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enero-febrero. año I. No. 5. 1995 |
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HECHOS Y OPINIONES |
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¿NIÑO O GIGANTE? NACIONALIDAD EN JUEGO por Roberto Mendiluza Pérez
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- Y tú, ¿eres turista?
- No señor, yo soy cubana. Esa frase, pronunciada por una joven de sólo 17 años; no una frase "pensada" de esas que se elaboran durante horas, quizás días, para dar respuesta a una interrogante que también se procesó mucho antes de ser articulado; una frase de sólo cinco palabras, con una pequeña pausa antes de la tercera, que pudo ser un chispazo de autocensura -sí, de esa que todos padecemos- pero que sirvió para acentuar las tres últimas; una frase, en fin, dicha con espontaneidad, salida del alma como expresión sincera de un modo de pensar, motivó estas reflexiones mías. Pasaron por mi mente, sin encontrar de inmediato la relación, recuerdos de mi niñez en el Vedado, viejo barrio que mirando con dignidad a sus más modernos vecinos, mostraba con orgullo junto a sus casonas de altas columnas, las imponentes moles de hormigón que daban un toque de modernidad a su geografía. Caminé por las mismas calles y los mismos parques; vi a mis amigos de entonces y me senté, empequeñecido ante la azul inmensidad, en el muro de los noctámbulos pescadores con su bolsa llena de esperanzas y la vista fija en la oscuridad de la noche; en el muro convertido en gigantesco palco durante los carnavales y por qué no, en el muro de mi primer beso de amor. Este viaje en el tiempo me llevó a un hecho presenciado por mí en el Malecón habanero y que era -¡EUREKA!- la relación entre mi pasado y esta frase del presente; varios niños se bañaban mientras numerosas personas los observaban. Me uní a los curiosos en el momento en que un turista yanki lanzaba al agua varias monedas de un centavo "quilos prietos" en el argot popular de la época conminando a los bañistas a tocar fondo para hacerse de ellas. El "mayorcito" del grupo, sin embargo, nadó hasta las rocas negándose con su acción a la esperada zambullida. Ya fuera del agua y ante la lógica pregunta de algún curioso respondió, mientras miraba al turista, ¡qué se zambulla su abuela! y un instante después era absorbido por la gran ciudad. Nunca más lo vi pero con mis pocos años grabé para siempre aquella frase, también salida del alma; genuino y cubano modo de pensar que acalló, empequeñeció el "míster, guan cen" que otros pronunciaban. Fueron también cinco palabras, pero sin una pausa entre ellas, sin autocensuras llenas de orgullo, no de soberbia. ¡Qué se zambulla su abuela! No señor, yo soy cubana. Dichas en contextos diferentes, ambas cargadas de humor criollo, expresan el descontento y la lógica respuesta a un estado de cosas; aquélla, ante la intervención y la Enmienda Platt, que ya no existían, pero que junto a otras cosas habían dejado su huella en los cubanos de entonces; ésta, ante el turista foráneo, omnipresente y omnipotente; la una, expresión de una conciencia, de un ser nacional donde la sociedad civil el niño como su fruto en una nación-república joven aceptaba con altivez la presencia del poderoso vecino; la otra, expresión también, sí, pero de la inconformidad ante las diferencias sustanciales entre el nacional y el extranjero. Al niño desconocido prefiero seguir viéndolo así, detenido en aquel fugaz momento; a la joven de hoy como la pequeña bolita de nieve que al rodar, se convierta en el alud de cubanía que tanto anhelamos y... necesitamos. En ellos pienso cuando veo a nuestros niños y jóvenes correr detrás de los grupos de turistas, en espera de alguna migaja. Ella, ante las que entregan sus almas mientras venden sus cuerpos, es nuestra esperanza. Pero confieso vivir esperando por él. Vaticino su viva presencia y sé que pronto, de uno de esos grupos saldrá, firme como entonces, la voz airada del niño gigante de mis recuerdos. |