enero-febrero. año I. No. 5. 1995


REFLEXION

 

LA POSTMODERNIDAD

¿DILEMA CONTEMPORÁNEO?

por Armando González

 

Hace algunos años asistimos un grupo de profesores de arte a una conferencia impartida en la Universidad de La Habana por el conocido autor de Las ideas estéticas de Marx, Adolfo Sánchez Vázquez. De su voz escuché por primera vez un término que ha venido reiterándose con el tiempo: postmodernismo. Recuerdo que cuestionó el vocablo en su valor semántico, el prefijo post seguido del sustantivo modernidad, vale decir, después de la misma, y se preguntaba enseguida: ¿cuándo se acabó la modernidad?, y, si no ha sucedido, entonces, ¿cómo hablar de algo que todavía está por ocurrir?, ¿cómo discutir sobre el arte postmoderno y la sociedad que lo genera?, ¿cuáles son sus características conceptuales y formales?.

Estas y otras interrogantes formulaba el conferencista y yo, desde mi butaca, trataba de sacar en claro alguna conclusión; arribé a una muy elemental: la sociedad postmoderna no tiene nada que ver con mi realidad y la creación artística que en ella se factura será un suceso del futuro; evidentemente, no pude captar toda la información que el eminente estudioso de la estética nos estaba brindando ni me percaté de toda la complejidad que encerraba el término.

Desde entonces me interesé por el tema y traté de encontrar textos sobre el mismo pero, salvo algunas referencias aisladas, la búsqueda no dio resultado. Pasaron años y al fin, Gerardo Mosquera, con su valiosa compilación y traducción de textos acerca de la situación de la plástica europea y norteamericana, desde la década del 50 hasta principios del 80, publicada bajo el título Del Pop. al Post por la editorial Arte y Literatura, me posibilitó una lectura más ampliada sobre el arte postmoderno, desde ángulos diferentes y en países distintos.

Casi simultáneamente, un amigo puso en mis manos, gesto que agradezco infinitamente, un curioso título: El yo saturado: Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo, escrito por el académico norteamericano Kenneth J. Gergen, profesor de Psicología en el Swarthmore College, cuya versión en español apareció publicada en Barcelona por las ediciones Paidós en 1992.

La investigación de Gergen abarca desde la antropología hasta el psicoanálisis, pasando por la literatura, la arquitectura, la pintura, la música y el cine, distribuida en nueve capítulos, cada uno de los cuales trata de ser una unidad en sí mismo.

Para él, determinados grupos con poder económico dentro de las sociedades desarrolladas, se encuentran sometidos a un proceso de saturación social, resultado del avance tecnológico y su introducción en la vida diaria del hombre, quien vive a un nivel de intercambio más abarcador y rápido que en cualquier otro momento anterior de su historia social y que produce, consecuentemente, una nueva cultura, una nueva forma de explicarse la existencia del yo y sus interrelaciones con otros seres humanos.

Esa "existencia del yo" ha tenido en su opinión tres etapas: la romántica, la moderna y la postmoderna, ubicadas, la primera, en el siglo XIX y las dos restantes en este siglo que ya casi termina.

En el romanticismo nos encontramos con "un vocabulario de la pasión, de la finalidad, de la profundidad y la importancia del individuo; un vocabulario que genera la admiración respetuosa de los héroes, los genios y las obras inspiradas.

Sitúa al amor en el proscenio de los empeños humanos y alaba a quienes renuncian a lo "útil" y lo "funcional" en aras de sus semejantes.

Este discurso romántico, que por suerte no ha desaparecido, fue puesto en crisis, según leemos, por el concepto modernista que le sucedió, sustentado en los principios de la racionalidad (que venía desde el Iluminismo), propiciadores de un acelerado desarrollo de las ciencias desde finales del siglo XIX (electricidad, telegrafía, teléfono...) y que, en el siglo XX, cobraron nuevas intensidades, poniendo en tela de juicio la tradición, todo aquello que no estuviera sustentado por la razón, manifestado también en la creación artística.

