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julio-agosto. año II. No. 8. 1995 |
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NARRATIVA
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MAMBRÚ SE FUE A LA GUERRA...
por Isaura Ortega López. |
"Malbrough s´ en va-t-en guerre Mironton, mironton, mirontaine" Canción popular francesa1.
- Conmigo no cuenten para ninguna práctica y mucho menos para guerras. ¿Qué guerra? Si llega, ya veremos. ¿Es, que se han vuelto locos? A la guerra no se juega. Es muy duro, muy duro. Ni tampoco se practica. ¿Quién sabe como va a reaccionar en un momento así? Es horrible. Lo que soy yo, no sigo ese jueguito absurdo. Yo no estoy loco.
- No se moleste tanto, Valentino, que esto no es invento mío. Pero eso sí, le digo que es una ventaja en un caso tan horrible, corno usted mismo dice, saber lo que cada uno debe hacer. Eso evita que se pierdan vidas innecesariamente. La técnica está avanzada en nuestros días y una guerra puede ser devastadora. Valentino se quedo en silencio. Julieta continuó hablando sobre las ventajas de la preparación y el desastre que podía traer una guerra y sus inabarcables proporciones, y así hasta que le buscó la mirada a Valentino sin poder encontrarla. Y Julieta pensó que estaría convenciéndose a sí mismo y no habló más. Durante mucho tiempo permanecieron uno frente al otro en un total silencio. Julieta esperaba la decisión del hombre y pensaba lo bien que se veía Valentino para sus cuarenta y tres años. Todavía era muy atractivo. Ningún muchacho de la vecindad podía competirle. A ella, con el encanto de sus veintiséis años, le hubiera gustado tener un hombre así. Los vecinos decían que era amable hasta el saludo, pero hasta ahí no más. Sólo cuando alguien tenía problemas, Valentino rompía su esquemático silencio para ofrecer su ayuda. Pero después volvía al mutismo de todos los días, a su impenetrable mundo. Valentino había dejado de apreciar el rostro bellísimo de Julieta, esa sonrisa que le atraía canto, las piernas que alborotaban la barriada... y su boquita roja, que se movía sin cesar, empezó a perder el contorno preciso, y se hizo cada vez más grande, más difusa. Ya no era la boquita de Caperucita, era la boca del lobo. Y Valentino recordó la guerra. Esa guerra en la que estuvo para pagar su deuda. Sin saber a ciencia cierta por qué, defendiendo al mismo de quien se tenía que defender. Porque era evidente que la mayoría no los querían bien, a pesar de que los estaban ayudando. ¿Qué diablos era aquello? ¡Qué manera de vivir la de esa gente! Y ahora para qué. Todo había quedado como antes, como si nunca hubieran librado una guerra para tomar otro camino. Habían regresado. Como si nada hubiera ocurrido. Entonces los muertos no murieron porque nada pasó realmente. Todo estaba tan normal, tan inmutable. Debió ser un mal sueño que tuvo. Él nunca estuvo en la guerra porque no hubo guerra. La habían vuelto atrás como en las películas. Y Valentino quería que le devolvieran entonces a su hijo del alma que con dieciocho años le habían ametrallado en un combate... ¿Que me dice, Valentino?- preguntó al fin Julieta. Sólo un minuto de silencio Y la voz pausada y firme del hombre volvió a oírse en la sala: - Que es verdad lo que me dices sobre el desarrollo de la técnica. Fíjate, que tiene el mundo moviéndose lo mismo hacia delante que hacia atrás. ¡Quién lo iba a decir! Ya ves como estamos llegando de nuevo a los años del descubrimiento... Y asumiendo el porte de un verdadero oficial, se levantó frente a Julieta como ante su superior, y con voz de soldado español en campaña, agregó: -lnforme al general que Valentino Pino se encargará del sistema defensivo de las fortificaciones del Morro, La Punta y La Cabaña, y que ningún corsario ni pirata, ni el mismo Barba Azul podrá tomar este puerto. Y con esa misma- voz de español castizo gritó: -¡Socialismo o muerte!
-¿Estará loco?- se preguntó indecisa. Sí, no cabía la menor duda. Valentino Pino estaba perdidamente loco.
NOTA :
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