enero-febrero.año2.No11.1996


ECONOMÍA

TRABAJO POR CUENTA PROPIA,

¿EMBRIÓN DE CAPITALISMO?

 

por José A. Quintana

 

En 1968, por consideraciones políticas e ideológicas, se suprimió en Cuba, unas pocas horas, el trabajo por cuenta propia legalizado. Desde el punto de vista práctico, la acción fue perfecta: total, rápida y exacta. tuvo parecida preparación meticulosa que el canje de dinero efectuado en 1961. Ambas parecieron la ejecución de un plan militar meditados concienzudamente. En ambas primaron la exactitud de los cálculos, la sorpresa, y su indisoluble compañera la discreción. Las dos fueron una operación de cirugía social. Se intervinieron, en la misma mañana en que la prensa lo anunciaba, acomodados dueños de talleres y comercios, y sobre todo, gentes de oficios, ciudadanos que ofrecían sus servicios de mecánicos, etc., etc., de manera personal. La mayoría de ellos no poseía otros medios de producción que unas pocas herramientas, acaso resguardadas en una minúscula caja metálica. La mayoría de ellos, con sus ingresos, no podían hacer ora cosa que vivir modestamente. La mayoría de ellos pagaban los impuestos como era debido. Pero como grupo humano con intereses y aspiraciones específicos, no encajaba, como tampoco determinada música, la religión, las melenas en los hombres, y los homosexuales en el concepto que se tenía entonces de Socialismo. Al menos, en la práctica, fue así.

Los trabajadores por cuenta propia eran como el residuo de la pequeña burguesía, clase definida por el marxismo-leninismo como veleidosa, que se orienta según sopla el viento del poder, o percibe sus intereses consustanciados con el proletariado o con la burguesía. La supresión del poder económico de aquel residuo dejaba a la clase pequeño burguesa sin sus últimos asideros materiales, es decir se la dejaba como una clase fantasmal, sin más propiedades que sus ilusiones y sin otras perspectivas que proletarizarse, revelarse o emigrar.

Dos décadas después, más o menos, el gobierno legalizó el trabajo por cuenta propia. ¿Había desaparecido? No, había sobrevivido en los espacios ¡legales a los que lo lanzó la prohibición de 1968. Enquistado, perseguido, con altas y bajas, sobrevivió. Pero no fue resultado de un milagro, de una dádiva, ni de una urgencia temporal, su sobrevivencia, sino una consecuencia coherente con la necesidad histórica. La pequeña producción privada y el trabajo por cuenta propia en general, son una actividad insustituible en la economía. Ofrece lo que no ofertan otros. "Vive" donde los grandes productores o grandes comerciantes o no pueden o no quieren establecerse. 'Explota los nichos del mercado que no le interesa a la gran producción, sea ésta estatal o privada. Compite en un terreno o muy costoso o muy poco remunerativo para otros. Existe porque tiene que existir.

El artesano, nombre con el cual se conoció en sus inicios históricos y durante mucho tiempo después a los pequeños productores o trabajadores por cuenta propia, aunque tuvo su origen en el mundo antiguo, no alcanzó su pleno desarrollo sino en la Edad Media, precisamente en el siglo XII, fecha en que el Feudalismo comenzó a mostrar evidencias de su finitud, y en que las ciudades medievales florecieron. En aquellas ciudades de treinta y cuarenta mil habitantes, se desarrollaron los artesanos, primero en una organización económica netamente familiar, después expandiéndose con la agregación de aprendices y oficiales. En aquel entonces artesano significaba labor realizada mediante las manos: opus manu factum. Artesanos eran, pues, los que con sus propias manos y haciendo a una de mánager, comerciante y operario, producían, con habilidades intermedias entre el arte y la manufactura grosera, objetos útiles, y los cambiaban o vendían.

