julio-agosto. año II. No. 8. 1995


REFLEXIONES

 

LA NECESIDAD DEL ESPÍRITU DE DIOS

por Héctor Barceló Pérez

 

"El Señor nos hará felices y nuestra tierra nos dará sus frutos"

(Sal. 86,13)

 

En una de las intervenciones en el Comité de Salvación Pública, creado en Francia durante su Revolución y, dando respuesta a uno de sus integrantes que pretendía la proscripción de la práctica religiosa, expresaba Maximiliano Robespierre: "Aquel que pueda sustituir a Dios en el sistema de la vida social es, a mis ojos, un prodigio de genio, aquel que sin haberlo sustituído no piense más que en desenterrarlo del espíritu de los hombres, me parece un prodigio de estupidez o de perversidad".1'

No vamos a referirnos a la posición ética de este personaje de la Revolución Francesa. SóIo recurrimos a sus palabras para argumentar una verdad incuestionable que en ella se expone, y que éste, a pesar del sentido exageradamente pragmático que les confiere, sabe distinguir con sagacidad:

La necesidad del Espíritu de Dios en la conciencia de los hombres como elemento indispensable de equilibrio y prosperidad.

Desde hace miles de años y hasta nuestros días, Ia humanidad ha recogido testimonios que encierran pruebas irrefutables sobre la existencia de un Espíritu superior a todos los hombres. La revelación de Dios a través de la presencia de Cristo es un hecho concreto que la inteligencia humana mayoritariamente ha asumido. Pero a quien eso no baste, que observe a su alrededor; que contemple con mirada escrutadora la armonía de la creación que permite al hombre existir en un universo, donde cada elemento constituye un complemento de los demás. ¿Quién sino ese super Espíritu respetado y adoradorado por multitudes, y que asumimos como nuestro Dios, puede ser capaz de tan sobre humana misión creativa?

Lo expuesto en el párrafo anterior refleja la posición actual de quien antes fuera un ferviente ateo, y que ahora, luego de comprender todo lo auténtico y bueno que reserva a los hombres la consideración honesta de la existencia de Dios, ha devenido en un exaltador de la virtud cristiana.

Permítanme exponer pues, algunos ejemplos donde la presencia espiritual de Dios en la conciencia, en la actividad y en la convivencia humanas hacen más agradable nuestra existencia.

 

Sean humildes, amables, pacientes y sopórtense unos a otros con amor " (Ef. 4.2).

La familia es la célula básica de una sociedad. Es próspera y justa una sociedad en la medida que los núcleos de personas unidas por vínculos sanguíneos confraternizan y hacen suyas las reglas de la moral y la decencia. Estas reglas no se transmiten a través de la herencia genética: por lo que una educación encaminada a su arraigo en el seno familiar es de vital importancia para cada ser humano y su colectividad. Hay que reconocer al respecto como a través de la esperanza y la inspiración que proporciona la doctrina cristiana, la Iglesia no descuida este elemento educativo, dirigido en primer término a su comunidad, y en una consideración mas amplia, a toda la ciudadanía.

Considero una significativa proporcionalidad entre el grado de desunión y el alejamiento que sus integrantes tienen de Cristo, como elemento indispensable de coexistencia. Él nos enseña a convivir en paz con los demás. Nos proporciona lo necesario para querer, respetar, tolerar y ayudar a los que nos circundan en nuestro medio mas íntimo. Desde pequeños, hay rasgos distintivos en los niños y jóvenes que son influidos en su educación por la enseñanza cristiana: son aplicados y estudiosos, respetuosos con el maestro y manifiestan una elocuencia coherente sobre los temas propios de su edad, además, tienen una interpretación precisa sobre los valores familiares y humanos.

 

"Cada uno tendrá que responder de su propia obra" (Gál. 6,5).

Desde su niñez las personas requieren manifestar respeto hacia determinadas autoridades. como una forma de limitar sus acciones dentro de ese círculo variable que encierra lo correcto. Los padres, los maestros, las leyes y quienes vigilan su cumplimiento son algunos de esos elementos que generan respeto. Pero no siempre están ellos físicamente presentes, y en su ausencia pueden surgir motivaciones que compulsen a transgredir esa frontera. ¿Quién nos detiene entonces, alguien pudiera decir: La asimilación conscientes de los principios éticos. Pero salir a la calle, mezclarse con los sentidos de la vida y el odio, nos enseñan lo deficiente que es una parte significativa de la población para la asimilación de tales principios. Entonces pregunto: ¿No es la presencia de Dios en la conciencia de los hombres un portentoso elemento, mas de respeto? ¿No esta Él en todas partes, observando y enjuiciando nuestras acciones? Si es así, es lúcido considerar que el Espíritu de Dios hace más infranqueable la barrera que nos separa de las malas acciones.

