La inversión extranjera, aunque no en todo su potencial, en Cuba cobra cada vez más espacio. Con orgullo el Estado cubano exhibe sus instalaciones hoteleras, con orgullo habla de la creación de empresas mixtas y de asociaciones extranjeras, con orgullo se expresa sobre sus relaciones o intercambios de todo tipo con países de todo el mundo. Parece, según las noticias, que esto va creciendo y desarrollándose. En estos momentos se habla de que hay una representación de empresarios chinos y que todo apunta a que se ampliará la posibilidad de China de invertir en nuestra economía.
Por el contrario, se frenan las pequeñas inversiones de los cubanos. No aparecen las nuevas regulaciones al trabajo por cuenta propia, anunciadas a mediados del año pasado, y se cierran cada vez más las posibilidades para su actividad comercial o productiva.
También continúa el agravamiento de la crisis económica. Los precios suben y la economía doméstica es cada vez más difícil.
Desde las gradas observamos los ciudadanos cubanos. No hay señales de que se esté pensando cómo brindar espacio a los que debemos ser verdaderos protagonistas de la obra cubana. Es nuestro derecho participar en la reconstrucción de nuestro país y trabajar por su desarrollo.
Como dijo nuestro José Martí: Si la república no abre los brazos a todos, y adelanta con todos, muere la república.
No se trata de rechazo a lo foráneo. Necesitamos también la inversión extranjera. Pero no en el espacio de la inversión cubana, sino como complemento y competencia. Porque como también dijera Martí: El abono puede traerse de otra parte, pero el cultivo ha de ser de acuerdo al suelo.
Sobran potencial y empeño. Solo esperamos que el marco jurídico sea propicio. Esperamos ansiosos una ley de inversión que nos incluya, pues para muchos no hay nada como trabajar en y por nuestro propio país.
Livia Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1971).
Licenciada en Contabilidad y Finanzas.
Miembro del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.
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