Han decursado más de ocho siglos desde que el artesanado se conformara históricamente como una fuerza socioeconómica definida. Ya no existe más en aquel estado inicial de creación mitad arte mitad industria. Ahora, el trabajador por cuenta propia, concepto que contiene al de artesano, incluye a mensajeros, vendedores de periódicos, barberos, mecánicos, serenos, ceramistas y a todos aquellos que de forma personal y privada, a veces asociados, encuentran la forma de ganarse el pan. Esta fuerza productiva, insignificante para unos, valiosa para otros, ha extendido su existencia sin sucumbir a través de cuatro formaciones socioeconómicas (Esclavismo, Feudalismo, Capitalismo y Socialismo) y más de diez siglos. Contra ella, obraron en vano la incultura, la falta de mercados, el despotismo de los señores, las leyes del municipio medieval la expansión de la producción capitalista y la ideológica del socialismo ¿Por qué se ha mantenido? Porque se necesita, porque es una necesidad de la economía históricamente condicionada.... y nadie sabe hasta cuando.

 

EL TRABAJO POR CUENTA PROPIA, COMO FUERZA PRODUCTIVA SECUNDARIA PERO NECESARIA, HA SOBREVIVIDO ATRAVÉS DE CUATRO FORMACIONES SOSIOECONÓMICAS POR MAS DE DIEZ SIGLOS.

En su segunda aparición oficial en la escena económica de la Revolución, el trabajador por cuenta propia interpreta el papel de un sospechoso. Se mueve en una trama de "misterio: es misteriosa la consecución de los recursos que utiliza para producir, son misteriosos los suministradores que los abastecen y, sobre todo, constituye el misterio mayor las ganancias que obtiene. Se le deja hacer y se le deja pasar... pero bajo una vigilancia que parece algo así como una libertad económica condicional. Este protagonista de papeles secundarios en la obra de la economía, semeja vivir al borde del, delito.... y parece que no es difícil entrar y salir de continuo en los predios ilegales, dadas las circunstancias de descontrol contable, ineficacia fiscal y ausencia de un mercado legal donde obtener suministros. De lo que no puede dudarse, es de que el final será feliz, y lo será por el concurso consensuado de todos los protagonistas, por su acción consciente alineada con la lógica interna de la obra, vale decir con la inexorable evolución hacia la normalidad histórica, la que paradójicamente se produce, a la larga, con independencia de la voluntad de los hombres.

El trabajador por cuenta propia, sospechoso de ser rico o de querer hacerse rico, vislumbrado como futuro "maceta" en el discurso de un diputado, ciertamente ha podido y puede ganar más dinero en la década cubana de los noventa, que lo que pudo y puede ganar en cualquier lugar del mundo y en cualquiera época histórica en condiciones de "normalidad económica". Cuando esa normalidad entrecomillada (porque siempre ha sido relativa), se quiebra por las sacudidas de una guerra o los embates de una revolución, cuando como resultado de un sismo político la economía se desproporciona, la producción se contrae y los precios se disparan hacia arriba, cuando eso sucede, en épocas de profundas crisis, es cuando único los artesanos, pequeños productores o trabajadores por cuenta propia, pueden enriquecerse. Fue lo que sucedió en Estados Unidos cuando la Guerra de Secesión, y en Europa en ocasión de las dos guerras mundiales. Por ello es que preciosas obras de arte pasaron de las manos de burgueses y aristócratas a las de artesanos y campesinos en Francia, por ejemplo. Pero, fuera de esas circunstancias excepcionales, los trabajadores por cuenta propia, como conjunto, no lograron enriquecerse nunca. La motivación económica que ha movido siempre a ese grupo de la obtención del sustento. Así lo consigna, en obra de 1931, el estudioso y minucioso historiador de la industria, el Alemán W. Sombart, cuando define al artesano: "Aquella forma económica que resulta de la aspiración de un obrero.... a valorar su destreza... para la confección o elaboración de objetos usuales, de tal modo, que pueda ganarse el sustento...".

