enero-febrero. año I. No. 5. 1995


RELIGIÓN

 

LA MUJER: EDUCADA PARA LA PAZ

Por: P. Manuel H. de Cespedes García Menocal.

 

El primer día de cada año se realiza en la iglesia la Jornada Mundial de la Paz, para la cual es costumbre que el Papa dirija a todos los hombres y mujeres de buena voluntad un mensaje que es un llamado por la paz en el mundo. El mensaje de este año 1995, el Papa Juan Pablo II, lo ha titulado LA MUJER: EDUCADORA PARA LA PAZ.

El mensaje comienza expresando que la violencia, las guerras y las injusticias que pesan sobre la vida de tantas personas en el mundo no pueden ser toleradas por más tiempo. Por eso el Papa hace un llamado a ciudadanos, familiares, creyentes, iglesias, estados y organismos internacionales.

Tarea difícil es promover la paz. Para hacerlo es necesario promover a todos los niveles de reconocimiento de la dignidad de la persona humana, ofreciendo a cada individuo la posibilidad de vivir de acuerdo con esta dignidad. Y cita Juan Pablo la encíclica Pasem in terris, de predecesor Juan XXIII: "En toda convivencia humana bien ordenada y provechosa, hay que establecer como fundamento el principio de que todo ser humano es persona, esto es, naturaleza dotada de inteligencia y libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos y deberes son, por ello, universales e inviolables, y no pueden renunciarse por ningún concepto". Inciste Juan Pablo II en esta verdad sobre el hombre porque " educar en esta verdad es uno de los caminos más fecundos y duraderos para consolidar el valor de la paz".

Educar en esta verdad es educar para la paz. Señala Juan Pablo II, que educar para la paz es abrir las mentes y los corazones para acoger la verdad, la justicia, el amor, la libertad. La educación para la paz es un proyecto que dura toda la vida que "hace de la persona un ser responsable de sí mismo y de los demás, capaz de promover, con valentía e inteligencia, el bien de todo el hombre y de todos los hombres". Es en este marco en el que el Papa se dirige "especialmente a las mujeres, pidiéndoles que sean educadoras para la paz con todo su ser y en todas sus actuaciones: que sean testigos, mensajeras, maestras de paz en las relaciones entre las personas y las generaciones, en la familia, en la vida cultural, social y política de las naciones, de modo particular en las situaciones de conflicto y de guerra. ¡Que puedan continuar el camino hacia la paz ya emprendido antes de ellas, por otras muchas mujeres valientes y clarividentes!".

El Papa hace este llamado basándose en la consideración de que Dios confía de modo especial a la mujer el cuidado del ser humano. Se lo confía en el marco de la complementariedad y de la comunión que debe de existir en la pareja humana, entre el hombre y la mujer. El pecado perturba la realización de este designio de Dios sobre el "ser hombre" y "ser mujer"; las mujeres son las que han sufrido más por esta realización frustrada. La construcción de la paz no se hará sin el reconocimiento y la promoción de la dignidad personal de las mujeres. Se han dado pasos importantes en esta dirección, pero aún hay mucho que andar.

Para ser educadora para la paz, la mujer debe cultivar la paz en sí misma. "La paz interior viene del saberse amado por Dios y de la voluntad de corresponder a su amor". Un espacio privilegiado donde la mujer desarrolla su tarea educadora para la paz es la familia, a la cual el Papa llama " la primera y fundamental escuela para la paz".

"En la educación de los hijos la madre juega un papel de primerísimo rango". Esta primera relación que une a la madre con el niño le ofrece a éste, seguridad y confianza, "permite orientar hacia Dios la mente y el corazón del niño mucho antes de que reciba una educación religiosa formal". Esta tarea la realiza la madre de manera óptima sólo si vive en comunión con su esposo, padre de su hijo, pues el hijo tiene necesidad "de la presencia y el cuidado de ambos padres". La calidad de la relación padre- madre influye profundamente en el niño. Si las relaciones familiares son afectuosas y positivas, los niños se educan en la "experiencia directa de los valores que favorecen la paz: el amor por la verdad y la justicia, el sentido de una libertad responsable, la estima y el respeto del otro... el amor a Dios... que orienta hacia la apertura a los demás y al don de sí mismo al prójimo.

Se refiere a la presencia de las mujeres en la vida social, económica y política a nivel local, nacional e internacional, y la califica como progreso beneficioso. Y expresa: "Las mujeres tienen pleno derecho a insertarse activamente en todos los ámbitos públicos y su derecho debe ser afirmado y protegido, incluso por medios de instrumentos legales donde se considere necesario". En estos ambientes la mujer debe ser educadora de la paz social.

Pero el Papa hace este llamado de atención: "Sin embargo, este reconocimiento del papel público de las mujeres no debe disminuir su función insustituible dentro de la familia: aquí su aportación al bien y al progreso social, aunque este poco considerada, tiene un valor verdaderaente inestimable".

Expresa el Papa su alarma por el crecimiento de la violencia que hace pensar que grupos enteros han perdido el respeto a la vida humana. Mujeres y niños son las víctimas más frecuentes de esta violencia. "Pido... a las mujeres que se unan todas y siempre en favor de la vida... Pido a todos que ayuden a las mujeres que sufren, y en particular a los niños".

Hasta aquí el resumen del mensaje papal para la Jornada de la Paz 1995, el cual termina con una hermosa referencia a María, Reina de la Paz. Hay asuntos tratados por él en los que debemos crecer en nuestra sociedad. Me parece oportuno destacar lo relacionado con la educación para la paz desde la familia. Los valores que construyen la paz no parecen ser " caldo nutriente" de muchos hogares. ¿En qué clima humano nacen, se nutren, crece y se desarrollan niños y adolescentes? ¿Educa para la paz nuestra sociedad?

Otra cosa que quisiera destacar es la misión y la tarea de la mujer en la casa, dentro de las paredes del hogar. Con tristeza y preocupación oigo decir que en las tareas del hogar la mujer se embrutece. Pienso que ésta es una expresión dicha a la ligera. Necesitamos muchas mujeres con vocación de hogar. Necesitamos muchas mujeres y muchos hombres que reconozcan y respeten el valor que tiene la vocación de la mujer en el hogar. El camino para la paz también pasa por aquí.

Juan Pablo II es un emprendedor; en su servicio a la iglesia universal lo hemos visto comprometido en la acción. Por eso tiene más peso la exhortación que hace en las primeras líneas de este mensaje: "Es hora de pasar de las palabras a los hechos". Ojalá sigamos su consejo y su ejemplo.

 
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