La conciencia postmoderna del yo, resultado de las tecnologías de saturación social, ha llevado a una supresión del yo individual, según Gergen. En el capitulo "La saturación social y la colonización del yo", analiza la vida con la tecnología de bajo nivel (ferrocarriles, servicios postales públicos, automóvil., teléfono, radiodifusión, libro impreso) a través del cual relaciona el desarrollo que han experimentado estas invenciones con la vida del hombre en las sociedades desarrolladas. A modo de ilustración ofrece los siguientes datos: a principios de siglo la producción de automóviles en el mundo no llegaba a cien; para 1930 había cuatro millones y en 1980 fue de cuarenta millones, como consecuencia, la necesidad de construir carreteras y avenidas rápidas ha crecido, a pesar de lo cual la congestión del tránsito hoy en día en Los Ángeles, por ejemplo, ha reducido la velocidad máxima a 50 km/h, amén de los daños causados por el smog. En la década pasada había en el mundo seiscientos millones de teléfonos y dos mil millones de aparatos de radio. El hombre está sometido a una dinámica de su existencia imposible de imaginar hace solo unas décadas.

Como "vida de alto nivel con tecnología de alto nivel" incluye, el primer lugar la aviación y su incuestionable capacidad para contactar en pocas horas a personas que viven en sitios opuestos del planeta, "el Concorde alcanza una velocidad que duplica la del sonido, de modo que puede transportar pasajeros de Londres a Nueva York en menos de cuatro horas".

Menciona a continuación las influencias de las cintas de vídeo, resultado de un proceso tecnológico que comenzó en 1946 con la televisión comercial y que ha alcanzado resultados sorprendentes en su capacidad de influir en los seres humanos, sus gustos, hábitos, concepciones, comportamiento, etc., tanto, que, "para millones de personas solo es creíble lo que ven en la pantalla ... recurrimos cada vez más a los medios, y no a nuestra percepción sensorial, para que nos digan lo que pasa".

Añádese a ello las computadoras, el correo electrónico, los satélites, los fax, todos los cuales aceleran las interconexiones sociales y condicionan la vida del hombre, relativiza sus puntos de vista y asume entonces su tradición desde otra perspectiva. Si "lo que tenemos delante" depende de la perspectiva con que asumamos la situación, si esto supone la existencia de ángulos diferentes frente a un mismo fenómeno, la asunción de la cosa-en-sí (del objeto), como aseguraban los modernistas, va adquiriendo otros perfiles.

En ese contexto surge la cultura postmoderna como emanación de la saturación social. Gergen cita ejemplos de diferentes manifestaciones artísticas del mundo de hoy para explicarla.

Reproduzco enseguida fragmentos del texto que he estado citando para que el lector conozca de primera mano los argumentos que utiliza el psicólogo norteamericano y extraiga así sus propias conclusiones. He tomado aquellos párrafos referidos sobre todo a las manifestaciones artísticas. Añado que las pretensiones de este trabajo no van más allá de la mera reseña y de la introducción de algunas interrogantes que su lectura me produjo. Especialistas en el asunto seguramente podrán aclararlas, desde los filósofos hasta los creadores en el campo artístico.

Al referirse a la comedia señala: "En aquella época (la modernista) el humor solía representar la fuerza del bien al servicio de la erradicación del mal convencional. Así, cuando cómicos como Charlie Chaplin, Max Sennet o Laurel y Hardy se burlaban de los demás, el objeto de sus chanzas era siempre "el otro": los déspotas, los egoístas, los soberbios, los groseros, los vulgares, los avaros. La comedia operaba, pues, como una fuerza moral, al distinguir las personas esencialmente buenas de las malas. Con el postmodernismo comenzó a desaparecer esta clara delimitación moral. Entre los primeros ejemplos pueden contarse las películas de Los Beatles, que ridiculizaban con sus imitaciones a las instituciones tradicionales de las que se ocupaban".

