marzo-abril. año I. No. 6. 1995


 

PINAR DEL RÍO:

RESERVA MORAL DE LA NACIÓN

 

Visita de su Eminencia el Sr. Cardenal Jaime Ortega Alamino, a la Diócesis de Pinar del Río.

 

Presentación del Ingeniero Dagoberto Valdés, presidente de la Comisión Católica para la Cultura.

Esta Comisión tiene el placer de presentar a su Eminencia el Cardenal a las personas del mundo de la cultura: Hemos querido invitar esta tarde a personas representativas de este sector de nuestro pueblo que están trabajando, cooperando, por el engrandecimiento espiritual de Pinar del Río. Que este encuentro sea signo y testimonio: testimonio del espíritu que debe primar en ambientes como este y signo de lo que queremos postular para nuestra sociedad; en este mismo ambiente de diálogo, queremos dar la palabra a representantes de distintas manifestaciones culturales que van a presentar su saludo al Señor Cardenal.

Palabras del Señor Cardenal Jaime Ortega Alamino, Arzobispo de La Habana a personas del mundo de la cultura en Pinar del Río, 28 de febrero de 1995.

Muchas gracias por su delicadeza al estar aquí esta tarde, por su presencia, por darme la oportunidad de comunicarme con personas de esta ciudad de Pinar del Río, de esta provincia pinareña, bella en sí misma y bella en su gente, como les decía hace poco a un grupo de niños que me recibían con la sencillez y espontaneidad de los niños, características propias de este rincón de Cuba, del cual yo digo siempre en todas partes, no sólo aquí ahora por halagarlos a ustedes, que hay una especie de reserva moral en Pinar del Río, una reserva moral en todos los sentidos.

Es decir, quizás porque están al extremo de la Isla y a los extremos siempre hay que llegar, no se pasa por allí, no se pasa, se llega; hay una serie de valores de acogida, de hospitalidad, de franqueza, de sinceridad, esto ya tiene que ver quizás con las raíces todas que formaron este conglomerado humano que es hoy el pueblo pinareño. Puede haberse homogeneizado en los últimos años, con su bien y con su mal.

Al ver a estos jóvenes poetas me he preguntado por qué hay tantos poetas y literatos, escritores, ¿por qué? Parece que el lenguaje de la poesía es el único adecuado para adentrarse por esos vericuetos muy propios de verso y del pensamiento poético para expresar lo difícil, pero interesante. Cuando yo oía el recuento que hacía aquí al principio el hermano (los nombres perdonen, se me pueden escapar ahora de pronto). Cuando yo oía expresar este florecimiento poético, literario, artístico general en Cuba y que se da yo diría en estos momentos porque tiene que ver con muchas cosa, como dijo también el otro poeta, tiene que ver con muchos factores, pero hay un factor fundamental para que crezca el número de poetas; siempre hubo poetas populares que cantaron sus décimas en los guateques campesinos y fiestas populares y ya sabíamos por la palabra qué decía la otra que vendría dos versos más atrás, ya conocían una serie de palabras a las cuales siempre se recurría, pero aquellos hombres muchos de ellos eran totalmente iletrados, el número crece porque hay muchos ya, no que saber deletrear, sino que saben leer, y entonces viene la posibilidad de comprender: que no es un llegar a saber: lo que dice la palabra, quizás para estampar una firma o para conocer una noticia, sino para captar un pensamiento. El ser humano necesita saber leer, para justamente, al leer, saber el pensamiento del otro, conocerlo.

El hombre sabe ahora leer en este sentido; hay también un analfabetismo que consiste en deletrear o en unir palabras y estos fenómenos permanecen en los pueblos aunque haya un desarrollo quizás educativo y que haya instrucción para muchos.

Esto ha hecho posible la inquietud de muchos de ustedes hoy, este yo diría es el arma para todos los pueblos siempre, se enseña a leer y el hombre es capaz entonces de conocer no sólo lo que dice ahí, sino el pensamiento del otro y él va pensando también, plasmando su pensamiento, según su propia vocación y según el pensamiento que le sugiera el momento histórico en que vive, el estilo de su época, y así surgen poetas; gente que va produciendo como un florecer. Matanzas, que es una ciudad muy culta, de antes, lo saben ustedes, hubo ese el tipo de cultura que había antes, a un tipo de cultura que había antes, a un tipo de cultura de menor acceso global, numérico, por parte del pueblo.

En el ambiente musical, por ejemplo, de cualquier casa de Matanzas se oía sonar una trompeta, tocaba un piano, había una flauta, que era una iniciativa personal, era el gusto de la persona; después vino aquello de buscar al niño pequeño y traerlo a la Escuela de Arte, tratar de descubrir desde pequeño, a veces, porque pudiera ser hasta ventajoso: se quedaba en la ciudad, no va al campo, entonces el niño o la niña, empiezan... no era la experiencia que tuve yo en mi adolescencia, que alrededor de un nombre o de un maestro con nombre o de una maestra con nombre surgía el niño que seguía a aquel maestro. Luego el estilo cambió totalmente y de pronto, quizás, aparece un estudiante de piano y nos gana un concurso, y qué extraordinario, pero que no es el alumno de este tal o cual maestro que conocíamos sino que es el alumno de una escuela y de un entrenamiento especial.

Algo similar ha pasado con el deporte, no es el muchacho aquel del barrio de Pueblo Nuevo, Edmundo Amoros, que jugaba pelota descalzo y que todo el mundo conocía en el barrio y de pronto fue subiendo y los que lo conocían desde chiquitico lo vieron, sino es el muchacho que va a la E.I.D.E. y después al otro más alto hasta que llegó poco a poco por este entrenamiento a ser un gran deportista. Este estilo ha tenido la ventaja de que ha habido grandes cultores de la música, del deporte, etc. Famosos, pero por otra parte, ha habido una pérdida quizás de posibilidades de expresión espontánea de arte que no llegaban quizás a ser perfectos. Había un tipo de arte que era de cuatro amigos que se reunían y los practicaban sin una escuela y sin que al terminar tuviera un sueldo fijo.

