mayo-junio.año 3.No 13.1996


ECONOMÍA

 

NUEVA VISIÓN COSMOGÓNICA DE LA SOCIEDAD HUMANA.

por Antonio Espinosa Baltodano.

El filósofo griego Heráclito de Efeso dijo «todo pasa, nada permanece», lo que dicho de otra forma sería «nadie se baña dos veces en el mismo río». Creo que estamos de acuerdo con eso, pero considero pertinente llamar la atención, de que hoy todo pasa con más rapidez que antaño, y la aceleración será mayor cada día venidero.

Todo está en un sostenido e incesante proceso de cambios, desde lo que nos parece ser más permanente y durable, hasta lo más temporal y pasajero. Y una de las cosas más cambiantes es la sociedad humana. Cambia cotidianamente de forma gradual, y cíclicamente en forma abrupta, en medio de una complejidad de permutaciones y combinaciones incalculables, tanto en un caso como en el otro.

Cuando una sociedad se colma de problemas sin poder solucionarlos, sufre una metamorfosis y termina dando lugar a una nueva, generalmente más capaz que la anterior para dar respuesta a las expectativas de la gente, en la que si bien no todo se resuelve, se amplía el diapasón de oportunidades y las posibilidades de aprovecharlas.

Es harto evidente que la sociedad actual, tal y como se ha concebido en las últimas décadas, se muestra impotente para resolver los problemas de la humanidad, virtualmente ha agotado sus posibilidades, ha tenido cuanta oportunidad se puede imaginar, y no se vislumbra nada que no sea el cambio para salir del atolladero en que ha caído la realidad.

Este artículo pretende hacer una aproximación a la fenomenología de cambios fundamentales que la sociedad está experimentando, -tanto en la forma como se detenta y ejerce el poder, como el modo que se genera riqueza, crecimiento y desarrollo- y el fenómeno cosmogónico que se va engendrando en la organización social de la humanidad, y que inevitablemente terminará pariendo una nueva configuración integral de la. sociedad humana.

LINDEROS HISTÓRlCOS

Siempre ha resultado difícil precisar el inicio y/o el final de los procesos socioeconómicos, sociopolíticos, y socioculturales de la humanidad. Y es que los límites no son una línea definida, sino que entre un estadio y otro, al producirse los cambios, ocurre una secuencia de acontecimientos, que aún cuando pueden darse en forma vertiginosa, lo hacen en series consecutivas de acción y reacción, en cadenas continuas de causa y efecto.

Tenemos dificultades en ponernos de acuerdo para determinar el momento en que un fenómeno ha comenzado a ejercer influencia, cuándo su impacto ha llegado al clímax, y el momento en que su importancia comienza a declinar.

Por una parte, cada disciplina del saber humano según sus fines y objetivos, ve todo desde ángulos distintos, a través de prismas diferentes, y por otra, cada individuo, -más que todo por su discurso político-, tiende a fijar los linderos en base a sus intereses, haciendo de la historia una secuencia de compartimentos estancos, obviando la concatenación que toda fenomenología histórica lleva implícita.

Se pierde el enfoque y la perspectiva de que todo es parte de un proceso evolutivo secuencia, con sus acelerones, saltos e impulsos, con sus frenazos, pausas, patinazos y hasta retrocesos.

Una cosa es que necesitemos de fechas referenciales para facilitar el entendimiento de algo, y otra es que segmentemos la realidad y fraccionemos la historia, solo para tener la razón de nuestra parte, en la interminable maratón de la lucha ideológica, política o filosófica.

Desde los macro - segmentos de la edad del universo, las etapas geológicas del planeta, la antigüedad y la evolución del género humano, hasta la vertiginosa sucesión de fases en la cambiante actualidad científico - tecnológica, los humanos hemos dividido la historia en segmentos. Algunas veces denominados eras, épocas o períodos, otras milenios, siglos, décadas y lustros. O hablamos de la sociedad tal, de la civilización mas cual, de tiempos de esto o de lo otro, etc.

Hechos sonados como el Descubrimiento de América, la Revolución Francesa y el 17 de Octubre. Otros asuntos como las invenciones de la pólvora, la imprenta y el computador. Descubrimientos como la penicilina, la fisión y la fusión nuclear. Logros como los viajes espaciales, el descifrado del ADN, etc., han marcado algunas de las mencionadas particiones.

Los poderes imperiales, regionales o tribales que se han dado en la historia universal, lo mismo que los personajes famosos como David, Aníbal y Carlomagno, Enrique VIII, Napoleón y Washington, Marx y Lenin, El Che y los Beatles, también se han usado como puntos de referencia para significar el comienzo o el final de etapas históricas.

