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enero-febrero.año2.No11.1996 |
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MANTUA: CELEBRA LA IGLESIA EL CENTENARIO DEL FIN DE LA INVASIÓN. |
El 23 de enero de 1996 volvía a sonar la campana de la Iglesia de mantua, Monumento Nacional, al cumplirse el Centenario de la culminación de la gesta de la Invasión de Oriente a Occidente. La Iglesia católica se unió a la conmemoración de todo el pueblo con la celebración de una misa presidida por monseñor Jocé Siro González Bacallao, obispo de Pinar del Río, en Ia que participaron varios sacerdotes, religiosas y laicos de varias parroquias de la Diócesis, el Rector del Seminario de San Carlos de La Habana y una representación de la Oficina de Atención a los Asuntos Religiosos del Partido Provincial y Municipal. La homilía del señor Obispo evocó aquella gesta liberadora reseñó la participación de la Iglesia en la persona del cura párroco de aquel tiempo en la firma del Acta de Invasión y en la misa de acción de gracias celebrada. Los cantos guajiros que animaron la misa hablan de la profunda cubanía de la celebración. Terminada la misa se depositó a los pies de la imagen de la Virgen de la Caridad dentro del templo la hermosa ofrenda floral que se había trasladado desde Pinar del Río para ser depositada los pies del nuevo monumento levantado en el lugar de los hechos al no poder acceder al mismo en ese momento por orientación de las autoridades. Se cantó el Himno de Mantua y el Himno Nacional para terminar esa parte. Las palabras de ofrecimiento que llevaba un laico de la Comisión Católica para la Cultura serán publicadas por VITRAL junto a la homilía del señor Obispo. Todos pudimos disfrutar en el salón parroquia de las cubanísimas voces del cuarteto "Leyenda", que junto a un sabroso brindis preparado por la comunidad animaron la mañana de aquel 23 de enero, cien años después. El sentir de los participantes en esta tertulia musical se vio reflejado en la última de las canciones interpretadas por el grupo y cuya letra transcribimos a continuación.
EL SOÑADOR Alfredo Victorero Serrano.
Quiero un manantial de dicha al despertar un sendero a caminar sin antifaz donde todos se saluden sin dudar al fin y la paz vea la miel del porvenir. Quiero atardeceres de felicidad quiero un limpio horizonte y algo más, que en la tierra alguien comprenda que un sol de esperanza sueña con dorar de primaveras la verdad. Quiero parir un nuevo corazón a la Era y que no muera de dolor quiero pan y quiero vino y una flor en mi camino que proponga a mi guitarra otra canción. Quiero un beso, un mar en calma, una razón, una luz iluminándome, un amor, quiero el verso de una estrella, quiero el trino de un gorrión, porque a fin de cuenta soy un soñador.
HOMILÍA PRONUNCIADA POR MONSEÑOR JOSÉ SIRO GONZALEZ BACALLAO, OBISPO DE PINAR DEL RÍO EN MANTUA
Queridos hermanos:
Una vez más nos reunimos junto al altar del Dios que renueva nuestra juventud para darle gracias por sus beneficios, y por el don de su Palabra divina y el de su misterioso amor a los hombres que convierten el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de su Hijo que nos alimenta y cura las heridas del pecado para continuar el camino por el desierto que todos debemos atravesar para llegar a la tierra prometida que no es precisamente esta a la que a veces tanto nos apegamos, sino esa otra Patria que nos aguarda en la eternidad. La Iglesia, madre amorosa y maestra infalible que nos acompaña en ese caminar, se hace testigo una vez más de nuestro amor a esa que llamamos los hombres Patria, la casa de todos, en las que todos deben tener una voz, y que una vez más se ve honrada en la celebración de este acontecimiento que hoy se hace Centenario, la culminación de la invasión libertaria. Como se escucharon un día, por primera vez, en las naves del templo parroquial de Bayamo las notas vibrantes de nuestro himno nacional; como fue bendecida por el padre Batista la bandera, que ondeara el intrépido Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes; así fueron las campanas del viejo templo parroquial de Mantua testigos alegres de la llegada de las tropas libertadoras con aquel invicto general, que sirvió a la verdad con la misma, ruda