Quizás algunos, o todos, pensaron en hacerse ricos. Eso nadie lo sabe. Lo que se conoce es que muy contados se enriquecieron, y que de lo que se desprende de actas, querellas, artículos y proclamas, hechos durante siglos, la demanda que daba el tono al pliego que de éstas confeccionaron en su largo existir los artesanos, era la garantía del sustento. Un sustento ganado en forma distinta al del obrero asalariado, obtenido con la independencia necesaria para ejercer una vocación y perseguir la prosperidad con el esfuerzo propio. Dirigido por sí mismo, expoliado por sus propios afanes y desdichas, el trabajador por cuenta propia es alguien para quien la independencia es la vida misma. Reconoce su propio talento, se autovalora y decide que puede ser él su propio jefe; a qué hora se levanta; cuántas horas trabaja y cuáles días, y cuánto gasta y cuánto ahorra. Prefiere estar peor así, que mejor bajo las órdenes y la tutela de otro. Pueden ser más o menos ambiciosos, más o menos arriesgados, pero siempre independientes. Son de los que como reza el dicho popular, prefieren ser "cabeza de ratón, y no cola de león".

El enriquecimiento (relativo) de muchos trabajadores por cuenta propia hoy, en Cuba, es resultado, fundamentalmente, de la profunda depresión económica por la que atraviesa el país. Ellos ofertan de casi todo lo que no hay, y prácticamente no tienen contrincante oficial. Las necesidades son cuantiosas, y el aparato productivo estatal, que debería ser el competidor que con su oferta contribuyera a disminuir los precios, produce muy poco. Entre ambos, estatales y privados, no producen al nivel de las necesidades mínimas de ropa, calzado, alimentos elaborados, etc., etc. Con este estado de cosas, para que los precios de venta sean en extremo gananciosos, sólo hace falta dinero, y éste, aunque se esfuma día a día, ha existido abundantemente.

Hay otro factor, empero, que coadyuva a que los pequeños productores y comerciantes privados aumenten sus ingresos. Se trata de que los tributos que han pagado en la primera etapa de su resurgimiento, no han sido proporcionales a sus ingresos. El permiso que autoriza el ejercicio de la actividad ha tenido un precio constante. Pero no podía ser de otra manera, puesto que una tributación móvil, que dependa de los ingresos o de las utilidades declarados, necesita de la existencia de, al menos una contabilidad rudimentaria en el lado de los productores, y de unos eficientes valuadores en el lado de la hacienda pública.

Ahora se sabe que el impuesto sobre estas actividades se liará progresivo muy pronto, y, sin embargo, las antes citadas condiciones no están aún creadas.

 

"DAD A UN HOMBRE LA PROPIEDAD DE UNA ROCA, Y VEREIS COMO SE CONVERTIRÁ EN JARDÍN. QUITADLE LA PROPIEDAD, Y EL JARDÍN VOLVERA A CONVERTIRSE EN ROCA"

 

EN 1968 SE DEBIÓ HABER SABIDO AQUELLO DE QUE "TODO SISTEMA PERECE POR LA EXAGERACIÓN DEL PRINCIPIO EN QUE SE FUNDA".

 

Tributos se pagaban en Roma, los pagaban los artesanos de las ciudades medievales, y se pagan hoy en todos los países del mundo. Es posible que el lector se asombre si llega a saber cuánto debe tributar un ciudadano norteamericano, cuyas rentas califiquen como personales y asciendan a un millón de dólares. Mientras exista un estado, y un gobierno (y parece que los habrá para rato) que se ocupe de cumplir impostergables tareas comunales, generales, y mientras exista la diferencia de fortuna entre clases, grupos y hombres, los, impuestos serán fuente de financiamiento de aquellas tareas, y la forma de introducir un poco de equidad, al menos, en la distribución de la riqueza, o del ingreso, como se ha preferido hablar en los últimos años. Los impuestos son tan necesarios como impopulares, lo que no deben ser es injustos. El impuesto injusto desincentiva la actividad económica, así como el bien calculado y oportunamente aplicado puede estimularla. Es en este sentido que los mismos pueden y deben formar parte de un programa de motivaciones y acicates a la producción de bienes y servicios; de hecho, esto se hace en todo el mundo. Importa mucho, por tanto, que los instrumentos legales que ponen en vigor los actuales impuestos, sean tan perecederos como las condiciones socioeconómicas que los han producido, de modo que, al cambiar el escenario real, cambie la ley, y de este modo impuestos caducos no se conviertan, habiendo sido siempre impopulares, en injustos, además.