Tanto los hechos sonados como los imperios y los personajes, indudablemente jugaron un papel importante en su momento, en los lugares en que se produjeron, y en las transformaciones que desencadenaron, fueren profundas o superficiales, transitorias o definitivas. Pero a veces, se magnífica, mistifica, y mitifica su papel y su importancia, hasta darles categoría de linderos extraordinarios, más allá de lo justo, lo que en lugar de ayudar a comprender, induce a confundir la interpretación de los fenómenos históricos.

El asunto es que todos nosotros, a lo largo de nuestra vida, hemos oído frecuentemente expresiones como; «estamos viviendo un momento histórico»; «aquello fue un trascendental punto de inflexión de la historia», «esto será un viraje estratégico de la historia». Así de una u otra forma, hemos usado y abusado tanto de tales manifestaciones, que cuando estemos realmente, como creo que estamos hoy, ante un fenómeno significativamente trascendente, no le demos la prevalencia que verdaderamente tenga, y entonces nos suceda lo del cuento del muchacho que gritaba, «viene el lobo», y no siendo más que una reiterada broma, un día siendo verdad nadie le hizo caso, y terminó siendo, suculenta comida de la fiera.

Que a un individuo le suceda eso a causa de su propia necedad, es lamentable, pero él se lo buscó. Pero que el lobo devore a comunidades enteras al haber sido influidas por un necio, ya es otra cosa, que al menos pretendo en alguna medida alertar a quienes tengan disposición de escuchar.

Una cosa es que algo sea trascendente para un país o región, importante para una ideología o religión, vital para una causa o movimiento, y otra es que tenga un peso significativo en los asuntos trascendentes del planeta, como los casos de la rueda, la escritura y la digitalización, para hablar sólo de algunas de las secularidades de importancia.

Nosotros mismos tenemos el ejemplo en casa. Es indudable que hablamos con propiedad si decimos «antes y después de la revolución», tanto a lo interno del país, como para Latinoamérica y el tercer mundo. Pero la trascendencia de ese extraordinario fenómeno de la historia contemporánea tiene su límite y medida, y su importancia no trascenderá más allá de sus justas dimensiones.

Pero a veces suceden cosas de las que no nos percatamos, cuyas manifestaciones son tan discretas que pasan desapercibidas, pero que acontecen en tantos lugares simultáneamente y con una frecuencia tan repetitiva, que así como la gota de agua termina perforando la roca, culminan transformando la morfología hasta de lo que se considera más estable y duradero.

NUEVAS REALIDADES

En mi opinión personal, el mundo en que vivimos está en el vórtice de un gradual pero vertiginoso proceso de cambio, el que además de abrupto aunque no llegue a ser violento, es profundo aunque no se manifieste con espectacularidad. Creo que estamos en la cúspide de una inflexión histórica, que implica un viraje mayor de lo que parece, y está pasando desapercibido para demasiadas personas.

Como podemos observar, estoy haciendo exactamente lo mismo que critiqué anteriormente, no obstante estoy convencido de que está ocurriendo ante nuestros ojos, un cambio esencial y sustancial en la forma como se detenta y ejerce el poder y el modo como se generan la riqueza, el crecimiento y el desarrollo, y con ello se está generando una nueva cosmogonía en todas las esferas y planos de la sociedad humana.

Para muchos, los sucesos ocurridos al inicio de la década de los años noventa, son en sí la expresión capital del cambio de nuestros tiempos. Me refiero a la desintegración del bloque socialista, a la desmembración de la Unión Soviética, la unipolaridad resultante, la globalización de la economía, y otras tantas manifestaciones.

Yo no opino así. Creo que esos sucesos no son más que parte del cambio, y más aún, en no pocos casos, son manifestaciones espectaculares pero transitorias. Cuando suceda lo que está por ocurrir, esas cosas sólo se verán como algo episódico y anecdótico, en comparación con lo que esencial y sustancialmente serán los cambios.

El período de la última crisis del planeta, ya se ha prolongado más allá de lo imaginado. No salimos de ella, y no aparece en el horizonte vestigio alguno de solución. Por donde intentamos salir, caemos en círculos viciosos, callejones sin salida, laberintos intrincados, e intríngulis que la ciencia se ve imposibilitada de comprender, explicar, y menos aún de solucionar.

El complicado embrollo en el que se encuentra el planeta, virtualmente es una dicotomía binaria de «solución o guerra», siendo la primera la única opción elegible, ya que la segunda seguramente no deje sobrevivientes humanos para contar el cuento.