 

"Cuando se multiplican mis angustias.

Tus consuelos me alegran el espíritu". (Sal. 94,19).

A través de los siglos el hombre ha encontrado en Dios el ser más propicio a quien pedir bienaventuranza. Para rogarle por el cumplimiento de sus aspiraciones: para que aleje de su camino todo aquello que pueda interferirlas. Desgraciadamente esta práctica a veces no está exenta de egoísmo, lo que contraviene con la propia existencia divina. Es en los momentos de frustración, desaliento u otras adversidades cuando más nos refugiamos en Dios. Muestra de ello es que la Biblia es el libro mas leído en las prisiones. La lectura de una oración en caso de enfermo a menudo acompaña a la civilizada costumbre de recurrir al médico. Cuando todo parece perdido ahí esta Él. Hasta ayer muchos lo trataron con indiferencia o negaron su existencia real: hoy, sin embargo, es la salvación o la atenuación del mal que aqueja. ¿Es malo que ocurra así?; pienso que no, pues Él "da fuerzas al que está cansado y robustece al que está débil" (Is. 40,29). Se convierte en el hombro donde nos apoyamos cuando apenas podemos andar. Por supuesto, lo óptimo fuera que no existiera esta práctica de acudir a Él; que con precocidad todos escucharan su llamado.

Tal vez así, y en dependencia de la propia naturaleza del mal, éste no se hubiese suscitado. Sin lugar a dudas, la existencia de ese refugio espiritual hace fracasar la desesperación por el triunfo de la fe. Si al final ocurriese la desgracia y llegase a creerse, por una concepción equivocada, que Él nos ha desoído; al menos de útil queda el acercamiento, quizás perdurable y la tranquilidad con que afrontamos la adversidad.

¿Qué ocurre cuando la desgracia se avecina y sólo contamos con la lógica estrictamente humana, e insuficiente para proveernos de un refugio espiritual hasta su llegada?, inquietud, desesperación, locura y hasta el trágico suicidio pueden suscitarse. Es por ello que Dios es esperanza, es tranquilidad, es elevación del espíritu cuando todo nos parece perdido. Es además, abnegación en el diario batallar por conseguir las cosas indispensables que nos permiten seguir viviendo. Si Él no está en nosotros se nos resta energía para esa contienda contra lo adverso.

 

"Por su muerte en la cruz, Cristo dio fin a las luchas entre los pueblos " (Ef. 2, 16).

Escrutando el recorrido de la humanidad en el tiempo puede imaginarse la existencia de determinadas dosis de violencia y fraternidad, que han inclinado la balanza hacia las confrontaciones o hacia la paz, en determinadas ocasiones y lugares. Las inspiraciones religiosas han tenido mucho que ver en esto. Cierto es que existen símbolos espirituales de adoración, ajenos a los nuestros, los cuales son proclives a la exaltación de la violencia. En nuestro caso tenemos la suerte de haber sido herederos de la fe cristiana. Una bien intencionada aplicación de los evangelios deja un espacio tan reducido al uso de la violencia que prácticamente la excluye de las posibles vías para solucionar cualquier discrepancia. He aquí otra indiscutible ventaja de aceptar la existencia de Dios. Pues nuestro Dios en la imagen de Cristo nos enseña que "el amor todo lo puede". Nos predica la tolerancia a través del perdón y la exclusión del odio. ¿Y hacia qué camino conduce esta enseñanza, sino a la paz!

Pero además, no solamente la enseñanza cristiana es propia para la solución practica de crisis tendentes a desembocar en la violencia. Más importante aún, es que ella en sí, predica la justicia social, la que en ausencia es el principal motivo de malestar y confrontación entre los hombres. El salmo 85 nos es ilustrativo de lo planteado cuando nos dice: "La justicia andará delante de Él, y la paz irá siguiendo sus pisadas".

"Sólo Tú eres el más alto sobre toda la tierra". (Sal.97, 9).

