como en el extranjero, el cardenal Jaime Ortega Alamino, apuntaba que la obra de José Martí era, fundamentalmente una obra de amor y enfatizaba más: de amor cristiano, evangélico. Al margen de los comentarios, tanto de afirmación como de incredulidad o duda que puedan suscitar estos pronunciamientos, limitaré mi breve exposición a dar a conocer a algunos lectores, y a refrescar sus conocimientos en otros, de ciertos pronunciamientos y posiciones - que en Martí siempre se corresponden con sus actos- que validan por sí solos, las aseveraciones de monseñor Ortega. No voy a abusar del lector, poniendo ante sus ojos infinidad de citas martianas, me limitaré a utilizar dos o tres argumentos del Apóstol en diferentes circunstancias de su quehacer político, que son altamente probatorios de tal acierto.

De casi todos es conocido lo intenso, formidable y angustioso del esfuerzo martiano por unir, eliminar rencillas, apagar rencores y mal entendidos entre la emigración cubana que, lo mismo en Estados Unidos, España, Costa Rica, Honduras, Jamaica, Santo Domingo, parecía destinada a mantener diferencias estériles, tontos rencores, a no renconciliarse. Así, con motivo de un mal intencionado comentario puesto en sus labios sobre los anexionistas y específicamente acerca del patriota Néstor Ponce de León, Martí decide explicarse con tan antiguo compañero y colaborador, utilizando una carta rimada, fechada en Nueva York, de 21 de octubre de 1889:

Vivió duramente 30 años en el destierro.

He aquí la carta:

A mi Señor

Néstor Ponce de León

Viene a decirme Capriles

que alguien dijo en Broadway,

que en mí discurso exclamé

¡Los anexionistas viles!

¡Bien y con mucha razón

me mandó usted el recado

de tenerme preparado

el espinudo bastón.

Miente como un zascandil

el que diga que me oyó

Por no pensar como yo

Llamar a un cubano vil.

Viles se puede llamar

A los que al lucir el sol

Del Diez, con el español

Fueron, temblando, a formar.

Los que al hombro los fusiles,

Negra el alma y blanco el traje,

ayudaron al ultraje

De su patria esos son viles.

Vil tiene bien y no menos,

Al que por la paga vil,

mata el ánimo viril

entre los cubanos buenos.

Pero al que duda -¡yo no!

¡Yo no dudo!, que su tierra

Puede después de la guerra

vivir con paz y con pro;

Al que comparte la fe-

La fe que yo no comparto-

En el cariño del parto,

Que pudo ser y no fue;

Al que piensa -¡yo no pienso

Así!- que, en tanto desdén,

Es dable un inmenso bien

Sin un sacrificio inmenso;

Al que por odio a la guerra,

Prefiera, ¡yo no prefiero!

El comerciante extranjero

a la virtud de su tierra.

Ese, ¡quién sabe si arguya

En vano! ¡sí en la mar fía

Pero si su tierra es mía,

También es mi tierra suya.

Y puede, de igual derecho,

en brazos de otro señala

como sueño en conquistarla,

mano a mano y pecho a pecho.

¡Qué dijera yo de aquél

De opinión diversa si

Me llamara vil a mí

Por no opinar como él!

 No hiero al mismo español

de quien la sangre heredé

¿ Y fraticida heriré

a mi hermano en pena y sol?

A mis hermanos en pena

No los he de llamar viles:

Los viles son los reptiles

que viven de fama ajena.

Todo es muy simple, todo

Es que nos daban por muertos

El Diez, y al vernos despiertos

Cierran el paso con lodo.

¡Pero quisiera ver yo

Frente afrente al zascandil

Que dice que llamo vil

A mi hermano y que me oyó!

Donde no nos puedan ver

Diré a mi hermano sincero:

¿ Quiénes en lecho extranjero

A tu Patria a tu mujer?

Pero en frente del tirano

Y del extranjero enfrente

Al que lo injurie: "detente

Le he de gritar: "¡es mí

Hermano!"

En la Patria de mi amor

Quisiera yo ver nacer

El pueblo que puede ser

Sin odios y sin color

Quisiera en el juego franco

Del pensamiento sin tasa

Ver fabricando la casa

Rico y pobre; negro y blanco

Y cuando todas las manos

Son pocas para el afán

¡Oh Patria! las usarán

¿En herirse los hermanos?

Algo en el alma decide,

en su cólera indignada,

que es más vil que el que degrada

a un pueblo, el que lo divide.

¿Quién con injurias convence?

¿Quién con epítetos labra?