franqueza con que se conservó rebelde a la opresión. Espejo de hombres libres no sufrió la perniciosa influencia, de bastardas orientaciones. Aletó magníficos ideales. a los que dedicó lo más caro de su existencia. Conquistó la grandeza con justos títulos y en ella se mantuvo serena y gallardamente. En Antonio Maceo encamó el tipo del caudillo insobornable. De la condición de soldado se alzó a la de jefe en la Guerra del 68. La gloria le sonrió. En la hora del desfallecimiento de muchos de los libertadores, siendo ya el convenio de el Zanjón un hecho inconcluso, comandó la protesta. Los años, entre infortunios y esperanzas, pasaron para él como mera tregua. Renovado el choque de las armas en 1895, consumió la jornada de la Invasión. Su caballo, enjaezado en Baraguá, junto a unos mangos, pisó al cabo de tres meses la campiña occidental de Cuba, en la tierra de otros Mangos, los de Roque. La resonancia de aquella proeza, no menos en el exterior que en la propia isla, superando todo cálculo, evidenció la pujanza de la, insurrección y la justicia de la causa cubana, a la par que la prestancia de su ejecutor. Escuchemos la narración de los hechos en la pluma de uno de los más sobresalientes hijos de esta famosa Mantua; me refiero al doctor Emeterio Santovenia. Cuenta el distinguido historiador: "El día 22 de enero tomó en Guane el Camino Real de Vueltabajo el bravo general Maceo que mantenía, en lo posible, el propósito de economizar hombres y municiones y precipitar el avance hacia el oeste, para dejar consumada la invasión. Después de atravesar a media tarde del 20 el pueblo de Guane, donde los coterráneos de Isabel Rubio lo recibieron entre vítores y aplausos, emprendió el camino de Montesuelo, donde empezó a recibir demostraciones de júbilo de los campesinos. En las vegas del río Mantua se sintió conmovido por la alegría que se reflejaba en los rostros de compatriotas que veía por primera vez. En el pueblo de Mantua, mientras las campanas repicaban alegres, comprendió que su presencia era motivo de fiesta extraordinaria. En Mantua hablaron Maceo y sus tenientes con las autoridades españolas de la localidad y vecinos de arraigo. El alcalde José Fors y Perdomo, era hijo del pueblo. Otros criollos ocupaban posiciones oficiales. Era aquello un caso excepcional, dentro de la vida colonial, negadora de oficios públicos a los naturales del país. El ambiente era propicio a la realización de un acto singular, digno complemento de la decisión, adoptada por el héroe, de dar por terminado la Invasión en Mantua. Hubo cambio de ideas. Prevaleció la que el Ayuntamiento celebrase una sesión con asistencia del esclarecido jefe de la Invasión. Al otro día, 23 de enero de 1896, en la sala de sesiones de la Casa Capitular de Mantua, se reunió el Ayuntamiento. Lo presidió el Alcalde municipal, acompañado del Lugarteniente General y de José Miró y Juan Bruno Zayas, jefes del Estado Mayor de la Invasión y de la primera brigada de Las Villas, respectivamente. En el acta de reunión se consignaron dos hechos, el uno geográfico, el otro político: 1ro. El geográfico se refirió al pueblo de Mantua, situado en el extremo occidental de la isla, en la provincia de Pinar del Río. 2do. El político estuvo constituido por la presencia del Lugarteniente y sus huestes en Mantua donde habían respetado vidas y bienes de todas clases, guardando el orden público y dejado en el ejercicio de sus funciones a las autoridades y a los empleados existentes bajo el gobierno de España, y por la declaración de que, visto el procedimiento del Ejército Libertador y creyendo que se beneficiaría la comarca, empobrecida de antes, por múltiples exacciones, Y el país entero, sujeto al mismo mal tratamiento; se adherían a los principios y revolucionarios de los representantes de las fuerzas vivas del territorio en la propiedad inmueble, en la ganadería, en la industria, en el comercio, en las artes, en las profesiones, en el crédito y en la agricultura. El Acta Magna de Mantua fue firmada por José Fors y Antonio Maceo, el primer personaje del Ayuntamiento y el ínclito conductor de la Invasión; por los más sobresalientes seguidores del Lugarteniente y autoridades, entre ellas el señor cura del pueblo, P. Viladomat, empleados y vecinos