julio-agosto. año II. No. 8. 1995


RELIGION

 

EL EVANGELIO DE LA VIDA

 

por P. Manuel Hilario de Céspedes y García Menocal..

 

 

Así se identifica la undécima encíclica del Papa Juan Pablo II, que se publicó con fecha 25 de marzo de 1995. Como se lee en la portada de la misma se trata de una encíclica "sobre el carácter inviolable de la vida humana". Así como otros documentos eclesiales, éste tiene tres grandes partes: ver, juzgar y actuar. La primera (ver) expone "las actuales amenazas a la vida humana"; la segunda (juzgar), "el mensaje cristiano sobe la vida" y la ley santa de Dios"; y la tercera (actuar) aboga "por una cultura de la vida humana".

El documento constata que estamos frente a una realidad "caracterizada por la difusión de una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos se considera como verdadera "cultura de la muerte". Esta estructura está activamente promovida por fuertes corrientes culturales, económicas y políticas, portadora de una concepción de la sociedad basada en la eficiencia. Mirando las cosas desde este punto de vista, se puede hablar, en cierto sentido, de una guerra de los poderosos contra los débiles. La vida que exigiría mas acogida, amor y cuidado es tenida por inútil, o considerada como un peso insoportable y por tanto, despreciada de muchos modos. Quien con su enfermedad, con su minusvalidez o más simplemente, con su misma presencia, pone en discusión el bienestar y el estilo de vida de los más aventajados, tiende a ser visto como un enemigo del que hay que defenderse o a quien hay que eliminar. Se desencadena así una especie de "conjura contra la vida", que afecta no sólo a las personas concretas en sus relaciones individuales, familiares o de grupo, sino que va más allá llegando a perjudicar y alterar, a nivel mundial, las relaciones entre los pueblos y los estados (N. 12). La encíclica examina los límites de la vida humana. Presenta con preocupación urgente la proliferación del aborto, la procreación artificial y la eutanasia, pero va más allá en la defensa de la vida. Expresa que la defensa de la vida tiene mucho que ver con el significado de la igualdad:

 

"Cada ser humano inocente es absolutamente igual a todos los demás en el derecho de la vida. Esta igualdad es la base de toda auténtica relación social que, para ser verdadera, debe fundamentarse sobre Ia verdad y la justicia, reconociendo y tutelando a cada hombre y a cada mujer como persona y no como una cosa de la que se puede disponer. Ante la norma moral que prohibe la eliminación directa de un ser humano inocente no hay privilegios ni excepciones para nadie. No hay ninguna diferencia entre ser el dueño del mundo o el último de los "miserables" de la tierra: ante las exigencias morales somos todos absolutamente iguales" (N. 57).

 

CON EL SIGNIFICADO DE LA DEMOCRACIA.

"No falta quien considera este relativismo (ético) como una condición de la democracia, ya que sólo él garantizaría la tolerancia, el respeto recíproco entre las personas y la adhesión a las decisiones de la mayoría, mientras que las normas morales consideradas objetivas y vinculantes, llevarían, al autoritarismo y a la intolerancia (...).

"En realidad, la democracia no puede mitificarse convirtiéndola en un sustitutivo de la moralidad o en una panacea de la inmoralidad. Fundamentalmente es un "ordenamiento" y, como tal, un instrumento y no un fin. Su carácter "moral" no es automático, sino que depende de su conformidad con la ley moral a la que, como cualquier otro comportamiento humano, debe someterse (...) el valor de la democracia se mantiene o cae con los valores que encarnan y promueven. Fundamentales e imprescindibles son ciertamente la dignidad de cada persona humana, el respeto de sus derechos inviolables e inalienables, así, como considerar él "bien común" como fin y criterio regulador de la vida política.

"En la base de estos valores no pueden estar provisionales y volubles "mayorías" de opinión, sino sólo el reconocimiento de una ley moral objetiva que, en cuanto "ley natural" inscrita en el corazón del hombre. es punto de referencia normativa de la misma ley civil. Si por una trágica ofuscación de la conciencia colectiva, el escepticismo llegara a poner en duda hasta los principios fundamentales de la ley moral, el mismo ordenamiento democrático se tambalearía en sus fundamentos, reduciéndose a un puro mecanismo de regulación empírica de intereses diversos y contrapuestos" (N. 70).

 

CON EL SIGNIFICADO DEL DERECHO.

"Las opciones contra la vida proceden, a veces, de situaciones difíciles e incluso dramáticas de profundo sufrimiento, soledad, falta total de perspectivas económicas, depresión y angustia por el futuro. Estas circunstancias pueden atenuar, incluso notablemente, la responsabilidad subjetiva y la consiguiente culpabilidad de quienes hacen estas opciones en sí mismas moralmente malas. Sin embargo, hoy el problema va más allá del obligado reconocimiento de estas situaciones personales. Está también en el plano cultural, social y político, donde presenta su aspecto más subversivo e inquietante en la tendencia, cada vez más frecuente a interpretar estos delitos contra la vida, como legítimas expresiones de la libertad individual, que deben reconocerse y ser protegidas como verdaderos y propios derechos.

"De este modo se produce un cambio de trágicas consecuencias en el largo proceso histórico, que después de descubrir la idea de los "derechos humanos" - como derechos inherentes a cada persona y previos a toda Constitución y legislación de los Estados, incurren hoy en una sorprendente contradicción: justo en una época en la que se proclaman solemnemente los derechos inviolables de la persona y se afirma públicamente el valor de la vida, el derecho mismo a la vida queda prácticamente negado y conculcado, en particular en los momentos más emblemáticos de la existencia, como son el nacimiento y la muerte" (N. 18).

