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julio-agosto. año II. No. 8. 1995 |
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GALERÍA
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"ALCOCER"
por Ángeles Álvarez y Pedro Pablo Porbén Álvarez. |
a la memoria del MAESTRO " ...el arte no es moda ni improvisación, sino necesidad de expresar una idea o reflexiones sobre el mundo con la mayor honestidad, con la técnica, recursos y tendencias que nos dicte el alma... con un sentido profundo de la intemporalidad del fenómeno artístico y con los pantalones bien puestos".
Carlos Hernández Alcocer nació en la Ciudad de La Habana, en la Calzada de Jesús del Monte, el 5 de mayo de 1906. Febril lector de niño, se transformó en un joven estudioso de las ciencias, la Filosofía y la Historia del Arte, cuenta su esposa Gloria. La precaria situación familiar lo obligó desde muy joven a trabajar. Empezó en una fábrica de confituras donde el dueño pagaba un mísero jornal a los obreros. El joven Carlos llevó a sus compañeros a una huelga exitosa, pero fue despedido. Se contorneaba así la regia personalidad del futuro artista. Más tarde, fue empleado como mensajero y pagador en una empresa extranjera, combinando sus labores con el estudio de la plástica durante la noche. Sufrió en carne propia la triste metáfora que confesaba en sus charlas... "nunca subí la escalinata universitaria, ni tengo la universidad de los libros, pero tengo la de la vida, la que me permitió conocer -como ninguna- la hipocresia y la explotación... la discriminación, la tristeza de las prostitutas... reafirmándome sobre la tierra como hombre humilde y presto a luchar "1. La Escuela de Artes y Oficios de La Habana, llamada Academia Villate, vio el despertar del artista, educador y caricaturista; ingresó después en la Escuela de Bellas Artes de "San Alejandro", pasadas las pruebas de oposición. Se gradúa en 1945 con el honor de contar entre sus profesores a Menocal, Romañach, Sicre. La perseverancia y la sed insaciable de conocimientos, la inconformidad ante lo mediocre, lo situaron entre los mejores expedientes de su graduación. Se traslada a Pinar del Río en 1946, integrando el Comité "Todo por Pinar del Río", fundado por el proléptico Dr. Tebelio Rodríguez del Haya. Fue el año en que un insigne grupo de artistas de la plástica, graduados todos en "San Alejandro", decidieron dar a la "Cenicienta" una Escuela de Artes Plásticas. Entre ellos Tiburcio Lorenzo Sánchez, "Dueño y señor del paisaje cubano"; Atilano Armenteros, Fuentes Pino, Ricardo Tejedor, Fausto Ramos, y Carlos H. Alcocer. José A. Figarol Février, miembro y presidente del Comité "Todo por Pinar del Río", recordaba: "...aquel aguerrido grupo de profesores fundadores de la Escuela de Artes Plásticas de nuestra provincia, nos prestó una considerable ayuda en lo referente al trabajo cultural del Comité en sus casi 20 años de actividad (fundado el 26 de noviembre de 1941 y dejó de existir en enero del 60). Aquellos maestros con una humildad tremenda, con un desinterés total, un creciente espíritu de trabajo y entusiasmo sin igual, fueron nuestros diseñadores de espectáculos culturales, de carrozas, escenografías, carteles, vallas, distintivos... en fin, toda la propaganda gráfica del Comité. Por otra parte, colaboraron como jurado en los carnavales populares pinareños, en concursos y exposiciones municipales y provinciales. No puedo expresar con palabras la valiosa ayuda brindada por aquellos "maestros", entre los que se encontraba nuestro querido Carlos Alcocer" 2. Ejerció en las cátedras de Dibujo, Diseño, Estatuaria, Composición y Pintura, hasta su jubilación en 1971. Sus presupuestos teóricos y formales se convirtieron para sus alumnos en máximas filosóficas.