de Mantua que eran cabal representación de los factores a que se refirió el documento. La Invasión quedaba consumada. Y muy en claro era puesta la verdad de que Mantua, por su posición geográfica y por la disposición de los naturales de la región, era ámbito adecuado de uno de los sucesos famosos de la historia que iban elaborando los libertadores de la isla. A la distanciada cien años, vuelven las campanas del viejo templo parroquias a tocar a vuelo, con alegría por celebrar tan fausto acontecimiento, pero con honda preocupación, como antaño la tuviera el obispo Diego Evelino de Compostela, que pensaba en la urgencia de cuidar lo ya organizado y programar para organizar lo que no estaba. Es esa hoy también la reflexión que se hace la iglesia, partiendo como siempre lo hace, del amor como clave que quiere interpretar nuestra realidad nacional y descubrir los caminos que favorezcan el encuentro con los verdaderos problemas que afectan la vida de las personas y de la sociedad, y al mismo tiempo suscitar actitudes que hagan posible la solución de los mismos. En el centro de esa preocupación de la Iglesia, en el momento presente, está, como dijéramos los obispos en el mensaje "El amor todo lo espera" el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, está la persona humana, que es "el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales". Revitalizar la esperanza de los cubanos, es un deber de aquellos en cuyas manos esta el gobierno y el destino de Cuba y es un deber de la iglesia que está separada del Estado, como debe ser, pero no de la sociedad. Y esto lo podremos lograr juntos con una gran voluntad de servicio, pero no sin una voluntad de sacrificio, amando más intensamente y enseñando a amar, con confianza en los hombres, con seguridad en la ayuda paternal de Dios en la fuerza innata del bien. Confiemos, queridos hermanos, una vez más, en el infinito amor de Dios nuestro Padre, en la intersección de la madre del pueblo cubano, la Virgen de la Caridad, y en la capacidad de recuperación de todos hijos de este pueblo, sea cual sea su modo de pensar, su fe religiosa, su posición social y el lugar geográfico en que habite. Y la paz de Dios, como decía San Pablo a los Filipenses, que es más grande de lo que podemos comprender, guarde nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús. Digámosle una vez más a nuestra dulcísima Señora de las Nieves, como le cantara un día el inolvidable monseñor Ruiz:
Levanta tus limpios ojos Do toma luz la alborada, Mira esta turba postrada Ante tus plantas de hinojos; Derrama un rayo argentino De tu amor sobre este suelo Sé del hombre peregrino Amparo, norte y consuelo
Nuestra senda está sembrada De espinas, zarzas y abrojos, Y en llanto de nuestros ojos Está la tierra empapada; Suaviza nuestro camino Y mitiga nuestro duelo.
Sé del hombre peregrino Amparo, norte y consuelo.
Mantua 22-1-96.
PALABRAS DEL INGENIERO RICHARD FORS QUE DEBÍAN SER LEÍDAS DURANTE LA COLOCAClÓN DE LA OFRENDA FLORAL ANTE EL MONUMENTO A MACEO EN MANTUA.
Excelentísimo monseñor José Siro González Bacallao. Obispo de Pinar del Río.
Queridos sacerdotes, religiosas y fieles laicos.
Hermanos todos; Con agrado recibimos la invitación de la Comisión Católica para la Cultura de esta diócesis de Pinar del Río, para esta celebración, de gran trascendencia histórica y patriótica, al cumpliese hoy, cien años, de esa gesta emancipadora llevaba a cabo por ese excepcional cubano; Antonio Maceo y Grajales, Ia Invasión de Oriente a Occidente. Como cubano de hoy nuestros sueños y anhelos son los mismos que motivaron a aquellos hombres, para que en nuestra patria reine el amor y la paz. Las ideas de libertad, democracia y justicia social. Si ese luchador incansable, genio militar, hombre sencillo y cabal una vez nos dijera: La Libertad no se mendiga, se conquista al filo del machete, los cubanos de hoy decimos que se conquista a base de diálogo, abierto y franco donde reine el amor a nuestra tierra y a la Virgen Santísima del Cobre. Como descendiente de uno de los firmantes del acta de la invasión Oriente a Occidente, sólo me resta unir mi voz a la de ellos.
PATRIA Y LIBERTAD. Muchas gracias y que el Señor nos bendiga. |
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