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mayo-junio.año 3.No 13.1996 |
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OPINIÓN |
LA ISLA SE VA. por Gerardo Mosquera |
El arte en Cuba es como una máquina que ha seguido funcionando
después que se paró el motor. Sandra Ramos pertenece a la promoción de artistas que
llamo "la mala yerba" por su capacidad para proliferar en la trágica situación
del país. Su brote ha conservado el movimiento del nuevo arte tras la diáspora
generalizada de los años 90. Cuba no produce ni comida suficiente para su población,
pero -para bien o para mal- continúa produciendo superestructura.
Sandra y sus colegas son los artistas de la posutopía y la crisis. Hace pocos años vi en Caracas un grafitti que decía: "El sueño se castró". Ahora Sandra nos muestra La Isla que soñaba con ser un continente, rodeada de célebres soñadores de la historia y la cultura cubanas: José Martí, Antonio Maceo, Wilfredo Lam, entre muchos otros. En obras como ésta los jóvenes expresan el momento del despertar, cuando se mezclan las imágenes del sueño y la vigilia. Reaccionan al derrumbe de un proyecto utópico, pero son a la vez parte de él. Carlos Garaicoa emplea incluso las ruinas de La Habana como metáfora del derrumbe general, en la complejidad de una visión simultáneamente irónica y amorosa, pues nuestro hogar son los escombros de la ciudad y la utopía. Los artistas desconstruyen con insistencia las representaciones del poder, dando mandarria a los remanentes incólumes del pasado: representación y poder. Pero ellos integran también esas representaciones. El tríptico. La nueva ideología transparenta el juego de superposición y entrecruzamiento. Decía Derrida que "la autodesconstrucción es el proceso mismo de la desconstrucción". En La Isla que soñaba... Sandra es la Isla dormida. Los artistas de la posutopía han mantenido la plástica como sitio de discusión social en un país donde estos sitios no existen. George Yudice ha señalado que la batalla por la sociedad civil no se está empezando hoy en el arte, otrora uno de sus terrenos principales. Pero Cuba constituye una excepción, donde el arte ha concentrado funciones de una sociedad civil casi inexistente, fundando un espacio crítico ausente de los medios de difusión masiva, ni regularizado en las asambleas o las aulas. Ha sido quizás un caso único en que la plástica sustituyó a los medios sin salir de sí misma, ejerciendo una resistencia al autoritarismo o imponiendo un discurso civil. Sandra protagoniza esto como parte del auge femenino en "la mala yerba" y la aparición de un feminismo social. Es una de las artistas que proyectan su biografía, sus sentimientos íntimos y su propio cuerpo hacia la discusión de problemas sociales, políticos y culturales. En Cuba no existe una conciencia feminista,. y las artistas suelen rechazar la etiqueta al considerar que las circunscribe a un ghetto. Pero sus obras contienen rasgos semejantes a los que se asocian con el feminismo, aunque en ellas la problemática de la mujer suele expandirse hacia fuera. Viene a ser una suerte de feminismo centrífugo. Uno de los tropos más frecuentes es el autorretrato de la artista personificando la Isla o la bandera, identificando emotivamente su situación personal con la que sufre el país. Su última exposición, en la Galería Nina Menocal, en México, se centró en la diáspora de los cubanos, un "logro de la Revolución" incrementado en los últimos tiempos. Tiene su antecedente en la instalación de maletas pintadas que fue una de las obras de mayor impacto en la última Bienal de La Habana. El éxodo, y en particular la tragedia de los balseros, ha devenido tema obsesivo de los artistas. En la última Bienal de Sao Paulo era impresionante ver las instalaciones de Bedia y Kcho acerca de los balseros separadas por una pared que metaforizaba los distintos lados del Malecón desde los que cada artista enfocaba igual tema. El Malecón mismo -esa personificación urbanística de la frontera como espacio de uso social de los habaneros- se ha convertido en un símbolo recurrente, según vemos en las piezas de Sandra, y ha dado la imagen-síntesis del éxodo: la foto de Manuel Piña de un joven saltando a lo Klein hacia el mar. Sandra es la única que aborda el asunto en sus diferentes costados, No hace mucho Kurt Hollander advertía que "el tema de la balsa" podía ser una moda, y que "al enfocar exclusivamente el viaje, sin mencionar la vida antes o después, las obras no proporcionan una crítica en profundidad". Sandra, por el contrario, asume la diáspora como un problema social y cultural, sintiendo sus diversas implicaciones. Lo hace desde un testimonio personal que brinda emotividad a la simbolización analítica de las obras. Títulos como Podía no haber nada más allá del agua, El miedo a estar lejos de la casa, La soledad, o La ciudad soñada, hablan de temores, esperanzas y experiencias que rodean el deseo generalizado por partir, resumido en un grabado sobrecogedor de la isla de Cuba como una enorme balsa que se va remando. La artista ha presentado también el drama de la Base de Guantánamo. Su pintura se basa en un lenguaje voluntariamente "primitivo" con elementos del comic y la caricatura, menos recio que en sus grabados. Las obras son barrocas, con proliferación de elementos, detalles y asuntos. Ostentan un inclusivismo ecléctico y fragmentario propio de cierto gusto postmoderno. Más allá de la cuestión del éxodo, constituyen verdaderos retablos simbólicos de la actualidad cubana; recuerdan, en cierto sentido, al Bosco, Leonora Carrington y Remedios Varo. Pero prima un estremecimiento emotivo más a lo Frida Kahlo, por la subjetividad íntima, participante, de su visión. Parafraseando a Martí, son tajos de las entrañas de cualquier cubano. |