"Carlos era demasiado sencillo, honesto al extremo, desprendido y muy exigente, y excesivamente modesto, quizás sean las, causas de la amenaza de la ley del silencio que gravitaron sobre él". Su filosofía pedagógica facilitaba el diálogo con sus alumnos, su exquisito sentido del humor y su bromear constante le valieron el apodo de "El Salerito ", seudónimo que utilizó durante su trabajo satírico y caricaturesco en el periódico HOY. Más de dos mil caricaturas y dibujos humorísticos acentúan la aproximación de la obra de Carlos a su pueblo, al lenguaje de las impresiones y expresiones populares, a la crítica poética y humorística del medio social, reafirmando su compromiso con la vida y su época. La obra de Carlos Hernández Alcocer aparece bien diferenciada en tres momentos artísticos. El primero (1942 a 1952), marcado de un academicismo con toques impresionistas y la influencia de Romañach y Menocal, encauzado al paisaje rural y urbano. A veinte años de la explosión vanguardista iniciada en la plástica cubana por Víctor ManueI, Abela, Pogolotti, Gattorno y otros, Alcocer recibe premios y reconocimientos en los salones anuales del Círculo de Bellas Artes, con obras de cierto acento impresionista, sin salirse de los límites académicos. Pertenecen, entre otras obras, a esta etapa:
"Apuntes de cabezas" (serie Pasatiempos, dibujos a lápiz sobre papel), "Autorretrato" (dibujo sobre cartulina), "Personaje imaginario" (serie de 5 dibujos a lápiz sobre cartulina), "El maestro Romañach" (dibujo-apunte a plumilla), "El árabe" (grabado a punta seca sobre metal), "Cabeza de viejo" (óleo/ tela), "Mancha en rojo" (óleo / tela), "Perfil" (acuarela sobre papel), etc. Entra la segunda etapa con la fuerza de los expresionistas y surrealistas de la Vanguardia europea y cubana, manifestándose un despertar del "yo interior", del subconsciente y la metáfora expresionista en una atmósfera goyesca y deslumbrante a lo Carlos Enríquez (1952 hasta 1962). Asimila las lecciones del Picasso expresionista y algunos jalones de la poética surrealista. Obras como "Los cuatro jinetes del Apocalipsis", "El quebrantado", "Ambigüedad", "El espantado", "Flagelación", etc., son muestras de la furia impotente de su mundo interior y la inconformidad con el estado de opresión general de los años 50. "Hacinamiento", obra de este período, merece mención aparte: se entretejen en ella multitudes de seres extraños aglutinados sin jerarquías: máscaras, hombres deformados, monstruos, animales salvajes dentro de una emanación mística, enigmática, con matices desde el siena oscuro, los verdes pardos, los grises azulosos, los violetas hasta el negro. "...trato de expresar con espontaneidad y sinceridad aquello que me impulsa a la creación" -afirmaba Alcocer. Las corrientes abstractas lo llevan desde 1945 hasta 1975 a la poética, etapa final de su obra artística. Despejó su obra de lo anecdótico e intimista, y se lanzó a búsquedas formales, a la aventura con diversos materiales pictóricos, llevando la mimesis con el objeto, presupuesto este, del abstraccionismo. Impone a su pintura un sello personal: el brillante colorido, el efecto luminoso, las carencias y el virtuosismo técnico en el tratamiento de las texturas. Las áreas se fragmentan, vibran en la rica policromía. Son de este período: "Naturaleza muerta con piezas de ajedrez" (placa/cartulina), "Crepúsculo" (estudio para un óleo), "Composición" (series I, II, III, VIII, IX, X, con técnicas variadas), "Pasatiempos abstractos" (del I al X, en piecesillas), "Caricaturas personales" (57 piezas de la serie "caras que se ven"); "Dibujo humorístico" (40 retratos del natural e imaginarios), etc...
Expuso en los Salones de Círculo de Bellas Artes de La Habana; en los salones de Artes Plásticas de Pinar del Río; en las exposiciones del "Grupo Punta"; en los salones del Liceo Unión Pro-Arte (LUPA); en la muestra "Cuba en Tampa" en La Florida, E.E.U.U. en la década del cincuenta, etc. Escasean en su obra los grandes formatos, sin embargo, sus dibujos y apuntes, sus acuarelas, temperas y acrílicos y algún que otro grabado- son variados y ricos. Su excesiva modestia y despreocupación en torno al rumbo que tomaban sus obras después de concluidas, no le permitieron pensar en la organización de exposiciones personales.
"Carlos se desprendía de sus obras, las regalaba... antes de morir, cuando sus fuerzas comenzaron a menguar, me dijo: bota lo que queda, no quiero trascender al tiempo... era demasiado noble para pensar en glorias confiesa su esposa. "...vienen a mi mente las veces que me pedía que lo dejara sentarse en mi puesto para indicarme una pincelada o un matiz que no había puesto correctamente, y era su peor momento cuando por cuestiones de salud -problemas respiratorios causados por el cigarro, que además había dañado su sistema nervioso- le temblaba el pulso y el pincel se le caía de las manos sobre mi trabajo... se ponía de mal humor, pero pronto encendía otro cigarro y aliviaba sus penas y empeoraba el mal". "...vino la Escuela de Arte en 1967 y con ella, muchachos de todos los municipios de la provincia... Carlos decía que esos fueron sus "últimos felices cartuchazos". "Todos formabamos una gran familia... el "profe" casi vivía en la escuela y para la escuela". "Transmitió a tantas generaciones la "magia del dedo escondido", la gracia de hacerse fotos cómicas..." eran los tiempos de las caricaturas firmadas por "Salerito" y los versos chispeantes a las "niñas" del aula supuestamente enviados por sus admiradores... fue como el padre, que no tiene secretos ni en su vida ni en el arte... Se fue como llegó: humilde y silencioso". Zeida María Valdés (alumna).4 Gracias a un esmerado y minucioso rescate y reconstruir de las piezas escultóricas, las miles de caricaturas, los dibujos y pinturas, se pudo organizar, en 1992, el 24 de abril, una exposición personal 'Retrospectiva', en el Centro Provincial de Arte, de Pinar del Río, como homenaje al notable y carismático artista, en el 86 aniversario de su natalicio. Sirva ésta modesta GALERÍA, como sentido homenaje de gratitud y admiración, al MAESTRO "Salerito", Carlos Hernández Alcocer, en el 88 aniversario de su natalicio y como su último "cartuchazo feliz" a nuestra eterna deuda contigo. Agradecimiento muy especial a Yoya, Gloria Fernández Risquet, la esposa de Carlos y a su señora hermana Gertrudis.
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