El futuro de Cuba puede transitar por estos caminos. Ahora que se están entreabriendo caminos, quizás la plástica sea la que tenga en el momento presente más posibilidades de hacer que la vida del artista plástico cambie con respecto a los bienes materiales indispensables, que constituyen también un aliciente para la vida. Puede volver y quizás no este lejos el día en que no va a haber la remuneración fija al final de la carrera y habrá el artista luchador, el escritor aquel que presentará su cuadernillo diez veces hasta que le dijeran, sí, esto puede servir.

Cuantos han dejado el país para instalarse fuera de Cuba, han comprendido que realmente allí comenzó la lucha y tuvieron que hacer de la creación un hobby porque no podían hacerle frente; hay muchas de estas cosas que pueden suceder en un futuro inmediato y hace falta amar el quehacer propio, sea literario o teatral (donde tantas dificultades tú dices que hay). Ahí he hecho yo incursiones grandísimas como cura de aldea y es eso lo que al fin y al cabo siempre seré y extrañaré siempre, ser un cura párroco de una iglesia montando mis obritas de teatro con los muchachos y muchachas, o montando un coro, porque también estudié música, teatro nunca lo estudié, pero... había que hacer obras de teatro.

El otro día estuve en Matanzas y para mí fue muy impresionante cuando los hijos de los muchachos aquellos que escenificaban las obras, me escenificaron pedazos de aquellas obras a la edad de dieciséis, diecisiete años, una obra de Martín Descalzo sobre Juana de Arco, que se llama "La hoguera feliz", un trozo de ella y ver a una muchachita recitando aquel largo párrafo, que su madre se aprendió a veces en el preuniversitario, muy distraída y un profesor de Historia en un momento determinado le preguntó algo y le dijo: Diga padre; y él le dijo: sí, ya lo sabemos... y era porque estaba estudiando el libreto de Juana de Arco. Ese profesor como historiador de la ciudad estaba también en aquella misa de la Catedral de Matanzas donde yo estuve.

Sí, hemos hecho incursiones en esas manifestaciones. Cuando yo llegué a una parroquia y vi que allí había buenas voces, decía, bueno vamos a montar un coro y montamos un coro, llegué a otra, y todos eras desafinados, veía que se disponían y hablaban de una manera y dije, bueno aquí hay buenos artistas, vamos a hacer obras de teatro, porque, yo creo que el divorcio entre la vida de fe, la expresión de la fe, la vida eclesial y toda la expresión humana de la cultura y el deporte, porque todo divorcio, privatización de lo religioso, con absoluta dejación de lo demás, es imposible. Porque incluso desde dentro mismo de la Iglesia, del arco grande de la Iglesia, hay reminiscencias en nuestro teatro, de allí nace el teatro, nuestra cultura es heredera de todo aquello. En el mundo Occidental, en el mundo entero.

Yo recibí hace poco al nuevo embajador de Grecia y le decía, gracias, porque usted es embajador de un gran país, pequeño en habitantes, en territorio ahora, pero que fue una de las civilizaciones de Occidente. Y él me dijo, no sólo de Occidente; bueno, como griego, lo podía decir. Yo no quiero atribuirme el papel de puente que tuvo la Iglesia después, de asumir aquella cultura pasada, por todo el mundo latino y por el mundo árabe también, y recoger aquella filosofía y ser capaz de darle forma a un Universo; el chovinismo vino después pero fue el chovinismo de aquel mundo.

Ahora bien, es verdad que existió este mundo, este mundo de la cultura, del pensamiento, del mundo griego y latino, y de todas aquellas culturas bárbaras que vinieron después; ¿cómo asumir todo aquello?... y ahí la Iglesia estuvo no solamente animando , o diciendo una palabrita amable, sino fue agente, agente en la tan maltratada Edad Media, digo yo maltratada por muchos autores. Fue una Edad muchas veces de recolección, de acopio, de todo lo que podía haberse perdido en el mundo, fue la época de una paciencia benedictina si se quiere, porque fueron los monasterios los que recopilaron todo aquello, pero que fue capaz después de dar aquello y todo lo que venía después y por eso, digo yo, bueno, no es extraño a la Iglesia ni el mundo de la música, ni el mundo de la plástica.

A mí me decía un cristiano no católico en una ocasión: en todo este mundo de la cultura, de las artes plásticas cuánto ha hecho la Iglesia por esto y cuanto a inspirado: cuadros que se hicieron muchas veces para vivir, quizás a la sombra de un Cardenal o de un Obispo, pero que cuando era un genio quien lo hacia quedaron en los techos de las logias del Vaticano, donde quiera, ahí estan.

Los que han sentido la inquietud de la época, la paternidad dura de la época, pero paternidad al fin, porque es la herencia, lo hemos hecho todo con nuestros padres, pero eso no desmiente nada, eso es un poco integrador y necesario, creo yo.

Ustedes saben que hubo extrañamiento oficial entre todo ese mundo religioso y todo lo demás, lo cual no era solo entre el mundo de la cultura y el mundo de la fe. No porque tenga que ser todo el mundo creyente, o todo cristiano, no es eso, pero no debe haber extrañamiento, puesto que la impresión incluso de lo mas auténticamente religioso del ser humano, del hombre, lleva consigo, la plástica, la música, el canto, toda manifestación de cultura, una expresión también de lo popular, lo sencillo, lo que también es manifestación de cultura.

