mayo-junio.año 3.No 13.1996


VALORES

"HAZ BIEN Y NO MIRES A QUIEN".

por María del C. Gort Enríquez.

Es muy común en muchas personas hoy en día referirse a la crisis de valores que está viviendo la sociedad de finales de este siglo. Hoy queremos tratar uno que al igual que muchos otros parece que se va perdiendo, la solidaridad.

No se puede hablar de solidaridad sin referirnos a los rasgos fundamentales de la persona y en este caso a su capacidad de relacionarse con otros hombres.

El ser humano no está hecho para vivir en solitario sino para vivir en comunión con los demás, por eso ninguna persona puede prescindir de las demás sin dañar en lo más profundo su humanidad. Por medio de las relaciones interpersonales cada hombre manifiesta sus facultades físicas y espirituales y por tanto requiere ser tratado como una persona y no como una cosa. Las relaciones del hombre "con las cosas" de este mundo son de coexistencia pero "con las personas" son de convivencia, y esta debe estar basada en unas relaciones donde primen el amor, la solidaridad y la entrega. Solo cuando un hombre vive así, descubre que su vida tiene sentido y toma conciencia de su dignidad, este es el camino para ser personas plenamente felices.

Es cierto que hoy en el mundo se difunde a través de los medios de comunicación social un proceso de despersonalización, caracterizado, de un lado por una tendencia a la masificación lo que origina personas con conducta uniforme y sin capacidad crítica y del otro por un desenfrenado consumismo que origina un egoísmo que hace que el hombre solo piense en sí mismo y se desentienda de los demás sin importarle su destino.

Ante esta realidad es necesario rescatar el valor de la solidaridad, que se refiere a la búsqueda de ese vínculo que une a los hombres o los pueblos para conseguir un fin determinado o contribuir al bienestar común; es unión, adhesión, responsabilidad conjunta.

La solidaridad como corriente social pretende conciliar el individualismo y el colectivismo. Los principios solidarios tienen en cuenta por una parte el ser y el valor propio de los individuos humanos y por otra la realidad y el valor de los diferentes complejos sociales. (Cfr. La solidaridad, César Rangel Barrera, IMDOSOC, pág. 6).

El mundo de hoy necesita de una auténtica solidaridad entre los individuos y los pueblos, "El camino que debe recorrer es largo y complejo y además está amenazado tanto por la intrínseca fragilidad de los propósitos y realizaciones humanas cuanto por la mutabilidad de las circunstancias extremas tan imprevisibles... La decisión de emprender ese camino o seguir avanzando implica ante todo, un valor moral que los hombres y mujeres creyentes reconocen como requerido por la voluntad de Dios... Es conveniente reconocer que los obstáculos opuestos al pleno desarrollo no son solamente de orden económico sino que dependen de actitudes más profundas que se traducen para el ser humano en valores absolutos... Es necesario un cambio urgente en las actitudes espirituales que definan las relaciones de cada hombre consigo mismo, con el prójimo, con las comunidades humanas y con la naturaleza en función del bien común" (Cfr. Sollicitudo Rei Socialis No. 38).

La solidaridad se concreta en el deber de ser solidario, lo que hoy significa:

- Reconocer y promover la dignidad de la persona y de todas las personas.

- Rescatar y estimular una cultura de la solidaridad basada en los principios del amor y la justicia.

- Sensibilizar y concientizar a las personas sobre la necesidad de estar atentos a las necesidades de los demás.

- Concretar las acciones de los grupos e instituciones sociales en proyectos de promoción humana.

- Criticar todas acciones que vayan en contra de la dignidad de la persona .

- Concientizar a los "más ricos" de este mundo de su responsabilidad de ayudar a los "más pobres" a salir de sus condiciones de pobreza.

- Trabajar todos juntos por la transformación del mundo.

La solidaridad es hoy el único camino hacia la paz y el desarrollo.