julio-agosto. año II. No. 8. 1995


EDUCACIÓN

CÍVICA

 

¿ESPECTADOR? O ¿PROTAGONISTA?

por Dagoberto Valdés Hernández

 

Hace poco leí un libro muy interesante de Jorge G. Castañeda llamado "La utopía desarmada". Al margen de coincidencias y discrepancias con su contenido, coincido con la apreciación de García Márquez de que es "una propuesta polémica -pero menos ilusoria para sobrevivir al naufragio- aunque se pierdan los muebles".

Uno de sus capítulos habla de democratizar la democracia" y me ha dado pie para reflexionar sobre estas preguntas.

En mi vida personal y social.

¿Soy más espectador que protagonista?

¿Asisto o participo en las decisiones en mi centro de trabajo o estudio?

¿Actúo libremente en la vida social o me dejo manipular por los hilos de miedo, el interés o la irresponsabilidad?

La educación cívica -creo- debe fomentar esta reflexión y debe ayudarnos a ejercitar la participación libre, plena, responsable.

Comencé entonces por buscar qué significa verdaderamente participar; encontré varias definiciones que les propongo para que escojan:

"Con el término participación no se indica el simple hecho de tomar parte en la vida social, cosa que siempre se ha dado desde que existe la relación comunitaria, sino que quiere significar un tipo de presencia por la que el hombre contemporáneo alcanza una posición tal que le permite ser y actuar no como simple objeto, sino como sujeto, en cierta medida corresponsable y codeterminante, de todas las decisiones sociales que cada vez le implican de manera más directa" (Diccionario Sociológico, pág. 1229).

Esta otra me parece muy interesante y cercana a nosotros.

"A la persona, en el ámbito de los grupos y de las instituciones en que actúa, ya no se le considera como mero objeto de decisiones procedentes de arriba, sino como sujeto con posibilidades y garantías reales de participar de manera activa, responsable y no manipulada en la determinación de las decisiones que le afectan". (ldém. Pág. 1232).

Está claro que existen algunas condiciones para que se pueda hablar de participación y de democracia.

Los invito a evaluar personalmente en el ambiente donde se desarrolla su vida social y política, su vida económica y laboral, qué grados de participación democrática existen.

-¿En la mayoría de las reuniones e intercambios basta con su simple asistencia o se facilita la participación real y libre?

-¿En la mayoría de las consultas que le hacen o reuniones a las que vas se lleva un plan o documento para aprobar o se confecciona en la reunión el contenido del documento, plan o decisión?

-¿Que es lo que se le pide cuando se consulta su opinión: que apruebe o vote por una decisión que viene de arriba "prefabricada" o que diseñen entre los participantes las alternativas?

-¿Después de terminada una asamblea o encuentro y de decidir un proyecto o tarea, se siente corresponsable, o siente que no es asunto suyo?

 

NO A LA MANIPULACIÓN

Si queremos alcanzar la participación plena debemos desenmascarar y rechazar todo intento de manipulación.

Manipular es querer conducir con "hilos invisibles" o mecanismos tramposos las decisiones de un grupo o de una persona. Pero manipular sólo puede hacerlo el que cuenta con individuos o grupos manipulables. Nadie podrá manipular si las personas con las que lo intenta son libres y responsables. He aquí la importancia de estar alertas v conscientes para no dejamos manipular. Es necesario antes de tomar una decisión o participar en alguna tarea saber bien claro cuáles son los objetivos y los fines que se persiguen.

Luego de empezar la tarea estos objetivos y finalidades no pueden ser cambiados sin previa consulta. Por ejemplo: el objetivo de las elecciones primarias es elegir a los delegados de circunscripción. Decir que los que fueron a votar han ido a ejercer su voto en un plebiscito para apoyar un proyecto global o una ideología determinada, es manipular la participación ciudadana, aún más, es desconocer los preceptos constitucionales que definen muy precisamente, la finalidad de cada proceso y su aplicación mediante la ley electoral.

Otro caso de manipulación es cuando se convoca para un acto en el que se mezclan los fines y objetivos. Muchos de los participantes no saben bien si están en una actividad cultural o artística o en un acto de reafirmación ideológica o socio-política. Lo mejor es que cada cual pueda saber bien a qué asiste y para qué participa en una actividad, con antelación y precisión. Así es mucho más auténtica la consideración de que todos los que están presentes participan y apoyan conscientemente.