Yo creo que gracias a Dios, y yo no digo ahora mucho gracias a Dios, bueno, lo diré en la homilía de esta noche, que hasta el gracias a Dios lo dejamos de decir y era parte de nuestra propia cultura; me dio mucha alegría hablando yo en la Conferencia Episcopal, el pasado jueves, cuando en un momento dado yo hablaba de este recorrido con una persona que me decía ¿cómo había estado este recorrido, todo ha estado muy bien, verdad? y yo le decía, sí, todo ha estado muy bien, y ella dijo: Gracias a Dios, con gran espontaneidad, sin ningún matiz de burla, sin ningún tipo de profesión de fe, no voy a tomarlos así, es decir, engrandecimos hasta los términos, creyendo que cuando alguien lo decía, era ya una profesión de fe o era un insulto o cuando alguien no lo decía era otra cosa y era una expresión del corazón del pueblo, que dice, simplemente, es parte de nuestra expresión del ser.

Entonces, ahí se ve ya que hay una superación de eso que yo le llamo extrañamiento, porque nos hacía sentir unos extraños de otros, ya no es así, no es así en ningún ámbito, no va a ser así, no seguirá siendo así.

Ustedes dicen que hay que contribuir, decían en sus palabras, ustedes han contribuido,... hay en un escrito por allá donde se hace un llamado a revivir lo que está dormido, a que descubramos cuando hay una fricción, a veces una crítica, dichas algunas de ellas con crudeza, pero sí precisas y algunas veces sugestivas, esto va quedando como sedimento, es así en estos tiempos y lo han hecho los trovadores y siempre será así, y siempre ha sido así en la historia de la humanidad, después que se inventó la imprenta todavía mucho más. Los trovadores iban a cantar por los pueblos, cantaban muchas cosas, a veces, oscuras, a veces no muy comprensibles, pero que iban dejando un sedimento. Bueno, yo creo que ese es el camino, tremendo el desafío, como decía, no se trata de ruptura, sino de integraciones, a veces dolorosas, pero donde se reconozcan también las herencias antiguas. Yo siempre en Méjico me he fijado en una cosa, los mejicanos han sabido asumir su historia tal y como ella es, y a una calle le pusieron Maderos, y a la otra calle le pusieron Echeverría y a otra le pusieron Presidente Calles, unos fueron de izquierda, otros fueron de derecha, otros eran de los que el pueblo parecía no amar y derrocar, etc., pero todos son los presidentes, ahí están hicieron la historia con la contribución de cada uno, y con una crítica serena, y con una objetividad de presentarla al pueblo así. Nosotros tenemos que aprender... tenemos nuestra Avenida de los Presidentes, que es la calle de los "merolicos", de todas las ventas ahora, no podemos tener ni un presidente en la calle esa; se hizo una avenida de los presidentes y no podemos tener ninguno.

Tenemos que ser más integradores, no integristas, integradores para poder mirar hacia el futuro, tal y como lo describí ahora, hacia ese futuro para el cuál nos hará falta integrar todo lo que hemos sido... desde y durante el período revolucionario y hoy, y siempre. Hace falta esto para poder mirar al futuro, porque sino viene la desesperanza, que es lo que es un mal sentimiento, la nostalgia puede ser buena, la nostalgia incluso de no ser mejores, nos puede llevar hacia delante, porque además en ella puede haber cierta dulzura, en la desesperanza; no podemos sentirnos de esa manera.

A esto les invito yo, que sean mis palabras así, yo soy así primero, por temperamento, yo creo que por psicología, yo nunca he podido ser de otro modo,... como decía la querida hermana en su poesía, la palabra dura, como saeta, etc., pero nunca he sido como alguien en la barrera y que entonces quiere como pinchar desde fuera, no he sido así; he sido como alguien que se ve envuelto en toda la faena y quiere decir su palabra, pero, así, dicha de ese modo y una palabra que sea siempre integradora, que es una manera de decir también con el corazón, por que el amor es el que integra, es el que sabe superar, es el que sabe no herir y es el que evita poner el corazón seco y duro. Esto nos pone el corazón seco y duro, esa es la desesperanza.

Una vez me invitaron a hablar en la Sociedad Asturiana y yo hablé de la familia y dije, no quiero terminar con un tono de sermón, porque es lo típico del cura cuando habla, no, no quiero eso... quiero terminar con un llamamiento siempre grande a la esperanza y a integrar todo lo que hoy está; está por muchos factores, y todos esos factores que han hecho que esté, deben estar medidos, sopesados, agradecidos, integrados, para ello hay que encontrar las respuestas oportunas, para eso es necesario un corazón que vibre de esperanza.

Muchas gracias por su presencia, por su acogida aquí en esta casa que yo tanto quiero de la Hijas de la Caridad, por venir aquí a saludar al Cardenal.

Gracias.

 


 

 

CON LA MANO EN LA CRUZ

Es el amor el que evita que el corazón se ponga seco y duro.

Cardenal Jaime Ortega

 Quien observa la ciudad de Pinar del Río desde la altura, puede percatarse del fenómeno de que los techos de tejas son un elemento que resalta en su paisaje urbano.

Ello evidencia la conservación de viviendas tanto del siglo anterior como de las primeras de este que casi concluye. Es el resultado de una tradición constructiva que mantiene los códigos, más o menos transformados, de nuestra arquitectura colonial: patio sombreado, maderas en puertas, mamparas, y techos; cristalería multicolor en sus vitrales, habitaciones amplias ventiladas e iluminadas por altas ventanas... ambiente acogedor, intimismo, familiaridad, transpiran esas viviendas. Conversar en sus salas es una invitación al sosiego.