Yo no creo que vayamos a salir de esa crisis y regresar a la normalidad a la que estamos acostumbrados. Emergeremos a un nuevo orden inédito, del cual ya se pueden avizorar algunos contornos, adivinar algunas características, pero su esencia y sustancia aún son nebulosas y jeroglíficos.

La humanidad está experimentando cambios trascendentales. Se están transformando radicalmente las reglas del juego de la sociedad, pero nos está sucediendo que los árboles no nos dejan ver el bosque. Interpretamos lo que está ocurriendo a la luz de lo cotidiano, de lo que nos resulta familiar, y no advertirnos que hay una modificación radical de las relaciones socioeconómicas, socio-políticas y socioculturales.

Por ejemplo el capital y la industria han perdido la hegemonía. Han sido desplazadas en la generación de riqueza, crecimiento y desarrollo, -y destronadas en el control social-, por factores antes dependientes y subordinados como el conocimiento y los servicios.

Los asalariados, tanto a nivel directivo, ejecutivo, como operativo, han tomado el control de los mandos, y sin llegar a ser propietarios de los medios de producción -lo que ha dejado de ser estratégico- son quienes toman las decisiones capitales.

Lo realmente vital hoy no es el título de propiedad, sino el control efectivo de los medios y recursos. Los propietarios del capital han pasado a ser simples rentistas, así como los antaño poderosos señores feudales, propietarios de la tierra, pasaron a ser simples explotadores de segunda clase como terratenientes y casatenientes en la sociedad industrial, los capitalistas tenedores de acciones de hoy, hasta hace muy poco poderosos magnates, han terminado como rentistas de sus valores bursátiles.

Directivos, ejecutivos y operativos, se han convertido en un nuevo ente de poder, y aclaro que no estoy hablando de la añeja y senil tecnocracia -esa mutación producto de la acción oportunista de tecnólogos politizados y políticos tecnificados-, me estoy refiriendo a esa realidad de hoy, en la que el «señor ejército» y el «señor capital», acatan y obedecen con disimulado desagrado, pero con afectada pleitesía, al «señor conocimiento», nuevo soberano que les permitirá sobrevivir a la debacle que para ellos significa el cambio que está en fase de coronación.

Las actividades agrícolas, agropecuarias, agroindustriales e industriales, cada vez dependen más de la ciencia y la tecnología, para el logro de los rendimientos, la productividad, la eficiencia. Incluso en los costos de producción y distribución, la parte de las materias primas y la mano de obra representan la menor cuantía, en comparación con las cuotas de los intangibles tecnológicos.

DIVISlÓN DE LA HISTORIA

La historia ha sido dividida en función de las necesidades e intereses de la disciplina que se ocupa de ella. Así tenemos los límites de antes y después de Cristo (o de nuestra era), edad antigua, media y moderna.

En filosofía tenemos al idealismo, racionalismo, materialismo, positivismo, existencialismo, etc. En el arte al clasicismo, romanticismo, modernismo, vanguardismo, etc.

Los filósofos, ideólogos y políticos por un lado, los matemáticos, físicos y químicos por el otro , astrónomos, geólogos y geógrafos por una parte, biólogos, etnólogos y sociólogos por otra, entre otros, dividen la historia como le es útil a su respectivo interés y/o disciplina.

Para los fines de este artículo me he atrevido a plantear mi propia división, que no pretende competir o suplantar otras, sino que sólo persigue una mayor precisión comprensiva de lo que se expone.

Yo divido la historia de la humanidad en segmentos que llamo dimensiones. En esta división, el comienzo de una no significa el fin de la otra, sino que todas existen simultáneamente en el tiempo, interactivamente en el espacio y combinativamente en la dinámica.

La segmentación no es en el tradicional y convencional sentido transversal, sino en forma longitudinal, como lo podemos apreciar en el gráfico correspondiente. Las dimensiones en que yo segmento la historia son: la agraria, la industrial, y la intelectual.

La dimensión agraria tiene su esencia en la territorialidad, y se inicia con la definición de las primeras rutas migratorias crónicas de la tribu nómada, (nación ruta), y en las demarcaciones de recolección, caza y pesca, (nación coto y nación río), durante el proceso de sedentarización de los primeros grupos humanos en la sociedad primitiva.

Llega a la cúspide durante la sociedad feudal europea del medievo, y con la irrupción de las realidades que conllevan a la Revolución Francesa y a la Independencia de América, entre otras, poco a poco primero y abruptamente después, esta dimensión, sin llegar a desaparecer, pierde el protagonismo y la hegemonía, y es reemplazada en el liderazgo por la dimensión industrial.