Es un fenómeno natural en la conciencia de los hombres la manifestación de adoración e idolatría a determinados seres humanos y espirituales convertidos en símbolos. La experiencia cotidiana, la educación y los medios de divulgación masiva juegan un papel fundamental en la formación, desarraigo y sustitución de ellos. Por desgracia en ocasiones, determinados sectores con poder emplean estos mecanismos según su conveniencia, que dista mucho de ser la del bienestar social.

Es en este contexto donde se ha cometido en ocasiones el error de querer desterrar a Dios del "sistema de la vida social", y como no ha aparecido ni aparecerá jamás el "prodigio de genio" capaz de llenar el vacío; más tarde o más temprano, la concreción de ese proyecto evoluciona hacia el fracaso, dejando una secuela de alteraciones perjudiciales a la sociedad, que solamente el tiempo y el deseo consciente logran restañar.

Casi siempre quiere ser desenterrado Dios del "sistema de vida social" para sembrar después en esa enorme oquedad que deja su ausencia en la conciencia humana, la adoración a determinada persona que ha alcanzado cierto reconocimiento y poder en la sociedad. Entre esas personas tendentes a acaparar adoración popular, son más frecuentes los políticos; pues sus promesas de prosperidad social, supremacía racial o de otra índole, calan en la psicología de las masas, si existen condiciones oportunas, y arrastran multitudes.

Varias experiencias sociales muestran cuán peligroso puede ser esto. El pueblo alemán vio a "Dios" en su Führer, y se dejó arrastrar hacia la calamidad bélica más grande que conoce la historia.

A veces las promesas son bien intencionadas al inicio y luego son olvidadas. A veces constituyen un velo, el cual cubre sórdidas ambiciones del hombre inmaculado y adorado. Entonces, si son ineficientes o faltan las instituciones concebidas para acotar el poder del líder; el Dios de carne y hueso corre el riesgo de evolucionar hacia una forma de paternalismo muy distante a la que el verdadero Dios nos ofrece. El propio autor de la cita inicial, M. Robespierre, se hizo marinero en estas aguas para luego sucumbir en ellas.

Todo ser humano es un conjunto de virtudes y defectos en mayor o menor grado manifiestos y además es susceptible a que las circunstancias modifiquen la correlación en que existen estas virtudes y defectos, y como consecuencia, también sus acciones. Mientras que las virtudes de Cristo son inmodificables. Él está libre de toda mancha, sólo es perfección. Es para el humano que deposita su fe en Él, algo así como una luz. Ella nos sirve de orientación en nuestro paso por la vida. Nuestra imperfección nos hace por momentos desviarnos de la línea recta para sortear algún accidente; nuestra salvación depende en saber retomar nuevamente el rumbo que Él bondadosamente nos ha ofrecido.

La luz que irradia un símbolo carnal generalmente parpadea, cambia de lugar y hasta suele apagarse. Ante esta falta de constancia los hombres que la siguen quedan desorientados, defraudados; sufriendo entonces una errática evolución en la que los más afortunados responden al llamado que Cristo tiene reservado a cada ser humano.

Con esto no queremos negar la existencia de hombres que por su virtud y obra han devenido en símbolos eternos; Bolívar, el apóstol Pedro, Washington, y nuestro José Martí, son buenas muestras de ello.

Con las consideraciones aquí expuestas, hemos hecho nuestra reflexión sobre estas posiciones antagónicas casi tan antiguas como la humanidad: Si existe o no Dios, y si es o no bueno para los hombres su existencia. Dios existe porque está entre nosotros y su presencia es palpable. Pero amigo, si fuera no más que una creación de la imaginación humana, como algunos incrédulos aseguran, seria sin lugar a dudas, la más sublime y buena de todas las creadas por ella hasta el presente.

 

CITAS:

  1. Walter, G."Robespierre": pág. 380, Edit. Ciencias Sociales; La Habana 1989. 

"da fuerzas al que esta cansado y robustece al que esta débil" Is. (40,29).

 

 

VISIÓN MARTIANA DE LA RELIGIÓN

Por Yadira Piñera Concepción y Manuel Capote Castillo

 

 

"La mano de Jesús quebró en la tierra las ortigas de la mala voluntad".

José Martí

  

Martí, hombre cosmopolita, que por su talento y su entroncamiento con un modernismo trascendido por él hasta la esencia de la modernidad, en su constante, conocer el mundo, analizó el binomio religión-sociedad en latitudes diversas.