Una de ellas, levantada en este siglo, ha sido durante años, asentamiento de las Hermanas de la Caridad, congregación que posee una larga historia en nuestro país. Allí, la Comisión Católica para la Cultura ha celebrado sistemáticamente sus sesiones, con la anuencia de las dueñas de la casa, quienes, bondadosamente, la han cedido para tales menesteres.

No es de extrañar, entonces, que se escogiera justamente ese sitio para propiciar el encuentro de un grupo de intelectuales de Pinar del Río con el Cardenal Jaime Ortega, el pasado 28 de febrero, ocasión de la visita a la ciudad.

La conversación, con Su Eminencia, bajo ese techo, tenía que ser como en casa propia. Y así sucedió.

El visitante no venía a comarca ajena. Conoce bien nuestro terreno. Por sus calles caminó muchas veces durante los años que fungió como Obispo de la provincia; era un reencuentro en zona conocida.

Recibida la invitación, pues, acudí a la cita. Era tarde de febrero, pero no fría. La sala casi sin espacio para otra silla. Me coloqué junto al piano. Desde allí escuche.

Escritores, teatristas, músicos, científicos, ingenieros, profesores, conformaban la audiencia. A las cinco de la tarde entraba el Cardenal acompañado del Señor Obispo y el padre Manuel H. de Céspedes. Salutaciones, apretones de mano, bienvenida.

De cultura habló el Cardenal y de cubanía. Quienes esperaban, quizás un sermón, hallaron a un intelectual que contaba de sus estudios musicales, de las obras de teatro que montaba con los jóvenes feligreses de la parroquia, que gustaba observar los interiores coloniales de viviendas y de iglesias, que disfrutaba la poesía, recorría las calles y plazas de las ciudades que visitaba, deteníase frente a las estatuas de poetas, patriotas y santos, escuchaba a deportistas y poetas allá en Jovellanos, en su niñez, cuando era conocido por todos como el hijo del bodeguero de ese pueblo, el que jugaba a la pelota con los otros muchachos del barrio, el que admira a Martí y a los Maceo, el que ha dedicado su vida a Dios y a su pueblo. De estas tradiciones es, y somos herederos, depositarios, los cubanos, insertados en una universal y milenaria en la cual vivimos. A la integración de esos valores históricos, morales, culturales, nos convocó en sus palabras, embuidas de un pensamiento dialéctico al afirmar que con ese espíritu integrador de lo que hemos sido, y somos, podremos mirar hacia el futuro. De conservar nuestra identidad hablaba, y de defenderla, sin dogmatismos, ni tergiversaciones.

Presentación a cargo de Dagoberto Valdés. Varios artistas pinareños, representantes de diferentes manifestaciones, ofrecieron sus saludos al Cardenal. En sus palabras la evidencia del desarrollo de la creación artística entre nosotros, libros, dibujos, grabados, poemas leídos por sus autores, calor humano, fueron obsequiados. Una señora, maestra ya jubilada, leyó emocionada un saludo.

Mientras esto ocurría, sentado, la cabeza baja con la mirada fija en sus manos unidas, el Cardenal escuchaba y sonreía. A ratos levantaba la vista o se ponía de pie para agradecer; otras, cerraba los ojos, como en acto de oración.

Al hablar, puesto de pie, mirada amistosa, palabra certera, tono familiar. Con la mano derecha tocaba la cruz de plata que colgaba en su pecho. Da la impresión de ser persona que no regala halagos, de modo que, al decir que en Pinar del Río, hay una especie de reserva moral, no haya sido frase de cumplido, sino convicción meditada...

Confiesa haber realizado el viaje por la costa norte para disfrutar el paisaje de esa zona, incluyendo a Viñales, y respirar el aroma de los pinos. Los vueltabajeros, hospitalarios y francos, le demostramos gratitud.

Asumir la historia pasada es un imperativo de los cubanos. Es como debe ser toda obra humana, un acto de amor y de fe. Para el Cardenal, la desesperanza limita ese acto; pienso que debemos ser lo suficiente humanos para que no se nos enferme el alma y, el mejor antídoto, es el amor, la unidad.

La corriente y empatía que se estableció entre Su Eminencia y los asistentes fue inmediata y no tengo dudas de que ha perdurado. Al concluir, la conversación más cercana, de tú a tú, confirmó la primera impresión. Entre saludos a conocidos, presentación de nuevos amigos, sonrisas, fotos, concluyó la tarde. Un amigo fanático del béisbol, comentó que, con semejante discurso, el Cardenal se situó en la zona de "strike", que en ese argot, implica que los lanzamientos fueron buenos.

La noche esperaba en la Catedral. Allí, cientos de personas escucharon la homilía de Jaime Ortega ante la imagen de San Rosendo, la víspera de su día, y junto a la bandera, el lenguaje nuevamente de unidad, tolerancia y hermandad desde la cultura, que es lo mismo que decir, desde la raíz.

Un invitado desde el piano.

 

 


Poemas leídos por sus autores en la Casa de las Hijas de la Caridad y en la Catedral de Pinar del Río, respectivamente, en el encuentro con el Cardenal.

 

ALEGRÍA

por Rosario González

(Marcos 10, 42. 45)

¡Alegría, alegría, alegría!

¡Alégrate hermano! ¡Tiene Cuba un Cardenal!

Hombre que esgrime la palabra cual saeta

que llega certera al punto necesario.

El de la mano fraterna,

del amor, de la verdad, y del diálogo.

De la recta trayectoria que por nuestra patria hiciera

siempre el paso firme –a veces doloroso-

no en loca y ambiciosa carrera.

¡Y hoy nos acompañas, Jaime, Cardenal!