Pero no es sólo en los fines y objetivos en que debemos pedir claridad y respeto a lo acordado. La manipulación pueda darse también en los medios que se utilizan para alcanzar metas o finalidades nobles. El fin bueno no justifica ni los medios deshonestos ni el cambiar unos medios por otros, de muy distinto valor ético. Pongamos un ejemplo: Puede ser que todos estemos muy de acuerdo en que hay que producir alimentos en nuestra agricultura, pero eso no debe "usarse" para legitimar unos medios con los que, a lo mejor no estamos de acuerdo. Si usted le dice a los miembros de una UBPC que deben producir más porque deben "sentirse dueños de la tierra, pero no pueden decidir qué siembran ni cuando lo siembran y en realidad, no pueden disponer de esa posibilidad en la administración de la tierra. El fin de producir es muy bueno, pero el medio utilizado no permite la participación plena.

 

PARTICIPAR ES POSIBILIDAD Y GARANTÍA.

No es posible alcanzar la participación en las decisiones y no será posible formar ciudadanos responsables que sean protagonistas de su vida y lleven las riendas de sus decisiones y proyectos si la participación es sólo integrativa. Esto es:

Hay posibilidades de participar si te integras o sumas al proyecto, a todos sus objetivos y medios. Si disientes no se permite tu participación.

La participación así concebida, sólo es un mecanismo para agregar adeptos.

Este tipo de participación integrativa tiene como resultados sociales la masificación, la doblez y la falsa unanimidad. Es apoyo para hoy y deslealtad para mañana, cuando llegue la discrepancia o el conflicto, que necesariamente llegará.

No es posible alcanzar una participación plena y los ciudadanos perderán la credibilidad en los responsables de cualquier obra o proyecto si los participantes son frenados. Cuando se enmarca la participación en cuotas de responsabilidad restringida. El ciudadano llega a darse cuenta que lo tratan como a un niño. Le permiten hacer hasta aquí, para que se "sienta parte y se eduque", se le permite ejecutar las tareas que los "otros responsables" han decidido sin consultar a los que van a ejecutarlas. 0 se le permite participar en el plano y en la ejecución, pero se le ocultan, la evaluación y los verdaderos resultados para que no se desanimen si ha dado pérdida. 0 se le permite participar en la planificación, la ejecución y la evaluación, pero se reserva para otros las medidas que van a rectificar y mejorar el proyecto de la obra.

La participación frenada es aquella que surge de una frase que he escuchado últimamente en varios ambientes de gran nivel cultural: "bueno, ustedes saben hasta dónde se puede ser polémico, hasta dónde se puede ser distinto". Y un silencio afirmativo refrenda la decisión de poner un indefinido freno a la libertad y a la creatividad. Freno, que por lo impreciso y misterioso, deja al miedo, a la intriga de mezquinas rencillas o a la ingenuidad de algunos, algo tan importante a la esencia de la persona humana y al respeto que nos debemos, como es el saber hasta dónde se nos invita a participar y hasta qué límites se aceptan nuestra libertad y diversidad.

Definir el perfil de participación es determinar unos objetivos claros y unos medios para llegar a ellos precisos y después invitar a los que sabiéndolos deseen anticipar. Pero la letra de los objetivos y el espíritu del proyecto deben ser comprobados en la realidad. Cuando se empieza a diferenciar comienzan los frenos inconscientes de la inseguridad del terreno prohibido. La incertidumbre de la posibilidad es el mayor freno a la participación responsable. Si no sabes si puedes, no tienes motivación profunda para querer, porque el miedo paraliza. Aunque también es cierto que "querer es poder". Por eso vemos personas que participan aún en el desconcierto.

Por eso sería muy bueno que a partir del momento en que tomes conciencia de que se limita tu participación y se te reduce a un simple espectador de una obra que protagonizan otros, no te desanimes. No huyas a otros escenarios, donde los actores responden a otra cultura y a otros idiomas. No digas, aquí no hay nada que hacer... Sería mejor que comenzáramos a preguntar en nuestros centros de trabajo o en nuestras escuelas, en nuestro barrio y en las instituciones y organizaciones en las que estamos: ¿Qué posibilidades reales tenemos de participar y qué garantías reales tenemos de ser respetados y aceptados, aún cuando nuestra participación sea discrepante, alternativa, disidente (que significa disentir, es decir, sentir distinto) u opuesta (que también se llama opositora)?