En su obra incluye estudios de mitologías tan lejanas como la escandinava, en un proceso de interiorización profunda que la pone al servicio de su propio yo: Cuándo vendrá ni Walkyr, la virgen guerrera, la montada a caballo, con casco, escudo y lanza, las que mandaba Odín a buscar a los muertos en la pelea, para combatir con estos elegidos del cielo a los gigantes: cuándo vendrá nú Walkyr? O todavía no estaré muerto?1... ¡Quién me diera para acabar con los malvados aquel martillo de Thor que cada vez que caía sobre un gigante enemigo volvía de su propio a su mano..."2. E incursionando por la mística del Oriente , conceptualiza pues, qué es sino las migraciones de Buddha"3.

Del panteón grecolatino, ante el cual según su propia voz, por su perfección y humanismo, debería ponerse el hombre de rodillas, hay alusiones en gran parte de su obra: "En la Ilíada están juntos siempre los dioses y los hombres como padres e hijos... el cielo de los griegos era tan parecido a Grecia, que Júpiter mismo es como rey de reyes"4.

No desconoce las creencias del mundo, pero conscientemente se une a la de Jesús. Sus primeros contactos con la religión cristiana le llegaron por el influjo del medio y lo marcó definitivamente a partir de octubre de 1870, cuando lee por primera vez las Sagradas Escrituras, en la finca El Abra, propiedad de José María Sandá. Ya cuando escribe "El Presidio Político", asegura la existencia de Dios, y la infamia de los que desobedecen los preceptos cristianos. Su crítica al gobierno español, lo es política, lo es humana, y sobre todo, lo es por pecar contra Dios: Dios existe, sin embargo, en la idea del bien, que vela el nacimiento de cada ser y deja en el alma que se encarna en él una lágrima pura. El bien es Dios. La lágrima pura es la fuente de sentimiento eterno. Dios existe y yo vengo en su nombre a romper en las almas españolas el vaso frío que encierra en ellos la lágrima"5. Y consolida esta identidad de sinonimia entre Dios y el bien, cuando apunta: "...en nombre del bien, supremo Dios, en los que sufren en presidio, alivio para su suerte inmerecida, escarnecida, ensangrentada, vilipendiada"6.

Es muy joven, y ya siente en sus entrañas, la convicción de que existe la gloria, pero sólo para aquel capaz de hacer bien que se traduce fundamentalmente en amor a su Patria y a su Dios. "El orgullo con que agito estas cadenas, valdrá más que todas mis glorias futuras; que el que sufre por su patria y vive para Dios, en este u otros mundos tiene verdadera gloria"7. La presencia de Dios en el Presidio no fue providencial porque su conocimiento teórico de la religión era aún reciente, pero la recepción del sentido de justicia y amor que encontró en la Biblia, ya era bastante hondo teniendo en cuenta su sensibilidad e inteligencia. Como para servirle de apoyo para la denuncia a la humillación de la dignidad humana, la identificación Bien-Dios es superada luego, porque ante los avatares de su vida, en un arranque de suprema sinceridad, reflexiona: "A veces se creerá que el creador de los hombres es una criatura vanidosa. ¡Tantos obstáculos amontona al paso de los que intentan acercarse de un solo vuelo a Él!"8. Sin embargo, en carta a su madre escribe: "La suerte me escama mucho más sus recompensas. O hay un plan de justicia universal que sólo se equilibra al final de los mundos, por lo que resulta justo, lo que aparece injusto en éste, o la vida humana es obra de un loco maligno, lo que no es posible que sea cosa tan augusta y maravillosa, tan rica en gozos puros y en dolores profundos. Porque si la justicia se limitara a la vida en la tierra, habría razón para creer, a juzgar por la parte de premios que me toca, que yo soy un gran malvado"9.

A pesar de la fealdad de la vida, Dios existe y es justo.

Sin fetichismos, sin antropomorfismos, con una religiosidad que lo impulsa a luchar denodadamente en la tierra, y convencido de toda la justicia que le sobrevendrá, por lo bueno y lo noble de su acción alcanzable en la eternidad, transformando su mundo sin un temor palpable al castigo, pero sí por creciente amor al hombre y aspiración del premio divino, se muestra Martí a través de su vida y de su obra.