Voces graves y fuertes de viejas campanas al vuelo

Y voces sinceras de pueblo

anuncian entre nosotros tu presencia.

¡Ojalá en mí, cual Isaías,

el don de profecía fuera,

a mi pueblo diría gozosa:

Se fortalece nuestra Iglesia, Iglesia

siempre alerta ante el pecado,

el sutil conformismo,

el error y el miedo.

La aviesa atracción a cosas pasajeras

la humillación a otros hombres

porque más alto que nosotros se encuentran.

Hace unos días nos llegó la noticia

que luego se hizo feliz certeza:

Jaime, Cardenal ¡ALEGRÍA!

Y cuantos sorprendidos se dijeron:

¿ese? ¿Cardenal?

¡Si yo lo conocí de simple curita en mi pueblo

que es casi una aldea!

¡Hombres descreídos

hombres sin futuro y sin sueños! Pecadores.

Somos todos, pero no saben ellos,

que tu fuiste el elegido del Señor al sacerdocio,

no buscaste afanoso

la roja capa que hoy ostentas...

¡Aumenta Señor nuestra fe, te lo ruego!

¡Auméntala

para que te veamos en lo que te rodea!

Estás en el enfermo, en el que sufre,

en el perseguido o marginado,

estás presente en nuestra Iglesia.

Fatigosa lucha (para tí necesaria)

difícil pero hermosa faena te espera, Jaime.

Sufre y se desangra esta Cuba nuestra

a ella te debes ¡al Señor, ora por sus hijos

dale amor, vive atento a ella!.

Decir jesús es decir esperanza

mágica palabra que sabe a gloria

pues la misma espera,

fuerte, dinámica y constante

a los más hermosos horizontes de la vida nueva

nos lleva.

Jesús a sus apostóles lavó los pies y con sorpresa

airado y casi a gritos

Simón Pedro se negó... y Jesús le dijo:

"no te niegues estás limpio, pero recuerda:

vale tanto el que sirve a otros

como el que de éste servicio recibiera"

y así eres tú, Jaime

estas al servicio de tu pueblo

y este pueblo, lleno de fe, recibe el servicio de la Iglesia.

¡No temas, no temas!

es pueblo de gente generosa,

es tierra de héroes y de hombres limpios y sencillos,

tierra de Céspedes, de Martí y de Varela.

Es tierra hermosa

de azules mares, valles y palmeras

cantada por troveros y poetas.

Tierra del Señor, que por milagrosa presencia

también es de María,

la Virgen del Cobre, cubanita y prieta.

Ella te protege ¡que para ella Virgen Mambisa,

también tu entrega sea!

¡Jaime, Cardenal!

Que el Señor te ofrezca sabiduría,

serenidad,

fortaleza,

para servir a tu pueblo

pueblo de fe profunda, de mestizas creencias.

¡Que el Señor su Paz te dé!

¡Que la Virgen, Caridad del Cobre,

en su manto te cobije y te quiera!.

Amén... Así sea...

 

 

CUARTETAS

por Claudio Ojea

Párroco de San Cristóbal

Pinar de Río.

 Criollas y original

humildes, breves, discretas,

le dedico estas cuartetas

AL CUBANO CARDENAL.

La emoción fue sin igual

cuando la joven Leticia

me dio la alegre noticia:

CUBA TIENE CARDENAL.

El gozo era general.

De San Antonio a Maisí

todos clamaban así:

CUBA TIENE CARDENAL.

Cerca del berenjenal

que cultiva junto al río,

gritó un guajiro con brío:

CUBA TIENE CARDENAL.

El sencillo platanal

abatido por las brisas

nos dice en verdes sonrisas:

CUBA TIENE CARDENAL.

Hasta en el reino animal

tomeguines y sinsontes

trinan al cruzar los montes:

CUBA TIENE CARDENAL.

Vi en un camino vecinal

una vieja muy chismosa

decir en el oído a Rosa:

CUBA TIENE CARDENAL.

Al gesto fenomenal

de nuestro Papa Juan Pablo

dice con rabia hasta el diablo:

CUBA TIENE CARDENAL.

Prieto, pintor fraternal,

que en Guane tiene las raíces,

con sus pinceles nos dice:

CUBA TIENE CARDENAL.

 

¿Quién? preguntó a Juvenal

allá en medio de la vega,

respondió es Jaime Ortega

CUBA TIENE CARDENAL.

En el Reino Celestial nuestro Jesús

en la altura

dice con viril ternura:

CUBA TIENE CARDENAL.

Y su Madre virginal

que del Cobre hizo trono,

nos dice con tierno tono:

CUBA TIENE CARDENAL.

Pongo a mis versos final

y mientras la voz refresco,

oigo repetir al eco:

CUBA TIENE CARDENAL.

 


HOMILÍA PRONUNCIADA POR SU EMINENCIA REVERENDÍSIMA CARDENAL JAIME ORTEGA ALAMINO, ARZOBISPO DE LA HABANA, EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA QUE TUVO LUGAR EN LA CATEDRAL DE PINAR DEL RÍO CON MOTIVO DE SU VISITA A ESA DIÓCESIS. 28 DE FEBRERO DE 1995

 

Mis queridos hermanos y hermanas:

Hoy, al hacer el recorrido, para mi familiar, que me traía desde el Obispado hasta la Catedral, me sentía un poco como hace dieciséis años, cuando lo hice por vez primera para tomar posesión solemne de esta querida diócesis pinareña.

En el corto viaje repasaba rápidamente muchos acontecimientos y daba gracias a Dios porque a pesar del tiempo transcurrido, me hallo aún joven de corazón, aunque ya los pinareños no puedan decir al verme descender del automóvil, como dieciséis años atrás: ¡mira que joven es el obispo!, si no, ¡cómo han pasado los años sobre aquel obispo nuestro, que hoy nos llega de Cardenal!