Vence el amor, la palabra

sólo cuando justa vence

Si es en uno el honor los modos

varios se habrán de juntar:

¡Con todos se han de fundar

para el bienestar de todos!

Su Martí.

N.Y 21 de octubre, de 1889.

Consideramos que no hay nada que añadir, todo es muy explícito, sólo queremos acotar, que estamos acostumbrados a ver a Martí en sus diferentes facetas: patriota, poeta, escritor, padre, hijo; pero al hacer el análisis de esta carta él mismo no se resiste a devolvernos a Martí como persona y el extraordinario respeto que siente por la persona ajena.

¡Cuánta modestia, comprensión y tolerancia, cuánto respeto a la dignidad humana!

Para concluir queremos someter a esta sección los siguientes questionamientos:

¿Somos capaces de respetar a las personas, como lo hiciera Martí, por su diversidad de opiniones?

¿Hacemos nuestro el concepto de patria que tuvo Martí?

¿Por qué?

El comentario huelga. El amor -y la tolerancia, su ideal compañera- está más que presente en la misma, sin, eso sí, dejar su autor de señalar las diferencias de criterios y posiciones entre el destinatario y él.

"Vence el amor, la palabra sólo cuando justa, vence". Precisamente por eso, es que en uno de los documentos más llenos de clarividencia política, de energía, de previsión y en mi opinión, de tristeza por tener que desencadenar una guerra que, si bien necesaria, no por eso dejaba de ser lamentable, me refiero al Manifiesto de Montecristi, firmado el 25 de marzo de 1895, nos dice:

"Los que fomentaron (la guerra) y pueden aún llevar su voz, declaran en nombre de ella ante la Patria su limpieza de todo odio, su indulgencia fraternal para con los cubanos tímidos o equivocados, su radical respeto al decoro del hombre (...) En la guerra que se ha reanudado en Cuba no ve la Revolución, las causas del júbilo que pudiera embargar al heroísmo irreflexivo, sino las responsabilidades que deben preocupar a los fundadores de pueblos"2.

Ya en plena manigua, ante la realidad de la batalla y el peligro de la muerte, en Circular explicativa de la política de la guerra, el 28 de abril de 1895, reitera:

"La guerra debe ser sinceramente generosa, libre de todo acto de violencia innecesaria contra personas y propiedades y de toda demostración o indicación de odio al español"3.

La intolerancia, la tozudez, la miopía política, el no querer comprender, el no aceptar la realidad de los cambios que en el panorama económico, político y social se estaban produciendo, llevaron a España, más que a los cubanos, a una guerra cruel y perdida de antemano. José Martí, el pensador más radical, previsor y revolucionario de toda la historia latinoamericana, escribía a Enrique Collazo, el 13 de enero de 1892:

"Y con el pie en el barco de guerra estaré, y si me encargasen que tentara la independencia por la paz, haría esperar el barco y la tentaría ".

Ese también es José Martí, Héroe Nacional de la República de Cuba.

CITAS.

 l- Martí, José: Obras Completas, tomo 16 Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1964, p.354.

2- Martí José: Obras Completas, tomo 4, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1964,p.94.

3- Martí José: Obras Completas, tomo 4, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1964ep.141.

4- Martí José: Carta a Enrique Collazo en Epistolario, tomo 3, Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1993.p.8.

 


LA AUTOBIOGRAFÍA DEL HOMBRE-CUCARACHA

por Gerardo Mosquera.

 

Luis Cruz Azaceta (La Habana, 1942) es uno de los grandes artistas del expresionismo. Dentro del auge neoexpresionista de los años 80, fue él quién revivió, en palabras de Rachel Weiss, "el papel histórico del expresionismo como fuerza social y moral". Más importante aún es haber usado sus posibilidades para un discurso trágico desde la inmigración y el exilio en los grandes centros. Se trata de uno de los temas del momento –en la base de la tan discutida problemática del multiculturalismo- que, sin embargo, ha sido poco asumido por el arte. Este déficit resalta si pensamos que el cosmopolitismo dinámico da el perfil de las megápolis occidentales, donde los taxistas llevan turbante y no saben direcciones.

Azaceta salió de Cuba en 1960 y se estableció en New York. Comenzó a pintar en forma autodidacta tres años después y en 1969 se graduó en The School of Visual Arts. Viajó a Europa donde fue impactado por Goya, el Bosco y los expresionistas, decisivos para su evolución. Desde 1978 hace muestras personales con regularidad en New York y es uno de los artistas de origen latinoamericano que podría decirse, forman parte de la mainstream.