Define a la religión de Jesús como: "Pura, desinteresada, martirizada, poética y sencilla, la religión del Nazareno sedujo a todos los hombres honrados, airados del vicio ajeno y ansiosos de aires de virtud"10. Sobre los presupuestos de esta religión, y de su propio conocimiento de las leyes del universo, hace su valoración. Para Martí, Dios es la propia naturaleza, que se presenta como una armonía suprema, que conduce al hombre por el camino del misterio: "Hay en el hombre un conocimiento íntimo, vago, pero constante e imponente de UN GRAN SER CREADOR: Este conocimiento es el sentimiento religioso y su forma, su expresión, la manera con que cada agrupación de hombres concibe este Dios y lo adora, es lo que se llama religión. La religión está pues, en la esencia de nuestra naturaleza. Aunque las formas varíen, el gran sentimento de amor, de firme creencia y de respeto, es siempre el mismo. Dios existe y se le adora"11.

Profundamente humanista, no subestima el poder del hombre y esa necesidad de superación y de explicación del mundo en todos sus fenómenos, que debe poseer el ser humano, edificando siempre su cultura material y espiritual: "Yo llamo noche al olvido de la divinidad humana. Cuando se olvida el hombre de su excelsitud anochece en el espíritu" 12. Porque el hombre deviene consecuencia más perfecta de esa naturaleza, creada por Dios y en la que Dios se revela en cada uno de sus actos. "El hombre es esencialmente religioso: ¿Pues no se le ve forjándose perpetuamente dioses" y como argumento para los más incrédulos "ya mujer, ya amigos, ya doctrina política, ya patria?"13. Las posibilidades de conocimiento del hombre tienen un límite, porque lo totalmente cognoscible sólo está en las manos de Dios: "¡El misterio siempre que da el mismo! El misterio no está en el modo en que se desarrolla la vida, sino en la esencia de la vida misma. Mientras más pequeño es su germen más grande aparece su Creador. No hay ofensa al Creador en suponer que hizo la vida de uno u otro modo, o que desarrolla la vida por uno u otro procedimiento... La palabra de Dios es la naturaleza y la naturaleza no ha favorecido todavía a hombre alguno con la plena revelación de su misterio... El hombre no puede ser Dios, puesto que es hombre. Hay que reconocer lo inescrutable del misterio, y obrar bien..."14. No hay pesimismo, no hay subvaloración, por el contrario, un deseo de participar en esta elevación a lo perfecto porque es vía segura para ser hombre mejor: "Pues ¿sin la esperanza de llegar a ser Dios consentiría yo en ser todavía hombre?"15 . "Todo pueblo necesita ser religioso. No sólo es esencialmente, sino que por su propia utilidad debe serlo. Es innata la reflexión del espíritu en un ser superior; aunque no hubiera ninguna religión, todo hombre seria capaz de inventar una, porque todo hombre la siente. Es útil concebir un GRAN SER ALTO; porque así procurarnos llegar por natural ambición a su perfección... El ser religioso está entrañado en el ser humano. Un pueblo irreligioso morirá porque nada en él alimenta la virtud" 16. De su posición individual trasciende a la generalización social, no sólo es virtuoso y necesario para él creer en algo superior, sitio impostergable para toda la humanidad.