La dimensión industrial fundamenta sus cimientos, en la explotación de la habilidad transformadora del trabajo, y tiene su debut con el surgimiento de los primeros artesanos, fenómeno casi simultáneo aunque ligeramente posterior a las actividades agropecuarias.

Llega a su cenit en la época de la explosión capitalista del modernismo, y con la erupción de las realidades que desembocan en las revoluciones, desde las populistas hasta las extremistas, tímidamente primero y velozmente después comienza su declinación, y la generación de riquezas es vanguardizada y protagonizada por la dimensión intelectual.

La dimensión intelectual comienza prácticamente en forma simultánea con las anteriores, al generarse los primeros ingenios utilizados, que aunque rudimentarios, ya se pueden considerar como tales.

Para muchos analistas y futurólogos, esta dimensión esta a punto de llegar a su clímax, mientras para otros ya llegó, y lo que falta es su generalización y proliferación. Yo estoy de acuerdo con este último criterio, y creo que las postrimerías del milenio que termina, verán las nuevas realidades, en las que el predominio de la dimensión intelectual será más obvio y evidente que lo que aparentemente es hoy.

Como podemos observar en el diagrama de barras, el mayor período de tiempo, corresponde al protagonismo de la dimensión agraria. Al ceder la hegemonía ante la dimensión industrial, aquella sigue existiendo, pero en forma menos gravitatoria, ya que la industria y el capital toman las riendas de la sociedad.

Un período menor de hegemonía le corresponde a la dimensión industrial, cuyo liderazgo ha durado visiblemente menos que el de su predecesora, preponderancia que actualmente le es disputada por la otra dimensión, que para muchos, -entre quienes está el autor-, ya está vanguardizando la realidad, señalándole la ruta, y marcándole el paso a la sociedad contemporánea.

La dimensión intelectual cuyo liderazgo ya hace sus primeros pininos, se caracteriza por la tenencia, dominio, posesión, y manipulación de datos, informaciones y conocimientos. Ninguna actividad agraria, industrial o de servicios, puede realizar su función productiva con optimidad, sin el aporte científico-tecnológico generado en la dimensión intelectual.

A mi juicio, es durante el último quinto del siglo cuando se produce el relevo de influencia, en el cual la dimensión intelectual toma la batuta de los destinos de la humanidad, y comienza a manifestarse como una nueva realidad que ha llegado para quedarse.

SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA

Desde la antigüedad hasta la actualidad científico – tecnológica, la sociedad humana ha tenido varios nombres. Generalmente en función de los factores que jugaron un papel protagónico en cada una. Entre otras, nos resultan familiares denominaciones como sociedad esclavista, feudal, capitalista y socialista.

La nueva sociedad del futuro que ya es presente, algunos futurólogos la denominan sociedad postcapitalista, o sociedad post - industrial, otros la llaman sociedad del conocimiento o de la inteligencia, al final, probablemente no se llame de ninguna de esas formas. En realidad, ninguna sociedad se ha bautizado a si misma antes de su nacimiento, y en no pocos casos su denominación surge post mortem.

Pero el nombre de la nueva sociedad no es lo más importante, lo verdaderamente relevante es la identificación de su naturaleza. Primero debemos descifrar qué es la nueva sociedad emergente, y cómo gravitará entre otras cosas sobre la humanidad y el entorno, por mencionar un par de aspectos de senda importancia.

Las características de la nueva sociedad en el mundo desarrollado, ya se ven con bastante claridad y definición, pero en el segundo mundo en transición y en el tercero en virtual regresión, se carece en muchos casos, hasta de los más leves indicios y señales de cómo será la sociedad emergente en sus respectivos casos.

Lo realmente pertinente es que logremos tener en alguna medida, una visión anticipada de su proceso constitutivo, sus características, una predicción de sus posibilidades y probabilidades, una perspectiva y prospectiva que nos permita capacitarnos para asimilar los cambios, crear condiciones para adaptarnos a ellos, y sobrevivirlos con ventaja.

Prever las repercusiones que provocará sobre la nación - estado, sobre las instituciones públicas y las organizaciones privadas, en el trabajo, la familia, la educación y la salud. Cómo afectará conceptos como independencia y soberanía nacional, qué afectaciones deparará a las relaciones de producción, en fin, todo aquello sobre lo que inexorablemente gravitará si el cambio aludido es cierto.

¿Cómo afectarán, los términos y condiciones de nueva sociedad, la forma en que nacemos, nos educarnos, vivimos, trabajamos, nos relacionamos y morimos? ¿Cuál será la escala de valores que impere y su ulterior tendencia evolutiva?.