Más adelante dice: "Se produce una burla irreverente de lo que siempre fue sacrosanto. La principal diferencia entre la comedia modernista y la postmoderna es que ahora "el otro" somos todos" Las artes plásticas allanaron el camino al postmoderno, asegura y continúa: "muchos artistas modernos abandonaron los motivos figurativos tradicionales y situaron la 'esencia' más allá de la visión; otros sortearon de un salto el desafío figurativo: afirmaron que la forma y el color poseían en sí mismos esencias que debían explotarse, en lugar de ser utilizados al servicio de la figuración de otra cosa.

Debido a la falta de acuerdos consensuales sobre lo que es 'esencial' y porqué a menudo se aclamó a aquellos cuyos empeños de alcanzar la pureza eran lo más audaces, pronto empezó a disiparse la definición misma de 'arte'. Para conceptualistas como William Anastasi, era arte la mera superposición de cal y pintura sobre una pared vieja; Joseph Bengs alcanzó la celebridad con sus grupos de restos metálicos, baterías de autos en desuso, etc; otros artistas experimentaron instalando grandes marcos de metal frente a un paisaje y definiendo como arte todo lo que un observador captara dentro del rectángulo"

¿Tiene esto algo que ver en la concepción renacentista de la pintura que la caracterizaba como una ventana abierta a la realidad? ¿No utilizó Marcel Duchamp los ready-mades en sus concepciones dadaístas? ¿Qué es lo nuevo en el arte postmoderno? ¿Podemos hablar de eclecticismo y de recontextualización ?

Continúa Gergen: "Un graffito prominente, en los aledaños del Centro Pompidou de París, recogió la conclusión de todo esto; rezaba: "Tout est art" (todo es arte). Pero cuando todo es arte, el género se esfuma".

Un teórico del postmodernismo resulta el arquitecto Robert Venturi; él ha dicho: "Me gustan más bien los elementos híbridos y no los 'puros', lo comprometido más que la 'pulcritud', lo distorsionado más que lo 'llano', -lo ambiguo más que lo 'intelegible' (... ) lo incoherente y equivoco más que lo directo y claro. Estoy a favor de la confusa vitalidad y en contra de la unidad neta".

Línea curva, elementos híbridos, ambigüedad, incoherencia, ¿no aluden al barroquismo? ¿Habrá una relectura del mismo? Al menos está nítida la inconformidad de Venturi con el modernismo arquitectónico y sus códigos racionalistas, que, ciertamente, tuvieron desaciertos e insuficiencias. En un artículo publicado en abril de 1953 en el periódico caraqueño "El Nacional" en su conocida sección "Letra y Solfa", señalaba Alejo Carpentier acerca del excesivo funcionalismo, lo dicho en un número de la revista "Artes" de París:

"Finalmente, una ama de casa, interrogada acerca de su cocina ultramoderna confesó, melancólicamente:

- La verdad ... quisiera que fuese más cocina y menos laboratorio!..."

Esto, dice el novelista, "sea dicho con todo respeto a los grandes arquitectos modernos, a los hombres de talento, que saben hacer del funcionalismo un aliado del hombre, y no un motivo de tedio y de ganas de huir de su propia casa".

En el caso de la escritura los límites se desdibujan: "Durante el período modernista podían establecerse cómodas distinciones entre la ficción y lo fáctico o científico en materia de escritura. Con la quiebra de la cosa -en- sí y la nueva sensibilidad frente a las realidades múltiples, esas fronteras han comenzado a diluirse. La ficción, por ejemplo, hoy empieza a parecerse a la biografía o a la autobiografía y a la historia. Los escritos históricos, así como ciertos trabajos antropológicos, sociológicos y psicológicos empiezan a parecerse a la ficción. Lo que surge es más bien un nuevo género ni fáctico ni ficticio, sino facticio: el género de la "facción", según el término utilizado por Bracee Crowther".

Por un lado se afirma que "todo es arte", lo que puede implicar que los géneros están en crisis y, por otro, menciona uno nuevo en la escritura. ¿Será entonces que son los géneros tradicionales los que están en crisis y se está produciendo una sustitución por otros?. ¿ Estará implantándose otra tradición?. ¿Llegaremos a la conclusión de que todo no puede ser arte?.

