enero-febrero.año2.No11.1996


EDITORIAL

NO

A LA CULTURA DEL INDIVIDUALISMO

 

 

"Sálvese quien pueda" se va haciendo, cada vez más, un criterio de actuación en nuestra sociedad.

Con frecuencia nos encontramos en situaciones que nos ponen en la disyuntiva de tener que escoge entre la satisfacción del interés propio, de una necesidad primaria, y la posibilidad de brindar una ayuda elemental a quienes lo necesitan más que nosotros.

En época de crisis económica no sólo se deterioran los niveles de vida de la sociedad sino que, además, se lesionan los valores humanos que inspiran la convivencia social y la solidaridad fraterna.

Ante esta situación todos sentimos más vivamente la necesidad de que las cosas cambien para mejorar.

Los proyectos agotados deben dar paso a nuevos proyectos.

Ya lo decía nuestro Cardenal "Los pueblos que se ven imposibilitados de realizar sus sueños se parecen a campos resecos, que corren el riesgo de ser abrazados por el fuego. Por eso la Iglesia, fiel a su misión, no cesa de convocar a todos los cubanos al esfuerzo común por reverdecer las esperanzas, pues las cenizas de los sueños no sirven para edificar un futuro promisorio". (Discurso en la visita de los obispos cubanos al Papa, 1994).

Pero los sueños acabados no deben hacernos regresar a las pesadillas del pasado.

El futuro mejor no puede construirse ni sobre sueños mantenidos a fuerza de "tranquilizantes" ni sobre espejismos que, como en el desierto, se deshacen sólo al acercarnos a ellos.

Es por eso que hoy queremos reflexionar sobre un proyecto que no es nuevo, pero aún

atractivo para muchos: el capitalismo.

Comprendemos que ante la sequedad de esta vida todos queramos beber en otro pozo, encontrar un oasis para nuestra existencia demasiado reseca. Pero es bueno saber bien a qué fuente vamos a acudir ante los desesperados intentos de cambio.

Varios amigos de "VITRAL" nos han escrito desde otros países dándonos su testimonio de que aquel tipo de sociedad, aún en países desarrollados, tiene una dimensión individualista y excesivamente competitiva que olvida estructuralmente la dimensión

humanista y fraterna de la vida.

Otros amigos de "VITRAL" desde aquí nos han pedido que nos pronunciemos más claramente sobre nuestros criterios de juicio para un proyecto futuro.

En efecto, "la libertad de la luz" que salvaguarda la transparencia del vitral no debe quedar paralizada ante ninguna realidad que, iluminada por la reflexión, pueda esclarecerse a los ojos de nuestro pueblo.

Por eso nos gustaría decir que nadie pone en duda hoy la eficacia de la economía de mercado, pero todos hemos sentido la amargura de no tener acceso a las ofertas del mercado.

Nadie pone hoy en duda la necesidad de la propiedad privada para la necesaria autonomía de la sociedad civil, pero muchos hemos sentido la dureza del egoísmo implacable de algunos propietarios. Hemos suspirado por una mayor libertad, pero muchos hemos sentido la angustia interior de la inseguridad al no saber usar esa libertad, porque demasiadas veces hemos disfrutado del cómodo "seguro" del paternalismo.

Aspiramos a mayores niveles de vida, pero nos indignan la avaricia y la soberbia de aquellos que, a poco de acceder a una mejora, desprecian al común de los mortales.

Quisiéramos el trato humano, más cualificado y eficiente de una clínica, pero no resistiríamos que mueran personas por no tener acceso a la salud o que queden niños sin vacunar mientras se crean clínicas millonarias para animales.

Desearíamos una escuela más educativa, menos ideologizada, menos manipulada por una tendencia política, más ética y seria en sus evaluaciones, pero jamás quisiéramos volver a la situación de niños sin escuela y maestros sin aulas.

Todos anhelamos una cultura sin censura y sin disposiciones de un partido que la manipule y la polarice en "montescos y capuletos", pero no quisiéramos ver perdido el talento real de un joven que no tiene dinero para desarrollarlo o no tiene una institución que lo acompañe en su realización personal.