Han sido años intensos, que han cobrado su cuota normal de afectos ya idos. Faltan el Padre Cayetano y el Padre Jaime Manich y tantos otros católicos pinareños, cuyos rostros recuerdos y casi me parece ver entre la gente. Son los que partieron ya al encuentro del Señor y ahora rezan al Padre con nosotros y por nosotros.

Pero están los rostros nuevos de quienes no habían nacido aún o eran entonces muy pequeños: son los niños, adolescentes y jóvenes, algunos hijos de los jóvenes de entonces, otros llegados con sus padres, o por propia decisión, a la Iglesia, sobre todo en estos años más recientes en que hemos visto florecer la comunidad católica en toda la nación cubana, con rapidez y lozanía.

Es tiempo de esperanza, es tiempo de una gran redada de peces que revientan la red y sobrepasa nuestra propia capacidad de abarcar tan gran número de hermanos que vienen por primera vez al mundo de la fe o que retornan, a veces cansados, a veces maltrechos, a la Casa Paterna, de donde nunca debieron alejarse.

Al ver este crecimiento sostenido y progresivo sentimos, como el profeta, el deseo de gritar que Dios es Rey, pues nuestros cálculos humanos se estrellan siempre contra el poder misericordioso de Dios "que desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones". ¡Que rompan a cantar las piedras de nuestros viejos templos, las ruinas dejadas en los corazones por períodos largos y oscuros de aparente silencio sobre Dios, que se enteren hasta los confines de la tierra que esto no ha sido el fruto de nuestro esfuerzo, sino la victoria de nuestro Dios!

Este momento de gracia tiene que ver con la designación, hecha por el Papa Juan Pablo II, de un Cardenal cubano. La Iglesia en Cuba ha entrado en una nueva etapa de su peregrinar. No lo ha hecho porque tenga ahora un Cardenal, sino todo lo contrario: tiene un cardenal, porque el Santo Padre ha querido confirmar ese andar de la Iglesia cubana que recoge en cantares lo que sembró entre lágrimas. Esto ha pasado y sigue pasando por pura misericordia del Señor. El recuento que hacemos no es triunfal, es acción de gracias, porque aunque nosotros le hayamos fallado a Dios, Él ha mantenido fidelidad con firmeza, más que el cielo, o sea más que el orden inquebrantable del Universo.

Las lágrimas de esta siembra dolorosa, han brotado por diversas razones y en distintas ocasiones, de los ojos de muchos cristianos.

Lágrimas ante opciones dolorosas, por o contra la fe, en aquellos momentos de ruptura a los cuales durante estas tres últimas décadas se vieron enfrentados tantos hermanos nuestros. Para muchos la decisión no entraña solamente decir que ya no creían en Dios. Esto lleva consigo un alejamiento o extrañamiento de afectos familiares y círculos de amigos. Una discontinuidad forzada se produjo en muchas vidas: atrás quedaba el Colegio católico y el cúmulo de bellos recuerdos que él evocaba, tanto el gran centro educacional de la Iglesia como la escuelita parroquial cercana, acogedora. Para otros, que no frecuentaron las escuelas religiosas, también quedaban atrás las experiencias inolvidables del catecismo, dado por alguna maestra católica al terminar sus clases en la escuela pública, o recibido en la parroquia, en alguna casa del barrio por catequistas adnegadas. Así llegó la época difícil en que era casi obligado llamar rezagos del pasado a aquellos recuerdos maravillosos que había que reprimir internamente, porque una mentalidad falsamente científica en nombre de un ateísmo extraño a nuestra cultura así lo exigía.

Más tarde, en círculos de amigos íntimos, comenzó a comentarse todo aquel sinnúmero de vivencias acumuladas y a justipreciarlas secretamente aún. Se había iniciado el retorno a nuestras raíces. Comprendían los cubanos que no podían vivir en un limbo existencial, sin asideros, sin memoria. Esto lo necesitan los pueblos, porque si no hay sedimentos de vida asentados en la tradición y en las tradiciones; en recuerdos y creencias, en continuidades que nos aseguren quiénes somos, no pude haber futuro. Surgen entonces las falsas y fugaces seguridades que se asientan sobre el temor.

Se teme perder un rango social o no alcanzarlo. Se teme que no nos acepte la sociedad, según los nuevos patrones de comportamiento que se van imponiendo. Y hoy constatamos con estupor cómo aquellas vivencias nobles y agradables, fundadas en el amor, fueron reemplazadas por un sentimiento tan estéril y pernicioso como el miedo.

Miedo a no obtener un buen empleo, o una carrera universitaria. Miedo a que el niño fuera cuestionado públicamente sobre su fe y esto pudiera traumatizarlo; miedo a bautizar el niño, a entrar en una Iglesia o a pronunciar el nombre de Dios en público. De manera incomprensible desaparecía del vocabulario común el "si Dios quiere" o el "gracias a Dios".

Ahora al producirse esta redada tan grande de peces que revientan la red, muchos de los que retornan a la comunión de la Iglesia se preguntan en voz alta: ¡Cómo pude dejar de bautizar a mis hijos y aún no hablarles de Dios en la casa!. Algunos hermanos nuestros sienten verdaderos complejos de culpabilidad, pero esto puede ser aún falta de fe en el Dios misericordioso que perdona nuestra culpa y nuestro pecado.