Su trabajo se caracteriza por una búsqueda afanosa. Cambia con frecuencia de lenguaje, lo que permite establecer etapas bien definidas, que han incluido hasta una abstracción muy particular. Su obra es como un interminable autorretrato, donde se pinta a sí mismo en situaciones difíciles, sufriendo agresiones, o hasta convertido en una cucaracha. Viene a ser un sadomasoquismo de interiorización personal de los grandes problemas sociales del mundo.

Pero sus cuadros tienen otro protagonista: New York. Azaceta es el gran cronista urbano, el pintor de las babilonias contemporáneas, con sus paisajes de violencia, drogas, crimen, plagas, incendios... No resulta extraño que la gran pintura crítica de New York como paradigma de las metrópolis la haya realizado un inmigrante del Tercer Mundo, del mismo modo que Rubén Blades cantó sus "ocho millones de historias": ahora ellos son allí la gente de la calle. Ya en el siglo XIX otro new yorker cubano, José Martí, escribió agudísimas crónicas de la ciudad. En el campo de batalla de Cuba estampó una frase memorable, que de inmediato recuerda a Azaceta: "Viví en el monstruo y le conozco las entrañas...... Un chiste popular ha dado una nueva versión de la frase, que también recuerda la dialéctica amor-odio del pintor hacia New York: " Viví en el monstruo y reconozco que se extraña... ". Otro cubano, Wilfredo Lam, pintó La Jungla como primera declaración plástica revolucionaria del Tercer Mundo". Correspondió a Azaceta pintar La Jungla de Asfalto, quizás como primera declaración plástica revolucionaria del Tercer Mundo dentro del Primero, reflejando la situación de que la periferia comienza hoy en New York , Londres y París y que los Estados Unidos son el cuarto país de habla castellana, y pronto serán el tercero.

La dimensión latinoamericana más importante en Azaceta no radica en ciertos rasgos, como la influencia de una mística religiosa propia de la "metafísica de las tradiciones del arte hispánico", señalada por Bookhardt, o el humor cubano que se burla hasta de la desgracia propia, siempre participativamente. Lo crucial viene de haber presentado una visión crítica de los problemas generales de los centros desde la experiencia del inmigrante latino como parte constitutiva y activísima de esos centros.

Lo consiguió asumiendo el pop y llevándolo a una crítica desde dentro, unido al neoexpresionismo y tomando lecciones del cómic y el grafitti. En esto quizás sólo tenga el antecedente de Peter Saúl, quien sin duda lo influyó al comienzo. Azaceta calificó una parte de su propia pintura como un "pop apocalíptico" La dimensión política es vastísima en ella, sacudida por tantas tragedias de su tiempo: las dictaduras, la fragmentación social e individual, la tortura, el abuso de poder, el racismo, las situaciones sin salidas... y como perspectiva principal la alienación del exiliado a manera de sinécdoque de la alienación general en el mundo contemporáneo.

Su denuncia es dura, al extremo del grotesco español (Quevedo, Goya, Valle Inclán), sin la sensiblería y el paternalismo de mucho arte político. Su obra todavía resulta difícil de tragar para muchos: viene del grafitti de letrina, no de la desconstrucción. Junto con la dedicada al SIDA, una de sus series más sobrecogedoras es la de los boat people, tipificados por el balsero cubano, quizás el caso más terrible por el número de muertos debido a lo frágil de las embarcaciones. Azaceta nos enfrenta con la cara fea de los procesos de globalización, hibridación y transterritorialización, a menudo discursados como totalizaciones más o menos ideales o trendy.

Para cierta izquierda rígida ante las complejidades actuales, debe resultar una paradoja que un exiliado de la Revolución cubana haya dado una de las obras políticas más radicales en el arte contemporáneo, sarcástica en particular hacia el "sueño americano". Pero otra paradoja podría ser que una de las derivaciones de esa Revolución resulte la creación de grandes comunidades cubano-norteamericanas, cubano-venezolanas y cubano-españolas, poderosas económica, social y culturalmente, sobre todo la primera. La historia de la Isla evolucionará en relación con estas sólidas comunidades "desisladas". Azaceta, un artista de importancia internacional formado en Estados Unidos y cuya obra se estructura desde la perspectiva del exilio, es un ejemplo de la energía cultural de los cubanos "dentro del monstruo".

En Pedro Navajas, al contar en salsa una historia de violencia en New York, Rubén Blades dice: "Como en una novela de Kafka, el borracho huyó por el callejón". El autor de La Metamorfosis como referencia para un ambiente del Sur del Bronx o el Hárlem latino. ¿Qué dirían Deleuze y Guattari de esta "desterritorialización"? Tal vez no se sorprenderían de que un cubano estuviera destinado a pintar la autobiografía del hombre-cucaracha.