Esperamos unos medios de comunicación social más libres, más veraces, que sean polémicos por plurales y no por decreto o por marketing, pero no quisiéramos una prensa sin ética, sin respeto al derecho de privacidad y de dignidad de las personas.

No queremos ni el carril uno, ni el carril dos de una ley extranjera, lo que queremos es encarrilar nuestras propias esperanzas por los caminos de la soberanía nacional, el respeto mutuo, las soluciones internas y la democracia.

Todos quisiéramos una política más participativa, más democrática realmente, pero creemos que nadie quiere volver a la política de "manengues" y corrupciones, de caudillos y dictadores.

Los cubanos queremos una economía sólida y eficiente que se base en la verdad de los niveles de la producción nacional y del comercio internacional diversificado y no en las consignas o en los planes de saneamiento financiero solamente, pero creo que no muchos cubanos querrán que los mecanismos económicos sean tan liberales y tan endiosados que no quieran someterse a ninguna ética ni a ninguna regulación social.

Muchos cubanos quisiéramos que los aparatos estatal, militar y policial sean reducidos, pero ninguno de nosotros querría la anarquía estructural, la delincuencia incontrolable en las mafias organizadas, ni, por supuesto, la entrega de nuestra soberanía nacional.

Que las ventajas económicas y la falta de credibilidad en nosotros mismos no nos hagan sucumbir en "un Puerto Rico para Cuba".

Que la necesaria liberalización de la economía no nos haga caer en la implacable hegemonía del "tener" sobre el "ser".

Que el fracaso antropológico del socialismo real no nos haga plegarnos a la deshumanizante civilización tecnocrática y a los "omnipotentes" dictados de los que ostentan el "poder" del "tener" y del "saber".

Que la sustancial democratización no nos conduzca a la corrupción política.

Que las impostergables mejoras de los niveles de vida no nos conduzcan al hedonismo y al hastío de la vida.

La crítica al capitalismo neoliberal y subdesarrollado que pudiera avecinarse debe dejar claro que decimos NO a la cultura del egoísmo, del individualismo, de la explotación del hombre por el hombre y del hombre por el Estado.

Decimos NO a la civilización del poder tecnocrático y económico que no reconoce ninguna incumbencia a la ética humanista por considerarla fuera de la competencia de las materias del mercado, la producción y las inversiones.

Decimos NO a la escala de valores que ponen por encima la avaricia, la discriminación, las relaciones basadas sólo en el interés material, y que miden la valía de las personas por lo que "tienen" y no por lo que "son".

Decimos NO a la civilización que pone la violencia del poder y del saber, de las armas o de las ciencias, sobre las espaldas de los "pobres de la tierra".

Decimos NO al estilo de las relaciones internacionales basado en la lógica de las hegemonías políticas o de los bloques económicos que excluyen a los que no reportan intereses substanciales.

Que esta crítica no nos paralice. Que esta crítica realista y desnuda no nos asuste.

Que esta crítica, junto con la que hacemos al socialismo real:

- ilumine nuestro análisis de la realidad que vivimos y que viviremos para no dejarnos engañar,

- equilibre nuestro juicio para no dar bandazos económicos ni políticos,

- informe los valores determinantes en nuestra vida para que aprendamos a pensar y discernir lo mejor para Cuba,

- desmitifique los modelos socioeconómicos pasados y futuros para que jamás creamos que el Reino de los Cielos se logra plenamente en alguno de ellos,

- estimule nuestra creatividad para "inventar nuevas formas de democracia", para diseñar una economía social de mercado, para lograr la síntesis dialéctica entre justicia y libertad.

Que nuestra crítica se convierta en propuesta:

"Queremos, por lo tanto, promover, con la participación de todos, la civilización del amor, que consiste en aquel conjunto de condiciones morales, civiles, económicas, que permiten a la vida humana una posibilidad mejor de existencia, una racional plenitud, un feliz eterno destino (Pablo VI)" (ENEC 1168).

Esa fue la propuesta de la Iglesia Católica en el Encuentro Nacional Eclesial Cubano cuyo décimo aniversario encuentra eco en la vida de nuestro pueblo hoy.

 

Pinar del Río, 16 de enero de 1996