Otros ven esta etapa oscura y dolorosa para la fe cristiana como una gran culpa nacional y sienten que todas las penurias que han venido sobre nosotros, las escaseses y toda otra dificultad, son como una especie de castigo de Dios. He escuchado frases parecidas a esta: "tenemos que pagar nuestro olvido de Dios", pero está es otra apreciación equivocada, Dios no es un Dios castigador de nuestras maldades. "El no nos trata como merecen nuestras culpas". Además nadie puede "pagar" nada a Dios. Sólo hay uno que pagó por nosotros, Jesucristo. Él clavó en la cruz el recibo del antiguo pecado, en palabras de San Pablo que cantamos en la noche de Pascua.

La culpa de haber encontrado en el gran silencio sobre Dios o de haber impuesto sobre otros esta dura carga, tiene redención por medio de Cristo "que nos reconcilió con Dios". Como nos dice San Pablo en su 2da. Carta a los Corintios: "Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuenta de sus pecados". De este modo todo el que llegue a Él con corazón arrepentido, alcanzará su perdón.

Por eso en esta fiesta de San Rosendo, que fue obispo y pastor de su pueblo, he querido explayar ante ustedes esos altibajos de nuestra historia reciente donde encontramos casi todos nosotros, muchos escollos. Porque Pastor y obispo, como San Rosendo, "el hecho de predicar no es para mi motivo de soberbia" y no menciono lo que resulta doloroso o desagradable con ánimo de ahondar en heridas aún no totalmente sanadas, sino porque es necesario que todos reflexionemos muy seriamente sobre estas realidades, para que las situaciones descritas, sólo parcialmente superadas, no vuelvan a producirse en nuestra vida nacional, y que ni unos ni otros tengamos que sufrir sus efectos negativos. Queridos hermanos y hermanas, "el amor de Cristo nos apremia" y es con amor como se pueden superar todas las crisis: "el amor expulsa el temor", dirá San Juan evangelista. El amor vence al odio, trae la concordia y, como lo expresa la 2da Carta de Pablo a los Corintios, el Dios que nos reconcilió consigo y nos perdonó por medio de Cristo, "nos ha confiado a nosotros, cristianos, el mensaje de la reconciliación".

Son variados los motivos que tiene el católico cubano para ser mensajero de amor y reconciliación en medio de nuestro pueblo, tanto el que vive en Cuba como en el extranjero. Ante todo, el surgimiento de Jesucristo nos impele al amor. ¿Quién podrá llamarse cristiano si no intenta al menos, con decisión y coraje, poner en práctica las difíciles recomendaciones del Maestro: "amen a sus enemigos, a quienes los odian o persigan y recen por ellos?.

Por además, la forja de nuestra nacionalidad está impregnada de ese mismo aliento evangélico. El primero que nos enseñó a pensar como pueblo que tenía el derecho a ser ya independiente fue el Padre Félix Varela. El concepto de libertad de Varela que se funda en la dignidad de la persona humana, no distingue raza ni condición social y nace de su fe en Cristo. De ahí su lucha contra la esclavitud que no es una estrategia de conveniencia política, si no un reclamo del respeto a la dignidad del hombre, creado por Dios a su imagen y dotado por ende de libertad.

Es también cristiano el pensamiento de los hombres que recibieron el influjo bienhechor del Seminario de San Carlos, como Luz y Caballero y Mendive. José Martí es heredero de todos ellos y su pensar y sentir son indiscutiblemente cristianos.

Aquel cubano incansable que aunó esfuerzos y despertó corazones para la causa de la Independencia de Cuba, nunca proclamó o enseñó el odio; puso siempre el amor en la cima de su obra literaria y patriótica y quiso que fuera el cimiento de la Cuba nueva a la cual ofrendó su vida. En el jardín de su corazón él cultivaba rosas blancas para sus amigos y enemigos. En esos versos, que el mundo entero sabe y canta, se siente la fragancia fresca del Evangelio de Jesús.

En el centenario de su muerte los cubanos no debemos ignorar esa faceta a menudo olvidada, del pensamiento martiano que convoca a todo nuestro pueblo al perdón y a la reconciliación. Si los católicos cubanos, realmente motivados por el amor cristiano, que al decir de San Pablo, "supera toda filosofía", nos decidimos, a pesar de las dificultades presentes y aquellas que estén por venir, a vivir y actuar según el dinamismo propio de ese amor, seremos capaces de sentirnos alegres con el bien, de no regocijarnos del mal, de aguantarlo todo y esperarlo todo.

Cuando el corazón humano late con amor genera la esperanza y ¡cómo necesita nuestro pueblo hoy de esperanza!, hace falta henchir el alma de amor para que haya esperanza pues esta busca espacios abiertos y grandes y no puede anidar en los corazones empequeñecidos por la queja y el dolor.

Una y otra vez en estas últimas décadas muchos cubanos han sentido cerrarse las puertas de la esperanza y no hallaron para sí y para sus familias otra salida para sus angustias, sino ir a instalarse fuera de nuestro país. Esta sigue siendo hoy para no pocos hermanos nuestros su única esperanza. Esto es también un dolor de la Patria y de la Iglesia.

Si el amor cristiano expulsa el temor y gracias a ello nuestra Iglesia vive cada día más una primavera de la fe, la fe que ha constituido un auténtico proceso de liberación interior para tantos cubanos, si el amor cristiano expulsa además el odio propone caminos de reconciliación y de paz, debe también expulsar del alma del católico cubano la desconfianza y el descorazonamiento. Y ¿cómo podemos hacerlo?. El camino recorrido por la Iglesia en Cuba en los años pasados hasta el momento presente proyecta una luz de confianza hacia el futuro. De una Iglesia replegada sobre sí misma, temerosa en cuanto a su quehacer; de una Iglesia que tenía conciencia de no poder hacer nada, hemos pasado a ser por don misericordioso de Dios, una Iglesia que sí puede evangelizar, que si puede catequizar a sus niños, que sí puede celebrar a Jesucristo aún allí donde no hay templos, que sí puede tender la mano a los necesitados en el cuerpo y el espíritu, que sí puede crecer en número y en presencia en medio de la sociedad, que sí puede tener un Cardenal, que sí puede –¿por qué no?- en un día no lejano recibir la visita del Papa Juan Pablo II.