En el caso de la música Gergen específica: "También en la música vemos aparecer géneros desdibujados. El concepto modernista de la 'música pura', la música -en- sí, preparó la escena para la desaparición moderna de los géneros musicales, pues si la música es un conjunto de fragmentos sonoros, los géneros tradicionales son ordenamientos convencionales de los sonidos. Sostener que cierto tipo de música es 'sagrada', 'trascendental' o 'profunda' es un mero ejercicio retórico.

La obra "Einstein en la playa" de Philip Gras y Robert Wilson desafía toda posible categorización. Es una poliglota de estilos clásicos, populares y modernos, y la ejecución incluye además pasajes de ópera, ballet, poesía, extractos de los medios de comunicación social y efectos especiales de los conciertos de rock. Se combina lo que no se ha combinado nunca".

Pero pienso que esa combinación se produce a partir de elementos que ya existen, de manera que lo nuevo resulta un híbrido, un proceso creativo que implica una recombinación, porque ya desde el modernismo y desde la existencia misma de los movimientos artísticos históricos, la combinación se habla llevado a cabo.

"En el plano de la música popular fueron probablemente Los Beatles quienes pronunciaron la defunción del modernismo. Sin limitarse a una tradición musical o a una gama circunscrita de elementos, se desplazaron con toda libertad por el espectro musical. Esta fusión y desdibujamiento continúa prevaleciendo en la música pop".

Este desdibujamiento de los tradicional llega hasta el arte culinario. Gergen lo explica así: "Incluso las especialidades culinarias tradicionales se están diluyendo lentamente. En lugar de la tan definida cocina francesa, italiana, o china, aparecen cada vez más estilos de cocina de límites imprecisos, donde los ingredientes propios de algunos se mezclan con los procedentes de tradiciones muy dispares de un modo novedoso, a veces sorprendente."

Recientemente pude preguntarle a Miguel Barnet, profundo conocedor de nuestra cultura, cómo se manifestaba entre nosotros el arte postmoderno; con su acostumbrado ingenio, respondió que, a su juicio, la música salsa era un buen ejemplo de ello. Gergen afirma que los festivales de jazz incluyen ritmos latinoamericanos ("salsa"), violines gitanos electrónicos, tambores africanos y reggae del Caribe.

"La televisión musical es un medio postmoderno por antonomasia, que se basa en la quiebra de la realidad objetiva: en un mismo fragmento de vídeo la figura o identidad de un objeto o persona puede mortificarse varias veces, y lo que parece la realidad de un mundo fotográfico puede pasar a ser un dibujo (realidad artística), que a continuación se revela como el producto artificial de una máquina (gráfica computarizada) ".

Woody Allen se cita como ejemplo de maestro en los medios de comunicación social.

Películas como: "Take the money and run", "Manhattan" y Hannad y sus hermanas", están llenas de reflexión a menudo irónicas sobre sí mismo y autodegradantes. Pero donde el arte de la reflexividad (autorreflexión o autoconciencia, según Hilary Lawson) fue llevado a su extremo es el film "La rosa púrpura de El Cairo". En él se describe a una solitaria amante del cinematógrafo (papel que cumple Mia Farrow) y su conmoción al advertir que el héroe del celuloide a quien tanto amaba salta, en efecto, de la pantalla a la sala: la realidad fílmica y la realidad efectiva se fusionan".

En otro film conocido por nosotros, "¿Quién engañó a Roger Rabbit?" (Zemecky) observamos la fusión de personajes reales con otros que resultan ser dibujos animados, los cuales participan igualmente de la acción de modo que se rompen las fronteras entre la realidad humana y la de seres imaginados.