 

III

Hay un viejo discurso socialista que reitera, de manera abierta o velada, que la estimulación material que se corresponde con la motivación económica del hombre, es una especie de pecado ideológico, un virus debilitador de la conciencia colectivista y altruista. Trotsky está en los veneros de esta corriente. Los juicios de este discurso han perdido valor y actualidad teóricos, pero continúan influyendo en arengas, decisiones, y acciones prácticas de políticos, dirigentes obreros y representantes populares. Esa influencia se percibe en quien considera que la legalización del trabajo por cuenta propia es una necesidad del "Período Especial", dada por la urgencia de dar empleo a miles de arribantes a la edad laboral y recientes desocupados. Para estas personas, en el trabajo por cuenta propia, están presentes todas las fracciones de la "fórmula del capitalismo": propiedad privada, afán de lucro, y autogestión económica absoluta. No he oído hablar de la valorización del capital, ni de la compra de fuerza de trabajo. Pero, no se trata de eso, de discutir teóricamente si es un embrión de capitalismo o no. De lo que se trata es de saber si es una necesidad del "Período Especial" cubano, o una necesidad de la economía en general, por sobre las barreras del tiempo histórico y del espacio geográfico.

 

EL DIA QUE SE HAGA EL BALANCE DEL DESPLOME DEL SOCIALISMO SOVIÉTICO, A LOS PRIVILEGIOS Y LA IPOCRESÍA DE LA CLASE DE LOS DIRIGENTES Y FUNCIONARIOS LE CORRESPONDERÁ UNA GRAN PROPORCIÓN DE CULPA.

 

En líneas arriba discutí cómo el trabajo por cuenta propia surgió en el mundo antiguo y pervive hasta nuestros días. En los Estados Unidos y en Alemania, países de alta concentración y centralización del capital; países de cárteles, de trusts y de inmensas transnacionales; así como en todos los países capitalistas, hay millones de micro-empresarios y de trabajadores individuales por cuenta propia. En ningún país socialista, en los que desaparecieron y en los que sobrevivieron, pudo eliminarse la modalidad económica del pequeño productor personal. Ninguna organización económica, nunca, en ningún sistema, ha podido hacerlo todo ni llegar con su acción a todos los recovecos del laberinto del mercado. No ha existido, ni existirá, posiblemente en muchísimo tiempo, la capacidad humana de medir con exactitud todas las necesidades sociales; las grandes y las ínfimas; las importantes y las banales, y de programar el modo de satisfacerlas con eficiencia. Los que lo han intentado, han visto coronado su ilusorio esfuerzo con desabastecimientos, desproporciones, falta de calidad, derroches, insatisfacciones... y hasta ilegalidades e inmoralidades. Donde la omnipotencia fracasa, triunfa la colmena. Las grandes empresas fabrican soluciones desde lejos. El trabajador por cuenta propia está en el entorno de la necesidad: no se le escapa.

En 1968 se debió haber sabido aquello de que "todo sistema perece por la exageración del principio en que se funda". Hoy convendría desatar esa fuerza productiva, secundaria pero imprescindible, que es el trabajo por cuenta propia, crear las mejores condiciones para su desenvolvimiento exitoso, y contribuir así, con esa fuerza grávida de audacias e iniciativas, a la prosperidad del país.

Sin embargo, creo que fue Lenin el que dijo, que la pequeña producción mercantil crea minuto a minuto, día a día capitalismo, Quizás en eso se basen los que ven en el trabajo por cuenta propia el embrión del capitalismo. Tal vez les asista por ello razón. No obstante, no se puede olvidar que fue también Lenin, el mismo Lenin, pero ahora no razonando en teoría, sino enfrentado a la construcción práctica del Socialismo el que devolvió fábricas a sus antiguos dueños y creó empresas mixtas e el período denominado de la Nueva Política Económica. Llegó a pensar, incluso, en la conveniencia y en la posibilidad, de construir el capitalismo en la Unión Soviética, bajo la dirección de la clase obrera y del Partido Comunista. Así, pensaba él, se podría llegar al socialismo; salvarlo.