Nuestra Iglesia ha recorrido el camino que va de las tinieblas a la luz, de la desolación al consuelo, llevada de la mano de Dios, porque esto no ha sucedido por un cambio notable en las condiciones sociales o políticas. No podemos decir que el interés por la fe cristiana, el deseo de conocer la palabra revelada que hace a tantos pedir una Biblia, que todo el movimiento de acercamiento a la fe, provengan de una más amplia acción pastoral por el aumento del número de sacerdotes y religiosas, pues con el crecimiento de la población lo que más bien ha aumentado es la desproporción entre el número de agentes pastorales y el de fieles cristianos.

No se trata tampoco de una propaganda bien organizada en los medios de comunicación, pues la Iglesia no ha tenido acceso a la Prensa, la Radio o la Televisión, ha sido que el extrañamiento, las inhibiciones y el miedo van desapareciendo del alma del cubano. Pero sólo Dios puede actuar en los corazones por medio del Espíritu Santo. Todo ha sido pues gracia suya.

¿De qué nos hubiera valido tener todos los medios de difusión a nuestro alcance si el corazón del cubano hubiese permanecido frío o indiferente? Si el Señor ha actuado a sí en nuestra historia, incluso transformando los corazones, ¿por qué no seguirá actuando también en el futuro? ¿Por qué crecerá el número de los que tienen fe (y una encuesta de la Academia de Ciencias arroja que más de un 85 % de los cubanos cree en Dios)?; ¿por qué estaríamos dispuestos (y con certeza entre los católicos cubanos así es), a aceptar las exigencias del amor, como son el perdón y la reconciliación, mientras persistimos cerrados a la esperanza.

La Iglesia Católica está llamada especialmente en Cuba a testimoniar la esperanza cristiana y a sembrarla en el corazón de los cubanos. No podemos fallarle a Cristo Jesús en está hora de gracia.

El Papa Juan Pablo II, al termino de la audiencia que dio a los obispos cubanos y a los 250 católicos de Cuba que me habían acompañado al Consistorio, nos dijo en un aparte a los obispos "la Iglesia tiene que seguir trabajando" y "¿cuál es el trabajo que Dios quiere?", Preguntaron una vez los discípulos a Jesús –Respuesta del Señor: "que conozcan al Padre y a su enviado Jesucristo". Este es el trabajo propio de la Iglesia, su misión conocer y hacer conocer a Jesucristo a nuestro pueblo y decirle que Dios ama a cada uno de nuestros hermanos con amor de Padre. En resumen, el trabajo de la Iglesia en Cuba es la Evangelización del pueblo cubano. De ahí vendrán la revitalización de los valores sociales, familiares y personales y muchos otros bienes.

No son pocos los que miran hoy con interés el papel de la Iglesia en Cuba, pero esta no es siempre una mirada relacionada con su propia misión.

Un periodista que me entrevistaba para la TV. de su país dos días después de hacerse pública mi designación como Cardenal de la Iglesia, me hacía, como primera pregunta la siguiente ¿Cree usted que el mercado agropecuario significa el comienzo del cambio en Cuba?.

Le respondí que esperaba primeramente otras preguntas. Cómo si era cierto que el número de personas que frecuentan la Iglesia crecía en nuestro país, qué llevaba a los jóvenes en tan gran número a nuestras Iglesias, cómo explicar el crecimiento sostenido al sacerdocio y a la vida consagrada.

¿Cómo se interpreta el compromiso del laicado católico cubano en la hora presente?, ¿qué significa para la Iglesia en Cuba tener un Cardenal?. Es evidente que la periodista estaba interesada en la Iglesia, pero no en primer término en su misión propia, su interés era social, y si se quiere político.

Hay muchas miradas sobre la Iglesia, algunas de sospecha o de cautela, otras de variados matices, sean sociales, políticos o de otro orden.

Pero la mirada de la Iglesia esta fija en Jesucristo y nada ni nadie puede desviarla de su misión ni a un lado ni a otro.

Querido hermanos y hermanas: en esta hora en que Cristo nos dice: "rema mar adentro", apoyados en su palabra, debemos lanzar la red, y la acción de Dios vencerá nuestra desconfianza y sobrepasará nuestras expectativas.

Sobre el mar donde remamos y bregamos se yergue la imagen bendita de nuestra Madre de la Caridad. Ella inspira a la Iglesia en el trabajo que tenemos que hacer.

En ese mar proceloso de nuestra historia la Virgen Madre que trae a Jesús en brazos y nos repite siempre: "Hagan lo que él les diga", es el milagro perenne que nos salva.

También nos dijo el Papa en Roma a los Obispos de Cuba: "Acuérdense de la Virgen". Pensar en la Virgen significa para cualquier cubano volver su mirada hacia el Cobre, donde nuestra Madre y Patrona, vela con amor.

Que el amor de Dios, derramado abundantemente en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado, haga de cada hombre o mujer católico de Cuba un testigo sereno y alegre de la esperanza.

Que en el trabajo evangelizador de esta querida diócesis de Pinar del Río, la Virgen de la Caridad bendiga a su querido Obispo, bendiga también a sus queridos y buenos sacerdotes, a las religiosas, al laicado comprometido.

Que Dios bendiga a todos los pinareños.

 
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