En el arte pictórico afirma: "En lugar de pintar con un estilo abstracto, cubista o expresionista, el postmodernismo invita a una total libertad estilística, en la cual el pintor puede incluir cualquiera de esos estilos o a todos ellos. Robert Rauschenberg ha incorporado a una misma obra no sólo imágenes de los viejos maestros como Velázquez y Rubens, sino también de un camión, un helicóptero, una botella de coca-cola o un globo ocular, muchas de las cuales eran reproducciones fotográficas (la imagen de Velázquez era en rigor un cuadro auténtico de Velázquez fotografiado y reproducido parcialmente como si fuera una obra original de Rauschenberg). A la manera de los teóricos de la literatura que hablan de 'textos sin autor", Rauschenberg plantea con ello un importante desafío a la concepción tradicional del "autor". ¿Era verdaderamente original la obra del propio Velázquez? Es cierto que sus manos sostuvieron el pincel, pero su obra fue el producto de una tradición en la que participaron muchos, y también estos contribuyeron a plasmarla, así como Velázquez contribuía ahora a plasmar la de Rauschenberg. Este último deja el protagonismo como "creador" individual de su obra.

También alega que en la sociedad donde vive se evidencia un menosprecio por la autoridad tradicional y nos comunica que:

-"Un auxiliar de la Casablanca se lamenta de que el cargo de presidente ya no goza del prestigio que tenía antaño.

- Cada vez resulta más difícil conseguir personas competentes para los cargos de decanato de las Universidades norteamericanas, porque es menor el respeto que infunden dichas posiciones. Los chistes que se ríen de los abogados son tan populares que han adoptado el formato de libros enteros.

- En decenas de ciudades europeas, las iglesias recaudan fondos alquilando el local a orquestas o grupos teatrales, o se ofrecen en venta. Si bien tradicionalmente las "clases bajas" imitaban la moda de los ricos y poderosos, en nuestros días la moda de la "clase alta" proviene de la contracultura de los hippies, los extremistas negros, los cantantes de rock, las cuadrillas de motociclistas los punks y los mendigos.

Evidentemente a lo largo de El yo saturado... Gergen critica la situación postmoderna en lo que ella incluye de pérdida de juicios y valores, de estados psicológicos, de tradiciones que tanto el romanticismo como la modernidad acumularon; él mismo afirma haber sido reticente en sus críticas. El capitulo final: "Recapitulación y Relatividad" expresa sus preocupaciones de cómo será el futuro bajo el postmodernismo y que la solución para los conflictos planteados no resulte simplista. Aboga porque no se pierdan ni la tradición romántica ni la modernista, sino que ellas se revitalicen para que sean capaces de "activar nuestras potencialidades".

El arte postmoderno, en lo que he podido leer, tiene sus defensores y detractores; cada cual puede asumir una postura frente al fenómeno; lo que resulta obvio es su existencia y la necesidad de estudiar si este favorece alguna línea de acción positiva o no.

Los investigadores del postmodernismo allí donde surgió, el primer mundo, se debaten en discusiones que se concretan en libros y artículos en revistas especializadas que circulan en todo el orbe.

Ahora bien, ¿qué postura debemos asumir los que no vivimos ni sufrimos el proceso de saturación que describe Gergen, los que no viajamos en un Concorde, ni vivimos en ciudades donde circulan millones de automóviles, ni padecemos los efectos del smog, pero que sí recibimos los productos culturales originados en esas sociedades altamente desarrolladas, que somos también sus consumidores? ¿Cómo participa el Tercer Mundo del postmodernismo?. Si es él una resultante del progreso tecnológico, cómo debemos enfrentar el reto, qué postura adoptar si queremos proteger nuestras tradiciones culturales, aquellas que son portadoras de nuestra identidad como nación. ¿Cómo se manifiesta el arte postmoderno en nuestra cultura? ¿Qué estamos aportando al postmodernismo? ¿Implica necesariamente el hecho una saturación del yo como la describe Gergen? ¿Quiénes son nuestros artistas postmodernos?

Pienso que no debemos negar el progreso, pero que si hay que ser postmodernos, lo seamos, en primera instancia, desde nuestra cultura, con un criterio que no niegue la asimilación creadora de sus códigos, pero que sí rechace la copia a ultranza.

Invito a la reflexión sobre el tema y agradezco al Sr. Gergen la información suministrada a través de su libro y el hecho de despertar luego de su lectura, tantas preguntas que han conseguido que recuerde aquella tarde en que Sánchez Vázquez mencionó el tan polémico término en un aula de la Universidad de La Habana.

 
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