Distingue al hombre sabio su capacidad para transformar, sin perder de vista, el lugar que se le ha reservado dentro del universo. Así, cuando Martí, excepcional crítico literario, enjuicia personalidades como la del poeta norteamericano Walt Whitman, ensalza su mentalidad abierta y su credibilidad en la naturaleza: "Él es de todas las castas, credos y profesiones y en todos encuentra justicia y poesía. Mide las religiones sin ira, pero cree que la religión perfecta está en la naturaleza" 17. Lo siente panteísta y cósmico y de justo y sensato valora a Emerson porque: "En su amor por la gran sabiduría no se contentaba con poseer una parte de ella. Y como era grande de veras, pudo ver cuan pequeño se es enfrente de la naturaleza"18. Subyace la sentencia de que el hombre no es lo mínimo, ni quiere la naturaleza por mero empecinamiento aparecer superior, porque el hombre es al fin, compendio equilibrado de las potencialidades de la misma. "Los mayores ojos sólo bastan a hacer más clara nuestra pequeñez: por eso es a la par altivo y humilde el hombre grande: por el Dios que siente en sí -soberbio: por sentirse manejado, gobernado, arista y hoja de paja- modesto" 19. No por la vulnerabilidad del ser humano frente a las fuerzas de la naturaleza, negó Martí el conocumento científico de su tiempo, ni se mantuvo indiferente a todas las teorías que de una u otra manera tendían hacia la cognoscibilidad del mundo. Ejemplo suficiente, resulta la defensa a los postulados de Darwin sobre la evolución de las especies, sin mantenerse miope ante las limitaciones que encontró: "...y ve en Darwin mismo, como el albor de una religión científica, no sin razón, puesto que Darwin fue quien dijo que le era intolerable el pensamiento de que el ser humano tardase tanto en adquirir su condición actual para que de un soplo lo apagase el viento" 20. Y de esta suerte nos aproximamos al convencimiento martiano de la existencia de la vida eterna, compensación de lo que se cumplió en el mundo terrenal: "Un premio es un deber. El premio está allá en el cielo; toda la vida consiste en merecerlo y este premio que recibís, corona es hoy, pero juez sería mañana sino cumplieráis con todos los deberes a que esta época de lucha y esta tierra llena de gérmenes obliga"21. ¿Cómo puede aspirarse a un paraíso futuro si el hombre se resiste al intento de sacrificarlo todo por un paraíso presente? ¿Qué razón tendría creer en otra vida si ésta se despilfarra en lo superfluo de lo ordinario, en lo antagónico del bien? Es menester que se aprenda, "la seguridad de que la vida no se limita a acumular caudales y a gozarlos, la religión es, en suma, de los hombres libres, nuevos, vasta, grandiosa, fraternal, humana, libre como ellos"22.

 

"La moral es la base de la buena religión"23 . La valoración ética del problema religioso es para Marti fundamental. Hace coincidir a la religión con lo más puro y educativo que no despierte actitudes contemplativas y enmiende con el temor y el castigo, sino, que incite al autoperfeccionamiento. Esta eticidad aparece muy vinculada con la visión martiana de Jesús: "Yo te voy a decir quién fue Cristo, fue un hombre sumamente pobre, que quería que los hombres se quisiesen entre sí, que el que tuviera, ayudara al que no tuviera, que los hijos respetasen a sus padres, siempre que los padres cuidasen a sus hijos; que cada uno trabajase, porque nadie tiene derecho a lo que no trabaja; que se hiciese bien a todo el mundo, y que no se quisiere mal a nadie. Cristo estaba lleno de amor para los hombres " 24. Con esta humanización didáctica parece decir que les está vedado a los villanos predicar las doctrinas de un ser noble, por tanto, en ese igualamiento al Jesús de la virtud, incuestionablemente se acuna el amor a la verdad y a la justicia. Prevalece la intención de que el hombre busque y encuentre el goce pleno de ser la imitación de lo que se levanta por encima de lo común, aún cuando no pase de ser una quimera. Deja abierta la alternativa de conseguir una quimera en la eternidad, fin último del hombre y explicación de tanta muerte, pues, según sus principios, el ser humano pasa, después de muerto, a un estadío ilimitado: "La muerte no aflige, ni asusta a quien ha vivido noblemente, sólo la teme el que tiene motivos de temor: será inmortal el que merezca serlo" 25. En "Flores del destierro", reafirma a través de sus versos su concepción sobre la vida eterna.

 

"Verdad que no es perdido

el tiempo ya vivido

y como de la tierra lo arrebata

la muerte en su sencilla edad de plata;

Cuando torne ese espíritu en forma nueva

¡Volverá con la edad que ahora se lleva!

No hay muerto, por bien muerto

que en las entrañas de la tierra yazga,

Que en otra forma, o en su forma misma,

Más vivo luego y más audaz, no salga" 26.

Esta idea fija de la ultraterrenalidad, lo acompaña siempre, e incluso, el 18 de mayo 1895, en la carta inconclusa a Manuel Mercado, refiriéndose a la muerte de Nájera, escribe: "Ahora... Nájera no vive donde se le vea" 27. Por tanto, todo hombre que haga de su Dios su meta, y que con fervor y honestidad, crea en Él, todo el que sienta que su religión es fuente emanadora de lo bello, de lo digno y de lo limpio, y que su espíritu se purifica en aras de hacer el bien inspirado por su Dios, hará de su religiosidad una buenaventura. Y como Martí pudo condensar la palabra con el acto, él mismo fue un hombre unificador en la fe y el sacrificio y su propia vida cuajada de luz, de riesgo, de entrega, lo asemeja a ese Cristo haciendo de su patria el más rotundo panteón, hasta el punto de exclamar: "...Siento por mi patria más que por mi Dios"28. Y es que , el coloniaje de su tierra lo angustia constantemente, hasta llevarlo a conseguir un credo: la libertad: "la libertad debe ser, fuera de otras razones, bendecida, porque sus voces inspiran al hombre moderno -privado de su aparición de la calma, estímulo y poesía de la existencia- aquella paz suprema y bienestar religioso que produce el orden del mundo en los que viven en él, con la arrogancia y serenidad de su albedrío. Ved sobre los montes, poetas que regáis con lágrimas pueriles los altares desiertos... La libertad es la religión definitiva. Y la poesía de la libertad, el culto nuevo" 29.