Tampoco se debe soslayar el hecho de que, para que un embrión se convierta en feto, y este nazca y crezca hasta conformarse en un ser adulto, hacen falta tiempo y condiciones especiales e indispensables. Los temerosos del "embrión" debían saber aquellas sabias palabras de William James: "En todo negocio importante de la vida hay que arriesgar algún salto en la oscuridad". El negocio del desarrollo es, sin dudas, un negocio importante en la vida de los cubanos. Para alcanzarlo, es de sabios evitar los riesgos de la impaciencia, pero es de tontos perezosos no correr riesgos.

Otro cargo que se hace a los trabajadores por cuenta propia, es que constituyen una nueva clase a la que habrá que impedir un día que ostente el poder político. Parece que el descubrimiento de clases sociales se pone de moda en las revoluciones. ¡Cómo las revoluciones, al fin y al cabo, son un gran pleito entre clases sociales! Pero, de todas formas, parece ridículo pararse en una respetable tribuna a precaverse de la toma del poder político por parte de los trabajadores por cuenta propia, grupo productivo recién reestructurado en la escena social cubana, y cuyo poder económico, exiguo en términos de economía nacional aunque notable por la rapidez y facilidad con que se ha formado, se debe a una desgraciada coyuntura histórica, no a una hipotetica perdurable pujanza financiera. Pensar que la plétora fructuosa de este grupo se extienda al futuro, es razonar al mismo tiempo que la otra parte de la economía, me refiero a la estatal, continuará estancada.

¡Vaya optimismo!

No he oído a nadie pronunciarse que los campesinos tomen el poder político, dada su añosa actividad lucrativa. Los campesinos son dueños de sus tierras, emplean trabajadores asalariados, los mueve el afán de lucro, y han acumulado, como conjunto, una inmensa fortuna, sobre todo a partir de operaciones comerciales realizadas en el mercado informal. Pero a nadie se le ha ocurrido relacionarlos con el poder político o con las intenciones de conquistarlo. Supongo que así sea porque, como según la concepción marxista-leninista, la clase campesina es aliada de la clase obrera en la construcción del socialismo, no tiene necesidad de luchar por el poder político porque ya lo tiene. Y, los trabajadores por cuenta propia, ¿de quién son aliados? Quizás de los capitalistas; ¿de cuáles capitalistas? Tal vez de los terratenientes; ¿de cuáles terratenientes?

No es sólo la actividad mercantil desenfrenada y descontrolada la que es capaz de corromper a la sociedad, de ablandar la moral y confundir la conciencia de los hombres. No es al concuspiscente (según san Pablo) amor a la riqueza de los trabajadores por cuenta propia, a lo que más hay que temer. Existen grupos humanos en todo el mundo, que no han sido definidos ni clasificados como clase por nadie, y, en verdad, nada hay más parecido a una clase social que el conjunto de esos grupos. En la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, por ejemplo, los dirigentes civiles y militares del estado, así como los cuadros de las organizaciones que allí conformaban la sociedad civil, eran una especie de clase. No eran dueños de los medios de producción, pero disfrutaban de los resultados del empleo de esos recursos como si los fueran; no eran una clase en el poder, pero disponían del poder a título de vanguardia de una clase; no eran ricos, pero lo parecían por, su estilo de vida. Obviamente, aunque ellos mismos no lo supieran (aunque algunos lo pensaran), tenían intereses, aspiraciones, temores, y modos de vivir, comunes, ¡y que no se parecían mucho a los de las clases de las que se proclamaban abanderados! El día que se haga el balance de las causas del desplome del socialismo soviético, con seguridad a este fenómeno se le adjudicará, justamente, una gran proporción de culpa. Y no porque aquella clase, o casi clase, haya tratado de vivir o haya vivido bien, sino porque sus sacerdotes repitieron a sus feligreses: hagan lo que yo digo, no lo que hago.

¿Por qué han sobrevivido los trabajadores por cuenta propia desde la antigüedad hasta nuestros días? Esta pregunta la hice líneas arriba. En el transcurso del trabajo he tratado de responderla con mis mejores y humildes argumentos. Ahora, amigos lectores, los dejo en manos de Young, quien les aportará razones mucho más elocuentes que las mías.

 

Dad a un hombre la propiedad de una roca, y vereis como sabe convertirla en un jardín. Quitadle la propiedad, y el jardín volverá a convertirse en roca."