enero-febrero. año I. No. 5. 1995


NUESTRA

HISTORIA

 

UN PUEBLO MARIANO

Por: Rosa Peláez Pruneda.

 

Cuenta la historia que desde finales del siglo XVI existía la donación de terreno para construir una capilla dedicada a Nuestra Señora de Consolación, en la hacienda del mismo nombre, pero no es hasta finales del siglo XVII que se construye una capilla.

¿Por qué tanta lentitud? La construcción de una capilla presupone la existencia de un núcleo poblacional y si observamos todas las fundaciones de la colonización de Cuba, nos daremos cuenta que todas las villas surgían en las proximidades de un río, para asegurar tan indispensable elemento a los pobladores y esa condición no se daba en el lugar cedido.

En el año 1690 llega a esta tierra un sacerdote lleno de celo misionero, el Pbro. Antonio González Brito; se da cuenta de la dificultad que le han indicado, pero también observa que es punto de cruce de los hacendados dispersos en una amplia zona que se extiende de norte a sur, y donde descansan para continuar por el Camino Real que les permitiría conducir a La Habana el ganado y los productos de la tierra. ¡Hermosa oportunidad que se le presentaba para atender espiritualmente y anunciar la Palabra de Dios a todas aquellas personas, obra que casi sería imposible si tuviera que recorrer tan extenso territorio! Confía en la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de Consolación y a ella le dedica la pequeña capilla que construye y bajo su patrocinio pone todo su celo misionero.

Poco a poco, aquellos hombres, van construyendo casas alrededor de la capilla, no importa la lejanía del agua, si sus hijos pueden aprender a amar a Dios, educarse cristianamente y recibir las primeras letras por medio de aquel buen sacerdote que, ha consagrado su vida a Dios y al servicio de los hombres, que ama a Jesucristo y confía en la intercesión de María de Consolación, la madre de Jesús y madre nuestra.

Así nació este pueblo de Consolación del Sur bajo el patronato de María, a quien a través de los siglos hemos confiado nuestras esperanzas, inquietudes y tristezas, le hemos ofrecido las alegrías, y consagrado a nuestros hijos.

No aparece en el Libro de Memorias de esta parroquia, que data del año 1690 ni se conserva en nuestro archivo parroquias, en qué oportunidad ni el por qué deja de ser la patrona del pueblo la Virgen María bajo la advocación de nuestra Señora de Consolación, y se comienza a honrar a la Virgen bajo el titulo de Nuestra Señora de la Candelaria; se supone que esto ocurriera en 1875 con la inauguración del templo que hoy tenemos, se supone que en eso influyera la existencia de una fuerte colonia canaria en esta parroquia; pero no importa, es María la madre de todos los consolaremos, que cerca o lejos de este pueblo lo ama con igual cariño y fervor.

Honrar a la Madre, amar y servir a todos los hermanos por amor a su Hijo Jesús, ha sido desde siempre divisa de todos los católicos consolaremos, de ahí que en el año 1952, en un movimiento nacional surgido por iniciativa de la Asociación Nacional de los Caballeros Católicos, rama de la Acción Católica, un grupo de concejales de este término municipal, al igual que ya se había hecho en otros municipios del país y en nuestra provincia en los municipios de Guanajay, Cabañas y San Cristóbal, presentaron una proposición, acompañadas de tres mil firmas, para que se declarara el 8 de septiembre, festividad de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, como día de fiesta municipal, proposición que fue aprobada el 28 de agosto de 1952, y refrendada el mismo día por el señor alcalde municipal Marcelino Leal Díaz.

A partir de esta fecha, tomó la fiesta de la Caridad del Cobre en esta parroquia, un extraordinario carácter de cubanía: rivalizaban los establecimientos comerciales en presentar las vidrieras adornadas con mayor creatividad, con banderas e imágenes de la Virgen, al igual que las fachadas de las viviendas y los festejos populares comprendían controversias de décimas campesinas, carreras de caballos, de ensarte de la sortija, el palo encebado, carreras en saco y terminaban con la procesión que recorría las calles de la villa y la quema de fuegos atácales.

Hoy seguimos con el mismo amor y devoción alabando con nuestras vidas la presencia de la Virgen María entre nosotros, por eso decimos con alegría y sano orgullo que somos un pueblo mariano.

 
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