Supo Martí enaltecer las virtudes de aquellos sacerdotes u otros misioneros religiosos, que pusieron la religión como almohada de sosiego a los humildes del mundo. Sirvan de ejemplo sus palabras sobre el padre Las Casas: "Cuatrocientos años hace que vivió el padre Las Casas y parece que está vivo todavía, porque fue bueno. No se puede ver un lirio sin pensar en el padre Las Casas, porque con la bondad se le fue poniendo de lirio el color..."30. Sobran elogios martianos para calificar al padre Félix Varela y a Luz y Caballero de los que fue, de muchas formas, su prolongación. Del sacerdote peruano Francisco de Paula Vigil, escribió: "Es la de Vigil vida extrahumana y mística, vivo que tuvo siempre puesto los ojos en el fondo puro de sí mismo, la mano caritativa en la mano de los menesterosos, Ia previsión en la fortuna de su patria y el pensamiento en las altezas presentidas que miden por nuestra pequeñez la grandeza y excelencia posthumana"31. Se mostró implacable con los que humillaron al padre McGlynn, porque fue un prelado de honor: "...cura de los pobres, ...que los aconseja sin empequeñecerlos desde hace 22 años... que ha repartido entre los infelices su herencia y su sueldo... que no les ha seducido a sus mujeres, ni iniciado en torpezas a sus hijos... le ha alzado en su barrio una iglesia que tiene siempre los brazos abiertos..."32. Y la muerte del cardenal John McCloskey le inspiró: "En Nueva York se estrujan a las puertas de la Catedral de mármol de la Quinta Avenida los fieles que quieren ver en su túnica lila, el cadáver de McCloskey, el primer cardenal americano, que dirigió con habilidad su Iglesia...33.

Toda institución representa un engranaje de poder y subordinación, en virtud de las fuerzas que se reparten en jerarquías diferentes. La Iglesia, órgano institucional de la religión, contiene un alto y bajo clero no inmune a la corrupción por su posición; de este presupuesto parte el anticlericalismo martiano. Una lectura consciente de las alabanzas anteriores a sacerdotes de honor, nos aproxima a la tesis de que no fue Martí un anticlericalista absoluto, sino, por el contrario, y como demócrata del pensamiento y de la libertad, un opositor de la alta jerarquía eclesiástica, la más corroída por el vicio de poder generalmente, que se confabula con el Estado para ser más poderosa, y con la hipocresía del clero, hacer del hombre bestia de su misión:

 

"...Todas las iglesias se juntan, las de la religión como las de la política: los intereses reúnen hasta lo que ha dividido la fe: las autoridades, por instinto se coligan contra los que padecen de ellas. Así hablaba la Iglesia: Al político: "Dame esta tierra, esta ley, este derecho exclusivo: yo haré que vote por tu candidato mi rebaño ". Al rico: "Las masas se están echando encima: sólo la Iglesia prometiéndoles justicia en el cielo, puede contenerlas: es necesario hacer frente a las masas". Al pobre: " La pobreza es divina: ¿Qué cosa más bella que un alma fortificada por la resignación?: Allá en el cielo se encuentra todo el premio y el descanso"34. Su escrupulosidad rechaza igualmente la deshonestidad de cualquier representante de la Iglesia, a despecho de su nivel clerical. No hay cabida a privilegios cuando la limpieza moral ocupa el cetro.