 

"Reivindicar el derecho al aborto, al infanticidio, a la eutanasia, y reconocerlo legalmente, significa atribuir a la libertad humana un significado perverso e inicuo: El don de un poder absoluto sobre los demás y contra los demás" (N. 20).

 

CON EL SIGNIFICADO DE LA LIBERTAD.

"(...) el origen de la contradicción entre la solemne afirmación de los derechos del hombre y su trágica negación en la práctica, está en un concepto de libertad que exalta de modo absoluto al individuo, y no lo dispone a la solidaridad, a la plena acogida, al servicio del otro. Si es cierto que, a veces. la eliminación de la vida naciente o terminal sé enmascara también bajo una forma mal extendida de altruismo y piedad humanas, no se puede negar que semejante cultura de muerte, en su conjunto, manifiesta una visión de la libertad muy individualista que acaba por ser la libertad de los "de los mas fuertes" contra los débiles, destinados a sucumbir" (N. 19 LA).

 

LA ENCICLICA ES UNA MEDITACIÓN CONTEMPLATIVA DEL MISTERIO DEL HOMBRE Y DE SU RELACIÓN CON DIOS. AFIRMA QUE:

"En la búsqueda de las raíces más profundas, de la lucha entre la "cultura de la vida" y la "cultura de Ia muerte", no basta detenerse en las ideas perversas de libertad anteriormente señaladas. Es necesario llegar al centro del drama vivido por el hombre, característico del contexto social y cultural dominado por el secularismo, que con sus tentáculos penetrantes no deja de poner a prueba, a veces, a las mismas comunidades cristianas. Quien se deja contagiar por esta atmósfera, entra fácilmente en el torbellino de un terrible circulo vicioso: perdiendo el sentido de Dios, se tiende a perder también el sentido del hombre, de su dignidad y de su vida. A su vez, la violación sistemática de la ley moral, especialmente en el grave campo del respeto de la vida humana y su dignidad, produce una especie de Progresiva ofuscación de la capacidad de percibir, la presencia vivificante y salvadora de Dios" (N. 2 l).

"Cuando se niega a Dios y se vive como si no existiera o no se toman en cuenta sus mandamientos, se acaba fácilmente por llegar o comprometer también la dignidad de la persona humana y el carácter inviolable de su vida (N. 96).

 

Ya el Papa había afirmado en su encíclica Centesimus Annus, del primero de mayo de 1991: "el punto central de toda cultura lo ocupa la actitud que el hombre asume ante el misterio más grande: el misterio de Dios" (N.24).

La encíclica tiene como punto clave un llamamiento para realizar un cambio cultural:

"Es urgente una movilización general de las conciencias y un común esfuerzo ético, para poner en práctica una gran estrategia en favor de la vida. Todos juntos debemos construir una nueva cultura de vida: nueva para que sea capaz de afrontar y resolver los problemas propios de hoy sobre la vida del hombre; nueva, para que sea asumida con una convicción más firme y activa por todos los cristianos; nueva, para que pueda suscitar un encuentro cultural serio y valiente con todos" (N. 95).

 

Y ESTE LLAMAMIENTO ES PARTICULARMENTE COMPROMETEDOR POR LOS CRISTIANOS

"Somos el pueblo de la vida porque Dios, en su amor gratuito, nos ha dado el evangelio de la vida y hemos sido transformados y salvados por este mismo evangelio (...).

"Somos enviados como pueblo. El compromiso al servicio de la vida obliga a todos y cada uno. Es una responsabilidad propiamente "eclesial", que exige la acción concertada y generosa de todos los miembros y de todas las estructuras de la comunidad cristiana. Sin embargo, la misión comunitaria no elimina ni disminuye la responsabilidad de cada persona, a la cual se dirige el mandato del señor de "hacerse prójimo" de cada hombre: "vete y haz tú lo mismo" (Lc. 10, 37).

"Todos juntos sentimos el deber de anunciar el evangelio de la vida, de celebrarlo en la liturgia y en toda la existencia, de servilo con las diversas iniciativas y estructuras de apoyo y promoción" (N. 79).

"En la movilización por una nueva cultura de la vida nadie se debe sentir excluido: todos tienen un papel importante que desempeñar " (N. 98).

Contribuir a que en Cuba se desarrolle y se ponga "en práctica una gran estrategia en favor de la vida" es obligación ineludible de cada miembro de la Iglesia. Cada uno, desde sus circunstancias, está invitado a dar su aporte, esfuerzo y sacrificio para que el cubano de hoy salga del bloqueo interno que le merma la vida. Esta estrategia puede contribuir a ello. En su declaración del 16 de mayo de 1995, el Comité Permanente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, invita a una reflexión en el "seno mismo de la comunidad nacional", reflexión que estoy seguro contribuirá al desarrollo y puesta en práctica de un proyecto común definido y abierto a todos "que permita a los cubanos experimentar cierta felicidad personal en el seno de las familias y en la sociedad". ¿Es posible esta felicidad sin cultura de la vida, sin "un encuentro cultural serio y valiente con todos? ".

Como leí en una ocasión, la lectura de esta encíclica "nos deja en el alma el sentido de una gran responsabilidad y, al mismo tiempo, de una gran alegría".

Como sucede cuando nos damos cuenta de que, más allá de las dificultades actuales, tenemos ante los ojos algo grande, cuya realización depende de cada uno de nosotros.