Son muchas interrogantes las que nos debemos contestar, y no es una bola de cristal, ni los caracoles, lo que nos van a dar las respuestas. Son nuestra inteligencia y nuestra dedicación las que deben escudriñar el horizonte para aproximarnos a la verdad, sin esperar que lo hagan la casualidad o el azar.

No obstante, yo creo firmemente que el cambio en ciernes será positivo al menos en sus primeros tiempos. Aclaro que esta exposición ha versado sobre el planeta en general y no sobre alguna región o país en particular. Y aunque todo es más aplicable al mundo desarrollado, el resto del planeta, incluyendo lo más atrasado del mundo estará de una u otra forma influenciado por lo mismo.

Cada vez que la sociedad humana ha experimentado transformaciones radicales, al consolidarse el nuevo status quo, se produce un renacer y un retomar de valores que en la anterior sociedad hubiesen caído en desuso, los valores morales por ejemplo, después de permanecer en hibernación, como el ave fénix renacen de las cenizas y vuelven por sus fueros.

Sin embargo, siempre existe el riesgo de que conspiraciones orquestadas tomen el control del nuevo status quo, y lo adopten como bandera para un nuevo proyecto de dominación. No sería la primera vez que ocurra que la ingenuidad de la mayoría, permita a un grupúsculo de facinerosos hacerse de los mandos.

CONSIDERACIONES FINALES

Calificar de promisorio el futuro próximo en medio de tantas dificultades y calamidades, caracterizadas por una cronicidad y enquistamiento a ultranza, podría parecer fantasioso e ilusorio, fuera de foco, carente de sentido común y falto de realismo y pragmatismo.

Es incuestionablemente comprensible pensar así en momento de crisis moral, ideológica, política, económica y social. Toda la gente padece de un inevitable pesimismo, de un ineludible desconsuelo, tanto en lo personal como en lo social.

Pero es precisamente en momentos de crisis integral, cuando poco a poco se va gestando el embrión de lo que eventualmente será, el nuevo espectro de oportunidades en que se fundamentarán, tanto el éxito como el fracaso de los sobrevivientes de la debacle, donde el grado de previsión, será factor decisivo de uno u otro resultado, al margen del papel que siempre juega el inefable azar.

Y esto no es nada nuevo. La historia en general y la contemporánea en particular muestran con claridad, que esta crisis no es más que una versión corregida y aumentada de las anteriores. A todas se llegó por la misma vía, todas se manifestaron de la misma manera, y todas desembocaron en lo mismo, para finalmente terminar generando una salida más o menos aceptable para la gente.

La crisis podrá tener un desenlace abrupto o gradual pero el resultado siempre será el mismo, una transformación considerable del status quo. Entonces es necesario preguntarse qué es más arriesgado, si escudriñar en el horizonte aún con posibilidades de equivocarse, o esperar que desaparezcan los árboles para poder ver el bosque.

No obstante, creer que lo promisorio del futuro se dará espontáneamente, sin que medien la inteligencia y el esfuerzo, es aventurado, puede resultar peligroso, temerario, o cuanto menos demasiado arriesgado, tanto para sus intereses y los de los suyos.

Yo he pretendido proporcionar elementos de juicio, para que con una información cuantitativamente suficiente, cualitativamente óptima y coyunturalmente oportuna, cada quien pueda hacer sus previsiones y tomar sus decisiones con algún grado de certidumbre, seguridad y posibilidades de acierto.

Esto es válido a nivel internacional para cualquier país, al margen de su grado de desarrollo, de su localización geográfica, tendencia demográfica, situación económica o política, independientemente de las estructuras de poder, al margen incluso del grado de conciencia de la gente común y corriente.

En el caso de Cuba la validez adquiere ribetes superlativos, debido a un sinnúmero de factores y razones argumentables, y de las cuales a continuación enuncio las que considero más determinantes:

Su estratégica ubicación geográfica, virtualmente en el trayecto de todas las rutas aéreas, marítimas y sistémicas.

Su inmensa capacidad instalada existente y disponible, con tanto recurso estructural, infraestructural, y superestructuras, sobre todo el humano.

La evidente necesidad que tiene el país de salir cuanto antes del período especial, -que no es más que su propia crisis particular-, para conservar los logros acumulados.

Todas y cada una de las instituciones y organizaciones cubanas, deben buscar su lugar y su papel ante las nuevas realidades, y con ello, coadyuvar con el esfuerzo nacional para terminar de configurar la estrategia, que ponga a buen resguardo los logros conquistados a lo largo de décadas de sacrificio, que ponga nuevos logros al alcance de manos laboriosas y responsables, y conduzca al país por los senderos de la salvación y la recuperación.