Concluyente a toda disyuntiva entre una Iglesia que se aferra al apetito material del mundo, y la otra que educa y ayuda al pueblo, aparece "El cisma de los católicos en Nueva York" publicado en el Partido Liberal, de dicha sociedad, el 16 de enero de 1887: "De la controversia encendida en Nueva York, la Iglesia mala queda castigada sin merced, y la Iglesia de misericordia y de justicia triunfa. Se ve cómo puede caber sin alarma la libertad, la poesía y virtud de la Iglesia en el mundo moderno. Se siente que el catolicismo no tiene en sí poder degradante, como pudiera creerse en vista de tanto como degrada y esclaviza; sino que lo degradante ,en el catolicismo es el abuso que hacen de su autoridad los jerarcas de la Iglesia, y la confusión en que mezclan a sabiendas, los consejos maliciosos , de sus intereses y los mandatos sencillos de la fe. Se entiende que se pueda ser católico sincero y ciudadano celoso y leal de una república"35. Indigno es para Martí la obediencia servil al Papa y su séquito que degrada la razón humana y extirpa al hombre su capacidad de discernimiento y de voluntad para decidir: "Se puede ser hombre y católico, o para ser católico se ha de tener alma de lacayo? Si el sol no peca en lucir ¿cómo he de pecar yo con pensar? Dónde tienes tú escrita, arzobispo; Papa, dónde tienes tú escrita la credencial que te da derecho a un alma? ¡Ya no vestimos sayo de cutí, ya leemos historia, ya tenemos curas buenos que nos expliquen la verdadera teología, ya sabemos que los obispos no vienen del cielo, ya sabemos por qué medios humanos, por qué conveniencias de mera administración, por qué ligas culpables con los príncipes, por qué contactos inmundos e indulgencias vergonzosas se ha ido levantando, todo de manos de hombres, todo como simple forma de gobierno, ese edificio impuro del Papado!"36. No hay negación de la respetuosidad y acatamiento que le debe el sacerdote a su superior, siempre que se refieran al ordenamiento espiritual: "el párroco es verdad, debe obediencia a su arzobispo en materias eclesiásticas, pero en opiniones políticas, en asuntos de simple economía y reforma social, en materias que no son eclesiásticas ¿cómo ha de deber el párroco obediencia absoluta a su arzobipo, si las materias no pertenecen a la administración del templo ni al ejercicio del culto a que se limitan su autoridad sobre el párroco?"37. Vuelve a la secular disputa, ocupación de tantos genios, sobre el verdadero poder de la Iglesia, y la necesidad de que se convierta en guía espiritual del universo, cumplimentando su misión ineludible de perfeccionamiento humano y la demostración contundente de que repudia con fuerza absoluta el acomodamiento económico y la dilapidación de la riqueza material.

Con el sentido aglutinador que marcó su vida, con la transparencia permanente que emanaron de sus ideas y actos, ajeno a todo sectarismo y tendencia regionalista, desparcializado y seguro, con aliento ecuménico, con la ternura y la fe de un profeta universal, rotundamente concluyente: "Las religiones todas son iguales. Puestas una sobre otra, no se llevan un codo ni una punta: se necesita ser un ignorante cabal, como salen tantos de universidades y academias, para no reconocer la identidad del mundo. Las religiones todas han nacido de las mismas raíces, han adorado las mismas imágenes, han prosperado por las mismas virtudes y se han corrompido por los mismos vicios. Las religiones, que en su primer estado son una necesidad de los pueblos débiles, perduran luego como anticipo, en que el hombre se goza, del bienestar final poético que confusa y tenazmente desea. Las religiones, en que tienen de durable y puro, son formas de la poesía que el hombre presiente; fuera de la vida, son la poesía del mundo venidero: ¡Por sueños y por alas los mundos se enlazan!, giran los mundos en el espacio unidos, como un coro de doncellas, por estos lazos de alas. Por eso, la religión no muere, sino se ensancha y acrisola, se engrandece y explica con la verdad de la naturaleza y tiende a su estado definitivo de colosal poesía"38. "...el cristianismo se siente como al morir, en los umbrales de la Iglesia nueva, donde con el cielo por techo, se sentará el Cristo católico junto al Cristo hindú, con Confucio de un lado y Wotan de otro, sin más clérigo que el sentimiento del deber, ni más candelabros que los rayos del sol..." 39.

 

CITAS:

1- Martí, José, Obras Completas, editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1975, tomo 24, p. 98.

2- lbídem, tomo 24, p. 6.

3- " " 18, p. 330.

4- " " 18, p. 300.

5- " " 1, p. 45.

6- " " 1, p. 50.

7- " " 1, p. 54.

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