Donde se sepa distinguir no más, una participación discrepante de una participación alternativa. Es decir, donde se respete y promueva al que dice que no está de acuerdo, que es lo mismo que proponer una alternativa diferente a la que se pretende aprobar, algo se ha progresado en esta larga y ardua tarea de la educación participativa. Es más constructivo presentar proyectos alternativos, pero no se puede exigir de todos el mismo grado de creatividad. Quién sólo discrepa, estimula a buscar soluciones.

Donde se sepa distinguir, aunque sea, una participación que disiente, es decir, que brota del corazón de alguien que no "siente igual", que no piensa igual y expresa libremente esa opinión disidente, de las personas que se oponen a un proyecto y participan de manera activa y a veces violenta, en la militancia de un grupo opositor, es ya un progreso en el análisis de la participación cívica que se diferencia también de la participación partidista.

¿Cómo es posible creer en la participación real en un proyecto si se considera de la misma manera y se responde de la misma manera, sin garantías de respeto civilizado a todos los que intentan participar en su país sin abandonarlo y sin entregarlo a intereses foráneos?

 

DISCERNIR Y TOLERAR.

Es necesario en todo ambiente e institución ya sea política, religiosa, cultural o laboral, hacer un discernimiento de los tipos de participación que intentan aportar las personas.

Discernir para valorar si la participación, es constructiva, civilizada, pacifica, éticamente aceptable. Discernir para encontrar los espacios adecuados, para que cada ciudadano aporte su parte de responsabilidad y su iniciativa. No todos los ciudadanos pueden participar en todos los ambientes, pero no podrá haber un ambiente ni una sociedad sanas mientras haya personas que crean poder aportar algo participando en un ambiente y se vean limitadas, frenadas o manipuladas.

Pero basta no con discernir y valorar, es absolutamente necesario- tolerar los diversos tipos de participación, siempre que contribuyan al bien común.

El Año Internacional de la Tolerancia, que ha convocado la ONU para 1995, es una llamada, de atención sobre esta virtud ciudadana propia de la madurez cívica de la sociedad contemporánea. La lógica de los enemigos internos y externos, la actitud defensiva frente a amenazas reales o supuestas, no pueden llenar toda la vida y darle sentido sano. La neurosis de los que sólo miran la vida como "campo de batalla" y los centros de trabajo o estudio como "trincheras" y las posturas emprendedoras y comprometidas como actitudes "combatientes", no contribuyen a cultivar un ambiente tolerante y civilista.

 

LO MEJOR ES LA DIVERSIDAD Y EL PLURALISMO.

Pero no es sólo la tolerancia que "aguanta" civilizadamente los diversos tipos de participación plena y las alternativas, la que nos hace mejores ciudadanos. Más allá de la tolerancia está el reconocimiento y el respeto a la diversidad.

Educamos en la costumbre de decir, "es mi opinión", o terminar diciendo:

"Este es sólo un criterio, estoy seguro que habrá otros igualmente buenos".

Entrenarnos en distinguir: "esa es una opinión", "debemos respetarla aunque no estemos de acuerdo". Son ejercicios cívicos muy saludables para la democracia participativa.

Más allá del respeto de la diversidad y pluralidad del mundo y de las personas que nos rodean, más allá de aceptar que es una mentira que todos pensemos y actuemos igual, está la consideración más madura y civilizada aún, que es creer de verdad, que esa diversidad es buena y si se encauza con "el arte de la política" entendida como la búsqueda del bien común, puede contribuir al enriquecimiento y desarrollo de la sociedad.

Mientras mas pluralista sea la participación más potencialidad de iniciativas y talentos, se pondrán en juego al servicio de toda la sociedad.

Algunas de las causas de nuestra pobreza y de nuestro subdesarrollo moral pudieran ser los frenos explícitos y los medios imprecisos que limitan la participación ciudadana.

Pero no basta con convocar a la participación de "todos". Es necesario crear un ambiente, un "habitad" donde la participación no sea "empujada" ni superficial, ni inconsciente. Ese clima para la auténtica participación es la confianza y la libertad.

Esta es mi opinión... pero estaría muy contento conque usted pudiera enriquecerla con su participación discrepante, alternativa o disidente... a ver si le quitamos a las palabras y a los gestos ese de aire de misterio, inhibición e intolerancia.